el blog de reseñas de Andrés Accorsi

miércoles, 31 de agosto de 2011

31/ 08: CEMENTERIO ESTELAR


Vuelvo a darle una oportunidad al otrora glorioso Alfonso Azpiri, principalmente porque en este álbum trabaja con los guiones del siempre grosso Carlos Giménez. El truco que propone el creador de Paracuellos para este libro es muy ingenioso: son tres relatos ambientados en el futuro, con alienígenas y naves espaciales, pero basados en sendos cuentos de Jack London, que originalmente estaban ambientados en los EEUU de la época de los colonos y los indios. Sin traicionar el espíritu de los cuentos, Giménez les da un giro que los hace más atractivos para el lector actual y le abre el campo a Azpiri para prescindir de la documentación histórica y jugarse a imaginar con total libertad las civilizaciones, armas, vehículos y hasta dioses que aparecen en los relatos.
De las tres adaptaciones, la más lograda es la primera, la que convierte a “Lost Face” en La Gran Medicina. Acá el maestro madrileño dosifica tan bien los textos y plantea la acción de modo tan visual, que no se nota que está trabajando sobre una obra literaria. Parece una historia creada directamente para ser narrada en forma de historieta. La Gran Medicina es, a simple vista, una historia de astucia y picardía, pero si hilamos un poquito más fino, en realidad es una historia de dignidad, de negarle al vencedor el derecho a humillar al vencido. Amena, tensa y sorprendente, la crónica de las horas finales de Subienkov dura apenas 14 páginas, pero vale el precio que pagues por todo el libro.
Las otras dos historias, sin ser malas, son más flojas que la primera. La de Ik-Kok, es apenas una historia de venganza, protagonizada por un esclavo que un día le cobra a su amo todos los padeceres sufridos bajo su yugo. Y la tercera, El Rojo, es una historia de obsesión, de un tipo dispuesto a todo, movido por el ansia irracional de conocer un secreto arcano y por encima de la esfera terrenal. En ambas historias, Giménez se zarpa un poco más con los textos y a veces estos ocupan tanto espacio que entorpecen el ritmo narrativo y eclipsan el trabajo de Azpiri. Están buenas, pero podrían estar mejores.
En la faz gráfica, Azpiri cumple muy dignamente. Pilotea con bastante solvencia esas páginas llenas de texto, y las secuencias en el cementerio (que aparecen intercaladas entre las tres historias) donde sólo vemos a un robotito que habla y a unos bichos que lo escuchan. Don Goyo, el robotito, es demasiado parecido a los robots de La Casta de los Metabarones, pero bueno… no será la primera ni la última vez que Azpiri se “inspire” en dibujos de Juan Giménez. De hecho, todo el tratamiento del color está basado en lo que suele hacer el genio mendocino. En la figura humana es donde Azpiri se ve más original, más suelto, más plástico, más dúctil a la hora de darle expresividad a los personajes. A grandes rasgos, este trabajo es mejor que el que le vimos hace casi un año (25/09/10) y sirve para recuperar la fe en este gran dibujante, que fuera ídolo de muchos pibes que leíamos la Zona 84 en los ´80.
Y por ahora, vamos a aflojar un cacho con el comic europeo. La onda para Septiembre es –a modo de festejo del Día de la Historieta- darle mucha bola a la producción argentina, como para ponerme más o menos al día con un montón de material de autores locales que tengo sin leer. Habrá algo de comic latinoamericano, menos comic yanki que de costumbre, por ahí se cuela algún manguita, y el material europeo se va al freezer hasta Octubre. Y en Octubre volveremos a la normalidad, al mix esquizofrénico entre comics de todas partes del mundo.

martes, 30 de agosto de 2011

30/ 08: KABUKI: SKIN DEEP


Uno de los tsunamis más nefastos que sacudieran al comic norteamericano en su larga historia fue la moda de las Bad Girls, una plaga que a mediados de los ’90 nos flageló con miríadas de historietas obscenamente mal escritas, burdas y predecibles, llenas de mujerzuelas de curvas imposibles, armadas hasta la argolla y con una insaciable sed de violencia. Como suele suceder, de ese inmundo pantano surgió una joya memorable, un comic complejo, sugestivo, cautivante y absolutamente personal. En pocos años, David Mack pasó de ser un absoluto desconocido a ser un autor de culto con mucha chapa y muchos premios, y todo gracias a Kabuki.
Después de dos sagas en las que pasaba de todo (Fear the Reaper y Circle of Blood), Mack produce un par de historias en las que la trama avanza poco o nada, pero a nadie le importa porque cambia el blanco y negro por el color y le detona las retinas a los lectores como nunca antes. En Skin Deep, Mack deslumbra en su exploración de varios estilos, entre ellos el que se convertiría en su estilo definitivo. La cantidad y diversidad de técnicas pictóricas que manda Mack en cada página son la pesadilla de cualquier profesor de dibujo. A primera vista parece un derivado de Dave McKean, pero también hay Bill Sienkiewicz, Alex Ross, un montón de artistas plásticos (Gustav Klimt a morir) y hasta historietistas más dark, o más “sucios” como James O’ Barr, Jae Lee o Leo Manco. Y mucha referencia fotográfica, ya que Mack capta muchísimas poses de su coordinadora, Connie Jiang, para luego convertirlas en dibujos. De toda esta mescolanza, emerge un autor firmemente asentado en un estilo personal y fascinante.
A nivel guión, Skin Deep es apenas un puente entre Circle of Blood y la siguiente saga grossa, Metamorphosis (la que marcará el paso de la editorial Caliber a Image). De hecho, buena parte de lo que pasa en Skin Deep se recuenta –de modo más breve- en el tramo inicial de Metamorphosis. Básicamente, en esta saga nos enteramos de que, antes que las agentes de Noh encontraran el “cadáver” de Kabuki, otra agencia secreta la rescató aún con vida y la internó en una especie de instituto neuropsiquiátrico en el que están confinados varios ex-agentes secretos que se tildaron, o que se rebelaron a su organización. Acá, una terapeuta se mete a fondo en la mente de Ukiko (que así se llama Kabuki), y Mack nos sumerge también a los lectores en esa psiquis traumada, donde juega como nunca a perturbarnos desde los climas, con increíbles trucos para desorientarnos y dejarnos pensando qué carajo sucedió en realidad y qué de lo que vimos es producto del delirio de Ukiko. La heroína, mientras tanto, intentará armar un plan de escape antes de que sus ex-compañeras invadan la clínica para matarla, y además conoceremos a la misteriosa Akemi y a Kageko, la elegida por Noh para convertirse en la nueva Kabuki. El resultado es una joya absoluta de la sutileza y la psicopateada, además de la orgía gráfica y visual y el jueguito de los dibujos repetidos tres millones de veces.
Ese es un clásico de Mack: los mismos dibujos aparecen una y otra vez, aunque cambien los textos y hasta la puesta en página. No todos, claro. Hay muchos dibujos pensados para ser usados una sóla vez. Pero son muchísimos los que se reciclan. Como es diseñador gráfico, su tratamiento de la imagen y su cancha para la narrativa le permiten pilotear con éxito el constante reciclaje de dibujos, al mejor estilo Carlos Meglia, aunque con una estética a milenios de distancia del prócer quilmeño.
Kabuki es una serie rara, atípica, pero alucinantemente bella. Dentro de ese contexto, Skin Deep también aporta rareza y belleza en grandes dosis, pese a que su injerencia en la trama central de la saga sea poca.

lunes, 29 de agosto de 2011

29/ 08: CAT SHIT ONE


Hora de reencontrarnos con el sensei Motofumi Kobayashi para repasar un manga muy, muy raro, publicado por Glénat en cuatro tomos. Los Vol.1-3 recopilan todas las historietas que Kobayashi realizó para la revista Combat Magazine, y el Vol.0 reúne precuelas y secuelas, realizadas por el autor para otras revistas, o para sitios de la web, una vez finalizada la serie.
Cat Shit One es un manga ambientado en la guerra de Vietnam, protagonizado por tres valientes soldados estadounidenses: el Sargento Perkins, el Cabo White (apodado “Rats”) y el oficial de comunicaciones Botaski, a los que suele sumarse Chico, un vietnamita de la tribu de las montañas, que coopera con las fuerzas armadas yankis. Juntos afrontarán misiones complicadísimas, casi siempre con éxito y sin sufrir nunca ninguna lesión grave, gracias a su coraje, su astucia y la pésima puntería de sus enemigos. El autor presenta a los protagonistas como héroes, tipos nobles, decididos, disciplinados, a los que jamás se les ocurriría confrontar las órdenes de sus superiores, ni siquiera cuando los mandan a incendiar poblados. Alguna vez desobedecen alguna orden, pero son soldados ejemplares, dispuestos a morir por la cruzada contra los comunistas de Vietnam del Norte.
A Kobayashi no se le escapa que la guerra de Vietnam fue inusualmente sucia y salpicó hectolitros de corrupción, mierda y crímenes de lesa humanidad. Sin embargo, se juega a un tratamiento de la guerra mucho más idílico que el que cualquier autor yanki haya podido intentar. De hecho, Cat Shit One se parece a como los yankis escribían los comics bélicos de la Segunda Guerra Mundial, mucho más ingenua, y con el rol de “los malos” interpretado de modo mucho más alevoso por los nazis. O sea que, en el planteo y el tratamiento, es el típico comic de guerra en el que los yankis son los buenos.
Dentro de ese esquema raro, pasado de conservador, Kobayashi logra los mejores resultados cuando desplaza el foco. Las precuelas y la secuela del Vol.0 se centran más en los personajes, los dota de más carnadura, de más onda, sobre todo cuando nos los muestra de vuelta en EEUU, varios años después de haber retomado la vida civil. Y también la rompe cuando se mete con otros personajes, como los traficantes de droga de la jungla, o los soldados japoneses.
El resto es bastante chato y predecible, y el autor salva las papas con un truco maravilloso: la Gran Maus. En Cat Shit One, los yankis aparecen dibujados como conejos, los vietnamitas como gatos, los japoneses como simios, los franceses como cerdos, los chinos como osos panda, los rusos como osos, los británicos como ratones, y así. Y encima Kobayashi hace que nos resulte creíble ver a un conejito levantar un rifle, desactivar una bomba, o pilotear un helicóptero. Ahí, el mangaka saca chapa de mago.
Y por supuesto, Kobayashi brilla en todos los aspectos del dibujo. Muchas veces se vuelca por una grilla de cinco tiras, con muchas viñetas chiquitas, y ahí mete de todo. Fondos elaboradísimos, armas, vehículos, personajes muy expresivos, paisajes alucinantes y secuencias de acción de alto impacto, todo con una narrativa mucho más europea que japonesa. El dibujo de Motofumi se parece más al de Hermann que al de los otros mangakas, al punto de casi no dibujar líneas cinéticas y aplicar los grises con aguadas en vez de tramas mecánicas. Ni hace falta decir que todo se ve increíblemente bien, desde la primera página hasta la última.
Cat Shit One no es un canto de amor a la guerra, pero por lo menos lo parece. Los guiones son lineales, sin mayores sobresaltos, y en todos ganan los buenos, o por lo menos zafan decorosamente. El verdadero atractivo está, sin dudas, en los dibujos. Ahí es donde Kobayashi pone todo, como para refrendar sus credenciales de maestro indiscutido del manga bélico. Si te aguantás ver a los yankis masacrando “charlies” casi sin despeinarse (y con rasgos de conejos), regalale esta fiesta a tus retinas.

domingo, 28 de agosto de 2011

28/ 08: JLA: THE NAIL


No sorprendo a nadie si digo que el británico Alan Davis es uno de los mejores dibujantes de superhéroes sobre la faz de la Tierra. En su trazo conviven muchos de los grandes maestros de los ´50, ´60 y ´70. Cuando quiere es dark como Neal Adams y Don Newton. Cuando quiere, es festivo como Dick Sprang y Kurt Schaffenberger. Sus figuras tienen un enorme dinamismo, como las de Gil Kane, pero
además puede meter muchísimas por viñeta sin desentonar, como Mike Sekowsky o George Pérez. Sus héroes pueden ser imponentes y sus villanos amenazantes como los de Jim Aparo, o extraños y retorcidos como los de Steve Ditko, o elegantes como los de Joe Kubert. Davis te puede mezclar en una sóla página el power de Jack Kirby con la sutileza de José Luis García López, y además, hacerlo todo con un sello personal, sin que nada huela a refrito.
En 1998, Davis se embarcó en esta reinterpretación del Universo DC en clave Elseworlds, a partir de una premisa atractiva: los Kent nunca encontraron la navecita que vino de Krypton y Superman nunca existió. El protagonismo recae en la JLA (absolutamente clásica), pero Davis se las ingenia para meter a prácticamente toda la población del DCU previo a Crisis (faltan Zatanna, los Teen Titans y no muchos más). El argumento no es demasiado original: un villano en las sombras orquesta un gigantesco complot mediático para desacreditar a los superhéroes y luego prohibirlos y cazarlos. Ya lo vimos en X-Men, en Legends y –mucho más sutil- en Watchmen.
Aún así, el desarrollo es muy ganchero y está lleno de momentos realmente intensos, de esos que te meten en la historia y te comprometen con ella. Algunos son casi tributos a momentos ya vistos antes en el DCU, como cuando el Joker tortura y mata a Robin y Batgirl. Pero otros son sumamente originales y funcionan tan bien que se volvieron a usar más tarde en las historias canónicas. Acá vemos, por ejemplo, el primer coqueteo de Luthor con la política. Es jefe de gobierno de Metropolis en vez de presidente, pero por algo se empieza (no, Mauri?). Davis también se juega a sacar de foco a Hawkman y darle chapa a Hawkwoman, un personaje que en 1998 estaba virtualmente fuera de continuidad. Un año después, sucedería lo mismo en la JSA y poco después en la serie animada de la JLA.
O sea que Davis rema con éxito este plot apenas inspirado, gambetea con elegancia otro potencial problema que es el exceso de personajes (una JLA de ocho miembros donde muchos aportan poco) y llega a un final impactante, donde jamás te ves venir la revelación de la identidad del villano. Por ahí el plan no es brillante y la motivación es casi caprichosa, pero la chapa que cobra sobre el final… el villano, es realmente notable. Todo esto salpicado de muchísima acción (cada héroe tiene su propia y alucinante splash-page, como hiciera Ditko con los villanos en aquel mítico Annual 1 de Spider-Man), buenos diálogos y un clima generalmente dark, pero con grandes momentos épicos y conmovedoras secuencias intimistas.
Muy bien complementado por las tintas de Mark Farmer (el entintador de su época dorada en Excalibur) y los colores de Patricia Mulvihill (la colorista más grossa de 100 Bullets), Alan Davis le regaló un festival para la vista a todos los fans de los superhéroes. Después se embarcó en una secuela (Another Nail) de la que no me acuerdo nada, excepto que aparecían un montón de personajes más y el dibujo era majestuoso. En una de esas, la vuelvo a leer pronto. Por ahora, me conformo con recomendarles la primera saga a los fans del DCU clásico, del dibujo superheroico y de los comics de palo-y-palo que tratan de tocar temas un poco más profundos y de darle a la machaca algún sustento más firme que el mero intercambio de trompadas y rayitos. Con The Nail no te clavás, seguro.

sábado, 27 de agosto de 2011

27/ 08: CARLOS GARDEL


Por segunda vez en pocos meses me toca leer la biografía de uno de los mitos que la remota Argentina le regaló al mundo en el Siglo XX. Ya pasó el Che, y ahora es el turno del Zorzal, el carismático y enigmático Carlos Gardel.
Y el rótulo “biografía” en este caso no es del todo exacto, porque Carlos Sampayo y José Muñoz agarran para otro lado: proponen –antes que una biografia lineal- un debate acerca de puntos oscuros en la vida de Gardel. Centrados en sus últimos años (desde su viaje a EEUU hasta su muerte), hacen hincapié precisamente en el carácter esquivo, ambiguo, del ídolo máximo de la canción rioplatense. Nos lo muestran coquetear con el socialismo, pero mantener vínculos con el partido conservador; nos lo muestran viril y ganador con las minas, pero hábil para gambetear el encuentro sexual, incluso con su novia; nos lo muestran esmerado por no definir nunca el tema de su verdadera fecha y lugar de nacimiento, como si el tipo buscara intencionalmente fomentar las versiones contradictorias, como si supiera que la incertidumbre acerca del hombre sólo podía potenciar la fuerza del mito.
La reflexión que parece mover a Sampayo (y que según cuenta en un prólogo, nace de una charla con Oscar Zárate) nos habla de cómo un personaje de identidad borrosa se convierte en el más notorio rasgo de identidad de un país (el nuestro) siempre proclive a la ambigüedad y la indefinición a niveles patológicos. Para hilvanar las anécdotas, Sampayo imagina un debate televisivo entre un fan acérrimo de Gardel y un iconoclasta que subraya sus rasgos menos atractivos, y por otro lado –pero destinado a chocar contra el civilizado debate- un anciano que dice conocer a fondo a Gardel desde su juventud. Este personaje, Merval, logrará que su obsesión por Gardel termine por subsumir su propia identidad: en sus momentos finales, preso del delirio, Merval creerá (como nos hemos creído tantas veces tantos argentinos) ser Gardel, y morirá abrazado al recuerdo del cariño de su viejita (la del Zorzal) y del aplauso de las masas fascinadas por su voz.
Esta escena es terriblemente conmovedora y los autores nos la narran en paralelo con la de la llegada a Buenos Aires de los restos de Gardel, ese momento definitivo en el que mito y pueblo se abrazan para siempre. Pero hay varias secuencias memorables, como aquella en la que Gardel, apasionado de la música y de la timba, une ambas pasiones en una mesa de poker en la que despluma a Duke Ellington y su banda. En todas las secuencias brilla con irresistible fulgor el pincel de José Muñoz, el genio del claroscuro. El incansable maestro inventa algo nuevo cada vez, y este trabajo no es la excepción. En las secuencias que muestran la Buenos Aires de los años ´30, Muñoz dibuja a los “extras” con un trazo 100% caricaturesco, con lo cual los fondos se pueblan de personajes que nos remiten a los grafismos de Quinterno, Battaglia, Divito, Mazzone, Fola, Ianiro, Oski, Torino y demás glorias de la historieta humorística argentina anterior a 1960. También se luce al recrear los rasgos de personajes reales como Alfredo Palacios, Azucena Maizani, Duke Ellington o Alfredo Lepera, y por supuesto en la recreación de vehículos, ciudades y vestimentas de los años ´30. Un trabajo apabullante de un creador único, de inagotable vigencia.
Y otra vez, la música. Como en Billie Holliday, como en el Fats Waller que realizara junto a Igort, Sampayo vuelve a componer odas a los grandes de la música en forma de partituras dibujadas, que no se disfrutarán con el oído, sino con la vista. En este caso cuenta con la interpretación virtuosa, intensa y comprometida de su socio de siempre, el que lo entiende y lo complementa como nadie. Y juntos nos dejan ovacionándolos de pie, al grito de “u-na más, y no jodemos más”… aunque sea mentira, porque en realidad queremos MUCHAS más de Muñoz y Sampayo.

viernes, 26 de agosto de 2011

26/ 08: EX MACHINA Vol.7


Hoy, muy cortito porque no tengo tiempo…
Séptimo tomo de la adictiva serie de Brian Vaughan y Tony Harris, de la cual ya reseñé varios tomos previos, o sea que haciendo click en la etiqueta podés descubrir al toque de qué va y qué me pareció hasta ahora.
El tomo tiene un arco argumental de cuatro episodios y un episodio unitario centrado en la jefa de policía, Amy Angotti, en el que los autores le terminan de dar mucha chapa, a través de flashbacks a distintas épocas de su vida. Hasta ahora era un personaje secundario interesante, pero a partir de este unitario puede cobrar muchísimo protagonismo y además bancárselo.
La saguita más extensa se mete con otro tema espinoso: la religión. Mitchell Hundred viaja a Roma a entrevistarse con Juan Pablo II y para los católicos eso es muy grosso. Para Hundred no tanto, porque no termina de entender para qué lo citó el Papa. Detrás del misterio hay una conspiración medio-medio (podría haber sido más ingeniosa), capitaneada por un villano quintaesencialmente turro, casi sin matices. Como pasa en estos casos, Vaughan pilotea un argumento que no es de los más sólidos con un festival de diálogos magníficos, entre los que se destacan el que tiene Hundred con el padre Chetwas, el astrónomo del Vaticano.
Por supuesto hay flashbacks a la época en que el Jefe de Gobierno era superhéroe, y como casi siempre estos aportan poco más que impacto visual. Del elenco habitual de secundarios, el único que tiene un mínimo rol en la trama es Rick Bradbury y el resto, come banco de suplentes a lo pavote.
A raíz del tema religioso, Vaughan tira un montón de ideas polémicas y ricas para el debate, algunas relacionadas a los poderes “fantásticos" del protagonista y otras a los poderes “terrenales”, derivados de su función en la política. Ahí está, sin duda, lo que inclina la balanza a favor de este tomito.
Y nada más. No sé cuándo retomaré esta serie, pero la dejo en un gran momento. No dudes en zambullirte si ves baratos los TPBs o los hardcovers que traen de a 10 números.

jueves, 25 de agosto de 2011

25/ 08: TODA AQUELLA CASPA RADIOACTIVA


Llevo… no sé, demasiados años rompiendo las pelotas con toda la cantinela de los libros y de cómo el libro pasó a ser el soporte natural de la historieta y bla-bla-bla. Y a veces, la práctica aplasta a la teoría y le hace un game over, con fatality incluída. Este libro, sin ir más lejos, es la comprobación empírica de que no todo se puede editar en libro. La edición de Glénat es majestuosa y a lo largo de más de 300 páginas nos encontramos con TODAS las entregas de Caspa Radioactiva, la serie que realizara el argentino Darío Adanti durante muchos años para la revista española El Jueves. Y aún así, no funciona.
En cada página de Caspa Radioactiva, Adanti metía un par de chistes de una o dos viñetas y un par de tiras de tres o cuatro viñetas, al principio en blanco y negro, más adelante a todo color. O sea que en cada página hay por lo menos cuatro ideas y no menos de dos relatos cortos, minimalistas, de hasta cuatro viñetas. La inmensa mayoría de esas ideas son brillantes y a la hora de contar mini-historias en secuencias brevísimas, Adanti pela una capacidad virtualmente inagotable de sorprender al lector en cada una de ellas. Pero el combo, así servido, con más de 1000 chistes juntos, no se puede digerir. Es demasiado. Por más que te cebes, llega un punto en que decís “basta, corto acá y sigo dentro de 15 días”. Y no es “un punto”: son varios puntos en los que necesitás frenar, eyectarte a vos mismo del mundo delirante que construye Adanti, recuperar la cordura, leer otras cosas, y recién después volver por más “comida cerebral para mutantes felices”.
Leído en dosis más bajas, Caspa Radioactiva es una maravilla del humor. Es freak, es surreal, es ácido, es iconoclasta y nos muestra a un historietista cuyos recursos a la hora del humor son vastísimos. Desde chistes zarpadísimos de abortos, mutilaciones e incestos, hasta chistes con un cierto vuelo poético al estilo Liniers, Adanti sale bien parado de todos los experimentos en los que se embarca. El Hombre Gato, el Niño Dios, la mafia de los pingüinos, la Familia Tostada, Orphan, Erizo-Man, el Mimo Tetraplégico, Beto y Pepón, Malboro Man… cada personaje recurrente explora distintas facetas del humor de Adanti pero ninguno llega a hacerse predecible, a pesar de la repetición página tras página, porque no hay fórmula. O si hay, no es evidente.
El dibujo de Adanti también ejerce una fascinación muy especial. Sobre todo en la etapa a color, donde parece trabajar casi como si en vez de comic hiciera dibujo animado (algo similar a lo que –en otro estilo- haría el Niño Rodríguez en Lucha Peluche). Adanti muestra un control molecular del trazo sintético, de la fuerza icónica de personajes, objetos y fondos, de la impronta diseñosa que tanto se le aplaude a Chris Ware (por ejemplificar con un sólo autor), de la línea que desaparece para que el color defina los contornos. Y por encima de eso, y más apabullante todavía, es su manejo de los tiempos, lo cual es fundamental para contar historias en tan poquitas viñetas y sobre todo para poder repetir muchas veces cada dibujo y sacar las páginas en menos tiempo, un tiempo que –evidentemente- el autor necesitaba para pelar todas esas ideas alucinantes.
El libro, entonces, es un exceso. Es empacharse con una seguidilla de ocho flanes y 12 panqueques, todo bien cargado de dulce de leche. Pero la historieta en sí, el trabajo de este genio argentino radicado en España, es absolutamente magistral. Lo etiqueto como “Argentina” de caradura, nomás, porque esto está pensado para España y lleno de palabras, referencias y hasta chistes que no se entienden fuera de la Madre Patria, coño.

miércoles, 24 de agosto de 2011

24/ 08: X-MEN: THE ASGARDIAN WARS


Otra vez rompo una extensa sequía en materia de comics de Marvel con una obra potente de los ´80, en la que saca a relucir su chapa el hoy venido a menos Chris Claremont. Este libro compila los dos numeritos de la miniserie X-Men/ Alpha Flight, el New Mutants Special Edition y el X-Men Annual 9, todo publicado originalmente en 1985, el último año de reinado supremo de Marvel, previo al ocaso de su Segunda Era de Oro.
En ambas historias el villano es Loki y en ambas el Dios del Engaño les regala a los héroes poderes o facultades que estos se atreven a rechazar, porque conocen (o sospechan) la letra chiquita de los contratos que se firman con el hermanastro de Thor. Los argumentos de ambas sagas son minúsculos, la machaca no es del todo escasa, pero sí intrascendente y prácticamente innecesaria, y el 85% del atractivo reside en el magistral trabajo de desarrollo de personajes que lleva adelante Claremont. El tipo sabía perfectamente hacia dónde quería llevar a cada uno de sus héroes y heroínas (y a los de Alpha Flight, serie que él no controlaba) y todo está armado para que los personajes avancen y ganen en espesor y complejidad.
Hace 25 años todavía pasaban muchas cosas grossas en los anuales, las miniseries y hasta en los spin-offs de las sagas importantes, cosa que hoy no sucede ni a palos. En estas historias (publicadas por afuera de las series regulares de X-Men, Alpha Flight y New Mutants) hay giros definitivos (y de los otros) para muchísimos personajes y son pocos los que vuelven de estas aventuras igual que como se fueron. O sea que el que leía sólo las series regulares de pronto se encontraba con que –de un número a otro- Mirage era una valkyria, Karma volvía a ser flaca, o Cyclops y Rachel se trataban como si se conocieran de hacía años. Sin dudas, Claremont (y la coordinadora Ann Nocenti) se esforzaban para que esto que pasaba por afuera de las series mensuales tuviera la chapa y el impacto como para convertirse en historias troncales de la ambiciosa (y gigantesca) historia que estaban contando mes a mes.
Parte de la chapa provenía de los dibujantes elegidos, que no eran los tipos que se mataban todos los meses para sacar 22 páginas con fritas, sino artistas más finolis, con muchos fans pero no tanta producción. En la saga con Alpha Flight el trabajo le cayó a Paul Smith (que la había descosido en la serie mensual de X-Men) y el tipo realmente puso todo. Con su trazo en evolución hacia la síntesis (una evolución no del todo comprendida por el entintador Bob Wiacek), Smith se banca las páginas de 12 viñetas, las millones de cabecitas que hablan, y se luce cuando tiene que imaginar trajes y locaciones fantásticas. Por supuesto, todo lo que Smith hace bien se opaca cuando empieza la saga con los New Muties, donde deslumbra con fulgor incandescente un inspiradísimo Arthur Adams, totalmente prendido fuego, decidido a dejar una marca imborrable en la historia de los X-Men desde su primera viñeta. Lo de Adams son más de 110 páginas de un nivel impresionante, llenas de dibujos maravillosos, a veces apretados por la gran cantidad de texto y la gran cantidad de viñetas que Claremont pedía en cada página. O sea que, visualmente, es un libro prácticamente impecable, con una calidad muy infrecuente en los comics mainstream de hoy.
La gran cagada es, por supuesto, el color. Estoy seguro de que hoy este material está disponible en ediciones nuevas, totalmente recoloreadas. Y por supuesto, recomiendo leer ESAS ediciones, no los comics del ´85 ni este TPB del ´88, donde el color es catastrófico, absolutamente inadmisible en la era post-Image. Posta, sin llegar a niveles columbísticos, esto está coloreado muy, muy mal, sin la menor conmiseración para con los dibujantes que dejaron la vida en cada página. Era lo que había en esa época, es cierto, pero era horripilante, mal.
Increíble cómo, 25 años después, estas historias se la siguen bancando, incluso con argumentos tan chiquitos. Eso es mérito del guión, y en ese rubro, el Chris Claremont de los ´80 era el pulenta, el paradigma, el ejemplo a imitar. Un grosso.

martes, 23 de agosto de 2011

23/ 08: SE VIENE EL VOL.2!


Y sí, parece mentira, pero ya pasaron cinco meses desde que Llanto de Mudo editó el libro que recopila las primeras 182 reseñas de este blog. Y ya es tiempo de cumplir con lo prometido, o sea, de lanzar el segundo tomo, el que completa las 365 reseñas de 2010, a ver si se vende tan bien como el primero, o si eso fue un espejismo, un delirio colectivo, o un accidente. O una operación de la Wizard, que convenció a toda la gilada de que el libro es “hot” y dentro de unos años va a valer fortunas. (¿Cómo? ¿Qué la Wizard no existe más? Cierto, con razón el mundo huele menos a mierda que hace unos meses…)
Vos querrás saber qué trae el libro, además de las 183 reseñas que ya leiste día a día y sin poner un sope acá en el blog. Veamos: la portada la armó Nico Sánchez Brondo, a partir de una ilustración creada especialmente por el maestro Eduardo Risso. El logo es el mismo del Vol.1, creado por Lucas Varela. En la contratapa nos espera un dibujo de Fernando León González (a quien en su Córdoba natal todos conocen como “Junior”), coloreado por otro grosso de La Docta, el gran Nico Di Mattia (ilustrador del mega-carajo y director de La Murciélaga). Adentro, tenemos una ilustración inédita de Nico Brondo, una intro mía con chamuyos varios referidos al libro y al blog, y un prólogo a cargo del capo uruguayo Rodolfo Santullo, al que no le podían salir gratis los elogios que se lleva cada vez que me toca reseñar un libro suyo. ¿Querés leer un pedacito? Ahí va:
“El punto de vista de Andrés es eso, su punto de vista. Pero nada de lo que van a encontrar aquí (o en el otro volumen que recoge estas reseñas) es caprichoso o sin fundamento. Andrés sabe mucho, muchísimo de historieta, pero no se las da de erudito (que lo es) sino que te plantea el porqué de cada opinión que expresa, te fundamenta sus gustos con una habilidad que pocos tienen. No busca convencerte, nomás te cuenta desde dónde se para a la hora de leer. Y al mismo tiempo es una enciclopedia andante de historieta! Cada reseña dispara muchos datos de cada autor, personaje, editorial o periodo histórico donde fueron publicados o reeditados, con una precisión que ya quisiera para sí Wikipedia. Hay mucho laburo detrás de cada reseña, pero por encima de todo hay muchísimo amor a la historieta y al acto de leer historieta, esa suerte de comunión autor/es-lector que sólo aquellos que leemos podemos entender.
Pero todo lo anterior podría haber salido mal si Andrés nos brindara catedráticos manuscritos cargados de datos y opiniones, transformados en mamotretos pesados imposibles de leer. Y es todo lo contrario. Andrés tiene un estilo, construído tras años y años de escritura, increíblemente disfrutable. Sobre la base del humor, un humor que alterna tranquilamente entre lo irónico y lo chúcaro, analogías futboleras y groserías a placer.
Este libro es Andrés. Está escrito como habla y piensa Andrés. Como opina Andrés, siempre con pasión y siempre jugado, con huevos, sin medias tintas. Y es, además de todo, todo lo anterior, un contínuo descubrir de material de lectura- descubrir que en ocasiones hace el propio Andrés, pero que en los lectores (al menos en mí, que desde que sigo sus reseñas he ampliado mi mundo de lectura) es una puerta inagotable al maravilloso mundo de la historieta”.
No le creas mucho a Santullo, que ante todo es un amigo. Pero bueno, la verdad es que escribió eso sin que nadie de la editorial le pusiera un chumbo en la cabeza.
El nuevo libro, al igual que el Vol.1, se va a vender a $ 45. Más adelante vamos a repasar los puntos de venta, porque desde que publicamos aquel listado, se sumaron unos cuantos nuevos. La primera presentación va a ser en Mendoza, los días 2, 3 y 4 de Septiembre. No me acuerdo la fecha exacta, pero es cuestión de consultar la programación de Unicomix, la espectacular convención en la que voy a estar participando junto a maestros como Stan Sakai, Ariel Olivetti, Matías Bergara, Angélica Gorodischer y los ya mencionados Eduardo Risso y Rodolfo Santullo. Pero eso será (como suele suceder) sólo el principio. Las presentaciones serán muchas y a su debido momento las iremos difundiendo acá en el blog. Como también informaremos la fecha exacta en la que el libro se va a empezar a distribuir en comiquerías, para los que por problemas de tiempo, guita, o simplemente por pajeros, no se copan con la onda de asistir a eventos. Atenti, que falta muy poco!

lunes, 22 de agosto de 2011

22/ 08: VALIZAS


Retomo mis habituales paseos por la historieta latinoamericana actual y la primera parada me lleva a Uruguay, más precisamente a un pueblito sobre la maravillosa costa de Rocha, llamado Valizas. Ahí me esperan (bien abrigados para zafar del viento y el frío) el ya consagradísimo guionista Rodolfo Santullo y uno de sus más prolíficos socios argentos, el maestro Marcos Vergara. Juntos intentarán superar su trabajo anterior, Cena con Amigos, una joya a la que visitamos en el blog en Abril de 2010, y que dejó el listón muy, muy arriba.
Y mi veredicto personal (muy discutible, por cierto) es que me gustó un poquito más Cena con Amigos. Valizas es una excelente historieta, de eso no me quedaron dudas, pero le faltó esa increíble instancia de identificación que proponía Cena…, esa sensación de cercanía, de familiaridad casi, de estar a milímetros de ser un miembro más del elenco que Santullo y Vergara crearon para llevar adelante aquella memorable trama policial.
Valizas se nos planta más lejos: primero, porque está ambientada a fines de los ´70 y no hoy. Segundo, porque transcurre en aquel agreste poblado costero, dominado por el mar, la arena, el faro y las cabañas de los pescadores. Tercero, porque los protagonistas son un pescador viudo, su hijito y una pareja de militantes de izquierda, perseguidos por la dictadura uruguaya. Y cuarto, porque cuando nos quiere “distraer” de la trama central, Santullo recurre a historias clásicas, redondas, perfectas, pero ambientadas en Alejandría, o en la antigua Hélade. O sea que las instancias de identificación del lector promedio son mínimas.
También es mínima la acción, y este es uno de los gigantescos méritos de Valizas: la novela mantiene todo el tiempo un clima tenso, ominoso, asfixiante, en el que todo está siempre al borde de derrapar hacia el drama, hacia la tragedia extrema. Y en realidad no pasa nada. Los milicos nunca encuentran a los prófugos, nadie mata a nadie, no vuela ni una trompada. Pero Santullo y Vergara se las ingenian para que vos igual sufras y te preocupes por estos personajes, y temas lo mismo que temen ellos. El clima tenso le sirve al guionista para que sus creaciones saquen a relucir su peor parte. Al final, van a ganar la comprensión, la fraternidad y la solidaridad. Pero antes vas a ver paranoia, desconfianza, suspicacias fuera de lugar y hasta pases de factura bastante heavies entre hermanos.
Los personajes (y ese es el otro gran mérito de Valizas) están perfectamente construídos, con los suficientes dobleces como para que no podamos establecer categorías tipo “buenos y malos”. Son gente castigada por la vida, que hace lo que puede. Incluso los personajes secundarios (el viejo del faro, la maestra y Lopetegui) están cuidados y todos entran y salen de escena prolijamente, en los momentos justos y sin dejar nunca de hacer su aporte a la trama.
Para este trabajo, Marcos Vergara pela un estilo nuevo, distinto a los que le conocíamos hasta ahora, mucho más proclive al expresionismo, a la captura de los climas, que tanto peso tienen en Valizas. Es un salto conceptual grosso, comparable al que pegó el Viejo Breccia entre Mort Cinder y su versión de El Eternauta. Ahora Vergara nos muestra su lápiz, los hilos de su marioneta, y le agrega textura, complejidad y valores a través de unas tramas que parecen como raspadas, y que quedan perfecto sobre el color arenoso que predomina en los fondos de toda la obra y hasta en el libro impreso. Y por supuesto, acierta en las expresiones faciales, que también tienen un enorme peso en la historia. En las secuencias dedicadas a los relatos de la antigüedad clásica, Vergara –con gran criterio- simplifica un poquito la línea y cambia el clima, que obviamente es mucho menos dark (y más épico) que en las secuencias de los ´70. Un laburo muy, muy notable del prócer de San Nicolás.
Valizas es una novela gráfica de enorme fuerza emotiva y expresiva, una historia humana y profunda de gente viviendo al límite (incluso geográfico, porque el mundo de Ulises y Felipe se termina en esa playa infinita), la enésima historia de milicos malos vs. militantes de izquierda buenos, es cierto, pero con tantos matices, tantos diálogos y tantas situaciones tan únicas y tan bien logradas, que es lo que menos importa. Cambiá a los milicos por… un terminator que viene del futuro a matar a los padres de John Connor, por decir algo, y la historia también te va a atrapar. Un lujo y una nueva demostración (a esta altura, innecesaria) del inmenso talento de Santullo y Vergara, una dupla rioplatense de nivel recontra-internacional.

domingo, 21 de agosto de 2011

21/ 08: CAPTAIN AMERICA, LA PELICULA


Esta vez me invitaron al preestreno, pero yo estaba hasta el ojete en la Feria del Libro Infantil y no pude ir. Por eso terminé por garpar la entrada como cualquier hijo del vecino, un viernes a la tarde en que paseaba sin ningún apuro por un shopping muy loco de Lima. Estaba bajoneado, porque esa mañana me había enterado del fallecimiento del maestro Solano López y dije “bueno, por ahí dos horas de machaca superheroica me alegran el día”. La cola más larga era para Green Lantern (que se había estrenado en Perú el día anterior), pero yo le aposté al Capi, porque a mis amigos que la habían visto en Buenos Aires les había gustado mucho.
A mí me gustó, pero no me volvió muy loco. No sé por qué, por ahí fue más fuerte el bajón por la muerte de Solano… Pero la peli me entretuvo con lo justo. Se me hizo un poquito larga (124 minutos no es moco de pavo) y me pareció muy extrema la decisión de los guionistas de ambientarla TODA en la Segunda Guerra Mundial. Por ahí me hubiese cerrado más un miti-miti, o un 70/30, pero lo que a mí más me gusta del Capi (que es el desafasaje entre sus gustos, su educación y sus valores y la época en la que le toca vivir cuando lo descongelan) prácticamente no se ve.
Lo de bancar toda la peli en la Segunda Guerra Mundial sirve para darle mucho sentido al origen, para explicar todo de modo absolutamente coherente, sin bizarreadas ni saltos al vacío. Está muy bien, pero ¿sirve? ¿Habrá una segunda peli en la que vuelvan Red Skull, Arnim Zola, o el mismo Bucky? ¿O los Howling Commandos? Me parece que no, que esto es un prólogo a la peli de Avengers, y en Avengers van a volver –con suerte- el Capi, HYDRA y el cubo cósmico (al que nunca se nombra de esa manera). La ambientación de los ´40 está muy lograda, es cierto, y los guionistas hasta se dan el lujo de convertir en personajes copados y con toda la onda al Dr. Erskine (gran labor de Stanley Tucci) y a Peggy Carter (interpretada por Hayley Atwell), que eran personajes recontra-menores, creados medio al voleo para algún flashback.
Pero (y acá hay que pasar factura heavy) hacen una de más: de pronto, los nazis NO son los villanos! Con una bizarra maniobra, Red Skull se corta solo (bah, con HYDRA y Arnim Zola) y pasa a ser más malo que Hitler. De hecho, HYDRA quiere destruir no sólo las grandes ciudades de EEUU, sino incluso Berlín. Paremos un cacho, muchachos… Entiendo que Alemania sea un buen mercado para vender entradas y merchandising de la peli, pero mandar a Hitler a la B, perdiendo la promoción contra el Skull, en la primera peli, es un poco mucho.
Ese es el único elemento choto del guión. El resto, está bien. Cambian mucho la relación entre el Capi y Bucky, meten a presión a Howard Stark (el papá de Iron Man), le dan bastante bola a la historia de amor, no nombran al Barón Zemo ni tiene nada que ver en la misión final del Capi en los ´40, no explican de dónde carajo salió el vibranium del escudo, meten en la Segunda Guerra armas futuristas re-zarpadas, pero funciona.
Con esas herramientas, y con buenas actuaciones de un elenco en el que brillan Tommy Lee Jones, el ya mencionado Stanley Tucci y Toby Jones, el director Joe Johnston se pone al frente de una peli intensa, con pocos chistes, con muchísima acción y con la dificultad de tener que fluctuar entre el género bélico, el espionaje, la acción, el romance y hasta el musical. Por suerte, en ningún momento derrapa hacia el delirio ni hacia el embole. Y aún así, me faltó algo. No sé bien qué. Por ahí esa sensación de maravilla de “Wow, boludo, no puedo creer lo que estoy viendo!” que mencionaba cuando reseñé la peli de Thor. Acá no hay sobresaltos, tal vez por eso que decía antes, de que están todas las fichas jugadas a des-bizarrear el origen del Capi y a explicar cómo corno un héroe de los ´40 llega jovencito y pulenta a nuestros días, para ponerse al frente del grupete que se viene armando hace ya varias pelis de Marvel. Y les sale todo tan prolijo que no queda mucho margen para la sorpresa.
Pareciera que no falta mucho para que Chris Evans (ex-Human Torch) vuelva a rebolear el escudo en la pantalla grande y junto al resto de los Avengers. Hasta entonces, creo que no hay en carpeta otras pelis de Marvel, por lo menos de las que comparten continuidad, lo cual es bastante razonable. Veremos qué pasa cuando se estrene Avengers, la peli con más precuelas de la historia.

sábado, 20 de agosto de 2011

20/ 08: TRANSMETROPOLITAN Vol.5


¿Habré leído estos episodios en la época en que compraba Transmetropiltan en revistitas y las leía mes a mes? La verdad, no me acuerdo en absoluto. Leo el libro y para mí es todo nuevo, no tengo la más puta idea de lo que puede pasar, si bien estoy seguro de haber comprado en su momento los numeritos que recopila este tomo. O sea que si Warren Ellis y Darick Robertson alguna vez me desvigaron, los años transcurridos y la mala memoria me reconstruyeron el hímen. Lo cual es bastante doloroso, porque estamos en una etapa de la serie en la que –si bien no escasean los chistes subidos de tono- las historias están pensadas para pegar fuerte, para cagar a trompadas al lector con furia, con asco, con muy mala leche.
El tomo arranca con un gran unitario que es básicamente un soliloquio introspectivo del gran Spider Jerusalem, anécdotas de su infancia, de su juventud, reflexiones, pinceladas que le agregan carnadura a este increíble personaje. El segundo unitario es uno de los latrocinios que cada tanto cometían Ellis y Robertson: 22 páginas de una única viñeta, con textos de Spider acerca de la vida en la Ciudad, sin narrativa, con dibujos elaborados y textos casi siempre impactantes, pero sin nada que haga avanzar las tramas ni nos permita conocer mucho más que algunas opiniones explosivas del protagonista.
El tercer unitario es, lejos, el mejor: una cátedra de periodismo y de historieta a la vez, con momentos desopilantes, diálogos magníficos y una sóla página estropeada por el exceso de globos y textos. Encima es –hasta ahora- el episodio mejor dibujado de toda la serie. Posta, esas paginitas valen el precio que pagues por todo el libro.
Y para cerrar, una trilogía brava, incómoda, devastadora: Lonely City nos muestra a Spider y sus “roñosas asistentes” dispuestos a jugarse la vida para llegar a la verdad en un caso que involucra un asesinato brutal en plena calle y a varios policías, posibles autores del crimen. A medida que las sospechas recaigan cada vez más sobre la cana, la cosa se va a poner más y más espesa, hasta que sólo pueda terminar con más muertes y más dolor. Nuestro periodista-kamikaze no sólo va a tener que pensar: también correr, saltar, esquivar balas y hasta repartir trompadas y patadas para llegar entero al final de la saga. Un final que va a ser triste, desolador, casi digno de DMZ. En Lonely City, Ellis traza una especie de catálogo de los poderse capaces de desactivar, esconder y silenciar la verdad y Spider es el boludo que, a pesar de todos sus esfuerzos, logra gambetear todas las trampas que le ponen, salvo la última, la del poder político, lo cual además engancha con lo que se venía armando en el tomo anterior: cada vez es más claro que el villano de la serie va a ser nada menos que el presidente de los EEUU. Idea extrema, copada, pero difícil de pilotear. Veremos cómo lo hace Ellis en los próximos tomos.
Lo de Robertson, muy correcto. Se mata (ya lo aplaudimos) en el tercer unitario y se tira un poco a chanta en el episodio final de la trilogía, en el que prácticamente no dibuja un puto fondo. Pero cuando el guión no le da opciones, sus fondos están muy, muy logrados, llenos de vida y de detalles copados. Aunque claro, con el correr de los números, queda clarísimo que lo que más le interesa son las expresiones faciales y ahí es donde realmente pone toda la carne al asador. Con un personaje tan exacerbado, tan volátil y tan al límite como Spider, nunca faltan los momentos en los que las emociones arrasan cual tsunami, y ahí Robertson se divierte a full y las plasma con maestría en los rostros de su “elenco”.
Cada vez más despiadada y más feroz, esta primera mitad de Transmetropolitan es, además de una gran serie, una invitación a pensar, a discutir, a involucrarse. También a cagarse de risa de vez en cuando, e incluso a sufrir en los momentos más heavies. Le pongo muchas fichas a lo que nos depare la segunda mitad.

viernes, 19 de agosto de 2011

19/ 08: EL PREVIEWS DE OCTUBRE


Tarde pero seguro, es hora de decidir qué encargarle a mi dealer de todo lo que ofrecen las editoriales yankis para Octubre. Veamos:
Marvel saca el FANTASTIC FOUR BY WAID & WIERINGO ULTIMATE COLLECTION BOOK 3 TPB, con 12 números de esa gloriosa etapa de los FF. Son dolorosos u$24.99, pero es un power-broli de 272 páginas.
También sale en tapa blanda el primer recopilatorio de S.H.I.E.L.D.: ARCHITECTS OF FOREVER, de Jonathan Hickman y Dustin Weaver, papa finísima y fundamental. 192 páginas a u$19.99 no es delito, así que venga.
Dark Horse pela nuevo recopilatorio de B.P.R.D., un tomo de historias cortas en el que mojan, además de Mike Mignola, John Arcudi y Guy Davis, algunos invitados entre los que se destaca Richard Corben. Sale recién en Diciembre, así que sobra tiempo para ahorrar los u$17.99 que nos van a cobrar por esas 152 paginolas.
DC saca en tapa blanda el segundo tomo de BATMAN AND ROBIN, por Grant Morrison y varios dibujantes. El primer tomo no me devastó, pero le juego una ficha al segundo. Son 168 páginas por u$17.99, cifra bastante garpable.
También hay nuevo TPB de JONAH HEX, BURY ME IN HELL, con los guionistas de siempre y tres dibujantes de mega-lujo: Jordi Bernet, Fiona Staples y Eduardo Risso. Imposible resistirse a estas 160 páginas, por las que habrá que desemblosar otros u$17.99.
Como todos los años, la editorial Houghton Mifflin Harcourt publica en lujoso hardcover la antología THE BEST AMERICAN COMICS, esta vez coordinada por Alison Bechdel. Cita obligatoria con lo mejor del indie yanki, a un gran precio: u$25.00 por 352 páginas. Ojalá haya muchas historias unitarias y no miles de fetas de novelas gráficas.
Y finalmente, Rebellion publica un libro que todos mis amigos ya tienen en castellano, pero que yo quería en inglés: THE COMPLETE ALAN MOORE FUTURE SHOCKS, con todas las historias cortas que el Mago de Northampton metió en la revista 2000 A.D. y aledañas en los inicios de su carrera, casi siempre con buenos dibujantes. Son 208 páginas a u$19.99 y además –no jodamos- es Alan Moore.
Si mi presupuesto fuera ilimitado, me compraría también CAPTAIN SWING, una novela gráfica de Warren Ellis y Raulo Cáceres que ofrece Avatar y que pinta interesante. Lástima que se zarpen con el precio: u$17.99 por 128 páginas es menos convincente que el análisis de Biolcatti de por qué ganó Cristina.
Y también me muero por entrarle a THE ZOMBIES THAT ATE THE WORLD, de Jerry Frissen y Guy Davis, cuyas primeras 120 páginas edita Humanoids Inc. en un fastuoso hardcover. Pero a u$24.95, es muy zarpado. Sáquenlo en sofco y cuentan conmigo, de una.
Bueno, este mes creo que voy a poder comer los fideos con manteca y queso. Pasó el verano yanki y estos desubicados bajaron un par de cambios, lo cual es para agradecer. Veremos qué pasa el mes que viene y cuántos de estos libros llego a leer antes del 31 de Diciembre, aunque sospecho que muy pocos, porque tengo bocha de material esperando su turno y el fin de año está cada día más cerca.

jueves, 18 de agosto de 2011

18/ 08: UN ZOO EN INVIERNO


Era casi inevitable: después del impacto que produjo el sensei Yoshihiro Tatsumi con su A Drifting Life, otros mangakas iban a querer hacer memoria y repasar sus inicios en la profesión.
En 2008, el infinitamente grosso Jiro Taniguchi se embarcó en ese viaje a los albores de su vida como profesional del manga en esta historia con muchos puntos en común con la de Tatsumi, pero también con varias diferencias. La más notable es que Taniguchi no hace hincapié en su contexto. No nos tira data sobre la política, la sociedad y la economía de Japón en los años que recorre su novela gráfica (fines de los ´60 y principios de los ´70), ni nos explica los pormenores del mundo editorial japonés de ese entonces, seguramente porque supone que, al ser fechas bastante más cercanas en el tiempo que las que maneja Tatsumi, el lector esta un poco más familiarizado con todo ese entorno.
Todo ese espacio que Taniguchi no le dedica a describirnos la movida editorial y los pormenores de la vida en Japón, lo dedica a darle mucha chapa y mucha profundidad a los personajes secundarios, incluso a aquellos que no tienen nada que ver con el mundo del manga. Tatsumi también lo hizo, pero a medias: los personajes realmente desarrollados y elaborados de A Drifting Life son invariablemente mangakas. Hasta el hermano del protagonista (que por momentos amaga con convertirse en el “villano” de la saga) termina por ser mangaka. Y los que están afuera del mundillo editorial (alguna minita con la que pinta un romance) apenas participan de las tramas centrales. Para nuestro Jiro favorito, en cambio, fue decisivo el rol de varias personas totalmente desconectadas del mundo del manga: la señorita Ayako, el diseñador Tamura y la frágil Mariko. Los tres son personajes muy bien retratados en Un Zoo… a la par, o incluso por encima, de la fauna “manguera” que rodeó al autor a la hora de dar sus primeros pasos en el medio. Entre este grupo de personajes, el más interesante (lejos) es el señor Kikuchi, un demonio de tasmania, carismático e impredecible, que no se sabe si es un genio adelantado a su época o un chanta consumado. Y el resto también funciona muy bien como complemento del protagonista, que cumple un rol medio boludón, de pibe pusilánime que no tiene nada demasiado claro y va donde sopla el viento, donde le dicen que vaya los que le bajan línea con algún grado de convicción. Sospecho que la idea de Taniguchi era que su joven alter ego nos generara ternura, pero se pasa un poquito de nabo y termina por dar lástima.
Lo mejor que tiene Un Zoo… es que la historia es excelente. Es tan grossa que no me animo a etiquetarla como “autobiografía”, porqueno le creo que los hechos de su vida real se hayan dado así, tan redondos, tan perfectos, con tanto sentido dramático. El hecho de que Taniguchi sea dibujante no es menor, pero no es un elemento excluyente en la trama. Se puede disfrutar del libro perfectamente sin darle mucha bola a eso, como se disfrutaba Rambla Arriba, Rambla Abajo (de Carlos Giménez) sin importar demasiado si los protagonistas eran historietistas, basketbolistas o farmacéuticos. Si te cebás con el manga hay más emociones, claro, pero si no, igual te va a atrapar una magnífica historia de amor y de tránsito a la madurez de un pibe con talento.
Del dibujo del ídolo casi no tiene sentido hablar. Acá está tan genial como siempre, tan esmerado en los climas, en los paisajes urbanos, en pescar sutilezas en cada mirada, en cada silencio. A pesar de que el guión propone varias secuencias de descontrol, de emociones a flor de piel, Taniguchi se mantiene siempre sobrio, como si quisiera tomar distancia de los disparates de Kikuchi y los amigos que le siguen el tren, e incluso de sí mismo, de ese Hamaguchi con el que tanto se involucra desde la esencia misma del relato. Pero le queda bien, no transmite en ningún momento la sensación de frialdad, o de “me da lo mismo lo que le pase a estos pibes”. Las carátulas de los capítulos, los fondos, los grises aplicados con computadora, la puesta en página perfecta (mérito de los que adaptaron este manga al sentido de lectura occidental) nos recuerdan por qué Taniguchi es uno de los nombres fundamentales del Noveno Arte actual.
Un Zoo en Invierno es un irrestistible remedio contra el frío, hecho de emoción (aunque sin golpes bajos), reflexión, introspección, sentimientos encontrados, romances a contramano, búsquedas internas, jodas, responsabilidades y pasión por una profesión por la cual Taniguchi hizo y hace muchísimo hace 40 años. Excelente de verdad.

miércoles, 17 de agosto de 2011

17/ 08: EL FESTIVAL VIÑETAS CON ALTURA


Finalmente y después de muchos años en los que me quedé con la leche, este año pude asistir al IX Festival Internacional de Historieta Viñetas con Altura, en la inverosímil ciudad de La Paz, capital del estado plurinacional de Bolivia.
Posta, el que decidió que se podía fundar una ciudad donde hoy está La Paz, era un vanguardista pasado de rosca, un borracho y drogadicto totalmente fuera de control. Y la ciudad refleja un poco ese caos: calles en subida, en bajada, una especie de tajo (iba a decir “concha”, pero queda feo) que la atraviesa por la parte más baja, puentes que conectan las zonas altas, y esa inmensidad de casitas que se amontonan en las laderas de las montañas, de un lado y del otro, y que vistas de lejos parecen de mentira, como un decorado extraño, como algo inaccesible, por lo lejano y por lo inhóspito del terreno. Y aún así, la ciudad funciona, late, cautiva. Sin alguien que conoce, te perdés como un infeliz a las tres cuadras, pero con el guía local (o un buen mapa) hay mucho y muy lindo para descubrir.
Pero vamos al evento, que arrancó el 1° de Agosto en la sede del MUSEF (el alucinante Museo de Etnografía y Folklore) y terminó el domingo 7, en la Feria Internacional del Libro de La Paz, con sede en el Círculo de Oficiales del Ejército. Este año fue raro, porque por primera vez el Festival no contó con la presencia de autores europeos, que era uno de los atractivos grossos. Esta vez, los invitados éramos todos latinoamericanos. De Brasil llegaron dos genios: Rafael Grampá (famoso por sus dos faltazos a sendos Crack Bang Booms) y el legendario Laerte. De Uruguay, la dupla hitazo, Rodolfo Santullo y Matías Bergara. De Perú, el increíble escultor Alejandro Amezquita. Y de Argentina, una legión integrada por el artista plástico (y a veces historietista) Alberto Abeliza, la ilustradora (y co-coordinadora de La Murciélaga) Pupi Herrera, los maestros Salvador Sanz y Berliac, y un salame que postea boludeces todos los días en un blog.
Por supuesto, la historieta boliviana estuvo muy bien representada por capos como Santos Callisaya, el Marco Tóxico, Carlos Ureña, Susana Villegas, Frank Arbelo, Alejandro Salazar, Joaquín Cuevas, Paola Guardia y algunos más de los que me debo estar olvidando. Ah, sí, Martín Elfman, un ilustrador muy grosso, que no sé si es argentino, boliviano o español, pero es un monstruo. Todos estos artistas participaron en charlas y talleres en hermosos auditorios, y casi todos tuvieron trabajos suyos expuestos en unas muestras muy bien montadas.
Eso, hasta el viernes. El sábado y el domingo, el Festival se integró a la Feria del Libro y ahí se fue al descenso. Varias de las actividades programadas no se realizaron y poquísimo público del que asistió a la Feria se enteró de que había algo así como un festival de historieta metido ahí adentro (o casi). Hasta ese momento, la única falencia del festival era que no había demasiado público en el MUSEF, ni en las charlas ni en el sector de stands. Durante el finde, las falencias se hicieron bastante más evidentes. Pero aún así el trato a los invitados fue excelente, y los momentos divertidos y/o enriquecedores fueron amplia mayoría, en parte porque muchos de los invitados éramos amigos entre nosotros desde antes. Y porque casi todos los miembros de la organización (y afines) eran gente copada, amable y de buena predisposición.
Ojalá el año que viene se ajusten detalles y el festival se parezca más a lo que me habían contado los artistas argentinos que fueron en años anteriores (Juan Sáenz Valiente, Carlos Trillo, Juan Bobillo, Carlos Nine, etc.) que a lo que me tocó ver a mí. Como invitado, la pasé bárbaro y lo disfruté muchísimo. Como fan del comic, vi un evento digno, competente, pero lejos de las glorias que me narraron los que asisitieron a ediciones anteriores.
Gracias, amigos bolivianos, por el C+C, la paila de pollo, las cebras danzantes, el trancapecho, El Garage, el pique macho, La Costilla de Adán, la emperatriz de los muñequitos, Los Amigos, la calle de las brujas y el poto. Encima descubrí una golosina riquísima que se llama Kilombo, y un pueblito llamado San Andrés de Machaca. Como para no tener ganas de volver…

martes, 16 de agosto de 2011

16/ 08: JSA Vol.9


Otro TPB gordito y jugoso de la JSA, que supuestamente arranca donde terminó el Vol.8 (comentado el 23 de Mayo de 2010), pero no. En la reseña de ese TPB, yo señalaba que en el Vol.8 pasaban tantas cosas tan heavies, que hacía falta un epílogo, unas páginas finales que pasaran en limpio las vastas consecuencias de lo que acabábamos de leer. Supuse que este tomo arrancaría con eso, pero no. Arranca con unas paginitas de texto que nos resumen lo que sucedió en sagas anteriores… y ahí me entero que, tras los sucesos del Vol.8, Hawkman fue expulsado de la JSA! ¿Y en qué comic pasa eso? Ni idea, no se ve ni en el tomo anterior ni en este. Por ahí es en un Secret Files & Origins, o en una secuencia en la revista de Hawkman, pero si sos lector de la JSA, te quedás con la duda, forever.
El tomo arranca con un unitario brillante, magníficamente dibujado por Sean Phillips, donde Geoff Johns se las ingenia para mechar varios plots. El que más avanza es el de la relación entre Stargirl y el Capi Marvel, que termina con el alejamiento de este último de las filas de la JSA. Los tres episodios siguientes son menores: a mi clon perdido le empieza a crecer la sospecha de que Hal Jordan como Spectre, o por lo menos como espíritu de redención, no es tan buena idea. Y con el correr de las páginas (y el regreso del Spirit King, artífice de la muerte del primer Mr. Terrific), nos muestra a un Spectre cada vez más zarpado y sanguinario, mientras la JSA pelea con amenazas intrascendentes. Todo eso, mechado con flashbacks a la época de Jim Corrigan, dibujados por el maestro Tom Mandrake.
El siguiente tramo es un deleite. Johns se las rebusca para traer de vuelta a Sand (ausente desde el Vol.7, que es uno de los que me faltan) y al mismo tiempo rendir tributo a Jack Kirby, a Neil Gaiman y a Infinity Inc. Y de paso, a avanzar (y provisoriamente cerrar) el plot de Hector Hall y Fury, todo con los hermosos dibujos de otro maestro, Jerry Ordway. El próximo héroe a recuperar es Hourman II, Rick Tyler, y para eso Johns pela una intensa saguita de dos episodios que entralaza a los tres Hourmen y les da mucha chapa sobre todo a Rex Tyler y al androide. También aprovecha para meterle sutiles toques a la batalla contra Extant que vimos en Zero Hour y para darle un poquito más de onda al subplot de Per Degaton, que atraviesa (aunque a un ritmo más lento que el de la entrada a Capital por la General Paz a las 8 de la matina) todo el tomo. Y para el cierre, un descuelgue: la autopsia al cadaver de Sue Dibny, un tie-in con Identity Crisis, con mínima exploración de las consecuencias de aquella bajonera miniserie de 2004 (creo). Este episodio también tiene invitado de lujo (nada menos que Dave Gibbons), pero acá el prócer dibuja con muy, muy poca onda.
Lo que no dibujan ni Phillips, ni Mandrake, ni Ordway, ni Gibbons, cae en las manos de Don Kramer quien –como ya dije varias veces- me parece un verdulero de improbable digestión, muy por debajo de Leonard Kirk, que nunca me convenció. Muy triste lo de ese muchacho.
Ya sin David Goyer de co-piloto, Johns seguía bastante firme al timón de esta gran serie, con algunos tropiezos (DiDioteces como lo de Identity Crisis) que se multiplicarán en tomos futuros (me acuerdo de unos crossovers con Day of Vengeance absolutamente infumables), pero con ese atractivo equilibrio entre tradición e innovación, machaca y desarrollo de personajes, giros impredecibles, buenos diálogos, erudición geek, habilidades maradonianas para manejar un elenco de héroes, heroínas y villanos virtualmente infinito y un innegable (e infrecuente) cariño por los personajes y su historia. Si hoy Geoff es un número uno, es por lo que peló en estos años al frente de la JSA.

lunes, 15 de agosto de 2011

MAÑANA REABRE EL BLOG!


A partir de mañana y por lo menos hasta el 31 de Diciembre, volvemos a la modalidad de TODOS LOS DIAS un artículo nuevo!
Gracias por bancarme durante las vacaciones!

lunes, 1 de agosto de 2011

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