el blog de reseñas de Andrés Accorsi

sábado, 31 de agosto de 2013

31/ 08: MORTIS Vol.1

A partir de 2007, un grupo de autores chilenos se propusieron revivir mediante comics hechos para la web al legendario Doctor Mortis, el protagonista de una recordada serie de comics de terror que fue furor en el país vecino entre 1967 y 1977. A lo largo de tres “temporadas” de seis episodios unitarios, completaron 18 historias con guionistas y dibujantes rotativos, todas vinculadas al inminente regreso del personaje, que lleva décadas cautivo de sus enemigos. En las distintas historias cortas, los autores retomaron distintos aspectos de la mitología clásica del Dr. Mortis e incluso la enriquecieron al sumarle nuevos personajes, conceptos y formas de vincular a los personajes y conceptos que ya existían. Bajo esa portada que está primera en la lista del INCUCAI para recibir un transplante de onda, este libro reúne las 18 historietas de 8 páginas y termina justo cuando está por suceder lo inevitable: el regreso del Dr. Mortis. Vamos a recorrerlo, a ver qué hay para subrayar.
Lo más interesante es cómo algunas historias, además de ayudarnos a armar el complejo rompecabezas del regreso del Dr. Mortis, nos brindan una trama inquietante, bien planteada y bien resuelta en sus 8 páginas. Algunos lo logran mediante el recurso de meter chotocientas viñetas por página, pero como es algo difícil, los perdonamos y los ovacionamos igual. Miguel Ángel Ferrada (uno de los tres cerebros de la movida) logra esta proeza en Bóveda, Alfredo Rodríguez en Fatamorgana y Mauricio Ahumada en Dante, que tal vez sea la mejor historia, la más perturbadora y seguramente la mejor narrada. Hay varias muy buenas historias más, pero pocas se la bancan fuera del contexto de la saga mayor.
De hecho, eso es lo más interesante del libro, la forma en que los tres “capitanes” (Ferrada, Felipe Benavides y Carlos Reyes, este último invitado a Comicópolis) dirigen a sus compañeros guionistas para que las distintas historias cortas se integren al concepto global. Así, unas retoman elementos de las clásicas y otras retoman elementos de las primeras historias de este mismo libro, y lo más interesante: las hacen avanzar. Entre todos le dan personalidades y motivaciones bien elaboradas tanto a personajes nuevos como a personajes heredados de la saga original que –uno que leyó historieta setentosa sospecha- seguramente tendrían poca onda o poca profundidad.
Vamos con los dibujantes, que hay varios muy buenos. Italo Ahumada y Francisco Inostroza son dos autores muy influenciados por Alberto Breccia, en su vertiente más accesible, más comercial. Los dos son muy atractivos y hacen muy buen uso de los recursos gráficos heredados del maestro. Javier Bahamonde es otro dibujante por encima de la media, cultor de un estilo muy trillado pero efectivo, cercano al mainstream yanki. Juan Vásquez, un fenómeno, un dibujante virtuoso, original, con un estilo potente y sugestivo. Lo pusieron a dibujar una historia repleta de texto y con mil cuadros por página, pero igual brilla. Gabriel Rodríguez (el grosso de Locke & Key) la rompe en ocho páginas de cuatro cuadros en formato widescreen, en la que se revela como un capo también en blanco y negro. Y dejo para el final al mejor dibujante del tomo, Olivier Balez, el francés radicado en Chile que nos visitó el año pasado en Viñetas Sueltas. También se fumó una historia de infinitas viñetas por página, pero le puso toneladas de magia a cada cuadro, con un laburo impactante, sólido y de increíble originalidad en el uso de claroscuros y grisados aplicados en el photoshop.
Titulado “In Absentia”, este tomo se convirtió en el primero de tres que recopilan las nuevas aventuras del Dr. Mortis, sus aliados y enemigos. Puede leerse como una típica antología, o como un tapiz en el que varias historias cortas se unen para dar vida (o muerte) a una gran epopeya, mucho más compleja y ambiciosa. O como un catálogo de autores chilenos, muchos muy buenos e injustamente desconocidos fuera de su país. El Dr. Mortis está de vuelta y yo también, prometo volver pronto a visitarlo.

viernes, 30 de agosto de 2013

30/ 08: SLEEPERS

Mirá qué interesante... EDT me quiere vender este comic como si fuera una especie de “iberimanga”, un manga de un autor español y yo -que soy un salame- entro como un gil y me lo compro, sobre todo porque tuvo buenas críticas y ganó un premio muy prestigioso que se define por votación popular. Ahora, me siento a leer el “manga” y me encuentro con que sí, es bastante obvio que Luis Nuñez de Castro Torres (Luis NCT, de aquí en más) leyó mucho manga, pero su influencia principal es claramente Paul Pope.
Sleepers tiene un argumento con algún que otro guiño al shonen (una cruenta machaca entre robots gigantes narrada en un flashback, un par de pibes que pelan poderes, bastante acción), que bien podría dibujarse al estilo europeo y ser un álbum francés, o bien podría convertirse en una miniserie de Vertigo, de tres o cuatro episodios. No tiene esa impronta manguesca fuerte, no estás todo el tiempo detectando choreos u homenajes a los maestros del comic ponja, ni en el dibujo, ni en la narrativa, ni en la construcción de los personajes.
Se trata de un comic post-apocalíptico, con tres protagonistas de edades y personalidades muy distintas, muy buenos personajes secundarios, un universo extraño, atractivo, interesante para recorrer (o para ambientar en él secuelas y precuelas), con una trama lineal, redonda, coherente a pesar de su fuerte contenido fantástico, y con un ritmo zarpado (absolutamente occidental) que nos sube a una montaña rusa de amor, ternura y esperanza y también desolación, crueldad y perversiones muy al límite. Todos esos aspectos están muy bien logrados por Luis NCT, y si tengo que destacar uno sólo, creo que me quedo con la construcción de los personajes, que me cerró por todos lados: protagonistas, secundarios y villanos. Y en segundo lugar destaco el ritmo, que es realmente intenso. Se complica soltar el librito antes de llegar a la última página, porque todo el tiempo pasan cosas grossas, o te transmite la sensación de que están por pasar cosas grossas.
Y por supuesto, lo más ganchero, lo que más me cebó para hacerme fan de Luis NCT es el dibujo, que tiene TODA la onda. A grandes rasgos, la faz gráfica está muy enrolada en la línea de Paul Pope, con esa cosa dinámica, por momentos medio surreal, con excelentes composiciones de viñetas, momentos intimistas muy logrados... y además se nota que el autor leyó a dibujantes españoles muy buenos y muy personales, como Toni Garcés, Fernando De Felipe o Javier Rodríguez. Hay, como en los buenos mangakas, un uso muy logrado de la línea cinética y las tramas mecánicas y un criterio invariablemente acertado para decidir cuándo darle peso a los fondos y cuándo hacerlos desaparecer. Pero el trazo en sí, lo que se ve más en la superficie, tiene muy poco de japonés y mucho de dibujante occidental del palo alternativo.
Me encantó Sleepers, y me encantó descubrir a un autor que no conocía. Luis NCT me enganchó desde la primera página con el dibujo y después me cautivó con la trama. El final me dejó pidiendo más, así que ya lo tengo en mi lista de los autores de los que quiero leer más material. Estamos ante el primer trabajo importante de un tipo que –estoy seguro- nos va a ofrecer muchos más, y al que es un placer ver mezclar una gama de influencias tan vasta como interesante. Muy recomendable, incluso si habitualmente no leés manga, ni pseudo-manga hecho por autores occidentales.

jueves, 29 de agosto de 2013

29/ 08: HOY NO HAY NADA

La verdad que tengo leído un comic muy interesante, pero no voy a tener tiempo de escribir la reseña.
Por muchos compromisos que se me acumularon para hoy, pero sobre todo porque estoy a full concentrado en la organización de Comicópolis, el mega-evento internacional de historieta que vamos a hacer del 19 al 22 de Septiembre en Tecnópolis. Ya falta muy poquito y todavía quedan muchas cosas por resolver, además de apagar los incendios con los que nos encontramos todos los días, lógicos en un evento de esa magnitud.
Ya hay bastante información en el Facebook de Comicópolis, pronto lanzamos la página web, y sí, se viene una movida muy, muy grossa. Seguila de cerca y andá reservando esos cuatro días, para disfrutarlos a todo comic en el microestadio de Tecnópolis, el lugar más parecido al predio de la San Diego Comic Con que yo vi en Argentina.
Y los invitados! Chequealos vos mismo. Yo todavía no puedo creer el elenco que se armó. Nunca se vio una cosa así en nuestro país. Sumale las 11 muestras, los talleres, las charlas... Va a ser algo memorable, posta.
Además no se suspende por lluvia! Ni por nevada mortal, ni por apocalipsis zombie! Caiga lo que caiga de arriba, el predio abre, los stands atienden, los invitados vienen y la historieta explota.
Nada más por hoy. Necesitaba este respiro para resolver otras cuestiones. Mañana, otra reseña.

miércoles, 28 de agosto de 2013

28/ 08: CHE (A GRAPHIC BIOGRAPHY)

Y sí, hay más biografías del Che Guevara en historieta. Esta debe ser la más reciente, porque se lanzó en 2008, y en una de esas también la mejor.
El guión de Spain Rodríguez (1940-2012) es muy, muy bueno. Dinámico, completo, muy bien condimentado con detalles poco conocidos de la vida del Che, con la indagación justa (ni mucha como para aburrir, ni poca como para dejarte en bolas) acerca de la coyuntura política de cada uno de los países en los que el mítico guerrillero hizo de las suyas, e incluso de su país de origen, que vendría a ser el nuestro. Rodríguez explica la Argentina de los años ´40 y ´50, en pocas páginas pero con un criterio más certero que cualquier otro historietista yanki que se haya enfrentado (aunque sea de pasada) con ese fenómeno complejísimo, virtualmente indescifrable llamado “peronismo”.
A diferencia de otras biografías de Guevara, la de Spain no mete a presión fragmentos de los textos escritos por el Che. A veces este se manda diálogos o pensamientos tan sofisticados, que es obvio que el autor los tomó de las escrituras del propio Guevara, pero estas citas encubiertas nunca se roban el protagonismo ni obstaculizan un relato muy, muy ameno. Al tratarse de un libro encargado y editado por un sello claramente alineado a un partido de izquierda, estaba el riesgo de que a Spain le pidieran una hagiografía del Che, que resaltara sólo sus virtudes y barriera abajo de la alfombra sus contradicciones y sus fracasos. Por suerte en la historieta eso no sucede. El autor trata muy bien al Che, no disimula en lo más mismo su comunión con las ideas del “personaje”, y sin embargo no se limita a endiosarlo. A lo largo de las 100 páginas que dura la novela vemos a Guevara tropezar, equivocarse, replantearse cosas, tener que pedir disculpas, obstinarse en decisiones que resultan erróneas, etc.
A nivel guión, te soy sincero, no sé si habrá una biografía del Che más interesante, más ganchera. Lo que la tira un poco para atrás es el dibujo. Ojo, no tanto como a aquella biografía del Che realizada por autores japoneses (la vimos el 27/02/11) en la que el dibujo era una patada en las bolas digna del Flaco Schiavi en la puerta del área grande. Spain no es horrible, es limitado. Es curioso, porque en este trabajo de 2008 muestra las mismas falencias que en sus trabajos 40 años anteriores, los de su época underground, cuando se hizo “famoso” con historietas como Trashman. Ese es uno de los problemas: Spain trata de ser un dibujante académico, realista, correcto, y no le sale. Tiene un muy buen manejo de sombras, texturas y tramas, equilibra muy bien blancos y negros, elige muy bien los ángulos de las viñetas, pero falla a menudo en la anatomía y en las caras. Vistas de lejos, estas páginas parecen una especie de Joe Sacco tirado a chanta.
Y el otro problema es que Rodríguez nunca le da al dibujo la chance de llevar adelante el relato. Todo está basado en los textos, a tal punto que se puede leer sólo los bloques de texto (y algún diálogo, ponele) y la historia se entiende perfectamente. En eso se parece mucho a los Big Books de Paradox. El dibujo no está ahí para narrar, sino para ilustrar (con más onda que virtuosismo) algo, un cachito, de lo que nos cuenta el texto.
Claramente estamos frente a un libro que no está pensado para deleitar al lector de historietas más curtido, o más purista. Spain pensó esta biografía para vendérsela a los fans del Che Guevara que la van a comprar en una librería “careta”, gente que en su mayoría no se preocupa por la mucha o poca integración entre texto e imagen o el reparto entre ambos de las responsabilidades narrativas de una historia. Para ese lector no entrenado, este es un comic alucinante, que informa, entretiene, te roba alguna sonrisa, por momentos te indigna y encima te deja pensando. Y encima tiene el atractivo de ser una co-edición entre una editorial británica y una yanki, de una obra de un autor yanki (con sangre española, pero yanki al fin), en la que los villanos son... los yankis.
La próxima vez que se te pase por la cabeza comprarte una remera o una gorra del Che, pensalo dos veces. Por ahí con la misma guita, o una moneda más, te podés comprar esta historieta que no estará dibujada por Enrique y Alberto Breccia, pero se la re-banca a la hora de contar la vida de este ícono del Siglo XX nacido acá cerquita.

martes, 27 de agosto de 2013

27/ 08: TROLLEY

Bueno, vamos a aflojar un poquito con la historieta argentina para meternos con la historieta chilena, a ver en qué andan los autores del país vecino, del que me traje una valija llena de libros cuando estuve en Abril. Vamos a mechar con comic yanki, manga, europeo, etc., pero se vienen varias semanas con mucha historieta chilena.
Y empezamos por la ciudad de Chile que a mí más me gusta, la mágica y cautivante Valparaíso. Acá, además de un montón de porteños que no saben qué es un piquete y nunca putearon a Macri, hay unos tranvías eléctricos llamados “trolley”, algo parecido al trolebús que tuvo Buenos Aires hasta que en los ´60 los colectivos se quedaron con todo. El trolley es una especie de orgullo de Valparaíso, tan parte de su patrimonio histórico como los majestuosos murales que adornan sus paredes, o como El Máscara, uno de los mejores boliches de música ochentosa del continente americano. Tan importante es este transporte público para los “porteños” que dos de ellos, Sebastián Castillo y Claudio Rocco, le dedicaron una breve novela gráfica de 47 páginas, apuntada al público infantil y financiada por el Estado.
Trolley es una especie de Cars, pero protagonizada por tranvías. El argumento es muy básico y se centra en una historia de amor imposible, al estilo Romeo y Julieta, entre un trolley llamado Lalo y una elevadora llamada Isabel. Como buena parte de Valparaíso está edificada sobre las laderas de las montañas, hay algunos elevadores, teleféricos, ascensores ccolectivos o como se llamen, para que la gente suba y baje de modo más sencillo que recorriendo las empinadas calles de las laderas. Lo cierto es que la trama es sumamente lineal, se explicita todo varias veces y la única sorpresa que se reserva el guionista Castillo es que finalmente Lalo e Isabel terminan mal. Bastante mal para una historieta infantil.
El dibujo de Rocco también es muy sencillo, pero aún así logra dos cosas difíciles: darles expresividad y onda a personajes que no tienen rasgos humanos, y retratar de modo muy fiel el maravilloso paisaje urbano de Valparaíso. Lamentablemente, lo tira un poco abajo el color, puesto a los santos pedos y con varios desaciertos. Ojo, no es horrible. Pero no está ni por casualidad a la altura del dibujo. La narrativa está muy bien cuidada, con un gran equilibrio entre escenas tranqui y escenas de acción, escenas mudas y escenas con mucho texto, splash pages y páginas de ocho cuadros, páginas con grilla widescreen y páginas con grillas verticales, grillas clásicas... Se nota claramente que Rocco es un buen lector de historieta y sabe buscar la planificación adecuada para cada secuencia, para potenciar desde allí la fuerza del guión y del dibujo.
Y bueno, nada más. Es una historia breve, y encima pensada en términos casi minimalistas, porque se supone que va a ser la primera historieta que lean muchos chicos. No la recomiendo demasiado a los adultos, excepto a aquellos que conocieron y amaron a Valparaíso. A mí, esos minutos de lectura me transportaron de nuevo a un lugar que me gustó muchísimo conocer, y sólo por eso Trolley me llegó y me mantuvo interesado hasta el final. Para opinar responsablemente sobre los méritos de Sebastián Castillo como guionista, necesitaría leer por lo menos una obra más.

lunes, 26 de agosto de 2013

26/ 08: SCALPED Vol.10

Qué lindo es llegar al final de una serie larga de la cual reseñé todos los tomos en el blog. Mi romance con Scalped se remonta a un ya lejanísimo 12/09/10 y desde entonces –con largas pausas en el medio- no dejé nunca de vibrar con las animaladas que Jason Aaron y R.M. Guéra le hicieron hacer a este insuperable elenco de personajes liderado por Dashiell Bad Horse y Lincoln Red Crow.
Como todo en la vida, Scalped llegó a su fin y este último TPB resuelve con maestría todos los plots centrales de una serie que –definitivamente- marcó un antes y un después. A la violencia descontrolada y los ríos de sangre del Vol.9, acá le siguen... más violencia descontrolada y más ríos de sangre. Enseguida queda claro que los problemas de Prairie Rose no se solucionan con sólo meter en cana a Red Crow. De hecho, con Red Crow en cana, los problemas no hacen más que empeorar. Así que se viene el showdown final, el Todos contra Todos que Todos queríamos ver, con Dash, Red Crow, Catcher y el Agente Nitz en los roles centrales, Dino y Falls Down agazapados en las márgenes y un papel muy importante para Maggie Standing Rock, otro de los personajes que Aaron sumó en aquel crucial Vol.8
Desde aquel tomo, además de profundizar la sensación de “se pudre todo”, Aaron mandó a dos de sus creaciones más jodidas a transitar la senda de la redención. O al menos eso parecía. Uno, acostumbrado a las atrocidades con las que nos golpeó una y otra vez esta serie, enseguida desconfió y sospechó que se trataba de una fantochada, que en realidad ninguno de estos hijos de mil putas se quería redimir de nada. Sin embargo, al final, hay una esperanza. Tipos que hicieron muchos mértitos para terminar muertos, terminan vivos. Tipos que merecían ir en cana hasta el fin de los tiempos (o hasta que Diana Raznovich aprenda a dibujar) terminan libres, reciben una segunda oportunidad. Y tipos que tuvieron infinitas oportunidades de lograr la impunidad absoluta y –con ella- la posibilidad de apoderarse de millonarios negocios turbios, al final eligieron otra senda: no la de la paz, el amor y la familia ejemplar, pero tampoco la de la corrupción y la conservación a cualquier precio de sus privilegios.
Por ser el último, y por tener sólo cinco episodios, este tomo está dibujado de punta a punta por el imbatible R.M. Guéra, el serbio radicado en España. No alcanzan las palabras para hablar bien del trabajo de este monstruo, en cuya línea realista y oscura viven lo mejor de las tradiciones europea, argentina y yanki. Quiero YA más historietas dibujadas por Guéra. Cualquiera, eh? Me viene bien todo lo que haya dibujado, hasta esas aventuras históricas medio anodinas con las que deliran los franceses y que duran chotocientos mil tomos... Este autor ya se subió al carro de los fundamentales y va a ser muy difícil bajarlo de ahí, por lo menos en lo que queda de esta década.
Scalped nunca fue sorpresa. Desde el primer día despidió un fuerte olor a papa fina y hasta el último día cumplió todas las expectativas que despertó desde el principio. Sorprende, obviamente, que Vertigo le haya dado luz verde a una obra tan sórdida, tan extrema como esta. Y eso se lo debemos al amigo Will Dennis, casi tan responsable de esta gloriosa serie como Jason Aaron y R.M. Guéra. ¿Faltará mucho para que alguien intente cantarle “quiero retruco” a Scalped y pelar un comic más heavy, más tremendo y mejor que este? Me temo que sí, que faltan muchos, muchos años. Mientras eso ocurre, tenemos estos 10 tomos de Scalped, más de 1200 páginas de mala leche, violencia, asesinatos, drogas, traiciones, garches, torturas, abortos y crueldad en todas sus formas.
Cuando comentaba uno de los primeros tomos yo señalaba que Aaron cuenta la vida de los pieles rojas en la reservación de un modo bastante similar a como los medios argentinos narran la vida en las villas de Buenos Aires y el Conurbano. Y en este tomo me acordé de nuevo de eso, cuando Maggie Standing Rock dice “Me cago en los periodistas. Se acuerdan de nosotros sólo cuando hay una historia sucia para publicar”. Si el que cuenta las historias sucias es Jason Aaron, ojalá haya muchas más.

viernes, 23 de agosto de 2013

23/ 08: ALICIA EN EL PAIS DE LOS MONOS

¿Kerías más Keramidas? Acá está. Y con una obra de 2012, fresquita, editada en España casi sin delay por los amigos de EDT. Alicia en el País de los Monos nos invita a descubrir a un Nicolás Keramidas mucho más original y zarpado que el que se consagró con Luuna. Así como en esa serie se le notaba al dibujante su pasado como animador en Disney y Luuna nos recordaba bastante a Pocahontas, acá Keramidas lima para el otro lado, para el del dibujo cercano a la animación, pero mucho más funny, más descontrolado, más expresivo... más Looney Tunes, si se quiere. En los fondos, se va al carajo como se iba Carlos Meglia en Cañarí, en las caras y los cuerpos por momentos parece Roger Langridge y en la narrativa, se da el lujo de romper varias veces la puesta en página tradicional, para llevarnos por verdaderos laberintos de viñetas, pero sin que nos perdamos nunca.
Porque ...el País de los Monos es, ante todo, una historieta para chicos. Pensada para que la disfrutemos también los grandes, claro, pero concebida básicamente como una aventura trepidante, delirante y apenitas zarpada, para chicos de 8 a 11 años, más o menos. Algo parecido a lo que sucedía con la otra creación del guionista Tebo que se publicó en castellano: la ácida y satírica Capitán Bíceps, con los gloriosos dibujos de Zep.
Está claro que a Tebo le gusta jugar en el límite entre la historieta para todo público y la historieta un poquito más jugada. Acá, sobre esa línea, hace magia, como hacía el Pájaro Caniggia sobre la línea de cal. Los personajes son impredecibles, carismáticos y –en algunos casos- bastante groseros. La epopeya avanza de modo lineal, con margen para colgarse a contemplar este mundo alucinante y hasta para que los personajes canten y bailen. Los diálogos están afiladísimos y en ellos reside buena parte del atractivo de los personajes, especialmente de Eddy, el mandril barriobajero que hace gala del siempre gracioso lunfardo español. Los traductores Pedro Riera y Aliénor Benoist hicieron lo que todo traductor debe hacer: respetar al autor y cagarse en el público minoritario. ¿Estamos traduciendo para España? Perfecto, tío: cambiamos todo el lunfardo francés que puso Tebo por lunfardo español y si no lo entienden en Latinoamérica, a tomar por culo, coño.
Lo mejor del libro (que está repleto de hallazgos por donde se lo mire) es sin dudas la conjunción entre guión y dibujo, la forma en que Tebo y Keramidas se apoyan uno en el otro para potenciarse mutuamente. Este guión, con un dibujante del montón, también habría levantado unas cuantas ovaciones. Keramidas, puesto a dibujar un guión con mucha menos onda, seguramente también la habría descosido. Ahora, lo que sale de la unión, de la fusión entre estas dos bestias es un comic brillante, cautivante de principio a fin, que no querés que se termine nunca.
Alicia en el País de los Monos te propone 50 páginas de diversión en estado puro, con humor, acción, delirio, riesgos muy bien asumidos en la narrativa, un colorista (Nob) que se complementa a la perfección con el dibujante y –lo más atractivo- un mundo nuevo para explorar, que se nutre en parte de la mitología de Tarzán y en parte de las aventuras de Alicia de Lewis Carroll, pero que rápidamente cobra su propia identidad y brilla (como suele decirse) con luz propia. Tebo y Keramidas dejaron el alma en cada viñeta de este álbum (que ojalá tenga infinitas secuelas) y eso se nota y se agradece. Ahora que está medio de moda la historieta para chicos, de acá se puede aprender un montón.

jueves, 22 de agosto de 2013

22/ 08: DAYBREAK

Pará: ¿Yo no había reseñado ya Daybreak, de Brian Ralph? Sí, fue en un ya lejanísimo 27/05/10. Pero esa vez reseñé sólo el Vol.1, porque me compré aquel tomito sin darme cuenta de que era sólo el primer tercio de una historia. Nunca conseguí los Vol.2 y 3, no me compré el recopilatorio cuando salió en tapa dura y cuando salió en softcover sí, me tiré de cabeza y me deshice del Vol.1, que me quedó repetido. O sea que antes de seguir, recomiendo leer (o releer) aquella ancestral reseña del Vol.1 ¿Ya está? Bien.
¿Viste que yo especulaba con que, en una de esas, Ralph nos contaba un poco más sobre este mundo devastado en el que transcurre la historia? Bueno, un acto de ingenuidad de mi parte. Tal como sucedió en las primeras 50 páginas, las 100 restantes no nos revelan absolutamente nada del holocausto que llevó a estos personajes a vivir en este entorno hostil, más peligroso que Edgardo Alfano y Morales Solá. Brian Ralph sostiene hasta el final sus tres recursos más interesantes, a saber:
1.No mostrar demasiado a los zombies, no hacer tanto hincapié en la masacre, sino más bien en la amenaza que representan para los protagonistas.
2.Hacer que un personaje sea invisible y no hable. Es ese personaje al que los otros le hablan todo el tiempo en segunda persona, pero que jamás responde, y desde cuya óptica está mostrado todo lo que sucede en la novela. Ese vacío, sin duda, lo ocupa el lector, que rápidamente se siente incluído, involucrado en una historia fuerte y atrapante incluso para mí, que no me copo ni por casualidad con las historias de zombies.
3.Bancar a toda costa la grilla inamovible de seis cuadros, pase lo que pase. Eso que en El Caballero Negro resultaba extraño, ríspido, deficitario, en Daybreak es un hallazgo. Ralph emprende una cruzada dificilísima: contar una historia tremenda, a todo o nada, de altísimo impacto, pero sin enfantizar la machaca, sin entregarse nunca a la estridencia, sin pochoclear ni dos viñetas. Y para eso, la grilla inmutable de seis cuadros es una aliada de un valor incalculable. Para eso y para tener bien controlado el ritmo narrativo, plagado de silencios que generan una tensión increíble en el lector.
El final es excelente, pero no te lo voy a contar. Y del dibujo de Ralph ya hablé un montón en la reseña del Vol.1. Así que no me queda más que recomendar enfáticamente Daybreak a cualquiera que busque una historia de zombies 100% atípica, narrada como los dioses, con un guión minimalista y que a la vez funciona como un mecanismo de relojería, con excelentes diálogos, un personaje muy bien trabajado, muchas secuencias espectaculares y un dibujo muy original y muy hermoso. Por supuesto se lo recomiendo también a los que todavía no hayan descubierto a Brian Ralph, uno de los narradores más completos e interesantes que tiene hoy el comic yanki. En medio de una voraz zombiexploitation (perdón por el horrendo neologismo), tan hueca como insostenible, Daybreak se destaca como una papita finísima, un comic de zombies para paladares sofisticados, una islita de caviar en el océano de polenta. A comerla!

miércoles, 21 de agosto de 2013

21/ 08: EL CABALLERO NEGRO

En realidad el libro debería llamarse “LA Caballero Negro”, porque está protagonizado por una brigada de tanques, no por un tipo. Recién sobre el final, alguien apoda a Ernst Von Bauer “Caballero Negro”. Mientras tanto, es simplemente el heroico líder de un equipo, en el que el protagonismo es más grupal que individual.
Lo que hace interesante a esta serie ochentosa de Motofumi Kobayashi es que es el Haunted Tank o el Sgt. Rock, al revés. Acá los buenos son los nazis! Kobayashi nunca los llama “nazis” y la única vez que viene un salame a hacerse el poronga en nombre de “el partido”, se come una ñapi. Para nosotros, los valientes muchachos de la Caballero Negro son patriotas que no defienden a un imperio, ni a un genocida pasado de rosca, sino a la gloria de su Alemania querida frente a las huestes bárbaras de los soviéticos. Como cuando los yankis van a Vietnam a pelear por la democracia y la libertad, muerto más, bomba menos...
Las historias son MUY parecidas a las que creaba Robert Kanigher para los comics bélicos de DC: argumentos sencillos, cero indagación en la motivación de los soldados, poco desarrollo de personajes, un enemigo casi etéreo, que está, pero al que casi nunca le vemos la cara ni le escuchamos la voz (ni nos enteramos por qué carajo está ahí, peleando contra nuestros héroes), y por supuesto, una increíble cantidad de coincidencias que le permiten a “los buenos” salir ilesos de ordalías desmesuradas. La única vez que Kobayashi amaga con pegarle un volantazo a la serie, a las 10 páginas ya volvió al status quo inicial. Recién al final, se juega a terminarla allá arriba, con un último episodio muy grosso, muy emotivo, donde no le queda más remedio que hacerse cargo de que los alemanes terminan por perder la guerra.
¿Están buenas las historias? Más o menos. Muchas se parecen demasiado entre sí y pocas son trascendentales. ¿Los diálogos? Sí, de una. En ese rubro, Kobayashi le pasa el trapo a Kanigher, mal. ¿El dibujo? El dibujo es EXCELENTE. La pluma de Kobayashi estalla en un festival mágico de detallitos microscópicos, casi imposibles de lograr. Mete unas aguadas alucinantes, se rompe el culo con el realismo en los tanques, armas y uniformes de los distintos bandos, pela a full en las expresiones faciales, deja a vida en las escenas multitudinarias, en las que dibuja a miles de soldaditos diminutos, hasta el más mínimo detalle... la verdad que visualmente esto es impresionante, al nivel de las mejores historietas bélicas de Juan Giménez o Solano López.
Lo que es MUY raro es la narrativa. Kobayashi arma todas las páginas en cuatro o cinco tiras de viñetas muy finitas, alargadas y achatadas. Como ya dije, es asombrosa la cantidad de detalles que logra meter en cada una. El problema es que, al no modificar casi nunca esa grilla tan claustrofóbica, no tiene con qué acentuar los momentos más impactantes. O sea, el cuadrito en el que una manito abre la escotilla del tanque ocupa el mismo espacio que el cuadrito en el que vuela a la mierda el tanque más grosso de los rusos. No hay énfasis, no hay jerarquía. Es como leer un cuento sin signos de puntuación: si le prestás atención, lo vas a entender y quizás incluso lo disfrutes. Pero todo el tiempo se hace obvio que falta algo. Las pocas veces que Kobayashi se juega a meter viñetas más grandes, la rompe. Son imágenes zarpadas, que te detonan las retinas. La cagada es que son muy poquitas, hacían falta muchas más.
Si te copa la historieta bélica, ya sabés que Motofumi Kobayashi es un referente fundamental, que siempre se luce cuando hay armas, tanques y soldados de por medio, en la guerra que sea y sea cual sea el bando elegido para interpretar el rol de “los buenos”. En ese sentido, El Caballero Negro (Kurokishi Monogatari, en japonés) no defrauda ni a palos. Ahora si lo que buscás son historias más complejas, con personajes más elaborados y más giros argumentales sorprendentes, se me ocurren mil cosas para recomendarte que te van a cebar más que este manga. Yo, que estoy on fire con los dibujos del sensei, prometo volver a visitarlo antes de fin de año.

martes, 20 de agosto de 2013

20/ 08: SCALPED Vol.9

En el tomo anterior, Scalped estaba por explotar y en este explotó. La reseña podría limitarse a esa frase y estaría perfecto. Si leíste alguna vez Scalped, seguro sentiste esa sensación de “el día que esto explote vamos a presenciar una hecatombe como pocas veces se vio en una historieta”. Eso que vos presentiste, y sobre todo temiste, se desencadena acá, en un tomo que no da respiro.
Sobra el primer episodio en el que, para festejar los 50 números del comic-book, Jason Aaron cuenta una historia ambientada 135 años en el pasado y que casi no tiene relación con la saga central. Es una historia cortita, complementada con pin-ups de grandes dibujantes invitados (están Brendan McCarthy y Jordi Bernet, dos ídolos indiscutidos de este blog), en la que lo más lindo es el dibujo de R.M. Guéra, que además rotula él mismo los diálogos con una tipografía manual alucinante, muy parecida a la del maestro Jean Giraud.
Y después sí, arranca Knuckle Up, el arco que da título al libro, y se va todo a la mierda y más allá. No aparecen Hassel ni Carol, pero todos los demás personajes protagonizan las escenas más shockeantes que se te puedan ocurrir, en una guerra descontrolada, de todos contra todos, por supuesto enchastrada con las más abyectas traiciones. Ni siquiera ahora, que estamos a milímetros del final, Aaron se tira a simplificar la historia, a eliminar tramas y personajes secundarios para concentarse en los protagonistas, que vendrían a ser Dashiell Bad Horse y Lincoln Red Crow. Por el contrario, el sheriff Karnow, que debutó en el tomo anterior, tiene muchísimo peso en este. E incluso por primera vez Aaron le da bola y desarrollo a Rath, uno de los capos del narcotráfico entongados con Red Crow.
O sea que estamos ante unas 120 páginas de tremenda complejidad, absolutamente inaccesibles para el que no leyó todo lo anterior. Acá ya no se recapitula nada, no se menciona en los diálogos lo que pasó algunos episodios atrás, acá ya no hay “tu tía”. La sangre empieza a correr en la primera página y sigue corriendo en la última. Prairie Rose está envuelta en el bolonki más heavy de su historia y ya no hay códigos, no hay alianzas, no hay runflas, no hay nada que pueda asemejarse a algún tipo de lazo de solidaridad entre los personajes. Para varios de ellos, tampoco habrá Vol.10, porque no llegarán vivos.
Si algún día te preguntaste hasta dónde iba a llegar el grim´n gritty, cuál era el límite de la violencia, la depravación y la crueldad, Aaron y Guéra (que en este tomo se despacha con algunos de los mejores dibujos de la serie) te ofrecen la respuesta. Es una respuesta jodida, perturbadora, en un punto dañina. Y a la vez magistral, definitiva.
Por favor, entre tantos hijos de puta que se traicionan unos a otros, que el Vol.10 no traicione las altísimas expectativas que me generaron este tomo y el anterior. ¿Dije que terminaba Scalped antes de fin de mes? Con suerte aguanto hasta el lunes, y eso porque sábado y domingo no vamos a tener reseñas...

lunes, 19 de agosto de 2013

19/ 08: SÚPER PUTA

Manel Fontdevila (no me canso de repetirlo) es uno de los mejores autores que dio la historieta española, en toda su historia y en todos los estilos. Habitualmente asociado al humor costumbrista o la sátira de géneros con tintes bizarros, a mediados de la década pasada Fontdevila invirtió todos los ratos libres de casi dos años de su vida para trabajar en una historieta extraña, absolutamente experimental, cuya gracia se limita al título. Súper Puta (2007) no se parece en nada a lo que te imaginás. No es la versión española de The Pro (aquella joyita de Garth Ennis y Amanda Conner), ni nada por el estilo. Se llama así porque el autor quería un nombre potente, directo, que fuera al choque. Pero podría llamarse tranquilamente “Pantera”, “El Hada Amarilla” o “Sombreros Mexicanos”.
Súper Puta tampoco se parece en nada a los otros comics del inmenso Manel. Aquí el autor suelta el lápiz y la rotring y se lanza a dibujar más de 100 páginas directo con pincel, sin boceto previo y además... sin guión! Fontdevila adopta el estilo de los surrealistas, la escritura automática (o psicografía) que utilizaba André Breton, y se lanza a contar una historia extensa y compleja... sin tener la menor idea de qué iba a suceder en la página siguiente. Cada vez que se le ocurría una idea de cómo continuar la historia, la anotaba... para NO usarla! Por supuesto hubo un filtro, y terminó por rehacer o tirar a la mierda entre 20 y 30 páginas que no lo conformaban. Pero la historia se armó a base de improvisar todo, de dejar fluir dibujos y textos hacia donde soplara el viento del subconciente del autor.
Como te imaginarás, el resultado se pasa de críptico. Algunas escenas se extienden demasiado, otras directamente no se entienden y hay puntos importantes de la trama que casi no tienen explicación. Aún así, y aunque parezca mentira, la historia llega a una especie de desenlace bastante coherente y los personajes son consistentes con sus roles, no hacen una cosa y después todo lo contrario. De todos modos, Súper Puta entra en la categoría de “delirios de un autor al que le chupa un huevo laburar de espaldas al público” y sólo por eso, no se lo puede recomendar a los que no somos fans a muerte de Fontdevila.
Lo más raro que tiene esta novela es la forma en la que están integrados el dibujo y los textos. Estos últimos aparecen manuscritos por Fontdevila y además ocupan un porcentaje muy alto del espacio en la página. Hay poquísimas viñetas sin texto y muchísimas que sólo tienen texto. O sea, hay muchísimo para leer. Buena parte de lo que escribe Manel no va a ningún lado, son juegos retorcidos con el idioma, que le sirven a su vez para jugar con las tipografías que –repito- crea él mismo con su puño y letra. Dentro de ese caos, hay textos de gran nivel literario, profundos, elevados, muy interesantes, más allá de su ínfimo aporte a la trama.
Y el dibujo es -como siempre- sublime. Incluso sin boceto, incluso resistiendo en las márgenes de páginas invadidas por ingentes cantidades de texto, el dibujo de Fontdevila es excelente, de punta a punta. Cerca del final hay una secuencia (rarísima) en la que abandona su estética habitual, limpita, ideal para la comedia, y pela unas imágenes oscuras, ominosas, en las que reverberan Igort y José Muñoz. Es uno de los momentos visualmente más logrados dentro de esta extraña exploración por la mente del maestro catalán.
Con Súper Puta, Manel Fontdevila se dio el gusto de escribir y dibujar una historieta no pensada para agradar a las masas que lo siguen semana a semana en El Jueves, sino creada para joder, para probar cosas nuevas y muy limadas. El gesto es, sin dudas, loable. El comic en sí, sin ser un desastre, necesitaba un andamiaje más sólido a nivel guión para sostenerse todas esas páginas. Como esperé a verlo en oferta para comprarlo, no me quejo ni ahí. Sólo con los alucinantes dibujos de Fontdevila, se recontra-justificó la guita que gasté.

domingo, 18 de agosto de 2013

18/ 08: NEW TEEN TITANS: GAMES

Del backstage de esta historieta se escribió más que de la historieta misma: los cambios que le hicieron al argumento esbozado en 1988, la magia que hubo que hacer para no desaprovechar las sesenta y pico de páginas dibujadas en aquel primer arranque, ese semáforo esquizofrénico que funcionó todos esos años en DC, que un día frenaba, otro día re-evaluaba y otro día exigía para ayer la finalización de la novela... En fin, avatares del mundo editorial yanki, del que no zafaron ni siquiera dos de los exponentes más incuestionables del comic superheroico “moderno”. Si te comprás (o bajás) la novela gráfica, vas a encontrar muchas páginas en las que los maestros Marv Wolfman y George Pérez cuentan este larguísimo proceso, comparan el plan original con el resultado final, etc. Pero sobre todo te vas a encontrar con 120 páginas de historieta, y en una de esas querés saber si vale la pena leerlas.
La verdad que es una historia divertida, con lindas vueltas de tuerca. Lo dice alguien que no siente nostalgia por los Titans de Wolfman y Pérez, que se cebó mal con ellos a los 16-17 años y cinco años después ya no tenía ni compraba las revistas que en algún momento atesoró. Creo que no leía un comic de los Titans desde... no me acuerdo... De Zero Hour para acá, si leí los Secret Files & Origins, es mucho. O sea que mi vínculo afectivo con los personajes es tenue, no altera para nada mi visión de esta obra.
Me parece que si no comprás el humo de “la hiper-epopeya que tardó casi 25 años en concretarse y que representa la despedida definitiva de la mejor dupla que metió mano en la serie”, se disfruta bastante. Hay una intriga grossa, muchas escenas de alto impacto, mucha acción, muy buenos diálogos (Wolfman dialogó TODA la novela en 2011) y se respira esa sensación icónica de “ESTOS son los Titans y ESTA es su aventura definitiva en las que los vas a ver desplegar TODO su potencial”. Por ahí al estar desligada de la continuidad de una serie mensual, la novela gráfica gana en libertad, y a la vez pierde un poquito de impacto: acá hay cambios grossos en el status quo de los Titans, que al que leía la revista en 1988 le hubiesen roto la cabeza y a los que leemos hoy la novela gráfica nos parecen bastante menos relevantes.
Creo que si tengo que rescatar algo por encima del resto es el amor por los personajes. Se nota a ocho cuadras que Wolfman y Pérez, además de conocerse de memoria entre ellos, conocen A FULL a los Titans. Para ellos no son dibujitos, son pibes y minas de verdad, a los que les deben respeto, lealtad y cariño, como a cualquier amigo de hace mil años. Esto se nota en todos los miembros del grupo, pero especialmente en Nightwing, que es el que tiene más apariciones no escritas por Wolfman. No hay vuelta que darle: pasan las décadas y NADIE entiende a Dick Grayson mejor que Wolfman.
El dibujo de George Pérez está a un nivel muy alto. No es el Pérez Perfecto, pero se le acerca mucho. Seguramente se luciría más si él mismo hubiese entintado todas las páginas, lo cual es –sin dudas- mucho pedir. El maestro la rompe (como siempre) en el armado de la página y la secuencia, algo que se disfruta enormemente en una publicación bastante más grande que el típico comic-book. Las páginas de Games están llenas de viñetas, grandes, chiquitas, horizontales, verticales, divididas por zanjas, sin zanjas, con todo tipo de transiciones y sobre todo con un gran dinamismo. Las páginas nunca transmiten la sensación de “acá no pasa nada”, ni siquiera cuando los héroes paran para hablar entre ellos o tratar de deducir las retorcidas movidas de sus adversarios. Hay una muy buena simbiosis con los coloristas, excelentes fondos (que escasean poco, en pocas viñetas) y unos recursos estilísticos alucinantes cada vez que Pérez muestra a Raven en la dimensión espiritual de Azarath.
Games encaja perfecto justo después de A Lonely Place of Dying. Y se lee como un final, como la despedida de “los Titans de Wolfman y Pérez”. Como si te dijeran “olvidémonos de todo lo que viene después de esto y salimos ganando todos”. Y está bien, es un pacto al que suscribo. Principalmente porque si la etapa de la dupla se terminara en ese n°61 de la segunda serie y de ahí pasáramos a Games, nos ahorraríamos muchas horas de lecturas sosas y decepcionantes, que hicieron que más de uno (me incluyo) pasara de hadcore fan a ex-fan de los Titans: páginas y páginas de un Marv Wolfman poco inspirado, tratando de remar en el océano de polenta junto a dibujantes que no le llegan ni a la suela del zapato a George Pérez. Tarde pero seguro, los maestros se reconciliaron con todos los (ya viejos) fans que vibramos con los Titans en los ´80. Bien por ellos!

sábado, 17 de agosto de 2013

17/ 08: TERMINUS Vol.2

Segunda entrega de esta antología, repleta de autores jóvenes y de historietas de géneros clásicos, esos bastante olvidados por las revistas más conocidas.
Arrancamos con La Puertas Abiertas, un relato inquietante, todo lo complejo que puede ser un comic de 5 páginas, y además con excelentes dibujos, obra de Sebastián Cabrol. Atenti a este autor, que es de lo más promisorio que vi en este último tiempo.
El Vástago, de Luciana Maruca y Germán Curti, propone una historia tensa, que te pone nervioso y te intriga, pero se cae un toque al final, cuando Maruca trata de explicar de modo lógico lo que hasta ese momento parecía sobrenatural. Igual tiene lindas secuencias, bellamente dibujadas por Curti, que demuestra un manejo muy notable de las técnicas para darle onda a un comic en blanco y negro.
Monólogo, de Bruno Chiroleu, también sorprende por la altísima calidad de los dibujos. La historia es menor, casi una anécdota, pero lo interesante es cómo está contada. Hay un muy buen intento por plantear el guión de un modo atípico y le da un resultado atractivo al autor de estas ocho páginas.
La Traducción, de Gastón Flores y Juan Pablo Vaccaro, ofrece una historia violenta, intensa, pero muy obvia. El dibujo está muy bien, pela expresionismo en los momentos justos para no quedar como un “virtuoso/ pecho frío”. La de Martín Almeida es graciosa, pero es un clon demasiado evidente de 4 Segundos. La onda, el dibujo, la narrativa... todo huele a refrito del clásico de Alejo y Feliciano.
Manchada desde el vamos por el pecado de terminar con “continuará”, la segunda entrega de Chess Masters retoma esta historia de violencia y grim ´n gritty, bien dibujada, pero con poca sustancia, demasiado pegada a una fórmula que ya nos sabemos muy de memoria. La otra historia con “continuará” (también escrita por Ariel Grichener) está un poco mejor, o por lo menos promete más, aún sin ser super-original. Veremos si cumple. El dibujo sigue bastante la estética de Eduardo Risso, complementada con un laburo de grises que, en los mejores momentos, recuerda a los laburos de Salvador Sanz.
Y cerramos con la historia más larga, las 13 páginas de Maximiliano Bartomucci, también apoyadas en una premisa bastante trillada, aunque con buenos textos, que generan clima y tensión. Si leíste... cuatro cuentos de H.P. Lovecraft, nada de lo que pasa acá te puede sorprender, lo cual no la hace una mala historieta, claro. Al dibujo le falta un poco en materia de anatomía y expresiones faciales, mientras que se lo ve sólido en el manejo de los grises y las tramas.
¿Qué le falta a Términus, con dos tomos ya leídos? Mejores guiones y personajes más atractivos. Es obvio que en historietas de 6 u 8 páginas es muy difícil plantear conflictos, resolverlos y además desarrollar personajes copados. Pero se puede. Yo apuntaría los cañones para ese lado: tener tres o cuatro personajes recurrentes, que en cada número protagonicen una historia autoconclusiva cada uno, y que vayan mostrando de a poco rasgos de personalidad más fuertes, más interesantes, que permitan alguna instancia de identificación con el lector. Me imagino un Torpedo, un Alvar Mayor, un Nekrodamus... un Martin Hel, aunque más no sea. Algún personaje femenino, también, por qué no, que resuelva misterios o cumpla misiones en historias de 8 páginas... Los personajes recurrentes no sólo le pueden subir la temperatura a una publicación que hoy transmite una sensación un poquito fría, sino que además pueden –más tarde- generar recopilaciones que nucleen todas sus aventuras cortas y que harían que boludos como yo nos compráramos dos veces las mismas historietas.
Por ahora, a Términus le queda bastante crédito, principalmente por la calidad de los dibujantes y en menor medida por los hallazgos que –cada tanto- aparecen en algunos guiones. El techo todavía está muy lejos, por suerte. Acá hay talento para aspirar a mucho más.

viernes, 16 de agosto de 2013

16/ 08: SCALPED Vol.8

Desde Mayo del año pasado que no leía Scalped, ¿me podés creer? Yo, la verdad que no. Menos mal que está el blog, que no me deja mentir. Y bueno, acá estoy listo para el tramo final de esto que –hasta ahora- es una obra maestra.
Este octavo tomo, como tantos otros, arranca con un unitario perfecto. Junto a Jason Latour (invitado que hace su debut en estas páginas), Jason Aaron narra la historia de un corrupto, un farsante, un garca, que de pronto tiene una última chance de recuperar algo de la integridad perdida. En 22 páginas, Aaron saca de la galera a un personaje nuevo y, de la nada, lo convierte en un personajón, quizás pensado para tener un rol destacado en el desenlace de la saga.
Le sigue otro unitario magnífico, este mucho más integrado al tronco, a la historia central de Scalped. Esta vez el que trata de salir de la zona de descenso es el Agente Nitz, el enviado del FBI que hace tiempo trata de desmantelar las operaciones de dudosa profilaxis que lleva adelante el jefe Lincoln Red Crow. Es una historia enchastrada de sangre, mala leche, humillaciones y humor negro. Una joyita muy bien dibujada por Davide Furnó, el habitual suplente que tiene esta serie.
Y después arranca el arco llamado You Gotta Sin to Get Saved, que es el que le da título al tomo, todo dibujado por el maestro R.M. Guéra. Pero acá hay trampa, porque el tercer episodio también es un unitario cerradito, redondísimo, protagonizado por dos de los personajes secundarios a los que más bola le da Aaron (Dino Poor Bear y Carol Red Crow) y con un nivel de crueldad absolutamente genial. Tenés que ser MUY mala persona para que se te ocurra hacer lo que hace Aaron en estas 20 inolvidables páginas.
Los episodios restantes de este arco van para adelante como una locomotora: Falls Down paga caro haber descubierto al asesino de Gina, Dashiell tiene la oportunidad única de boletearlo y vengar a su madre, y por otro lado tiene servida en bandeja la posibilidad de –finalmente- acabar con el imperio criminal de Red Crow y entregarlo a la justicia. Mientras tanto, nuestro cacique-capo mafia favorito (lejos, el personaje más rico, más complejo, mejor trabajado de la serie) debe ingeniárselas para neutralizar nada menos que a su maestro, al hombre que lo crió de potrillo, un venerable anciano que, harto de la corrupción y la mugre de Red Crow, lo confronta abiertamente por el liderazgo de la reservación. Y la ¿estrategia? de Red Crow es totalmente impredecible y sencillamente genial. Veremos en el próximo tomo cuánto de lo que sucede acá es una farsa perversamente orquestada y cuánto es un verdadero golpe de timón en este desgarrador drama en el que no existen “los buenos”.
El dibujo de Guéra sigue a un nivel altísimo, con momentos en los que pareciera querer despegarse de la omnipresente referencia fotográfica, esa que con tanta categoría logra integrar a su grafismo, tributario de Jean Giraud y Leopoldo Durañona. El tomo está lleno de escenas gloriosas, de enorme impacto, y Guéra no deja pasar una sola chance de pelar, de lucirse como un verdadero maestro de los climas sórdidos y opresivos, que a esta altura son su especialidad.
Scalped, la serie que redefinió el concepto de “grim´n gritty”, la que convirtió a los episodios más jodidos de Sin City en una remake blandita de los Ositos Cariñosos, está en un punto crucial, definitivo, en el que todo está a punto de irse a la mierda, en el mejor sentido en el que algo se puede llegar a ir a la mierda. Prometo liquidar los dos tomos que me falta leer antes de fin de mes. Y me queda una pregunta: ¿qué carajo hace Jason Aaron escribiendo todos los meses dos series de los X-Men y una de Thor? ¿Cómo se desaprovecha así un grosso de esta magnitud? Menos mal que está por lanzar una serie nueva con onda más adulta en Image. Si no, la verdad que es para pegarse un corchazo...

jueves, 15 de agosto de 2013

15/ 08: ESCUELA DE MONSTRUOS Vol.2

Me encanta que haya salido el Vol.2 de esta serie, y a la vez es medio choto, porque todo lo que tenía para decir de la misma lo dije en la reseña del Vol.1, publicada el 18/09/12.
De las dos aventuras que propone El Bruno en este tomo, me pareció brillante la segunda, la de la plaga zombie en la escuela, y no tan inspirada la primera, la del campamento de la muerte. Por supuesto en las dos hay muchas escenas cómicas y un ritmo hipnótico, que para los chiquitos que leen esto en Billiken debe ser flashero, a full. Dentro de ese contexto, la segunda aventura aporta, además, una trama lineal pero sumamente atrapante, con giros impredecibles y explicaciones (casi) coherentes para todo lo que sucede. Lo mejor de las dos historias es que el protagonismo no recae para nada en Tomás, sino que está muy bien repartido entre muchos (innumerables) personajes a los que El Bruno trabaja con onda, cariño y talento.
Como en el tomo anterior, el principal atractivo, lo que hace irresistible a Escuela de Monstruos, es el dibujo de El Bruno, que se mata en cada viñeta, en cada fondo, en cada expresión de los personajes. Hay páginas con muchos cuadros y en todos, por chiquitos que sean, se lucen el espectacular diseño de personajes, la composición perfecta y el notable manejo del color que convirtieron a El Bruno en un dibujante fundamental para entender la historieta infantil argentina, no de hoy, sino de todos los tiempos.
Repito la crítica de la vez pasada: le falta una vueltita más a los diálogos. No pido diálogos crípticos ni rebuscados, porque está clarísimo que esto lo leen chicos chiquitos, que recién conectan con la historieta. Pero estaría bueno que los diálogos fueran menos obvios, que explicaran menos lo que sucede y redundaran menos en lo que el dibujo nos muestra con total claridad.
El resto, realmente impecable. Si tenés hijos, sobrinos, ahijados o mascotas bípedas menores de 10 años con las que quieras tener un gesto copado, no lo dudes. Regalales Escuela de Monstruos y te van a amar para siempre. De paso subís enormemente las chances de que los chicos se ceben con la lectura de comics y se pasen al lado oscuro de la pasión viñeteril. Y si además si te sobran 20 minutitos, lo leés vos también y te divertís un buen rato.

miércoles, 14 de agosto de 2013

14/ 08: NEMESIS

No confundamos bueno con impactante. Muchas, pero muchas escenas de Nemesis me impactaron, me shockearon, me hicieron decir “nah, no podés!”, o simplemente me hicieron soltar una carcajada. No puedo decir que no me llegó, o que me dejó frío, porque me recontra-llegó y me sentí muy metido en la trama, muy compenetrado con lo que Mark Millar y Steve McNiven me estaban contando.
La premisa no puede ser más ganchera: en un mundo en el que no existen los superhéroes, un tipo que tiene los recursos y el entrenamiento como para ser Batman, decide ser el más hijo de puta de los villanos y se pone máscara y capucha para cometer las más tremendas atrocidades jamás vistas. Al no haber superhéroes, Nemesis se enfrenta a los mejores policías de los países a los que va a sembrar el caos y esto habilita un sinfín de escenas de altísimo voltaje en materia de acción, persecuciones, explosiones, tiros y golpes de todo tipo. La violencia está plasmada (como en Kick Ass) de un modo muy realista, con toda la intención de causar escozor en el lector, que por momentos aleja el libro por miedo a que salpique sangre.
La impunidad con la que opera Nemesis, la crueldad con la que trata a enemigos y adláteres, las maldades que le hace al pobre jefe de la policía de Washington D.C., son tan zarpadas que logra por un lado que hinchemos por el malo, y por el otro que cosas que deberían causarnos repudio, de tan pasadas de rosca nos causen gracia. De hecho, muchos de los diálogos más filosos e ingeniosos están ahí con ese mismo objetivo, el de arrancarnos una sonrisa cómplice.
Enumerados todos estos elementos de innegable atractivo, llega la pregunta del millón: ¿Es una buena historia? Y, más o menos. No es muy original, tiene tantos giros impredecibles que algunos necesariamente no cierran, hay algunos baches en la lógica, algunas cositas que rompen el supuesto verosímil... y en general se nota demasiado la intención de sacudir al lector con escenas truculentas cada una x cantidad de páginas. No es un desastre, podría ser mil veces peor (esperá a que hagan la película y seguramente VA A SER mil veces peor), pero Millar ya demostró en Wanted que sabe meterse a deconstruir el mundo de los supervillanos con una solidez que acá se ve bastante menos.
Steve McNiven... pobrecito. Me lo acordaba mejor... En Civil War era bueno, no? O zafaba dignamente, por lo menos. Acá se luce con las líneas cinéticas, dignas de los mejores mangakas, y al resto le falta mucho. Quiere resolver TODA la narrativa con las viñetas alargaditas tipo widescreen y no le sale; trata de reproducir la técnica de Tony Harris en Ex Machina, la de sacarle fotos a modelos, retocarlas e integrarlas armónicamente a la página, y no le sale; se le nota mucho cuando mezquina los fondos, y encima el colorista (Dave McCaig) no lo ayuda demasiado. El resultado es una cosa apenas correcta, no floja, sino más bien anodina, con escasa onda, sin hallazgos notables, pero porque tampoco hay desafíos de esos que sacan lo mejor de los dibujantes. Creo que esto habría quedado mejor dibujado por esos dibujantes zarpados de Avatar, esos que llenan todo de rayitas y se van al carajo cada vez que pinta el gore.
Con su sobredosis brutal de machaca y atrocidades, Nemesis seguro te hace pasar un rato entretenido. Mientras dura la historieta, te enganchás, la pasás bien, gozás con cada humillación y cada ultraje al que el protagonista somete a Blake Morrow, su familia y el presidente de los EEUU. Y después, cuando la cerrás y pensás un poquito en lo que leiste, queda ese gustito a pochoclo, a estridencia con poco contenido, o poco sustento. Al típico blockbuster hollywoodesco de este siglo, bah... Lo cual es bastante lógico, porque está claro que Mark Millar escribió Nemesis pensando en los billetes que se va a llevar cuando la conviertan en blockbuster. Es medio frustrante ver a un buen escritor de comics laburando de prostituta para Hollywood, pero bueno... ¿quién soy yo para decirle a un guionista de probada grossitud que no se puede comprar el Rolls Royce y el palacio en Montecarlo?

martes, 13 de agosto de 2013

13/ 08: CHANCE IN HELL

Hacete un favor: No mires más esa portada horrenda de Rick Altergott. No sólo el dibujo es del montón, a años luz de lo que dibuja adentro Gilbert Hernandez. También manda fruta, no refleja para nada la onda de la novela gráfica, ni lo que sucede en la misma. Tampoco entres en la trampa de “la tengo que tener porque aparece Fritz”. Sí, esta es una de las 23 películas de bajo presupuesto en las que actúa la hermana de Luba. Pero podría no estar y la historia sería exactamente la misma. De hecho, el personaje de Fritz (una prostituta latina) tiene UN SOLO parlamento en toda la novela.
Los méritos de Chance in Hell pasan por otro lado. Estamos ante una obra muy jodida, muy sórdida, con mínimos toques de irrealidad, en un contexto bastante factible. Más que a las otras obras de Beto, Chance in Hell se parece mucho a los gekigas más oscuros y más macabros de Osamu Tezuka, esas joyitas setentosas en las que el Dios del Manga combinaba tramas de thriller con profundas indagaciones en la psiquis de un elenco de personajes en el que se complicaba encontrar al “bueno”. Acá todo gira en torno a Empress, una chica crecida en un entorno de extrema pobreza, un basural habitado por cuasi-salvajes que matan sin reparos por un poco de comida y violan a cualquier cosa que tenga orificios en su cuerpo. Beto nos invita a ver crecer a Empress hasta convertirse en un personaje de infrecuente complejidad, rodeada de un halo de misterio y fatalidad que será clave en el desarrollo de la novela.
Entre escenas mudas y escenas repletas de diálogos brillantes, Chance in Hell amaga con avanzar a ritmo tranqui, con el ritmo típico de las aventuras de Beto ambientadas en Palomar. Sin embargo, tiene varios momentos en los que estalla una violencia repentina, irracional, de tremendas consecuencias para los personajes involucrados. Y en el medio, siempre flota la misma pregunta: “¿Qué le pasa por la cabeza a Empress?”. Ese es el enigma que ningún personaje logra resolver, en parte porque están todos ocupados tratando de sobrevivir, o de sacudir la modorra de sus vidas chatas y patéticas. Para el experto en poesía el escape será el sadomasoquismo, para el abogado será el gesto heroico frente a las arenas movedizas y para los indigentes cuasi-salvajes el escape no llegará nunca. Beto les tiene reservado a todos un final absolutamente shockeante, que nunca te ves venir, y ese es otro de los grandes méritos de esta novela, cuyo guión logra encerrar misterios muy elaborados, sin hacerse críptico ni incomprensible.
El dibujo, por su parte, no presenta mayores sorpresas. Si leíste bastante a Beto Hernández, nada de lo que veas en Chance in Hell te va a asombrar. Por ahí vas a ver viñetas más grandes que en otras obras del ídolo, porque este es su primer trabajo pensado para editarse en formato pequeño (“formato manga”, le dice Beto) y quería sacarle jugo a la posibilidad de dibujar menos cuadros por página. El resto, ofrece el mismo combo perfecto de siempre, con ese dominio alucinante del plumín, el rotring y el pincel, ese manejo inigualable del lenguaje corporal, y la narrativa de Beto, siempre novedosa y siempre cristalina, que acá juega sobre todo con las transiciones en el último tramo de la novela.
Si te bancás una historieta sombría, densa, por momentos agobiante, en Chance in Hell te esperan una protagonista interesantísima, muy buenos personajes secundarios y una trama de corrupción, violencia y perversión, atravesada sobre todo por la incomprensión, por la imposibilidad de cada personaje de ponerse un segundo en el lugar del otro. Esta falta total de empatía, esta alienación, incluso la exclusión social que aparece con virulencia en el primer tramo de la novela, son la materia prima con la que Beto Hernández construye una obra por momentos perturbadora, pero definitivamente satisfactoria. Muy recomendable para todos los fans del gekiga, o de la historieta realmente adulta.

lunes, 12 de agosto de 2013

12/ 08: ZOMBESS

Este libro incluye dos aventuras humorísticas protagonizadas por Bess, Anna Lou y el Necronomicón, el mítico libro de los cuentos de H.P Lovecraft. Son historias que combinan acción y comedia, más algunos chistes bastante efectivos, aunque enrolados en un humor bastante fácil, cargado de slapstick y guarangadas. El autor es Abel Alves, un historietista español actualmente radicado en Uruguay, que escribe en el slang de la península, ese que aprendimos leyendo historietas de El Víbora y escuchando los discos viejos de Joaquín Sabina.
El dibujo de Alves es entre pobre e indigente, algo que en España parece no ser impedimento para ser historietista. Si no, nunca hubiésemos visto publicar profesionalmente a tipos como Alvarez Rabo, Mauro Entrialgo o Cels Piñol. Lo mejor que se puede decir del dibujo es que no molesta, en ningún momento se convierte en obstáculo para disfrutar de las historias. Al plasmar la narrativa en una grilla de cuatro tiras, casi siempre con 8 viñetas por página, Alves logra un muy buen control del tempo narrativo, fundamental para potenciar el efecto humorístico de lo que nos quiere contar. Y muy útil, además, para escatirmarle al dibujo un lucimiento que no tiene forma de bancarse.
Si no te la baja demasiado el dibujo, estas aventuras te van a resultar entretenidas. Están bien narradas, tienen una dinámica atrapante, ideas bizarras llevadas al extremo, buenos chistes, giros impredecibles y sobre todo, personajes bien laburados. Abel Alves te invita a zambullirte en un festival del delirio, la guarrada y la machaca con zombies, alienígenas, ninjas y objetos místicos con poderes ancestrales, y si aceptás la invitación y pagás el carísimo peaje de un dibujo bastante precario, la vas a pasar bien y a divertirte un buen rato. Ojalá este autor evolucione con el correr de los años y mejore su dibujo hasta acercarse (no digo igualar, porque es casi imposible) a los grandes referentes que le dio España a la historieta humorística: Francisco Ibáñez, Jan, Manuel Vázquez, Miguel Gallardo, Paco Alcázar, Manel Fontdevila, Albert Monteys, Ventura y Nieto... ejemplos sobran. Falta esforzarse un cachito más para imitarlos.

domingo, 11 de agosto de 2013

11/ 08: INFERNO (A SLEEP AND A FORGETTING)

Ya falta poco para que los comics de Vertigo vuelvan a ocupar un lugar destacado en este blog, con bastante más presencia que la que tuvieron en los últimos meses. Y calentamos motores con esta historieta, originalmente publicada en la editorial Caliber (allá por 1995-96) y recientemente recopilada por el ignoto sello TransFuzion. Se trata de uno de los primeros trabajos de Mike Carey (guionista recontra-identificado con Vertigo), y probablemente del primer trabajo de Michael Gaydos, uno de los cracks del semillero de Caliber. Y tal como te imaginás con sólo ver la portada, se podría haber publicado tranquilamente en mi sello favorito.
El dibujo de Gaydos es excelente. Al ser publicado en blanco y negro, se aprecia un gran manejo del pincel, de la mancha y del equilibrio entre espacios blancos y masas negras. Y aún así, se nota tanto la influencia de los maestros del estilo pictórico (básicamente la de George Pratt y Kent Williams) que estaría alucinante ver esta historieta coloreada con esa técnica. Gaydos se banca muy decorosamente un montón de páginas de ocho viñetas, trabaja sobre grillas clásicas, sin saltos al vacío, y le pone a las expresiones faciales una onda infrecuente en los autores de línea pictórica. Un muy buen trabajo de este grosso que explotaría años más tarde de la mano de Brian Michael Bendis.
El guión de este Carey primerizo tiene varios hallazgos, pero creo que el principal es el equilibrio entre acción e introspección. Al personaje central le pasan cosas por fuera y por dentro en partes iguales, lo que permite darle distintos matices a la historia. Esto también logra un efecto muy vertiguesco, que es que la trama central, la epopeya, avance a un ritmo bastante lento, mientras los personajes se cuelgan en extensos diálogos pensados para dotar de más tridimensionalidad a héroes y villanos, bien colocados entre peripecia y peripecia.
No quiero contar mucho sobre la trama, porque me gustaría que la buscaras y la leyeras. Básicamente es la historia de un tipo que cree ser alguien pero en realidad es otra persona. No es fácil darse cuenta de eso, y menos si te cae la ficha cuando en la tercer página alguien te mata y descendés al Infierno. En ese contexto transcurre la saga de John Travis, a quien acompañarán una chica con poder de robar formas y un ídolo, un viejo conocido, el maestro Nostradamus. Y en frente, Lord Baal, que no es un gran comediante de los ´70 y ´80 convertido en viejo patético y baboso, sino uno de los capos de Inferno, la ciudad capital del Infierno.
El final es sorprendente. Vos suponés que, como la serie terminó ahí, en ese quinto episodio, Carey la iba a cerrar de modo bastante definitivo. Bueno, no. La última secuencia, además de ser excelente, es un pase mágico del guionista que convierte a todo lo que leímos hasta ese punto en el prólogo a un segundo arco... que nunca se escribió. ¿Qué pensaba hacer Carey con esta ciudad abisal y sus protagonistas? ¿Para dónde pensaba seguir esta saga de magia, violencia y runflas espúreas? La verdad, ni idea. Pero ahora que Vertigo está reeditando Lucifer en tomos bien gorditos, me la estoy comprando. y pronto la voy a empezar a leer por primera vez. Después de haberme enganchado con Inferno, le voy a prestar MUCHA atención, porque me da la sensación de que hay una conexión entre ambas obras, que algo de lo que Carey construyó en estos cinco episodios puede llegar a reaparecer en aquella obra más extensa (y obviamente más conocida).
Mientras espera su turno el primer libro de Lucifer, recomiendo Inferno a los fans de Mike Carey y Michael Gaydos, a los fans de Vertigo y a los que quieran leer una extraña epopeya sobrenatural, con fantasía, acción, intriga y muy buenos personajes. Esto está muy bien escrito, muy bien dibujado y está tan lleno de buenas ideas como el bunker del PRO de globitos amarillos, que como sustituto de las buenas ideas no están mal.

sábado, 10 de agosto de 2013

10/ 08: CADAVER EXQUISITO

No debe ser fácil explicarle al potencial lector quién es Luis Scafati. Tiene pocas historietas, es conocido sobe todo como un ilustrador muy jugado a una búsqueda estética que lo acerca mucho a los artistas plásticos, es una especie de monstruo de tinta china con forma humana, algo así como un Ralph Steadman argentino, un demente al que le sobran los recursos para ponerle a sus piezas gráficas un sello inconfundible, de vuelo, de riesgo y sobre todo de calidad.
Y este libro hay que comprárselo por eso. Tiene un par de historietas, escritas por Pablo De Santis, en las que hay ideas atractivas, muy bien dibujadas. Pero no es lo importante, porque el grafismo de Scafati se lleva puestos a los textos e incluso a los argumentos. En definitiva, las historias se reducen a excusas para Scafati pele su magia descontrolada. La mejor historieta del tomo es la que escribe el propio Scafati, las ocho páginas de Parábola de los Ciegos. Eso es una auténtica genialidad, con una conjunción perfecta entre imágenes y textos de asombroso nivel. Y también están las tiras de Rocamadour, el cavernícola, que Scafati creó a principios de los ´70 para publicar en la revista Tía Vicenta. Esta tira es maravillosa, porque combina el dibujo zarpado, fuerte, experimental de este Scafati que -en vez de hacer gala de su amplio dominio de chotocientas mil técnicas distintas- resuelve todo a pincelazo limpio, y además hay un gran timing de comedia en el armado de las secuencias y chistes realmente muy buenos. No hay demasiadas tiras de Rocamadour, lamentablemente, pero es un inmenso placer redescubrir las que hay.
El resto de las páginas, las que no tienen tiras de Rocamadour ni historietas, ofrecen hermosos dibujos del maestro, algunos con alguna leyenda jocosa, o con una impronta poética cuasi-dolinesca, otras son simplemente imágenes, impactantes y sugestivas, y otras, si no estuvieran tan obscenamente bien dibujadas, podrían pasar por cartoons humorísticos clásicos.
Y no tengo mucho más para decir, porque las historietas son poquitas y las tiras no son tantas y están todas más o menos encolumnadas detrás de los principios que ya enumeré. Este es un libro exquisito (te lo aclaran en el título), rarísimo y con claras aspiraciones minoritarias. Por suerte a los editores (Loco Rabia) les salió el tiro por la culata y el libro se vendió muy bien. Merecido premio a la arriesgada movida de rescatar estos trabajos alucinantes de Luis Scafati, un maestro, un vanguardista de verdad, de los que nunca pasan de moda.

viernes, 9 de agosto de 2013

09/ 08: THE UNDERWATER WELDER

The Underwater Welder es una historieta brillante. Impredecible, emotiva, con excelentes diálogos, excelentes secuencias mudas, un manejo magistral de los flashbacks, una narrativa de la hiper-concha de Dios pensada para que te sumerjas en el ritmo del relato que propone Jeff Lemire y lo vivas como si estuvieras ahí adentro, como si fueras un personaje más habitando esa alucinante jaula de viñetas.
El dibujo del canadiense es perfecto, con su habitual línea chunga, sus rostros recontra-expresivos y el talento descomunal para lograr climas con las aguadas que ya había mostrado en Lost Dogs y en algún episodio de Sweet Tooth en el que lo dejaron colorear él mismo sus dibujos. Esta novela es en blanco y negro, pero Lemire elige (con gran criterio) algunas secuencias a las que agregarle grises con las aguadas y convertirlas en escenas memorables, de apabullante belleza plástica.
El personaje protagónico, Jack Joseph, está laburado con una onda y una complejidad realmente notables. Lemire arma de a poco y con un admirable timing dramático el rompecabezas de la vida de Jack, el soldador subacuático, y elige con astucia cuándo y cómo revelarnos los momentos cruciales de su pasado. Mientras tanto, lo hace avanzar por un presente tenso, conflictivo, en el que los rayes y mambos de su infancia se ven potenciados a niveles peligrosos por el enrosque mental que le provoca el hecho de estar a punto de ser papá. Con estos elementos, el creador de Sweet Tooth (y guionista de decenas de comics del mainstream de DC) hilvana una novela gráfica que bien se podría usar para enseñarle a los autores jóvenes qué carajo es y cómo carajo se arma una buena novela gráfica.
¿Por qué no pongo a The Underwater Welder en el rubro de Historieta Perfecta? Porque es un cover. ¿Viste cuando una banda de jazz, reggae o heavy metal agarra un tema clásico de –ponele- los Beatles y lo recontra-reversiona? Le cambian el tempo, los instrumentos, le meten chotocientos mil arreglos distintos, lo estiran, lo cantan con unas voces que no se parecen ni remotamente a las de los Beatles... y aún así, uno reconoce los temas. “Uh, mirá, un cover de Dear Prudence!”. O de Come Together, o de Tomorrow Never Knows, o lo de que mierda sea. Con The Underwater Welder pasa lo mismo. Cambiale la ambientación, agregale la tensión dramática de que el protagonista se sumerge a grandes profundidades y su mujer está por dar a luz, metele el detallito sutil y hermoso del reloj... manoseala todo lo que quieras. Pero la historia se sigue resumiendo en “un tipo de treinta y pico sufrió mucho de pibe cuando un día su padre desapareció sin dar explicaciones y ahora de grande tiene un trip sobrenatural, medio inexplicable, que lo lleva de vuelta a esa época de su vida en la que tratará de averiguar qué fue lo que pasó con su padre”. O sea, Barrio Lejano de Jiro Taniguchi. La versión de Lemire es magnífica por donde se la mire, pero sigue siendo eso: una segunda versión de una historia alucinante, que ya nos había conmovido a todos cuando la leímos por primera vez, en la versión original, la de mi mangaka favorito.
Si no le entrás al manga ni aunque lo dibuje Dios, o si la historia de Barrio Lejano te cebó tanto que querés “escuchar el cover” aunque esté “tocado” en un estilo totalmente distinto, tirate de cabeza a The Underwater Welder. Y si sos fan de Jeff Lemire también, por supuesto, porque acá el canadiense da nuevos y sorprendentes pasos en su imparable evolución de “joven promesa” a “genio indiscutido del Noveno Arte”. Y además vuelve -en un loable acto de cariño- a publicar en Top Shelf, el sello que lo vio nacer y lo bancó cuando nadie lo conocía ni lo tenía en cuenta para escribir mega-crossovers protagonizados por la Justice League. Un grande de verdad.

jueves, 8 de agosto de 2013

08/ 08: BEYA (LE VISTE LA CARA A DIOS)

Si alguna vez seguiste el caso Marita Verón, o esa novela con Facundo Arana que se llamaba Vidas Robadas, seguro estás familiarizado con el drama de las chicas que son secuestradas y sometidas a la esclavitud sexual. Este libro se trata de eso.
Los textos le pertenecen a Gabriela Cabezón Cámara, escritora y editora de la sección Cultura del diario Clarín. Son textos muy, muy logrados, en los que Gabriela logra darle vuelo poético (y hasta una estructura similar a la de la poesía) al horror que nos narra. Se aprecia un excelente manejo del lenguaje, de las imágenes, del ritmo. Evidentemente, estamos ante una notable escritora.
Los dibujos son obra de Iñaki Echeverría, cuyas dos obras anteriores (Negro el 10 y Muffins) fueron reseñadas en el Blog. Este es un Echeverría 2.0, con un estilo muy distinto a lo que vimos en sus otros trabajos, sobre todo en Muffins. Acá, Iñaki abreva sobre todo en la estética de José Muñoz, ideal para plasmar en imágenes una historia de dolor, sufrimiento, decadencia y corrupción. El dibujante adopta ese claroscuro extremo, a todo o nada, del creador de Alack Sinner, pero no se aferra (como lo hace Muñoz) a una narrativa sencilla, ni a una puesta en página tradicional. Iñaki pega uno y mil saltos al vacío y arma páginas rarísimas, con mucho montaje analítico al mejor estilo Guido Crépax, páginas con tres viñetas widescreen al estilo Bryan Hitch, ilustraciones descolgadas que a veces remiten a cuadros famosos... todo muy vanguardista.
Sin embargo, este Iñaki inspiradísimo tiene pocas posibilidades de contar la historia con sus dibujos. Lo hace en la primera (y magistral) secuencia de 11 páginas mudas y en menor medida, en la secuencia final. Durante el tramo central de la obra, el dibujante mete muchas, muchísimas viñetas y ensaya muchas, muchísimas puestas en página, que en ningún momento hacen falta para disfrutar de los textos de Gabriela, que son los que llevan adelante el relato. Son entre 75 y 80 páginas en las que los dibujos bien podrían no estar y uno sentiría, disfrutaría y sufriría prácticamente lo mismo. El texto hace la suya, va para adelante y no hace el menor esfuerzo por conectar con los dibujos. De hecho, no creo que la autora jamás se haya calentado por escribir algo así como un guión. Más bien sospecho que Echeverría recibió un texto perfectamente acabado, junto a la consigna de “hacé una historieta con esto”.
Los personajes no dialogan entre sí. La voz del narrador (o narradora) dialoga con Beya, la protagonista. Los textos están escritos en segunda persona, como hacía Guille Grillo en Animal Urbano o Archie Goodwin en algún comic de Marvel de los ´70. El texto (al que me resisto a llamar guión) no se hace cargo de que forma parte de algo más -la historieta- que está por encima suyo. Y el dibujo sí, se mata por ilustrar minuciosamente la mayor cantidad posible de las potentes imágenes que pueblan los textos... pero si sacamos a estos, lo más probable es que viendo sólo los dibujos de Iñaki entendamos menos de la mitad de lo que sucede en la trama.
Estamos, entonces, frente a un grave problema de desconexión entre excelentes textos y excelentes dibujos, que nunca llegan a entrelazarse ni a potenciar uno las virtudes del otro. El otro “pero” es muy menor y tiene que ver con el final, con cómo resuelve Gabriela el predicamento de Beya. No quiero spoilear, porque me encantaría que mucha gente leyera este libro y se sorprendiera como me sorprendí yo. Por eso pido perdón por no explicar qué es lo que no me cierra del todo en el desenlace.
Beya (Le Viste la Cara a Dios) es una historieta sumamente atípica, que no se parece a nada y a la que difícilmente alguien intente imitar. Si te bancás la temática truculenta y salvaje del cautiverio de una chica obligada a ejercer la prostitución, si no te produce escozor el uso intensivo de términos como “poronga”, “orto”, “concha” y “guasca”, y si no te preocupa que el texto y la imagen no se integren de modo armónico, acá te están esperando una historia vibrante, honesta y fuerte, con dosis parejas de introspección y acción. Y por si faltara algo, los mejores dibujos de la carrera de Iñaki Echeverría, lo cual es mucho decir.

miércoles, 7 de agosto de 2013

07/ 08: THOR: GODS & MEN

Y se terminó el glorioso Thor de Dan Jurgens. Queda un tomo más, cortito, casi un epílogo, escrito por otro autor y prometo leerlo pronto. Pero la saga grossa, la epopeya definitiva de Thor que se animó a llevar al rubio a donde nunca nadie lo había llevado, llega a su fin en este voluminoso tomo que abarca nada menos que 12 episodios.
El dibujante es del montón, es cierto. Pero de los 12 episodios dibuja 11! Después de tanta rotación entre tanto pecho frío incapaz de comprometerse a mediano plazo con la propuesta de Jurgens, la verdad es que uno ovaciona a Scott Eaton como si fuera... Alan Davis. Y sí, Eaton se esfuerza MUCHO por parecerse a Alan Davis. Tiene viñetas en las que trata de ser Neal Adams y en la inmensa mayoría, chorea a mano armada a Davis. Claro que Eaton no llega ni cerca de la magia del británico. Sin ser desastroso ni mucho menos, el dibujo se ve adocenado, falto de imaginación, cumplidor –es cierto- pero para nada descollante. Y el capítulo que no dibuja Eaton se lo dan a Roger Robinson, aquel que dibujara muchos años la serie de Azrael, mejor que en aquella etapa, pero también lejos de lo que se veía en esta serie cuando la dibujaban John Romita Jr., Andy Kubert o Stuart Immonen.
El guión pega otro salto mortal. Olvidate de los míseros mortales y sus problemitas de entrecasa. Ahora es la hora de los dioses y Jurgens se concentra en la familia real asgardiana, su séquito, y ya sobre el final, en dos personajes a los que él mismo creó: Desak y Tharene, que tendrán roles muy destacados en los últimos episodios. De nuevo, hasta que nos acercamos mucho al final, escasea la machaca y gobiernan la intriga palaciega y los dilemas morales, la eterna discusión acerca de si Thor acierta o se equivoca al imponer su poder por sobre la rastrera y descarriada humanidad.
Para que todo esto sea más heavy y más dramático, Jurgens nos lleva al año 2170, cuando ya hace casi 170 años que Thor gobierna a nuestro mundo con mano de hierro. Pero no es el Thor copado, sino un tipo curtido, duro, implacable. Muchos de sus amigos murieron, o fueron exiliados, o desaparecieron. Tuvo un hijo con Amora, la Encantadora. Y perdió un ojo, un brazo y a Mjolnir. O sea... está todo tan mal, tan podrido, tan irreconocible, que vos sabés que –tarde o temprano- va a volver todo para atrás. Y efectivamente, esta línea temporal será desactivada sobre el final del tomo de modo bastante coherente (no nos olvidemos que el poder Thor acá ya es infinito) para que todo vuelva a un punto más “negociable”, en el que las manos de Thor no necesiten enchastrarse con la sangre de un genocidio.
Esto significa que al final, cuando no tiene más remedio, Jurgens juzga las acciones de Thor y decide que el héroe, el dios, el poderoso paladín, estaba meando afuera del tarro, mal. No le cobra muy caro, porque la nobleza de Thor hace que, aún en el error, el hijo de Odín mantenga altísimo su ideal de una vida mejor para todos. Pero lo obliga a recapacitar y, finalmente, a dar marcha atrás. Y nos deja para la posteridad una saga impresionante (en la que pasan miles de cosas que uno creía que sólo podrían pasar en un comic tipo Miracleman), y un futuro alternativo, de esos que los guionistas de Marvel no pueden dejar descansar ni aunque lo intenten, en el que Thor terminó por ser un déspota pasado de rosca, sólo por querer ayudar a unos humanos de mierda que nunca se lo supieron agradecer. Grossitud eterna.
Si amás al Dios del Trueno, a Loki, Sif, Balder, Amora y demás próceres asgardianos, tirate de cabeza al Thor de Dan Jurgens. Son 10 libros (más el epílogo, 11), es una guita importante. Pero posta, se justifica a full. Y además falta muchísimo para que salga una nueva saga de Thor que le haga el aguante a esta...

martes, 6 de agosto de 2013

06/ 08: LUUNA Vol.3

Hora de retomar esta serie que tenía colgada desde 2010 (vimos la reseña del tomito yanki que traía los Vol.1 y 2 el 22 de Marzo del primer año del blog) y que me había resultado muy ganchera.
Este tomo es sanata pura. Un tomo bien de pretemporada, en el que se exploran las consecuencias de lo que sucedió en el anterior y recién al final pasa algo más o menos importante, con alguna chance de cambiar el rumbo de la saga. Pero básicamente, son 46 páginas bastante prescindibles.
Por supuesto, un guionista con la solvencia de Didier Crissé no va a dejar que te emboles o que digas “chau, último tomo que me compro”. Dentro de esa onda de “acá pasa poco”, el francés mete varias secuencias atractivas y rellena con un truquito del que no conviene abusar, pero que acá le sale bien: sumar personajes al elenco. Como Luuna y sus amigos están en medio de una travesía, cada tanto encuentran a nuevas criaturas con las que pegan onda, que se suman a su viaje o los ayudan en algún momento medio bravo, y que –una vez presentados al lector- incluso protagonizarán sus propias secuencias, casi siempre en son de joda, como para equilibrar el tono de la serie, que a veces, cuando todo se centra en el lado oscuro de Luuna, puede volverse medio siniestro. En este tomo hay muchas, casi demasiadas escenas menores protagonizadas por los personajes secundarios, puestas por Crissé para entretenernos con algo mientras a Luuna no le pasa nada. Se ve que para este momento (2003-2004) ya estaba claro que la serie era un éxito y el guionista no tenía mayor apuro por mostrarnos el final, que llegará (dice la amiga Wikipedia) en el Vol.5, inédito en nuestro idioma.
No es mucho más lo que me inspira el guión, lamentablemente, así que me zambullo ya en el dibujo, que es muy zarpado. Nicolás Kéramidas es un monstruo criado (como Juanjo Guarnido) en los estudios Disney de París, que por supuesto levantó vuelo y trascendió el “sistema Disney” para afianzarse en un estilo muy atractivo y muy personal. Acá todavía está un poquito pegado al estilo amistoso, redondito, bonito de los dibujos animados, pero ya algo se ve de lo que explotará más tarde en sus obras posteriores (de las que es probable que reseñemos otra este mismo mes).
De todo lo que Kéramidas hace bien en este tomo de Luuna creo que lo más notable es la perfecta interacción de sus dibujos con la paleta y los efectos del colorista Bruno García y la clase con la que se banca esas páginas en las que tiene que dibujar muchísimas viñetas muy chiquitas. Hay un par de páginas cerca de la mitad del tomo en las que Kéramidas logra meter ilustraciones enormes, más alguna splash page más cerca del final. Pero en la mayoría de las páginas su dibujo se luce y brilla a pesar de una puesta que lo obliga a meter casi siempre ocho o nueve cuadritos tirando a pequeños, incluso en esta edición, que es del mismo tamaño que la francesa. No es fácil romperla en espacios tan chicos, pero la magia de Kéramidas y García lo logran con creces.
Y nada más. Espero conseguir pronto los Vol.4 y 5, a ver cómo termina la saga, que –a pesar de este tomo entre pachorro e intrascendente- mantiene alto su atractivo para los fans de la aventura clásica, las protagonistas femeninas bien escritas y los chispazos de humor bien insertados en un contexto dramático. Si tuviera 30 años menos, estaría absolutamente cebado con esta serie y la pondría sin dudas entre los títulos fundamentales de la década pasada.