el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 30 de septiembre de 2013

30/ 09: MORTIS Vol.2

Segundo tomo de este revival moderno del Dr. Mortis, esta vez a cargo de sólo dos autores, contra los más de 15 que participaron del primer tomo. Del multitudinario elenco inicial sólo quedaron uno de los cerebros de la movida, el guionista y editor Miguel Ferrada, y un dibujante, Italo Ahumada, a quien viéramos romperla en el tomo anterior. Un par de dibujantes más aportan algunas ilustraciones, pero básicamente esto es Ferrada y Ahumada al frente de una especie de novela gráfica.
Digo “especie de novela gráfica”, porque si bien esa palabrita aparece destacada en la portada (supongo que para avisarle a los incautos que no se trata de una antología), Ferrada y Ahumada recurren a un truco que para mi gusto sabe a hiel y huele a trampa, como decía la canción de... no sé quién cantaba esa garcha. De las 128 páginas que ofrece el libro, sólo 72 son de historieta. Ahumada dibuja tres historias de 24 páginas y entre ellas tenemos prólogos, índices, carátulas, chamuyos varios y hasta artículos (al estilo Watchmen, pero más extensos) que aportan datos acerca de lo que está sucediendo en las historietas, anotaciones de algún personaje, datos duros acerca de algunos de los conceptos pseudo-místicos y pseudo-científicos sobre los que se sostiene la trama, etc. Si leíste el primer tomo, o si estás muy enganchado con la historia o con los dibujos de Ahumada, podés saltear todas esas páginas de relleno frutihortícola y concentrarte en la narrativa posta, la que tiene textos Y dibujos. Por supuesto, el libro se te va a hacer corto, porque sólo vas a leer 72 páginas. A eso me refería con que el truquito huele a trampa.
Vamos a los realmente interesante, que son esas tres historietas de 24 páginas. La primera está muy estirada, se podría haber resumido en ocho o a lo sumo 10 páginas. Ferrada le mete mucho protocolo, da muchas vueltas y si la historia no naufraga es porque, cuando llega la acción, pega fuerte y pasan cosas que uno esperaba que pasaran ya desde el tomo anterior.
La segunda, en cambio, están tan buena, es tan retorcidamente genial, que 24 páginas parecen pocas. Ahí se ve a un guionista magistral, dueño de un ingenio maligno, de un control molecular de los climas y de un in crescendo muy perverso, muy sofisticado. La trama gira en torno a Matías Ríos, un médico traumado pero honesto, que eventualmente se va a corromper para convertirse en un títere, un receptáculo de la maldad quinatesencial de Mortis. Pero Ríos no es el único personaje bien delineado. Toda la situación, todas las escenas, todos los diálogos nos invitan a disfrutar de una pequeña obra maestra, un drama electrizante protagonizado por un elenco complejo y cautivante.
Y la tercera historia es la que mejor se encauza en el género del terror clásico, con un brochecito medio predecible pero muy lindo, muy fino. Ahí pasa todo lo que inevitablemente tiene que pasar y abre muy lindas posibilidades para el tercer tomo.
Al nivel de los mejores logros de Ferrada y sostenido a lo largo de las 72 páginas, está el dibujo de Italo Ahumada, un dibujante realmente excelente, al que me encantaría ver en un trabajo donde no esté tan preso de las cuatro tiras por página, con no menos de ocho viñetas. Ahumada tiene muchos hallazgos, es un gran exponente del dibujo realista, pero que además incorpora un montón de las técnicas expresionistas de Alberto Breccia. Por momentos parece un Breccia careta, un Breccia domesticado, en un sugestivo maridaje con algunos dibujantes finolis del mainstream yanki (un Lee Bermejo, ponele) y con el maestro Gene Colan. Ahumada también aguanta los trapos a la hora de narrar sin textos, en algunas secuencias (siempre llenas de viñetas) que Ferrada le habilita para su lucimiento. No sé quiénes se harán cargo de dibujar el tercer tomo, pero se van a tener que esforzar mucho para que uno deje de pensar a las versiones de Ahumada como las definitivas para los personajes centrales de la saga de Mortis.
El balance del libro da bastante positivo, con momentos realmente brillantes en la segunda historia y con un dibujante decididamente sólido, en un nivel altísimo. Veremos qué pasa con el tercer (y hasta ahora último) tomo de este clásico contemporáneo de la historieta chilena.

domingo, 29 de septiembre de 2013

29/09: KAMEN Vol.1

Esta es una reseña casi al pedo. Se trata de un manga rarísimo y desconocidísimo, del cual probablemente haya un solo ejemplar en el país (el mío) y que encima, como no me gustó, no voy a seguir comprando en caso de que salgan nuevos tomos. Pero bueno, es lo que leí ayer y me lo tengo que fumar.
Esta vez me falló el olfato: cuando vi anunciado este tomo, me olió a papa fina oculta, a joyita que a la gran mayoría se le iba a escapar pero que casi seguro iba a estar alucinante. Nada más lejos de la realidad. Y en parte, caí también porque me engañaron. En ningún lado se aclaraba que este era el primer tomo de la serie y que el final no era un final, sino una artera puñalada en forma de “continuará”. De haber tenido ese dato, las posibilidades de comprar Kamen hubiesen bajado seriamente.
Lo cierto es que este es un manga del ignoto Gunya Mihara, publicado en EEUU por Gen, un sello que se jacta de editar manga alternativo, raro, que no es el que se ve habitualmente. Mi olfato (baqueteado y todo) me dice que esta gente compra por monedas material medio under, de los dojinshi (algo así como los fanzines japoneses), y lo edita en EEUU, a ver si de casualidad emboca un hitazo. El formato es medio raro, con amplias franjas blancas arriba y debajo de las planchas de Mihara y la impresión es tirando a chota, lo cual me hace sospechar que no se trabajó con materiales de reproducción idóneos.
Y todo eso importaría poco si la historieta en sí fuera realmente buena, cosa que no sucedió. Con la excusa de que esto es apenas el primer tomo de una serie de no sabemos cuántos, Mihura no explica nada. No sabemos quién es el protagonista, ni cómo obtuvo esa máscara que le habla y lo aconseja, ni si sus increíbles habilidades vienen de él, de la máscara, o de algún otro lado. Hay por lo menos tres personajes más que le disputan el protagonismo a Kamen (“kamen” en japonés significa “máscara”), y el único que está bien desarrollado y explicado es Simba, la minita, señora de la fortaleza en la que transcurre casi toda la historia. El resto del elenco está desdibujado, perdido en un contexto político y bélico que se empieza a entender cuando ya tenés muchas páginas leídas. Tampoco ayuda que Mihara le dedique muchísimas páginas a las peleas, que no son tantas, pero ocupan mucho lugar dentro del tomo, a tal punto que se hacen aburridas.
¿Qué hay para rescatar? La complejidad de la trama, para el que se banque la saga entera, probablemente juegue a favor. Y en cuanto al dibujo, los primeros planos son realmente excelentes. Mihara tiene algunos tropiezos menores en la anatomía, es vago (o le falta inventiva) a la hora de elegir los enfoques, y mezquina demasiado los fondos (casi se lo agradezco, porque cuando los dibuja, le salen chatos, sin la menor onda). Pero la rompe en las caras, que le salen en un estilo similar al de Kentaro Miura, pero menos barroco, menos sobrecargado, por ahí más cerca de Takehiko Inoue, o de los mejores trabajos de Pat Lee, aquel canadiense que amagó con revolucionar al mainstream yanki con su estilo mega-estilizado para el lado del manga.
O sea que no hay mucho para rescatar, incluso poniéndole onda. Aprovecho que estoy parando en un hotel para “olvidarme” prolijamente este tomo, porque no me da ni para cargarlo de nuevo hasta Buenos Aires. Lo cual no quita que, el día de mañana, si una editorial más seria ofrece un manga de Gunya Mihara autoconclusivo, mejor dibujado, y que tienda menos a la machaca por la machaca misma, no lo vaya a hojear a ver qué onda.

sábado, 28 de septiembre de 2013

28/ 09: HOY NO HAY NADA

Hoy me toca un viaje relámpago a Rosario, para devolverle al glorioso Max Cachimba los originales que nos facilitó para exponer en Comicópolis. Eso me comerá toda la tarde, que es el rato que normalmente tengo los sábados para leer comics y escribir reseñas, así que prometo leer algo en el micro para reseñarlo mañana, no sé si en Rosario o acá, a la vuelta.
Para Octubre todavía no tengo viajes confirmados, pero por ahí pinta un Imaginario en Santiago del Estero y me voy para allá. Veremos.
Para Noviembre, tengo dos viajes: del 9 al 19 voy a estar en Lima, un poquito de vacaciones y un poquito participando (por tercer año consecutivo) de Lima Comics. Seguramente habrá reseñas todos los días menos los de la convención (el 16 y el 17, creo). Y también en Noviembre me voy a la San Luis Comic Con, al igual que el año pasado, esta vez del 23 al 25.
En Diciembre me toca volver a Mendoza, a una nueva edición (la cuarta ya) de Unicomix, que va a ser el finde del 14 y el 15, y lo más probable es que el finde siguiente esté en Montevideo, no sé si con alguna actividad pública, o simplemente visitando a mis amigos y al querido país vecino al que este año todavía no fui.
Para cumplir con esta agenda, me pierdo varias cosas que van a suceder en Buenos Aires (la próxima edición de Dibujados, por ejemplo), pero bueno, no me puedo quejar. La ruta me llama y yo, que soy un adicto a los viajes y a los eventos de historieta, no me resisto en lo más mínimo al llamado.
Más adelante, algún día que no llegue a leer algo o a postear la reseña, cuento un cachito más acerca de estos eventos: dónde se hacen, qué invitados van a estar, etc. Ahora corto, porque me tengo que ir a Retiro a tomar el bondi.
Gracias por el aguante y hasta mañana!

viernes, 27 de septiembre de 2013

27/ 09: iZOMBIE Vol.4

Se termina otra serie que vimos acá en el blog desde el principio, la enésima propuesta de Vertigo que arrancó muy arriba y terminó cancelada prematuramente, con menos de 30 episodios publicados. De todos modos, Chris Roberson la pilotea con muchísima clase para cerrar absolutamente todos los plots abiertos en los tomos anteriores, tarea nada fácil porque esta era una serie con un elenco riquísimo, muy variado y muy complejo, y con el juego muy bien repartido entre Gwen (la protagonista) y todo el plantel de secundarios.
Este último tomo es larguísimo, trae 10 episodios de los 28 que duró iZombie, y casi no tiene desperdicio. Digo “casi” porque hay un unitario centrado en el pasado de la agente Kennedy (la jefa de los Dead Presidents) que en otro contexto hubiese estado bueno, pero puesto ahí, en la antesala del último arco argumental, pierde un poquito de sentido. Y lo dibuja Jim Rugg, habitué de muchas antologías reseñadas en el blog, que a pesar de ser bueno, empalidece frente a los otros dos dibujantes que participan de este tomo, a los que voy a nombrar después.
Larguísimo y todo, el último recopilatorio se hace llevadero por lo que decía antes: pasan miles de cosas, porque Roberson necesita cerrar miles de puntas que tenía abiertas. El final es grandilocuente, apocalíptico, a una escala inmensa y si bien no te voy a contar cómo termina, tengo que destacar, por un lado, los huevos del guionista para pegarle un último (y genial) giro a Gwen, y por el otro, la sabia decisión de terminar con la farsa de que todo este festival de los freaks y las criaturas sobrenaturales no trasciende nunca fuera de Eugene, Oregon. Lo que pasa al final es tan heavy, que el mundo entero se entera de lo que vivieron nuestros héroes (y villanos) en este pueblito y de pronto es imposible no blanquear la existencia de zombies, fantasmas, vampiros, criaturas tipo Frankenstein y demás fauna crepuscular con la que Roberson pobló (con muchísima onda) las páginas de iZombie.
Decía antes que el guionista logra, en estos 10 episodios finales, cerrar todos los plots pergeñados en los tomos anteriores. ¿Y los cierra a todos igual de bien? No, ¿para qué te voy a mentir? En el maremagnum vertiginoso del apocalipsis que se viene, hay algunas líneas argumentales a las que Roberson no les da toda la bola que uno quisiera, personajes que no se disuelven entre los decorados, pero que no terminan de desarrollarse ni de aportarle a la trama general todo lo que uno suponía que podrían aportar. Gavin, Spot, Dixie, el abuelo de Spot y la bandita de las chicas vampiro, por ejemplo, pintaban para mucho más, y seguramente, si la serie hubiese continuado, habrían tenido más protagonismo en los futuros arcos argumentales. No pudo ser.
De todos modos, iZombie pasa a la historia como una serie realmente exquisita, no sólo porque el final está bueno, o porque Roberson logró entretenernos con una sólida interacción entre los personajes, sin bajarse nunca del tono de comedia ni siquiera cuando el mundo estuvo a punto de ser fagocitado por una criatura lovecraftiana. Por sobre todo eso, estuvo y estará siempre el dibujo del inmenso Michael Allred, prócer absoluto del Noveno Arte, que acá vuelve a dejar la vida en cada viñeta. Michael y Laura, su esposa y colorista, imponen su personalísima impronta y se salen con la suya: iZombie va a ser recordado siempre como uno de los grandes trabajos de Allred, más allá de que el guión no fuera suyo. El creador de Madman derrocha magia en cada viñeta, en cada detalle, y le saca un jugo alucinante (y finamente irónico) a la contradicción entre personajes jóvenes, cool y atractivos y su condición de zombies, vampiros, fantasmas o monstruos. Además del unitario que dibuja Rugg, hay un episodio de la saga central que Allred le habilita a un suplente de lujo, J. Bone, un gran dibujante muy en la línea de Bruce Timm y el Darwyn Cooke más zarpado, más pochoclero.
Y nada más. Ojalá esta serie hubiera seguido muchos números más, porque estaba buenísima. Y ojalá cuando empiece a leer FF me lo encuentre a Allred tan compenetrado con los guiones de Matt Fraction como lo vi acá con los de Chris Roberson. Gracias por la magia.

jueves, 26 de septiembre de 2013

26/ 09: ROAD STORY

Esta es, para algunos, la primera novela gráfica chilena, la que arrojó la primera piedra en esta especie de nueva primavera del comic trasandino. Salió en 2007 cuando –me consta porque estuve en Chile en 2008- no había nada parecido, o por lo menos nada parecido que se viera en un circuito no underground. Road Story originalmente fue un cuento del escritor Alberto Fuguet, y después fue adaptado a la historieta por Gonzalo Martínez, un historietista seminal, que con sus flamantes 52 años es considerado un maestro por dos generaciones de autores chilenos, casualmente los protagonistas de este momento de tanta ebullición editorial.
Martínez acumula varios logros a lo largo de estas casi 120 páginas, de los cuales uno se destaca por sobre los demás: si no sabés que originalmente esto era un cuento, no tenés forma de darte cuenta. La historieta se lee como historieta, como un guión escrito desde el vamos con la intención de ser leído en forma de relato secuencial, con textos, dibujos y la interacción entre ambos. Olvidate de los masacotes de texto, olvidate de las escenas imposibles de graficar. No sé cómo estaba plasmado el cuento de Fuguet en su versión original, pero lo que nos muestra Martínez es un comic sin fisuras, con ritmo de comic, con una narrativa ágil, con las secuencias perfectamente orquestadas y con el espacio suficiente para que los dibujos (no sólo las palabras) nos cuenten cosas importantísimas que suceden en la trama.
Esta última no es nada del otro mundo. No creas que pasan cosas alucinantes, impactantes, o demasiado originales. Se trata de una historia muy realista, muy introspectiva, apoyada sobre todo en una excelente construcción de personajes. Rápidamente uno se identifica con Simón, y la historia no hace más que meternos más y más en la psiquis de este limado que un día estafó a la empresa de su familia y se fue a recorrer las rutas del sur de los EEUU, sin más motivaciones que estar solo y al pedo. Es una historia que bien podría haber escrito Adrian Tomine, para que te des una idea. De hecho, como los comics de Tomine, termina cuando menos te lo esperás, justo después de que sucede un hecho importante, con mucho potencial para hacer crecer la trama o dispararla en una nueva dirección. El final es anticlimático, abierto, raro, pero no se le puede pasar la factura a Martínez porque –sospecho- está tomado del cuento de Fuguet.
Lo que sí es responsabilidad de Martínez es el estilo gráfico elegido para la historia. La lógica indicaba agarrar para el lado de Tomine, o de Daniel Clowes, o de algún otro autor de historias intimistas con un twist perturbador, de esos que cuidan muchísimo los detalles en la ambientación, la ropa, los peinados, el lenguaje gestual, etc. Martínez deja la vida en la ambientación, la ropa, los peinados, los autos... pero no tiene ni por casualidad el dominio del lenguaje gestual de un Tomine, en parte porque opta por un grafismo que va para un lado muy distinto del que sugiere el “guión”. En las caras de los personajes, Martínez parece un clon diluído de Chris Sprouse, en esa línea cool y limpita tan típica del mainstream yanki de los ´90, una especie de Jeff Moy, el que dibujaba Legionnaires, ¿te acordás? Dentro de esa línea, lo de Martínez es correcto, no confunde el grafismo de estos dibujantes con la estridencia narrativa que uno asocia a los comics de superhéroes. Pero le falta originalidad, se echa de menos una voz más propia, una impronta más personal.
Road Story es una muy buena historia, atípica, por momentos muy atrapante, con un protagonista muy bien trabajado y con un final que uno no se espera. No es imprescindible ni maravillosa, pero sirvió para abrir nuevas puertas en el mercado chileno y nos sirve a nosotros sobre todo para descubrir la inmensa gama de recursos narrativos que maneja Gonzalo Martínez, un autor casi desconocido en nuestro país (aunque su más reciente trabajo tuvo edición local) al que vamos a volver a visitar acá en el blog.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

25/ 09: CRONICAS DEL LEJANO OESTE

Ooootra antología, esta vez integrada por nueve relatos en los que Alejandro Farías nos invita a recorrer un lejano oeste mezclado con tecnología futurista. Los tópicos del western, con tecnología de ciencia-ficción, en un universo cohesivo, donde las mismas reglas se le aplican a los protagonistas de todas las historias que, aunque no se cruzan entre ellos, habitan claramente un mismo paisaje histórico y geográfico. La consigna está muy buena. Los resultados, no tanto.
La primera historia es la más extensa. Son 22 páginas, que Farías emplea para presentar un poco al mundo donde se sitúa la antología y, ya en la segunda mitad, contar una historia clásica, al ritmo de una aventura violenta y vibrante. Hasta ahí, bien. Los problemas llegan de la mano del dibujo. Esta era una historieta para ser publicada a color. Los grises (aplicados por Rodolfo Paz) le restan claridad al dibujo de Segundo Moyano y le agregan confusión a una narrativa que, cuando estalla la machaca, se hace sumamente confusa. Aún con tropiezos en la narrativa, el dibujo de Moyano es atractivo y sólido. No puede decirse lo mismo del de Jorge Endizzi, quien se hace cargo de los flashbacks. El resultado general es desparejo, deslucido, una oportunidad desaprovechada.
La segunda historia tiene 20 páginas, apenas dos menos que la primera, y está bien planteada, pero muy estirada. Con 8 páginas menos, pegaría mucho más. El dibujo le pertenece a Daniel Mendoza (que estuvo también en Crónicas del Hombre Frío) y está bien, es un dibujante correcto, solvente, sin mayores dificultades y sin genialidades ni hallazgos asombrosos para destacar.
La tercera historia probablemente sea la que más me gustó. Le sobran un par de páginas (tiene 12), pero es un guión muy potente, que propone un in crescendo en la tensión muy, muy notable. Lo dibuja Fabián Mezquita, también de modo muy prolijo, muy correcto, con un hermoso homenaje al maestro Juan Zanotto y una narrativa impecable.
La cuarta es una de las más flojas. Sus seis páginas apenas esbozan una anécdota muy menor, protagonizada por un personaje que, con más espacio para desarrollarse, podría ser muy interesante. El dibujo es de Darío Brabo, al que le falta mucho para jugar en Primera. El estilo es poco original, la anatomía tiene errores, la narrativa es pobre... Poco para rescatar en esta historia, lamentablemente.
La siguiente también está un poco estirada: Farías emplea 12 páginas para narrar algo que se podría haber narrado tranquilamente en ocho. Es una linda historia, tensa, con un muy buen giro en el final, con un cierto olorcito a esas historias de pactos satánicos con letra chiquita de las antologías de misterio setentosas de DC. Y sin pactos satánicos! El dibujo corrió por cuenta del notable Adrián Montini, en un estilo raro, más sucio que en sus trabajos habituales, y también se desluce un poco al tener toda esa gama de grises en lugar de color. Pero como está muy bien dibujada, se sufre poco.
La que dibuja Gabriel Keppl no la pude leer, porque la faz gráfica me lo impidió. Pareciera que el dibujante se esforzara por hacer incomprensible la historia, por quitarle todo atractivo. Conmigo lo logró. No tengo idea de qué se trata el guión y no me interesa averiguarlo. Le sigue la de Javier Solar, siete páginas sin textos ni diálogos. Está bien: es redonda, dura lo que tiene que durar, y Solar no afana a Carlos Meglia ni a Humberto Ramos, lo cual es digno de ser destacado.
La que dibuja Jok no es una historia muy original, pero está contada de modo muy ingenioso. Los textos te van llevando muy bien, te van metiendo a fondo en la trama, y el dibujo es excelente, repleto de detalles, con los enfoques muy bien elegidos, los climas muy bien sugeridos y la narrativa perfectamente planificada para que lo que sucede en la historia pegue fuerte.
Y cerramos con las seis paginitas que dibuja Diego Aballay, otro artista muy prolijo y muy correcto. Acá también, Farías le pone todas las fichas al giro impredecible del final y logra un remate impactante, de nuevo emparentado con las historias de las antologías de misterio de DC.
No estamos ante un libro imprescindible (como lo fueran La Fábrica o Mi Buenos Aires Querido), ni ante una antología fallida, sin ningún atractivo para el que quiera pasar un buen rato. Crónicas del Lejano Oeste clava en el medio, con algunos relatos muy buenos, otros medio flojos, y dibujantes de calidad muy disímil, con grossos y crotos conviviendo en un bizarro cambalache viñetil. Habrá más material de Alejandro Farías en las próximas semanas, acá en el blog.

martes, 24 de septiembre de 2013

24/ 09: MESSAGES IN A BOTTLE

Otra vez me aventuré con comics anteriores a 1960, pero confiado, casi seguro de que me esperaban muchas páginas de papa muy fina. Es que con Bernie Krisgtein era difícil ensartarse: se trata de un dibujante extraño, semi-oculto, un tipo tan grosso, tan adelantado a su época que necesariamente duró poco en aquella industria del comic yanki en la que el material se producía por kilo y los autores eran esclavos mal pagos, cuasi-anónimos, a los que los editores manoseaban si el menor respeto.
Aún con todo en contra, Krigstein se la bancó unos 13 años (con algunas interrupciones) y sobre todo a partir de 1950, logró imponer un sello personal, en el que su talento se veía tan claramente que la mediocridad de los guiones no lo lograba eclipsar. Y cuando en la EC le dieron buenos guiones, el tipo creó clásicos memorables, gloriosos aún hoy, como la inolvidable Master Race, y otras joyas de las que se habla poco, porque son difíciles de encontrar. Por suerte este libro cubre esa injusticia ampliamente, con muchos bonus tracks maravillosos, entre ellos la posibilidad de tener mucho material de los ´50 recoloreado ahora por la maestra Marie Severin.
A lo largo de casi 250 páginas de historieta, este tomo nos invita a recorrer toda la carrera de Krigstein, desde que empezó como un clon choto de Jack Kirby (del Kirby de los ´40, que a mi no me gusta) hasta que se convirtió en un verdadero prócer de las viñetas. En el medio lo vemos experimentar con un montón de técnicas y estéticas distintas: lo vemos cebarse con las manchas onda Roy Crane y Milton Caniff, con el realismo elegante de Alex Raymond, con el arte oriental, con la línea clara (sin manchas ni sombras, sólo contornos y color), con las tramas mecánicas, con un estilo muy elaborado, mezcla de Joe Kubert y Alex Toth, y sobre todo lo vemos experimentar a lo bestia con la técnica narrativa de descomponer la imagen en múltiples viñetas, para mostrar muchas más facetas de la acción y manejar con otro pulso el timing del relato. Esto llega al paroxismo en una historieta de cuatro páginas... con más de 75 viñetas! Y nos remite a una eterna frustración de Krigstein, que fue la de tener que remar siempre contra historias muy cortas, en las que no tenía espacio para desplegar todos sus recursos artísticos, que eran muchos.
La otra frustración de Krigstein eran los guiones, habitualmente anodinos, intrascendentes, predecibles... nada de lo que no se quejaran otros grandes dibujantes de los ´50. Y la verdad es que acá muchas veces hay que fumarse guiones bastante pavotes para disfrutar del arte del maestro. Por suerte están esos clásicos de la EC, donde tenemos una historia sobre el holocausto, una en la que el protagonista es gay, varias en las que se imponen los climas densos, sombríos, ominosos... El resto, todo muy dentro de los cánones muy gastados de casas embrujadas, soldados valientes que luchan contra enemigos de pésima puntería, avechuchos que se pasan de listos y terminan muy mal... lo de siempre.
De todos modos, como ya señalé antes, la mano maestra de Kirgstein, su trazo versátil y elegante, su criterio exquisito para componer la viñeta, su talento para la puesta en página, brillan por encima de la chatura de la mayoría de los guiones. El tipo se resistió desde el primer día a pensar a la historieta como algo descartable, como un producto “por kilo” y en estas páginas se ve claramente el laburo extra, la dedicación desmedida, la onda que el artista le ponía a cada trabajo, aunque después se editara para el orto en revistas truchísimas de editoriales crotas. Y eso lo enaltece aún más.
Si nunca escuchaste hablar de este faro vanguardista, no te sientas un ignorante, ni un improvisado que empezó ayer. Bernie Krigstein es un autor definitivamente de culto, con un paso breve por los comics, siempre lejos de los personajes conocidos (y de los otros), del que poca gente leyó muchos trabajos, por lo menos hasta que se editó este libro. Si lo ubicabas por las entrevistas a Frank Miller, que lo nombra siempre porque fue su maestro en la Manhattan´s High School of Art & Design, acá lo vas a ver crecer y acariciar la gloria, a pesar del momento de mierda en que le tocó insertarse en esta industria. Posta, aún hoy hay muchísimo para aprender de este genio oculto del Noveno Arte.

lunes, 23 de septiembre de 2013

23/ 09: LA VIDA EN COMIC...

Este voluminoso tomo recopila historietas autobiográficas de cinco autores chilenos que se lanzan de lleno a la no-aventura de contar sus vidas en viñetas. Veamos cómo les fue.
Arrancamos con casi 50 páginas de Gaspar Pujadas, un dibujante chileno que cuenta su vida acá en Buenos Aires. La verdad, muy flojito. El dibujo tiene mucha búsqueda y poco hallazgo, cuando quiere ser gracioso rara vez lo logra y cuando se pone a reflexionar o a filosofar naufraga en la intrascendencia.
Seguimos con una chica llamada Shan!, que me parece que es la que logra los mejores resultados. Primero, porque plantea todo en el exigente formato de tira, como si publicara en un diario, y se re-banca esa elección. Shan! tiene el timing de los buenos humoristas gráficos, los que saben plantear y rematar en espacios chicos, y además –sin salir de su vida real- logra momentos de verdadera comicidad. Todo sostenido en un estilo muy, muy marcado, que es el chibi, la vertiente humorística en la que incursionan muchas autoras de manga. Shan! maneja de taquito estas convenciones y estas deformaciones y, sin ser genial, ofrece unas cuantas páginas de lectura muy amena, muy dinámica.
El tercer artista en presentarnos su vida en viñetas es Necrotax, un dibujante al que todavía le falta mucho. Su búsqueda va mitad por el lado dark del estilo académico-realista, mitad por el lado de dibujantes más estilizados, tipo Paul Pope , más alguna influencia del manga. Por momentos, sobre todo en las últimas planchas, parece un clon de Salvador Sanz que se quedó a mitad de camino. Las historias cotidianas de Necrotax dejan bastante margen para la imaginación y el delirio, e incluso para flashbacks a otras etapas de su vida, con lo cual no llega nunca a aburrirnos. Cuando se afiance en su estilo gráfico, este autor se puede poner interesante.
En el siguiente tramo me reencuentro con Claudio Rocco, el dibujante de Trolley, aquel comic reseñado a fines del mes pasado, protagonizado por tranvías. Rocco opta de nuevo por un dibujo muy, muy sencillo, en la línea de los humoristas yankis más minimalistas (un Tom Wilson, ponele) o de Fujiko Fujio, la dupla responsable de El Gatito Doraemon. Es un estilo bien definido, donde todo lo que no está desaparece no por impericia, sino por decisión del autor. La embarra un poco en las últimas planchas, cuando mete esos grisados feos, sin criterio, que por ahí hubiesen quedado bien si el libro se publicaba a color. Los chistes... ni fu ni fa. Se agradecen ciertos chispazos de mala leche y el homenaje a El Eternauta, pero no hay demasiadas ideas que uno no haya visto ya mil veces.
Y el tomo cierra con casi 50 páginas de Yako, el dibujante más pretencioso de los cinco. Yako se debe creer que es un capo de las artes plásticas volcado a la historieta. Sobredibuja groseramente, mete 8.000 técnicas de entintado en cada viñeta, por arriba de la tinta mete rayones blancos, texturas, aguadas... una sobredosis de recursos que no logran ocultar que lo más importante (el dibujo) es decididamente precario. Narrativa, ni en pedo. Estas son las páginas con menos manejo de la narrativa de todo el tomo, lo cual es bastante decir. Y las historias son básicamente aburridas, depresivas, grises. Sólo tengo para rescatar el hecho de que Yako es el autor que más se mete con el contexto social que hoy sufren los jóvenes chilenos. En varios pasajes de Yako se ve claramente cómo opera el capitalismo salvaje en el país vecino y cómo deja a la mayoría de sus habitantes sin educación, sin salud, sin derechos laborales, sin esperanzas.
El balance del libro no me dio positivo, en absoluto, y por si faltara algo está muy mal encuadernado y es casi imposible leerlo sin quedarte con hojitas sueltas en la mano. Dejémonos de chorear un par de años con la autobiografía, o pongamos huevos tamaño tiranosaurio para contar historias reales, pero con onda, emoción y talento genuinos.

martes, 17 de septiembre de 2013

17/ 09: ES HORA DE HACER HISTORIA

Mañana no sé si habrá reseña y del jueves al domingo, seguro que no. El motivo del parate no puede ser más feliz.
Del 19 al 22 se viene la primera edición de Comicópolis, y va a pasar a la historia. No lo presiento, no lo intuyo. Lo sé. Me siento a escribir esto cuando faltan un poco más de 48 horas para abrir el evento y ya no tengo la menor duda. Ya no me importa si nos ayuda el clima, si salen muchas notas en los medios... No me importa nada, porque siento una sensación que -por suerte- ya me tocó sentir otras veces, y es la de estar embarcado en un proyecto bisagra, destinado a marcar un antes y un después en la historia de la historieta argentina y su entorno.
Comicópolis no es el primer evento a gran escala que aparece en el fascinante mundo del comic, el humor gráfico y aledaños. Argentina, coherentemente con su inmensa tradición en materia de historietas, tiene también una tradición en materia de eventos “de alta gama” que se remonta a fines de los ´60 cuando brillara en el Instituto Di Tella una Bienal de real jerarquía internacional, que no logró sostenerse en el tiempo. En los ´70 la posta la tomó la Bienal de Córdoba, entre los ´70 y principios de los ´80 el Encuentro del Humor y la Historieta en Lobos, sobre fines de los ´80 y principios de los ´90 el Salón del Humor y la Historieta de Santa Fe, y entre 1996 y 2000 -con una matriz cultural y de consumo, un público y un enfoque totalmente distintos- fue el turno de Fantabaires, aquel recordado intento por trasladar a nuestro país el formato de las convenciones masivas de EEUU, imitado hasta hoy en casi todo el mundo.
En esa oportunidad me tocó estar en la organización desde el principio, desde que todo parecía un sueño o un delirio, hasta que el evento se materializó y se convirtió (por lo menos durante unos años) en un éxito resonante, que hoy sobrevive en el terreno de los mitos y leyendas del “palo comiquero” local e incluso entre los fans de los países vecinos. Desde que me desvinculé de la organización de Fantabaires (luego de la edición del ´99) hasta hoy, pasaron miles de cosas. Cambió mi vida, cambió el país, cambió el mundo, para muchos cambió la forma de relacionarnos con la historieta, y por supuesto la forma de pensar un evento de este tipo. Mil veces me colgué a imaginar qué cosas de las que hicimos en los ´90 no haría hoy en un hipotético evento a gran escala, qué agregaría, dónde pondría el énfasis, qué eliminaría... Invariablemente las ideas me llevaban hacia donde estamos hoy, hacia un evento muy parecido a lo que es hoy Comicópolis.
Es muy loco que la vida me haya dado esta segunda oportunidad, la posibilidad de ver surgir desde cero, de ayudar a moldear desde el origen a un nuevo evento con todo para imponer un nuevo paradigma en la escena local. Pero me tocó y estoy inmensamente agradecido. Porque sucedió y porque sucedió de un modo inmejorable, en un clima de trabajo realmente maravilloso, en compañía de gente de una idoneidad a prueba de balas, comprometida a pleno con la propuesta, decidida a no dejar esfuerzos sin hacer a la hora de que lo que nosotros soñamos se pudiera plasmar en la realidad. Los que me conocen saben que soy un apasionado de la historieta y que me encanta trabajar en proyectos como este, aunque todo esté en contra, aunque haya que remar en el océano de polenta para alcanzar no mucho más que un empate. Esta vez, trabajamos muchísimo, pero nunca sentí que teníamos todo en contra, o que el océano de polenta nos estaba por tragar. Por el contrario, sentí el apoyo, la contención, y sobre todo la convicción de que el barquito iba a llegar a buen puerto. Y es todo mérito de una tripulación fabulosa, que me enorgullezco de haber integrado.
Vuelvo al principio, a la certeza. Al dato duro que dice que en Argentina nunca tuvimos un evento así, con este perfil, con esta magnitud, con esta cantidad (y calidad) de invitados, con esta cantidad de muestras, con esta diversidad y jerarquía en la oferta de charlas, talleres y actividades para los más chicos, con esta puerta que se abre con la visita de seis representantes de las editoriales líderes de cuatro países. Y de ahí me voy a la satisfacción, a la alegría de volver a sentirme parte de un momento histórico, de un quiebre para mejor. Y de nuevo a la gratitud, por haber podido jugar de local en un lugar tan maravilloso como Tecnópolis, un orgullo nacional, la Disneylandia de los nerds. Y a la ilusión y a los sueños, porque este Comicópolis es sólo el primer Comicópolis y pronto habrá que empezar a imaginar el segundo.
Quisimos crear un evento que reflejara (y en lo posible potenciara) el gran momento por el que pasan la historieta argentina, latinoamericana y mundial. Y a horas de la inauguración, le siento el gustito a éxito, oigo el ruido de una bola gigante que se echó a rodar y no va a ser fácil de parar, huelo el perfume que se pone la historia cuando nos invita a bailar con ella, estrecho con firmeza la mano de los amigos con los que llegamos hasta acá. La vista no se suma a este jueguito. La vista me la guardo para seguir leyendo historietas.

Toda la data del evento está en Facebook, Twitter y http://tecnopolis.ar/2013/comicopolis

lunes, 16 de septiembre de 2013

16/ 09: EL PEQUEÑO SPIROU Vol.5

Mientras toda Bélgica festeja los 75 años de Spirou, este blog no puede mirar para otro lado. Así que acá estoy, firme junto a los maestros Tome y Janry, la dupla que tuvo a su cargo a Spirou durante muchos y muy gloriosos años, hasta que recibieron una patada en orto a causa del álbum titulado “La Machine qui Reve”, que también tendrá su reseña antes de fin de año en este blog. Por suerte, a Tome y Janry los dejaron seguir jugando con un chiche que inventaron ellos, el Pequeño Spirou, protagonista del inolvidable álbum La Juventud de Spirou.
El tomo abre con una historieta de seis páginas y cuando esta termina, arranca una sucesión de historietas de una sóla página, sin continuidad, pensadas para leerse en cualquier orden, estructuradas en forma de chiste, con un desarrollo mínimo, pensado para desembocar en el gag final. Algo muy, pero muy parecido a lo que ya vimos en los álbumes de Titeuf, del maestro suizo Zep. De hecho, si hay algo choto en El Pequeño Spirou es que se superpone DEMASIADO con Titeuf, son historietas casi gemelas. Las dos giran en torno a un pendejo kilombero de la escuela primaria, que protagoniza las clásicas travesuras de los chicos (algunas realmente macabras) y empieza de a poco a entender qué le pasa a los varones en presencia de las mujeres. Janry no dibuja pitos, pero sí mucha ropa interior: calzoncillos, bombachas, corpiños, baby dolls, bikinis microscópicas, mucha gente en bolas mínimamente cubierta con... algo... Y unas minas espectaculares, mucho más sensuales que las de Zep.
El dibujo de Janry es perfecto, es la lógica continuación de la línea del genial André Franquin. Mantiene perfectamente ese dinamismo, esa expresividad, esa sensación de descontrol, a tal punto que a nadie le sorprendería si de pronto apareciera Gaston Lagaffe, tropezándose con algo. El personaje más “franquinesco” es el Sr. Colilla (Mégot, en francés), el profe de gimnasia chanta, vago, pajero, alcohólico y fumador empedernido, a veces víctima y a veces victimario de Spirou y sus amigos. Pero toda la tira respira ese clima irrestistible de los chistes de Gaston Lagaffe, que es donde late el Franquin quintaesencial.
Las breves historietas de El Pequeño Spirou están muy bien escritas, con un gran timing para la comedia por parte de Tome, mucho ingenio para no repetir situaciones, muchos recursos humorísticos, y la (a mi gusto sabia) decisión de habilitarle bastante protagonismo a los adultos, especialmente al Sr. Colilla. Lo más bizarro es que los padres y el abuelo de Spirou (que aparecen poquito) también usan el gorrito rojo típico del botones creado hace 75 por Rob-Vel. La traducción castellana funciona muy bien, pero se pierde un chiste muy bueno: la profe de matemáticas es una bomba atómica, llamada (en francés) Claudia Chiffre, que es un juego de palabras con “chiffre” (cifra) y Claudia Schiffer, la inolvidable supermodelo de los ´90. En castellano, la profe se llama simplemente Cifra, un nombre que no remite a ninguna bestia alemana.
No me voy a poner a contar los chistes, así que la reseña va a quedar corta. Sólo quiero subrayar que Tome y Janry fueron lo mejor que le pasó a Spirou después de Franquin. En esta serie demostraron que, además de crear las aventuras más heavies, más dramáticas y más complejas del Spirou adulto, esas que nos hicieron vibrar y saltar más de una vez de la silla, también se la re-bancan a la hora de sacarnos una sonrisa, ya sea por el lado del slapstick, de la ternura o de la picardía. La dupla ya lleva realizados 16 álbumes de El Pequeño Spirou y obviamente no da para comprarse todos, porque debe ser un embole leer taaaantas páginas de lo mismo (sobre todo si además leés a Titeuf). Pero uno de estos libritos por año, me clavo con gusto. Por suerte en España están bien editados por Kraken.

domingo, 15 de septiembre de 2013

15/ 09: FURY MAX Vol.1

Era hora de que Garth Ennis volviera a escribir comics de Nick Fury y en 2012 se nos dio. Felizmente le dieron luz verde para incursionar una vez más en el sello MAX, que es el que permite subir la apuesta en materia de gore, sexo y puteadas, como para darle un tono más jodido a las aventuras de este milico que se enamoró de la guerra y no la puede abandonar.
La idea de Ennis para estos 12 episodios (de los cuales el primer tomo recoopila seis) es contarnos varias guerras sucias, posteriores a la Segunda Guerra Mundial, en las que mojó EEUU casi siempre con penosos resultados. El primer arco nos lleva a Indochina, en 1954, una época y un lugar donde también nos metimos a fondo en la reseña de By the Numbers, el comic que vimos el 7 de Mayo de este año. Y el segundo, a la invasión en Bahía de Cochinos, la que nos narrara hace poco Spain Rodriguez como parte de su biografía del Che Guevara. Es una idea bastante rara, porque uno ya sabe todo lo que va a pasar. Ennis respeta los resultados que se dieron en el mundo real, con lo cual uno ya sabe que Dien Bien Phu va a caer y que Fidel Castro no va a morir y sus revolucionarios le van a patear el culo a los yankis. No está el suspenso, la emoción de enterarse cómo le va a ir a Nick Fury en las misiones: sabemos de antemano que va a perder.
La gracia pasa por otros dos lados. Por un lado, siempre es un placer ver a Ennis bajar línea contra la CIA y contra las operaciones de EEUU en el Tercer Mundo, en general. En la saguita en Indochina también aprovecha para pegarle a los franceses y su tibio intento de preservar sus prerrogativas colonialistas, y a los nazis, porque en 1954 todavía quedaban sueltos un par de muchachos que masacraron a “las razas inferiores” en nombre del Tercer Reich. En la saga de Cuba se caga de risa de lo mal planificada y ejecutada que estuvo la invasión y cuestiona seriamente el rol que jugó John F. Kennedy, pero no se pone la camiseta de Fidel. La escena de torturas más aberrante del libro está protagonizada por un revolucionario cubano, que no tiene reparos en convertirse en verdugo de los invasores yankis, algo que –si le creemos a Spain Rodriguez- Fidel y el Che no habrían permitido nunca.
Por el otro lado, Ennis arma un muy lindo elenco para estas aventuras, obviamente con Nick Fury al frente. Amante de los cigarros, el whisky y las putas, mal hablado y cínico, Fury sigue por el camino trazado por Ennis hace más de 10 años, en su primera miniserie para el sello MAX. No sé si desde entonces ha habido un retrato más acertado de este viejo héroe de los comics bélicos de Marvel. Entre los secundarios se destacan George Hatherly (lo más parecido a un “bueno” que tiene la serie), el advenedizo diputado Pug McCuskey y la infartante Shirley DeFabio, un minón infernal que a la hora de las trompadas mete miedo y a la hora de las caricias, mucho más. Y como en todos los comics de guerra, aparecen más milicos que –tras amagar un par de páginas con convertirse en personajes relevantes- caerán en combate cuando la cosa se pase de castaño oscuro.
A cargo del dibujo tenemos al croata Goran Parlov, en un gran nivel. Parlov es una mezcla de Walt Simonson, el mejor Ron Garney, Oswal, el mejor Cliff Chiang, Giancarlo Alessandrini y algunas cositas de Jordi Bernet. Un dibujante completísimo, con un trazo muy versátil, al que claramente le gusta más laburar que chorear fotos. Para mi gusto, abusa un poco de la grilla widescreen (la “apilada” de viñetas horizontales), pero por suerte esto no resiente demasiado a la narrativa, que resulta sumamente fluída y entretenida, incluso cuando nos topamos con extensas secuencias de diálogos. Muy buen trabajo de este dibujante nunca valorado en toda su dimensión.
Me queda un segundo tomo de Fury MAX, seguramente para el año que viene, en el que el viejo Nick se enchastrará peleando para los yankis en otras guerras mugrientas, en otras misiones encubiertas que probablemente salgan mal. Si te gustan los diálogos groseros, directos y punzantes del mejor Garth Ennis, o si te divierte ver al irlandés en su género favorito (el bélico), o compartís su visión tremendamente crítica del rol de los EEUU durante la Guerra Fría, esto te va a encantar. Y si te bancás al Nick Fury menos heroico y más hijo de puta, no te quedes afuera de este festival de la runfla, las masacres, las torturas, las mutilaciones y los garches, escrito con muchas pilas y mucha mala leche por un guionista que –en obras como esta- justifica la desmesurada devoción que le profesan sus fans.

sábado, 14 de septiembre de 2013

14/ 09: FUMETSU

Vamos con otro comic chileno, este editado hace muy poquito, en Abril de este año, para coincidir con el evento al que tuve la suerte de ser invitado. El guionista es Felipe Benavides (también conocido como Flint), uno de los coordinadores del regreso del Dr. Mortis que vimos hace justo dos semanas. Y el dibujante es Fernando Pinto, a quien no conocía. La portada, como no podía ser de otra manera, la coloreó Kóte Carvajal, el Dave Stewart chileno.
Lo más atractivo de Fumetsu es el planteo: en un futuro distópico en el que la civilización colapsó, la humanidad (desunida y sin tecnología) se convirtió en presa fácil para una raza alienígena que vino a quedarse con todo y ahora la última esperanza de nuestra raza es que despierte Fumetsu, un samurai noble, valiente y cuasi-inmortal, que pondrá su poderosa espada al servicio de la resistencia humana contra los Warui. La premisa garantiza acción, post-holocausto, artes marciales, chumbos y elementos sobrenaturales, como para que a la historia no le falten argumentos gancheros. Ah, también hay una nena de 12 años con un gigantesco perro-oso que parece salido de un film de Miyazaki, por si faltaba una cuota de ternura, o de humor más naïf.
A lo largo de estas 48 páginas, Benavides narra el equivalente a dos episodios de una típica serie mainstream yanki. De hecho, cuando van justo 24 páginas se produce la primera pausa marcada en el relato, que “señaliza” el fin del tramo inicial y el comienzo de otro que tomará otro rumbo y sumará a otros personajes al elenco. Como en las series actuales del mainstream yanki, en cada “bloque” de 24 páginas de Fumetsu pasa muy poco. Y no porque el guionista nos inflija infinitas escenas de cabecitas que hablan o se miran en silencio, sino porque el núcleo de cada uno de estos bloques es la machaca. En ese sentido, Fumetsu se acerca mucho más al manga, más precisamente al shonen: Benavides y Pinto nos bombardean con extensas peleas narradas sin textos, con una descomposición de la imagen que multiplica la cantidad de viñetas en cada página. Así, la machaca aparece graficada en detalle, acción a acción, golpe a golpe, con varias imágenes para mostrar un salto, una caída o una espada que se desenvaina.
El efecto de esto es que la historieta te ofrezca poca lectura y mucha “golosina visual”, algo que si te gusta leer es medio choto, porque vas a terminar el librito muy rápido y te va a quedar la sensación de haber leído algo muy breve, casi efímero. Lo cual además es una pena, porque el contexto en el que se desarrolla la historia tiene mucho potencial para emprender un relato más complejo, para indagar un poco más en el contexto en el que se desarrolla la trama y –sobre todo- en la psiquis de los personajes, que son atractivos pero poco profundos, como las modelos de las publicidades.
Lo que no se puede discutir es que Fumetsu es un comic muy entretenido, vertiginoso, casi sin pausas, en parte gracias al despliegue visual que propone Fernando Pinto, un dibujante que me hizo acordar muchísimo a lo que hacía Enric Rebollo en los ´90, en El Víbora y en la recordada colección Brut, de La Cúpula. Pinto no dibuja a los personajes gordos (un yeite típico de Rebollo), sino que busca una estilización más marcada, más cerca del dibujo que predomina en el mainstream yanki. Y le sale bastante bien. Sin ser un virtuoso, logra plasmar en la página todo lo que pide el guión y se luce con creces a la hora de narrar en imágenes esas extensas peleas de las que hablábamos antes. En la narrativa, en la elección de los ángulos y en la aplicación de los grises es donde mejor le va a este dibujante, que todavía tiene mucho margen para crecer, pero que hasta ahora viene bien encaminado.
Sospecho que con un trasfondo tan interesante y con tanto por explorar, Benavides y Pinto estarán esperando luz verde, o ya decididamente lanzados a producir nuevas historias de Fumetsu y sus aliados. Al villano más pulenta todavía ni lo vieron y la última página nos muestra que este ya tiene a nuevos y peligrosos súbditos dispuestos a complicarle la vida al imbatible samurai. Este primer tomito, zarpado de machaca y todo, me divirtió lo suficiente como para ir por un segundo.

viernes, 13 de septiembre de 2013

13/ 09: CRONICAS DEL HOMBRE FRIO

Una vez más tenemos a un guionista ronin que se lanza a capitanear una antología de historias cortas y a repartirlas entre muchos dibujantes. Esta vez el guionista es Pablo Barbieri, asiduo lector de este blog. Y hay una especie de consigna que trata de unificar a todas estas historias de distinto género y ambientadas en épocas y lugares muy distintas: en todas aparece un tipo de mediana edad llamado Frank Frío.
Digo “trata de unificar” porque no lo logra del todo. Se ven las costuras y se ven a ocho cuadras. En ningún momento te terminás de creer que el protagonista es siempre el mismo tipo, no sólo porque los dibujantes lo dibujan distinto, sino porque no está escrito como un personaje consistente, no está del todo definido. La historia en la que mejor lo define Barbieri es el epílogo, en el que necesariamente se juega el todo por el todo para tratar de que la amalgama de historias cuaje, gane una cierta unicidad. Y lo logra, pero a medias.
Más allá del trabajo del guionista por definir (y a la vez mantener en una zona de ambigüedad) a Frank Frío, a mí me pintó leer este libro como una antología de historias cortas, inconexas entre sí. Desde esa óptica, me encontré con dos guiones que me llamaron la atención por su buen nivel: La Sonrisa de Velázquez y la mejor de todas, Un Regalo de Navidad. El resto no alcanzó a sorprenderme, o al revés: cuando me empezaba a enganchar con la trama, esta llegaba a su fin. Varias de estas historias funcionarían mejor con más páginas, principalmente porque Barbieri tiene buenas ideas visuales y siempre es más copado verlas desarrollarse desde el dibujo que desde los textos. Y para eso hace falta un despliegue de viñetas que en historias tan cortas el guionista no se puede permitir.
En materia de dibujantes, creo que la historieta mejor dibujada es la de Edu Molina, un capo argento que hace muchos años vive en México. Lindo pero demasiado breve lo de Juan Sáenz Valiente, muy correcto lo de Daniel Mendoza... y después me quedan para destacar a varios dibujantes que no conocía. Vamos por orden de aparición: Ríos Blanco, muy interesante, con un muy buen manejo de grises y un estilo atractivo, personal. Carina Altonaga, en un estilo más clásico, más académico, también me convenció bastante. Quiero ver más trabajos suyos. De Diego Rondón Almuelle (invitado peruano) creo haber visto otro trabajo que no me pareció gran cosa. Lo que hace acá está bárbaro, con un claroscuro extremo, muy expresivo, y una excelente integración de la referencia fotográfica. Henry Díaz (invitado colombiano) fue otra grata sorpresa, otro dibujante personal, con un estilo fuerte y un muy buen manejo de las tramas mecánicas. NRG es un dibujante virtuoso, de indudable talento, al que le falta ajustar un poco la narrativa. Y otra revelación MUY grossa es la de Nahuel Poggi, muy canchero con las tramas mecánicas y los grises, con las angulaciones de las viñetas y con un trazo vigoroso, bien dark, cercano al mejor Dante Ginevra. Y también hay varios dibujantes que no pueden publicar ni en el fanzine más croto del universo. Realmente, no se me ocurre qué filtros pueden haber pasado para estar ahí, con qué criterio se lo eligió para integrarlos a la faz gráfica de este libro
A este libro lo pongo en el pilón de la Términus, es decir, en el de los autores nuevos que buscan reflotar la historieta de género, sin clonar a los maestros clásicos, pero sin zarparse con experimentaciones limadas y con la mira puesta en una narrativa más tradicional, más accesible. Si te parece que ese rumbo es el correcto, Pablo Barbieri te va a guiar por una colección de historias de calidad bastante despareja, en la que -por lo menos yo- encontré un par de perlitas más que dignas, como para anotarme seguro la próxima vez que el autor lance una antología, o el día que suba la apuesta y se mande una novela gráfica.

jueves, 12 de septiembre de 2013

12/ 09: ARE YOU MY MOTHER?

Otra vez me toca un comic con guionista mujer, sólo que esta además de escribir, dibuja. Y menos mal que dibuja MUY bien, si no habría que pegarle un tiro en el orto y arrojar su cadáver a una zanja. Cuando me tocó reseñar su trabajo anterior (Fun Home, el 07/05/10) me sorprendía que Alison Bechdel se jugara a llenar 220 páginas de historieta con una historia muy chiquita, que daba para plantearse y resolverse en muchas menos páginas. Esta vez, la autora me canta quiero retruco: tiene para llenar casi 290 páginas... y no hay historia! Ni chiquita ni grande! En casi 290 páginas no pasa nada, absolutamente nada.
Are You My Mother? es la nada misma, el vacío, la negación. En vez de desarrollar una novela gráfica, Bechdel arma un mezcladito de escenas cuasi-inconexas, que nunca cuajan para lograr un relato homogéneo, coherente, consistente. Supuestamente, el eje conductor es la relación entre la autora y su madre, lo cual –a la luz de lo que vive Helen Fontana de Bechdel en Fun Home- tendría su atractivo. Olvidate. La autora problematiza (con perdón de la palabra) la relación con su madre a través de largas charlas con distintas psicólogas, en las que les relata breves anécdotas de su infancia y de su pasado reciente. Algunas tienen que ver con su vida en el seno de esta extraña familia, otras con su relación con sus distintas novias, otras con cartas y fotos vinculadas a los años mozos de Helen, otras a llamadas por teléfono entre madre e hija (que viven en distintas ciudades) y muchas otras funcionan como una especie de backstage de Fun Home, se relacionan todo el tiempo con la obra anterior, durante cuya realización Bechdel empezó a pensar y analizar su vínculo con su mamá.
Por si faltara algo para que esto fuera un embole atroz, una nube de humo absolutamente inasible e insostenible, Bechdel se hace hardcore fan del psicoanálisis y empieza a mechar entre estas secuencias ya mencionadas cachos de textos de Freud, de Jung y de Donald Winnicott, un psicólogo con el que se fascina tanto, que llega a contar práticamente toda su vida en forma de historieta, no de modo lineal, si no intercalando estas secuencias con las otras. Además, Bechdel se cuelga con las obras de teatro en las que actúa su madre, con una ilustración del Dr. Seuss, con Virginia Woolf, con la poetisa y escritora feminista Adrienne Rich... con cualquier cosa que le sirva para rememorar momentos de su pasado y para tratar de enteder cómo funciona su vínculo con Helen. Por supuesto, nada de lo que Bechdel pone sobre la mesa sirve para hacer avanzar la trama, porque NO hay trama. Es todo sanata, todo paja, toda una cátedra de cómo mirarse el ombligo durante una eternidad, y que te paguen por eso.
Yo entiendo que con Fun Home la autora haya vendido fortunas y ganado muchos premios. Pero esta “secuela” era totalmente innecesaria. No necesitábamos ser testigos de horas y horas de sesiones de psicoanálisis, ni de charlas telefónicas tan extensas como intrascendentes, y si querés mostrar que sabés mucho de psicoanálisis o de literatura, escribí ensayos científicos sobre esos temas, no historietas. Ojo, yo no digo que la única historieta que sirve es la que te transporta a mundos fantásticos a vivir aventuras imposibles de vértigo, acción y machaca. Sin salir del mundo real se pueden hacer grandes historietas. Incluso sin salir del género autobiográfico, tan querido por los historietistas a los que les encanta hablar de sí mismos. Pero en general, para que la historieta funcione, tiene que estar la intención de contar algo, de hilar un relato, de que al cerrar el libro al lector le quede algo más que sueño.
Por suerte, Are You My Mother? está magníficamente dibujada, en un hermoso blanco y negro, complementado con grises y con distintas tonalidades de rosas y sepias. Si te agarrás de eso, por ahí encontrás esa cuota de placer que te ayude a pilotear el bajón. Si no te gusta cómo dibuja Bechdel, cagaste, porque no tenés con qué combatir esos masacotes interminables de texto. Y sobre todo esa sensación de estar escuchando conversaciones ajenas, trivialidades, boludeces que no nos interesan, o soliloquios pretenciosos acerca de teoría psicoanalítica, complejas (e incomprobables) elucubraciones acerca de qué te pasa en el bocho si un día cuando tenés 10 años, tu mamá no te da el beso de las buenas noches. ¿Sabés qué te pasa? Me importa un carajo lo que te pasa. Alison Bechdel tuvo la mala idea de mandarse todo un libro para meditar acerca de eso y yo, que perdí horas de mi vida leyéndolo, me quiero cortar la verga en fetas y mandarle una por correo.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

11/ 09: CABRALESA Vol.2

¿Te acordás de este comic chileno? El Vol.1 lo reseñé el 20/06/12 (vale repasar ese texto) y me cerró muy hasta por ahí nomás. Pero –mirá lo que son las cosas- a la guionista le cayó simpática la reseña y durante mi viaje a Chile en Abril de este año no sólo me trató con la mejor onda, sino que además me regaló el segundo recopilatorio de este comic nacido –como tantos otros- para ser publicado en la web.
Y no, no es mejor que el Vol.1. En aquellas primeras historias, Daniela González mechaba las tramas románticas con otras cosas referidas a la vida de estas chicas chilenas del Siglo XXI. Nos mostraba un poco sus problemas laborales, las dificultades para vivir con poca guita... Era un poco menos ficción y un poquito más crónica de lo que es la vida de hoy en Santiago de Chile si sos mujer y tenés entre 20 y 35 años. Para este tramo final, todos los conflictos tienen que ver con el amor, o por lo menos con las relaciones de pareja. Rápidamente, Daniela plantea cuatro tramas sentimentales: Bárbara + Julio, Bernardita + Emiily, Francisca + Claudio y Noelia + Pedro, y sobre esas relaciones se van a apoyar prácticamente todas las situaciones de este segundo libro. El problema es que de estas cuatro tramas... tres son MUY predecibles, siempre sabés cómo van a terminar.
Aún con poco margen para la sorpresa, hay momentos divertidos, tiernos, ingeniosos, o simplemente situaciones de corte bien dramático, resueltas de modo creíble sin estirarlas al pedo y sin saltar al vacío. Probablemente ahí resida la principal virtud de las historietas de Daniela González: en su honestidad. La mina no te quiere vender lo que no te va a dar. ¿Querés personajes bien trabajados, con onda y profundidad, capaces de lograr al toque la identificación de las lectoras? Eso hay. ¿Querés ver a las chicas interactuar con un elenco atractivo de personajes secundarios en situaciones realistas, que duran lo que tienen que durar? Eso también hay. ¿Diálogos creíbles? Supongo que sí, aunque como siempre digo, la jerga coloquial de los jóvenes chilenos me suena espantosa al oído. Y es eso. Tranqui, humilde, sin pretensiones, sin venta de humo. Sin genialidades y sin esos momentos en los que decís “Nah, flaca, te fuiste a la mierda...”.
El dibujo de Diego Zúñiga sigue ahí, en la parte de abajo del montón. No falla en la narrativa, pero le faltan toneladas de onda, de rasgos de identidad, de riesgos. Cuando la emboca en una expresión facial, pifia en las manos, cuando cuida las manos descuida los fondos... siempre le faltan cinco p´al peso. Por suerte el dibujo tiene encima a los colores de Kóte Carvajal (el Dave Stewart chileno, y a la sazón marido de Daniela González), que le hacen una transfusión de onda a los dibujos para que se vean un poco mejor. En las ocho páginas del epílogo es donde más se luce la paleta digital de Kóte, pero durante todo el tomo está ahí como un socorrista de alta montaña, listo para salvar las papas cuando el dibujo se desbarranca.
Si sos mujer, joven y vivís en una gran ciudad chilena, por ahí esto te parece la gloria. Decís “mirá, boluda, parece que estuvieran hablando de nosotras!”, o el equivalente de esa frase en el slang trasandino. A mí no me pareció infumable, porque rescaté una forma inteligente de construir a los personajes y plantear los conflictos, pero tampoco me volvió loco. Me gustaría leer otras historietas de Daniela González, a ver cómo se desenvuelve en otro registro, en lo posible junto a un dibujante más solvente.

martes, 10 de septiembre de 2013

10/ 09: EL ESCORPION Vol.9

“Esto está por explotar”, dirían Daniel Hadad y Eduardo Feinman en alguna noche calurosa (como esta) pero de 2001. La saga de El Escorpión está en un punto tan crucial, tan definitivo, que si no termina en el Vol.10, los denuncio por defraudación y estafa. Ya está, ya está todo ahí, al filo. Sólo queda soplar la pelota para que entre. El maligno Cosimo Trebaldi está en su peor momento, el misterio de la filiación de Armando está por resolverse, estamos por descubrir a una mano negra jodida, que opera por atrás de todos estos personajes creados hace ya 13 años por Stephen Desberg y Enrico Marini.
Y sí, son muchos personajes y algunos aparecen muy poco, apenas un par de escenas. Incluso algunos muy bien armados, con mucho potencial para protagonizar secuencias memorables, como Nelio, Marie-Ange o la propia Mejaï, que en algún momento amagó con eclipsar el propio personaje principal. De alguna manera, Desberg se las ingenia para que todos entren y salgan armoniosamente de la trama y que cada uno haga su aporte. En este tomo en particular hay personajes desaprovechados, como los asesinos a sueldo que contrata el Papa para eliminar a... alguien, pero en general, si bien se zarpa con la cantidad de personajes, el guionista sabe sacar lo mejor de cada uno.
Quizás el mayor mérito de El Escorpión es cómo barre, como destruye nuestro descreimiento. No lo suspendemos (como pedía Borges), nos olvidamos de que alguna vez lo tuvimos. Desberg le dispara con el Ultimate Nullifier que alguna vez usara Reed Richards contra Galactus y logra lo imposible: que le compremos TODO. Peripecias zarpadas, coincidencias cuasi-imposibles, rescates al filo de la realidad, gente que se hace pasar por otra sin que nadie se dé cuenta, gente que finge estar muerta sin que nadie se avive de que está viva... De pronto, todo es creíble, porque todo, hasta lo más limado, impulsa a esta locomotora descontrolada de aventura y diversión, condimentada con intriga palaciega, corrupción a altos niveles del poder y toquecitos de comedia y de erotismo.
Buena parte del mérito en esto de que al Escorpión le creemos todo recae en el dibujo de Enrico Marini, que le pone mucho huevo a la ambientación histórica cada vez que tiene que dibujar edificios, carruajes y uniformes. Por supuesto su fuerte no es ese, sino el gran dinamismo de sus figuras, a años luz de los típicos dibujantes francófonos de aventura histórica, que al lado de Marini son momias disecadas. El suizo hijo de tanos se da muchos lujos infrecuentes en este tipo de álbumes europeos: mete pocas viñetas por página (casi nunca llega a ocho), bastantes primeros planos (y todos MUY expresivos), muchas escenas de acción... Yo creo que si lo dejaran, pelaría una narrativa cuasi-japonesa, con ocho viñetas para mostrarnos sólo un choque de espadas. Muy notable lo de Marini, un gran dibujante capaz de combinar efectismo y sofisticación.
Si nunca leiste El Escorpión, ni se te ocurra empezar por este tomo, porque realmente no vas a entender una chota. Los amigos de Norma ponen un mini-resumen antes de la primera página, pero me cagué de risa porque te cuenta tan poco, que bien podría no estar. Y si ya te picó el escorpión, si ya tenés inoculado el veneno de esta aventura trepidante y adictiva, seguro que ya te compraste este tomo (probablemente en tapa dura) y le estás prendiendo velas a todos los santos para que salga pronto el próximo. En España digo, porque en Francia salió el año pasado...

lunes, 9 de septiembre de 2013

09/ 09: SAUCER COUNTRY Vol.1

Arranco con una nueva serie de Vertigo y como estoy tan atrasado con la lectura, ya sé que le va a ir mal, que se va a cancelar tras apenas 14 episodios y que el segundo tomo recopilatorio va a ser el último.
Una pena, realmente, que Saucer Country no haya pegado, porque la verdad es que en este tomo hay muchas ideas copadas, muy bien desarrolladas por Paul Cornell. Por ahí se puede llegar a criticar que va un poquito lento, pero hasta ahí. No es que estás páginas y páginas embolándote mientras no pasa nada. Y además, desde la consigna de la serie era obvio que iba a haber un margen... chiquito para la acción y la aventura. Cornell nos sumerge al mismo tiempo en dos mundos complejos, rodeados de sombras, de misterios, de cosas turbias difíciles de dilucidar para la mayoría de los mortales: por un lado, el tema de los OVNIs, su presencia en la Tierra, sus contactos esporádicos con los humanos, con abducciones y sondas anales incluídas. Por el otro lado, otros que suelen actuar como si vivieran en otro planeta y hacernos sentir como si nos metieran cosas (no sé si sondas) en el orto: los políticos. Son dos temas muy, muy atractivos, con mucho para explorar, capaces de dar pie a un montón de conflictos grossos, atrapantes, y no tan trillados en la historieta.
Básicamente, la historia gira en torno a Arcadia Alvarado, separada, latina, gobernadora de New Mexico y candidata a presidente de los EEUU. Arcadia tiene un secreto: fue abducida por alienígenas, los ve como una amenaza global y quiere llegar a ese puesto de enorme poder a nivel mundial para poder proteger a la Humanidad de estos bichos zarpados que la secuestraron y la sometieron a misteriosos experimentos. En este primer tramo, la vemos rodearse por un lado de especialistas en campañas políticas y por el otro, de un profesor de Harvard caído en desgracia por hacer público que cree en los extraterrestres. Pero claro, ¿cómo no va a creer en los extraterrestres, si estos se le aparecen y le hablan? ¿O estará chapita? Por ahora, no sabemos. Y para redondear un elenco muy interesante (al que Cornell enroscará en complejas tramas de conspiraciones, secretos y mentiras) nos queda Michael, el ex-marido de Arcadia, tipo propenso a meterse en kilombos, al que el escabio y la joda siempre le interesaron más que la carrera política de su esposa.
Cornell dedica prácticamente todo el primer tomo a presentar a estos personajes y a posicionarlos respecto de la “mitología” de los OVNIs. Quiénes creen, quiénes no creen y por qué. Y el último episodio cambia el foco de la narración, deja un toque de lado la campaña electoral de Arcadia y nos sumerge a fondo en distintas teorías acerca de los contactos entre humanos y alienígenas, presentadas como un documental, con ese ritmo tan típico de los Big Books. De hecho, lo que cuenta Cornell en esas páginas coincide bastante con cosas que contara Doug Moench en el capítulo que le dedica a los OVNIs en el fundamental Big Book of Conspiracies.
Este episodio final está dibujado por el ignoto Jimmy Broxton, un dibujante bastante versátil, que en sus mejores momentos me recordó a Sean Phillips. También hay una secuencia muy cortita (que ya veremos cómo engancha con el tronco de la serie) dibujada por el maestro Goran Sudzuka. Pero la gran mayoría de las páginas de este tomo están a cargo de Ryan Kelly, con quien ya nos cruzamos varias veces. Kelly no es horripilante ni mucho menos, pero tampoco es bueno. Es un dibujante... casi aceptable, que no aspira a mucho más que a acompañar al guión, en un rol siempre subordinado a este último. En las portadas, Kelly se rompe bastante el culo para lograr imágenes impactantes. En las páginas interiores, no llega a ser chato ni a generar rechazo; simplemente deja gusto a poco, sobre todo si pensamos que le dieron guiones realmente buenos. Lo mejor que tiene Kelly es que no chorea fotos. Su dibujo, en un estilo mezcla de Tom Grummett con Paul Pope, se apoya exclusivamente en su grafismo, no en truquitos del photoshop para mechar edificios y objetos “levantados” de Flickr.
Así que, por ahora, recomiendo Saucer Country. Ojalá no me defraude el segundo tomo, y ojalá Paul Cornell no ceje en su búsqueda de historias distintas, arriesgadas, bastante más intrincadas que las habituales. Con esta no la pegó, pero con la próxima, en una de esas sí.

domingo, 8 de septiembre de 2013

08/ 09: LA BANALIDAD DEL MALL

Qué lindo es descubrir a un dibujante PERFECTO del que nunca había oído hablar. Leo Ríos es un humorista gráfico chileno, dedicado sobre todo al humor socio-político, que sólo puede catalogarse como un GENIO del dibujo.
En la línea de Ríos conviven los renovadores de los ´70 (Kalondi, Fontanarrosa, Crist), Robert Crumb, Gary Larson, Manel Fontdevilla, el Gordo Cognini, Alfonso López, Claire Brétecher, Ralph Steadman... y cuando mete aguadas le sale todo tan lindo, tan sofisticado, que parece uno de esos clásicos humoristas gráficos yankis de los años ´50. Los chistes que recopila este libro presentan una variedad estilística tan rica como impactante y te deja con la sensación de que no hay un sólo registro gráfico que este monstruo no domine de taquito.
En realidad, la primera sensación que me dejó el libro fue “¿A quién hay que torturar para que este pibe haga una historieta?”. Acá hay potencial de sobra para que Ríos abandone los chistes de una sóla viñeta y se tire de cabeza a la narrativa, en la que seguro la va a romper, simplemente por la cantidad de recursos que maneja. Me repito, pero estoy convencido de esto: estamos ante un dibujante PERFECTO.
Las ideas de los chistes están bien, son las clásicas, las que vimos 80.000 veces en el humor gráfico argentino de los ´90, cuando hasta el último pelandrún se daba el lujo de correr por izquierda a un gobierno que rifaba el país. Ríos se planta ahí, bastante a la izquierda de Sebastián Piñera y demás neoliberales pinochetistas y pega sin piedad, como la policía chilena (los carabineros), que son el blanco favorito del autor. También se mete sin reparos en temas que tienen que ver con la religión y el sexo, y por supuesto muchos chistes están anclados a coyunturas que si no sos chileno no conocés y si sos chileno quizás ni recuerdes porque pasaron por los diarios hace tres o cuatro años.
Sobre el final, el combo de casi 100 chistes en esta línea te deja un sabor amargo y menos esperanzas que las de Racing en este torneo. Ríos te hace sentir que Chile no tiene remedio, que va a seguir forever en manos de una elite facha y corrupta que jamás va a perder sus obscenos privilegios, mientras la mayoría asume el rol del salame engañado, explotado y encima resignado. La risa que te causa algún chiste te la caga a tiros el mensaje profundamente desesperanzado del autor, felizmente deslizado con mucho ingenio y a veces hasta con un cierto lirismo, bastante retorcido, pero lirismo al fin.
¿Estamos realmente frente una causa perdida? No sé, ojalá que no. Por suerte aparecen voces como la de Ríos para pinchar donde duele, a ver si alguien se espabila. Y más allá del debate ideológico (porque también habrá gente que comulga con el capitalismo salvaje y los sistemas pseudo-democráticos de exclusión de las mayorías) está el inmenso placer de disfrutar de un dibujante de inmenso talento, con méritos más que suficientes para triunfar a nivel mundial. Quiero más libros de Leo Ríos, y si creyera en algún dios, ya estaría rezando para encontrar historietas suyas.

sábado, 7 de septiembre de 2013

07/ 09: EMERALD (AND OTHER STORIES)

No lo puedo evitar: sale un nuevo recopilatorio de historias cortas de Hiroaki Samura y yo me tiro de cabeza como si fuera una pileta llena de Levité de manzana. Esta vez es Dark Horse la que me ofrece un lindo pack de más de 200 páginas de cositas cortas, raras y descolgadas, todas realizadas por el maestro entre 2003 y 2009. Veamos con qué me encontré.
Con sus 64 páginas, Emerald es la historia más larga del tomo y probablemente también la mejor. Ambientada en el far west, logra escaparle a todos los clichés del western y sorprendernos con el planteo argumental, la resolución, la construcción de los personajes y hasta con la forma en la que están mechados los flashbacks. Un trabajo realmente sobresaliente, vibrante e impredecible de principio a fin.
The Kusein´s Family Grandest Show es una historia de intrigas y perversiones en el seno de una familia. No es genial, pero logró ponerme muy nervioso. Lo mejor que tiene (además de la forma en que se relacionan los personajes) es cómo Samura no enfatiza las escenas más shockeantes y más perturbadoras. El tipo toma distancia y las narra con clase, con una cierta distancia, sin darles más protagonsimo que el que en realidad merecen.
Brigitte´s Dinner tiene apenas 32 páginas, y en el epílogo el autor aclara que fue pensada como una obra mucho más extensa, que después tuvo que ser condensada. Un poco se nota, principalmente por lo complejo de la trama, por lo sustancioso de la historia. Ahí había material para un largometraje, tranquilamente. Por un momento, el argumento parece convertirse en una especie de remake de Los Carruajes de Bradherley, pero por suerte agarra para otro lado, también heavy y perturbador, aunque no clonado de aquella gloriosa novela gráfica de Samura.
Le sigue la extraña Shizuru Cinema, una historieta narrada en dos niveles de realidad, a la que hay que prestarle demasiada atención para no marearse. Hasta los diálogos son complicados, y me parece que al pedo, porque lo que en el fondo quiere narrar Samura es bastante limitado.
Después hay una historieta muy cortita, una anécdota en la que el autor recuerda una partida de mahjong en la que le salió una jugada muy improbable y muy grossa. Si no entendés cómo corno se juega al mahjong, salteala porque no vas a entender absolutamente nada.
Youth Chang-Chaka-Chang es otro experimento muy breve, seis paginitas, planteadas en tono de romance estudiantil y realizadas para una publicación medio under que le pidió a Samura “una con música y erotismo”. La música está muy presente, pero el erotismo no, por eso aparece esa última página re-descolgada, en la que se ven un par de tetas.
Y mechados entre las historias hay ocho episodios de The Uniforms Stay On, breves comedias de cuatro páginas protagonizadas por chicas de colegio secundario, medio boludas y bastante delirantes (las chicas, no las comedias). Acá Samura no se propone narrar nada, simplemente dejar que las chicas hablen de lo que pinte: música, comida, literatura, moda, chongos... A veces se zarpa y tiene que apretar diálogos muy extensos en páginas repletas de viñetas microscópicas, pero en general se disfrutan mucho, porque están hechas con mucha onda y mucho humor.
Por supuesto, el atractivo principal del libro no son las historias, ni siquiera en aquellos casos en los que nos encontramos con halazgos notables en los argumentos o los guiones. Lo grosso es SIEMPRE el dibujo de Samura, que a esta altura ya no tiene parangón. En todos los géneros, en todos los registros, cuando le sobran páginas, cuando le faltan, cuando labura solo, cuando pone un asistente a hacerle los fondos, SIEMPRE el dibujo de Samura cobra vida, se despega de la página, te hipnotiza, te vuelve loco, te maravilla, te hace decir “hijo de puta, no puede ser que hagas TODO tan bien!”. Posta, acá hay cátedras. De ambientación, de climas, de planteo de escenas de acción, de detalles en primeros planos, fondos, vestimenta y peinados, de uso de texturas (digitales y manuales), líneas cinéticas y tramas mecánicas... No hay un cuadrito donde no se lo vea a Samura dejar la vida.
Si te gusta el dibujo, corré a comprar Emerald, o cualquier otro manga de Hiroaki Samura. Y si lo tuyo son las buenas historias, entrale con confianza, que acá hay varias. Algunas son raras, o retorcidas, pero garpan sobre todo porque les sobra originalidad.

viernes, 6 de septiembre de 2013

06/ 09: SHOWCASE PRESENTS AMETHYST

Muy raro lo que hizo DC con este Showcase... Armó un masacote infernal, casi imposible de manipular, con casi 650 páginas... y dejó afuera el final de la serie! Amethyst cerró en su n° 16, y el Showcase trae todo, hasta el 11. Y está claro que no va a haber un Vol.2, porque este no dice “Vol.1”. Además, si se hubiese especulado con un Vol.2, lo más lógico habría sido terminar el Vol.1 con el n°9, que es el cierre de una saga grossa... O no, porque hasta el n°11 la serie está en manos de uno de sus creadores, Gary Cohn, y después ya se hace cargo Keith Giffen.
Lo cierto es que este mega-libro trae mucho Amethyst: el prólogo a la serie, la maxiserie de 12 capítulos, un numerito de team-up con Superman, un especial y los primeros 11 episodios de la serie regular, que es la que palmó en el n°16 (en realidad hay un Special que trae lo que debió haber aparecido como n°17, más algunos extras).
Esta es una serie rara, creada para captar lectoras jóvenes, chicas de 12 a 16 años, más o menos. La consigna con la que arrancan Dan Mishkin y Gary Cohn (creadores también de Blue Devil) es la misma de Den (de Richard Corben): una adolescente común y corriente, de apenas 13 añitos, pasa a un mundo paralelo, una dimensión de epopeyas y misticismo en la que tiene el cuerpo de una mina grande y los re-poderes, que obviamente usará para enfrentar a malignas amenazas. Lo más interesante es cómo los autores se esfuerzan por hacer la Gran Thor, es decir, darle mucha bola a lo que pasa en el maravilloso Gemworld, sin descuidar el hecho de que Amethyst también es Amy Winston, una chica normal de una ciudad yanki como cualquier otra. Las aventuras están orquestadas de tal modo que sea lógico y natural pasar en casi todos los episodios de un mundo al otro y sacarle el jugo a dos elencos distintos de personajes secundarios.
Por supuesto, por más que Mishkin y Cohn se esforzaran por darle onda a los problemas que Amy debía enfrentar en su casa o en la escuela, lo más atractivo de la serie terminó por ser el Gemworld, porque capítulo a capítulo los lectores nos fuimos encontrando con un mundo complejo, muy bien pensado, con misterios, intrigas palaciegas, amores prohibidos, príncipes y reyes corrompidos por el poder, infinitas variantes para generar situaciones límite, de riesgo palpable para los héroes, y sobre el final del tomo, las vueltas limadas al origen del Gemworld, que abren un montón de nuevas posibilidades. A pesar de estar apuntado a las chicas de 13 años, la serie tiene mucho ritmo, no subestima nunca al lector, no se cuelga a explicar 15 veces lo mismo. Y pasan cosas heavies, a años luz del cuento de hadas edulcorado y naif que se les suele ofrecer a las chicas. Por eso Amethyst se deja leer aún hoy y se hace bastante llevadero. Ojo, no trates de clavarte las 650 páginas en un finde, porque te va a dar un ACV. Pero entrale con confianza, que la trama te va a enganchar, sobre todo si te copa la fantasía épica.
Toda la primera parte está dibujada por Ernie Colón, un titán del claroscuro, que al principio miraba demasiado la anatomía y los enfoques de Gil Kane, para después agregar su propio estilo, con ese pincel desbocado, casi endemoniado, con un grosor de línea que no para de variar para lograr efectos y detalles muy copados. Sin ser un mega-virtuoso, el estilo de Colón es ganchero y está respaldado por una excelente planificación de las secuencias, llenas de truquitos narrativos, de los clásicos y de los que inventaba el propio Colón. Cuando termina la maxiserie original, Colón se baja y llega Ric Estrada, un dibujante anticuado, sin onda ni imaginación, a quien ya padecimos en el Showcase de All-Star Comics. Ahí nos esperan muchas páginas visualmente muy chatas y sobre el final, regresa Ernie Colón, mucho más zarpado que en su primera etapa. El Colón de las últimas.. 70-75 páginas sube la apuesta al claroscuro y empieza a acercarse a los experimentos gráficos de un Alex Niño o un Carlos Meglia, apoyado por las magníficas tintas de Karl Kesel y sin descuidar nunca la narrativa. Un hallazgo.
Hace poco, DC trató de reflotar a Amethyst pero le fue muy mal, duró sólo ocho episodios. Por suerte, esa movida frustrada sirvió para que se reeditara todo este material, un clásico ochentoso marginal, de culto, como Psychedelic Furs o Lloyd Cole & the Commotions. Ojalá consiga los numeritos posteriores al 11, así la completo.

jueves, 5 de septiembre de 2013

05/ 09: SIENTO Y MIENTO Vol.2

Hace casi dos años exactos, el 12/09/11, me tocó reseñar el primer tomo de esta serie y ahora voy por más. Siento y Miento es un comic autobiográfico en clave de comedia, que Alfredo Rodríguez escribe, dibuja, rotula y sube a un blog periódicamente para beneplácito de sus fans. Como al blog le va bien, las historietas se recopilan en libros y como si esto fuera poco, los libros venden muy bien en Chile, el país donde vive y trabaja Alfredo (y su hermano Gabriel, el dibujante de Locke & Key).
En general, Siento y Miento se compone de historietas autoconclusivas de una sóla página, protagonizadas (casi siempre puertas adentro) por Alfredo, su esposa Claudia, y sus pequeñas hijas Sofía y Antonia. Casi siempre Rodríguez propone un humor light, basado en el costumbrismo, en pequeñas anécdotas cotidianas con un cierto cariz humorístico. En la mayoría de las anécdotas, el propio autor se lleva la peor parte: se muestra a sí mismo como un tipo colgado, inmaduro, bastante proclive a gambetear las responsablidades, glotón, inconstante, con menos glamour que el Tolo Gallego... que ama a su esposa y a sus hijas, pero lo demuestra poco y de vez en cuando. O sea que, en buena medida, Rodríguez hace esta historieta para reirse de sí mismo, lo cual es un ejercicio bastante sano.
Lo más raro es cómo el autor se resiste a ampliar su universo. Esto se ve en dos frentes fundamentales: por un lado, en el elenco. No hay más personajes que Alfredo, Claudia y sus hijas. Nunca vemos para quién trabaja Alfredo, no conocemos a sus amigos, ni él ni Claudia parecen tener padres ni hermanos, nunca vemos a Claudia interactuar con gente en las horas en las que no está en su casa... Se trata de una familia excesivamente insular, y eso deja sin explorar muchas vetas de gran potencial cómico. Por otro lado, el tipo de temas que toca la tira es muy acotado: a Rodríguez no parece interesarle nada que vaya más allá de la vida familiar y alguna desventura laboral de Alfredo, que es freelance y trabaja en su casa. No se habla de política, no hay sexo (ni siquiera cuando Alfredo y Claudia pasan páginas enteras a solas en su cama matrimonial), no hay nada ni remotamente escatológico (Antonia es la única beba del comic que no se mea ni vomita)... Es todo demasiado limpito: afecto, seguridad, autito, casita, trabajo... Por momentos a la historieta le falta un poquito más de roce, de filo.
Dentro de estos confines tan estrechos, aparecen varios chistes realmente graciosos, que me hicieron reir en voz alta. Pero lo más interesante sucede cuando Rodríguez juega al metacomic, cuando se hace cargo de que está haciendo una historieta, que Alfredo no es él sino un personaje de historieta y se anima a jugar con las convenciones y el lenguaje del Noveno Arte. Ahí generalmente pela ingenio, levanta vuelo y sorprende con ideas y resoluciones gráficas que no son las obvias, ni las habituales. Ya en las últimas 15 páginas, esta vertiente desplaza a la otra y la serie se desvirtúa un poquito. Pero siempre en una búsqueda de ideas nuevas que no se puede dejar de ponderar.
El dibujo de Rodríguez también da la sensación de ser demasiado limpito. Es un trazo redondito, amistoso, sin manchas ni espacios negros, casi sin fondos... Todo el peso gráfico recae en una línea prolijita, siempre del mismo grosor, excepto en algunas viñetas puntuales en las que Rodríguez se esfuerza por diferenciar de modo más marcado el primer plano del segundo y el fondo, algo que en el primer tomo no sucedía nunca, creo. La principal virtud de Rodríguez es que tiene perfectamente incorporado el pulso narrativo. Ese estilo de dibujo de apariencia tan sencilla le sirve
-probablemente más que otros, más elaborados- para poner el énfasis en lo que mejor hace, que es controlar el timing de los relatos. Muchos de estos chistes no tendrían gracia contados de otra manera, sin las pausas, los dibujos repetidos y demás recursos narrativos que pone en juego Rodríguez para hacer eficaces a sus mini-comedias.
Me queda para leer un tercer tomo de Siento y Miento. Veremos cómo evoluciona la serie y sobre todo si Alfredo Rodríguez, que ya se reveló como un agudo observador de la vida puertas adentro, se anima a mirar un poquito lo que pasa de la puerta de su casa para afuera.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

04/ 09: HOY NO HAY NADA

Un bajón... Con el tema del Día de la Historieta me volvieron loco con entrevistas de varias radios, y encima estoy más a full que nunca con la organización de Comicópolis, apagando incendios y avanzando en los detalles que falta definir para que todo salga como corresponde.
Sumémosle algunos compromisos sociales y el día voló sin que yo me enterara.
Mañana seguro tenemos reseña. Será hasta entonces y... Feliz Día de la Historieta para todos!

martes, 3 de septiembre de 2013

03/ 09: MORTADELO Y FILEMON: MUNDIAL 2010

Hora de reencontrarme con los queridos e ineptos agentes de la T.I.A. que, como sucede cada cuatro años, viven disparatadas aventuras en el marco de los mundiales de futbol, un terreno siempre fértil para el humor y la sátira.
El maestro Francisco Ibáñez realizó esta historieta entre 2009 y 2010, antes de que empezara el Mundial, por supuesto sin saber que España se quedaría con la copa por primera vez en la historia. El guión lleva a Mortadelo y Filemón a hacerse pasar por jugadores de la selección española (a las órdenes de un Vicente del Bosque perfectamente caricaturizado por Ibáñez) para desentrañar una supuesta red de corrupción que involucra a los árbitros mundialistas. ¿Coimas en los mundiales para que los árbitros perjudiquen a unos equipos y beneficien a otros? Nah, tiene que ser una joda... Y la joda dura 44 excelentes páginas, repletas de delirio, algún juego de palabras y muchísimo slapstick, muchísima violencia física, de la que no te shockea mal, porque todo el tiempo queda clarísimo que es en joda.
Hay muchos chistes muy buenos y, como siempre, en un punto vos ya sabés que las sospechas de Mortadelo y Filemón son infundadas, que están siguiendo a los árbitros por los motivos incorrectos y que va a saltar que todo es una lamentable confusión, cuando varias personas hayan recibido golpes tremendos, torturas o quemaduras graves. Por supuesto, los agentes de la T.I.A. también recibirán para que tengan y para que guarden hasta Brasil 2014.
Como siempre, Ibáñez sobrecarga las viñetas de detalles increíbles, descolla en la narrativa y dota a sus personajes de una expresividad fuera de control, que los hace explotar hacia afuera de la página. En ningún momento le pinta la onda “políticamente correcta” y no se mide en lo más mínimo a la hora de reirse de los africanos, tanto los del norte como los del sur. Le faltó meter un chiste del apartheid, nomás. Lo que sí abunda bastante (o por lo menos mucho más que en los álbumes de hace 20 años) son los chistes escatológicos. Los personajes nunca llegan siquiera a decir la palabra “culo”, pero porque alguien interrumpe la frase “metételo en el...”. Usan la palabra “boñiga” en vez de “mierda”, nombran al Agente Lamecúlez, varios personajes toman meo (obviamente por equivocación) y demás asquerosidades (light) por el estilo.
Y no hay mucho más para agregar. Simplemente que pasan las décadas y Francisco Ibáñez me sigue haciendo reir como un salame cada vez que cae en mis manos un álbum de Mortadelo y Filemón. El tipo sabe crear ese “caos controlado” en el que puede ocurrir cualquier cosa que tenga un efecto cómico, y a la vez sabe tirar dardos certeros y venenosos para mofarse de ciertos aspectos jodidos del mundo actual. El resultado es un comic basado en el disparate y en el ritmo vertiginoso, que te arranca varias carcajadas, que no tiene la menor pretensión de realismo ni de lógica interna, con un dibujo perfecto, un color que acompaña y potencia al dibujo, y con personajes que no necesitan crecer ni evolucionar para mantenerse vigentes. Un fenómeno rarísimo, un planeta aparte en el universo del Noveno Arte, y una feliz costumbre que se festeja como los goles de la Selección en los mundiales.