el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 30 de noviembre de 2015

30/11: LOS MAS VENDIDOS DE NOVIEMBRE

Noviembre fue un mes tranquilo, sin sobresaltos, en el que no se vendió ni fortunas ni miseria. Lo que no hubo fue un título hegemónico, uno que vendiera muy por encima de todos los demás. Por el contrario, tuvimos muchos títulos que vendieron muy parejo, con lo cual la diferencia en ejemplares vendidos entre el primero y el décimo del ranking resultó más pequeña que lo habitual. Veamos qué fue lo que más se vendió:

1) Un Paso en Falso (2-D)
2) Pyongyang (Común)
3) Escuela de Monstruos Vol.6 (Pictus)
4) Términus Vol.9 (Términus)
5) Las Tierras del Oso (Loco Rabia/ Milenario)
6) En las Fronteras de lo Real (Noviembre)
7) Welcome To The Death Club (2-D)
8) Matasano (Llanto de Mudo)
9) Super Monsieur Fruit (Loco Rabia)
10) Hexmoor (Loco Rabia/ Belerofonte)

Bien las novedades, con Pyongyang en el segundo puesto, el nuevo Escuela de Monstruos en el tercero y En las Fronteras de lo Real en el sexto. Hubo varias novedades más que no entraron al ranking, pero bueno, ya es algo habitual.
Me llama la atención que cuatro de los diez puestos (entre ellos los dos primeros) fueron a manos de historietas de autores extranjeros: lidera un noruego, lo sigue un canadiense y en los puestos 7 y 9 hay dos franceses. ¿Será algo totalmente aleatorio o circunstancial? ¿Será que de a poco se está empezando a expandir el consumo de comic europeo? Ni idea.
Otra rareza del ranking es que el puesto 8 se lo llevó un libro que no existe más. Llanto de Mudo imprimió muy pocos ejemplares de Matasano y entre principios de Agosto y mediados de Noviembre se vendieron todos. No hay más y no sé si se va a reeditar.
Para Diciembre se viene un nuevo Gaturro, lo nuevo de Gustavo Sala, un nuevo Tiburcio, nuevas entregas de Términus y Quimera y algunas papongas más que ahora no recuerdo. Si todo sale bien, me voy a perder las buenas ventas de las últimas semanas del año, porque van a coincidir con mi post-operatorio. Pero todavía no lo tengo muy claro. Veremos qué sucede.
Ah, y tampoco sé si el mes que viene habrá un Los Más Vendidos, porque por ahí prefiero usar ese último post de Diciembre para despedir oficialmente al blog.

domingo, 29 de noviembre de 2015

29/11: EL DELIRIO DE ANI

Esta es la primera obra con perfil de 100% autoral de Andrea Jen, una excelente dibujante con fuertes influencias del manga, que hace varios años trabaja como ilustradora, o como historietista pero para otros mercados, en los que hasta ahora no pudo generar sus propios guiones. Durante un lapso de tiempo muy largo, Jen logró robarle horas al ocio para terminar este extenso trabajo, de casi 180 páginas y finalmente este año vio la luz.
Para no extenderme innecesariamente, el gran atractivo que tiene este libro es el dibujo y el color de Jen. Un dibujo, como decía antes, muy alineado con el manga comercial, tanto en el diseño de los personajes (que tienen alguna cosita de Hiroaki Samura) como en el manejo de la acción, de las líneas cinéticas, de las onomatopeyas y –por momentos- de la puesta en página. La narrativa, en cambio, se separa de la del típico manga, principalmente porque se lee en sentido occidental. Y también el hecho de que toda la novela sea a color. Este es otro rubro en el que Jen la rompe, con distintas paletas para construir los distintos climas y acompañar los distintos niveles de realidad por los que transita el guión. Visualmente, estamos ante un trabajo realmente fascinante.
Y el guión… ufff, qué duro fue leerlo hasta el final… Hay que tenerle MUCHA paciencia, porque en el último episodio levanta bastante. Pero hasta que llegás ahí, te tenés que comer un relato pueril, obvio, repleto de lugares comunes. ¿Cuántas veces vimos o leímos la historia de un nene o una nena que pasan a un mundo paralelo con criaturas fantásticas en el que viven trepidantes aventuras? Demasiadas. Y El Delirio de Ani no tiene el vuelo de La Historia Sin Fin, ni el desarrollo de personajes de El Mago de Oz, ni el disparate sofisticado de Alice in Wonderland. Más bien todo lo contrario.
Pero muy de a poquito, Jen va tirando pistas de que, por detrás de estas peripecias anodinas, puede haber una trama más interesante y por eso uno no tiró el libro a la mierda en la página 50. Sobre el final, eso se resuelve (no sin antes perepetrar un robo a mano armada a la película Labyrinth, dibujado como los dioses pero con niveles de originalidad dignos de Nik) y el tono de la historia cambia, se hace más oscuro, la realidad logra imponerse al delirio y varios personajes la pasan bastante mal. De todos modos, para cuando llega ese momento, Jen ya había hecho una de más al introducir demasiados personajes en la trama y cuando tiene que meter ese cambio y darle a la historia un cierre que satisfaga (y en lo posible sorprenda) al lector, la gran amplitud del elenco es algo que le juega en contra.
Me imagino que esto mismo, leído por una nena de 10-11 años como Ani, produciría otra reacción, otro impacto. Y es el que vale, porque claramente esto no está apuntado a intelectualoides cuarentones con décadas de historieta encima. Pero bueno, es lo que hay. Y lo que hay es una clásica historia de viaje iniciático (la transición de la infancia a la adolescencia) decorada con un tsunami de elementos fantásticos que no me cautivaron, chistes que no me causaron gracia y decenas de peleas que podrían tranquilamente no estar. Todo dibujado con una categoría notable, coloreado con una técnica y un talento enormes y editado a todo culo por Ivrea, que siempre que edita historieta argentina lo hace bien. Para su próxima novela gráfica, Andrea Jen cuenta conmigo para comprarla sólo si trabaja con un/a guionista. Para babearme con los dibujos, estas 180 páginas me alcanzan y me sobran.

sábado, 28 de noviembre de 2015

28/11: EL TANGO DE LAS AMAZONAS

Un día, José Massaroli abrió un cajón y se encontró con 66 páginas de historieta, una novela gráfica completa que había dibujado para un editor que desapareció de la faz de la Tierra sin pagarle un mango por su trabajo. ¿Qué hizo? Le dio las páginas al guionista (y a veces coordinador) Oenlao, con la consigna de crear una historia nueva en base a los dibujos que ya estaban. Básicamente, todo el aporte de Oenlao se ve en los diálogos, ya que la línea troncal del argumento respeta la de la historia original, simplemente porque la idea era no modificar los dibujos.
De todo esto nos enteramos en la última página, después de leer toda la historieta. Y durante la lectura, sin manejar ese dato, a uno le llaman la atención: a) la gran cantidad de diálogo, atípica en una historieta argentina actual, b) el desarrollo de personajes, atípico en los otros trabajos de Oenlao, c) la extensión y d) lo más importante: el ritmo del relato, super-aventurero, medio de película de Hollywood. Más de una vez decís “qué raro esto”, incluso para Oenlao, que suele escribir cosas extrañas.
El guionista introduce un elemento que claramente no estaba en el guión que recibió Massaroli: las protagonistas (dos agentes secretas sensuales y letales, a las que veremos casi todo el tiempo con escasísima vestimenta) son argentinas y fanáticas del tango. Y hablan de tango, cantan tangos y hasta dicen bailar tango… cuando en los dibujos NO las vemos bailando tango, excepto en la portada (espectacular y con un color magnífico) que obviamente está dibujada después de leer el nuevo guión. Buena parte del trabajo de Oenlao consiste en eso: en convencernos a través de los diálogos de que estas dos bombas son 100% argentas y tangueras. Incluso arrancan hablando de las revistas Fierro y El Tony, en una secuencia desopilante.
Ese ingrediente que suma Oenlao desde los diálogos le agrega un tinte bizarro, idiosincrático y festivo, a un argumento muy básico, en el que estas minitas tienen que liberar a unos pobres tipos y minas que cayeron en manos de unos villanos inescrupulosos, en el medio de una selva. ¿Para qué quieren los malos a los cautivos, quién manda a las chicas a liberarlos, en qué selva transcurre la acción? Sospecho que todo eso lo inventó Oenlao. Lo que me parece que sí estaba en el guión original son las referencias a la religión haitiana, las lowas del voodoo. Porque en algunos dibujos hay imagenes que van para ese lado. Y está bien, es un elemento que, sin cobrar preponderancia, también le agrega un poquito de exotismo y hace menos predecible el desarrollo de este típico planteo de “Bueno viene a rescatar a Víctima de las manos de Malo”.
El dibujo de Massaroli me hizo acordar mucho al de Enrique Villagrán: un estilo forjado al calor de la producción masiva y adocenada de Columba, tratando de adaptarse a la puesta en página, los ángulos y la composición de viñetas típica del mainstream yanki. En general, si acumulás los vicios de dos mainstreams distintos, y encima tan restrictivos como el de Columba y el del típico comic-book americano, te vas de una al descenso. Massaroli, sin embargo, pela oficio y rema muchas páginas contra un guión que seguramente le cerraba poco, con un laburo a destajo en los fondos, muy correcto en la anatomía, afilado en armas, vehículos y uniformes. Y por ahí patina (como Enrique Villagrán) en algún primer plano de los varones, no de las chicas que están muy cuidadas. Un desafío importante para Massaroli, por extensión, por temática y por estilo narrativo, sorteado con éxito por el crédito de Ramallo.
Creo que lo más divertido de El Tango de las Amazonas es algo que los lectores nunca vamos a ver: el momento en el que Oenlao le entregó a Massaroli la segunda versión del guión y le dijo “mirá lo que hice con la garcha que me trajiste”. Ahí se deben haber reído mucho. A mí como lector –repito- me pareció más raro, más intrigante que genial.

viernes, 27 de noviembre de 2015

27/11: MATASANO

Este es un recopilatorio de historias cortas de Julio Azamor (algunas escritas por J.J. Rovella o por Daniela Fiore), que tiene varios problemas.
Primero, de las 56 páginas del libro, sólo 34 son de historieta. Muy poquito. El resto son ilustraciones, un prólogo de Fernando Ariel García y las infaltables carátulas y páginas en blanco.
Después, el dibujo de Azamor se desluce bastante en este tamaño. Se nota mucho que todas las historietas, e incluso las ilustraciones, estaban pensadas para un formato bastante más grande.
Finalmente, varias historietas y casi todas las ilustraciones fueron realizadas a todo color. El traspaso a blanco, negro y grises no fue demasiado feliz y se pierde mucho del impacto, de la sutileza y hasta de la belleza del trazo de Azamor en ese empaste que no se termina de entender.
En cuanto a las historietas, la primera no la entendí. Son tres páginas, están ambientadas en un mundo post-apocalíptico, pero si me preguntás qué pasa, te tengo que contestar “no sé”.
La segunda tiene apenas dos páginas, sin textos. Es la que da título al libro y está bien, es correcta. Es más una idea visual que narrativa, pero está bien ejecutada.
Después tenemos una adaptación de La Máscara de la Muerte Roja, el famoso cuento de Edgar Allan Poe, muy impactante, con imágenes muy potentes. Lo único decididamente flojo es la tipografía que se usó para los textos.
La Nave de Piedra también tiene esa misma tipografía piantavotos, y es una aventura de corte fantástico también muy jugada al impacto visual. Tiene otro problema además de la tipografía que es el que mencionábamos antes: son páginas con muchas viñetas y al publicarlas en este tamaño se desluce muchísimo el dibujo de Azamor.
Las tres páginas de Tatoo las publicamos a todo color, hace ya unos cuantos años, en un número de Comiqueando. No es exactamente una historia, sino el planteo de una idea (también, más visual que narrativa) que no sé si Azamor y Fiore pudieron desarrollar después en otros trabajos.
DJ es una historia de gore y mala leche, resuelta con un final sorpresa en la última página. No es muy profunda ni muy original, pero el clima está bien logrado y el impacto del final funciona.
Y algo muy similar sucede con Inmune, la última historia de la antología: es un relato que gana fuerza y genera clima a través de la acumulación, hasta que en el final llega el remate, que es shockeante, cruel y desbordante de humor negro.
El dibujo de Azamor (como ya vimos en la reseña del 02/09/15) tiene una base de anatomía clásica y realista muy fuerte, con una iluminación bien trabajada, y además muchísima imaginación puesta al servicio de trajes, vehículos y criaturas. En este libro puntual, las historietas que mejor se ven son aquellas en las que Azamor opta por una iluminación más sencilla, sin esfumados ni grises, sino más bien tirado al claroscuro, que es lo que mejor se reproduce en blanco y negro. Con eso en claro, Inmune me parece el trabajo en el que mejor se aprecia el talento de Azamor, en el armado de secuencias, en la variedad de planos, en el laburo de los fondos y –como decía recién- en la técnica de entintado que está muy pensada para el blanco y negro.
Este libro se editó también en Italia con el nombre “Nave di Pietra e Altri Incubi”, en un tamaño más grande, con páginas a color y (sospecho) tipografías más lindas. Si sos MUY fan de Azamor, quizás quieras buscar esa edición para disfrutar mejor del arte de este virtuoso del dibujo.

jueves, 26 de noviembre de 2015

26/11: BANG(KOK)

Tuve el honor de escribir el prólogo para la nueva edición de este clásico de 2005 de Renzo Podestá, con lo cual me tomo la atribución de refritar algunos fragmentos de ese texto para la reseña.
A diferencia de otras obras de Renzo, en (Bang)Kok, hay pocas escenas en las que se nota una planificación a fondo de la narrativa y de la secuencialidad. Es una obra más marcada por el vértigo, por la urgencia, que transmite la sensación de estar hecha a mano alzada, quizás sin un guión detallado, quizás sin un mísero boceto a lápiz por debajo de las potentes tintas de Renzo. Y sin embargo no es una obra sencilla: en apenas 60 páginas, (Bang)Kok nos presenta una distopía muy heavy, un futuro que podría estar a la vuelta de la esquina, a varios personajes trenzados en un conflicto fuerte, todo perfectamente acomodado para que pueda resolverse sin anticlimas innecesarios ni volantazos abruptos. Para ser una trama que parece desarrollada sobre la marcha, los logros son muchísimos.
Esta pesadilla apocalíptica y opresiva que Renzo imaginó hace 10 años es una historia con elementos fantásticos, referencias a Kafka, Borges y Dostoievsky, persecuciones, explosiones, peleas, decapitaciones y mutilaciones, que a pesar de todo se siente real, porque nunca despega los pies de la tierra, nunca deja de mostrarnos toda esa vorágine a través de los ojos de personajes muy humanos y muy creíbles. Claramente (y a pesar de su coqueteo con los géneros), no se trata de una obra convencional, sino de una obra de una belleza extraña, para nada tradicional, de notable vigencia a 10 años de su primera aparición. Además de una gran historieta, (Bang)Kok es una cátedra de libertad creativa, transgresión y agallas.
Los textos tienen un vuelo, un filo muy especial y hay que destacarlos, sobre todo porque es tanto lo que nos explica y nos narra Podestá en 60 páginas, que debe recurrir a una cantidad de texto realmente importante. Los diálogos son ágiles, muy imaginativos, llenos de neologismos bizarros mezclados con el lenguaje de la calle, con un efecto muy loco: los personajes hablan de un mundo de ciencia-ficción con conceptos extrañísimos, pero a nosotros nos resulta todo muy palpable, muy real.
Ya en sus trabajos de hace 10 años, se veía claramente la fuerte impronta autoral de Renzo, su fidelidad extrema, caiga quien caiga, a sus raíces underground, su compromiso con la mugre, la transgresión, esas líneas finitas, nerviosas, mezcladas con las masas negras puestas con aplomo. En la misma página, Renzo te pasa de un detallismo casi barroco a un trazo suelto, resuelto a toda velocidad, al filo del mamarracho. Sus personajes de ojos grandes y piernas flaquitas no sólo expresan emociones con el rostro, sino también con su forma de pararse, de moverse, de cerrar los puños.
En este trabajo puntual, el dibujo de Podestá tiene como principal influencia a Ted McKeever, pero un McKeever raro, como si hubiese leído a Scafati, Crist, Fontanarrosa y Caloi. En la narrativa también se ve eso que marcábamos antes, la urgencia, la furia, y las ganas de experimentar con un vasto repertorio de yeites, un poco para joder y un poco para mantener en vilo al lector, que nunca sabe exactamente qué esperar cuando se sienta a leer una obra de este rosarino transplantado a Córdoba.
La nueva edición (a cargo del sello Rabdomantes) es mucho más linda que la anterior: más grande, mucho mejor impresa, con un gran cuidado en la reproducción de los negros y –lo único que no me copó- un nuevo rotulado que gana en prolijidad pero pierde algo de esa magia artesanal que tenía el original.
Es muy probable que (Bang)Kok pierda en comparación con El Aneurisma del Chico Punk pero es un muy buen trabajo, repleto de riesgo y originalidad, a cargo de una bestia gráfica que lleva tinta en las venas, comic en el corazón y unos huevos inmensos abajo de los calzones.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

25/11: ICH

Este libro es una versión muy mejorada de la historieta que Luciano Saracino y Ariel Olivetti publicaron durante varios meses en el suplemento de Historietas Argentinas de Télam. Básicamente se trata de una versión de Ben 10 trasladada a al América joven, a la época de mayor conflicto entre los pueblos originarios y los conquistadores españoles. Estos últimos se presentan como villanos malignos y codiciosos, mientras que un joven aborigen (Ich) se decidirá a combatirlos con unas máscaras que le permiten cambiar de forma y le otorgan fabulosos poderes.
La idea está muy bien. No recuerdo otras historietas que hayan combinado esa ambientación con una temática aventurera zarpada en elementos fantásticos. Después, al guión le encontré altas y bajas. Vamos primero a lo que me gustó mucho:
Me encantó el desarrollo del protagonista y el espacio que le dedica Saracino a darle consistencia y sustancia al villano. En un momento uno siente que lo conoce tanto, que queda a un par de atrocidades de hinchar por el irredimible Sebastián de Loup. Me gustó el hecho de que el guión no sea didáctico, que no nos “contamine” la aventura con datos históricos. Me encantó que la chica aborígen cante una canción… que es la misma que canta el Mano en El Eternauta. Y por supuesto, todo está ornamentado con la prosa de Saracino, que engalana hasta las historias de machaca más burda con un vuelo poético increíble. Quizás te haga ruido, o sientas incluso que esos bloques de texto llenos de lirismo contrastan en un punto con lo que vemos en la historia. Pero te aseguro que es muy difícil escribir así. Hay que haber leído mucho a Robin Wood, haberlo entendido (no todos sus lectores lo logran) y además hay que saber aggiornarlo al Siglo XXI.
Vamos con las cosas que no me cerraron: Se supone que esta es una aventura heroica, a la que se van a acercar muchos pibes en busca de acción y machaca. Muy linda la poesía, hermosa la línea que baja la trama, pero la hinchada quiere ver a Ich transformarse en monstruos super-power y destripar villanos. Entre la primera vez que Ich destripa villanos y la segunda, pasan… cuarenta páginas. Por supuesto suceden otras cosas y el personaje crece un montón, pero son 40 páginas sin machaca. Y lo otro que no me convenció es el final, muy abrupto y medio traído de los pelos: llega el enfrentamiento grosso con el villano y este pela, de golpe, un poder alucinante que nunca supimos que tenía. No había pistas ni indicios de que Sebastián de Loup pudiera hacer lo que hace en esa lucha final. Y claro, es una lucha corta en la que el héroe pierde. Cuatro viñetas a modo de epílogo y fin. La verdad que esperaba más del desenlace…
El dibujo de Olivetti es muy atractivo, desde el momento en que no trabaja con coloristas sino que apuesta al color directo. Por supuesto con herramientas digitales, pero no por eso menos efectivas. Como siempre, Ariel sorprende con el manejo de la anatomía, de la iluminación y de las texturas. Esta vez, además, acierta con el detalle de ponerle al principal villano los rasgos del abominable Alfredo Astiz y a su esbirro los de… otro personaje de historieta con el que tuvo algo que ver hace muchos años. Me encantó ese gusano gigante recontra-Richard Corben y en general, hay un buen trabajo en las expresiones faciales y en la narrativa. No me convence que haya dibujos repetidos varias veces, pero bue… Y después está el tema de los fondos, que parecen fotos mínimamente retocadas. Soy consecuente con mi postura crítica frente al uso de fotos retocadas en los fondos, pero no soy ciego: me doy cuenta de que dentro de la estética de Olivetti tiene mucho sentido que los fondos se vean hiper-reales.
En fin, veo hay mucho esfuerzo por parte de dos autores a los que se les nota bastante cuándo sacan los laburos “con fritas” y cuándo le ponen toda la garra y la pasión. Acá, ni Saracino ni Olivetti se guardaron nada. El resultado es una obra atípica para la historieta argentina (por ambientación, por temática y por estética) y a la vez bastante seductora para los mercados internacionales, donde ya se está empezando a traducir y reeditar. Falta bastante para Carnaval, pero igual da para ponerse una máscara y pelear del lado de Ich.

martes, 24 de noviembre de 2015

24/11: JELLYKID

¡Ay, ay, ay! ¿Qué pasó, Jellykid querido? Cuando leí aquellas primeras páginas en la antología Purple Comics (ver reseña del 05/06/15) me entusiasmé muchísimo con esta creación de Franco Viglino. Y ahora que en vez de 24 páginas leí 85, no puedo evitar sentirme decepcionado por un guión que cumple muy poco de lo que prometía en el arranque.
En los tres episodios que le siguen al del origen del personaje, Viglino acumula lugares comunes ya muy trillados y –lo más notable- ofrece poquísimas escenas de acción. Se supone que Jellykid es algo así como un comic de superhéroes, pero realmente son poquísimas las secuencias en las que vemos a Oliver en acción, luchando contra algo o rescatando a alguien. Ya sé, son las primeras semanas de este chico en el rol de Jellykid y todavía tiene muchas más dudas que certezas, pero igual, se supone que esto lo compra gente que quiere ver machaca y emociones fuertes.
Además hay algo muy bizarro, que creo que en algún punto es intencional. La historia está ambientada en Ocean Drive, los personajes tienen nombres yankis, pero… comen alfajores, algo que no existe en EEUU. Y cuando aparece la escuela a la que va Oliver… tiene una bandera argentina. ¿Qué carajo pasa ahí? Raro, no? En los diálogos eso también llama bastante la atención. Por momentos hay un tono más neutro, de “traducción mediocre de historieta yanki” y por momentos los personajes usan modismos 100% argentos como “chabón”, “birra”, “rajar” y “pancho”. ¿Hasta qué punto eso está puesto intencionalmente por Viglino y hasta qué punto es un error importante del guión? Digo, sin meterme con las faltas de ortografía que mencionaba en la reseña de Purple Comics y que siguen apareciendo…
Creo que si a los guiones de Jellykid sólo le faltaran profundidad, se podría perdonar, porque es un comic pensado para un público adolescente, que no tiene más pretensiones que divertirse un rato. Pero le faltan más cosas. La gracia del principio, esa ternura freak, esa sensación de maravilla, de posibilidades que se abren de golpe, se disuelve bastante rápido y para el final ya es una típica aventurita de “superhéroes juveniles” a la que se le notan mucho las limitaciones.
El dibujo también baja un poquito el alto listón del primer episodio. La magia está, el laburo generoso en los fondos está, los aciertos en las expresiones faciales están… pero todo en menor medida que en las primeras páginas del libro. Las pocas secuencias de acción están muy bien dibujadas y se conserva esa frescura, ese estilo lindo, vibrante, como si Katsuhiro Otomo y Rafael Albuquerque hubiesen puesto lo mejor de sí mismos. Está muy claro que Viglino es un virtuoso del dibujo al que encima no le cuesta para nada poner ese talento al servicio de la narración y ahí está (no tengo dudas) el principal atractivo de Jellykid.
Claramente, el personaje tiene encanto, poderes interesantes y un origen que da para sacarle un jugo muy piola. Por ahí para la siguiente saga o arco argumental Viglino se ilumina y hace team-up con un guionista que tenga más claro cómo hacer para que Jellykid se acerque a su verdadero potencial, que es el que se deja entrever en las primeras páginas del libro.

lunes, 23 de noviembre de 2015

23/11: METALLUM TERRA Y OTROS MUNDOS IMPOSIBLES

Este poderoso tomo de más de 280 páginas recopila los cinco episodios de Metallum Terra (que ya habían sido recopilados en los ´90, en un albumcito que obviamente está descatalogadísimo) y 17 historias cortas más que no recuerdo haber leído en ningún otro lado. Por supuesto, todo lleva la firma de esa dupla mitológica de la historieta argentina, que es la integrada por Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena.
De Metallum Terra ya se habló bastante de 1991 para acá, así que no sé si es mucho lo que puedo aportar. Se trata de una obra muy breve, pero que sirve para ilustrar de modo muy cabal el momento increíble por el que atravesaba la dupla, con un puñado de colaboraciones encima para la revista Skorpio. Son cinco fábulas desgarradoras, con hermosas moralejas y personajes que (aunque están pensados para durar ocho páginas) no se pueden olvidar. Resulta muy llamativa la vigencia, tanto de las historias de Mazzitelli, como del dibujo de Alcatena, que acá era tan exquisito que no fue ampliamente superado por los trabajos más recientes del maestro.
No me alcanza el espacio para hablar una por una de las otras historietas, pero quiero resaltar a algunas. Camaradas del Desierto tiene un guión jodido, impredecible. Sin ser genial, es una gran historia. Fuego y Hielo parecía una del montón, hasta que en las últimas viñetas levantó un vuelo increíble. Y tiene esos homenajes de Alcatena a Winsor McCay que me emocionaron muchísimo. El Reino Astillado y Un Soldado tienen consignas muy atractivas, se te tiene que ocurrir plantear esos mundos y esa forma de plantear lo conflictos, pero el desarrollo y los finales son más o menos previsibles, si leíste bastante a Mazzitelli.
Otra historia apasionante y quintaesencialmente mazzitelliana es Viaje Alrededor del Centro, a la que por ahí le falta un final más redondito, pero el periplo hasta ahí se disfruta muchísimo. La que a mí más me gustó fue Del Otro Lado, una gran historia sobre el poder, la ambición y el destino. Su secuela, Más que Roca, también me pareció bellísima aunque por ahí daba para menos páginas. De las tres historias ambientadas en la ciudad de Tenebra, ninguna me impactó demasiado desde lo argumental, pero me gustó mucho el clima, hay bloques de texto gloriosos y en la primera, un muy lindo homenaje de Alcatena a Berni Wrightson y Kelley Jones.
El libro termina con la historieta más extensa, una de 20 páginas ambientada en Esquizópolis, y por ende una parte hasta ahora inédita de esa serie que Mazzitelli y Alcatena presentaran allá por 1996 en la revista Hacha. Esto tiene el atractivo de disfrutar de un Mazzitelli abiertamente volcado al humor, con juegos de palabras absurdos y desopilantes, gags típicos de los dibujos animados clásicos y un clima festivo en el que incluso los que juegan el rol de “los malos” aportan comicidad y encanto a la trama.
En cuanto al dibujo de Quique, no hay mucho para agregar a lo ya expresado en otras reseñas. Me tienta decir que acá, al tratarse de un compliado de historias cortas, lo vemos al ídolo trabajar con distintos climas y distintos registros, y presentarnos una variedad muy amplia de mundos, locaciones y criaturas. Pero la verdad es que en todas sus obras más o menos extensas Quique hace gala de esa versatilidad y de esa pasión por abrir el juego, por trascender los límites y las fronteras, y por brindarnos un atlas vasto y complejo de los universos fantásticos que habitan en su plumín mágico.
Si sos fan de la dupla desde sus inicios o si la descubriste hace poco, no dejes de recorrer Metallum Terra y los otros mundos imposibles que se esconden entre estas páginas. Ah! Desde hoy hasta el lunes 30, todas las reseñas del blog van a ser de libros de historieta argentina aparecidos en 2015. Variaditos en autores y temáticas, pero todo nacional y de reciente aparición.

domingo, 22 de noviembre de 2015

22/11: DC COMICS PRESENTS SUPERMAN: SOLE SURVIVOR

Rescaté a este TPB para pobres de una batea de ofertas en la que agonizaba, a ver con qué me podía llegar a encontrar. Como otros TPBs para pobres que ya vimos, este se nutre de lo que en su momento fueron cuatro números de la revista Legends of the DC Universe, un título muy desparejo, obviamente a causa de la constante rotación de personajes y autores.
La revista se lanzó con una saga de tres episodios protagonizada por Superman, escrita por el entonces encumbrado James Robinson y reeditada en este one-shot. La consigna de Robinson parece ser actualizar a los ´90 la primera batalla de Superman contra el Ultra-Humanite (considerado el primer supervillano de la historia del comic), que originalmente había sido narrada en 1939 por Jerry Siegel y Joe Shuster. Coherentemente, la historia está ambientada en los albores de la carrera de Superman, en la época de los primeros números de The Man of Steel, cuando Luthor todavía tenía pelo y nadie había visto un cacho de kryptonita.
Más allá de que la consigna y la ambientación puedan resultar interesantes, la historia es muy floja. Robinson hace bien dos cosas: le escribe los mejores diálogos a Lois Lane, como para justificar su participación en la trama, y nos hace comer el amague a los que conocemos la historia clásica del Ultra-Humanite al mostrar a Dolores Winters como una posible “anfitriona” de la mente del villano, que salta de cuerpo en cuerpo. Uno apostaba hasta la dignidad a que la clave estaba en Dolores Winters y al final no era así. Salvo por esos dos detalles, la historia es aburrida, el villano que introduce Robinson (Madness) es choto y en ningún momento uno siente esa tensión, esa vibración que te hace pensar “acá está por pasar algo muy grosso”.
El dibujo de Val Semeiks tampoco contribuye. Es básico, ramplón y encima el color no lo ayuda. Lo peor que tiene el dibujo de Semeiks es que dibuja la musculatura de Superman de un modo grotesco, muy exagerado. Eso por ahí quedaba bien cuando dibujaba a Lobo, que es un personaje grotesco, más virado a la joda que a la aventura con alguna pretensión de realismo. Lo más digno lo logra cuando intenta copiar cositas de John Byrne o Alan Davis, y para esto último lo ayudan las tintas de Paul Neary. Pero visualmente, esta es una historieta bien del montón.
Como complemento, tenemos un unitario que apareció en el n°39 de LOTDCU, escrito por Danny Fingeroth, guionista y coordinador de muchos títulos auténticamente aberrantes de la Marvel de los ´90. Fingeroth sorprendió a propios y ajenos con un breve unitario de Superman en una antología, y en esta nueva visita a Metropolis trae una consigna atractiva: un científico multimillonario se convence de que la Tierra está por explotar en mil pedazos y lanza a su bebé en una nave espacial, en busca de un planeta supuestamente habitable. Por supuesto todo sale mal y será Superman quien deba evitar la tragedia y salvar al bebé. No está mal, tiene su encanto, más allá de lo poco verosímil que resulta la existencia de un científico multimillonario, capaz de construir robots hiper-tecno y naves espaciales… al que nunca ningún otro guionista había mencionado. “Hola, soy más grosso que Luthor, pero nunca nadie había hablado de mí en ningún comic”. En fin… el dibujo de estas 22 páginas es un horror cancerígeno y abisal, perpetrado por Randy Green, un dibujante espantosamente precario, que en un mundo más justo estaría limpiando parabrisas en los semáforos.
Me guardo este TPB para pobres… para regalárselo a algún amigo fan de Superman.

sábado, 21 de noviembre de 2015

21/11: JACK

Este es un comic bastante extraño, a cargo de Nicolás Egüez y Pablo D´Alio, dos autores nóveles, creo que muy jóvenes, que estudiaron (o estudian) con el maestro Horacio Lalia.
Tiene un primer problema importante: debajo de esa atractiva portada, hay un librito de apenas 48 páginas, de las cuales 15 NO son de historieta. Casi un tercio de las páginas se van en prólogo, agradecimientos, biografías (en joda) de los autores, carátulas y páginas en blanco. Un despropósito total, un cálculo que no tiene pies ni cabeza. Para la próxima, ya saben chicos: un comic de 33 páginas entra en un librito (o una revistita) de 36 páginas. Si la idea es que el librito tenga 48 páginas, hay que dibujar como mínimo 43 páginas de historieta. Si no, parece que salieron a chorear.
La historia en sí está muy bien, hasta se da el lujo de cambiar de género. Depende donde la abras cuando la hojeás, podés decir “uh, mirá, es una onda Vertigo, oscura, medio psicológica, medio metafísica”, o “uh, mirá, es una bien zarpada de superhéroes que se cagan a palos”. Y no sólo es las dos cosas, sino que ese doble registro no es producto de la torpeza ni de la improvisación, sino que el guión de Nicolás Egüez juega todo el tiempo a eso, a presentarnos varios niveles de realidad, en el que hay cabida para escenas con climas, situaciones y personjaes bien diferenciados. Y lo que en un punto puede parecer extraño, o retorcido, se resuelve de modo muy satisfactorio al final.
El dibujo de D´Alio se acomoda bien a estos sacudones y aporta su cuota de extrañeza y freakeada. Lo mejor que tiene este dibujante es el manejo de las tramas de gris, un punto realmente muy alto en la faz gráfica de Jack. También hay aciertos en los ángulos que elige y en la expresividad de rostros y cuerpos en acción. Y lo más flojo, lejos, son los fondos, que no están o están apenas esbozados.
Bueno, no me puedo extender mucho más porque la historieta es muy breve y cualquier cosa que yo escriba puede explicitar demasiado una trama que es intencionalmente ambigua. No sé dónde se vende este librito, quizás sólo en el taller del maestro Lalia (que aparece caricaturizado con la mejor onda por sus alumnos), o en algún evento onda Dibujados. Si lo ves dale una posibilidad, que está muy bien. Y bueno, una pena lo de la sobredosis de páginas que tuvieron que rellenar con cualquier fruta, o directamente dejar en blanco…

viernes, 20 de noviembre de 2015

20/11: ALABASTER

Osamu Tezuka no tiene límites. Es como la ciudad de Los Angeles: pateás, pateás, te tomás bondis y trenes pero no llegás nunca hasta el final. Cuando creías que ya habías leído toda la producción de Tezuka (de un cierto período, al menos) inevitablemente aparece una obra más. Es impresionante. ¿Cuántas páginas por mes dibujaba esta bestia? ¿En cuántas series trabajaba al mismo tiempo? Y lo más zarpado: Tezuka murió a los 60 años, relativamente joven. ¿Cuánto más hubiese producido de haber vivido otros 25 años?
Alabaster es de 1970, de ese período bisagra en el que el Dios del Manga empieza a volcarse a los relatos más zarpados, más jodidos. Todavía no se puede hablar de gekiga porque acá hay elementos fantásticos y algún que otro chiste, que son cosas que en el gekiga no corren. Pero sí se puede hablar de una aventura muy espesa, con violencia, con momentos shockeantes, torturas, violaciones, peleas tremendas, persecuciones, explosiones… Por momentos parece un comic de superhéroes centrado en el villano, onda el Nemesis de Mark Millar. Aunque claro, en los comics yankis siempre se cuidan de dejar vivo al protagonista (sea bueno o malo) a la expectativa de que pinte una secuela; acá Tezuka lleva la trama a un extremo tan atroz, que es obvio que el final va a ser trágico, que ninguno de los dos protagonistas van a llegar enteros a la última página. Secuela las pelotas.
A lo largo de casi 500 páginas, Tezuka encuentra huequitos por donde bajar línea acerca de lo efímero de la belleza, la dudosa probidad de los políticos, la seducción del poder, el placer irracional que causa hacer el mal y –en el primer tramo- la discriminación racial. Pero por sobre cualquier mensaje, acá hay un Tezuka que se divierte, que se regodea en los cheap thrills, que tensa la historia todo lo posible para forzar un desenlace bien épico, con sangre, corchazos, piñas y edificios enteros que vuelan a la mierda. También hay amor, lealtad, sacrificio y hasta un cierto vuelo poético para que no sea todo tan cabeza. La onda, sin dudas, es impactar al lector, sacudirlo, cagarlo a cachetazos con una historia trepidante, en la que varias veces quedamos a milímetros de hinchar por los malos, sobre todo porque el Manga no Kamisama no nos presenta al oponente de Alabaster y su banda como un héroe, sino como un representante de la ley bastante creído y, más adelante, como un auténtico sorete.
Entre tanta ambigüedad, hay una sola certeza: el dibujo del maestro Tezuka. Muy cerca de su pico como historietista y como dibujante, el ídolo nos regala páginas vibrantes, resuelve de modo increíble el tema de las persecuciones y se mata en fondos, texturas y efectos de iluminación. Todavía le faltaba bajar un cambio: el de las expresiones faciales y el lenguaje corporal. Acá se ven demasiadas similitudes con el Tezuka que trabajaba para el público infanto-juvenil: exageraciones zarpadas en la anatomía, personajes demasiado caricaturescos, gestos ampulosos, golpes y caídas puestos para generar comicidad… De todo eso se deshará el Dios del Manga a lo largo de los primeros años de la década del ´70, para ascender a la cumbre máxima de su ilustre trayectoria.
En un intento bastante precario por odenar cronológicamente las obras de Tezuka, me parece que justo después de Alabaster vendría El Libro de los Insectos Humanos, donda ya el nivel de mala leche y oscuridad es más profundo y se acaban los chistes y los elementos fantásticos. Y al mismo tiempo que Alabaster (o meses antes, o meses después, porque capaz que este asesino dibujó estas 500 páginas en dos o tres meses) ubicamos a Apollo´s Song, que tiene muchas similitudes de tono con el manga que hoy nos ocupa. Lo cierto es que, sin siquiera aspirar al sitial de Obra Maestra, Alabaster es una lectura que te atrapa, te hipnotiza, te estremece y te deja respirar recién en la última viñeta. Tengo otro libro de Osamu Tezuka sin leer, pero no me veo entrándole antes del 31 de Diciembre.

jueves, 19 de noviembre de 2015

19/11: MYSTIQUE Vol.1

Nunca fui muy fan de Mystique, y menos después de ver las últimas películas de los X-Men en las que le dan demasiado protagonismo y termina por opacar a personajes mil veces más interesantes como el Profe, Magneto, Beast o Quicksilver. Pero me sedujo el equipo creativo, y dije “bue, veamos qué onda”.
La idea es muy loca: el Profe Xavier tiene una especie de “Suicide Squad” que ni los X-Men conocen. Son agentes secretos (y mutantes) que cumplen misiones jodidas, comprometidas, vinculadas a entreveros políticos, en las que no se puede ver la mano del Profe ni siquiera cuando les va bien. Y a Xavier no se le ocurre mejor idea que reclutar como agente a Mystique, justo cuando la están por hacer boleta las fuerzas armadas de EEUU por sus numerosos crímenes de lesa humanidad. Entre palmar o laburar para el dolape, la mercenaria no duda demasiado y firma el pase (una vez más) al bando de los buenos.
La gran cagada que tiene este planteo es lo lento que se desarrolla. Para cuando Mystique empieza a involucrarse en su primera misión, faltan 7 páginas para que se termine el tercer episodio. O sea que está todo muy estirado. La idea es dedicarle todo un TPB de 144 páginas a una historia que se podría haber contado perfectamente en una graphic novel o un prestige de los ´80, es decir, unas 64 páginas. Pero claro, el guionista (al que todavía no nombré) es el maestro Brian K. Vaughan, especialista en estirar ideas para que abarquen un TPB entero, y además experto en armar secuencias en las que sólo hay diálogos. Lo positivo (ni hace falta decirlo) es que esos diálogos son casi siempre brillantes, punzantes, a veces cómicos, a veces durísimos, y sobre todo puestos en función de la construcción y el desarrollo de los personajes. La onda y la carnadura que lo pone a Forge, por ejemplo, es increíble. En 15 páginas lo hace mucho más creíble que John Francis Moore y Howard Mackie en más de 50 números de X-Factor.
Una vez que Vaughan la corta con los prólogos, las explicaciones y el sembradío de plots a futuro (siembra para 24 episodios, más o menos, pero al final escribirá sólo 13), arranca la misión en sí, y es todo medio blandengue hasta el final del quinto capítulo, en el que Mystique se ve enroscada en un dilema moral muy heavy, que se resuelve de modo bastante satisfactorio. Y ahí está la gracia, porque la lucha contra los “villanos” (el ejército de Cuba, nada menos) en ningún momento resulta atractiva, ni siquiera realmente riesgosa para la despiadada cambiaformas. La variante de Mystique jugando de heroína, al punto de arriesgar su vida para salvar la de los inocentes, hace ruido, pero poco. Es otro punto a favor.
Al frente de la faz gráfica está un artista seguramente conocido por todos los lectores de este blog: Jorge Lucas. Acá, el uruguayo radicado en Argentina reafirma sus cualidades camaleónicas. Así como en sus primeros trabajos se disfrazaba de Frank Miller, en Cazador coqueteaba con la línea de Simon Bisley y en sus primeros trabajos para Marvel jugaba a parecerse a Jack Kirby, acá Lucas arranca muy pegado al estilo Top Cow, al de los clones de Marc Silvestri. Después, de a poco, se va soltando y para la mitad del tomo (más o menos) ya lo vemos en un estilo un poco más personal, aunque siempre muy medido, muy controlado. Ni hace falta decir que Lucas tiene una capacidad de narrar con el dibujo muy notable, a años luz de los pecho frío de Top Cow. O sea que incluso disfrazado de ese tipo de pseudo-historietistas, brinda páginas muy armónicas, en las que la narrativa fluye sin mayor dificultad… y la rema hasta donde puede con esas páginas repletas de texto donde sólo puede dibujar a gente que habla.
En el balance final, la verdad que esta saga de Mystique no me emocionó como para salir a buscar otras. La recomiendo a los fans del personaje (obvio), a los talibanes de los comics de mutantes, a los completistas que quieran tener todo lo que escribió Vaughan, y a los que bancan a Lucas de local y de visitante, porque acá su trabajo es muy sólido, sin fisuras ni tiradas a chanta de ningún tipo. Ah, y esas portadas cuasi-porno de Joseph Michael Linsner me dieron vergüenza ajena…

miércoles, 18 de noviembre de 2015

18/11: LAS MORADAS DE SANTA TERESA DE JESUS

Este libro es, desde su concepción, un disparate. O por lo menos un desafío extremadamente jodido, de esos que uno no termina de entender qué necesidad había de afrontar. Trece historietistas de 2015 se propusieron trasladar al comic los textos que Santa Teresa de Jesús escribiera allá por 1577 para festejar los 500 años del nacimiento de la famosa “monja andariega”.
Yo era (hasta hace un rato) un profundo desconocedor de la obra de esta señora, y me quedé atónito al descubrir que estos textos (a veces llamados “El Castillo Interior”) son una especie de libro de autoayuda avant la lettre, en los que Santa Teresa les explica a otras monjas cómo recorrer el camino del espíritu que lleva hasta Dios. No son relatos al estilo de la Biblia, tampoco son fábulas, ni moralejas, ni debates con otros teóricos del catolicismo. En cada uno de los capítulos, Santa Teresa recorre una de las siete moradas que llevan hacia Dios, hasta que “se consuma el matrimonio espiritual”. Pero esa recorrida no implica necesariamente una evolución de un punto A a un punto B, ni tampoco se queda en la descripción “física” de cada una de estas moradas. Es todo muy raro, y por suerte los distintos autores encararon las adaptaciones de distintas maneras.
El libro arranca con una biografía de Santa Teresa, narrada por ella misma, con guión de Marcos Vergara y Leo Sandler. Acá hay un relato que (como toda biografía) narra algo, va a alguna parte, y por eso es el texto más fácil de adaptar. Vergara y Sandler lo hacen muy bien, por suerte.
Después viene el prólogo: un chamuyo en el que la monja cuenta por qué, para quién y sintiendo qué se pone a escribir estos textos. Daniela Kantor rodea a esas palabras con lindos dibujos, pero no hay drogas alucinógenas que alcancen para sostener que esas 12 páginas componen una historieta.
Las “Moradas Primeras” se convierten en una historieta gracias a Alejandro Farías y Pato Delpeche, que logran que los conceptos metafísicos de Santa Teresa parezcan algo así como una narración. Hay secuencias, hay acción… pero no creas que si sólo mirás los dibujos (excelentes, por cierto) se entiende la trama. Sí o sí, para saber de qué corno estamos hablando vas a necesitar de los textos… en los que Santa Teresa te cuenta lo importante que es la oración, destaca el valor de la humildad y ofrece tips varios para emprender el camino hacia Dios.
Para la segunda parte, la dupla uruguaya integrada por Roy y Maco patea el tablero y narra 12 páginas casi sin textos de una especie de aventura que vive Santa Teresa. Al final, llegan las reflexiones: “Quien anda en el peligro, en él perece”, “No hay mejores armas que las de la cruz”. La primera parece una frase del Viejo Vizcacha, el que le bajaba línea a Martín Fierro. La segunda no la entendí, quizás porque soy ateo. El dibujo y la narrativa de Maco, brillantes.
El capítulo que le tocó a Federico Reggiani y Max Aguirre era inadaptable. De las 12 páginas, apenas dos tienen algo así como una secuencia narrativa. El resto son ilustraciones de Max, en las que Federico mete medio a presión cachos de texto que hablan de lo lindo que es ser pobre cuando se busca el camino hacia Dios. El tramo a cargo de Jorge Quién también tiene el mismo problema.
Las “Moradas Cuartas” son otro masacote de texto ya al borde del delirio, que Farías mete (mediante finos malabares) en un sinfín de bloques de texto. El dibujo de Jorge Vildoza encuentra espacio para brillar, para irse al carajo, para teñir de lisergia, de psicodelia y de freakeada los escritos de Santa Teresa. Fernando Calvi intenta algo parecido en el tramo final (también muy lleno de texto) pero se restringe a sí mismo con una grilla de seis viñetas iguales que se mantiene a lo largo de toda la “historieta”. En páginas chicas como las de este libro, meter seis viñetas implica no dejar espacio para que el dibujo se luzca y, eventualmente, explote por más potentes que sean las imágenes.
Y dejo para el final la adaptación que más me impactó, que es la de Pedro Mancini. Con un texto muy escueto (y muy fumado), Pedro convierte a Santa Teresa en una especie de Arzak que flota en silencio en un cosmos metafísico, sufre transformaciones y lanza rayos de los ojos. Todo esto con su habitual dibujo recontra sobrecargado de rayitas, de texturas y de expresividad.
En fin, esto se puede comprar principalmente porque todos los dibujantes, hicieron un gran trabajo. Los guiones… casi todos tienen que recorrer hacia arriba una cuesta MUY empinada. En todo caso, algunos funcionan como ejemplo de que en la historieta se pueden abordar temáticas que pocos teníamos en cuenta, como la autoayuda o la “orientación vocacional” para quien se cope dedicándole su vida a la religión. Amén.

martes, 17 de noviembre de 2015

17/11: UNAHISTORIA

Lo indulté al maestro Gipi después de aquel trago amargo del 05/11/12 y me compré su última novela gráfica, editada en Italia en 2013.
Esta vez me encontré con algo que no esperaba: una narrativa muy confusa, muy enroscada. Gracias al texto de la contratapa (y a tenues pistas que ofrece Gipi en la novela) logré deducir que la idea es narrar dos historias en paralelo: en el presente, la de Silvano Landi, el escritor amnésico internado en el neuropsiquiátrico; y en el pasado, la de su bisabuelo Mauro, que peleó en la Primera Guerra Mundial. Superadas las dificultades para dilucidar cómo está estructurada la novela, me encontré con que la historia de Mauro en el frente de guerra es brillante. Emotiva, impredecible, con el equilibrio justo entre la ternura y la mala leche, con un gran criterio para romper la diégesis y mostrarnos algunas secuencias antes que otras, esta historia amerita por sí sola la lectura del libro. Es más, no entiendo por qué Gipi no la editó así, como una historia completa, sin mezclarla con la historia de Silvano. Bueno, quizás sea porque tiene poco más de 50 páginas y la editorial le pedía algo más extenso…
La historia de Silvano, en cambio, no va a ningún lado. Si estuviera narrada toda para atrás, es decir, si terminara cuando nos enteramos qué fue lo que le hizo perder la cordura, quizás tendría sentido. Pero por un lado, esto no es así, porque la historia va y viene sin llegar a ninguna resolución; y por el otro Gipi no explica claramente los motivos de su amnesia/demencia, es algo que uno mal que mal trata de sacar en limpio entre flashbacks interesantes (la conversación con su hija, donde están los mejores diálogos del tomo) y delirios muy fumados que, cuando se logran conectar (aunque sea metafóricamente) con la trama están bien, y cuando no, son un bodrio.
Como vimos el otro día con Dear Patagonia, acá de nuevo tenemos a un dibujante obscenamente virtuoso, que la descose en todas las técnicas que pone en práctica… y que se toma demasiadas páginas para contar cosas chiquitas. “Se viene una tormenta y nosotros manejando por la ruta” para Gipi son cinco páginas y media, por ejemplo. Pero bueno, el dibujo es tan maravilloso que no importa nada. Desde esas viñetas que sólo tienen una línea finita, que parece birome o lápiz reventado en el photoshop, hasta esas ilustraciones con acuarelas que bien podrían colgarse en cualquier museo, Gipi nos pasea por amplísimo repertorio de técnicas (a veces gráficas, a veces pictóricas) que nos dejan invariablemente estupefactos.
La faz visual de Unahistoria es muy ecléctica, cambia brutalmente de una página a otra, o incluso de una viñeta a otra, porque Gipi pega saltos en el grafismo o cambia de técnica como para sugerirnos cambios de clima, de época o de niveles de realidad. Eso contribuye, por un lado, al desconcierto narrativo del que hablaba yo al principio, y por el otro a una fascinación estética única, que hace que te chupen un huevo las inconsistencias del relato, por lo menos en el tramo ambientado en el presente.
Capaz que el boludo soy yo y el mundo está lleno de críticos y lectores que descifraron al toque simbolismos y metáforas que yo no descifré, y todos coinciden en que esta es la mejor obra en la carrera de Gipi. Puede ser, no lo descarto. Yo sigo prefieriendo Apuntes para una Historia de Guerra o Garage Band y recomendando especialmente esta última a los que todavía no descubrieron el universo de este tano talentoso y atrevido, un verdadero mago de la tinta y el color.

lunes, 16 de noviembre de 2015

16/11: GREAT PACIFIC Vol.3

Tercer tomo de esta serie que tenía colgada desde el 25/12/14. Aquella vez, yo decía “Si en el último tramo Joe Harris no derrapa con los malabares que le hace hacer a Chas Worthington, va a lograr redondear una serie muy interesante”. Y la verdad es que la serie mantiene el atractivo hasta el final, pero el derrape está y se nota mucho. Los últimos malabares del ambiguo protagonista son muy extremos, dan la sensación de no estar justificados del todo y me parece que tienen que ver no tanto con la lógica sino con el hecho de que la serie se terminaba y había que ponerle un cierre fuerte, impactante.
Este tomo arranca con dos episodios bien unitarios. El primero, flojito. Impredecible, es cierto, pero nada del otro mundo. El segundo sí, un capitulazo, por momentos al nivel de lo mejor de Ex Machina. Y después arranca el arco final, cuatro episodios pensados para cerrar la serie, en los que Harris cambia un poco el registro y deja bastante de lado la arista política y el thriller financiero para meternos a fondo en una aventura violenta, sangrienta, muy jugada a la machaca. Por supuesto, cuando Great Pacific renuncia a aquello que la hacía única y se convierte en una aventura más, es donde pierde puntos.
De todos modos, hasta último momento hay excelentes diálogos, flashbacks muy bien calzados al pasado de Chas, desarrollo para los personajes secundarios y giros argumentales que te dejan perplejo. De hecho, en las últimas tres o cuatro páginas pasan cosas tan grossas que decís “Nah, esto no puede terminar acá. Este turro tiene escrita la secuela y nos deja este final a modo de carnada para que le entremos ciegamente cuando salga”. Todo esto, como ya dije, un poco opacado por la idea de sacar de la galera a un villano muy hijo de puta, meter de prepo a Chas en el rol del héroe y virar la trama y el ritmo de la serie hacia algo más estandarizado, más trillado, si se quiere.
En cuanto al dibujo de Martín Morazzo (a quien conocí personalmente el mes pasado, en la NYCC), creo que ya dije todo lo que tenía para decir en la reseña del Vol.2 y no me quiero repetir. Estamos ante un artista muy bueno, muy completo, que mejora ostensiblemente de un TPB a otro y que no le tiene miedo a subir la apuesta, a jugarse cada vez más en las puestas, en las splash-pages (simples y dobles) y en la composición de las viñetas. Me animo a decir que Morazzo es un nuevo orgullo que tenemos los argentinos, y que ya va siendo hora de que alguna editorial local se ponga las pilas y le publique algo acá, así más lectores de su país se acercan a su obra.
Y se terminó Great Pacific (¿o la primera parte de Great Pacific?), una serie que nos dejó buenas ideas, buenos personajes y dos autores a los que no tenía en el mapa y a los que hoy me animo a comprarles cualquier cosa que hagan.

viernes, 13 de noviembre de 2015

13/ 11: TEX: EL JINETE SOLITARIO

Poco conocido en Argentina, Tex Willer es uno de los personajes más famosos de Italia. Creado en 1948 por Gianluigi Bonelli, sus aventuras se publican aun hoy con muchísimo éxito y a pesar de haber pasado por las manos de decenas de autores, nunca necesitó un reboot. El motivo es tan simple como incomprensible: en casi 70 años de aventuras, Tex casi no avanzó un milímetro. Los guionistas vienen y se van, pero todos respetan una consigna básica: el personaje no puede cambiar en lo más mínimo nunca, pase lo que pase, de tal modo que TODAS las historias, de TODOS los autores y TODAS las épocas se puedan leer en cualquier orden. No hay villanos recurrentes, no hay personajes secundarios y creo (no estoy seguro) que nadie se tomó la molestia de indagar en el pasado de este héroe impoluto, que parece estar clavado en una edad indefinida entre los 30 y los 35 años.
Esto pareciera garantizar una serie inocua, anodina, embolante, pero cada tanto la editorial Bonelli deja que algún autor grosso meta mano en el dibujo para algún tomo especial, y ahí es cuando Tex se vuelve relevante, aunque sea un ratito. Uno de los grandes dibujantes que aceptaron cargarse al hombro 220 páginas de Tex fue el maestro Joe Kubert, y los sellos chilenos Acción y Shazam! Hicieron un team-up para editar esa aventura en el país vecino.
El guión de Claudio Nizzi está armado en base a la típica venganza del tipo bueno al que le matan a sus seres queridos. Tex tendrá 220 páginas para capturar a los asesinos de su amigo Ethan Colter y su familia (que por supuesto no habían aparecido en ninguna aventura previa) que son cuatro, como en Dago. De hecho las similitudes con Dago son muchas. Las primeras 30 páginas nos muestran la masacre que perpetran los cuatro villanos en el rancho de los Colter y la primera escaramuza con Tex, que trata sin éxito de capturarlos. Los malos se separan, y el héroe decide ir a buscarlos uno por uno.
Frank, el más jodido de los asesinos, es el primero en caer tras 60 páginas muy interesantes, en las que Tex se enfrenta a la corrupción de un sheriff que juega para los malos. En una aventura supuestamente conservadora, que el héroe tenga que confrontar con la autoridad es casi revolucionario. Durante las siguientes 54 páginas, Tex (que parece no ensuciarse ni bañarse nunca, a quien vemos cabalgar cuatro días por el desierto sin que le crezca ni la sombra de la barba) va contra Luke Thorpe, otro de los asesinos de su amigo, a quien Nizzi se toma un buen tiempo para presentarnos como un tremendo sorete. La cacería de Russ, el tercero de los malhechores, le toma apenas 34 páginas y –de nuevo- involucra a un sheriff medio tránsfuga. Y en las últimas 30 páginas, será el turno de Jako, el indio, cuarto y último de los asesinos. Los cuatro terminan muertos, aunque Tex no mata a ninguno.
Así, con míseros cinco cuadritos a modo de epílogo, termina una saga intensa en la que el ritmo se acelera o se ralentiza varias veces, como si Nizzi fuera regulando para no quedarse sin nafta antes de la página 220. El héroe, dentro de todo, cobra bastante, pero sobrevive a unos peligros realmente excesivos, que conspiran contra el verosímil de la obra. Por suerte el guionista se esfuerza por ponerle onda a los villanos y a algunos secundarios.
Igual el atractivo está (y me animo a pecar de obvio) en el dibujo del Viejo Joe, cuyo regreso al western (género en el que incursionó en los ´50) es definitivamente triunfal.Con una puesta en página muy clásica, con bastantes viñetas mudas, Kubert sale airoso del extenso esfuerzo narrativo. En el dibujo, despliega todas sus técnicas para combinar blancos y negros, desde cross-hatchings imposibles logrados con plumín hasta tramas mecánicas aplicadas con criterio y buen gusto. Los fondos, los climas, las expresiones faciales, la reconstrucción histórica son todos puntos altos en un trabajo impresionante del papá de Adam y Andy.
Si te chupa un huevo Tex, si nada te importa menos que ver a un cowboy “de los de antes” perseguir forajidos por las planicies, desiertos y montañas del Far West, si el argumento te parece remanido o poco profundo, no te calentés: Joe Kubert deja la vida en cada viñeta para que disfrutes de la lectura de este tomo. El guión tiene su aciertos, pero la labor de Kubert es sensacional y justifica ampliamente el laburo de sentarse a leer “una de combóis”, como decía mi abuelo Beto.

jueves, 12 de noviembre de 2015

12/11: EL CHISPA

El carismático personaje creado por Gustavo Secreti y Gustavo Lucero cumplió 10 años y para festejarlo, Lucero se encargó de escribir, dibujar y editar esta novela gráfica de 70 páginas.
En general es una buena historieta, con mucho ritmo, buenos diálogos (a esta altura, dos marcas de fábrica de Lucero) y excusas bastante razonables para que los conflictos se terminen resolviendo por la vía de la violencia. Lucero rodeó al protagonista de otros personajes definitivamente gancheros, los villanos tienen su encanto, y el hecho de que todo suceda en el conurbano bonaerense también le suma atractivo al combo. Veamos cuáles son los puntos débiles:
A nivel del guión, uno solo, pero importante: los personajes se presentan en las últimas dos páginas. Si nunca leiste un comic de El Chispa, arrancás a ciegas. Los personajes hacen constantes menciones a hechos que transcurrieron en historietas anteriores y el que no está muy empapado de la mitología del Chispa queda garpando, mal. Yo hubiese arrancado la novela con esas dos páginas finales en las que Lucero pasa en limpio quiénes son estos chicos y chicas y por qué hacen lo que hacen, así los recién llegados no la teníamos tan cuesta arriba.
Y después un detalle, que a veces complica un toque la lectura: los signos de puntuación que suelen desaparecer. No cuesta un carajo revisar los textos y corregir eso que parece una boludez, pero contribuye a que los diálogos se disfruten mucho más.
Por el lado del dibujo, esta vez me cerró menos que en Clan Felino el tema de usar fotos reventadas en el photoshop para los fondos. Esta pareciera ser una historieta más light, más “apta para todo público” y ese tratamiento de la imagen para los fondos añade mugre, contribuye a crear un clima más denso, más oscuro.
Obviamente me sigue haciendo ruido el tema de las chicas con cinturitas microscópicas y tetas gigantes, más cuando son adolescentes.
Y lo otro que no me termina de cerrar es que esto se publique en blanco y negro. ¿A quién está apuntada esta historieta? Yo diría que a adolescentes y a fans de los superhéroes. Los segundos están MUY acostumbrados a leer las aventuras de sus justicieros favoritos a todo color. De hecho, en la portada queda bastante claro que Lucero sabe manejar el color y MUY bien. Y los adolescentes, es cierto, hace años que consumen mucho manga y el dibujo de Lucero tiene algo de eso, en el uso de las líneas cinéticas, en la aplicación de los grises con tramas mecánicas y demás… O sea que quizás para ellos esto no pierda atractivo al publicarse en blanco y negro. Pero no tengo dudas de que esto, a color, sería un hitazo. No correría el tema de las fotos reventadas en vez de los fondos, se diferenciaría mejor y más fácil a los personajes, se abrirían un montón de posibilidades que –no tengo duda- levantarían mucho a una faz gráfica que así está muy bien (Lucero viene mejorando grosso sobre todo en el manejo de las masas negras) pero que a color se vería infinitamente más atractiva.
Con este libro queda muy claro que Lucero está armando un universo, que comparten todas las historietas en las que mete mano. No sólo me copa que alguien intente armar algo así, sino que me gusta además la forma en la que lo está llevando a cabo. Así que quiero más historietas del Luceroverse, en lo posible ajustando algunas de las boludeces que no me cerraron, y en lo posible en alguna editorial que se anime a publicarlo a color, así estas creaciones se acercan un poco más a su público potencial que –me da la sensación- es enorme.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

11/11: WHY DID PETE DUEL KILL HIMSELF?

Al igual que ayer, tenemos una historieta autobiográfica en la que un autor convierte en viñetas recuerdos de su juventud y, en este caso, de su infancia. Mark Kalesniko retoma a su alter ego, Alex Kalienka, para repasar momentos clave de su niñez y adolescencia en 20 relatos muy cortitos, casi todos con muy poco texto, o simplemente mudos.
El título es un engaña-pichanga totalmente vendehumo. Parece escrito por Durán Barba. Te comés el amague de que Kalesniko se propone investigar el aparente suicidio del actor fallecido en 1971, y la verdad es que nada que ver. Lo que sucede es que la muerte de Peter Duel lo agarra a “Kalienka” con 16 ó 17 años y ese hecho imprevisto y desafortunado lo lleva a pensar en todas las injusticias de las que fue víctima (y en algún caso, partícipe) durante su niñez y su pubertad.
A través de estas secuencias, Kalesniko desarrolla conflictos chiquititos, a muy pequeña escala, que ilustran lo mal que la pasó de chico en la escuela, lo mucho que le costó adaptarse a casi todo, lo poco que le interesaba todo lo que no fuera dibujar, leer comics o mirar televisión. Son escenas en las que suele haber niveles importantes de violencia física o psicológica (sobre todo si pensamos que hay niños involucrados), y que Kalesniko resuelve a veces con ternura, a veces con mala leche y a veces con el sabor agridulce de la resignación.
Yo sostengo hace mucho mi posición en contra de que los historietistas malgasten su talento narrando anécdotas mayoritariamente inocuas de su infancia y adolescencia. Me parece que para que valga la pena contarle tu vida a alguien que no sea tu amigo (o tu terapeuta), como mínimo te tienen que haber violado cuatro chabones disfrazados de Tortugas Ninja, o tenés que haber sobrevivido a un accidente aéreo en el Triángulo de las Bermudas para caer en una jungla centroamericana infectada de guerrilleros y/o narcotraficantes. Todo lo demás es el “Efecto Panadería” del que hablábamos ayer.
Dicho todo esto, banco a Why Did Pete Duel Kill Himself?, porque está obscenamente bien dibujado y porque –una vez más- Mark Kalesniko demuestra que en materia de narrativa la tiene infinitamente clara. En todas esas secuencias mudas, el canadiense pela una cantidad de recursos apabullantes, por supuesto en algunos casos tributarios de los de su coterráneo Dave Sim. Ahí, en esa diversidad de recursos narrativos, y en la habilidad para manejarlos, reside la genialidad de esta obra. Que además, como lógica consecuencia de tener tantas secuencias mudas, se lee MUY rápido.
Si, como yo, sos fan a muerte de Mark Kalesniko, no dejes de buscar este libro, editado por Fantagraphics en 1997. Si no, hay obras de este autor más recomendables para internarse en su mundo.

martes, 10 de noviembre de 2015

10/11: CRONICAS DEL INXILIO

Hace unos días, el 26/10, veíamos una obra del Silvio Galizzi guarro, provocador, políticamente incorrecto. Hoy, en una panquequeada digna del PRO y la UCR, me encuentro con un Silvio Galizzi distinto, más reflexivo, más recatado, decidido a bajar la línea correcta. En Crónicas del Inxilio en vez de jugar a meterse en la piel de Drácula, Galizzi juega a repasar su juventud, que coincidió con la última dictadura militar que padeció Uruguay. Este libro ofrece, entonces, breves historias autobiográficas, sin vampiros, sin sexo, casi sin sangre, sin fantasía. Son fragmentos de la realidad que vivió Galizzi convertidos en 10 historietas.
La primera no tiene diálogos, es simplemente el texto de un poema utilizado para ilustrar de modo muy efectivo distintos momentos del golpe de Estado del 9 de Julio de 1973. La segunda (creo que es la más extensa) narra un viaje que emprende el joven Silvio junto a dos amigos, con poca plata y muchas ganas de pasarla bien. Es la historia que más daba para meter sexo, droga y rockanroll, pero no: hay sánguches, cigarrillos y murga.
La tercera recuerda la noche en que Sui Generis cruzó el charco para despedirse de sus fans uruguayos con dos conciertos, y acá Galizzi aprovecha para contraponer también cómo veían los jóvenes y cómo veían los viejos a la dictadura militar. Ah, y también hay un partido de futbol, que creo que deja a Uruguay afuera de una Copa América, y que no entendí bien cómo conecta con el resto de la historia. La cuarta es una breve anécdota del colegio secundario que incluye la primera visita del joven Silvio a una comisaría, también narrada con poco texto.
La quinta se centra en un acontecimiento histórico del Siglo XIX (el sitio de Paysandú) y al final parece conectar con el secuestro de un historietista. En la siguiente, Silvio y sus amigos terminan otra vez en una comisaría, donde se comen un garrón importante. La séptima repasa dos sucesos importantes de 1980: un plebiscito en el que pierde el gobierno militar y un campeonato de futbol (el Mundialito) que gana Uruguay de local. La historia más breve es la octava, apenas tres páginas en las que Galizzi recuerda cómo se decide a estudiar Derecho y cómo conoce a Cristina, quien fuera su mujer durante muchos años.
La novena historia, por el contrario, tiene 14 páginas y acá sí, la represión se pone heavy. Una manifestación de 1983 termina con Galizzi (y muchos uruguayos más) cagados a palos por la policía montada, detenidos y humillados por los militares. Y el epílogo, ambientado ya en democracia, tiene que ver con la impunidad, con el hecho de que la transición democrática uruguaya no incluyó juicios a los autores de crímenes de lesa humanidad, sino que siguieron circulando libremente por las calles.
Como siempre digo, en la historieta latinoamericana ya se exploró hasta el hartazgo el tema de “los milicos malos nos cagaron la vida”, pero la mirada de Galizzi suele escaparle a la mera denuncia o al mero panfleto y ofrece un panorama mucho más abarcativo (y por ende más rico) de la vida y las costumbres de los jóvenes uruguayos durante los años oscuros. Ese es uno de los méritos más salientes de este libro. El segundo es el trabajo del enorme rosarino Esteban Tolj en el dibujo. Tanto en las secuencias mudas como en las de diálogos extensos, Tolj aporta el brillo, la magia de su trazo. La documentación de época es impecable, el equilibrio entre blancos, negros y grises es magistral, la narrativa está cuidadísima, y lo más notable: la capacidad de Tolj para ponerle carnadura a un estilo no muy realista, pero repleto de gestos, detalles y rasgos 100% reconocibles. Esto es muy difícil de lograr y me hizo acordar a dos grandes dibujantes que lo hacían parecer muy fácil: Alfredo Grondona White y Paul Coker, uno de los capos de la MAD de los ´70 y ´80, que es con quien más relaciono el grafismo de Tolj. Excelente trabajo de este monstruo consagrado en la animación y al que me encanta ver coquetear con la historieta.
Si sos uruguayo, no cabe lugar ni para cinco milímetros de duda: tenés que tener Crónicas del Inxilio. Si sos fan de Galizzi, ni hablar. Y si te gusta la historieta autobiográfica con un espesor dramático posta, que vaya más allá del “fui a la panadería a comprar churros y como no había compré medialunas”, estoy segurísimo de que lo vas a disfrutar.

lunes, 9 de noviembre de 2015

09/11: DEAR PATAGONIA

Siempre digo que no me gustan los hardcovers, ni los libros con muchas páginas en blanco. Este tiene esos dos defectos y además tiene un formato medio cuadrado, que desentona en cualquier biblioteca donde lo trates de guardar. Para rematarla, como el papel es de alto gramaje y tiene chotocientas mil páginas, pesa como si fuera un mueble antiguo. Menos mal que, para compensar, adentro viene una historieta con méritos más que suficientes como para olvidarnos de esas nimiedades (aunque sólo se pueda leer en la cama y boca abajo, sin sostener el libro).
Jorge González, el argentino radicado en España, se propone recorrer muchas décadas de historia siempre tomando como centro, como referencia, un pueblito del sur de Chubut en el que los tehuelches convivieron pacíficamente con colonos alemanes, exploradores escoceses y mercaderes yankis. Con el correr de los primeros capítulos, la novela se enfocará en Karl y Alicia, los alemanes, que luego tendrán un hijo, Julián, a quien seguiremos hasta su vejez. A partir de la adolescencia de Julián y sus primeros choques con su padre es donde la trama se pone particularmente interesante. Al principio resulta muy fumado todo ese fragmento con el berlinés Roth y su filmadora, pero después, cuando González llega a mostrarnos a Julián ya octogenario, eso tendrá muchísimo sentido.
Sin dudas, Julián es el personaje mejor desarrollado, opacado muchas veces por un elemento preponderante en esta obra: el clima. González es un maestro de los climas y acá les dedica muchas páginas, secuencias enteras para “meternos” en esos parajes desolados de la Patagonia, para hacernos sentir el rigor del viento, la nieve, la neblina, el polvo de los caminos… en contrapunto con una Buenos Aires festiva, pujante, acelerada ya en los años ´30. Esta decisión narrativa de González ralentiza notablemente el devenir del relato, le inyecta a la obra páginas y páginas en las que la historia no avanza. Hay que tener paciencia y no dejar que los prodigios visuales del autor nos distraigan del hilo de la trama.
En la segunda mitad, entran varios guionistas a hacerse cargo de los capítulos finales. Uno de ellos, Hernán González, le dedica un montón de páginas a un personaje remotamente conectado con la trama central, que también está bien trabajado, pero no termina de ensamblarse con la historia de Julián. Y el tramo final mezcla dibujos muy esquemáticos, bocetos, cuadros y unas ilustraciones de la hiper-concha de Dios, mezclados con una charla entre Alejandro Aguado (ver reseña del 02/09/11) y un periodista, en la que el editor, escritor e historietista narra una investigación que llevó a cabo y que vincula a su familia con la de uno de los personajes secundarios de la primera mitad de Dear Patagonia. Es la ya gastada historia de “autor de comics le mete ficha a pariente anciano para que recuerde/ comparta detalles de su infancia/ juventud que capaz enganchan con algún evento histórico o aventurero”. Y está presentado de modo caótico, difícil de emparentar incluso desde el grafismo con lo que veníamos leyendo hasta ese punto.
Más allá de estas inconsistencias o saltos al vacío en el guión, lo que realmente banca los trapos de punta a punta de la novela es el dibujo (me da cosa decirle “dibujo”, suena a poco) de González. Su lápiz endemoniado y su técnica de color personalísima se entreveran en una danza zarpada y cautivante. La paleta de colores es intencionalmente apagada, limitada, y la decisión de no borrar jamás ni la línea de lápiz más chota, más tirada al voleo, también es parte constitutiva de la identidad gráfica de la obra. Los climas, como ya dijimos, tienen un peso enorme, al igual que las expresiones faciales. La verdad que es difícil de describir lo que propone González desde el dibujo, porque es mucho más que dibujo: es una atmósfera que te transporta (al pasado, a la loma del orto) y cuando quiere te asfixia.
Dear Patagonia va lento y cada tanto se aleja demasiado del hilo que debería conducir a la narración. Pero tiene ideas muy atractivas, diálogos magníficos e imágenes de una belleza descomunal, de las que rara vez vemos puestas al servicio de un relato. No la pongo al nivel de Fueye (la novela de Jorge González que vimos el 06/07/12) pero no dudo estar frente a una obra de una calidad muy por encima de la media.

domingo, 8 de noviembre de 2015

08/11: MISTER X Vol.2

Mister X fue un fenomenito menor dentro de lo que fue el boom del comic independiente en los ´80. Nunca tuvo el impacto de American Flagg, ni de Nexus, ni de Love & Rockets, pero igual la creación de Dean Motter (con apenas 14 números publicados en la cuasi-ignota editorial Vortex) se las ingenió para armar un lindo kilombito, al punto de tener fans en Argentina. En 2005, la intermitente editorial iBooks reunió la serie original (más un epílogo) en dos tomos y yo hace poco capturé el segundo. El primero no me lo compré porque coincide a grandes rasgos con el TPB llamado The Return of Mister X, que tengo y leí hace décadas.
Y claro, al leer el segundo me doy cuenta de que muchísimo de lo que pasa acá deriva directamente de aquel primer arco del que (lógicamente) no me acordaba una chota. Tenía todavía frescas en las retinas las maravillosas imágenes de Jaime Hernandez (dibujante de los primeros episodios de la serie) y el resto lo fui recomponiendo a los ponchazos a medida que avanzaba en la lectura de este extenso Vol.2. Por eso si nunca leiste Mister X, no se te ocurra empezar por el Vol.2: sí o sí hay que arrancar por el Vol.1, que trae la saga dibujada por Jaime y co-escrita por Motter y los otros dos Bros. Hernandez, más dos unitarios en los que también pasan cosas importantes.
El argumento es realmente complejo. Hay una ciudad futurista que es producto de los sueños y pesadillas de un grupo de arquitectos, entre los que no sólo hubo feroces internas, sino incluso cambios de identidad. Con el correr de las páginas, Motter revela que de los… 25 personajes que aparecen o se mencionan en la serie, por lo menos 10 eran una misma persona, un hiper-impostor que asumió distintas identidades y fingió las muertes de aquellos personajes que ya no le servían más. A esto hay que sumarle drogas re-heavies que producen insomnio, o pesadillas tremendas, o que te permiten morir y resucitar tipo zombie, y otras que te ayudan a alterar tu apariencia para asumir más fácilmente identidades falsas. Entre flashbacks, secuencias oníricas y varios personajes que resultan ser uno sólo, no es difícil perderse en los laberintos del guión.
Por suerte está ese último episodio en el que Motter pasa en limpio algunos puntos oscuros de la serie. Y por suerte también a lo largo de todo el tomo hay buenos diálogos, personajes bien trabajados y un criterio excelente para dosificar la acción y la información. Incluso para decidir dónde termina cada escena, dónde clavar cliffhangers para acentuar el suspenso… También se nota que esto está pensado como serie regular que iba a durar años o décadas, por eso hay mucho subplot, mucha secuencia breve en la que cada 60 ó 70 páginas reaparecen personajes que no llegan a conectar nunca con la trama central, a los que Motter desarrollaba sin apuro, convencido de que ya tendrían su oportunidad de brillar.
El que no se pierde la oportunidad y brilla a full es Seth, por entonces un autor joven y promisorio, con la responsabilidad de reemplazar nada menos que a Jamie Hernandez. El dibujo de Seth se parece poco a lo que veríamos más tarde en sus obras más personales, pero igual es hermoso. En vez de mirar a Jaime, Seth mira a los autores de la línea clara posmoderna: Daniel Torres, Sento, Michael Cherkas, Serge Clerc, y sobre todo Rian Hughes, todos capos a la hora de imaginar el futuro en una clave estética aferrada a los años ´40 y ´50. Con el correr de las páginas Seth va soltando cada vez más el trazo, dejando que sea el pincel el que defina los contornos, y así gana en plasticidad. Por otro lado, la ambientación casi siempre nocturna en una ciudad repleta de edificios monumentales le permite a Seth jugar a pleno con las sombras, que tienen un peso gráfico enorme en la composición de las viñetas e incluso de las páginas, además de las inevitables reminiscencias al cine expresionista alemán. Y en el episodio final, Motter renuncia a su estilo para imitar el de Seth y lo simplifica mucho, pero –dentro de todo- le sale bastante bien.
En fin, cada tanto Dean Motter retoma a Mister X y las secuelas ya abarcan casi 30 años y unas cuantas editoriales. Sin dudas el concepto básico es tan bueno, que da para seguir explorándolo. Y si encima tenés dibujantes como Jaime Hernandez, Paul Rivoche o Seth, la intrincada saga retro-futurista se convierte en un tour-de-force.

sábado, 7 de noviembre de 2015

07/11: HOY TAMPOCO HAY NADA

Otra vez me encontré con un libro de muchas páginas, imposible de bajar en las pocas horas libres que tuve hoy entre el sueño y los compromisos laborales y sociales. Haremos lo posible para terminarlo y reseñarlo mañana.
Para el finde que viene tenemos la San Luis Comic Con, obviamente en San Luis, en el fastuoso complejo Arenas de la Punta. Ahí estaremos pasándola bomba el sábado y el domingo con ídolos como Eduardo Mazzitelli, Horacio Lalia, Luciano Saracino, Jok, Nicolás Brondo, Chanti y Burda, entre otros. O sea que el 14 y el 15 no habrá reseñas en el blog.
Gracias por el aguante, en esta recta final hacia el 31 de Diciembre.

viernes, 6 de noviembre de 2015

06/11: BAKUMAN Vol.10

¡Aggghhhhh! Tenía abstinencia de manga y tengo otros tomos para leer, pero me encapriché en que quería que mi próximo manga fuera el Vol.10 de Bakuman, ningún otro. Y bueno, finalmente Ivrea se dignó a editarlo y acá está.
Si hasta ahora no nos había quedado muy claro en qué medida las decisiones, los caprichos y las especulaciones de los editores pueden cambiar el rumbo de la carrera de un magaka, acá Tsugumi Ohba y Takeshi Obata nos lo terminan de explicar. En este tomo, los Muto Ashirogi (el guionista Takagi y el dibujante Mashiro) no son los protagonistas, son más bien dos hojitas a las que sacude el viento. Primero para acá, después para allá, nuestros jóvenes mangakas rara vez motorizan la historia, sino que dedican todas sus energías a complacer a los editores, a hacer lo que ellos les dicen que hagan. Mangas en joda, mangas oscuros, mangas “de humor serio”… para publicar en la Shonen Jump hay que saber hacer de todo. Y ni siquiera te juzgan por si sos bueno o malo, te juzgan por si le podés ganar en popularidad a los mangas que más entusiasmo generan dentro de la misma antología.
Claro, los editores son los que saben y los que pueden participar de las reuniones en las que se decide quién publica y quién no, por eso a los chicos no les queda más remedio que escucharlos y cumplir con sus exigencias. Pero guarda, que además son seres humanos. Este tomo se toma su espacio para mostrarnos cómo los editores se emocionan, se equivocan, rosquean, discuten, se buchonean entre ellos y hasta tienen problemas sentimentales con las mangakas cuya labor supervisan. Con todo esto, es lógico que el protagonsimo se desplace, al menos por un rato, hacia Hattori y Miura, los dos editores más vinculados al trabajo de los Muto Ashirogi. Como consecuencia, esta vez tenemos poquísimas escenas centradas en los otros jóvenes mangakas y –como ya es costumbre- escasa participación para la esposa de Takagi y la novia de Mashiro.
Ohba le pone mucho énfasis a las estrategias que los editores discuten con los Muto Ashirogi, las teorías que unos y otros exponen acerca de qué rumbo deben darle los chicos a su carrera, y eso hace que este tomo sea particularmente denso en cuanto a la cantidad de diálogo. Hay páginas y páginas de puro diálogo, a veces con globos inmensos, que ocupan la viñeta entera o dejan lugar para que Obata dibuje apenas un ojo. Y no son un embole, lo cual habla bien del espesor dramático que Ohba logra darle a estas secuencias y por supuesto de la labor de la traductora, Nathalia Ferreyra, para la que pedimos aumento de sueldo, urgente.
Acerca del dibujo de Obata no puedo más que reiterar los elogios que ya le prodigué en reseñas anteriores. Lo más grosso de este tomo son esas mutaciones estilísticas a las que recurre cuando nos tiene que mostrar páginas dibujadas por otros mangakas. Esto le sale tan bien, que uno realmente sospecha que el tipo invita a otros mangakas amigos suyos (o quizás a sus asistentes) a dibujar esas páginas para que el lector realmente se convenza de que nos están mostrando trabajos de varios dibujantes distintos. Cada vez es más increíble que todas esas imágenes hayan salido de la misma pluma. Incluso muy condicionado por la brutal cantidad de texto que mete Ohba, Obata logra hacernos vibrar con su estilo fresco, potente, repleto de detalles alucinantes y –cuando el guión lo requiere- desbordante de expresividad. Un monstruo.
Se terminó la primera mitad de Bakuman y hasta ahora todo es espectacular. Veremos qué le deparan los próximos tomos a Takagi y Mashiro… y cuánto tarda Ivrea en publicar el Vol.11.

jueves, 5 de noviembre de 2015

05/11: HEATLANDS

Hoy muy cortito, porque no tengo tiempo.
Este libro tiene dos problemas fundamentales. En primer lugar, la desproporción entre páginas de historieta y páginas de relleno. Son 72 páginas, de las cuales sólo 40 son de historieta. También hay algunas ocupadas con textos acerca del mundo en el que transcurre la historia (que están muy bien) y después, innecesarios pin-ups, innecesarias carátulas para cada uno de los cinco episodios de ocho páginas y las infaltables e irritantes páginas en blanco. Con 40 páginas de historieta, muchachos, no se puede hacer un libro que tenga más de 48 páginas en total. Fin.
El otro problema es un poco más grave y tiene que ver con el dibujo, que es muy precario. Ziul Mitomante se la banca muy dignamente en la planificación de las páginas, pero en todo lo demás lo veo muy flojo. La anatomía, la perspectiva, el equilibrio entre blancos, negros y grises, el manejo de las tramas mecánicas, la elección de los ángulos… Todo se podría haber cuidado más para que se vea bien y sin embargo se ve tan mal, que por momentos estuve a punto de no seguir adelante con la lectura.
Seguí leyendo porque me gustó bastante el planteo argumental de El Negro Viglietti. Sobre todo el mundo que nos presenta, no tanto los guiones en sí, porque no me engancharon algunos personajes (hay poco espacio para desarrollarlos) y porque algunos conflictos no me parecieron bien resueltos. Pero me gustaron las ideas y algunos diálogos, me dejaron con ganas de saber más. Ojalá haya un Vol.2 mejor dibujado.
Como consejo desinteresado de un boludo que leyó muchas historietas, les digo: entendamos cuanto antes la diferencia entre un fanzine y un libro, muchachos. En un fanzine se puede experimentar, se pueden mostrar limitaciones propias de los autores que recién empiezan… pero en un libro no. Nadie los apura. Publiquen en libros cuando estén realmente capacitados. Así, crudos, prendidos con alfileres, no es negocio ni para el lector (que no tiene por qué pagar para leer algo feo, torpe y descuidado) ni para el autor, que se quema para siempre.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

04/11: LUCIFER Vol.4

Ahora sí, pude terminar este masacote de casi 400 con el que ya nos empezamos a arrimar al final de esta cautivante epopeya imaginada por Mike Carey y Peter Gross.
Al igual que los tomos anteriores, este nos presenta 16 episodios de Lucifer, en los que Carey ofrece un relato muy complejo, con conceptos muy jugados y crossovers permanentes con el Antiguo Testamento de la Biblia. Todo esto desarrollado a un ritmo muy lento, que le permite a Carey trabajar muchísimo a los personajes secundarios y prepararlos para cargarse al hombro la serie en los tramos en los que Lucifer no aparece en el centro de la escena, que en este tomo son muchos. Posta, esto es poco frecuente en el mainstream yanki: el protagonista, que debería estar siempre ahí, generando movidas o corriendo peligros que hagan que los lectores quieran volver mes a mes, en esta serie se repliega a las márgenes de la acción durante muchos episodios. Lo bueno es que, incluso cuando Lucifer renuncia al protagonismo y pasa a ser algo así como un hilo conductor entre unitarios y arcos argumentales más extensos, el interés no decae.
Este tomo arranca con una saga de cuatro episodios en los que Elaine y Mazikeen tienen la misión de expulsar a los inmortales que todavía habitan la creación de Samael (o Lucifer Morningstar). Acá Carey nos presenta a personajes conmovedores, interesantísimos, a los que sospecho que más adelante volveremos a ver. El n°50 es un número extra-large que revela toda la historia de Lilith, madre de Mazikeen y de todos los Lilim, y su relación con los ángeles. Esto en un punto parece relleno, pero Lilith será un personaje importantísimo en la segunda mitad de este tomo.
Después arranca la tetralogía contra Fenris, el lobo de la mitología nórdica, que terminará con la muerte de un personaje central en esta serie. Es una saga estiradísima, pero cuyo final garpa a pleno. Un nuevo unitario nos trae de vuelta a Christopher Rudd, Lady Lys, Duma y Remiel para una excelente historia que sacude el status quo del Infierno que alguna vez gobernó Lucifer. Le siguen dos episodios en los que el protagonismo recae en Lilith, en los que la historia casi no avanza, pero Carey sigue sumando personajes interesantes. Y ya sobre el tramo final, un unitario en el que Elaine juega a ser Dios, en el que vemos los pro y los contras de crear mundos; y un último arco argumental de tres partes con dos historias en paralelo: en una, Lilith vuelve a ponerse al frente de los Lilim para iniciar su ataque a la ciudad de los ángeles (no de Los Angeles), y en la otra reaparece Jill Presto para terminar de resolver un viejo problema, deerivado de una saga que vimos hace ya varios tomos. El plot de Jill es el menos interesante de estos 16 episodios, al que menos chances le veo de integrarse a la trama central.
En materia de dibujo, tenemos como siempre a Peter Gross, a quien ayudan bastante las tintas de Ryan Kelly. Como siempre digo, Gross no es malo pero uno no puede evitar imaginarse estas mismas historias dibujadas por alguien mejor y decir “puta, ¿qué necesidad de darle estos guiones a un tipo que zafaba con lo justo?”. Pero bueno, con el correr de las sagas uno se acostumbra. Y también como siempre, en los episodios unitarios Gross descansaba y la serie se engalanaba con invitados ilustres. El n°50 lo dibuja con muchísimas pilas el siempre elegante P. Craig Russell, el unitario de Elaine sirve para ver qué onda un desconocido Ronald Wimberly (que es bastante bueno, con cositas de Dean Ormston, Vince Locke y Jill Thompson) y dejo para el final la gema insuperable: el unitario del Infierno con Christopher Rudd está dibujado por un Marc Hempel inspiradísimo, que se caga en el realismo para dejar jugar a la imaginación y sobre todo a la emoción, a darle expresiones extremas a estos personajes y romper desde lo visual con el clima a veces frío, casi siempre solemne que tiene esta serie. Glorioso lo de Hempel, a quien el mainstream yanki extraña horrores.
Me falta un sólo tomo para terminar con Lucifer y ya está ahí en el aguante. Veremos con qué me sorprende Carey en el final.