domingo, 15 de junio de 2025

MIRÁ QUIÉN APARECIÓ...

Había una vez un goma que posteaba reseñas en su blog todos los días, después dos o tres veces por semana, y después vino la Comiqueando Digital y se lo comió. Posta, no tengo tiempo para leer comics ni cerca del ritmo normal que habíamos agarrado en los últimos tiempos. A veces, hasta tengo pocas ganas. Pero bueno, hoy, con sueño y con una congestión espeluznante, le robo un ratito a la revista digital (que sale a fin de mes) para reseñar un par de magias que tengo leídas. Founding Fathers Funnies es una recopilación de historias cortas que realizó el maestro Peter Bagge a comienzos de este milenio, todas centradas en anécdotas graciosas de los primeros próceres de la historia de los EEUU, aquellos que dejaron su huella en el último tercio del Siglo XVIII, cuando esa enorme colonia británica sueña con ser un país independiente y copado, a años luz del imperio decadente que conocemos hoy (y que tan felices nos hace cuando lo visitamos en plan turismo). Obviamente hay muchos chistes que solo tienen gracia si conocés quiénes son estos tipos, qué roles cumplieron en los primeros años de EEUU como país independiente y para qué lado tiraba cada uno, en la época en la que las pujas ideológicas estaban más presentes que ahora. Por trazar una analogía, es como si le dieras a un yanki un comic con chistes de French y Beruti, o de Mariano Moreno y Cornelio Saavedra. Se van a quedar arafue de un montón de cosas... y algo de eso me pasó con algunos de los próceres que eligió Bagge para estas historietas, a los que jamás había oído nombrar. Pero están también los que todos conocemos (los que ponen la caripela en los billetes verdes que seguro tenés guardados en el colchón) y está buenísimo que un talento como Bagge nos exponga su Lado B, con detalles bizarros o escabrosos acerca de sus vidas privadas, sus rencillas internas, sus agendas secretas, etc.. El dibujo es invariablemente glorioso, tanto en las historietas en blanco y negro como las que sin a color. A esta altura, cualquier cosa que dibuje Bagge es tan superior a la media, que alcanza para engancharse con cualquier temática que quiera abordar. Ni en pedo lo pongo en el podio de las mejores obras de este genio del Noveno Arte, pero sin dudas lo disfruté muchísimo y aprendí bocha de cosas que no sabía acerca de esta etapa de la historia yanki.
Me vengo a Argentina, donde el año pasado se publicó Viaje a Venecia, un libro que reúne trabajos de distintas épocas del maestro Enrique Breccia, realizados para medios muy diversos, a veces solo y a veces con guionistas. Calificar a los dibujos de Enrique como "muy superiores a la media" sería faltarle el respeto. Estas páginas desbordan de motivos por los cuales cualquiera que entienda algo de dibujo te firma con total convicción que estamos ante un genio, una bestia inconmensurable a años luz de los que vienen atrás. El libro empieza con dos paginitas menores, un chiste autorreferencial. Y enseguida nos ofrece la posibilidad de revivir esa maravilla ochentosa que fuera El Cazador del Tiempo, donde Enrique escribe y dibuja una aventura fascinante, de esas que no querés que se terminen nunca. Después tenemos una breve adaptación de un relato de Julio Cortázar, también dibujado a un nivel demencial. Y al toque una historieta con guion de Eugenio Mandrini, tensa y emotiva, ambientada en la Pampa argentina que tanto ama Breccia. Después viene Blas Milmuertes, una historia con guion de Carlos Trillo, graciosa, original, donde Breccia se permite combinar dibujos más realistas con otros más grotescos y caricaturescos. Las dos historietas con guiones de Bruna Porá son las más flojas del libro, pero por suerte son también las más cortitas. Lo que más me emocionó fue un unitario escrito por Guillermo Saccomanno: "Un viejo, un tiburón, un amor". Esto es una gema del alma, un relato brillante, conmovedor, original... y encima dibujado por Enrique a un nivel superlativo. Es muy loco que esto se haya publicado en Skorpio, porque el laburo que tiene cada viñeta es mucho más detallado, más generoso, más inspirado que los trabajos que Breccia aportaba mes a mes a la recordada antología de Record. En general, uno asocia a la Skopio con un Breccia cumplidor, pero acá apareció un Breccia descollante, tremendo, que no se guarda ni un ápice de su monstruoso talento. Sobre el final tenemos tres historias breves, ya del Siglo XXI, basadas en textos de Bárbara Pilon, la actual esposa de Enrique. En las tres vamos a ver al ídolo en un nivel devastador, no muy distinto de lo que brinda cuando ilustra novelas para Zorro Rojo, por ejemplo. Unas técnicas imposibles, unas texturas, unos climas... nada, esto hay que verlo para creerlo. Y de los guiones, el único que me enganchó fue el último, "Moeche", que es una especie de cuento de hadas para adultos, muy hermoso. No sé si solo mi ejemplar o toda la tirada, pero la encuadernación del libro hace "ruidos raros" y no se abre ni se dobla como debería. Pero (como dijo Jack el Destripador) lo importante es lo de adentro, y acá me encontré con un material de una belleza gráfica descomunal, un gran agregado a esta "Biblioteca Enrique Breccia" que vienen armando hace un tiempito entre varias editoriales. Acá hay papa MUY fina, absolutamente recomendada si sos fan del maestro, o de la buena historieta en general. Nada más, por hoy. Vuelvo a la Comiqueando Digital, que está tremenda. Gracias por el aguante y hasta pronto.

viernes, 6 de junio de 2025

VIERNES DE SOL

Le robo otro ratito a la Comiqueando Digital para reseñar un par de libros, rapidito y conciso. Empiezo en Inglaterra, año 2009, con otra adaptación de mi relato favorito de Robert Louis Stevenson. Esta vez, quienes convierten en historieta a Dr. Jeckyll y Mr. Hyde son una dupla de autores británicos, ambos hijos de polacos, que vivieron parte de su vida en Polonia: Andrzej Klimowski y Danusia Schejbal. Guarda, no es que Klimowski sea el dibujante y Schejbal la guionista, o al revés. Son una dupla que trabaja a cuatro manos en los dos aspectos de esta obra, es decir, la adaptación del cuento y el dibujo. La versión que nos ofrecen del clásico de Stevenson es la más fiel que conozco al original, a lo que publicó en 1886 el creador de La Isla del Tesoro y tantos clásicos más. Y ese es su defecto: se lee como algo muy, muy antiguo. Le falta esa chispa, esa picardía, que los lectores del Siglo XXI estamos acostumbrados a encontrar en los relatos de ficción. Como en el texto de Stevenson, acá el protagonista muere cuando falta bastante para el final, y toda la explicación acerca de las transformaciones de Henry Jeckyll en Edward Hyde las conocemos a través de una carta que, con el científico ya muerto, lee uno de los personajes secundarios. Klimowski y Schejbal tampoco se regodean con el aspecto más violento, más físico de la historia. Está claro que Hyde asesina y viola gente, pero no es lo que les interesa mostrarnos. El foco está puesto más bien en el conflicto interno del protagonista, en cómo Jeckyll lucha (con escaso éxito) contra las abyectas pulsiones de violencia que lo llevan a convertirse en un zarpado, un desinhibido que no tiene reparos en entregarse con todo a esas pulsiones y esos instintos asesinos. Y creo que eso es lo mejor que tiene esta versión. Bah, lo segundo mejor. Lo mejor es el dibujo, que me pareció espectacular. Es un dibujo basado 100% en el lápiz y (probablemente) la carbonilla... aunque probablemente esas páginas en las que predomina la mancha negra tengan también tinta... o estén trabajadas sobre papeles negros... o tengan los negros plenos aplicados de manera digital. No soy tan experto en técnicas gráficas como para explicar lo que hacen Klimowski y Schejbal en la faz visual de esta obra, pero el resultado me gusta, es sugestivo, capta muy bien la época, los climas, los ritmos de la narración. La puesta en página lamentablemente se sostiene en una cuasi-omnipresente grilla de dos viñetas por página, que permite que el dibujo se luzca muchísimo, pero que narrativamente a mí no me copa para nada. Sin dudas mis páginas favoritas de este Dr. Jeckyll and Mr. Hyde son las páginas splash y las pocas en las que los autores meten tres viñetas y -ahí sí- se arma algo parecido a una secuencia. Como fan de Jeckyll y Hyde la verdad que disfruté mucho esta versión y me sirvió para descubrir a dos autores que no tenía en el mapa y de los que quiero leer más historietas.
Vamos con un autor del que ya leímos unas cuantas: el maestro brasileño (pero radicado hace varias décadas en Argentina) Adao Iturrusgarai. Conseguí muy barata esta edición española muy cheta, que reúne un montón de tiras de Rocky & Hudson, los cowboys gays, probablemente la creación de Adao más conocida fuera de Brasil. Estas tiras se hicieron originalmente para el diario más vendido de San Pablo, y fueron traducidas al castellano... por la esposa de Adao, que es argentina, así es como en la edición española se cuelan algunas palabras muy nuestras. El dibujo cambia bastante entre las primeras tiras y las últimas, a medida que el autor simplifica su línea y se hace más minimalista. Ya vimos esta evolución en el libro que comenté el 02/03/15, que reunía trabajos realizados por Iturrusgarai entre 1983 y 2013, así que no hace falta ahondar de nuevo en ese tema. Los chistes son, en su mayoría MUY graciosos. No sé qué tan ofensivos resultarán leídos por un varón homosexual, pero yo me reí fuerte muchas veces. Y a veces eran risas mezcladas con "no podéees!", porque Adao no tiene problemas en irse un toque al carajo con su retrato satírico del mundo de los gays. El tema de que además sean cowboys está explorado, pero apenas. La mayoría de los gags surge de la relación de pareja homosexual entre estos dos tipos, y su entorno, donde se mezclan más varones gays, algún varón heterosexual (que trata de reprimir el amor entre personas del mismo sexo) y alguna mujer. Si los chistes de Rocky & Hudson pueden llegar a ser ofensivos para el varón gay, no me quiero imaginar lo que puede sentir una mujer al ver cómo se las trata en estas tiras. Uno de los protagonistas llega a decir "Las mujeres son una mala copia de los gays". Obviamente estallé de risa con ese chiste, pero me doy cuenta de por dónde se pasa Adao los límites de la corrección política. Para ser justos, acá hay humor que ridiculiza a las minas, a los varones heterosexuales y por supuesto a los homosexuales. Posta, no se salva nadie. El último tramo del recopilatorio, con las tiras en las que Rocky & Hudson dejan el Far West para viajar en el tiempo a la antigua Grecia, es tan cómico, está tan poblado de buenas ideas, que es una lástima que no haya más de eso. Finalmente, qué zarpado que estas tiras de señores que usan cosméticos de mujer, besan a otros señores en la boca y se meten cosas puntiagudas en el orto, se hayan publicado en un medio tan masivo como es A Folha de Sao Paulo. Acá lo más extremo que leímos en un medio con esa llegada (el único que se me ocurre a ese nivel es Clarín) creo que fue La Nelly. Es entre paradójico e indignante que un autor de primer nivel mundial que vive hace décadas en Argentina como Adao Iturrusgarai no tenga libros publicados en nuestro país. A ver si se despiertan los editores, que acá tenemos a un verdadero prócer de la historieta humorística, con una producción enorme y una calidad que te pone los pelos de punta. Nada más, la seguimos pronto. Buen finde.

martes, 3 de junio de 2025

MARTES DE DELIRIO

No es de canuto. Es que, de verdad, me quedé sin tiempo para leer comics y redactar reseñas. Por eso tampoco estoy subiendo episodios de Comiqueando Review al canal de YouTube. Pero bueno, es un tiempito. Ya volveremos a la regularidad. Hoy tengo un par de libros para comentar, muy rápido, así me vuelvo a sumergir en el laburo colosal que requiere la Comiqueando Digital. Encontré otro libro que no conocía de mis ídolos, los primos (ambos ya fallecidos) Enrique Ventura y Miguel Ángel Nieto. Infusión Macroidiótica recopila historietas de dos páginas, que realizaron para El Jueves en la bisagra entre los años ´70 y ´80, con el humor como única consigna. No hay personajes recurrentes, no hay un solo tipo de humor y -lo más impactante- el dibujo cambia tanto de una entrega a la otra que parece inverosímil que sea todo obra de una misma persona. Lo que le vemos hacer acá a Ventura es apoteótico. Tiene páginas que parecen una parodia de MAD dibujada por Angelo Torres o Mort Drucker, páginas que parecen de Moebius, de la época de The Long Tomorrow, páginas en las que hace un uso hiper-realista de las tramas mecánicas, otras en las que recurre al aerógrafo para lograr efectos tipo Richard Corben, otras en las que experimenta con técnicas más cercanas al grabado y parecen de Gustave Doré, otras en las que mete unas texturas complejísimas tipo Sergio Toppi, otras más minimalistas, más cercanas al dibujo humorístico tipo Quino... es una animalada, que debe ser vista para poder digerirse. Nunca me imaginé que un mismo dibujante podía manejar tantos recursos y salir bien parado en todas estas búsquedas. Me queda claro que Ventura se divertía como loco con estas mini-historias que creaba junto a su primo, y eso se reflejaba en lo ecléctico de su grafismo. Y también en la puesta en página, y en la planificación de las secuencias, sobre todo en las historietas que no le exigían diez o más viñetas por página. Los guiones también ofrecen de todo un poco. Hay humor absurdo, hay sátira política (en ese momento, el blanco favorito de la progresía europea era Ronald Reagan), hay historias muy jugadas a un último giro argumental que da vuelta todo y te sorprende o te arranca una carcajada, hay ironía, reflexión, y -por supuesto- delirio. No es fácil lograr en dos páginas lo que lograban Ventura y Nieto, pero en esta época El Jueves era así: tenías dos páginas y las tenías que detonar a full para conquistar semana a semana a los lectores. Me encontré con muchas ideas muy, muy atractivas, plasmadas de maneras geniales, a veces con el guiño al lector de "¿viste qué piolas que somos?" y a veces con una patada a la garganta, pero siempre con un nivel de dibujo descomunal, en el estilo que quieras. Ventura y Nieto ya no están entre nosotros, pero yo cada día los quiero más.
Demencia 21, de Shintaro Kago. ¿Está buena la premisa general de la serie? Sí. ¿Se bancaba 17 relatos con la misma premisa? No. ¿En cada uno de los episodios puntuales hay ideas locas y copadas? Sin duda. Y muchas son brillantes y sorprendentes y te hacen mear de la risa. ¿Alguno de estos episodios necesitaba 16 páginas para llevar adelante la consigna? No, ninguno. No hay uno solo de los 17 relatos que no esté estirado innecesariamente. A veces arrancan muy arriba y se desinflan, a veces arrancan muy tranqui y lo grosso llega sobre el final, pero cualquiera de estos episodios, contado en menos páginas, pegaría más. ¿Hay episodios definitivamente chotos? Sí, pero son poquitos. Casi siempre encontrás algo que te seduce, generalmente ideas bizarrísimas de esas que solo a un demente como Kago se le pueden ocurrir. Es una obra graciosa, punzante, con mala leche, que detrás del delirio esconde una reflexión amarga acerca de una sociedad que no sabe qué carajo hacer con los ancianos. Por supuesto que Kago toca el tema de manera desangelada, con cero corrección política. Si los viejitos o viejitas tienen que ser el villano de la historia, al autor no le tiembla el pulso y los presenta como personajes execrables. La heroína, Yukie Sakai, no es perfecta ni mucho menos: a veces se saca (y es lógico que eso suceda) y manda todo a la mierda. Demencia 21 te bombardea con un cúmulo de situaciones límite que te ponen muy nervioso... hasta que te cae la ficha de que Kago las va a resolver (a veces) por el lado del absurdo y el humor. El dibujo no es espectacular ni intolerable. No le pidas a Kago el nivel de preciosismo de otros referentes del ero-guro nansensu, porque no da la talla. Hay un buen trabajo con las tramas mecánicas, hay páginas con un gran despliegue de detalles microscópicos, pero en general, Kago sacaba estas historietas con fritas, sin ponerle el alma a cada una de las viñetas. La edición de Hotel de las Ideas (que tomó la posta tras el faux pas de Ivrea) está muy bien. Se bancaba un tamaño más chico, creo yo, y menos páginas de relleno al final. Pero la traducción es muy buena y técnicamente el libro es impecable. ¿Me divertí con Demencia 21? Sí, bastante. ¿La pongo en el Olimpo de las obras maestras de Shintaro Kago? No, ni en pedo. ¿Se justifica comprar un segundo tomo de esta misma serie, leerlo y encontrarle un lugar en la biblioteca? Probablemente no. Y hasta acá llegamos. Entre el laburo, los compromisos sociales y otras cosas que estoy leyendo (textos sobre comics, no-ficción) no sé cuándo tendré tiempo para leer historietas, pero ni bien acumule un par de libritos leídos, tendrán su reseña en este espacio. Gracias por el aguante y hasta entonces.