martes, 21 de junio de 2022

DOS DEL DOS MIL

Hoy se dio la casualidad de que los dos libros que tengo para reseñar se publicaron en el mismo año, el paradigmático 2000. Empiezo con el Vol.5 de Mutts, uno de los que me faltaban para ir completando esta maravillosa colección de reediciones de la tira que Patrick McDonnell publica en los diarios yankis desde 1994. Son libros preciosos, de 128 páginas, donde aparecen tanto las tiras como las planchas dominicales, estas últimas pasadas a blanco, negro y grises sin perder ni un ápice de su atractivo. Mutts es una tira... perfecta, me animo a decir. Primero porque cumple con la consigna de arrancarte una sonrisa y hasta a veces te hace reir. Pero sobre todo porque tiene una sensibilidad muy propia, que excede a lo humorístico. Tiene momentos absurdos, otros más tiernos, por momentos hasta se anima al golpe bajo, a conmover al lector con recursos más dramáticos basados en la triste realidad que viven los animales que no tienen dueño. Con el correr de los años, McDonnell define esta sensibilidad, esta voz propia, al mismo tiempo que amplía el espectro de la tira, que de a poco sale de las casas de Earl y Mooch, y empieza a explorar ese suburbio casi rural de algún lugar de EEUU donde sabemos que hay una ciudad cerca, pero también bosques y lagos. Así se suman nuevos personajes y situaciones, a las que el autor les saca un enorme provecho sin cambiar nunca su registro: no vas a ver una "saga" en la que Earl y Mooch se hacen superhéroes, o monstruos, o guerreros galácticos. Pero McDonnell conoce todos esos géneros de la fantasía y los referencia sutilmente, con guiños para los que saben, mientras mantiene el foco en un único elemento fantástico, que es que los animales hablan entre ellos y muchas veces manipulan objetos como si fueran seres humanos. El enfoque de la tira es absolutamente moderno, y sin embargo McDonnell se afianza cada vez más en un grafismo totalmente tributario de los grandes autores de los años ´20 y ´30, de aquellos capos que en las primeras décadas del Siglo XX definieron el lenguaje y la onda de las tiras cómicas que aún hoy tienen un espacio destacado en los diarios yankis. Por las tiras de Mutts sobrevuelan todo el tiempo los fantasmas de George Herriman, Elzie Segar, Geo McManus, Billy De Beck, Sidney Smith y Cliff Sterret, entre varios otros. El trazo sintético de McDonnell no logra ocultar el virtuosismo de un historietista quintaesencial, de un tipo que entendió TODO, y que desde la primera tira demostró poseer un talento innato para el timing humorístico. Imposible recomendar lo suficiente a Mutts, una tira que te hace sentir bien, te acaricia el alma con la calidez y la onda de sus personajes y te hace mimos en los ojos con la belleza de sus dibujos.
Mirá esta bizarreada: guionista estadounidense, dibujante francés, y gil argentino que lee el libro en italiano porque es la única edición que logra conseguir después de más de 20 años de búsqueda. Es así. Pasé años y años buscando una edición de White Sonya y finalmente conseguí la de Mare Nero, que a nivel técnico es magnífica, y tiene como único problema estar traducida a la lengua de mis bisabuelos. Es lo que hay. El día que vea este libro en inglés o en francés, por ahí lo vuelvo a comprar, porque me encantó. Acá lo tenemos otra vez al maestro Jerome Charyn en su salsa, con un relato duro, sin concesiones, de violencia y desolación, ambientado en el Lado B de New York, el lado de las mafias, la cárcel, la prostitución y los asesinos a sueldo. Un relato que pareciera tener lugar a principios de los ´80, pero que es prácticamente atemporal. Se trata de una obra bastante breve (menos de 60 páginas), narrada de modo muy descomprimido, con poquísimo texto y muchas secuencias mudas. O sea que el argumento podría resumirse en poquísimas frases. Pero la verdad que no es la idea contar el argumento. Es lo que ya dije: una historia de una sordidez asfixiante, de una chica que la pasa muy mal desde la infancia y a la que Charyn nos invita a acompañar durante un breve período de tiempo. Casualmente el tiempo en el que Sonya cree que puede ajustar todas las cuentas que le quedaron pendientes del pasado y encontrar la paz, o por lo menos una chance de volver a empezar. Pero cuando todo está enchastrado por la violencia, la justicia real no llega nunca y la paz, mucho menos. Para dibujar este thriller desolador, Charyn acude al maestro Jacques Loustal, con quien ya había trabajado en 1991 en otra novela gráfica inédita en castellano, llamada Les Fréres Adamov (los hermanos Adamov). Y como en aquella ocasión, Loustal sorprende con un cambio radical en su estilo, que se aleja de esa impronta más sofisticada, más lírica, más "de contemplación", e incluso de su clásica puesta en página con tres viñetas widescreen, ideal para retratar paisajes. Acá, el maestro francés se pone el overol y se convierte en un obrero de la narrativa, con un grafismo mucho más crudo, más expresivo, mucho más idóneo para ponerse al servicio del relato de Charyn y mucho más en sintonía con la violencia, la abyección y la sordidez que caracterizan al guion. Por momentos decís "¿Este es Loustal?", porque realmente se parece poco al estilo que consagrara al ídolo en los ´80, sobre todo en esas obras junto a Philippe Paringaux. Y sí, es un Loustal raro, como si tratara de acercarse a un Guillem Cifré, o en los momentos más extremos a un Peter Kuper. El resultado es espectacular, porque sorprende no solo al fan de Loustal acostumbrado a otra cosa, sino también a cualquier lector de historietas para adultos, que se va a encontrar con un trazo tan duro y tan adusto como el propio guion de Charyn, con esa falsa sensación de simplicidad. Ojalá alguna vez haya edición en castellano de White Sonya. Es una obra maestra, de verdad. Nada más, por hoy. La seguimos pronto.

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