miércoles, 23 de octubre de 2024

RECUPERANDO RITMO

De a poco voy entrando en la sintonía de leer más y a mejor ritmo. Hoy empiezo con un libro de 2018, el team-up entre Batman y The Shadow, dos justicieros nocturnos con muchas décadas de trayectoria que -inevitablemente- en algún momento tenían que tener su aventura conjunta. Esta la co-escriben Scott Snyder y Steve Orlando, y la dibuja Riley Rossmo. A lo largo de estas... 132 páginas de historieta, me cayó la ficha de que Rossmo es mejor en dosis más pequeñas. Una historia corta en una antología, un numerito unitario, a lo sumo un annual o un prestige. En una dosis tan grande, no solo pierde impacto su particular estilo, sino que además le noto inconsistencias. Me gusta mucho su puesta en página, pero por momentos al dibujo le falta fuerza, parece hecho así nomás, y hasta te preguntás qué pasaría si le sacaras los colores de Ivan Plascencia. Probablemente varias de estas páginas quedarían al límite de lo impublicable. ¿Y tiene sentido que la historia se extienda a lo largo de todas esas páginas? No, ni a palos. Todo está jugado al contrapunto entre Batman y The Shadow: uno banca hasta las últimas consecuencias ese dogma de no matar a los villanos (ni siquiera a un psicópata pasado de rosca e irredimible como el Joker) y el otro los quiere hacer boleta a todos. Esa diferencia es la que los guionistas mejor explotan a lo largo de todo el comic. También hay una idea fascinante: The Shadow vigila a Bruce desde que quedó huérfano, y muchos de los maestros que entrenaron al joven Wayne para convertirlo en el justiciero perfecto... ¡eran identidades que asumió The Shadow para estar cerca suyo y guiarlo en su camino!. Eso solo garpa todo. Pero... así como abundan los aciertos en el rubro "interacción entre los personajes", escasean en el aspecto aventurero de la trama. El rol de Joker es patético, el de Jim Gordon también, los clásicos adláteres de The Shadow aparecen metidos con forceps y no aportan nada... y en general todas las peripecias, luchas contra los villanos, etc., son poco atrapantes. Hay excelentes diálogos (para variar, muchos los dice Alfred), está muy bien la caracterización de Renée Montoya (la única policía que parece tener un nivel intelectual superior al de un crustáceo), pero falla la acción, falla el misterio, la amenaza es chota, poco creíble... y ya para cuando aparece todo ese ejército de villanos de Gotham (donde conviven los más grossos con malhechores de cuarta y quinta categoría, algunos con tres o cuatro apariciones, con suerte), cualquier clase de verosímil que hayan construido Orlando y Snyder se va por el inodoro. Básicamente, toda la historia (guion y dibujo) tendría mucha más fuerza si la hubieran resuelto en menos páginas. En 64, por ejemplo, con estas mismas ideas se podría haber hecho casi una obra maestra. Y por ahí nos ahorrábamos momentos bochornosos como esa batalla contra 20 villanos, o esa secuencia en la que Bruce queda a un milímetro de la muerte y al rato sale de nuevo a jugarse la vida, metido adentro de una bati-armadura que le permite moverse como si tres páginas atrás no lo hubiésemos visto hecho mierda, con más agujeros que ventana de bosnio. Siempre quise ver a estos dos personajes juntos, hacía tiempo que quería leer este team-up, y bueno... el resultado final me pareció bastante mejorable, más allá de algunos buenos momentos que me ofrecieron Orlando, Snyder y Rossmo. Es lo que hay.
Hace un tiempito (05/09/24) reseñé por acá el Vol.1 de Gorgona, la antología colombiana en la que distintos dibujantes trabajan sobre guiones de Rodrigo Lucio, y ahora voy por el Vol.2. Esta vez tenemos una entrega más voluminosa, de 88 páginas, que arranca con una portada magistral de nuestro compatriota Carlos Dearmas. Adentro, al haber más historietas, hay también más diversidad de dibujantes, entre ellos la muy correcta Luisa Rojas, la interesante Andrea Lucio y el más que digno Andrés Cruz. Pero claro, ninguno se acerca siquiera al nivel descomunal de los dibujos de Dearmas. Las dos historietas en las que mete mano el entrerriano son, lejos, lo más memorable de la antología. En el resto del tomo, cada tanto aparece la puntita de una idea... que en cuatro páginas no se llega a desarrollar y mucho menos a resolver de manera satisfactoria. No entiendo bien la decisión arbitraria por parte de Rodrigo Lucio de que todas las historietas sean tan breves, porque es obvio que varias de ellas mejorarían mucho si tuvieran más espacio. La única de seis páginas (En el principio existió el vacío, una de las que dibuja Dearmas) es -para mi gusto- la que está mejor escrita, y en parte es porque Lucio tiene más páginas para desarrollar la idea y desplegar la prosa, ambas muy logradas. Lucio es un guionista raro, atípico, que plantea relatos cortos, pero además alejados de las fórmulas tradicionales. Por ahí aparecen géneros de "los de siempre" (ciencia ficción, terror, fantasía épica, peplum) pero Lucio los aborda de un modo muy peculiar, menos aventurero, a veces con más introspección, a veces con un tono más épico, pero siempre extraño, nunca fácil de clasificar. En sus historias no hay chistes, no hay estridencias, no hay conflictos entre malos y buenos... y a veces ni siquiera hay conflictos. Hay ideas, o puntitas de ideas, que la mayoría de las veces no se llegan a desarrollar. Tengo para leer también el Vol.3 de Gorgona (creo que hasta ahora es el último), así que pronto habrá más historieta colombiana acá en el blog. Estoy en medio de la lectura de dos libros extensos, que prometo reseñar a la brevedad. Y para el miércoles 30, les prometo también una nueva emisión en vivo de Agenda Abierta en el canal de YouTube de Comiqueando. En la de Septiembre me cubrió Diego porque yo estaba lejos, pero esta no me la pierdo. Gracias y hasta pronto.

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