lunes, 11 de noviembre de 2024
LECTURAS DE LUNES
Otra vez por acá, con un par de libros leídos como para que no falten las reseñas.
En 2023, los asistentes a Montevideo Comics se pudieron llevar de regalo un libro titulado Las Novelas de Peloduro (1934-1938), una recopilación de tiras originalmente realizadas en 1933 por Julio Suárez, quien fuera el autor más importante de aquellos "años mozos" de la historieta uruguaya. Tanto en 1934 como en 1938, unas cuantas de estas tiras se reeditaron en unos álbumes de poquitas páginas (alrededor de 32), en una publicación llamada La Novela de Peloduro. Llama la atención el uso de la palabra "novela" para referirse a una historieta ya desde la década del ´30, pero más llama la atención el MAL uso de la palabra. La primera "novela" se compone de 93 tiras, publicadas en 31 páginas... y no termina, sino que te deja con un continuará que se resolverá recién cuatro años después. Eso no es una novela, bajo ningún punto de vista. La segunda "novela" se compone de otras 31 páginas, también con tres tiras cada una y termina, pero en cualquier lado. Sumemos el dato de que Suárez remata cada una de las tiras con un chiste, y que son muy pocas las que ofrecen una especie de cliffhanger, como para avisarle al lector que la historia continúa y debe leer la siguiente. Si leés todas las tiras seguidas vas a encontrar una historia que se desarrolla, pero a un ritmo muy extraño, porque cada cuatro o cinco viñetas hay un remate humorístico.
O sea que en ambos casos estamos frente a narraciones que se parecen muy poco a una novela. Pienso en las primeras revistas de Patoruzú, publicadas en esta misma época, que recopilaban las tiras del cacique que Dante Quinterno realizaba para los diarios... y tenían muchas más páginas, y las aventuras estaban completas. Lástima que a nadie se le ocurrió venderlas como "la novela de Patoruzú".
La trama que se desenvuelve en estas 186 tiras tiene que ver básicamente con la entrada de Peloduro al mundo del futbol y se sostiene en un humor costumbrista, con situaciones de la vida real exageradas un poco por Suárez para dotarlas de mayor comicidad. Buena parte de la gracia reside en los diálogos, que el autor escribe en un estilo fonético, para reproducir el habla de estos personajes que provienen de las clases bajas de Montevideo. De hecho, esta particularidad de los diálogos resiste el paso del tiempo mucho mejor que el relato en sí.
El dibujo de Suárez es bastante precario. Se nota el fuerte parentesco con el trazo de Fola, la influencia de historietistas argentinos de los años anteriores, sobre todo Manuel Redondo, y hay personajes secundarios que parecen levantados literalmente de Mutt & Jeff, la famosa tira de Bud Fisher iniciada en 1907. Pero todo más sucio y desprolijo (diría Pappo), más atolondrado y desparramado por viñetas en las que escasean los fondos y abundan los diálogos muy extensos. Otros tres elementos entran en juego para que el dibujo se luzca aún menos: en primer lugar, nadie se ocupó de "limpiar" estas páginas. Están escaneadas de publicaciones de los años ´30, y se ven lastradas de todo tipo de manchas y de masas grises que Suárez no puso ahí, sino que vienen de una mala conservación de los materiales. En segundo lugar, el papel elegido para el libro es tan finito, que el dibujo se traspasa de una página a la otra, para dificultar aún más la lectura. Y en tercer lugar, las novelas de Peloduro... ¡tenían publicidades entre tira y tira! Las tres tiras que aparecen en cada pagina estaban separadas por textos publicitarios, que la edición de 2023 conservó vaya a saber con qué objetivo. Son elementos gráficos con mucho peso en la página y que desentonan con el dibujo y obstaculizan la narración. Que alguien incluyera eso en una publicación de 1934 es -mínimamente- entendible. Pero creo para recuperar las historietas en una edición que les hiciera justicia, había que eliminar las publicidades.
En fin, ni Peloduro resultó estar a la altura del status de clásico fundamental del que goza en Uruguay, ni la "edición homenaje" está a la altura del valor histórico que pudo tener el material original.
Me voy a España, año 1998, cuando se publica Lope de Aguirre: La Expiación, tercer álbum de la trilogía escrita por el maestro Felipe Hernández Cava, esta vez con dibujos de Ricard Castells. Una elección rarísima, porque el estilo de Castells (que a mí me resulta fascinante) no tiene mucho que ver con la narración que venía llevando adelante Hernández Cava, ni con lo que tiene para contarnos en este tercer y último álbum. Castells era un dibujante increíblemente dotado para los climas y sí, en La Expiación son importantes los climas... pero después, todos esos coqueteos del dibujante con la ilustración medio abstracta, emparentada en cierto modo con el trabajo de Ralph Steadman o Luis Scafati, no cuadra mucho con la epopeya histórica de Lope de Aguirre. A veces Castells se pasa de rosca en la síntesis, y a veces sobrecarga cada imagen de manera magistral, descomunal, brutal, con unos colores y unas texturas imposibles... pero ninguna de las dos variantes se ensambla bien con el texto de Hernández Cava, que parece estar contando otra cosa, que no tiene mucha conexión con las imágenes que nos ofrece el dibujante.
Una pena, porque hay viñetas alucinantes, mucho talento y mucha genialidad por parte de Castells, y además el tramo final de la vida de Lope de Aguirre está llena de emociones fuertes, que el guion refleja en unos textos magníficos. En general, los críticos españoles valoraron a La Expiación muy por encima de los álbumes anteriores (uno dibujado por Enrique Breccia y otro por Federico Del Barrio) y se deshicieron en elogios para ambos autores. A mí me encantaron tanto los textos como las imágenes, pero me doy cuenta de que no se ensamblan como deberían. Me quedo mil veces con las historias cortas que Castells dibuja sobre sus propios guiones, o con las historias que Hernández Cava escribió para dibujantes que pusieron la faz gráfica al servicio del relato. Los textos críticos que complementan a la historieta dentro del propio álbum hablan de "lo insólito de su propuesta plástica", y es lógico, porque acá Castells hace cosas impensadas para un relato de este tipo. Juega incluso con la estética típica de los pintores japoneses del Siglo XIX, con técnicas pictóricas de vanguardia... todo muy bello, un ejercicio de libertad autoral conmovedor, pero muy lejos de lo que requería el texto del guionista.
Algún día se recopilarán en un tomo integral los tres álbumes que componen la trilogía de Lope de Aguirre y se hará justicia con esta obra maestra de Felipe Hernández Cava, que contó con tres dibujantes de lujo, muy distintos entre sí. Si yo fuera el editor, le daría el guion de La Expiación a un dibujante más clásico, y publicaría por fuera del integral la versión de Castells, como una rareza, como una gema extraña, experimental, que tiene más que ver con las artes plásticas que con la narrativa en imágenes.
Y nada más, por hoy. Sigo a full con la Comiqueando Digital, pero cuando puedo me "escapo" un ratito para leer historietas. Cuando tenga un par más listas para reseñar, reaparezco en este espacio.
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viernes, 8 de noviembre de 2024
VAMOS EL VIERNES!
Sigo a full corrigiendo y diseñando artículos para la Comiqueando Digital, pero me choreo una horita de este hermoso viernes para reseñar los últimos libros que leí.
Hace relativamente poco tiempo, alguna investigación, algún artículo de algún colega o alguna casualidad me llevó a descubrir a Raf (Joan Rafart Roldán), un autor español muy de la "Escuela Bruguera", al que -por motivos que desconozco- no tenía para nada en el radar. Fue amor a primera vista. Raf me gustó más que Ibáñez, más que Escobar, más que Vázquez, más que todos. Al toque se convirtió en mi autor español de aventuras cómicas favorito... con la pequeña salvedad de que nunca había tenido en mis manos un álbum suyo, y apenas había leído unas cuantas historietas digitalizadas. Por suerte el año pasado, en España, conseguí un librito de Raf, el primero de Mirlowe & Violeta, una creación del ídolo que aparece a mediados de los ´80, una vez que Bruguera cierra sus puertas. No fue fácil, porque la inmensa mayoría de los álbumes de Raf (que murió en 1997) están descatalogados. Es un autor inexplicablemente ausente en el mercado español actual, pero también inexplicablemente.
Imaginate un discípulo muy aventajado de Eduardo Ferro, con cosas de Giorgio Cavazzano, y con esa soltura para irse al carajo en materia de violencia típica de Ibáñez y Vázquez. Es un combo devastador, hoy imposible de reproducir. Creo que el único que autor actual que -si se lo propusiera- podría reproducir la estética y la dinámica de las páginas de Raf es el tucumano Sejo. Para el resto, vengan de la escuela de Ferro o de la de Bruguera, Raf quedó muy lejos, demasiado por encima de lo que se ve hoy en día en los pocos medios donde se publican aventuras cómicas.
Mirlowe & Violeta es una parodia al hard boiled clásico, protagonizada por un detective perdedor y bastante inepto que quiere parecerse a Philip Marlowe, y su secretaria Violeta, una chica voluminosa, atrevida, y que fuma unos habanos hediondos. En busca del efecto cómico, Mirlowe subestima y hasta basurea a Violeta, pero (por lo menos en este álbum) es ella la que realmente deduce las pistas que llevan a la resolución del caso. En el medio hay muchos chistes, tanto verbales como de comedia de enredos, condimentados con gags físicos muy violentos, al estilo de Mortadelo y Filemón, pero con sangre. El humor de Raf seguramente era mucho más efectivo en 1986 que hoy, pero Mirlowe & Violeta conserva intactos varios de sus atractivos: la onda de los personajes, el ritmo frenético (la cantidad de cosas que pasan en cada página hoy sería impensable), la sátira aguda a un género clásico, las pinceladas de costumbrismo español que desentonan con la mímesis de una ambientación que quiere parecer yanki, lo descabellado de algunos giros argumentales y -por sobre todo- la altísima calidad del dibujo.
Por su dosis de violencia, por su mirada muy crítica (incluso burlona) hacia la policía, y alguna leve insinuación sexual, sospecho que Mirlowe & Violeta no salía en una revista infantil, sino más apuntada a los adolescentes. Tal vez por eso, funciona perfecto como punto de entrada al maravilloso mundo de Raf, un autor del que me gustaría tener muchísimo más material, y que tuvo décadas de enorme producción. Gloria infinita para este genio semi-oculto del comic español.
Me vengo a Argentina, año 2024, cuando se publica Chet Chet y el Abismo Profundo, una nueva saga de fantasía y aventura de las que el inmortal Eduardo Mazzitelli y el mítico Quique Alcatena hicieron durante décadas para las antologías italianas de la editorial Aurea. Esta vez la dupla mágica nos lleva bien al Norte, para introducirnos en una nueva mitología alucinante, esta vez vinculada a las tribus indígenas del norte de Canadá, donde el frío reina supremo. Por supuesto Chet Chet y el Abismo Profundo toma un par de elementos de estas culturas ancestrales y los lleva para otro lado. Mazzitelli -fiel a su estilo- agranda las leyendas y le da a toda la trama una dimensión mucho más épica y más definitiva. De nuevo sus reinos son los más poderosos, sus sabios los más sabios, sus villanos los más malignos y así... pero esta vez hay personajes con dobleces muy interesantes (el tío del protagonista, los héroes legendarios). Otra diferencia con la mayoría de las obras de la dupla es que acá no tenemos un personaje femenino importante.
Pero está lo importante: los conflictos de enorme magnitud, el héroe adolescente que aprende, madura y crece, la pátina de mentira y truchada que recubre a figuras supuestamente inmaculadas o incuestionables, tragedias, genocidios, batallas fantásticas y unas sutiles pinceladas de humor y delirio, sumamente bienvenidas. Entre hielos infinitos, veremos morir y resucitar a personajes de infinito poder y a pícaros especialistas en vender humo, entremezclados en una epopeya en la que casi todo se explica por el lado de la magia. Si te molesta que los guionistas resuelvan todo con el uso de conjuros y hechizos, claramente Chet Chet y el Abismo Profundo no se va a subir al podio de tus obras favoritas de Quique y Eduardo.
Como siempre, la prosa que despliega el guionista en los bloques de texto está muy por encima de lo que se ve normalmente en un comic de aventuras. Y también como siempre, el trazo del dibujante evoca climas cautivantes mientras da vida a criaturas, palacios, ropas y armas alucinantes, fruto de una imaginación que no tiene límites. El final es impactante (no tanto el epílogo, que es más poético, más descriptivo), la portada está muy bien y la calidad de la edición (a cargo de Historieteca y Puro Comic) es óptima. Así que si sos fan de la dupla que durante 35 años nos llenó los ojos y el alma de la mejor fantasía que podíamos imaginar, seguramente vas a volver muy conforme de este viaje por el abismo profundo de venganzas, redenciones, inocencia, crueldad y magia. Mucha magia.
Y hasta acá llegamos, por hoy. Como siempre, reaparezco con nuevas reseñas ni bien tenga un par de libritos leídos. Gracias y hasta entonces.
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martes, 5 de noviembre de 2024
MARTES MÁGICO
Muy zarpada la calidad de los últimos libros que me tocó leer. Veamos.
Empiezo en Japón, año 1974, con La Aprendiz de Geisha, una serie realizada por el magistral Kazuo Kamimura que nos lleva (una vez más) al fascinante mundo de los prostíbulos japoneses en la década del 30. Creo que este es el tercer libro que leí referido a esa temática, y ya está. Ya es suficiente. Es un tema atractivo, pero no como para leer varios miles de páginas de manga siempre en torno a lo mismo. Esta obra está compuesta de 14 episodios autoconclusivos, divididos en dos mitades muy bien marcadas. En los primeros siete, nuestra protagonista, O-Tsoru, es una nena de unos 12 ó 13 años que trabaja en el prostíbulo Matsunoya, como una especie de mucama, que limpia, hace mandados y asiste a las geishas en distintas tareas. Bajo la mirada rigurosa y por momentos despiadada de la madama del establecimiento, O-Tsoru además se entrena para ser, cuando crezca, una geisha de primer nivel. En cada una de las entregas, Kamimura nos va a contar una historia que tiene que ver con las geishas, su trabajo, sus clientes, los estrictos protocolos a los que estaban sujetas, y en general el rol de O-Tsoru va a ser menor, más de testigo que de protagonista. Como en el inmortal Charlie Moon de Carlos Trillo y Horacio Altuna, la pibita va a aportar una mirada tierna, ingenua, a un ámbito donde la sordidez y la violencia están siempre a la vuelta de la esquina, porque lo que hace el prostíbulo es básicamente vender alcohol y sexo.
La segunda mitad de la serie, a partir del episodio 8, nos muestra a una O-Tsoru ya bastante más crecida, lista para su debut como geisha. Ese octavo episodio no solo parte las aguas en el manga de Kamimura, sino que además es el mejor del libro, el más fuerte, el más emotivo (y mirá que hay muchos MUY emotivos), el que más sacude al lector que llegó a querer a esa pendejita traviesa y curiosa que andaba tras bambalinas en los primeros episodios. Pronto la propia O-Tsoru va a tener una aprendiz que la va a asistir, y a acompañar a las fiestas y banquetes donde la contratan como escort para señores que ponen mucha plata. Y la segunda mitad de La Aprendiz de Geisha es eso: historias protagonizadas por O-Tsoru y O-Haru, a veces en Matsunoya y a veces en lugares a los que la geisha y su asistente viajan por trabajo. La mayoría son muy interesantes, con giros impredecibles, con poco énfasis en el acto sexual propiamente dicho, con un gran aprovechamiento del contexto de la época y -como siempre que hablamos de mangas creados por Kazuo Kamimura- con una onda triste, bajonera, melancólica. A veces por las injusticias que padecen estas chicas, a veces por las desgracias ajenas que les toca presenciar, pero siempre está ahí el regusto amargo de los relatos de Kamimura, incluso cuando en esta obra hay algún que otro momento más cercano a la comedia.
Lo único realmente criticable es que el último episodio es uno más: es el último, pero no es un cierre. Podría haber sido el décimo, el undécimo, cualquiera. Me hubiera gustado un capítulo final que funcione precisamente como un final. El resto, muy satisfactorio, y en esto incluyo al dibujo de Kamimura, que me encanta. Tiene personajes expresivos, una reconstrucción de época fascinante, muchos logros en la composición de las viñetas, en la aplicación de los grises, una enorme fluidez en el relato gráfico... Si te gusta el manga dramático, sin chistes ni elementos fantásticos, con poca violencia y una pizca moderada de sexo, no tengo dudas de que La Aprendiz de Geisha te va a seducir.
Nos vamos a España, año 2022, cuando Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero unen fuerzas por cuarta vez, para llevarnos de regreso al mundo de Corto Maltés, creado en 1967 por el inolvidable Hugo Pratt. A diferencia de los tres anteriores, Nocturno Berlinés es un álbum 100% urbano, una variante que el propio Pratt introducía cada tanto en la serie que lo consagró a nivel global. Las 70 páginas nos invitan a recorrer Berlín y Praga, en un momento de 1924 en el que Corto volvió hace poco de su viaje por Suiza (narrado por Pratt en Las Helvéticas). Menos exótico y más noir que sus predecesores, Nocturno Berlinés ofrece -como su título lo sugiere- muchas escenas de noche, y una exploración minuciosa de lo que pasaba en esa época en Berlín. Estamos en plena República de Weimar, Adolf Hitler está preso tras un frustrado golpe de estado, la capital de Alemania es un hervidero de poetas y filósofos, mientras triunfan una arquitectura moderna y un cine expresionista, con elementos fantásticos y de terror, que ejercerá una enorme influencia a nivel global. Pero además, laten las amenazas de una inestabilidad económica incontrolable y un antisemitismo que crece de manera sostenida en parte de la comunidad. Ah, y los míticos cabarets, donde cantan y bailan hombres, mujeres y seres andróginos que no se sabe bien qué son. Pareciera que Díaz Canales le preguntó a todos sus amigos con qué asocian la idea de "Berlín, 1924" y no dejó nada afuera. Algunos de estos elementos tienen más peso en la trama, otros menos, pero TODO aparece en el álbum, como si fuera un episodio piloto de una serie extensa que se va a desarrollar 100% en esa ambientación.
El guion es muy bueno, con grandes diálogos y giros impredecibles, y con muchas escenas que parecen escritas por el mismísimo Hugo Pratt. No sé si me gustó más que el anterior, pero están ahí, cabeza a cabeza. Y al nivel de las mejores historias de la etapa clásica de Corto Maltés. Me parece que en esta serie, el 90% del éxito pasa por entender cabalmente al protagonista, su forma de ser y de actuar. Y en ese sentido, lo de Díaz Canales es absolutamente impecable. Pero además hay un misterio bien llevado, buenos villanos, buenos personajes secundarios, mucha consistencia con lo narrado en álbumes anteriores, todo un lujo.
Y por si faltara algo, tenemos al mejor Pellejero desde que llegó a esta serie. Muchos se quedarán con esa secuencia absolutamente prattiana de las páginas 21 y 22... yo me quedo con esos fondos increíbles, a los que Pellejero les incorpora rayitas finitas, desparejas, al estilo Christophe Blain, y le quedan buenísimas. Y también flasheo con esos momentos en los que el pincel del catalán cobra vida propia, y se va de la línea de Pratt para visitar terrenos que uno asocia con Oswal, con José Muñoz, con Gustavo Trigo... y con las obras más personales del propio Pellejero, lógicamente. O sea que acá convive lo mejor de ambos mundos: muchos elementos gráficos y narrativos que nos recuerdan muchísimo a Hugo Pratt y otros que funcionan a modo de pequeñas (y muy bienvenidas) rupturas con la etapa clásica de Corto Maltés. Recomiendo muchísimo Nocturno Berlínés, y ya quiero tener en mis manos el nuevo Corto Maltés de Díaz Canales y Pellejero, que salió el miércoles pasado en Europa.
Gracias totales y nos reencontramos con nuevas reseñas cualquier día de estos, acá en el blog.
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domingo, 3 de noviembre de 2024
DOS DE DOMINGO
Como broche de oro para un lindo fin de semana, salen con fritas las reseñas de los últimos libritos que leí.
El Vol.3 de Moon Girl and Devil Dinosaur continúa la línea de los anteriores, por eso lo disfruté mucho. El dibujo de Natacha está en un nivel exquisito, ideal para un comic apuntado a un segmento infanto-juvenil, que se supone que puede ser la puerta de entrada al Universo Marvel para chicos y chicas que recién se inician en la lectura de comics de superhéroes. Y lo que más me sorprendió es que en el número que no dibuja Bustos, entra un suplente que la descose. Un tal Ray Anthony Height, a quien no conocía, pero me impactó con su trazo fluído, potente, con un equilibrio logradísimo a la hora de ponerle volumen y peso gráfico a las líneas y las masas negras, enfoques copados, personajes muy expresivos... Muy capo.
En este tercer tomo, los guionistas Amy Reeder y Brandon Montclare cierran dos puntas que venían de los tomos anteriores: por un lado, terminan de consolidar la inserción de Lunella Lafayette en el Universo Marvel y de explicar cuál va a ser su rol de acá en más en una comunidad superheroica que no está muy acostumbrada a integrar a nenas de nueve años a sus filas. Por otro lado (y esto es seguramente más relevante) se terminan de aclarar los poderes de Lunella y su conexión con Devil Dinosaur. Si esto fuera una serie de TV, acá terminaría la primera temporada, porque hay un cierre consistente para los "misterios" que impulsaron las tramas hasta este punto.
Y aprovecho para tirar una idea que se aplica a este comic y a muchos otros. En esto de querer insertar a un personaje nuevo en un panteón superheroico que existe hace décadas, lo que realmente define es la mirada de afuera. ¿Qué quiero decir con esto? Que yo guionista de Moon Girl, en la revista de Moon Girl puedo hacer aparecer como invitados a todos los personajes grossos de Marvel, que todos la quieran, la aplaudan y la reconozcan como la superheroína más inteligente y más grandiosa de todos los tiempos. Si quiero puedo hacer que le gane ella sola al Dr. Doom, a Thanos, al que se me dé la gana. Pero eso no es lo que realmente define el status de Moon Girl en el Universo Marvel. Lo que define es lo que hagan con el personaje los guionistas de las otras series. Que la tengan en cuenta para hacerla aparecer como invitada de otros personajes, que le den roles relevantes en las sagas grandilocuentes en las que se involucra a todo el universo, que algo de lo que pasa en la serie de Moon Girl repercuta en otra revista, escrita por otros autores. Ahí es donde se realmente se concreta la integración de un nuevo personaje al universo, porque lo que vos hacés en tu propio título puede ser fácilmente ninguneado por todos los demás guionistas. Pero las apariciones en otras series, no. Sobre todo si son muchas y en roles importantes.
Nada, eso solo. Hay mucho más Moon Girl and Devil Dinosaur, por suerte la serie duró varios años, pero yo creo que llego hasta acá. No tengo los tomos posteriores, y los compraría solo cuando los vea muy baratos. Con lo que leí hasta ahora, estoy muy, muy conforme. Y me alcanza para recomendarle la serie a cualquier fan de Marvel, o del buen comic infanto-juvenil.
Y tengo otro Vol.3, en este caso de Gorgona, la antología producida en Colombia, que sigue creciendo y esta vez cruza el umbral de las 100 páginas. Una vez más, lo que prima en cuanto a contenidos son breves historias autoconclusivas, casi todas de cuatro páginas, escritas por Rodrigo Lucio. Hay una sola historieta en la que no participa el ubicuo guionista, un aporte muy competente de Mateo Ramírez y Gusanillo. Después hay mucho Rodrigo Lucio, con una amplia gama de dibujantes. de los cuales el único que dibuja más de una historieta es el talentoso entrerriano Carlos Dearmas, quien se destaca muy por encima del resto de los dibujantes que participan de la antología.
Lo cual no significa que no haya otros buenos dibujantes. Me encantó el trabajo de Zauros, un destello de imaginación y una cátedra de aplicación de tramas mecánicas. También vi buenos momentos en los aportes de Andrea Lucio, el impactante Hellokuso, Andy Mahler, Eri Kamaron y dos dibujantes que están para jugar en Primera: Adrián Castilla y Daniela Martín del Campo. Por supuesto que cuatro páginas son muy pocas para colgarle la chapa de crack a un dibujante, pero es lo que nos ofrece Gorgona: mucha variedad y poca cantidad de cada uno de los artistas involucrados.
De nuevo, me encuentro con que los guiones de Lucio son rarísimos. Muchos de ellos me sorprendieron por lo elevado de los conceptos, o por el vuelo poético de la prosa, o por un cierto tono filosófico. Pero lo que más me asombra es que la gran mayoría prescinde por completo del conflicto. Una cosa es plantear un conflicto y no llegar a desarrollarlo o a resolverlo del todo -porque tenés cuatro fuckin´páginas que no alcanzan para nada- pero Lucio va más allá y propone historietas (en algunos casos muy interesantes) sin siquiera presentar un conflicto. Reproduzco a continuación el texto que Lucio escribe y Daniela Martín del Campo reparte entre las dos primeras páginas de la historieta "Nubes Oscilantes":
Ahora lo entiendo. Recuerdo escucharte decir "el cielo es una inmensa fotografía de la gran explosión". Lo sé. Todo se mueve. Todo está estallando. Pero no podemos verlo. Todas las vidas, todas las civilizaciones, nos ofrecen solo una pequeña ventana hacia la eternidad. Somos demasiado efímeros, demasiado mortales. Solo nos llegan pequeñas señales de luz. Un mapa de huellas. De los caminos que tomaron la energía y la materia desde el primer momento. Incendios inimaginables. Nubes hechas de metal. El universo entero en llamas viajando a toda velocidad. Mutando segundo a segundo por milenios. Para luego enfriarse lentamente por siempre. Creando estrellas y galaxias y agujeros negros. Fugaces ilusiones de estabilidad en medio del caos celestial.
Está buenísimo. Es obvio que el tipo escribe muy bien, pero... ¿cómo dibujás esto? ¿Cómo lo plasmás en un relato gráfico? ¿Cómo generás en el lector una intriga, algo que lo atrape, que lo seduzca? Es muy raro. Y así son muchas de las historietas que Lucio escribe para Gorgona. Cuando logra que sus textos inspiren a los dibujantes y saquen lo mejor de ellos mismos, la falta de conflictos y las elevadas pretensiones se hacen más que tolerables. Pero a veces eso no sucede y te queda algo narrativamente etéreo y gráficamente frustrante. Por eso me parece raro que, número a número de la antología, Lucio insista con esta tesitura (sería injusto llamarlo "fórmula", porque acá hay más experimentación que repetición). Aún así, creo que entre los tres números de Gorgona que leí, hay unas nueve o diez historietas de Lucio muy notables, que se bancarían tranquilamente una recopilación en libro que funcione como una especie de "Greatest Hits" del guionista colombiano, que le sirva para darse a conocer (junto con los mejores dibujantes de la antología) en el resto del habla hispana.
Me fui al carajo. Perdón por la extensión de los textos y será hasta la próxima.
viernes, 1 de noviembre de 2024
VIERNES CON CALOR
Le quedan dos meses al año, y al blog le quedarán... no más de 12 ó 13 entradas, porque ya arrancó la vorágine del nº10 de Comiqueando Digital, que me va a consumir muchísimas horas y me va a obligar a leer menos historietas que estos últimos días, en los que venía pisteando como un campeón. Pero bueno, ¿quién te dice? Por ahí arrimamos a las 95 entradas en el año, que no está mal.
El otro día comenté un libro de Alfonso López y hoy voy por más. Esta vez se trata de Silencios: La Juventud del Capitán Trueno, y como suele suceder cuando las historias que se le ocurren son más dramáticas y menos humorísticas, López forma equipo con Pepe Gálvez, reconocido crítico y guionista español. Juntos, Alfonso y Pepe van a homenajear al Capitán Trueno, el legendario personaje creado en 1956 por el maestro Víctor Mora y el muy competente Ambrós, que en 2006 (cuando se publica el álbum) cumplía 50 años.
La idea rompedora que se les ocurre a Gálvez y López es contar una precuela, una historia ambientada siete años antes del año 1191, que es donde Mora situaba las primeras aventuras del héroe. El Capitán Trueno es aquí Guillem de Empúries, un muchacho joven que ya es capitán pero todavía no recibió ese apodo. Junto a su eterno compañero Goliath, vivirán una historia que sacará un enorme provecho de la época histórica en la que está situada, ese último cuarto del Siglo XII en el que la Península Ibérica era un conglomerado de pequeños reinos en los que convivían (no siempre en los mejores términos) cristianos, judíos y musulmanes.
A diferencia de la mayoría de las aventuras del Capitán Trueno (o por lo menos del puñado que leí yo), Silencios no apunta a la epopeya, ni a las grandes batallas entre ejércitos. Se parece más a un misterio "policial", a un caso en el que los protagonistas tienen que encontrar pistas, testigos, pruebas, que les permitan impedir la injusta ejecución de Abú Yusuf, un musulmán amigo de los cristianos. El guion está llevado de un modo pausado, realista, sin volantazos ni aceleres raros, y Gálvez se toma el trabajo de pensar una resolución lógica y satisfactoria para el conflicto. Esto le requiere implementar en muchas páginas la grilla de nueve cuadros (la Gran Watchmen), sobre todo en las escenas de mucho diálogo, pero el relato nunca se hace tedioso, en parte porque el dibujo de López le agrega climas, emoción y un gran despliegue de ángulos y enfoques.
En apenas 50 páginas, López y Gálvez concretan un excelente álbum, con los personajes clásicos, pero vistos a través de otra óptica, más moderna y más "con los pies en la tierra". Parece una contradicción contar una historia mucho más realista que las de Víctor Mora, con un dibujante mucho menos realista que Ambrós, pero el trabajo de López es realmente formidable. Ese pincel se prende fuego para regalarnos paisajes, rostros, expresiones corporales, escenas de acción y demás imágenes memorables, siempre con una puesta en página clásica y sobria. Muy recomendable, tanto para los fans del Capitán Trueno, como para los que siguen la maravillosa trayectoria de Alfonso López, con y sin la loable complicidad de Pepe Gálvez.
La Cosa Perdida, del glorioso australiano Shaun Tan, es más un "libro álbum" que un comic... pero no deja de ser un relato contado con imágenes pictóricas y de otros tipos yuxtapuestas en secuencia deliberada, así que no hay que forzar mucho el reglamento para considerarlo un comic. Raro, atípico, pero comic al fin.
Raro en lo formal, no? En la cantidad de texto (muy poquito) en relación a la cantidad de páginas y al tamaño (enorme) de casi todas las imágenes. En ese sentido, se parece a un libro de cuentos infantiles, esos con imágenes grandotas y textos muy sintéticos. Y está bien, en cierto modo La Cosa Perdida es un cuento simple, lineal, con moraleja y con mucho atractivo para los lectores más chiquitos.
A mí, como lector adulto y acostumbrado a otra proporción entre texto e imagen, el relato me atrapó, me divirtió, me pareció muy bien llevado. Me encontré con un Tan muy distinto al que recordaba de The Arrival, más luminoso, menos claustrofóbico, con más recursos ahí, en el filo entre la gráfica y la plástica. Me gusta también la línea que baja, como construye/ retrata ese mundo burocrático y aburrido, y sí, obviamente flasheo con estas 32 páginas convertidas en una historieta "tradicional" de siete u ocho páginas, cada una con seis o siete viñetas... en las que el maravilloso dibujo de Tan se luciría mucho menos.
Lo único que me dejó un sabor amargo es que la edición argentina respeta una traducción española donde los personajes se tratan de "vosotros", y usan palabras que en Argentina no usamos ("periódico" en vez de "diario", "bolígrafo" en vez de "birome", "mola" en vez de "copado", etc.). No les costaba nada retocar un poquito la traducción para que el texto se leyera un poco menos español y un poco más argentino... o traducir directo del inglés al castellano rioplatense, que es lo que -para mi gusto- funciona mejor. El resto, realmente impecable. Un libro precioso, una edición de gran calidad, a la altura del talento de un autor que -muy a mi pesar- encontró un público enorme en un territorio bastante alejado de la novela gráfica, y se va a quedar ahí, no va a volver para este lado. Lo importante es que Shaun Tan siga poniendo sus increíbles dibujos al servicio de relatos atractivos, y en ese sentido, La Cosa Perdida es una nueva joya en su corona.
Nada más, por hoy. Nos reencontramos acá en el blog ni bien tenga más libros para reseñar. Gracias y hasta entonces.
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