el blog de reseñas de Andrés Accorsi

sábado, 24 de abril de 2021

19 al 25 de ABRIL

Mi consumo de historietas está en niveles bajísimos. Casi todo lo que leo es para investigar acerca de los temas que me toca desarrollar en las notas para el nº2 de Comiqueando Digital, y además descubrí que me divierto mucho corrigiendo y diseñando las notas que mandan mis compañeros. Más que leyendo, incluso. Así en estos días estoy muy volcado a esas tareas, sin descuidar el canal de YouTube y el sitio web, obviamente. Para reseñar acá en el blog, tengo apenas dos lecturas, bastante breves, y ganas de sacar las reseñas con fritas, para volver a sumergirme en el material de la Comiqueando Digital (si leíste el nº1 y te gustó, preparate, porque el nº2 es más zarpado). Empiezo con Neferou le Chat, una de las obras de Carlos Trillo que están inéditas en castellano. Se trata de su única colaboración con el también fallecido Peni (Pedro Penizzotto), aquel recordado dibujante de vasta trayectoria en las revistas de Ediciones de la Urraca y Puertitas, entre otras. La historia tiene como eje el romance entre Alex y Sabine, vecinos que viven uno enfrente del otro en una gran ciudad que podría ser Buenos Aires, Madrid, París o Roma, no importa. Lo importante es que los autores cuentan la historia desde la retorcida óptica de Neferu, el gato de Alex, que está convencido de que todo esto es un diabólico plan de Piñón (el perro de Sabine) para invadir su territorio y eventualmente exterminarlo. Neferu (y el resto de los gatos que componen su grupo de amigos) ven a los humanos como criaturas inferiores, a las que los felinos manipulan para ser atendidos a cuerpo de rey sin dar nada a cambio. Y a los perros como el enemigo, como bestias rústicas y feroces que están ahí para aniquilar a los gatos. Neferu y sus amigos pondrán en marcha un plan demencial para alejar a Alex de Sabine e impedir el desembarco de Piñón al departamento del joven dibujante y su gato. Un plan que involucra a la diosa Bastet y a una pantera que vive en el zoológico, que (varios enredos mediante) va a tener éxito… por un ratito. Estamos frente a una comedia liviana, no apta para todo público porque Sabine y Alex garchan bastante, pero tranqui. Con humor, con fantasía, con algo de acción, con una premisa atractiva por lo extraña y varios momentos que nunca habíamos visto en ninguna otra historieta. El dibujo de Peni es excelente, con un trabajo descomunal en los fondos, siempre con personajes (bípedos y cuadrúpedos) de enorme expresividad y un color impecable (en este rubro contó con la asistencia del gran Darío Brizuela). Neferou le Chat es un único álbum, 46 páginas presentadas originalmente en 2004, y si bien no es una obra maestra ni una lectura indispensable, está muy bien para pasar un rato agradable, con la loca conspiración de los gatos que le pone sorpresa e incertidumbre a la trama romántica del pibe que se enamora (como Oaky) de la vecinita de enfrente.
En su Compendio de la Verdadera Historia Universal, el inefable Shintaro Kago pone en juego un típico recurso del humor: recontar eventos históricos conocidos por todos, pero con agregados imposibles, ucronías, o situaciones llevadas al extremo de lo grotesco o lo risible. La consigna no es en absoluto original, pero el resultado, el lugar donde llega Kago partiendo de estas premisas, es totalmente inédito. El libro se compone de 16 historias cortas, todas independientes entre sí excepto la última (y más extensa) que retoma de manera brillante algunas ideas desparramadas por el autor en las 15 historias anteriores. Los personajes y momentos históricos elegidos por Kago nos pasean por Asia, África Europa y América, en relatos donde la realidad sirve como plataforma, como trampolín en el que el mangaka toma impulso y salta al carajo y más allá. Acá no vamos a ver experimentos narrativos, ni rupturas en los aspectos formales de la narración del comic. Pero preparate para ver mutilaciones de pezones, pijas y conchas, decapitaciones, desmembramientos, violaciones, sexo con animales, cerebros que se extraen de los cráneos de personas vivas, una red parecida a la de los teléfonos pero conectada a los penes de miles de hombres que se comunican a través de la orina, un Cristóbal Colón adicto a las redes sociales (en uno de los segmentos más cómicos), un Matthew Perry obsesionado con abrir todo (como la derecha argentina), máquinas imposibles, tetas infladas con un relleno prodigioso, domadores de mosquitos, extraños caballos, y hasta una aparición del propio Kago en un diálogo desopilante con su editor. Un festival del descontrol para estallar en carcajadas, y de paso aprender más de Historia, sobre todo de Japón, China, Mongolia y otros países de los que (acá en Sudamérica) no sabemos tanto. El único “pero” está en el dibujo, ya que Kago nos mezquina un poco de su calidad gráfica, para concentrarse en los guiones, los diálogos, la resemblanza de las figuras históricas y la reconstrucción de las épocas que visita. Se nota un poco que en algunas viñetas no se esmera demasiado, pero está claro que el atractivo de Compendio de la Verdadera Historia Universal pasa por otro lado. Si como yo te estás tratando de armar una Kagoteca grossa, no dejes afuera este tomito. Y nada más, por hoy. Muchas gracias a tod@s l@s que se descargan la Comiqueando Digital de nuestra tienda virtual (https://comiqueandoshop.blogspot.com/) y será hasta el próximo finde.

sábado, 17 de abril de 2021

12 al 18 de ABRIL

Otra semana de poca lectura, resultado de menos viajes en colectivo (por el tema de la pandemia) y menos horas libres para leer en casa (porque ya es bastante intenso el trabajo para el nº2 de Comiqueando Digital). Aún así, no faltaron lecturas como para cubrir este espacio semanal. Hacía bastante que no leía historieta de Brasil, y me clavé el Vol.4 de Picabu, una antología del 2009 a la que descubrí de casualidad y me llamó la atención por su perfil oscuro, perturbador y a la vez vanguardista y transgresor. Picabu era una publicación independiente, a cargo de un grupo de autores que (me imagino) eran amigos entre ellos, al estilo de lo que fueron publicaciones locales como Catzole o Ultramundo. Y dentro del grupo encuentro (lógicamente) autores que me gustan más y autores que me gustan menos. Me gustaron mucho los dibujos de Rafael Sica y de Carlos Ferreira. También los de Moacir Martins (muy influenciado por las historietas eróticas que hacía Solano López en los ´90) que es el que mejores ideas tiene en materia de narrativa, por lo menos de estos tres. Me impactó con su clima y su ritmo O Homem Sedento, una historieta muda de Leandro Adriano y Nik Neves, realmente atrapante. Y el autor que más me convenció, del que ya me considero fan, es Rodrigo Rosa, un dibujante muy versátil, que me hizo acordar mucho a Matías Bergara por su trazo suelto, dinámico, expresivo y su gran manejo de las expresiones faciales. No sé si en los últimos años Rosa habrá evolucionado a la par de Bergara y alcanzado las mismas cotas de genialidad que el uruguayo, pero acá, en 2009, estaban ahí, cabeza a cabeza. Hay dos historietas de Rosa en la antología: una (A Contagem) está resuelta en muy pocas páginas, con las viñetas muy chiquitas, y la otra (Escándalo), al revés: se toma 14 páginas para contar algo que podría haberse contado en seis, o a lo sumo ocho. Pero como el dibujo es muy bueno, igual se hace muy atractiva. No sé si la antología fue más allá del Vol.4, ni que es de la vida de estos autores hoy, en el 2021. Simplemente me dejé llevar por la imaginación, el ingenio, la osadía y el talento de algunos de estos historietistas, y me encontré con un material desparejo, pero con muy buenos momentos. Momentos de comedia, de mala leche, de delirio, de erotismo, o de experimentación narrativa pura y dura, libre de las ataduras de un guion. Ojalá algún día me encuentre con otras obras, más actuales y más extensas, de Rosa, Neves y el resto de la pandilla de Picabu.
Sigo el repaso por las obras de autores argentinos que se dieron a conocer en nuestro país durante 2020 y me encuentro con otra maravilla, otra historieta realmente brillante. El Humano, de Diego Agrimbau y Lucas Varela, tiene un sólo punto criticable: la historia propiamente dicha empieza después entre la página 30 y la 35. Lo anterior es una previa entretenida, pero muy larga y con cero relevancia en el contexto de la trama global de la obra. Son páginas magníficamente dibujadas por Varela, por lo cual uno las disfruta igual, pero podrían tranquilamente no estar, y la historia sería exactamente la misma. Una vez que se termina ese tramo inicial, El Humano despega hacia la estratósfera y explota en una supernova de un fulgor único y sobrecogedor. La historia de Robert y los androides, su misión, su relación con este planeta extraño, el legado de June y todo lo que va a pasar después, son conceptos geniales, hilvanados por Agrimbau con un gran mix entre inteligencia y sensibilidad, buenos diálogos y sobre todo, muchos recursos para sorprender al lector y llevar la historia para el lado menos predecible. Lo que más me impactó es la evolución del personaje de Robert. Agrimbau se agarra del último humano para hablar de toda nuestra especie y lo hace con tanta jerarquía, que lo que podría parecer una aventura de “monos contra robots” cobra visos de tratado filosófico, un espesor dramático formidable y sobre todo una dimensión ética que hace que el rol de “el bueno” se desplace de un personaje a otro, incluso más de una vez. El Humano es una novela gráfica extensa, de gran potencia narrativa y discursiva, por momentos violenta, por momentos intimista, con una arista ecologista y una socio-política que adornan a la perfección la aventura y la machaca. Un trabajo ambicioso por parte de Agrimbau y Varela, cuyos resultados son realmente excelentes. Si les faltaba algo para consagrarse defintivamente como una de las grandes duplas que tiene hoy la historieta mundial, ya está, ya lo consiguieron. La recomiendo muchísimo y la pongo sin ninguna duda en el podio de las mejores historietas publicadas en Argentina durante el año pasado. Y hasta acá llegamos. A seguir cuidándose mucho, así nos reencontramos lo más enteros que se pueda el finde que viene, acá en el blog. Ah, si les falta material de lectura para bancar las noches de encierro, no dejen de pasar por https://comiqueandoshop.blogspot.com/, donde los esperamos con descargas gratuitas y el demoledor nº1 de Comiqueando Digital, 208 páginas repletas de información y entretenimiento, que se puede descargar por míseros $ 290.

sábado, 10 de abril de 2021

5 al 11 de ABRIL

Otra semana en la que me pude liquidar sólo dos libros, pero uno es un brutal masacote de 432 páginas. Dicha bestialidad incluye los 16 números de la única serie regular que protagonizó Zatanna (justo antes del reboot de DC de 2011), más una historia corta de un especial de Halloween, más Everyday Magic, aquel extraño (escaso y muy cotizado) prestige que había salido en Vertigo allá por 2003. No entendí bien con qué criterio se decidió que esa publicación fuera de Vertigo y no de DC… tal vez para que pudiera aparecer John Constantine, que en aquel entonces no interactuaba con los superhéroes del DCU… Lo cierto es que ni Everyday Magic ni nada de lo que escribió Paul Dini para la serie regular me pareció demasiado notable. Está bien, es entretenido, demuestra cariño por el personaje y un cierto respeto por su larguísima historia, pero no hay esos giros, o esos desarrollos que te parten la cabeza y te dejan con la intriga de “cómo no se le ocurrió antes a ningún otro guionista”. Creo que el arquito que más me gustó fue el del titiritero malvado, y después me pareció bastante interesante un unitario escrito por Derek Fridolfs, en el que Zatanna no puede usar sus cuerdas vocales, lo cual la deja prácticamente sin acceso a sus poderes mágicos. Todo lo demás, va de lo aceptable a lo flojito, con varias escalas en obviedades y lugares comunes. Y además Paul Dini (que pareciera ser el principal argumento de ventas del libro) desaparece en un momento de la serie regular sin resolver nunca el plot del regreso de Brother Night, un intento frustrado por crearle algo así como un archienemigo a la hija de Giovanni Zatara. Al final, queda la sensación de que la serie se disolvió, se fue esfumando de a poco y ya al final DC la publicaba sólo para no cancelarla un par de meses antes del relanzamiento de toda la línea heroica de la editorial. Probablemente lo mejor que tiene la serie es que es totalmente reader-friendly y 100% autocontenida, es decir, no le meten crossovers con otras colecciones, ni requiere ninguna lectura previa para entender lo que pasa. En ese sentido, si no fuera por la constante rotación de autores, casi parecería un comic independiente de los años ´80. Entre los muchos dibujantes que meten mano en esta ingente cantidad de páginas, me quedo con Jesús Saiz, y sobre todo con Cliff Chiang, que es el único que parece no participar del concurso “a ver quién dibuja a la Zatanna más tetona”. Entre los demás, hay mejores y peores, pero ninguno me llamó demasiado la atención, más allá de este detalle de llevar a límites insospechados el tamaño del busto de la protagonista, como si estuvieran trabajando en Playboy o Penthouse y no en DC. Para ser justos, Rick Mays (el dibujante de Everyday Magic) tampoco se anota en esa gilada, pero la verdad que no es un trabajo muy logrado por parte de aquel autor que alguna vez supo fusionar muy bien rasgos del mainstream yanki y el shonen japonés. El libro resulta recomendable sólo para los muy fans de Zatanna que no hayan coleccionado la serie regular, o que nunca hayan podido conseguir el esquivo Everyday Magic. Y la verdad que, si le van a poner semejante cantidad de páginas adentro a un tomo, le tendrían que agregar un poco de gramaje a las cartulinas de la portada, así no se doblan ni se abollan por el propio peso del papel interior.
Y me vengo a Argentina, año 2020, para leer una breve pero muy hermosa historieta de Chanti, apuntada al público infantil, y titulada Quiero Ser Yo. En menos de 48 páginas, Chanti despliega una aventura que además funciona como una alegoría bastante explícita en contra de los mandatos sociales y familiares que condicionan las vidas de los chicos y adolescentes. El autor mendocino nos habla de las infinitas posibilidades que cada uno va a encontrar a medida que crece, para darle a su vida la orientación y el destino que cada uno elija, sin más límites que lo que uno quiera ponerse y sin más brújula que las propias pulsiones, pasiones o intereses que se manifiesten en cada persona. Es una aventura sin buenos ni malos, donde hay conflicto, y donde el hilo argumental se apoya en la exploración de un mundo que despliega una cantidad de opciones inmensa ante los ojos de los jóvenes protagonistas. Básicamente, es la aventura de crecer y elegir, adornada con momentos de humor y ternura muy logrados. El dibujo, la narrativa y el color son maravillosos, y además siempre es un placer verlo a Chanti salir del retrato de la cotidianeidad para volar con la imaginación e inventar todo un planeta poblado por criaturas fantásticas e imposibles. Este es un librito para quedar como un archiduque con nenes y nenas de hasta 9-10 años, y de paso pegarle una leída (no toma más de 15 minutos) y sentir una caricia en el alma sumamente reconfortante. Lo recomiendo muchísimo y lo sumo a la lista de los muy buenos libros publicados en nuestro país el año pasado. Y esto es todo por hoy. Nos reencontramos el finde que viene con nuevas reseñas, acá en el blog. Ah, si están guardados por el tema de la segunda ola del COVID y se aburren en sus casas, pasen por https://comiqueandoshop.blogspot.com/ y descarguen el nº1 de Comiqueando Digital, o las revistas antiguas que subimos al sector de descargas gratuitas de la tienda virtual.

sábado, 3 de abril de 2021

29 de MARZO al 4 de ABRIL

Otra semana de pocas lecturas, porque con el tema de los feriados de Semana Santa me moví poco de casa, y últimamente estoy leyendo más en los viajes en colectivo y subte que en casa. Empecé con un comic editado simultáneamente en varios países de Europa a fines de 2019: El día de Tarowean, también conocido como el Vol.15 de Corto Maltés, y tercero a cargo de la dupla integrada por los españoles Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero. Para esta ocasión a los autores se les ocurrió escribir la previa a La Balada del Mar Salado, es decir, a responder cómo y por qué Corto Maltés llega a esa situación extrema en la que lo encontramos al inicio de aquella mítica historieta realizada por Pratt a partir de 1967 para la revista Sgt. Kirk. Y no sólo lograron empalmar perfectamente con La Balada (y echar luz a aquellos misterios que Pratt se guardaba para explicar andá a saber cuándo) sino que además redondearon una excelente aventura, sin duda la mejor de las tres que publicaron hasta el momento. El día de Tarowean tiene todo lo que tiene que tener un buen álbum de Corto Maltés: una ambientación exótica, roscas entre garcas de distinta magnitud que se quiere quedar con más poder del que tiene, el incentivo medio etéreo de algún beneficio económico para el protagonista, que siempre se verá eclipsado por otro tipo de valores menos tangibles pero más nobles, un buen conflicto que dé pie a escenas de acción y aventura, algún romance que se insinúa pero no se llega a concretar o se encamina rápidamente al fracaso, diálogos ingeniosos, silencios elocuentes y (una regla con la que en algún momento Pratt se limpió el orto) una trama 100% verosímil, sin elementos fantásticos. Esta además tiene un final horrible, porque desde el principio sabemos que a Corto lo van a cagar y va a terminar en esa situación tan precaria, de la que obviamente va a zafar… en la aventura cronológicamente posterior que (como ya mencioné) es nada menos que Una Ballata del Mare Salato. No sé si en algún pasaje de El día de Tarowean fui mucho más feliz que en la primera lectura de alguna de las obras de Pratt de su período más glorioso (1967-80) pero la pasé realmente muy, muy bien. La aventura y el clima me envolvieron y los diálogos de Díaz Canales y el dibujo de Pellejero me pusieron el moñito y me dejaron listo para regalo. Visualmente esto es maravilloso. Está todo el tiempo presente el fantasma de Pratt, el hilo conductor de la faz gráfica es (lógicamente) el estilo del Tano, pero además Pellejero mete cosas de su propio estilo, y de otros maestros del claroscuro, como José Muñoz, Oswal o Eduardo Risso. El resultado es una hermosa actualización de la fórmula prattiana, que respeta a muerte la tradición gráfica de esta serie y además se anima a explorar un poquito de esos otros mundos que habitan los pinceles de esos otros monstruos de la historieta. Esta sintonía entre “clonar al Tano” y darnos los frutos de su propia cosecha también es algo que Pellejero ha ido perfeccionando con el correr de los álbumes y que se agradece muchísimo. La verdad que me animo a recomendarle El día de Tarowean a cualquiera que haya leído La Balada del Mar Salado, lo cual es más o menos lo mismo que decir “a cualquiera que sea fan de Corto Maltés”. Si La Balada… no te hace fan del personaje, nada lo hará. Y si cuando la terminás necesitás con urgencia otra dosis, acá Díaz Canales y Pellejero te ofrecen una que complementa de modo magistral la seminal novela de Hugo Pratt.
Me vengo a Argentina, año 2020, para reencontrarme con la dupla integrada por Cristian Blasco y Pablo Burman, un guionista y un dibujante de los que ya vimos otras obras acá en el blog (11/12/16 y 27/08/18, por ejemplo). Esta vez los autores firman una novela de casi 100 páginas llamada La Bruja de Toska, que debe ser su colaboración más extensa. Se trata de una aventura pura y dura, con elementos de misticismo, misterio y (como ya es costumbre en las historias que abordan la caza de brujas) un mensaje muy claro y potente respecto de las distintas formas en las que las sociedades etrógradas ejercen la violencia contra las mujeres. Blasco ofrece un guion de mucha intensidad, que te hace sentir que todo el tiempo están sucediendo cosas grossas, aunque de hecho no sean tantas las cosas que suceden. Pero hay recursos muy logrados para que vos vivas cada página de La Bruja de Toska a flor de piel: la ambientación, la construcción de la protagonista y los secundarios, los diálogos, los momentos que elige el guionista para calzar los flashbacks… Todo eso contribuye a esa sensación de “aventura a todo o nada” que te caza de la garganta en las primeras páginas y te suelta recién al final. Un final que además está muy bien, porque no es ni obvio ni caprichoso, sino producto de una curva dramática muy bien lograda que lleva a la hermana Rita de un punto A muy atractivo hacia un punto B más que satisfactorio. Con el dibujo de Burman me pasó lo mismo que en las obras anteriores de este autor: me gusta que sea extremo, que se vaya al carajo todo el tiempo, que le cante quiero retruco a los planteos más vanguardistas de Carlos Nine, Philippe Druillet o Ted McKeever, y creo que sus saltos mortales no impiden disfrutar de la trama. Pero también creo que este tipo de guiones más clásicos, más lineales, más “aptos para todo público” van mejor con otro tipo de estéticas, con dibujantes cuyo grafismo no requiera tanta decodificación por parte del lector, sino que se apoye un poco más en lo que éste ya conoce y ya entiende de una, instintivamente. Al lado del dibujo de Burman, el guion de Blasco parece “careta”, fácil, como si le diera la papilla ya masticadita al lector. Y no lo es, ni en pedo. Por eso me parece que hubiese funcionado mejor con otro tipo de dibujo. Por ahí con un claroscuro bien fuerte tipo Mike Mignola, o por ahí con un abordaje más clásico onda Enrique Breccia… No sé, se me ocurren varias alternativas. Pero también me doy cuenta de que Blasco y Burman se entienden muy bien y se saben potenciar el uno al otro. Si no te jode el dibujo barroco, sobrecargado, con varias técnicas de entintado mezcladas y una tendencia descontrolada hacia el expresionismo más grotesco, en La Bruja de Toska vas a encontrar una muy buena lectura, que trasciende la aventura para aportarte algo más. No mucho más, por hoy. Gracias por el aguante, gracias a todos los que descargan la Comiqueando Digital de https://comiqueandoshop.blogspot.com/ y nos reencontramos el próximo finde con nuevas reseñas, acá en el blog.