el blog de reseñas de Andrés Accorsi

sábado, 31 de julio de 2021

ESSENTIAL X-MEN Vol.8

Esta semana pude leer un solo libro, pero es un masacote de casi 550 páginas, así que está muy bien.
Y sí, llegué a ese momento que yo siempre señalo como el punto ideal para bajarse de X-Men y X-Factor, por lo menos hasta que llegue Grant Morrison a New X-Men. Si sos muy fan de los X-Men clásicos (tanto los de Stan Lee y Jack Kirby como los de Chris Claremont, Len Wein, Dave Cockrum, John Byrne y familia), acá está ese punto clave (la saga de Inferno) en la que Claremont y Louise Simonson cierran un montón de puntas argumentales, atan cabos y le ponen un moñito precioso a los primeros 25 años de este concepto segundón de los ´60 ascendido a franquicia en los ´80. Lo que viene después es ostensiblemente inferior a lo que nos ofreció Claremont hasta este punto, y si bien en su momento lo seguí leyendo, no es algo que me interese tener o releer. Post-Inferno banco a Louise Simonson en New Mutants, alguna saguita de Claremont en Excalibur, y por ahí alguna aventura de la revista solista de Wolverine. Pero sin dudas con Inferno se cierra la Era de Oro de los mutantes, y cuanto más nos acercamos a 1990, más avanzamos hacia una caída muy marcada en la calidad de Uncanny X-Men y X-Factor, y al viraje bestial de New Mutants hacia la ilegible X-Force. Ojo, este tomo tampoco está al nivel demoledor del anterior. Hasta que llegamos a Inferno, Claremont nos inflige un par de sagas que sin ser chotas, ya muestran signos de estiramiento al pedo y de un cierto desgaste por parte del veterano guionista. Sobre todo en esa trilogía contra los Brood, que no tiene pies ni cabeza. El arco contra los Reavers dentro de todo zafa, excepto por ese final absurdo en el que los X-Men se proponen devolver TODO lo que habían robado estos criminales a sus dueños originales, en un operativo al estilo Papá Noel, en la noche del 24 de Diciembre. Un argumento pueril, e insostenible. Pero como siempre, Claremont te entretiene con el buen manejo de los vínculos entre los personajes, diálogos copados y un gran nivel en los bloques de texto. También antes de Inferno tenemos un Annual con dos historias, una en la Savage Land con el High Evolutionary (también con los diálogos y los vínculos como principal atractivo) y una muy graciosa contra Mojo, totalmente en joda, que no es genial, pero casi. Y también la saga de Genosha, oscura, intensa y un toque estirada. El final es apoteótico. Cinco números de Uncanny y cuatro de X-Factor contra los demonios del limbo, los Marauders, N´astyrh, el enigmático Mr. Sinister y la mismísima Madelyne Pryor, ahora transformada en Goblyn Queen. Son muchas páginas y la verdad es que los malos desaprovechan demasiadas oportunidades de hacer boleta a los buenos. Pero es una narración atrapante, todo el tiempo pasan cosas fuertes, y los guionistas te convencen de que lo que está en juego es realmente grosso. Al pobre hijito de Scott y Madelyne lo revolean como al guantelete del infinito en Avengers: Endgame, los buenos se pelean entre ellos y hasta hay cosas que no se entienden si no leés los episodios de New Mutants que este libro no incluye (por suerte tengo las revistitas). Pero lo realmente importante es que acá se pasan en limpio un montón de temas pendientes, acerca de Madelyne, Jean Grey, el Phoenix, los hermanos Summers… y además tenemos machaca a gran escala contra villanos de inconmensurable poder, algún que otro giro imprevisto y un final bien orquestado, donde no te sentís estafado sino satisfecho a tal punto que –repito- podés decir “chau, hasta acá llego”, sin sentir que quedan cuentas por saldar. En el primer número de este Essential (Uncanny nº 229) la diosa Roma les propone a los X-Men atravesar el portal Siege Perilous y empezar una nueva vida. Le dicen que no, y se quedan a protagonizar estos 15 episodios (y el Annual) que acabamos de comentar. Un par de meses después de Inferno le van a decir “bueno, dale” y el resultado va a ser muy negativo. Pero no vamos a entrar en esa etapa. En cuanto a los dibujantes, hasta el momento de Inferno tenemos una alternancia entre Marc Silvestri (que me resultó bastante más limitado que cuando leí este material en los ´80) y Rick Leonardi, mejor que Silvestri, más suelto, más plástico, pero todavía lejos de su mejor nivel. En el Annual tenemos un montón de páginas dibujadas como los dioses por el siempre brillante, sutil y exquisito Arthur Adams. Y en la saga de Inferno vemos a Silvestri esforzarse un poco más en las páginas de Uncanny (de hecho, hay un número en el que el dibujo realmente me gustó, quizás porque en vez de Dan Green lo entinta Hilary Barta), y perder por goleada en la comparación con el dibujante de X-Factor, que no es otro que el maestro Walt Simonson. Con la posibilidad de dibujar poquísimos fondos, Simonson nos brinda un trabajo sublime en los cuerpos y los rostros, al nivel de trabajos monumentales onda X-Men/ Teen Titans. Las tintas de Al Milgrom complementan a la perfección el trazo dinámico del maestro, que le impone emoción a la acción y una profundidad genuina a las escenas más introspectivas. Por supuesto, la posibilidad de disfrutarlo en blanco y negro también potencia el impacto del dibujo de Simonson. Si no tenés la menor idea de quiénes son los X-Men, o de por qué personajes como Wolverine, Storm, Colossus, Nightcrawler, Cyclops o Jean Grey se ganaron un lugar en la cultura de masas a nivel planetario, los primeros ocho Essentials de X-Men te explican todo de un modo magnífico. A lo largo 14 años, Chris Claremont y sus dibujantes pusieron la vara tan alta que ni ellos la volvieron a alcanzar. Y en el medio redefinieron el concepto de qué es y cómo funciona un grupo de superhéroes. Una gloria. Nada más, por esta semana. Nos reencontramos el finde que viene, acá en el blog.

sábado, 24 de julio de 2021

19 al 25 de JULIO

Esta semana pude leer un poco más, por suerte. Se me ocurrió releer Charlie Moon, la gema de Carlos Trillo y Horacio Altuna de principios de los ´80. Nada, se escribió mucho sobre esa obra, no es mucho lo que yo pueda aportar. Me quedo con lo que más me sorprendió. Primero, no puedo creer que Charlie Moon no sea una obra mucho más conocida de lo que es, por lo menos en Argentina. Segundo, el dibujo de Altuna es sublime. De verdad, está más allá de toda exégesis. Esto es una cátedra de historieta como pocas veces se vio. Los climas, los silencios, los enfoques… visualmente esto es insuperable. Tercero, me parece loquísimo que no haya más episodios de esta serie. Cinco son muy pocos, 49 páginas es muy poco. Obvio que si Trillo y Altuna hubiesen continuado con Charlie Moon, en una de esas no tendríamos obras como Merdichesky o El Último Recreo, y sería un garrón. Pero es lo que hay, y en parte eso es lo que la hace mítica. Cuarto, la calidad de los guiones. El más flojo de los cinco (el de la cita con las dos chicas) es muy, pero muy bueno. Y los otros cuatro, son perfectos. Quinto y último, ¿me podés creer que esta obra en nuestro país solo se editó en la revista SuperHum® en 1980-81? ¿Cómo puede ser que no haya una edición argentina de Charlie Moon en libro? La verdad que no me alcanzan las palabras para recomendar esta historieta. Es una emoción atrás de otra, casi siempre para el lado de la tristeza, pero con una sensibilidad, una profundidad y un talento muy poco frecuentes.
También me leí el Koyoharu Gotouge Short Stories que (como su nombre lo indica) es un compilado de cuatro historias cortas realizadas por la autora de Kimetsu no Yaiba antes de iniciar el manga que la consagraría a nivel global. Ella misma se da cuenta de que estos trabajos son muy primerizos, precarios en muchos aspectos, y agrega textos en los que pide disculpas y ofrece excusas por algunas de estas falencias, muchas de las cuales osn muy, muy evidentes. Desde ideas que fueron pensadas para una serie de infinitos tomos y luego condensadas en 40 ó 50 páginas, hasta dibujos a los que les falta solvencia y secuencias que directamente no se entienden. El tomo tiene todas las demostraciones posibles de que Gotouge no nació sabiendo y que hizo camino al andar. Recién en la cuarta y última historia de la antología (Haeniwa no Zigzag) se ve un nivel que nos permite imaginar que esta chica podía llegar a hacerse un nombre en la hiper-competitiva industria del manga. Ahí es donde el dibujo adquiere mayor plasticidad, el argumento es más claro, las secuencias de acción más impactantes y los personajes más creíbles. No es una gloria, pero por lo menos se ve que la historia tiene una dirección y va para donde Gotouge quiere que vaya. El resto, muy por debajo de la expectativa que me había generado descubrir el “secret origin” de la autora que rompió todo con Kimetsu no Yaiba. Una pena.
Y cierro con El Golpe de la Cucaracha una novela gráfica realmente excelente, ópera prima de la autora argentina Gato Fernández. Tengo una sola cosa para criticarle, y es lo mismo que le marqué a Gato el día que me mostró los originales, antes de darles el color: el dibujo de la protagonista no es consistente. Por momentos parece tener 8 o 9 10 años, por momentos 11 o 12, como si su cuerpo fuera cambiando de manera aleatoria, y nunca parece tener los 5 o 6 años que los textos dicen que tiene. Es un detalle bastante menor, eclipsado por lo mucho que mejora el dibujo de Gato entre las primeras páginas y las últimas. Pero lo que realmente hace intrascendente cualquier “pero” respecto del dibujo es la historia que narra la autora en El Golpe de la Cucaracha. Una historia tremenda, descarnada, dolorsamente real, de abusos y violencia, de un hogar que se convierte en infierno y de vínculos que se tensionan hasta explotar, dejando heridas por todas partes. En ese contexto se mueven Lucía, su hermano y su mamá, y el gran hallazgo de Gato Fernández es no morigerar ni edulcorar lo trágico de los sucesos que narra, pero además combinarlos con esa ingenuidad, esa fantasía, esa magia, esa hermosa nube de pedos en la que viven l@s niñ@s a los 5 años. La autora abre una puertita a la ternura, al humor y a la ilusión de que su vida no va a ser solo sufrimiento, y lo hace con mucha agudeza, con mucho talento, sin restarle dramatismo a la trama y sin que esas secuencias más alegres, o más lúdicas parezcan un injerto fuera de lugar. Víctima de abusos intrafamiliares en la vida real, a Gato Fernández le llevó varios años poder contar esta historia, sacar afuera y compartir con los lectores vivencias y situaciones que aún duelen. El resultado es una obra valiente, intensa, cautivante, por momentos shockeante y sumamente emotiva. Sin dudas, una de las grandes historietas que nos trajo el 2021. Nada más por hoy. Sigo escribiendo y corrigiendo artículos para el nº3 de Comiqueando Digital, que sale a principios de Septiembre. Gracias y hasta el finde que viene.

sábado, 17 de julio de 2021

12 al 18 de JULIO

Esta semana sostuve la marca de los tres libros, pero dos son de esos que se leen a los santos pedos. Una grata sorpresa fue descubrir que en 1977 las librerías Fausto publicaron en Argentina tres libritos de humor gráfico del maestro francés Sempé, que yo jamás había visto. Conocía a Sempé por sus ilustraciones para la maravillosa novela infanto-juvenil (en realidad, apta para todo público) Le Petit Nicolás, escrita por un tal René Goscinny ;), y había visto páginas de humor de las que publicaba en distintas revistas de Francia. Pero nunca un libro que recopilara unos cuantos de estos chistes. Todo se Complica se parece bastante a un libro de Quino: hay chistes resueltos en una sola imagen y otros desarrollados a lo largo de varias viñetas, los chistes están agrupados por temáticas y el uso de la palabra es muy esporádico. No hay globos de diálogo, pero sí muchísimo juego con los otros recursos gráficos típicos de la historieta. El dibujo se apoya en un trazo sencillo, despojado y muy expresivo, pero cuando quiere, Sempé deja la vida en unos fondos hiper-trabajados, pletóricos de detalles, de una sofisticación barroca. Hasta ahí, todo bastante similar a cualquier libro de Quino, o incluso de Sergio Aragonés, Caloi, Viuti o algún otro clásico del humor gráfico muy dotado para contar casi sin textos. La diferencia es que con Sempé me reí mucho menos. Algunos chistes me causaron gracia, pero la verdad que fueron muy pocos. Por ahí alguno donde asoma la puntita de un humor más negro. Pero la mayoría me dejó bastante frío. Me encantaron los dibujos, la forma de componer las viñetas y esos fondos deslumbrantes a los que ya hice mención. Lo que no me llegó con la fuerza que esperaba es el humor de Sempé. Que en su concepción “filosófica” no es muy distinto al de Quino, pero que –claramente- no tuvo en mí el mismo efecto. Me lo guardo como curiosidad, porque lo conseguí regalado y porque Sempé es una bestia del lápiz, que sabe esconder detrás de esa línea ágil y sintética un conocimiento del dibujo que te hiela la sangre.
Me voy 25 años al pasado, a 1996, cuando en Italia se publica el Vol.28 de la colección de novelas gráficas de 96 páginas de Cybersix. Estamos en la etapa de pleno auge del personaje creado por Carlos Trillo y Carlos Meglia, quienes ya derivaban buena parte del trabajo a otros autores. El guion de esta novela, por ejemplo, está firmado por Trillo “con la collaborazione di Viviana Centol”, lo cual significa que probablemente Trillo haya tirado una idea muy básica y que el desarrollo posta del guion haya sido responsabilidad de Centol. Y el dibujo se le atribuye a Meglia “con la collaborazione di Ricardo Vispo”, que es la forma elegante de decir “Meglia supervisó cómo Vispo dibujaba a todos los personajes y los pegaba sobre las fotocopias de los fondos que diseñó Meglia para las aventuras anteriores”. La verdad que si todo está dibujado por Vispo imitando a Meglia, estamos frente a una imitación muy bien lograda, por ahí sin la magia desbocada del genio de Quilmes, pero más que ajustada a los requerimientos de la historia. El guion es totalmente autoconclusivo, no tiene ni la menor referencia a las aventuras anteriores, y presenta a Cybersix y a la ciudad de Meridiana casi como si fuera la primera aparición de ambas. Los bloques de texto están narrados por la propia ciudad, con una prosa de gran lirismo, y sirven para que el argumento (bastante menor, con un asesino serial que se viste parecido a nuestra heroína y merodea una iglesia en busca de víctimas) ocupe las 96 páginas que tiene la novela. Lo más loco es que acá llegan a Meridiana tres turistas, que tendrán roles menores (subtítulos: “ayudan a estirar”) en la trama, y todos provienen de otras historietas creadas por Trillo, como si Meridiana se convirtiera en el epicentro, en el nexo de un hipotético TrilloVerso: uno es Francesco “Frank” Centobucchi (que aparece siempre dibujado por Mandrafina), otra es Clara de Noche (que aparece siempre dibujado por Bernet) y el otro es Roberto “el Negro” Blanco (que aparece siempre dibujado por García Seijas). Un delirio que hace que esta historia no caiga en el pilón de la intrascendencia y que uno, que es fan a muerte de Trillo, la quiera conservar para siempre.
Y lo más actual que leí esta semana es un álbum de 2002, escrito y dibujado por el glorioso Matthieu Bonhomme: L´age de raison. Es una serie de historias cortas, todas con un mismo protagonista, que es uno de los primeros homo erectus, es decir, de los primeros hombres que caminan en dos patas, obviamente en la prehistoria. Los únicos textos que aparecen en toda la obra son sonidos guturales y gritos que profieren estios homínidos y los animales con los que comparten el territorio, con lo cual si no sabés francés, no importa. Se entiende todo igual, simplemente mirando los dibujos. ¡Y qué dibujos, ma-mita! Hace 20 años, Bonhomme ya era un capo absoluto, con un dominio descomunal del trazo, una expresividad tremenda en rostros y cuerpos, y un timing para la narrativa demoledor. Como en toda historieta sin textos, en L´age de raison vemos cómo el autor descompone la secuencia en muchas viñetas chiquitas, para regular el tempo del relato y para darle más relevancia a la acción, que es la que nos va a contar las historias. Y si bien los argumentos son bastante sencillos (por momentos me hicieron acordar a los de Gon, de Masashi Tanaka), los recursos que despliega Bonhomme para que nos compenetremos con las peripecias de este homo erectus sin nombre (ni ropa, ni armas, ni cultura, ni buena suerte) son complejos y fascinantes. Lo único que tengo para criticarle es que se lee muy rápido, como cualquier historieta de 55 páginas donde solo hay dibujos, y que sobra el color, que no está bueno y no aporta nada. Tengo otro libro de Bonhomme sin leer, así que prometo volver a visitarlo pronto. Y nada más, por hoy. Será hasta la próxima, y como siempre, recomiendo darse una vuelta por https://comiqueandoshop.blogspot.com/ para aprovechar las descargas gratuitas, o contribuir con unos manguitos y llevarse la devastadora Comiqueando Digital, que explota de artículos y contenidos audiovisuales exclusivos.

sábado, 10 de julio de 2021

5 al 11 de JULIO

Tres libritos esta semana, no está mal… Una de las obras menores de Carlos Trillo fue Grogro, una seie breve, dibujada por Horacio Domingues. De hecho, ni siquiera se publicó en Italia, en la época en la que Trillo colocaba toneladas de material en las antologías de la editorial Eura (veáse la mega-nota del nº2 de Comiqueando Digital). Pará… ¿estamos seguros que no se publicó en Italia? Acá está el Vol.10 de las novelas de 96 páginas de Cybersix que viene a darnos su testimonio. Y sí, de estas 96 páginas, 45 son… la serie completa de Grogro. A Trillo se le ocurrió la forma de integrar todas esas páginas a una aventura de Cybersix (bastante menor, por cierto) y la historia de Grogro quedó incorporada al universo de la serie más popular de todas las que creó el guionista para el mercado italiano. Solo por esta vez, porque nunca más volvieron a aparecer en Meridiana ni el gorila inteligente ni la doctora Chantal Steinberg. Pero como para zafar durante un mes y armar una novela de 96 páginas donde solo hizo falta dibujar la mitad, el artilugio funcionó. La aventura original de Grogro no era gran cosa, el argumento con el que se articula esta historia con la que sucede en “el presente” en Meridiana tampoco es brillante ni mucho menos, y todo se queda en la anécdota bizarra de cómo una obra que por sí sola no había concitado el interés de los editores italianos, termina por publicarse dentro de una serie de muy buenas ventas gracias a una hábil maniobra de packaging. En las páginas agregadas para esta novelita se nota muchísimo que el dibujante es Horacio Domingues (lo cual está bueno, porque le da más consistencia con las páginas de Grogro), y que la mano mágica de Carlos Meglia aparece solo en esos fondos que se repiten miles de veces a lo largo de esta extensa serie. El estilo de Domingues está muy emparentado con el de Meglia, así que cuando Horacio trata de parecerse mucho a Carlos (sobre todo en algunos primeros planos), lo logra sin ninguna dificultad. Visualmente es un lindo tomo, pero sin dudas no está entre los imprescindibles para el que quiera armarse una colección con lo mejor de Cybersix.
Salto a EEUU, año 2018, cuando la editorial AfterShock publica The Lollipop Kids, un comic escrito por Adam Glass (junto a su hijo de 13 años), al que nunca me hubiera acercado de no ser por el hecho de que el dibujante es Diego Yapur, esa bestia salvaje del lápiz oriunda de Catamarca. A lo largo de 100 páginas, el dibujo de Yapur me impactó un montón de veces, me cagó a cachetazos con su exhuberancia, su solidez, su fluidez, sus recursos narrativos, la forma alucinante en la que integra la referencia fotográfica a su trazo, los hallazgos en la iluminación… Creo que en el único rubro en el que esperaba algo más de lo que encontré es en el de las expresiones faciales. El colorista DC Alonso lo complementa muy bien, de modo que a nivel visual, este primer tomo de Lollipop Kids juega con varios anchos de espada en el mazo. El guion si bien es entretenido, no es nada que no hayamos leído ya muchas veces. Lo interesante es, por un lado, como Glass juega a construir una mitología y una mística en torno al embelmático Central Park de New York, y por el otro cómo subraya el mensaje de que los chicos con dislexia (como su hijo Aidan) tienen muy desarrollado el intelecto y la sensibilidad, y merecen el mayor de los respetos. En la historieta, Glass no explica en ningún momento qué es la dislexia, ni cómo se trata, ni en qué difiere la vida de un chico disléxico de la de cualquier otro. Algo de esa información nos la ofrece en el prólogo, y el resto la buscará por la suya el lector al que le interese indagar más a fondo en el tema. Lo cual está bien, me parece, para que The Lollipop Kids no se lea como “un comic sobre la dislexia”, sino como lo que es: una aventura repleta de elementos fantásticos, acción y magia, protagonizada por adolescentes, uno de los cuales tiene dislexia. No es una mala aventura, y supongo que si tenés 14 ó 15 años y vivís en New York te debe parecer alucinante y genial. A mí me divirtió un ratito, pero siempre, de punta a punta, lo que me mantuvo fascinado fue el dibujo de Diego Yapur.
Y termino en Argentina, ya con un título publicado en 2021 (tarde o temprano iba a suceder). Zomvikingos, el nuevo trabajo de la dupla integrada por Rodolfo Santullo y Jok, tiene una premisa hiper-ganchera, de esas que si se le ocurriera a algún guionista de Hollywood generaría una mega-franquicia con infinitas películas de altísimo presupuesto. Sin duda, combinar zombies con vikingos es una idea de enorme fertilidad, sobre todo para aventuras extremas, con estallidos de violencia y machaca al límite. Sin embargo, a la hora de plasmar esta idea en un guion, Santullo no se entrega al descontrol y el frenesí de la machaca, sino que plantea un relato donde obviamente hay peleas, sangre, decapitaciones y muertes, pero donde prima una mirada más fría, más cerebral, tanto a los vikingos como a los zombies. De alguna manera, los elementos que Santullo pone en juego para enriquecer la trama (cuestiones de honor, de amor, de creencias religiosas, etc.) le agregan profundidad a los personajes pero al mismo tiempo le restan dramatismo al conflicto. Las últimas seis páginas, además, le agregan un cierto lirismo a algo que podría haber sido absolutamente rústico y cabeza y aún así funcionado lo más bien. Y ahí creo que está el quid de la cuestión: con una idea perfecta para un comic prácticamente descerebrado, al estilo Cazador, Lobo, Conan y familia, Santullo y Jok eligieron contar una historia de Santullo y Jok: menos dramática, más reflexiva, con sutiles pinceladas de un humor muy fino, con una reconstrucción de la época más estudiada… todos ingredientes que el fan de los zombies y de los guerreros que se cagan a hachazos difícilmente vaya a valorar. El dibujo de Jok es excelente y muy parejo a lo largo de todo el libro, el color acompaña muy bien cada uno de los climas, hay una enorme variedad de planos y enfoques para que no te aburras nunca, un gran trabajo de documentación histórica y muy buenas escenas de acción. Por ahí esto mismo se podía contar de manera más grandilocuente, más shockeante, con viñetas más grandes, con más vikingos, más zombies y más sangre, tripas y cabezas volando por el aire. Jok y Santullo eligieron ser fieles a sí mismos, incluso a costa de (ojalá me equivoque) piantar a algún comprador de los que se acercarán al libro buscando otra cosa. Y esa apuesta les permitió darnos una muy buena historieta de aventura histórica a los que somos más fans de esta gran dupla que de las atroces masacres protagonizadas por muertos vivientes. Nada más por hoy. Gracias a tod@s y hasta el finde que viene.

domingo, 4 de julio de 2021

BLACK WIDOW

No me acuerdo cuál fue la última película que había visto en un cine de verdad. Me acuerdo que en 2020, antes de la pandemia, había visto la de Harley Quinn y las Birds of Prey en el microcine de Warner, que es del tamaño de mi living, o más chico. En un cine posta… la verdad no me acuerdo. También me acuerdo que el año pasado vi acá en la compu dos bofes lamentables como New Mutants y Wonder Woman 1984. Esta última, sobre todo, es tan mala que ni siquiera la quisimos comentar en el podcast de Comiqueando. Pero este viernes volví a ir a un cine de verdad: sala grande, muchos asientos, pantalla inmensa, sonido de la San Puta, oscuridad total. Como siempre, llegué a la función de prensa de Black Widow sin saber absolutamente nada acerca de la película. Bueno, sabía que la protagonista es Scarlett Johansson y que supuestamente esta era la última vez que la veríamos en la piel de Natasha Romanoff, la heroína del Universo Cinematográfico de Marvel que interpreta hace ya más de 10 años. Me encontré con 133 minutos atractivos, más que llevaderos, y con una película que –sin ser el Antes y el Después de nada- se disfruta y se puede recomendar sin miedo a perder amigos. La directora Cate Shortland juega a hacer equilibrio entre una película de espionaje, una película de machaca superheroica y una película de vínculos familiares, sin dejar de lado la bajada de línea de la sororidad y de “las mujeres todas juntas somos imbatibles”. En algunos pasajes el equilibrio se le va un poquito a la mierda, pero en general está bastante logrado. Lo más importante para señalar (dentro de lo que puedo contar sin spoilear la trama) es que el grueso de la historia transcurre en 2016, en paralelo con la segunda mitad de Captain America: Civil War. Hay algunos flashbacks que van más atrás (el primer tramo, que me pareció excelente, está ambientado en 1995, cuando Natasha tiene 12 años), y una sola escena en el presente (o sea, después de la muerte de Natasha en Avengers: Endgame), que es la que está entre los créditos. Es una escena muy interesante, que engancha de manera muy ingeniosa con lo que vimos en Falcon and the Winter Soldier, así que quedate a verla. Y lo más loco es el desfasaje histórico. Black Widow es un personaje creado por Stan Lee para hablar de la Guerra Fría… pero que resulta difícil de sacar de ese contexto para traerla al Siglo XXI. Entonces esta película nos estira la Guerra Fría hasta 1995, como para contaminar ese tránsito de Natasha de la infancia a la adolescencia con una trama de espías rusos que se infiltran en EEUU, rosquean con los cubanos y demás tópicos de los que tienen mucho más sentido en las ficciones ambientadas antes de 1985. Pero si Natasha tuviera 12 años en 1985 ahora tendría casi 50 y no dan los números. Por eso el desfasaje y la puñalada trapera al verosímil ya desde el arranque de la película. Después, el resto está bien. Mucha acción al límite, buena integración con el resto de la mitología del MCU, una excelente vuelta de tuerca para presentarnos a Yelena Belova (la segunda Black Widow de los comics), un villano con bastante tridimensionalidad… y por ahí cierto exceso en el mensaje pro-familia, que te puede llegar a romper un poquito las pelotas. Pero se sobrelleva, porque la película conserva su tensión y su espesor dramático (por momentos incluso trágico) hasta el final. Si tengo algo para criticarle es que –ACÁ VA UN SPOILER- me resultó poco creíble que los cuatro personajes principales llegaran enteros al final de la historia. Al estar ambientada años antes de la aventura final de Natasha, era obvio que ella sobrevivía. El resto, la verdad que me sorprendió verlos a todos vivos hasta la última secuencia, sobre todo por lo extremo de los peligros a los que se enfrentan. La música muy bien, los efectos especiales muy bien y las actuaciones bastante bien. Me sorprendió Florence Pugh, a quien no conocía y la descose toda. Rachel Weisz brillante, con una actuación sobria y finas pinceladas de caricatura. Y muy capo David Harbour (a quien tampoco conocía) y hace una transición de personaje serio/ dramático a un bufón pomposo y grandilocuente, parecido al Thor de Endgame pero un poquito más grotesco. Scarlett está tan hermosa como siempre, muy sólida en un papel que ya tiene perfectamente incorporado. El resto del elenco aparece poco y quizás la labor más destacable sea la de O. T. Fagbenle, que compone un personaje al que estaría bueno volver a ver en alguna otra serie o película del MCU. Ah, y Ever Anderson Jovovic (la hija de Milla) también la rompe en el rol de la Natasha de 12 años. Si sos un consumidor ocasional del MCU, y no te pusiste como meta en la vida ver TODOS los productos vinculados a este universo fímico, quizás podés NO ver Black Widow y aún así ser feliz y realizarte como persona. Para los que estamos re-adictos a este complejo y fascinante artefacto narrativo, la película es simply irresistible (diría Robert Palmer) y, a grandes rasgos, más que satisfactoria. Y es para ver en cine, porque tiene momentos en los que te lleva puesto con esa dimensión épica y grandiosa que Hollywood sabe vendernos con tanta cancha y que se luce mucho más en una pantalla gigante que en la de tu tele, computadora, tablet o celular. Ahora sí, nada más por este finde. Será hasta el próximo. Y si te querés ir cebando con el próximo personaje de Marvel que explota en los cines, no te pierdas la nota sobre Shang-Chi que escribí para el nº2 de Comiqueando Digital, por supuesto disponible para descargar por muy poquita plata en nuestra tienda virtual https://comiqueandoshop.blogspot.com/

sábado, 3 de julio de 2021

28 de JUNIO al 4 de JULIO

Esta semana (como ya casi es costumbre) leí poca historieta. Estoy bastane cebado leyendo textos SOBRE historieta, y además le estoy entrando a algunas revistas (básicamente antologías europeas de los ´80) que no suelo reseñar en este espacio. Arranco en Argentina, década del ´90, cuando en medio de la debacle de la editorial Columba a alguien se le ocurre que es un buen momento para hacer volver (una vez más) a Gilgamesh, el Inmortal, la gran creación de Lucho Olivera, que era un emblema de la editorial desde fines de los ´60. Así, Lucho forma equipo con el veterano maestro Alfredo Grassi (uno de los guionistas más prolíficos de la historia del comic sudamericano) para realizar cinco episodios que se publican entre 1997 y 1998 en la revista D´Artagnan. Probablemente por lo difícil que resultaba cobrarle a Columba en aquellos años, el compromiso de Olivera es poco y va decreciendo. Por momentos se nota y se disfruta su mano maestra, su obsesión por los detalles, su plasticidad, la originalidad de sus angulaciones, la fuerza que le ponía a las expresiones faciales… y por momentos se extraña, y mucho, porque los asistentes que dibujan lo que no dbuja el maestro exhiben un nivel muy inferior. O sea que no faltan las páginas y las viñetas gloriosas, pero también hay muchas (sobre todo en el quinto y último episodio) totalmente carentes de imaginación, vuelo y onda. Los guiones de Grassi empiezan con un salto al vacío, al plantear un reboot, un reinicio de la historia del personaje que lo habilita a dejar fuera del cánon todo lo narrado previamente por los autores anteriores. No era el primer reboot que sufría Gilgamesh, así que no es algo grave. Hay un cambio de registro respecto de lo anterior, ya que Grassi se juega menos a la ciencia-ficción y más a la mitología, con la aparición de dioses de la antigua sumeria. Pero se mantiene algo muy atractivo (sobre todo de la etapa escrita por Robin Wood) que es la posibilidad de ver a Gilgamesh en acción en distintas épocas del pasado histórico de nuestro planeta. Incluso tenemos algún que otro diálogo bien filoso (de los que Robin le haría decir a Dago) y esa otra rareza de los guiones del paraguayo, que es ir cambiando de narrador: a veces los bloques de texto los narra una entidad omnisciente, y a veces es el propio Gilgamesh el que cuenta en primera persona. En ninguno de los casos tenemos en los textos el nivel de lirismo al que nos acostumbró Robin Wood. Esta etapa de Gilgamesh quedó trunca por los despelotes internos de Columba, y artísticamente no es ni fascinante ni deplorable. Está ahí, en un punto medio.Es aceptable para cualquier consumidor de historieta industrial de aventuras y muy importante para el fan incondicional de Gilgamesh, porque acá están sus últimas apariciones, y no a cargo de Juan Carlos Nadie, sino del propio Lucho Olivera y de un guionista más que competente como era Alfredo Grassi.
Salto a Japón, año 2011, cuando el glorioso Jiro Taniguchi se decide a adaptar al manga una novela de Itsura Inami titulada “St Mary´s Ribbon”. Básicamente es la historia de un tipo solitario que la juega de detective hard boiled y se dedica a recuperar perros perdidos o robados, generalmente perros de caza. A lo largo de casi 230 páginas veremos a Ryumon aceptar a regañadientes y resolver sin despeinarse un par de casos, principalmente el del robo de un perro lazarillo, adiestrado para acompañar a una chica ciega. Además de la sublime calidad del dibujo de Taniguchi, me llamaron la atención tres cosas: 1) cómo la historia se resuelve no sólo sin violencia, sino casi sin darle protagonismo al conflicto, 2) la bola que le da Inami –y por ende Taniguchi- a la faceta didáctica de la historia, a brindarnos muchísima información, muy detallada y (sospecho) fruto de una investigación exhaustiva acerca de cómo se adiestran los perros para convertirlos en lazarillosy cómo se establecen los vínculos entre ellos y las personas ciegas a las que asistirán y complementarán. Y 3) algo que a esta altura ya no debería sorprenderme, que es la sobriedad, la parsimonia, el desparpajo con el que Taniguchi se anima a contarnos momentos de la historia en los que virtualmente no pasa nada. Tiempos muertos, conversaciones y silencios que cualquier autor occidental omitiría a través de la elipsis, Taniguchi la dibuja con su paciencia santa y su precisión apabullante, para contribuir a la sensación de que esto que estamos viendo lleva tiempo, es un proceso complejo, que por momentos parece no avanzar. Y que la vida del detective (especialmente en una zona cuasi-rural como la que eligió Inami para ambientar esta historia) no es precisamente una vorágine de acción y aventuras, sino que va a un ritmo mucho más pachorro. Hay un segundo tomo de El Sabueso, en el que Taniguchi adapta otra novela de Inami (creo que protagonizada una vez más por Ryumon), y lo tengo ahí, en el estante de las lecturas pendientes, así que pronto lo veremos por acá. Esto es todo por hoy, pero prometo para mañana la reseña de la película de Black Widow que llega el jueves a los cines. Gracias y hasta mañana.