el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 29 de noviembre de 2016

CERRAMOS UN MES MOVIDITO

Terminé la novela que me tenía atrapado y volví a leer comics, con la tibia esperanza de llegar al 31 de Diciembre con poco material del que compré en 2015 en la pila de los pendientes. La verdad es que es casi una quimera, porque en 2015 me fui a la mierda mal con la cantidad de material que acovaché, pero bueno… por lo menos estoy tratando de priorizar las publicaciones nacionales, a ver si logro llegar a fin de año leyendo las “novedades” editadas en el país con menos de seis meses de retraso.
De todos modos arranco con una obra de 2004, de autores europeos. La Venganza del Conde Skarbek es una historia dividida en dos tomos, a cargo del guionista belga Yves Sente y el dibujante polaco Grzegorz Rosinski, dos gigantes del comic franco-belga.
El Vol.1 empieza como un clon de El Conde de Montecristo. Un tipo al que lo cagaron feo regresa a París a vengarse de sus enemigos, que lo creyeron muerto, ahora bajo otra identidad y con otros rasgos faciales, como para que no lo reconozcan antes de tiempo. Por suerte, antes de la página 25 la historia pega un giro y se terminan los ecos de Montecristo. Yves Sente urde una trama vinculada al mundo de las artes plásticas, ambientada en la época (1843) en la que estas empiezan a mover cada vez más guita y los avechuchos más ambiciosos empiezan a revolotear por una escena hasta entonces dominada por los encargos que los nobles le hacían a los pintores. Lo más notable es, por un lado la construcción del personaje protagónico, y por el otro, el hecho de que Sente estructura toda la historia en base a un juicio oral y público, algo bastante frecuente en la ficción yanki (donde el “courtroom drama” es casi un género en sí mismo) pero poco usual en la historieta europea.
Por el lado del dibujo, Rosinski sube la apuesta y en vez de dibujar en el clásico estilo de Thorgal, se deja poseer por la magia de los pintores de aquella época y dibuja paisajes que parecen de Edouard Manet y batallas que parecen de Eugene Delacroix y escenas en calles que parecen cuadros de Jean Beraud. Por supuesto que el polaco la rompe en cualquier estilo que encare. Acá además compensa algunas páginas en las que la gran cantidad de texto eclipsa un poco su trabajo con un par de secuencias mudas gloriosas y con otra vertiente que no le vemos habitualmente en otros trabajos, que es el toque levemente erótico. En La Venganza del Conde Skarbek está la posibilidad de lucirse dibujando un cuerpo muy hermoso que aparece muy desnudo, más un par de garches de insoslayable intensidad, y Rosinski no la desprovecha en lo más mínimo. Tengo el Vol.2 y prometo entrarle pronto.
Pero antes… ¿lo tenías a Chanti haciendo historieta humorística para grandes? Con tantos años de Mayor y Menor, Facu y Café con Leche y demás hitos de la historieta infantil, el mendocino había quedado más o menos encasillado en eso. Sin embargo, con Payunia City, Chanti demuestra que sin cambiar ni un ápice su estética, puede hacer reir también a los grandes.
Lo único que no me convence es la bajada de línea política de Chanti, que se podría sintetizar como “todos los políticos son garcas y votes a quien votes te van a cagar”. Quizás haya algo de cierto en la afirmación, pero no es el mensaje que (me parece a mí) sirve transmitir desde un medio de comunicación apuntado a gente que supuestamente piensa. El resto me resultó muy entretenido. Chanti apunta sus dardos a distintos aspectos de la vida adulta: el trabajo, las vacaciones, las colas, los padres ancianos, las relaciones amorosas, afectivas y de “transa”, los micros de larga distancia, el gym, el supermercado, los casamientos, la seducción, la hipocresía… todo un universo de temas vinculados al mundo de los grandes que Chanti hasta ahora no había explorado, pero en el que se lo ve muy cómodo, con una mirada irónica muy afilada, y diálogos excelentes, repletos de esas respuestas sarcásticas que a uno muy rara vez se le ocurren durante una conversación real.
Dibujo, color, narrativa, rotulado… en esas áreas lo vemos a Chanti con la solidez de siempre, listo para definir siempre al ángulo, porque es un autor naturalmente dotado para el dibujo humorístico, con años de fogueo en los medios. No te digo que Payunia City es la gloria, ni que marca un antes y un después en la historia de las tiras cómicas, pero la verdad es que, como primera incursión de Chanti en el terreno del humor para adultos, es un auténtico hallazgo, más que digno de sumarse a tu colección de libritos de tiras cómicas de autores argentinos.
Ya arranqué con otro TPB, así que seguramente esta semana tendremos otro post con más reseñas. Ah, el sábado a la tarde voy a estar en el Club Senillosa (Senillosa 630, ciudad de Buenos Aires) con un taller de Lectura Crítica, como parte de un evento que organiza la editorial Loco Rabia. No sé si quedan cupos para el taller, pero la info del evento está en https://www.facebook.com/events/694680964024002/
La seguimos pronto.

jueves, 24 de noviembre de 2016

HOY, DOS MAS

Sigo avanzando con las reseñas, a ver hasta dónde llegamos este mes, en el que le estoy poniendo bastantes pilas al blog.
Arranco con el Vol.10 de The Unwritten, ya a un pasito del final de la saga creada por Mike Carey y Peter Gross. El próximo tomo es el último, pero no lo tengo, así que andá a saber cuando lo consigo, cuándo lo leo o cuándo lo reseño.
A tan poquitos episodios del final, Carey opta por una movida con la que no termino de coincidir: de alguna manera bastante coherente y para nada traída de los pelos, la trama se simplifica mucho. Desde el regreso de Wilson Taylor, los misterios que nos mantuvieron en vilo durante cientos de páginas ya no importan tanto y todo se va centrando cada vez más en la machaca final de los buenos contra los malos, en la que está en juego nada menos que la ficción, así, como concepto abstracto. No va a ser la típica machaca, obviamente, pero hacia ahí va la cosa. A esta altura de la saga, Carey se da el lujo de empezar a estirar un poco la resolución y hay largos tramos en los que lo más atractivo son los diálogos y la dinámica entre Tom, Wilson, Lizzie, Richie y los nenes que hablan en francés. Y por supuesto la presencia de Pauly Bruckner, sin dudas el personaje más raro, el as de espadas que Carey todavía no jugó y que tiene todo para precipitar el final de The Unwritten hacia las profundidades de lo inesperado.
El dibujo de Peter Gross está muy bien, hábilmente acomodado a la tonalidad más oscura que va cobrando este último tramo de la serie. Y en el último episodio del libro está como invitado Al Davison, uno de los monstruos injustamente desconocidos de la historieta británica, que aporta versatilidad, sofisticación y cuando hace falta, oscuridad y visceralidad. Un grosso.
Me voy a Chile, donde me espera Isla de los Muertos, un extraño trabajo de Cristóbal Florín y Rodolfo Aedo, que pretende echar luz acerca de un episodio transcurrido en la patagonia chilena en 1906. Dice la historia que en este lugar murieron 120 hombres, empleados de una gran empresa abocada a la explotación forestal, pero aparentemente hay dos versiones contradictorias que explican la tragedia: según la primera, nunca llegó el barco con las provisiones y los trabajadores murieron de hambre. Según la segunda, las provisiones y los medicamentos llegaron, pero contaminados con arsénico, lo cual envenenó a los trabajadores.
A lo largo de las primeras 50 páginas, los autores exploran la primera versión, tomando como base un cuento de Félix Elías Pérez. Es un relato desgarrador, más triste que este año de neoliberalismo y ajuste, excesivamente jugado a los textos literarios, que el guionista toma directamente del cuento. Mucho vuelo, mucha metáfora, mucha prosa florida, pero se nota que el argumento no daba para 50 páginas. En las siguientes 50 páginas, se explora la segunda versión… pero ya sabés TODO lo que va a pasar. El accidente del arsénico sucede en la página 15 y de ahí en más, se repite la muerte lenta y dolorosa de los 120 laburantes (que ya vimos) sólo que ahora la causa es otra. No me quedó claro si esta segunda parte también está tomada de un texto literario, pero de todos modos el guión mantiene esa tónica, repleto de bloques de texto cargados, frondosos, de un logrado vuelo lírico… que no logra ocultar lo poco que nos están narrando.
Me parece que la clave pasa porque Florín y Aedo eligieron una historia que está buenísima para una investigación periodística, pero no para una historieta. No logran (como diría el maestro Sasturain) hacer “aventurable” la tragedia de los trabajadores muertos en la isla. Lo que está realmente buenísimo es la línea que bajan, los palos que pegan y sobre todo el dibujo, que es excelente. Los climas, el trazo, la expresividad, los momentos en los que se rompe la grilla tradicional para experimentar con la puesta en página, las texturas, los sutiles toques de color… Un trabajo realmente notable de Rodolfo Aedo (a quien nunca había oído nombrar) al frente de la faz gráfica del libro.
Y hasta acá llegamos, por hoy. Estoy muy cebado leyendo una novela larguísima, por eso esta semana leí muy poca historieta. Pero la que viene seguro habrá nuevas reseñas. Y hoy subí un nuevo video a YouTube, para los que siempre piden más.

lunes, 21 de noviembre de 2016

UN TOQUE MEJOR

De a poquito se me va yendo la congestión y ya respiro más por la nariz que por la boca. El ojo se me deshinchó bastante y ahora me quedan mutaciones menores en los labios y abajo de la nariz. Ni bien mi cara vuelva a parecer una cara semi-humana se van a dar cuenta porque voy a volver a grabar videos para YouTube. Por suerte las reseñas se pueden redactar sin mostrar la caripela, así que vamo´en esa.
La primera es fácil. Una obra de Ed Brubaker y Sean Phillips a esta altura ya equivale a un festival del elogio. La única incertidumbre que me despertó la lectura del Vol.2 de Sleeper fue cómo carajo tardé tantos años en conseguirlo y leerlo, con lo mucho que me había gustado el Vol.1. Y claro, me acordaba poco de aquellos primeros 12 episodios pero rápidamente Brubaker y Phillips me pusieron en clima. Me llamaron la atención varias cosas: lo estirado que está el argumento (y aún así el guión se hace entretenidísimo); la perfecta integración al universo superheroico de WildCATs, Gen13, Team 7 y demás precariedades noventosas creadas por Jim Lee y sus esbirros; el episodio en el que Brubaker saca el foco de Holden Carver para centrarse en Miss Misery, un tratamiento glorioso para un gran personaje secundario; lo poco que importan los superpoderes en general, en el conetxto global de la trama; y obviamente el final, que no es para nada el que uno se imagina mientras transita la obra.
Por supuesto el dibujo de Phillips es excelente y –si bien la labor de los coloristas es más que correcta- no puedo dejar de imaginármelo en blanco y negro. Acá el inglés arriesga fuerte con la puesta en página y logra secuencias realmente innovadoras, de notable belleza y una fuerza imponente. El garche de la página 184, por ejemplo, está narrado de una forma tan original y tan linda que Jim Steranko todavía debe estar aplaudiendo, aunque la historieta sea de hace 10 años. En fin, si te cebaste mal con Fatale, Criminal, The Fade Out o cualquier otra obra de la dupla Brubaker+Phillips, animate a rastrear su trayectoria hacia atrás, y cuando llegues a Sleeper, entregate a una historieta poderosísima.
Me fue bastante peor con Dago: La Fuente de la Juventud, el recopilatorio editado por Comic.ar de estas historietas que Robin Wood y Carlos Gómez publicaban de a 12 páginas por semana en Italia, en las antologías de la Aurea. Esta vez, el héroe infalible acompaña a la expedición de Hernando De Soto, que por supuesto existió en la realidad, y que llevó a un nutrido grupo de españoles a vagar por el sur de los Estados Unidos en busca de algo que supuestamente era la fuenta de la eterna juventud, o de la inmortalidad. Andá a saber de dónde sacaron los españoles que tal cosa existía, pero ahí fueron. Hasta ahí, todo bien. El argumento se prestaba a una gran aventura de Dago, como habíamos visto en El Dorado. Pero esta está plagada de situaciones repetidas de otros tomos: la minita vulgar y con onda que se enamora de Dago, es ninguneada por el veneciano y termina en los brazos de uno de sus adláteres, el tipo recio cercano al capo de la expedición que se lo monta a Dago en un huevo y jura matarlo pero termina muerto, las largas diatribas acerca de cómo la ambición desmedida de los conquistadores lleva a sus hombres a meses y meses de hambre, penurias, enfermedades y muerte… Todas cosas que ya sucedieron en sagas anteriores y que funcionan casi como un déja vu.
Me da la sensación de que la historia más interesante es la que Robin apenas sugiere, la de Diego, el español que se pierde entre los aborígenes y vive con ellos durante años hasta que Dago y los suyos lo encuentran. Y aunque se precipita un poco, me gustó el final, porque al héroe, al grosso, al hiper-pulenta, al que gana de visitante en todas las canchas, lo tienen que ir a rescatar un puñado de personajes secundarios, de esos que llegaron al final del tomo casi de milagro. A Dago le alcanza la chapa para sobrevivir (con lo justo) en EEUU, pero no para volver entero a Cuba y ahí es donde Wood le levanta el perfil a Villagrán y a otros españoles “menos malos” que habían soldadeado al veneciano y a De Soto a lo largo de todo el arco argumental.
La Fuente de la Juventud no entra ni por casualidad al podio de las mejores sagas de Dago, pero bueno, tampoco es un bofe ni mucho menos. Y los dibujos de Carlos Gómez son monumentales, como siempre, con calidad de sobra para que te quieras comprar el tomo sólo para babearte con la faz gráfica que es magnífica. A Gómez lo sacaron de la Europa medieval y lo tiraron en el medio de la América cuasi-virgen. Para sorpresa de nadie, el tipo la rompió de Perú al Mississippi, del Amazonas a Cuba y en todas partes ganó la belleza, la destreza, el virtuosisimo, la dedicación de un dibujante superdotado, que además deja la vida en cada viñeta.
Tengo más libros leídos, pero estas reseñas me quedaron largas, así que guardo para más adelante.

jueves, 17 de noviembre de 2016

EN PESIMO ESTADO

Estoy re-baqueta. Tengo una congestión y un dolor de cabeza espantosos y un párpado hinchado como si me hubiese boxeado Wildcat. Además, ese tramito que va entre el medio de la nariz y el labio superior me quedó al rojo vivo de tanto sonarme los mocos… que ni siquiera son mocos, es una agüita de mierda que nunca termina de gotear… En fin, trataremos de pilotearla un rato más, lo suficiente como para reseñar un par de libritos que leí en estos días…
Arranco con Replay, una historia que en Francia se serializó en tres álbumes allá por el 2000 y un par de años después se editó en España, en un sólo tomo. El guionista es Jorge Zentner, el maestro entrerriano radicado hace muchos años en Barcelona, y el dibujante es el francés David Sala (sí, otro Sala más). Replay es una historia amarga, de esas que para la décima página ya sabés que sólo puede terminar para el orto. Zentner se mete con dos temas muy atractivos: la amistad y el azar. ¿Se parecen mucho o poco? ¿La verdadera amistd es tan efímera como una racha de buena suerte? ¿Qué pasa cuando la fortuna te sonríe y no parás de ascender? ¿Ascendés solo, o con tus amigos? Preguntas difíciles que el guionista responderá a través de las acciones y omisiones de Don Walden un pibe ambicioso y de pocos escrúpulos, al que la suerte arrastrará en una road movie (tranqui, para nada frenética) que tendrá a la timba como hilo conductor.
Zentner (fiel a su costumbre) le da mucha bola a los climas, sin descuidar nunca los diálogos. Lo que no abunda es la acción, algo que el guionista acovacha para luego dejarla explotar cerca del final, cuando Don vuelva a quedar frente a frente con su viejo amigo Chuby. El dibujo de Sala es glorioso, difícil de describir de tan grosso. Y eso que este es uno de sus primeros trabajos. El color es magnífico, un verdadero festival de técnicas pictóricas (quizás haya también algo de computadora) que potencian el dibujo y juegan fuerte a favor de esos climas que tanto peso tienen en la trama. Visualmente, esto es una maravilla. Y al nivel del guión, hay que bancarse una alta dosis de decomprensión, que no llega a aburrirnos al nivel de una película francesa, pero se siente. Esto mismo podría contarse en mucho menos de 150 páginas, no tengo dudas, aunque no sé cuánto quedaría de esa impronta pausada, introspectiva y profunda que tiene el guión de Zentner.
Y me voy a la otra punta: 80 páginas de machaca de la mano de Mighty Man, el Captain Marvel del universo de Savage Dragon, un personaje surgido de la devoción de Erik Larsen por la creación de C. C. Beck que con el tiempo fue cobrando rasgos más propios para dejar de ser un mero choreo. En este one-shot, Larsen co-escribe junto a su viejo amigo Gary Carlson y entinta los lápices de Mark Englert, ignoto dibujante que, en caso de tener un estilo propio, se ve completamente eclipsado por las tintas del gigante de Minneapolis.
El argumento del one-shot parece un dejá vu, una excusa para repasar todo lo sucedido con Mighty Man desde que Larsen lo integró al universo de Savage Dragon (estamos hablando de unos 10 años de continuidad, porque esto es de 2004), hasta que te das cuenta de que no, que estos son el Mighty Man y la Ann Stevens del OTRO universo donde transcurren las aventuras de Dragon, en el que todas estas cosas no habían pasado nunca, y otras jamás pasarán (entre ellas, el romance de Ann con el héroe verde). Larsen y Carlson reciclan un viejo plot que ya se había insinuado en la continuidad anterior: el del sobrino del Mighty Man original que sueña con recuperar el legado de su tío y ser el receptáculo de los fabulosos poderes que hoy ostenta Ann.
El resultado es un comic pasatista, sin sorpresas, que se deja leer sin inconvenientes, que te engancha con el ritmo y con las constantes referencias a otros comics, otros personajes e incluso a la continuidad anterior en la que vivieron (y en algunos casos murieron) estos mismos personajes. El dibujo conserva la impronta estridente, granguiñolesca de los buenos trabajos de Larsen, así que también contribuye a la lectura ágil y a que los impactos del guión nos peguen con fuerza, incluso cuando pasan cosas obvias.
Ni bien me sienta mejor, retomo las lecturas y las reseñas.

viernes, 11 de noviembre de 2016

TOCO Y ME VOY (A SAN LUIS)

Como aquel 07/07/15, la historieta me transporta al México de Pancho Villa, pero esta vez visto desde los ojos de un autor estadounidense. Poca gente lo sabe, pero Joe Kubert llegó a realizar dos álbumes de Abraham Stone: el que tiene todo el mundo, y este, que fue publicado por Marvel en 1995, cuando agonizaba el sello Epic y ya más que un sello era una palabrita abajo del logo de Marvel.
En su segunda aventura, Abraham Stone va a ir a parar a México, y a involucrarse con Francisco Villa y su ejército revolucionario, para participar de un hecho ampliamente registrado en la historia yanki, como fue la invasión por parte de Villa al pueblo de Columbus, New Mexico, hace 100 años y monedas, el 9 de Marzo de 1916. Como le suele pasar a Dago en sus aventuras de mayor raigambre histórica, Abraham está medio de adorno. El esfuerzo de Kubert no pasa por orquestar un conflicto creíble (porque lo toma de la realidad) sino por explicar qué catzo hace su héroe ahí metido y cómo lograr que lo que hace este Juan Carlos Nadie de pronto tenga peso en el desenlace de un hecho de esta magnitud. Y –forzando un toque el verosímil- el viejo maestro lo consigue.
De todos modos, lo más atractivo no pasa tanto por la trama, sino por la forma en que Kubert trabaja al personaje de Pancho Villa. Dónde se para, cuánta distancia toma, hasta qué punto nos invita a ver la situación desde el punto de vista de este hombre iracundo, despiadado, que tenía todas las fichas para convertirse en el villano grosso de la historia y sin embargo… Kubert le reserva otro rol. El dibujo, majestuoso, sin palabras. Está coloreado medio al voleo por el estudio del manager del Viejo Joe (su eterno amigo Ervin Rustemagic, protagonista de Fax From Sarajevo), pero se ve bastante bien. Igual, el día que alguien edite esto en blanco y negro, me vuelve a esquilmar. Abraham Stone: The Revolution puede no ser la joya más brillante en la corona de Joe Kubert, pero sí una de las que pasó más desapercibidas, y bueno, desde acá, cuando se puede, tratamos de hacer justicia.
También en Julio de 2015 (más precisamente el día 20), veíamos en el blog el primer tomo de La Senda del Errante, la creación del guionista chileno Germán Valenzuela, acompañado por varios dibujantes. Ahora le entré al segundo tomo, donde el rubro gráfico se ve mucho mejor. Arrancamos con un dibujante flojito, Fabián Sáez, pero en el segundo tramo tenemos a un inspirado Luis Inzunza apoyado por las tintas de Danny Jiménez. Le sigue el correcto Sebastián Lizana, y sobre el final regresa Inunza, ahora un poco más apurado, con menos tiempo o menos pilas para dedicarle a cada viñeta, especialmente a los fondos, pero sin derrapar.
El guión de Valenzuela tiene una única falla: explicita poco lo sucedido en el tomo anterior, como si todos los lectores de Pecados conocieran de memoria los sucesos del Vol.1. El resto está muy bien, es una continuación muy sólida de la historia original, apoyada en una venganza que tiene que ver con la búsqueda de verdad, memoria y justicia, que además aprovecha muy bien la época en la que está ambientada (mediados de los años ´50) y se toma su tiempo para desplazar el foco del Errante y desarrollar de modo muy consistente a Margarita Cárdenas, la verdadera protagonista de esta segunda entrega. Hay más hijos de puta a los que boletear, así que espero el tercer libro.
Y cierro con una fugaz mención al Vol.4 de Lucha Peluche, la gloriosa tira de El Niño Rodríguez (quizás lo mejor que dio Argentina en materia de tiras cómicas en lo que va del siglo), que por suerte Ediciones De la Flor sigue recopilando aunque ya no se publique en ningún lado y no tenga hordas de fans. En Lucha Peluche, el Niño destripa una a una todas las miserias de la vida contemporánea, desde cosas obvias como la desigualdad entre ricos y pobres hasta sutilezas como el culto a la belleza, la superficialidad, los freeganos, los emos, los adictos a los celulares, la inseguridad, el erotismo, la falsa sensación de libertad y la feroz manipulación que hacen los medios de comunicación de lo que sucede en la realidad. Y todo eso con reflexiones humorísticas, o chistes “de los de antes”, de esos que van a un remate que te hace explotar de la risa. Sumale un dibujo originalísimo y brillante y tenés una tira absolutamente fundamental, a la que (lamentablemente) no se le da la bola que se merece.
Nos vemos este finde en la San Luis Comic Con y volvemos la semana que viene con más reseñas.

martes, 8 de noviembre de 2016

DOCTOR STRANGE

Lo primero que tengo para decir es que cada día es más grotesca mi desconexión con el mundo del cine. Esta vez fui a ver una peli dirigida por alguien a quien nunca había oído nombrar (Scott Derrickson) y protagonizada por un elenco de actores de los cuales no conocía a NINGUNO: no te puedo nombrar ni una peli en la que haya visto actuar a NINGUNO de los actores y actrices de Doctor Strange. Bochornoso lo mío, o no… pero bueno, por lo menos lo blanqueo.
En segundo lugar, me imagino a los guionistas (el propio Derrickson, John Spaihts y Robert Cargill) leyendo los comics originales de Stan Lee y Steve Ditko y diciendo “esto es una mierda, esto no funciona, esto es ridículo”… Lo cierto es que de aquellos primeros comics sesentosos (y de las versiones posteriores del origen y los inicios del Doc), el film toma nada más que lo hiper-básico, lo absolutamente indispensable. A priori, si (como yo) sos fan incondicional de las historietas clásicas del personaje, te puede resultar ennervante. Pero estos turros se las ingenian para dar vuelta todo y que aún así funcione. Mirá lo que hicieron con los conceptos de Lee y Ditko:
Stephen Strange: físicamente está idéntico, mantiene buena parte de la personalidad original y el arco dramático que transita se aleja de la versión original, pero no mucho.
The Ancient One: físicamente no se parece en nada, el concepto no tiene nada que ver y el rol en la trama, mucho menos.
Wong: físicamente no se parece en nada, el concepto está bastante cambiado y el rol en la trama, mucho más.
Mordo: físicamente no se parece en nada, el concepto difiere bastante y el rol en la trama, mucho más, aunque en una segunda peli podría ir para donde nosotros queremos.
Kaecilius: físicamente no se parece en nada, el concepto está totalmente cambiado y el rol en la trama, mucho más.
Dormammu: físicamente está muy logrado, el concepto es respetuoso y el rol en la trama (si bien es pequeño) está muy bien.
El ojo de Agamotto: está completamente reinterpretado.
La capa de Levitación: también, le dan un giro increíble.
El Sanctum Sactorum: visualmente magnífico, conceptualmente muy apartado de la versión del comic.
Y así todo. Evidentemente, los guionistas salieron en busca de una versión 100% novedosa, pensada para un público que jamás en la vida leyó una historieta del Tordo, y encontró algo que funciona muy bien, aunque se parezca muy poco a lo que conocíamos los comiqueros.
¿Qué le sobra a la peli? La trama cuasi-romántica (que no está mal, pero no aporta demasiado) y algunos chistes. Hay muchos chistes, y uno no espera ir a cagarse de risa cuando va a ver una peli del Doctor Strange. ¿Y cuáles son los hallazgos más notables? La excelente integración (desde muy temprano) con el resto del universo fílmico de Marvel y la idea de no terminar de despegar nunca al Doc del mundo de la medicina. En los comics, a las 10 páginas de la primera aparición Strange ya se olvidó por completo de que alguna vez fue un cirujano de la hostia, y creo que el primero en recordarlo es Brian K. Vaughan, allá por 2007. Acá ni bien puede, la trama se las ingenia para reactivar esa faceta del personaje, y está muy bien.
La actuación de Benedict Cumberbatch en el rol protagónico es impecable, más allá de los chistes. Lo único que no logra es que Strange nos caiga mal, que es algo que sí lograba Stan Lee en aquel origen donde nos presentaba al Tordo como un tipo elitista, egoísta, soberbio, al que el prójimo le chupaba un huevo. El Strange de Cumberbatch no parece tan garca, más allá de lo mal que trata a la minita a la que supuestamente ama (bien interpretada por Rachel McAdams). El resto del elenco no desentona aunque claro, sus roles son tan distintos a lo que uno recuerda de los comics, que no hay un parámetro firme para la comparación.
Como siempre, no estamos hablando de cátedras del Séptimo Arte, sino de cine industrial muy bien hecho, con un gran despliegue visual, mucha acción y una atención muy especial puesta en el ritmo, de modo que los 115 minutos que dura se te pasan volando. Además, esta vez tenemos conceptos muy locos para una peli de superhéroes, diálogos excelentes, una trama impredecible con giros asombrosos y mucho ingenio a la hora de recrear casi desde cero la mitología de un personaje eternamente segundón, que hoy tiene –precisamente gracias a la exposición que le da el largometraje- la chance de jugar en Primera.
También como siempre, quedate hasta después del final, que hay dos escenas extra: una es un prólogo a Thor 3 y la otra, a una segunda película de Doctor Strange. Y pasala bien, que es lo importante.

domingo, 6 de noviembre de 2016

CERRANDO EL DOMINGO

Desde el 04/01/15 que no me clavaba un TPB de Fables, aunque sí leí otras historias ambientadas en el maravilloso universo de esta serie de Vertigo creada por Bill Willingham y Mark Buckingham. Este Vol.19 tiene tres ejes fundamentales: 1) el cierre de la saga de Bufkin y la revolución en Oz, 2) el epílogo a Cubs in Toyland, más algún coletazo muy tardío del combate contra Mister Dark, y 3) la aparición de un nuevo personaje que rápidamente gana el centro de la escena y le impone un cambio grosero al status quo de Bigby Wolf, La infinita chapa de Snow White impedirá que este personaje crezca aún más y se convierta en el nuevo villano grosso de la serie, pero no quiero ahondar en detalles por si alguno todavía no la leyó.
Como siempre, Willingham sorprende con su gran manejo del protagonismo coral, sus diálogos repletos de sutileza y fina ironía, y con esa sensación de “plan a larguísimo plazo” que hace años se volvió tristemenet infrecuente en el mainstream yanki. El arco argumental de Bufkin (engalanado con los magníficos dibujos de Shawn McManus) se nutre además de una sana dosis de comedia, de una especie de caricatura de la clásica epopeya, mientras que el arco protagonizado por Snow White (donde la rompe -como es habitual- Mark Buckingham) ofrece una tonalidad dramática mucho más oscura, por momentos desoladora. Entre los dos, arman un paquete de unas 160 páginas sumamente disfrutables. Obviamente, si sos fan de Fables sabés que hay que bancar la serie hasta el final y si nunca la leíste, sabés que tenés que empezar por el Vol.1, no por este Vol.19.
El Loro de Frida Kahlo es el último libro de Jason que me compré, hace como un año, ya. Son 11 historias cortas, algunas mudas y otras con textos, coloreadas por el maestro Hubert y con un nivel promedio muy alto.
Jason se divierte jugando a las referencias. Hay muchísimos guiños al cine de clase B, a la música, a la plástica (algo bastante obvio cuando el título incluye a Frida Kahlo) e incluso a la política. Imaginate historias mitad pulp/mitad reflexivas, por las que pululan luchadores mexicanos, ladrones de bancos, monstruos, Marilyn Monroe, Chet Baker, Magritte, John F. Kennedy, Nostradamus, el Capitán América, druidas de Stonehenge, ancianas con Alzheimer y un disco de Van Morrison recreado en clave de portadas de comic de terror americanos de la época pre-Comics Code Authority. Te estarás imaginando (digo yo) un terreno fértil para el delirio más fumanchero, pero no: acá hay ideas y secuencias limadísimas, pero abundan los guiones redondos, perfectamente hilvanados, con algunos chispazos de poesía y otros de violencia, de una mala leche y una sordidez que se contraponen hábilmente al dibujo elegante y amistoso de Jason. Nada, No Preguntes, La Noche del Cazador de Vampiros, Lorena Velázquez y Karma Chamaleon son historietas brillantes y las otras seis tienen un montón de momentos memorables, silencios estridentes, ideas inquietantes… La verdad que Jason no defrauda casi nunca y los que venimos siguiendo su producción hace varios años no nos queremos alejar nunca del peculiar universo de este genio nacido en Noruega y afincado hace tiempo en Francia. El Loro de Frida Kahlo confirma el gran momento que está atravesando este autor y tiene todo para jerarquizar la biblioteca de sus fans.
Y hasta acá llegamos. Mañana tengo función de prensa de Dr. Strange, así que ni bien se pueda, comparto mis impresiones acerca de este esperado estreno de Marvel Studios. ¡Gracias por el aguante!

jueves, 3 de noviembre de 2016

DOS GENIALIDADES

Finalmente, y no sin esfuerzo, conseguí el Vol.1 de Plastic Man, el TPB con tapas de plástico que recopila los primeros seis episodios de la serie que escribía y dibujaba Kyle Baker allá por 2004. No necesitaba leerlo para saber que me iba a parecer glorioso, y sí, me pareció glorioso. Sobre todo la forma en la que Baker toma un concepto bizarro de los años `40, y sin cambiarle ni una coma, lo convierte en algo absolutamente fresco y viable en el Siglo XXI. Todo lo que era gracioso o asombroso en el Plastic Man de Jack Cole, acá es igual de gracioso y asombroso, con la diferencia de que el dibujo, el color, la puesta en página y los diálogos están mucho más acorde con cómo se narran los comics hoy en día. Incluso el personaje de Woozy Winks, que en la etapa de Cole era medio inexplicable, bajo la pluma de Baker cobra mucho más sentido y hasta más relevancia en la trama.
Lo único que no me terminó de convencer es que cerca del final de la saga aparece un grupito de personajes que aparentan ser una sátira a los X-Men, casi un detalle gracioso más de los cientos que despilfarra Baker, y para mi sorpresa resultan ser un elemento clave en la resolución de la trama. La verdad que esos personajes me cerraban más como chiste casi al margen que como un factor decisivo para la historia. Pero bueno, eso sucede cuando ya van más de 100 páginas geniales, con situaciones y diálogos desopilantes, enmarcadas en una trama de misterio policial que tiene su complejidad y su arista dramática. No es todo un gigantesco sketch de Cha-cha-cha. El dibujo del ídolo, demoledor como siempre, con colores planos, con los contornos definidos con línea marrón y casi sin sombras, excepto cuando juega a reproducir el estilo de los clásicos dibujantes de superhéroes, en busca de un contraste obviamente humorístico con su estilo más cartoony. Creo que esto está por salir en la colección de novelas gráficas de DC que edita Salvat, como para que lo descubra la gente que no lee en inglés, o los que buscan este broli en su idioma original y no lo encuentran debido a su escasez. El Vol.2 ya lo reseñé el 09/04/15, y los numeritos que podrían formar un tercer TPB nunca fueron recopilados en este formato. DC, compadre…
Me vengo a Argentina, para leer la edición en libro de El Día Más Largo del Futuro, la epopeya sin textos de Lucas Varela que se había serializado previamente en Fierro y… y la reputísima madre que lo parió! ¡Qué injusta es la vida, la concha de la lora! Varela trabajó AÑOS, pero literalmente AÑOS en esta obra, dejó LA VIDA en estas 112 páginas, la empezó en Francia, la siguió en Buenos Aires, la terminó de vuelta en Francia, dejó pasar otros laburos (quizás más rentables) para hacer esto, fueron meses y meses de sacrificio… y vengo yo y me la bajo en menos de 20 minutos. Y le dedico… otros 20 a escribir una reseñita de mierda. No es lógico, no es proporcional, es un disparate. AÑOS de laburo del autor contra 20 minutos de lectura del lector. ¿Por qué pasa eso? Porque El Día Más Largo del Futuro no tiene textos.
Narrar una historia compleja, con acción, rosca empresarial y política, toques de comedia, un cierto vuelo poético y una bajada de línea que nos invita a reflexionar acerca de los pro y los contra de una sociedad capitalista basada en el consumo, es un kilombo. Hacerlo en 112 páginas SIN TEXTO, es una odisea. Varela lo hizo y demostró estar a la altura de las circunstancias, logró una verdadera cátedra de narración gráfica que no se parece a nada (me hizo acordar, apenas por un segundo y sólo a nivel argumental a Viva Pâtamâch!, la novela gráfica de Capron y Patrice Killoffer que vimos un lejanísimo 02/02/11) y que además resulta ideal para su apabullante manejo del dibujo, del color y de la puesta en página. Y ni hablemos de los detalles, del laburo que tienen los fondos, del cuidado en el lenguaje corporal de los personajes… Esto es espectacular en todos los rubros, en todo el sentido de la palabra.
Después de gemas como Paolo Pinocchio, Diagnósticos o (un toque más atrás) El Síndrome Guastavino, no me imaginaba ni en pedo que la mejor obra de Varela iba a venir por el lado de la ciencia-ficción. Pero vino. El futuro llegó hace rato, y los que leemos (o hacemos) la Comiqueando, descubrimos hace 20 años que Lucas Varela iba a estar entre los autores más grossos del futuro.
Volvemos pronto con más reseñas.