el blog de reseñas de Andrés Accorsi

viernes, 31 de agosto de 2012

31/ 08: A.M. (ANTES MUERTO)

Cada tanto, me llaman de alguna radio para hacerme una breve entrevista telefónica, general-
mente referida a temas de historieta, o de películas basadas en personajes de comics. Muy de vez en cuando, me invitan a participar de un programa en el estudio, junto a los conductores, y yo si puedo voy. Hoy me invitaron a participar en un programa de tele, A.M., el programa de las mañanas de Telefé.
Me avisaron el martes mis amigos de La Revistería: “¿Querés ir el viernes a A.M.?”. Y yo dije que sí sin preguntar a qué iba, ni con quién iba, ni cómo venía la mano. Ni siquiera sabía si el programa se hacía en los estudios de Martínez o en los de San Cristóbal. La única información que tenía era que a tal hora me pasaba a buscar un remis por mi casa. Después me entero por mi colega Matías Lértora que él también estaba invitado y que íbamos a hablar de superhéroes. Bueno, qué sé yo... No es lo que más consumo, pero es un tema que conozco bien. Y hasta ahí llegó la data previa.
Pasaditas las 10 AM llegamos con Matías al estudio de Telefé en Martínez, donde yo había estado en Marzo, cuando mi amigo Sebastián De Caro me llevó a conocer la casa de Gran Hermano. Entramos al plató propiamente dicho y nos encontramos, por un lado a Ricky y Alejandrito, mis amigos de La Revistería, que eran el enlace entre la producción de A.M. y los “especialistas”, que vendríamos a ser nosotros. Estaban también Federico y Micaela, otros dos fans de los comics que iban a compartir la mesa con nosotros. Nos juntaron a todos en el set contiguo al de A.M., donde rodeados de los decorados de otros programas de Telefé, nos dejaron una hora y media parados, a la espera de nuestro turno para salir en cámara, sin ofrecernos ni un vaso de agua, ni un café, ni una medialuna de esas tan ricas que se ven todo el tiempo en pantalla.
Esas sorpresas son mínimas al lado de las más... angustiantes: A los decorados habituales del programa le habían sumado una gigantografía de Marvel vs. CapCom y muchísimas onomatopeyas con la onda de la serie de Batman de los ´60: Sock!, Pow!, Ka-Pow!, Crunch!, y demás. Leo Montero estaba disfrazado de Spider-Man, Vero Lozano de Wonder Woman, Augusto Tartúfoli del Riddler, Jimena Monteverde de Catwoman, una chica llamada Pía (a la que jamás había visto) de Batgirl, la asistente de Jimena de Supergirl, Dalia Gutman (la locutora) de Poison Ivy, Darío Barassi de algo que no pude deducir qué era y Pepe Pompín de Mister Incredible. Cuando llegó la hijita de Vero Lozano, también la disfrazaron de Wonder Woman y la soltaron a corretear por el estudio.
En ese contexto de carnaval de bajo presupuesto, desfilaron una nota a Mariano Martínez desde un móvil, una receta de cocina, una entrevista en el estudio a Miriam Noséqué (una mina a la que nunca había visto y cuyos méritos consisten en estar buena y ser la esposa de Alejandro Fantino), una nota desde el patio del estudio con un pibe que hacía pruebas con su skate, decenas de chivos y hasta un juego en el que los integrantes del programa trataban de atravesar un globo sin pincharlo con una aguja aceitada. A un costado del set, un par de reidores se reían sin parar, exagerada y casi groseramente, de cualquier pelotudez que los que aparecen en cámara dijeran o hicieran. Después de una hora y media de ese flagelo, nos hicieron pasar al living.
Tartu mandó al aire un informe que explicaba (más o menos) quiénes éramos y qué hacíamos los invitados y acto seguido, Leo y Vero se sentaron con nosotros y nos hicieron una pregunta a cada uno. Y tras la cuarta respuesta, la nota se terminó con un “gracias, chicos”, un chivo, un corte y de nuevo al remís. Apenas quedaba tiempo para presentar a una participante de La Voz Argentina, que venía a cantar en vivo y había llegado antes que nosotros. Porque había que terminar la semana con los conductores bailando, disfrazados de superhéroes. En total, habremos estado al aire... seis minutos, por ahí siete.
¿Cuál fue nuestro aporte a ese festival de la oquedad y la pavada? Supongo que ninguno. A los diez segundos de que nos fuimos, todos (los televidentes también) se habrán olvidado de que estuvimos ahí y de las dos giladas que logró hilar cada uno en el ínfimo tiempo en que la cámara nos enfocó. Por ahí si íbamos disfrazados, nos daban más pelota.
En conclusión, una mañana espléndida perdida en una imbecilidad cósmica, jugando de visitante en un ámbito donde reinan la superficialidad, la inmediatez y el “me chupa todo un huevo” rayano en la falta de respeto. ¿Volverías a A.M.? Antes Muerto.

jueves, 30 de agosto de 2012

30/ 08: LOCKE & KEY Vol.4

Sí, son menos de 140 páginas por año. Pero eso que parece poco, cuando te sentás a leerlo es muchísimo. Locke & Key es una cátedra de historieta, sin un cuadrito librado al azar. Un mecanismo de relojería perversamente genial, una cruza genéticamente perfecta entre el costumbrismo más agudo y la fantasía más descontrolada, con un mix de escenas truculentas, tiernas, bajoneras, vibrantes, introspectivas, cómicas, pochocleras, enigmáticas y sobre todo, impredecibles. Después de Locke & Key (que termina en el Vol.6), Joe Hill podría no escribir historietas nunca más en su vida y aún así tendrá ganada su página en la historia del Noveno Arte, porque lo que está haciendo en esta serie desafía todos los límites, de la imaginación y de la exégesis.
Menos de 140 páginas por año le alcanzan al Gauchito Hill para repartir el protagonismo entre unos 10 ó 12 personajes importantes, para darle vida a todo un pueblo, para indagar en el pasado que vincula (de modos sombríos y ominosos) a los personajes más veteranos y, por supuesto, para maravillarnos con las llaves que los hermanos Locke siguen descubriendo en la imposible y ancestral Keyhouse. Algunos misterios se resuelven, otros no hacen más que agigantarse. Algunos personajes secundarios se alejan o mueren, otros no hacen más que juntar infinita chapa. Algunas máscaras se caen, otras simplemente se transmutan para que la farsa siga en pie y el peligro siga expectante, al acecho. Y para que nosotros sigamos al palo, pidiendo YA el próximo tomo, a ver cómo sigue la historia.
Hill, mientras tanto, se divierte con la exploración de nuevas variantes, nuevas formas de contarnos la extraña vida cotidiana de los hermanos Locke. En el primer episodio, por ejemplo, buena parte de la historia está contada como si fuera una tira de Calvin & Hobbes, del maestro Bill Watterson. El tercer episodio, en cambio, recorre día a día el mes de Febrero, con una escena (o a veces, una viñeta) por día. Y la segunda mitad del tomo está teñida de sangre, porque explota una violencia hasta acá insospechada, aunque sin descuidar ni el suspenso ni la caracterización.
El trabajo del chileno Gabriel Rodríguez también es merecedor de containers llenos de elogios. Si bien su estilo no es super-original, tiene una calidad en el acabado, una precisión en las expresiones faciales, una dinámica, y sobre todo una capacidad de acoplarse con el guión y narrar escenas muy jodidas desde la imagen, que lo ponen muy, muy arriba. En este tomo tiene, además del muy obvio (y muy logrado) homenaje a Calvin & Hobbes, uno un toque más sutil (pero también brillante) a la época de Paul Smith en Uncanny X-Men. La frase que manda Jordan (imitando la clásica pose de Kitty Pryde) me hizo reir un rato largo: “Professor Cornwell is a fucking bitchass dyke!”. Ya sea en las escenas más tranquis o en la machaca más desaforada, Rodríguez pone siempre lo que hay que poner para que esto sea tan estimulante desde lo visual como lo es desde la faz “literaria”.
Realmente, Locke & Key es indescriptible. Cualquier cosa que yo diga es una nimiedad, una paparruchada, al lado de lo que pelan acá Joe Hill y Gabriel Rodríguez. Hay que leer para creer. Y si creés en algún dios, rezá mucho para que el Vol.5 se edite pronto en libro (softcover, así lo compramos los crotos) y para que el último arco argumental (que está por debutar en revistitas el mes que viene, creo) esté al nivel de las glorias acumuladas hasta ahora por esta serie, cuya lectura es absolutamente indispensable.

miércoles, 29 de agosto de 2012

29/ 08: RESIDUOS

Mirá qué linda sorpresa... Esto lo compré porque lo vi barato y porque uno es fan de la historieta española. A los guionistas los conocía, pero como críticos de historieta: David Muñoz y Antonio Trashorras suelen escribir sobre temas viñetiles y los tenía bastante leídos. Ahora, leyendo este libro, me entero de que también son responsables del guión de El Espinazo del Diablo, magnífico largometraje del maestro Guillermo Del Toro. Y al dibujante, Luis Bustos, lo conocía como dibujante (valga la obviedad) y lo tenía conceptuado como uno medio del montón, uno que no descollaba demasiado en aquel efervescente panorama del comic español de los ´90, que tantas gratas sorpresas nos diera.
Acá me encuentro con un Bustos mucho mejor que aquel que yo recordaba, una cruza extraña y muy efectiva entre David Rubín, Manel Fontdevila y Germán García, a quien reemplazó en algunos episodios (no precisamente los mejores) de Tess Tinieblas, una serie que a mí me encantaba. El trabajo de Bustos en este álbum es deslumbrante, tanto cuando tiene espacio para lucirse con viñetas grandes como cuando tiene que meter 10 ó 12 viñetas microscópicas en cada página. Además de muy funcional al relato, el dibujo es plástico, desbordante de agilidad, de dinamismo y de una gran expresividad, potenciada por el hecho de que el propio Bustos colorea la historieta. Aunque no te interese la historia, re-da para tener esto sólo por los dibujos.
Y la historia es MUY ganchera: el protagonista es Mirko, un agente secreto de la Tierra que está infiltrado en otro planeta, bajo la apariencia de un nativo logipukiano y con la identidad falsa de “Pum”. Pum parece ser un simple recolector de residuos y chatarra espacial, pero en realidad es parte de una siniestra conjura de los terrícolas para invadir y sojuzgar a los habitantes de Logipuk. Para cuando este plan se pone en marcha, Mirko (o sea, Pum) ya se encariñó con el planeta, ya tiene novia, amigos... no va a ser tan fácil clavarle la puñalada trapera a esta civilización (irónicamente muy similar a la nuestra) a la que ya está perfectamente integrado.
Muñoz y Trashorras no pierden demasiado tiempo para explicar este planteo, sino que rápidamente ponen en marcha la aventura, que para antes de la mitad del tomo cobra un ritmo vertiginoso, que no decaerá hasta el final. Esto es palo y palo, a pura acción, y mucha diversión. Por momentos me hizo acordar a Planet, la bizarra epopeya de ciencia-ficción del novelista argento Sergio Bizzio (genio y figura), por la naturalidad con que los autores nos presentan la vida cotidiana en este nuevo planeta. La “alienidad” de los logipukianos está des-enfatizada y se manifiesta casi exclusivamente en su aspecto (piel verde y escamosa, boca grande al estilo de los sapos).
La aventura combinada con un dilema moral jodido siempre garpa. La ciencia-ficción enfocada desde una mirada medio irónica, también. Y si encima le metemos unos cuantos diálogos excelentes, el resultado va a dar muy, muy positivo. Residuos no te cambia la vida ni mucho menos, pero garantiza un muy buen momento, un rato en el que te vas a ver envuelto en una trama muy atrapante, con buenos personajes, mucha intensidad, un cierto subtexto que te va a dejar pensando y unos dibujos que combinan potencia, sutileza y hasta una cierta comicidad. No es poco, para nada.

martes, 28 de agosto de 2012

28/ 08: FANTASTIC FOUR Vol.2

Este es un tomo raro, el clásico tomo de pre-temporada. Es cortito, trae sólo cuatro episodios, y entre todos conforman un build-up, un extenso prólogo a algo muy, muy grosso que –supongo- sucederá en el próximo tomo. La acción es mínima y casi intrascendente. A grandes rasgos, en los cuatro episodios sucede lo mismo: los Fantastic Four se enteran de la existencia de una ciudad, o de una civilización, que no conocían. Como las cuatro civilizaciones están o dentro o muy cerca de la Tierra, Reed y sus amigos van a tomar contacto con cada una de estas culturas y a enterarse qué onda. Quiénes son, qué quieren, cómo y por qué surgieron esas ciudades fuera de la vista del ser humano común. O sea que más que aventuras hay explicaciones, muchas explicaciones, páginas y páginas de personajes que les cuentan a los FF cosas sobre su pasado, su cultura, su tecnología, etc.
Esto que podría parecer un embole no lo es, primero porque están esas escenitas de machaca (medio forzadas, pero bue), segundo porque –como ya dije- es un TPB corto, y tercero porque el maestro Jonathan Hickman le pone mucha onda a los diálogos para que no nos aburramos. Además, ya que está, da cátedra de erudición geek, porque ninguna de estas razas están improvisadas ni sacadas de la galera: son todas civilizaciones de las que el fan hardcore de Marvel ya había tenido noticias, ya sea a través de Fantastic Four, o de otras series. Hickman investigó y –como los FF- salió a explorar. Y se ve que recorrió bastante el Universo Marvel y sobre todo que se calentó en encontrar buenas explicaciones y buenas vueltas de tuerca que hagan que el regreso de razas tan... pintorescas como los Kymellianos nos produzca algo más que risa o comentarios al estilo de “Nah, me estás jodiendo...”.
Así como en el TPB anterior era demasiado obvio que Reed acaparaba para sí todo el protagonismo, esta vez no está pintado al óleo, pero no hay ningún tramo en el que eclipse a sus compañeros. El protagonismo está mucho mejor repartido y si alguno se morfa una porción un cachito más grande, es Johnny. Los que sí quedaron relegados (espero que no por mucho tiempo) son Valeria y Franklin, los hijitos de los Richards.
Por el lado del dibujo, hay buenas noticias. Primero, dibuja TODO el más que correcto Dale Eaglesham y no hay que soportar a aquel fiambre a medio resucitar que lo suplió en algunos episodios del Vol.1. Por otro lado, Eaglesham dibuja mejor que en el Vol.1. Está más suelto, más osado, más acoplado a la onda del guión, esa onda de “acá todo es más grosso, más incomensurable, más definitivo y más asombroso de lo que te imaginabas”. Pareciera que el dibujante se dejó maravillar por los guiones y decidió, para no ser menos, maravillarnos a los lectores. Guarda, le sigue faltando un poco de onda. Los cuerpos me siguen recordando a Jerry Ordway y las caras (ahora dibujadas en un estilo un toque más sintético) a Steve Rude. Pero con menos onda que estos dos maestros, bastante menos onda. Y me sigue dibujando a Reed con lomo, cuello y músculos de jugador de rugby, la puta que lo parió.
Imaginate que si después del tomo anterior, en el que pasaban bastantes cosas, me aguanté poco y nada antes de agarrar este, ahora, que me fumé casi 90 páginas de prólogo a una saga supuestamente hiper- cataclísmica, voy a aguantar como mucho un par de días para cazar el Vol.3 y comprobar qué tanto de lo que me vendió Hickman era posta y qué tanto era humo. Después te cuento qué onda...

lunes, 27 de agosto de 2012

27/ 08: SETON Vol.3

Por ahí lo leí medio atravesado, no sé... Lo cierto es que este tomo me pareció bastante más flojo que los otros dos. Sospecho que se debe a que ya estaba muy clara la fórmula y acá Yoshiharu Imaizumi no hace más que repetirla. No hay ni media vuelta de tuerca impredecible, uno sabe en todo momento lo que va a pasar. Creo que lo que más me atrajo es el primer tercio, ese tramo en el que el guionista nos cuenta lo mal que la pasa el joven Ernest Thompson Seton en Londres, sin un mango y con el compromiso asumido con sus padres de recibirse en la exigente Academia Real. Como nos presentan esa secuencia a modo de flashback, jamás dudamos de que Seton va a sobrevivir a esa ordalía, para regresar a los bosques cuasi-vírgenes de las planicies canadienses. Aún así, es el tramo que se me hizo menos “figurita repetida”.
Y la otra innovación es que esta vez Seton se obsesiona con un animal que tiene pocas chances de hacerlo boleta. El lobo zarpado del Vol.1 y la lince famélica del Vol.2 eran, claramente, depredadores. Un paso en falso y Seton en vez de aparecer en un manga, aparecía en el menú. Acá, en cambio, nuestro naturalista favorito se ceba mal con un ciervo. Prodigioso, enorme, majestuoso y –por supuesto- esquivo. Ernest no va a parar hasta quedar frente a frente con el cornudo y nunca dudás de que lo va a lograr. Con lo cual toooodas esas páginas en las que el pibe sigue el rastro del ciervo, pisada a pisada, sin rendirse nunca a pesar del frío y los peligros de pernoctar a la intemperie, a veces solo, a veces con otros cazadores, a veces incluso agarrando con la mano la caca del animal para ver si todavía está caliente (bleuuurrrghhh), tooodo eso es como un jugueteo previo a un coito que sabés inevitable desde el vamos. Un poquito de jugueteo previo está buenísimo, pero Imaizumi se zarpa al meter centenares de páginas de chico-busca-ciervo.
O sea que es un manga que se va desinflando, que gradualmente pierde el interés, porque no sólo sabés que Seton va a encontrar al portentoso Sandhill Stag (que así se llama el ciervo). También sabés lo que va a pasar cuando lo encuentre. Te queda una chance de no adivinar el final cientos de páginas antes: no haber leído los tomos anteriores. Ahí, en una de esas, el climax de la historia te puede llegar a resultar menos obvio. Pero si seguís la serie en el orden en que se editan los tomos, cagaste, esto es más predecible que un partido Barcelona-Desamparados de San Juan.
Y de nuevo, por ahí me agarró atravesado a mí, pero ya me hinchó un poquito las bolas la prosa de Imaizumi, tan cargada de comentarios emo, con tanto hincapié en los sentimientos de este pibe al que -en vez de la joda y las minas- lo excitan las huellas y las heces de los animales. Las situaciones se repiten mucho y –coherente, pero lamentablemente- los textos en off de Imaizumi también. Pasa lo mismo que hace 25 páginas, Seton siente lo mismo, el texto nos cuenta lo mismo. Por momentos, sentís que estás atrapado en un loop, en un eterno Día de la Marmota. ¿Otra vez el pibe encuentra el rastro del ciervo en la nieve? ¿Cuántas veces más se le va a escapar?
Por suerte todo esto está dibujado por el glorioso Jiro Taniguchi, fan incondicional de las historias basadas en la contemplación de la naturaleza y sus maravillas. Mientras yo me aburría, seguro que Taniguchi la pasaba bomba. Bah, no sé, por ahí se aburrió de dibujar a Seton mirando huellas de animales en la nieve... Y si las escenas del naturalista en Londres le interesaban menos, la verdad es que no se notó para nada, porque están dibujadas a un nivel superlativo. Obviamente con mucha referencia fotográfica, pero perfectamente integrada al estilo del grande entre los grandes.
Si te bancás una historia contada a un ritmo muy, muy lento y que avanza hacia el final más obvio que te puedas imaginar, el premio son más de 280 páginas dibujadas como los dioses por un Taniguchi a esta altura insuperable. No es poco. Ah, en Japón, Italia y Francia hay editado un cuarto tomo de Seton, esta vez centrado en un prodigioso, enorme, majestuoso y –por supuesto- esquivo... oso. Si lo veo a un precio razonable, no lo dudo, pero por ahora, hasta acá llegamos con esta serie cuyos dos primeros tomos me convencieron mucho más que este.

domingo, 26 de agosto de 2012

26/ 08: GRANDES HUMORISTAS PARAGUAYOS Vol.5

Hoy la recorrida por la historieta latinoamericana me lleva de nuevo a Paraguay, donde siempre termino por hablar del mismo autor: Roberto Goiriz, el hombre orquesta, el tipo capaz de realizar una novela gráfica de temática histórica junto a Robin Wood, o chistes al estilo de Rudy y Daniel Paz, todo a la vez y sin despeinarse.
La primera mitad de este libro está compuesta por chistes de una sóla viñeta, sin narrativa. Algunos están basados en situaciones coyunturales muy puntuales, obviamente de la realidad paraguaya pero, en general, se pueden entender y disfrutar en cualquier país que haya padecido la nefasta combinación entre gente pobre y dirigentes millonarios. La corrupción y las injusticias que denuncia Goiriz en sus chistes no son propiedad exclusiva del país hermano, lamentablemente, aunque a la hora de leer humor, eso sume. Por supuesto también hay chistes que no tienen que ver con la vida socio-política de Paraguay y ahí también Goiriz se las ingenia para sacarnos una sonrisa.
La segunda mitad del tomo es mucho más interesante, porque está compuesta básicamente por historietas, centradas en dos personajes. El primero es Jopo, un personaje muy universal, muy libre, casi surrealista, que arranca como protagonista de historietas de varias páginas (3 a 6), que parecen apuntadas al público infantil. Después las historias se estandarizan en una sóla página y el personaje empieza a bajar línea acerca de los medios de comunicación, la publicidad y el sistema capitalista. ¿Qué pasa ahí? Finalmente, Jopo se convierte en protagonista de una tira y en cada una Goiriz nos ofrece un chiste autoconclusivo. Y acá ya se va al otro extremo: TODOS esos chistes (supongo que realizados para un diario) se refieren a noticias, sucesos o situaciones de la realidad política, económica o social de Paraguay, y más precisamente de la ciudad de Asunción. Rarísimo periplo el de este personaje cuyo universo (atractivo y poblado de secundarios con mucho carisma) terminó subsumido al de las noticias del día.
Las cuatro páginas finales están dedicadas a otra tira, que claramente duró mucho menos: Juan Tinto, un personaje unidimensional (al estilo de Fallutelli, Cicuta, Ramona y un largo etcétera), pero muy gracioso y efectivo. Como su apellido lo sugiere, Juan Tinto le entra sin asco al vino y en las tiras lo vemos hacer las típicas boludeces que hacen todos los borrachos, aunque con mucho más ingenio y simpatía. A pesar de ser poquitas tiras, creo que esto es lo que más disfruté de todo el libro (y eso que no me gusta el vino), en parte porque el dibujo de Goiriz está muy afilado, muy sólido, con un gran equilibrio entre los espacios blancos (su especialidad es hacer humor con muuuucho espacio blanco) y las masas negras. Hay muchos aciertos en el dibujo, tanto en los chistes como en las distintas etapas por las que pasa Jopo, siempre dentro de un enfoque clásico. No le pidas a Goiriz que innove, ni que se zarpe. Como en sus historietas de aventuras, el paraguayo transita una línea de sobriedad y corrección, con imaginación, con ideas, pero sin asumir demasiados riesgos ni coquetear con los extremos.
No puedo ir mucho más allá, porque no me quiero poner a contar los chistes. La liquido con el reconocimiento a un autor al que por primera vez me encuentro dibujando sin narrar (yo sólo había leído sus historietas de aventuras) y al que le descubrí con mucho gusto esa otra faceta, la de los chistes, páginas y tiras cómicas, todas muy bien dibujadas y con un gran manejo del timing para el humor. Me quedo pensando si Goiriz se sentirá más a gusto rodeado de héroes y villanos en eternos combates entre el Bien y el Mal, o en estos universos minimalistas, ensimismados, poblados por criaturas que sólo existen en su imaginación y que no aspiran al menor grado de realismo, aunque muchas veces basen sus chistes en problemas reales...

sábado, 25 de agosto de 2012

25/ 08: SWEET TOOTH Vol.4

Hoy, más breve que de costumbre porque tengo poco tiempo.
Esto es una maravilla. No sé cuánto de todo lo que pasa en estos ocho episodios será realmente decisivo en el contexto global de la serie, cuyo final no está tan lejos. Por ahí, en el balance global, resulta que tooodo esto le sirvió a Jeff Lemire apenas para introducir un concepto, para sumar al elenco a un personaje o sacarse de encima a otros. Ni idea. Lo cierto es que, como Sweet Tooth tiene estructura de road movie, lo atractivo es que cada vez que los personajes detienen su marcha vivan alguna peripecia grossa o descubran algo vinculado a eso que salieron a buscar a la ruta.
En ese sentido, este tomo es ejemplar. Si bien el foco principal sigue puesto en Gus, el protagonismo es más coral que nunca y Lemire lo reparte con maestría entre siete u ocho personajes todos perfectamente trabajados, todos con espacio para tener SU momento, una secuencia que los defina y , sobre todo, que los haga avanzar. Acá hay tantas de esas, que en el próximo tomo cuando –sospecho yo- Lemire nos cuente hasta dónde piensa achicar el elenco protagónico, no vamos a lamentar ninguna partida, porque todos los personajes nos mostraron prácticamente todo su potencial.
Y además de páginas y páginas de cabecitas que hablan, también hay mucha acción, bien dosificada y de una intensidad poco frecuente en los comics de Vertigo. Lemire no les da respiro a sus personajes, no nos deja olvidarnos ni por un minuto que Gus y sus amigos están en constante peligro. Los estallidos de la acción no siempre hacen avanzar la historia. A veces simplemente enrarecen aún más ese clima que ya de por sí es muy tenso porque casi todos los personajes sospechan que algún otro es un traidor que se los está por empomar a todos. Por supuesto, Lemire calza esos estallidos de acción en los momentos justos para generar intriga entre un episodio y otro, y así torturar despiadadamente a los pobres giles que leen Sweet Tooth de a 20 paginitas por mes.
Del dibujo del ídolo canadiense ya hablamos bastante en las reseñas previas y no hay mucho para agregar. Sí quiero destacar dos cosas: el episodio en el que Lemire se toma unas mini-vacaciones y reparte 14 páginas entre tres amigos suyos. Ahí vemos brillar al gran Matt Kindt (hoy guionista de Frankenstein), que sobresale entre los invitados con una secuencia exquisita centrada en el pasado de Wendy. Y lo otro, los episodios en el que el que se toma vacaciones es el colorista José Villarrubia, el poeta del photoshop, y el propio Lemire colorea un montón de páginas (las del delirio de Gus, al borde de la muerte) con un manejo impresionante de las acuarelas, a las que le saca un jugo expresivo de gran belleza plástica. Quiero una novela gráfica de Lemire toda coloreada por él en este estilo. Ya.
Lo único que se puede decir en contra de este tomo, no es necesariamente un problema de la historieta. Se lee muy rápido, es cierto, pero porque Lemire sabe contar con las imágenes. Y como estas son las que nos cuentan muchísimas cosas, los textos aparecen casi cuando no queda más remedio, en cantidades mucho menores a las del comic promedio de Vertigo. El autor nos propone leer cada dibujo, cada rostro, cada clima, cada silencio. Si hacemos eso, cada tomo de Sweet Tooth nos lleva horas y horas de lectura. Si nos quedamos con los diálogos, ahí sí, este masacote de más de 160 páginas se nos escurre entre las manos (o entre los ojos) a una velocidad asombrosa. Aunque sin dejar gusto a poco, en absoluto, porque –más allá de qué tan rápido nos bajemos los brolis- esto es grosso de verdad.

viernes, 24 de agosto de 2012

24/ 08: EL JUICIO A COLUMBA

Esto es algo que, me parece, nos debemos todos los fans de la historieta argentina. Este año se habló bastante del tema, un poco a raíz de los múltiples homenajes a Robin Wood, un poco por la movida de repasar los 100 Años de la Historieta Argentina que armamos en la Comiqueando Online, y un poco porque sí, porque en algún punto es inevitable.
¿Qué onda Columba? ¿Qué se puede reivindicar y qué requiere un categórico Nunca Más de todo lo que hizo la famosa editorial entre 1928 y 2001?
Para mí, es fundamental empezar diciendo que Editorial Columba fue una empresa que durante décadas apostó a la historieta adocenada (o “por kilo”, como me gusta decirle a mí), reiterativa, maniquea, obvia. Columba condicionó y censuró a sus guionistas, le robó los originales a los dibujantes, los obligó a copiar a los autores más exitosos, y premió a los más prolficos por sobre los más talentosos. Alineada ideológicamente con cuanta dictadura militar padeció el país durante el Siglo XX, Columba fue una gigantesca picadora de carne, que jugó fuerte para imponer un concepto de historieta de aventuras que hoy, felizmente, está extinto, pero que dejó a cientos de miles de lectores convencidos de que esas fórmulas retrógradas (gastadas varios lustros antes de que la editorial desapareciera) eran las únicas viables.
Pero claro, dicho todo esto, también hay que reconocer que a pesar de todas estas limitaciones, en las revistas de Columba aparecieron artistas que lograron expresarse, desarrollar una voz propia, y aprovechar la masividad de las publicaciones para convertirse en íconos de la cultura popular. Por supuesto ninguno puede aspirar al impacto que logró –a partir de su debut, en 1967- el maestro Robin Wood, pero puestos a enumerar, seguro me van a quedar afuera varios autores, sobre todo los anteriores a 1967. Aún así, hay que destacar la labor de tipos como Lucho Olivera, Carlos Casalla, Alberto Salinas, Carlos Vogt, Cacho Mandrafina, Lito Fernández, el propio Solano López, Ricardo Villagrán, Ernesto García Seijas, José Luis García López, Enrique Breccia, Rubén Marchionne, otros guionistas como Ray Collins, Ricardo Ferrari o el mismísimo Oesterheld... son unos cuantos, y eso sin salir de los que me gustan a mí. También habrá gente a la que le gusten los que a mí me resultan irredimibles (Armando Fernández, Rezzónico, Furlino, los hermanos de Ricardo Villagrán y un infinito etcétera).
Cuando la picadora de carne funcionó en su máximo esplendor (1970-82), hizo falta sumar carne y Columba se convirtió durante esos años en un promisorio semillero de nuevos dibujantes que empezaron de muy pibes, con cero experiencia, y se curtieron en ese laburo ingrato e impersonal hasta convertirse en monstruos legendarios, en nombres clave de la historieta argentina (y a veces mundial). Así surgieron animalitos como Jorge Zaffino, Eduardo Risso, Rubén Meriggi, Walther Taborda, Carlitos Gómez y varios más a los que Columba virtualmente les pagó por aprender y años más tarde dejaron huellas importantes en este camino y esta profesión.
A partir de 1989 (fecha clave, porque es la primera vez que la otrora próspera editorial entra en cesación de pagos) la calidad de las historietas, que ya venía en baja, derrapa hacia un abismo sin fondo. Y Columba debe salir al rescate de las historietas que muchas de sus luminarias realizaban directamente para el mercado italiano, donde eran conocidos por sus trabajos tanto para estas revistas como para las de Record, y donde –a partir de la crisis que devastó a nuestro país a fines de los ´80- los artistas se sentían económicamente más seguros. En esa movida, Columba tuvo que hacer concesiones: estas historietas hechas para Italia eran bastante distintas a las clásicas. Tenían menos texto, cada tanto algún desnudo y se metían en temas de los que la conducción (reaccionaria al mango) de la editorial no quería que se tocaran en sus revistas. Los desnudos eran fáciles de censurar, el resto no tanto. La ítalo-dependencia llegó a su punto máximo en 1994, cuando los editores italianos le dicen a Robin Wood que no escriba más a Nippur (lejos el personaje más exitoso de Columba) y se concentre en Dago, Amanda y Martin Hel. Por supuesto, Columba respondió con infinitas reediciones de los episodios viejos, y los fans respondieron comprando menos revistas.
Esos primeros años ´90 (92 al 95-96) fueron turbulentos, con varios cambios brutales en la cúpula de la editorial y en los cargos intermedios. Después de esas experiencias (patéticos manotazos de ahogado), sólo faltaba la agonía, la peor época, en la que las revistas se llenaron de reediciones, apenas mechadas con material nuevo de bajísima calidad. Y un día el imperio se desmoronó y con él se murió la producción industrial de historietas en nuestro país.
Columba le dio laburo a muchísimos artistas, buscó como nadie expandir el consumo de historietas al público femenino, cuidó como nadie la llegada de sus publicaciones a todos los putos kioscos del país y en su época de esplendor pagó maravillosamente bien las colaboraciones. Imaginate si además hubiese apostado a la calidad en vez de a la cantidad y hubiese respetado a los autores en vez de convertirlos en engranajes de una maquinaria perversa y retrógrada...
Lindo tema para debatir, no? Escucho otras opiniones.

jueves, 23 de agosto de 2012

23/ 08: ESTERNO NOTTE

Hoy voy a hacer un poquito de trampa. Mi tía, que vive en Italia, nos vino a visitar hace unos meses y me trajo el Gipi Omnibus, un mega-broli de 370 páginas que recopila tres álbumes del gran Gipi: un tomo de historias cortas y dos novelas gráficas. Pero vamos a hacer de cuenta que no, que hoy sólo tenía para leer el tomo de historias cortas y más adelante le vuelvo a entrar al Omnibus para leer y comentar las novelas gráficas.
Esterno Notte (o Exterior Noche, como lo tradujo acertadamente la editorial Sins Entido para la edición española) reúne seis historietas realizadas por Gipi entre 2001 y 2003, todas con una técnica de dibujo muy rara, muy innovadora, en base a óleos. Además de las viñetas con su dibujo “de siempre” (que suelen ser aquellas en las que se ven de cerca los personajes), estas seis historias te detonan las retinas con unas viñetas más grandes, a veces del tamaño de la página completa, en la que Gipi dibuja paisajes, no gente, y ahí es donde logra las imágenes más memorables. Los paisajes son etéreos, casi fantasmagóricos, todos engamados en un azul grisáceo, plomizo, ominoso, que opera sobre la referencia fotográfica y la convierte en parte de un lienzo, parte de algo distinto, de enorme belleza plástica. Aunque las historias no tuvieran el más mínimo interés, cualquier estudioso de las técnicas pictóricas aplicadas al comic debería comprarse este libro para tratar de descular la técnica que exhibe Gipi en estas páginas, algo que yo jamás había visto, ni siquiera en zarpados como Bill Sienkiewicz o Ben Templesmith.
La primera historia cuenta la vida de “el Faccia”, un matoncito de la B Metropolitana que existió en la vida real y al que la suerte nunca lo acompañó. Más allá del dibujo (perfecto e impredecible por donde se lo mire), no ofrece mayores sorpresas. Por ahí el uso ingenioso y atrevido de los bloques de texto, pero no mucho más.
La segunda historia tiene que ver con el momento más traumático en la infancia de Gipi (no lo vamos a contar, así cuando lo leas te sorprendés). Con muy buen tino, el autor no recrea esos violentos hechos, sino que describe con frialdad y distancia, con mucho detalle, la vida de este niño durante el día previo a la fatídica noche.
La Facce Nell´Acqua es una historia rara, casi de ambientación post-holocausto, que originalmente se pensó para una película con actores. Está repleta de grandes diálogos y tiene algo raro en la obra de Gipi: mucho protagonismo para un personaje femenino. Al final por ahí le falta una vueltita más de tuerca, pero está muy bien.
La historieta más corta, además es la mejor. Se llama Mácchina Sotto la Pioggia (Auto bajo la lluvia) y en apenas siete páginas plantea y resuelve una situación tensa, que te logra poner nervioso, desarrolla muy bien a un par de personajes y baja una línea muy inteligente que la pone al borde del meta-comic. Una verdadera joya.
La quinta también tiene apenas siete páginas y una cierta onda autobiográfica. El argumento es blandito. Lo que le interesa a Gipi es bajar línea acerca del peligro que rodea a las carreras ilegales de motos en la ruta que une a su pueblo (él vive en un bosque, en lo alto de una montaña) con la ciudad.
Y la última historia, mucho más larga que las otras (32 páginas dibujadas como la hiper-concha de Dios) le disputa la medalla de oro a Mácchina Sotto la Pioggia. Esta es la única que es 100% ficción, que no está basada ni en la vida de Gipi ni en ninguna historia verídica. Todo transcurre a bordo de un barco petrolero alemán durante la Segunda Guerra Mundial y si bien tiene un tono intimista, pachorro, muy de contemplación, también hay algo así como una aventura, un conflicto con buenos y malos (obviamente los nazis). En las últimas cinco páginas, el guión pega un giro totalmente inesperado (y brillante) como para terminar muy, muy arriba, con un fuerte simbolismo y con un broche de oro para una historieta realmente formidable.
Nunca había leído historias cortas de Gipi y la verdad es que el promedio de estas seis es muy favorable. De todos modos, cuesta evaluar fríamente las historias, porque el dibujo y la narrativa son tan, pero tan espectaculares que producen escalofríos. La próxima vez que lea a Gipi, será una historia mucho más larga, como Garage Band y Apuntes para una Historia de Guerra, que son las que me hicieron fan de este genio italiano. Arrivederci!

miércoles, 22 de agosto de 2012

22/ 08: TARZAN Vol.13

Me venía haciendo el dolobu hace como un mes, pero bueno... me tengo que arremangar, nomás, y entrarle a un nuevo tomo de Tarzan, una tortura que no duele menos por el hecho de ser autoinfligida.
Esta vez hay algo redimible en uno de los guiones! Por primera vez en muuuchos tomos, a un villano se le ocurre un plan realmente ingenioso! Por supuesto va a fracasar, pero ahí, con lo justo y porque Tarzan es muuuuy grosso. Esta vez realmente había chances de que los malos (en este caso, nazis) ganaran de visitante en los infinitos pagos del Rey de la Selva.
Digo “infinitos pagos”, porque si le creemos a esta historieta, Africa es más grande que Asia y Europa juntas, tiene todos los climas, todas las geografías imaginables (llanuras, desiertos, selvas, volcanes, islas, cataratas, acantilados... lo que quieras) y está poblada por cientos de civilizaciones, además de los nativos (aborígenes de raza negra) y los boers (colonos holandeses del Africa meridional). En este tomo aparece una civilización con jeques y odaliscas, turbantes y cimitarras, al mejor estilo árabe, y 20 páginas después, un villano con aspecto español, que organiza corridas de toros. Posta, si no aparecieran cada tanto gorilas y leones, creeríamos que Tarzan va viajando en liana de un continente a otro.
Otra novedad: en las 50 planchas de este tomo (años 1943-44) ninguna mina se enamora de Tarzan! Hay una que le pide que rescate a su padre (prisionero de ese garca con pinta de español) y eso es todo. No le tira onda, no suspira por él, ni se le quiere colgar de la liana. También hay variaciones en las bestias a las que mata el héroe: después de tanto mono, tigre y cocodrilo, acá lo vemos liquidar sin piedad a un jabalí gigante, un toro y un pulpo. Y a unos cuantos seres humanos, no vaya a ser que nos sintamos discriminados.
A pesar de estas pequeñas variaciones en la fórmula de siempre, los guiones siguen siendo chatos, siguen sin tener profundidad, sin aprovechar al mango el dramatismo y el impacto de las situaciones que plantean. Pareciera que el laburo del guionista fuera simplemente responder a la pregunta “¿Y qué pasó después?”, como un maquinista de tren cuyo laburo consiste en tirar carbón en una caldera para que no se detenga la locomotora. No importa nada: ni la construcción de los personajes, ni el verosímil, ni siquiera que las secuencias parezcan hiladas con una mínima lógica, una mínima coherencia. Sólo importa que la locomotora siga adelante, semana tras semana, peripecia tras peripecia, en lo posible con un gancho, un misterio o un peligro en la última viñeta de cada página. Evidentemente, eso alcanzaba para tener cebados a los lectores de hace 70 años.
O no. Por ahí en aquella época los lectores de Tarzan hacían lo mismo que yo: se fumaban guiones pedorros, repetitivos y con más agujeros que ventana de bosnio, simplemente porque flasheaban con los majestuosos dibujos de Burne Hogarth, uno de los capos máximos del estilo académico-realista, considerado el Miguel Angel de la historieta. Yo tengo muchos prejuicios hacia la historieta de aventuras pre-1955-60, pero la verdad es que Hogarth me emociona, me hipnotiza, logra que me meta los prejuicios en el orto. Me emociona verlo luchar contra la grilla de 12 viñetas, contra la cero onda de los textos, tan anodinos que ni siquiera están contenidos dentro de un bloquecito. El maestro no se conformaba con dibujar algo anatomicamente correcto: sus cuerpos en movimiento son belleza en estado salvaje, llenos de plasticidad. Sus paisajes, palacios y junglas laten, viven, son mucho más que hermosas escenografías. Por ahí no hay mucha variedad de climas, ni de expresiones faciales (tanto Tarzan como los malos tienen su repertorio de caras y los repiten ad infinitum), pero no sé si en 1943 se valoraban tanto los climas y las expresiones faciales. Me consta que Will Eisner ponía muchísimo de eso en The Spirit, pero el resto... no sé, por ahí todavía no había descubierto que esos recursos expresivos garpaban muchísimo a la hora de enganchar al lector en el relato.
En fin... estoy un tomo más cerca de terminar el Tarzan de Hogarth y eso, por ahora, es una buena noticia. Veremos con qué me encuentro cuando me decida a entrarle al próximo.

martes, 21 de agosto de 2012

21/ 08: FANTASTIC FOUR Vol.1

Sí, otra vez un Vol.1 de Fantastic Four. No sé por qué Marvel relanza desde el Vol.1 las colecciones de TPBs cada vez que las series cambian de autores, pero bueno, ahora es el turno de que Jonathan Hickman vea recopilados sus números de la más antigua serie del Universo Marvel.
Este primer tomo abarca un arquito de tres episodios y dos números unitarios, uno de los cuales abre puntas para una saga futura. El arco inicial tiene como protagonista excluyente a Reed Richards, al que Hickman demuestra conocer en profundidad. De entrada, pintan conceptos ambiciosos y las dimensiones de la aventura se vuelven colosales. No quiero contar detalles para que te sorprendas como me sorprendí yo, pero claramente la consigna de Hickman es ampliar aún más las fronteras de esta serie, que en sus mejores épocas se caracterizó por funcionar como una exploración del infinito universo ficticio en el que está entroncada. Y ahí va Reed, a ver y vivir cosas que jamás imaginó, ni siquiera en todos estos años de fantásticas peripecias junto a su mujer, su cuñado y su amigos. El cierre de la saguita es perfecto y lo único que se le puede criticar es la casi nula participación de los otros integrantes del cuarteto. Aún así, los mejores diálogos del arco son los que Reed tiene con Sue.
El unitario que sigue amaga con darle el protagonismo a Ben y Johnny, pero no. Terminan por robarse los roles centrales Franklin y Val, los hijos de Reed y Sue, a los que Hickman se propone darles muchísima onda y hasta potencial para protagonizar sus propias aventuras (cosa que sucederá en FF, una especie de spin-off de esta serie). Y el unitario final, además de tirar pistas y profecías para una saga que veremos más adelante, se centra en una reunión familiar para festejar el cumpleaños de Franklin. Este guacho de Franklin me da una bronca... no sólo tiene los padres más copados del universo, los mejores tíos y los mejores juguetes. Encima nació en 1968, igual que yo, y nunca pasó de los 9 ó 10 años... En la viñeta final del tomo, lo vemos volver a sus andadas y crear (como lo hiciera en Heroes Reborn) un nuevo universo. Veremos en qué deriva eso.
En este último unitario, el protagonismo está mucho mejor repartido, aunque de nuevo los chicos Richards brillan más que el resto. Y está lleno de diálogos excelentes. O sea que la Era Hickman arranca de modo más que promisorio, con poco para debatir y con otro hallazgo: poco que explicar. Evidentemente, la etapa de Mark Millar (que no leí) dejó a los personajes en el casillero de Salida, perfectamente reconocibles, con cero modificaciones extrañas en sus poderes, apariencias o relaciones. O sea que Hickman dedica... cero viñetas a mostrarnos quiénes son estos tipos y por qué hacen lo que hacen. Se supone que uno ya lo sabe de antemano. Y está bien.
En cuanto a los dibujantes... ma-mita! Torturas inmisericordes para Neil Edwards, el verdulero impresentable que dibuja los dos episodios unitarios. No dibuja TODO mal, pero las caras las dibuja catastróficamente mal y tiene pifias en la anatomía cada vez que a un personaje se lo enfoca desde abajo. ¿No había nadie mejor para poner de suplente en esta serie? Me cuesta creerlo. El titular es Dale Eaglesham, un dibujante muy correcto, de estética muy clásica (una especie de Jerry Ordway con menos onda), al que le había ido bastante bien en su paso por varias series de DC (me acuerdo de haberlo visto en Green Lantern, Villains United y Justice Society of America). Acá está bien, cumple decorosamente, aunque sin brillar.
Por supuesto, tengo algo para cuestionarle: ¿por qué carajo dibuja a Reed musculoso y con un cuello del grosor de un árbol? Master, Reed no necesita hacer fierros! Es elástico! Desplaza su masa hacia donde más la necesita! Y la forma más... icónica de mostrarnos que un personaje de historietas es elástico, es dibujarlo con el cuello finito, eternamente estirado. No lo digo yo: lo inventó Jack Cole en los ´40 y desde entonces es un recurso utilizado con buenos resultados por decenas de dibujantes. Pero no. Ahora el amigo Eaglesham nos quiere convencer de que Reed tiene el lomo del Capitán América, una distancia entre un hombro y otro que se podría recorrer en bondi y un cogote parecido al que tenía Ben antes de convertirse en The Thing, cuando era un jugador pulentoso de futbol americano. Te lo digo sencillito: chupame la pija.
En fin... tengo un par de tomos posteriores ahí, pidiendo pista, así que prometo volver a visitar muy pronto a los Fantastic Four de Hickman, hasta ahora una lectura muy, muy interesante.

lunes, 20 de agosto de 2012

20/ 08: ASTERIX Y LO NUNCA VISTO

Este libro es raro. No es excelente, pero es fundamental. ¿Cómo es eso? Me parece fundamental por un motivo no menor: siempre quise ver cómo planteaban y cómo definían René Goscinny y Albert Uderzo una historieta de Astérix que no tuviera 46 páginas, sino muchas más, o muchas menos. Este libro reúne 14 historietas que tienen muchas menos. De hecho, la más larga tiene cinco páginas. O sea que parte de esa incógnita que siempre me desveló, finalmente fue resulta. Y no del mejor modo, claro, por eso digo que el libro no es excelente. Veamos en qué la descose y en qué falla.
Muchas de las historietas son chistes largos, chistes de dos, tres o cuatro páginas. El argumento no llega a ser tal cosa, se queda en el planteo de un chiste (“entra un gaucho a la farmacia”, diría el maestro Dolina). Ojo, un par de estos chistes son realmente efectivos y graciosos. El que abre el libro, Vuelta al Cole Gala, tiene un timing de comedia exquisito, al nivel de las grandes obras de Goscinny. Latinomanía tiene una sóla página y jamás pretende ser otra cosa más que un chiste, y es un GRAN chiste, con un remate impredecible y brillante. El Nacimiento de una Idea, la historieta que cierra el tomo, también tiene una sóla página y una única intención: arrancarnos una sonrisa. Y obviamente lo logra.
En cambio, cuando Goscinny o Uderzo (que escribe apenas tres de las historietas) buscan por el lado de la aventura, caen invariablemente en la pavada. La de Uderzo de Lutecia Olímpica es una gansada cósmica, en la que no cierran ni el planteo, ni el desarrollo ni la resolución. La Mascota, escrita por Goscinny, también peca de una excesiva sencillez, de reducir una aventura de Astérix y Obélix a su mínima expresión, tan mínima que apenas tiene sentido. Quizás el intento menos fallido sea Quiriquix el Gallo Galo, también escrita por Uderzo, que si bien en todo momento es predecible, se aleja de las convenciones de la serie lo suficiente como para hacernos creer que estamos leyendo algo distinto, no la versión para subnormales de lo que ya conocíamos.
La otra historia escrita por Uderzo es la que narra el nacimiento de Astérix y Obélix, realizada en 1994 en ocasión del 35° del debut de la serie en las páginas de Pilote. No es exactamente chota, pero la idea tenía muchísimo más potencial que el que se ve plasmado en estas cuatro páginas. Lo que más me interesó debe haber sido ese trailer de tres páginas que realizaron Goscinny y Uderzo para la revista National Geographic, cuando intentaron (sin éxito) lanzar a Astérix como una tira para los diarios yankis. Ahí está la esencia de la serie muy bien destilada, sin la necesidad de narrar una aventura (que en tres páginas habría sido una boludez tan simple como insulsa) y sin quedarse en el chiste que avanza hacia un remate.
Dicho todo esto, lo que hace que todo el libro pase de soportable a disfrutable es el dibujo de Uderzo. Como guionista, el ítalo-francés demostró ser un queso absoluto, pero a la hora de dibujar pela una genialidad atrás de otra. Estas historietas van de mediados de los ´60 a mediados de los ´90, un período en el que el dibujo de Uderzo muta bastante, no se queda siempre en el molde. A mí me gusta siempre, no me defrauda nunca. Por ahí en los últimos álbumes que dibujó (que no me animé a leer porque las críticas fueron lapidarias) se notaba demasiado la mano de los asistentes. En estas historias hay algunas joyitas en las que el dibujo llega a un nivel inmejorable (Año Nuevo, Beso Nuevo, de 1967) y otras en las que simplemente está muy bien. Por supuesto, si sos fan de Uderzo te vas a caer de culo al verlo experimentar con distintos estilos en las graciosísimas viñetas de 1969 tituladas “Astérix Como Jamás lo Habéis Visto”. Grosso es poco...
Y bueno, estoy seguro de que hay más historias cortas de Astérix. No sé cuántas, pero seguro hay más. En una de esas están en el libro llamado “El Aniversario de Astérix y Obélix”, que salió en esta misma colección (la que lanzó Salvat en los kioscos argentos en año pasado). Y por ahí no, realmente no tengo la más puta idea de qué trae ese libro. Si alguno lo tiene, please comente, a ver si vale la pena salirlo a buscar. Mientras tanto, sólo queda rezarle a Tutatis para que los nuevos autores que se hicieron cargo de Astérix (Jean-Yves Ferri y Thierry Mébarki) logren un relanzamiento de la serie que recupere aunque sea algo de la magia que se desvaneció en 1977 (35 años ya, qué lo parió) cuando falleció el irremplazable René Goscinny. Este clásico de clásicos se lo recontra-merece.

domingo, 19 de agosto de 2012

19/ 08: FRANKENSTEIN, AGENT OF S.H.A.D.E. Vol.1

Bueno, hora de leer mi primera saga completa de un título de los New 52. ¿Cómo caí acá? Obviamente por los autores. Frankenstein es un personaje que no me interesa para nada y menos integrado a un universo superheroico. Pero escribe Jeff Lemire y dibuja Alberto Ponticelli, dos autores a los que este blog ya les dedicó containers repletos de elogios, todos muy merecidos.
El primer tramo del tomo me transmitió la sensación de estar leyendo un comic muy cabeza de Hellboy. Sacale a la creación de Mike Mignola el aspecto de investigación, olvidate de las referencias a la mitología y el folklore europeo y te queda un comic de monstruos bizarros que se cagan a trompadas. Bueno, Frankenstein arranca así, como una de monstruos bizarros que se cagan a trompadas. Hasta aparecen otros agentes de S.H.A.D.E. con poderes no tan distintos a los de los muchachos del B.P.R.D. con los que se codeó durante tantos años el mostro rojo de Mignola. Por suerte, con el correr de las páginas, Lemire mantiene al palo la consigna de las luchas mega-kilomberas entre criaturas imposibles, pero reemplaza el folklore y la mitología con conceptos novedosos y muy imaginativos, más para el lado del Cuarto Mundo de Kirby, o de los guionistas más limados de la Silver Age.
La S.H.A.D.E.net, la ciudad microscópica que se desplaza con un método que combina la teleportación y la tecnología de reducción de tamaño en la que se especializa el doctor Ray Palmer, el planeta monstruo que en realidad es un ser vivo, la misteriosa toybox... De a poquito, la machaca se empieza a complementar con ideas más interesantes que las meras trompadas, misilazos y espadazos. Lemire utiliza muy bien los elementos que le brinda el Universo DC: el más atractivo por ahora es Ray Palmer (que tiene menos chances de convertirse en Atom que Independiente de zafar de la Promoción), pero también pinta interesante la relación entre S.H.A.D.E. y Checkmate e incluso la movida marketinera de traer de invitado a O.M.A.C. (otro chabón grandote, pulentoso y con chiches tecno, que tuvo revista propia y no vendió lo suficiente como para aguantarla) genera nuevas posibilidades de enriquecer las historias y sumar elementos atractivos. La machaca contra O.M.A.C. es en el quinto episodio, pero en el sexto y en el séptimo Lemire explora algunas consecuencias de esa historia que pueden derivar hacia situaciones muy interesantes.
La principal cagada es que el tomo termina en un cliffhanger jodido, con una revelación impactante que no cambia todo, pero abre muchísimas puntas para explorar en el Vol.2. Si decidís no comprar más un broli de Frankenstein, te vas a quedar con una leche importante de saber cómo catzo van a reaccionar los protagonistas frente a esto que se descubre en la última página. Y el otro bajón es que Frankenstein es un personaje bastante chato, poco carismático, con pocos matices. Hellboy por lo menos come panqueques. Este, ni eso. Los secundarios por ahí aportan algo más, sobre todo Father Time, Griffith y Velcoro, y evidentemente en algún punto se van a robar el spotlight. Por ahora, todo gira demasiado en torno a la aventura, a la acción, a las misiones que estos bichos van y cumplen. Falta mucho laburo en materia de caracterización por parte de Lemire y lo peor es que el creador de Sweet Tooth va a dejar esta serie en algún punto del segundo recopilatorio. Matt Kindt será el que tenga la dura tarea (y con un margen de error escasísimo) de darle onda a Frankenstein y su esposa.
Un incentivo para no colgar la serie es el dibujo de Ponticelli, el prócer italiano que la rompiera en Unknown Soldier. Ponti mantiene intacta la virulencia de su trabajo anterior, pero ahora la multiplica hasta el infinito para brindarnos, en vez de combates realistas entre tropas militares, unas masacres desaforadas entre monstruos y criaturas limadas. En las poquísimas escenas tranqui, el tano pone todo y todo se ve raro y atractivo. Pero cuando estalla la machaca (o sea, casi siempre), salta en el famoso trampolín al carajo y nos detona el cerebro un unas páginas de una intensidad pocas veces vista, en las que hasta la narrativa se descontrola para reflejar la violencia y la bizarrez de lo que nos quiere transmitir Lemire. En el séptimo episodio, Ponticelli pareciera buscar un estilo más sintético, más limpito, no sé si para no volver definitivamente loco al gran José Villarrubia (encargado de colorear estas orgías deformes y explosivas) o para ganar velocidad y no atrasarse en las entregas. A mí me gusta más el estilo más cargado, más sucio, pero si para tener al tano todos los números tiene que dibujar como en el n° 7, no me quejo en lo más mínimo.
En fin, esto es más raro que bueno. Por la chapa de los autores vine y por la chapa de los autores me quedo un TP más, a ver si levanta. Si me morfo otras 140 páginas de monstruos que se cagan a palos, la cuelgo forever.

sábado, 18 de agosto de 2012

18/ 08: BELL´S THEOREM Vol.1

Claro, pero no. Me entero de que esto es un Vol.1 y no un tomo autoconclusivo cuando llego al final. Nadie me lo avisa ni en la portada, ni en ningún lado. Por suerte son tres tomos y los otros dos están editados en inglés, francés y hasta en idiomas que no leo ni leeré jamás como el alemán. Pero estaría bueno que avisaran: “Man, acá EMPIEZA una serie, no es un tomo único”, como para que uno decida si se engancha o no.
Hablando de alemanes, Bell´s Theorem es una serie creada en los ´80 por el alemán Matthias Schultheiss, con quien ya nos topamos en los albores de este blog, allá por Febrero de 2010. Si no te dicen que es el mismo autor de aquel tomo de adaptaciones de Bukowski, no tenés forma de darte cuenta. Esto y aquello no se parecen en lo más mínimo: uno es a color y el otro en blanco y negro, el estilo de dibujo y la narrativa cambian radicalmente, Schultheiss pasa de adaptar cuentos a crear una novela y el mundo en el que esta transcurre... y lo más bizarro es que Bell´s Theorem es apenas dos años posterior a las últimas adaptaciones de los cuentos de Bukowski.
Vamos a lo que importa: ¿está buena? Más o menos. Por ahí levanta cuando uno lee la obra completa, pero estas primeras 48 páginas dejan cierto gusto a poco. Las primeras... 32 páginas son un compendio de lugares comunes. En un futuro distópico y cercano, Shalby está encerrado en un presidio, condenado a cadena perpetua y eternamente en la mira de una horda de presos violentos que lo cagan a trompadas y sodomizan sin piedad a la mascota sexual del protagonista. Cuando le ofrecen la libertad a cambio de prestarse como conejito de indias para un proyecto científico, Shalby duda, pero agarra viaje. Eventualmente (y con la ayuda de un personaje que Schultheiss no explica ni desarrolla) logra escapar de sus captores, pero el daño ya está hecho: su cuerpo está lleno de horrendas cicatrices y su mente es un corso a contramano, un kilombo cósmico que sólo se aguanta a fuerza de drogas.
De alguna manera, Shalby gambetea a sus perseguidores y se recluye en las costas de Labrador, en Canadá, donde –último lugar común- se encuentra el cadáver, las anotaciones y una valija con mucha guita que pertenecieron a un científico alemán... que es idéntico a él. Cuando sus perseguidores lo ubican, Shalby adopta la identidad del científico muerto y vuelve a huir, de nuevo con la inexplicable ayuda de un personaje que no se sabe quién es ni de qué juega. Fin.
No pinta muy original, pero tampoco es irredimible. No descarto que Schultheiss se guarde un par de ases bajo la manga para los próximos tomos, que ya veré cómo carajo consigo. Lo que sí se destaca en esta primera entrega son los cambios de ritmo, el equilibrio muy logrado entre las escenas tranqui, pachorras, de descanso y contemplación, y las más trepidantes, en las que se impone el vértigo, la urgencia y una violencia por momentos bastante perturbadora. Lo más choto es que Shalby está solo en la mayoría de las secuencias y entonces habla en voz alta... para sí mismo! En realidad para los lectores, pero ¿y si le ponían globitos de pensamiento? ¿No era más coherente? Podemos zafar diciendo que el experimento lo dejó chapita... y puede ser, algo de eso nos sugiere Schultheiss sobre el final. Pero verlo monologar página tras página me hizo un poco de ruido.
El dibujo, por su parte, no está al nivel de los mejores trabajos del alemán. Probablemente este sea su debut en el manejo del color y eso explique algunas desprolijidades, que obviamente no se ven en sus obras posteriores. Acá hay algunos hallazgos dignos del mejor Schultheiss, pero también titubeos y escenas que parecen coloreadas por el Pepe Moreno de la peor época, el de Gene Kong y Generation Zero. El dibujo está todo resuelto con una línea finita, intencionalmente chunga, y a la vez muy expresiva. Acá el autor encuentra una síntesis con la que ni soñaba en aquellas páginas de Bukowski que explotaban en millones de rayitas y crosshatchings. El balance general de la faz gráfica sin duda es positivo, pero no esperes las maravillas que vimos en su obra en blanco y negro ni las que veremos en futuros trabajos a color.
Veremos si logro leer las secuelas y para dónde va la historia que acá recién empieza. Hasta ahora todo está muy manchado de misterio y de violencia y hay muchísimo por explicar. Como me gusta el clima que logra y la línea que baja (y estoy seguro de que el dibujo mejora grosso), le quiero dar una oportunidad más. Schultheiss se lo merece.

viernes, 17 de agosto de 2012

17/ 08: EL NEGRO BLANCO Vol.10

Casi 20 años tarde, me entero cómo terminó esta serie de Carlos Trillo y Ernesto García Seijas que nació como tira diaria en el Clarín y terminó como historietas de 8 páginas para los semanarios tanos de la Eura. Y bueno, más vale tarde que nunca.
Este tomo arranca al alto nivel que nos obsequió el Vol.9 casi de punta a punta. Las primeras 42 páginas giran en torno al inminente casamiento de Chispa y Trillo no desaprovecha la oportunidad de cerrar a lo grande ese conflicto nunca resuelto entre el Negro y la rubia de pelito corto. Todo este tramo combina a la perfección comedia de enredos muy bien orquestada, romance, introspección y erotismo (porque hay un par de garches bastante subidos de tono). Lo mejor son las extensas secuencias mudas, muy bien mechadas y con un García Seijas muy afilado, que resuelve la falta de textos con una solvencia inapelable.
En las siguientes 20 páginas, el Negro no aparece. Vemos algunas escenas de la luna de miel de Chispa (y algunas de las cosas que le pasan por la cabeza a la rubia) y reaparece Flopi, para poner en marcha un nuevo plot que nunca llega a integrarse del todo a la trama central porque a la serie ya le quedan muy pocas páginas por delante.
Y hasta que vuelva a aparecer el Negro faltan otras 10 páginas en las que Trillo le da un protagonismo increíble (y una chapa inmensa) a Angel, el advenedizo encargado del edificio en el que vive el protagonista, y además nos presenta a Morgana Liberty. Morgana era quien debería ocupar el lugar que dejaron vacante Chispa y Flopi cuando le cortaron el chorro al Negro, pero antes de que eso sucediera, Clarín decidió cortar la publicación de la tira y los autores decidieron darle un final que acá se conoció a través de las ediciones de Ivrea. Sin las 32 últimas páginas, que son las que Trillo y García Seijas hicieron exclusivamente para Italia, la historia se terminaría en cualquier parte, con el misterio de Morgana apenas comenzando a esbozarse y un personaje más (Lola) recién presentado y cuyo potencial quedará sin explorarse.
Como saben que esas 32 páginas son las últimas, los autores no dejan que levante vuelo el romance entre el Negro y Morgana. Aún así, esas páginas son muy atractivas, con mucho humor, y un poquito más zarpadas (tanto en el lenguaje como en la forma en que García Seijas muestra a chicas de cuerpos esculturales con escasísima vestimenta), como para aprovechar que esto ya no saldría en un diario al alcance de los chicos. Al final, el Negro termina solo, una vez más disponible para vivir nuevas correrías sentimentales, sólo que con minas a las que nunca nos presentará.
Me da la sensación de que Trillo le había logrado dar a los conflictos (sobre todo el de Flopi) la magnitud suficiente como para poderlos ordeñar bastante tiempo más, para que de ahí salieran un puñado más de buenas historias. No pudo ser. Nos quedamos con las ganas de ver reaccionar al Negro frente a la osada movida de Flopi, de ver a Chispa blanquear ante su marido que sigue enganchada con el Negro y de verlo a este langa entre los langas romper el maleficio de Morgana y hacerle comer... una goleada histórica.
Nos queda lo que hay: unas 1000 páginas de historieta dibujadas como la hiper-concha de Dios por el inmenso García Seijas, en las que Trillo da cátedra de comedia costumbrista y –casi sin querer- retrata a la Buenos Aires de 1987-1993, a su gente, a sus miserias, sus obsesiones y sus fantasías. No es poco. Al lado de lo que vino después (el insulso Nene Montanaro), es muchísimo.
Y ahora que terminé con El Negro Blanco, la corto con la historieta argentina hasta Septiembre, ya que para ese mes tengo pensado priorizar el material de autores argentos y dedicarle no menos de 15 ó 20 reseñas.

jueves, 16 de agosto de 2012

16/ 08: iZOMBIE Vol.3

Vampiros, zombies, fantasmas, inmortales, un pibe que se transforma en terrier, una especie de Frankenstein soviético, un cerebro que vive dentro de una cafetera, un viejo cuya mente habita en el cuerpo de un chimpancé, una agencia gubernamental secreta integrada por freaks sobrenaturales y una corporacion con su propio ejército de cazadores de monstruos, armado con ninjas, francotiradores y artistas marciales. ¿No será mucho? ¿No nos habremos ido demasiado al carajo?
Y no, la verdad que no. De alguna manera, Chris Roberson se las ingenia para que por los costados de este incesante desfile de criaturas una más bizarra que la otra, avance un argumento lineal, fácil de seguir, con conflictos bien definidos, e incluso para que entre medio de todo el kilombo avancen sub-argumentos como el del romance entre Gwen (la protagonista) y Horatio, o el misterio de Gavin (el hermano de Gwen), o las extrañas vueltas de tuerca en la trama que involucra a Galatea (la villana), Claire y el cadáver de Francisco.
Es una especie de milagro irrepetible, porque casi cualquier otro guionista se armaría tanto kilombo con tantos elementos, tantas facciones cruzadas y tanto para explicar (como para que cada bizarreada resulte mínimamente digerible) que la serie sería imposible de seguir. Por ahora, y a dos tomos del final, todo parece muy coherente, todas las sub-tramas parecen avanzar hacia un desenlace bien pensado. Claro, en este devenir de las tramas también hay giros sorprendentes, como el que Roberson le pega en este tomo a Amon, o a la relación entre Gwen y Horatio y entre este último y Diógenes. La idea –creo yo- es que no nos distraigamos de lo fundamental: esto está lleno de criaturas extrañas, pero en el fondo, son todos humanos, y siempre por encima del kilombo y las luchas (bastante sangrientas, cabe aclarar) se imponen los conflictos que tienen que ver con los sentimientos, con las pasiones. En función de eso, Roberson cuida muchísimo los diálogos, cuyo realismo contrasta brillantemente con lo estrambótico de los personajes y de ciertos aspectos de la trama.
Este por ahí es el tomo más virado a la machaca de los tres que leí hasta ahora, pero hay un equilibrio muy logrado entre la acción, el misterio, el romance y la comedia. Incluso hay bastante machaca en el episodio que habitualmente Roberson le dedica a la exploración del pasado de algún personaje secundario. Esta vez elige revelarnos el origen de Diógenes en una historia fumadísima y muy intensa, ambientada en Brasil, con vampiros, ninjas y hombres-jaguar en la que el Carnaval de Río –por contraste- casi parece una escena de rutina, de algo normal que se ve cualquier tarde de Agosto caminando por Florida.
El flashback al pasado de Diógenes cuenta –una vez más- con un invitado de lujo: el inmenso Jay Stephens, un tipo al que se le dio poca bola en sus años de historietista y después optó por la animación, un campo en el que se consagró con su serie The Secret Saturdays. Stephens (cuyas historietas son todas de muy buenas para arriba) dibuja este episodio en su estilo más “superheroico”, limpito, sintético, muy dinámico, y a la vez con una impronta más rara, más oscura, tipo Beto Hernández. Una belleza.
El resto del tomo está todo dibujado por el cada día más grosso Mike Allred, el dibujante más groovy, más cool y encima uno de los más facheros que tiene el mercado yanki. Allred vuelve a lucirse en el dibujo y en la narrativa como si los guiones los escribiera él y como si tuviera cuatro meses para dibujar cada episodio. En una de esas tiene 134 asistentes, ni idea. Lo cierto es que en cada viñeta de iZombie el ídolo pone todo y mucho más. Y sin repetir! Por ahí en X-Statix las escenas de combates entre seres superpoderosos nos remitían al toque a cosas (maravillosas) que ya habíamos visto en Madman o The Atomics. Acá no. Yo soy muy fan de Allred, lo sigo a todas partes y nunca lo vi dibujar escenas de machaca ni remotamente parecidas a las que pela en esta saga. Monstruoso lo suyo.
Y bueno, iZombie se termina en el Vol.5 y no está mal. Las revelaciones jodidas de este tomo seguro van a servir para que el desenlace sea impactante, impredecible, bien climático. Veremos cómo se las ingenia Roberson para cerrar tantas puntas y encauzar a tantos personajes hacia un final satisfactorio. Por lo visto hasta ahora, le tengo mucha fe.

miércoles, 15 de agosto de 2012

15/ 08: EL PREVIEWS DE OCTUBRE

Otra vez me mandaron al descenso, estos hijos de puta.
Pero guarda: hay tres libros que me ceban y que, según Amazon, salen recién en Marzo o Abril del año que viene. ¿Quién tendrá la posta? ¿A quién le creo? En principo, le voy a creer a Amazon. Entonces, anoto “para más adelante” estos tres libros:
Batman: The Black Mirror, versión en tapa blanda del mega-broli de 304 páginas con un montón de material escrito por Scott Snyder y dibujado por Jock antes del reboot. Vale míseros u$ 16.99 y pinta bárbaro.
Por el mismo precio, DC ofrece también el softco de la novela gráfica de los Teen Titans, Games. Son muchas menos páginas (144) pero sigue sin ser un choreo y además los autores son Marv Wolfman y George Pérez. Se le puede dar una oportunidad.
Marvel ofrece el softco de Kick Ass Vol.2, 208 páginas a muy garpables u$ 19.99. Mark Millar y John Romita Jr. me hicieron pasar buenos momentos con el Vol.1, así que lo espero ansioso.
Acá me están tratando de cagar: sale un TPB llamado Journey Into Mystery/ New Mutants: Exiled. Son 120 páginas a u$ 16.99 (muy caro) y encima trae sólo dos episodios de la serie regular de JIM, que es la que a mí me gusta. Así que con las debidas disculpas, paso.
Igual me abrocharon con un choreo igual o peor: el primer TPB de Moon Knight de Brian Michael Bendis y Alex Maleev traía 176 páginas a u$ 20 y me tiré de cabeza. El segundo trae sólo 112 páginas, al mismo precio. Me empomaron, no me quiero perder el tramo final de la serie...
Ah, y me queda un librito de Vertigo! El Vol.1 de Saucer Country. Le quiero dar una opotunidad a la serie de Paul Cornell, con Ryan Kelly y el gran Goran Sudzuka. Son 144 páginas a u$ 14.99, un super-precio.
Dark Horse se zarpa: me saca Grandville: Bete Noire, lo nuevo de Bryan Talbot, en un hardcover de u$ 19.99. Por 104 páginas es muchísimo. Espero el softco.
Image lanza el primer TPB de Saga, la serie de Brian Vaughan y Fiona Staples a precio hiper-amigable: u$ 9.99 por 160 páginas. Obviamente cuentan conmigo.
BOOM! Studios tiene dos libros interesantes, que en un mes menos lapidario por ahí quedaban adentro: la nueva historieta de Charlie Brown y Snoopy (It´s Tokyo, Charlie Brown) es una novela de 112 páginas, que a u$ 13.99 no es cara. Pero no conozco a las autoras y no me quiero clavar. El otro libro es de una autora a la que amo, Carol Lay. Se llama Illiterature y recopila una tira humorística, Story Minute. Es un hardco de 112 páginas a u$ 14.99 (casi razonable), pero no conozco el material y tengo miedo de comerme un garrón. Lo tendría que tener en la mano para decidirme.
Fantagraphics se decidió a darme el golpe letal, con tres libros. Dejo pasar Julio´s Day (de Beto Hernández), porque es un hardco de sólo 104 páginas a u$ 19.99. Cuando salga el softco, lo pido. Pero me tirás un hardco de Richard Sala y me derrito de la emoción: Delphine trae 120 páginas a u$ 25 y yo ya lo estoy buscando en Amazon para pagarlo un poco menos. También salen en un único hardco los dos primeros álbumes de Ralph Azham, una serie de Lewis Trondheim que arrancó muy bien en Francia. El libro yanki ofrece 96 páginas por u$ 14.99 y yo entro como un caballo.
Como todos los años, Houghton-Mifflin-Harcourt ofrece el Best American Comics, esta vez coordinado por Françoise Mouly. Para no romper la tradición, pongo u$ 25 por este masacote de 352 páginas, lujosamente editadas.
Quiero bajar la persiana y no me dejan: Pantheon saca Hive, la continuación de X´Ed Out, del ídolo Charles Burns en un lujoso hardco de 56 páginas que vale u$ 22. En Amazon está mucho más barato, así que me lo re-pido.
Y cierro con una bizarreada: Tharg´s Creepy Chronicles parecen ser historias cortas de terror creadas para la 2000 A.D. por Mark Millar y Frazer Irving. Rebellion las recopila en un broli de 144 páginas a u$ 19.99, un toque caro, pero me interesó como para la timba porque soy fan de ambos autores.
Con el futuro hipotecado pero feliz, sólo me queda esperar que empiece a llegar este material para leerlo y reseñarlo. Y después buscar dónde carajo guardarlo, porque ya no tengo espacio en ningún lado...

martes, 14 de agosto de 2012

14/ 08: COMANCHE Vol.3

Me cebé mal con el western francófono, nomás. Me pegó tanto Bouncer que empecé a buscar para atrás y me encontré con Comanche, una serie emblemática de la década del ´70, que salía en el Journal Tintin, siempre de a poquitas páginas por semana, y después se recopilaba en lujosos tomos de tapa dura. En total, y con varios parates en el medio, la serie se publicó hasta 2002, pero la pulenta –dicen- son los 10 primeros tomos, que son los realizados por la dupla creadora, integrada por dos belgas de lujo: el guionista Greg y el dibujante Hermann (la dupla sin apellidos, de acá en más). Cuando Hermann dejó la serie, Greg escribió cuatro tomos más, pero no era lo mismo.
En una comiquería de Rosario me encontré varios tomos de Comanche originales, editados en Bélgica en los ´70, obviamente en francés. Compré dos, leí uno, y me guardé otro para el año que viene (sí, ya estoy comprando material que no voy a poder leer antes de fin de año). Yo había leído alguno en castellano, cuando Billiken los editaba como un suplemento dentro de la revista en épocas de verano, allá por el ´77 o ´78, no recuerdo bien (posta, era muy chico). Obviamente no me acordaba nada, excepto que había cowboys y unos dibujos de la San Puta, que en su momento me parecían un poquito más pedorros que los de Antonio Hernández Palacios, cuyos westerns conocía por la revista Trinca. No es que ahora sean mejores (difícil superar a Hernández Palacios a la hora de dibujar un western realista), pero como en los ´80 me hice fan de Hermann, estoy en condiciones de disfrutar mucho más esos dibujos en los que ya se insinuaban muchas de las genialidades que el belga nos regalaría en las décadas posteriores.
Este tomo, Les Loups du Wyoming, es el tercero de la serie, editado en álbum en 1975. La protagonista es Comanche, una chica valiente y un poco cabeza dura que –nunca supe cómo- está al frente del rancho 666. Pero es la protagonista hasta ahí nomás. Está muy claro que la idea es repartir el juego entre Comanche y sus empleados, cinco tipos a las órdenes de una minita, cosa que en el duro far west no sé si era tan frecuente. De los cinco, el que más chapa tiene, o por lo menos al que más bola le da la dupla sin apellidos es Red Dust, el guacho recio y fachero, quien en buena parte de la aventura eclipsa por completo a Comanche. De todos modos, el verdadero artífice de la derrota de los villanos será un personaje creado sólo para esta aventura: Braggshaw, un sacerdote poco ortodoxo, que predica la paz y el amor pero no duda a la hora de pelar el chumbo y disparar. Paradójicamente, es Red Dust quien menos se copa y más choca con quien tendrá el rol más destacado de esta saga.
El argumento de Greg es bastante lineal. No tonto, ni siquiera predecible, pero ni por casualidad tan oscuro, complejo y realista como los dibujos de Hermann. Hay malos muy malos, buenos muy buenos y un montón de guita que no puede caer en las garras de los villanos para que no se paralicen las construcciones en un pueblo vecino al rancho, en las inmensas planicies de Wyoming. Y por ahí pasa el subtexto más sutil propuesto por Greg: se viene el progreso, muchachos! Hasta los majestuosos bosques de Wyoming pronto dejarán de ser terreno salvaje para integrarse a un país moderno, pujante y civilizado. La reacción frente a eso no es igual en Comanche que en Red Dust, y mucho menos en los hermanos Dobbs, los malos de esta película. Por ahora, ese punto está apenas sugerido, pero por ahí más adelante Greg se decide a explorarlo a full. Como en todo western “serio” va a morir mucha gente, más que en cualquier otra historieta de las que recuerdo haber visto en los ´70 en las revistas para chicos. Por lo menos no hay torturas ni gente morfada por los lobos, como en Bouncer, Blueberry y otros franco-westerns un toque más jodidos.
Del dibujo de Hermann ya hablé bastante y me queda por destacar una cosa: que no es tributario del de Jean Giraud, una especie de milagro en el comic de cowboys made in Europe. En todo caso, Hermann mira más a Jijé (el maestro de Giraud) y obviamente a Hernández Palacios. El resultado es muy atractivo, con una narrativa muy ágil y un dibujo que combina rigor documental con mucho margen para darle expresividad y onda a los rostros de héroes y villanos. Lo único lamentable es el color, muy precario para los standards actuales y que desluce mucho el dibujo de Hermann, especialmente en las (extensas) secuencias que transcurren en la oscuridad de la noche.
Greg no tiene ni medio fan en Argentina (creo), pero Hermann seguro que sí. Si sos uno de ellos, fijate si se puede conseguir de algún modo Comanche en castellano (o en el idioma que te guste) y jugale unas fichas, que además de mostrarte cómo dibujaba el ídolo en sus años mozos, te va a entretener con una aventura intensa, con muy buen ritmo y personajes sumamente atractivos.
Ah, en cuanto a lo que decía antes de que ya estoy acovachando material que voy a poder leer recién en 2013, sé que es un poco temprano, pero te tiro igual la bomba atómica: El año que viene hay SEGURO cuarta temporada para este blog.

lunes, 13 de agosto de 2012

13/ 08: LARVA Vol.15

Bueno, esta vez nos cobraron barato: a Powerpaola le dejaron dibujar la tapa, que no está nada mal, y a cambio no hay historietas suyas dentro de la antología. Aún así, el balance no da ni por error tan positivo como en el número anterior.
Hay muchos argentinos: están Camila Torre Notari, Otto Zaiser, Clara Lagos, Liniers... ninguno de ellos aporta nada demasiado sustancioso. Nuestro país sale bien parado gracias a los esfuerzos de Agustín Paillet, que se manda una historieta chiquita, poco ambiciosa, 100% basada en los diálogos... pero qué diálogos! Excelentes, de punta a punta. Otros destacados compatriotas son Alejandro Farías y Marcos Vergara, que la vuelven a descoser en una historia muy cortita, y Nacha Vollenweider, que rema un guión poco atractivo de Diego Cortés, algo raro en la trayectoria del gran escritor cordobés. Y Decur! No me puedo olvidar de Decur que logra contar una mini-historia dentro de una ilustración demasiado maravillosa para ser real.
Un cuasi-argento, Ernán Cirianni, me hizo cagar de risa con sus dos paginitas. Y después... ¿qué más se puede rescatar? Cambio y Sustracción, de los colombianos Erizo y Keco, no está mal. Es un chiste largo, que se podía comprimir en una página en vez de tres, pero como el dibujo es muy bueno, no molesta. Luis Echevarría, muy buen dibujante, necesita urgente un guionista. Está la continuación de la historieta de elseñorjuanito que empezó la vez pasada, muy, muy bien dibujada. Por supuesto, como acá tampoco hay un final, no la lei. Ojalá algún día se recopile, porque pinta muy grossa.
Jim Pluk, al que la vez pasada vimos fracasar en un osado experimento, esta vez está mucho mejor. Su estilo combina a Jason, Bryan Lee O´Malley y Ariel López V., o sea que es muy, muy atractivo. El guión no se sostiene demasiado, pero bueno, es una historieta pensada en clave de joda, de bizarreada medio extrema, entonces se banca. Y de nuevo sube al podio John Joven, esta vez con una historieta costumbrista, urbana, chiquita y muy real, que tiene lo que estas historietas rara vez tienen: buena construcción de personajes y un giro impredecible y copadísimo al final, en las últimas tres viñetas. Ya está, ya me hice fan incondicional de John Joven, que además dibuja bárbaro, en un estilo que reinterpreta en clave más luminosa y amistosa a los dibujantes que siguen la línea del pintor Egon Schiele, como Teddy Kristiansen, Dave McKean, Filipe Abranchis o algunos laburos de Gipi o Nicolas De Crécy.
Y el resto, que tampoco es tanto, no merece ni la más mínima mención. Los artículos están bien, está todo muy bien presentado, con una edición de gran calidad, pero sigue fallando la selección de autores. Uno sospecha un cierto amiguismo, que cierta gente está ahí no por su talento, sino porque se junta a tomar cerveza con los directores. En la historieta latinoamericana (y sobre todo cuando no hay plata de por medio) son frecuentes estas cosas, la onda camarillera, o la de un autor importante que es convocado a participar de una antología y responde “Sí, bueno, pero llamá también a este, este y aquella que son amigos míos y dibujan bárbaro”.
Y ahí se da una situación de “el huevo o la gallina”. ¿Cómo es? Si la excusa para publicar a cualquier muerto amigo del que dirige es “No tenemos un mango, por eso agarramos cualquier cosa que nos den de onda”, ¿no se les ocurre pensar que con mejores autores la revista vendería mucho más y generaría guita para pagarles a todos, aunque sea unos pesitos? ¿Ponemos autores de la B Metropolitana porque vendemos poco, o vendemos poco porque ponemos autores de la B Metropolitana? ¿Sirve hacer una revista con esta calidad de edición, pero con material juntado “a la gorra”? Por ahí sí, porque nos permite descubrir a autores nuevos, o medio oscuros, de gran nivel a los que de otra forma nadie publicaría. Pero por otro lado nos tenemos que fumar cosas como esa historieta sosa, hueca y dibujada a los pedos que entregó Liniers (que de oscuro principiante no tiene nada) y que seguramente, si se la hubiera encargado una publicación que le pagara por su trabajo, habría tenido una calidad un poco menos bochornosa. Da para pensarlo. Sobre todo en mercados menos incipientes que el colombiano (el nuestro, sin ir más lejos) donde el vicio de la antología armada “a la gorra” también cunde más de lo recomendable.

miércoles, 8 de agosto de 2012

08/ 08: CERRADO POR QUIEBRE, BALAZO Y EXPLOSION

Y sí, una vez por año nuestra vida se convierte en una onomatopeya, o en realidad en tres: el Crack de algo que se quiebra, el Bang de un corchazo y el Boom de algo que explota en mil pedazos. Una vez por año, los fans de la historieta tenemos nuestra cita obligada, nuestra misa, nuestro encuentro impostergable con los otros fans de todo el país y con destacadísimos autores y editores argentinos y extranjeros. Los rosarinos tienen suerte: juegan de local. El resto, bolsito o valija, micro o tren, hotel o hostel, pero tenemos que viajar todos hasta allá a celebrar lo que más nos gusta.
Entre 9 y el 12 de Agosto, Rosario nos espera con los brazos abiertos. La hermosa ciudad santafesina abre un montón de espacios culturales a las actividades propuestas por este tercer Crack Bang Boom, que como ya es costumbre incluyen muestras, charlas, clínicas, talleres, presentaciones de libros y editoriales, revisión de carpetas y proyecciones. Y la posibilidad de encontrarnos con los autores, claro. Entre los invitados de este año se destacan Robin Wood, Max Aguirre, Quique Alcatena, Eddy Barrows, Alfredo De La María, Decur, Ernesto García Seijas, Tomás Giorello, Dante Ginevra, Carlos Gómez, Rafael Grampá, Renato Guedes, Dave Johnson, Horacio Lalia, Sergio Langer, Francis Manapul, Carlos Pedrazzini, Ivan Reis y Ervin Rustemagic, entre otros. Y además, vos sabés que se acercan hasta Rosario un montón de artistas más, que van por la suya, simplemente a pasarla bien con los colegas y amigos de todo el país.
Los años anteriores, me la banqué: laburé mil horas en mi stand, participé en varias charlas y aún así, todos los días clavé una reseña en el blog. Este año, ni a palos. Es mucho sacrificio. Sobre todo porque para leer y escribir uno necesita estar solo y durante una convención así uno NUNCA está solo. Te levantás tarde, desayunás en el hotel con los otros invitados, te vas a dar una vuelta por la ciudad, almorzás con los otros invitados, te metés en el predio de los stands a laburar, de ahí te volvés al hotel (son viajes cortos, no son horas y horas de bondi como en Buenos Aires, o Lima), te bañás y te vas a cenar con los otros invitados. Después seguro pinta alguna actividad de trasnoche (que es la cancha donde se ven los pingos, porque a morfar van todos, pero a los boliches, sólo los grossos de verdad), y así. No está bueno perderse nada de eso para leer comics y reseñarlos. Así que hasta el lunes, no tenemos nada más acá en el blog.
Para los que quieran acercarse a saludar, yo voy a estar los cuatro días en mi stand, desde que abre hasta que cierra el CEC (Centro de Expresiones Contemporáneas). Ahí vas a poder comprar toneladas de historieta argentina a excelentes precios e incluso los libros de este blog. Mañana jueves a las 15:30, sin salir del CEC, voy a conducir la charla con Ervin Rustemagic (el editor y agente europeo) orientada a los que van a presentar carpetas. El viernes a las 18:30 en el mismo lugar, me toca conducir la charla con Francis Manapul, guionista y dibujante de Flash. El sábado a las 15:30 voy a estar en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia (Peatonal San Martin 1080), charlando con el maestro Dave Johnson, el portadista de 100 Bullets y dibujante de casi toda Superman: Red Son y aquellas maravillosas miniseries de SuperPatriot. Y el domingo a las 15, en ese mismo lugar, vamos a estar junto al maestro Eduardo Risso repasando la vida y la actividad de Ervin Rustemagic, un personaje lleno de sorpresas.
La programación completa de Crack Bang Boom, día a día y sala a sala, está en http://www.crackbangboom.com.ar. Si sos un verdadero militante de la viñeta, la programación te chupará un huevo: vendrás al evento no porque se realiza tal actividad o viene tal invitado, sino porque ya es parte de la religión, ya es ESE momento del año en el que lo único que importa es juntarnos para festejar que en este país hay un evento 100% comiquero, enorme, amplio, coherente, donde no te masacran con la entrada y donde todo está cuidado para que artistas, expositores y asistentes la pasemos 10 puntos. Todo lo demás, no importa nada.
Nos vemos en Rosario!

martes, 7 de agosto de 2012

07/ 08: THE BIG BOOK OF THE UNEXPLAINED

Años y años, 15 para ser exactos, buscando este libro, el hermano del fundamental, descatalogadísimo e inconseguible Big Book of Conspiracies. Esta vez, el maestro Doug Moench nos invita a bucear en un montón de fenómenos paranormales, de esos que la ciencia rara vez esclarece y que las autoridades se niegan a aceptar.
Yo tengo un problema, que es que creo en todo. Creo que existen los OVNIs y que son tripulados por seres de otros planetas u otras dimensiones, creo en los sasquatch, en el monstruo del lago Ness, en los poltergeist, creo que en las pirámides de México, Centroamérica y Egipto metió mano una civilización de humanoides hiper-evolucionados (que probablemente hayan desaparecido cuando se hundió la Atlántida), me cierra cualquier teoría conspirativa que involucre a los Templarios, a la CIA, a los propios aliens... En este sentido, me deja bien cualquier bondi, el tren y el subte, como si viviera en el Puente Pacífico. Me falta creer que una señora virgen tuvo un hijo, nomás...
Lo que hace Moench en estos dos libros es aportarnos toneladas de datos a los que elegimos creer. Por supuesto, no arroja conclusiones definitivas: sobre todo en este libro, deja abierta la puerta para que todo sea chamuyo, para que sea todo un delirio de mentes trastornadas. Vos elegís: esto puede terminar como una aventura de Scooby-Doo, donde el sasquatch/ monstruo/ alienígena/ fantasma es un viejo garca disfrazado, o puede terminar como un comic de Hellboy, donde todos los fenómenos paranormales (momias, brujas, criaturas inclasificables) son posta. Lo bueno es que la data está. Y Moench la pone sobre la mesa, le da entidad a estos temas y los trata –básicamente- en serio, no es un “nah, escuchate esta bizarreada, que te vas a cagar de risa”. El tipo investigó, leyó, buscó y armó un andamiaje de argumentos no sé si 100% posta, pero por lo menos atendibles. El efecto para el lector normal que se topa con este libro es buscar más información sobre estos temas y preguntarse por qué tan poca gente se hace cargo de que estos fenómenos existen, por qué los gobiernos los niegan sistemáticamente. Si en vez de un lector normal sos un guionista de comics, el efecto más lógico es chorear ideas a mansalva: de estas historietas seguramente habrán salido (y seguirán saliendo) muchas más.
Si alguna vez viste un Big Book, sabrás que en estas páginas rara vez los dibujantes encuentran espacio para narrar. Generalmente, los dibujos ilustran (muchas veces en son de joda) algún aspecto de lo que narran los bloques de texto. Acá hay algunas excepciones, pero poquitas. El peso de llevar adelante las historietas lo carga Moench y lo hace con una cancha impresionante. Obviamente, tiene la complicidad de algunos dibujantes realmente excelentes, que se bancan, por esta vez, no ser los protagonistas. Veamos:
Un Eric Shanower preciosista y un poquito frío se luce en el prólogo y el epílogo. El glorioso Sergio Aragonés pone su inconfundible sello de calidad en Ancient Man. Randy DuBurke experimenta con éxito en In no Space-Time Flat. Russ Heath, Paul Gulacy, Rick Parker y Hunt Emerson son otros de los que rara vez fallan y acá la rompen. Bob Fingerman, Joe Staton (otro que experimenta un cambio de estilo) y el nunca bien ponderado Rick Geary también se lucen con muy buenos aportes. Ted Naifeh dibuja en un estilo que nunca le había visto antes, muy interesante. Dos dibujantes a los que no conocía me volaron la peluca: Donald Davis y Graham Higgins. Grossísimos ambos. Por debajo de lo que uno esperaba de ellos están los trabajos de D´Israeli, Steve Lieber, Brent Anderson y un muy joven J.H. Williams, a años luz de lo que dibuja hoy en día. Y el mejor laburo –por lo menos para mi gusto- es el de Joe Sacco. The Goatsucker es una de las historietas más extensas (11 páginas) y seguro la mejor dibujada. El demente de Sacco incluso se encargó de rotularla él mismo.
Por una cuestión de onda, de premisa copada, yo te diría que todos los Big Books están buenos. Creo que hubo uno sólo que no me enganchó para nada. Pero en ese contexto, no hay dudas de que los dos Big Books de Doug Moench están por encima de todos los demás, son los primus inter pares, los títulos por los que vale la pena pagar lo que te pidan, de una, sin chistar. Esa lista zarpada de dibujantes es un bonus track, casi un detalle menor. Lo inexplicablemente grosso es el laburo de Moench, absolutamente consagratorio y totalmente a trasmano del insostenible mainstream yanki de los ´90. Un fenómeno.