el blog de reseñas de Andrés Accorsi

miércoles, 30 de diciembre de 2020

ESTRELLA MALIGNA REMINA

Ultima reseña del año, y debo decir que me ensarté bastante. El de Estrella Maligna Remina es, definitivamente, el peor guion de Junji Ito que leí en estos años de seguir fielmente al maestro del terror japonés. El libro se salva de ir a la basura por el dibujo, que es realmente magistral, y por la historia corta (tiene 40 páginas, o sea, es corta sólo en el contexto del comic ponja) que complementa a la principal. Millones Solitarios tiene un final más impactante que bueno, pero la consigna es genial, el desarrollo es hipnótico, el dibujo está perfecto y es –en una palabra- el momento del libro en el que Ito realmente pela su merecida chapa de capo del terror. Te pone nervioso, te asusta, te hace barajar varias hipótesis de qué carajo puede estar pasando, te lleva hasta la última viñeta agarrado de la garganta en un clima que no deja nunca de tensarse y enroscarse… Hay tantos aciertos en 40 páginas que la verdad que si el final era muy lógico o medio frutero, ya me chupaba un huevo. Sólo quería que la historieta terminara para poder respirar. En cambio, durante la lectura de Estrella Maligna Remina me agarraba la cabeza y me preguntaba “¿falta mucho?”. Acá tenemos una consigna que ya es bizarra desde el arranque: un astrónomo descubre una estrella, la bautiza con el nombre de su hija (Remina), al toque se descubre que se trata de una especie de planeta caníbal, que se devora a otros planetas, y cuando empieza a acercarse a la Tierra, la gente le echa la culpa de la inminente catástrofe a la pobre hija del astrónomo, sólo porque tiene el mismo nombre que la estrella. Una pelotudez de dimensiones cósmicas, comprable al “momento Martha” de aquella peli de Batman y Superman. Esto que conté yo, Ito lo cuenta en 30 páginas, que son las más decentes del manga. Después de ahí, la debacle. Páginas y páginas en las que una turba enardecida busca al profesor Oguro y a su hija para matarlos, acusados de haber invocado a Remina (la estrella) para que venga a fagocitarse la Tierra. Persecuciones ridículas, peripecias extremas de las que Remina (la chica) zafa de maneras inexplicables, un infinito in crescendo de situaciones forzadas, una más inverosímil que la otra, donde Ito no logra ni siquiera generar tensión, de lo largo y reiterativo que se hace todo. Para la segunda vez que crucifican a Remina, ya decís “bueno, flaco, ¿cuántas veces más la van a capturar en vez de matarla?”. Y se supone que nos tenemos que poner de la nuca porque el planeta maligno se viene con todo, pero también, Ito lo resuelve de un modo tan bizarro que me causó más risa que otra cosa. Hay un subplot bastante bien llevado, que es el de Daisuke Mineishi, el hijo de un potentado que desapareció misteriosamente hace años y que va a reaparecer en algún momento de la historia, de un modo que yo, por lo menos, no me imaginé. Ese subplot y el dibujo, que es inexplicablemente genial, fuera de toda escala, son los puntos rescatables de una historia que empieza rara, rápidamente se vuelve absurda y finalmente, después de muchas páginas de un periplo larguísimo y enroscado al pedo, llega a un final casi abrupto, sin onda, sin sorpresa y sin la menor lógica. Posta, no me imaginaba que Ito podía escribir un guion tan pobre, tan decepcionante. Menos mal que a nivel visual Estrella Maligna Remina es una cátedra absoluta, en la que el autor deslumbra en todas las páginas con unas imágenes, unas texturas y un dinamismo descomunales. ¿Recomiendo este libro? Y, qué sé yo… si te hiciste militante de Junji Ito lo más probable es que lo quieras tener, aunque sea para alucinar con esos dibujos, y para disfrutar de la historia complementaria. Si nunca le entraste a la obra de este autor, por supuesto que te recomiendo probar por otro lado, por alguno de los mangas que –además de dibujos fabulosos- tienen guiones que no te faltan el respeto. Yo todavía no sé si quedármelo o no. Y bueno, así, como quien no quiere la cosa, se termina este extraño y complicado 2020. La semana que viene inauguramos la duodécima temporada del blog, y les cuento más o menos qué tengo pensado para seguir posteando en este espacio que compartimos hace ya once años. Gracias por otros 365 días de aguante y que empiecen muy bien el 2021.

lunes, 28 de diciembre de 2020

WONDER WOMAN 1984

¡Qué añito, DC! Muchísimas revistas canceladas, una cantidad brutal de empleados echados a la calle y dos películas, una más horrible que la otra. Wonder Woman 1984 es un flagelo, un castigo de más de 150 minutos que sólo un masoquista se puede infligir a sí mismo. La primera película de la franquicia, la de 2017, estaba un poco floja de papeles, pero en el contexto de lo que había estrenado DC en 2016 la recibimos como un prodigio, como un regalo de la providencia. Esta, que llega después de otro largometraje tirando a bochornoso y muchos meses sin estrenos a causa de la pandemia, no tiene méritos para generar ningún tipo de entusiasmo, ni entre los más desesperados. La directora Patty Jenkins nos regala una secuencia de apertura espectacular, una segunda secuencia simpática, una muy buena escenita entre los créditos y todo el resto del metraje es un verdadero calvario. Me aburrí muchísimo, como hacía mucho que no me aburría viendo cine. Todo el tiempo se me hizo obvio lo que iba a pasar y todo el tiempo me vi venir cosas absurdas y patéticas, que efectivamente sucedieron. Pedro Pascal, el actor que interpreta a Maxwell Lord, al principio me cayó bien. Me pareció que darle a Lord ese filo histriónico, un poco exagerado, era coherente con cómo me imaginaba al personaje actuando en los comics de la Justice League. Pero con el correr de los minutos, Pascal se me fue haciendo cada vez más insufrible, más sobreactuado, más caricaturesco. Para el final ya me daba vergüenza ajena, ya era una especie de bufón lamentable que hundía cada escena bajo el peso de su propia ridiculez, tipo Richard Pryor en la tercera película de Superman. Y el tema del hijito, era obvio para dónde iba a disparar, desde la primera escena en la que lo muestran. La actuación de Kristen Wiig, la chica que interpreta a Barbara Minerva, también va de mayor a menor. Me pareció copada cuando hace de nerd, insegura y torpe al estilo Clark Kent, y después, cuando el guion la lleva por otra senda (no quiero spoilear, pero supongo que todos saben en qué se puede convertir un personaje que se llama Barbara Minerva), pobre mina no pega una. Su función en la trama se empieza a diluir hasta desaparecer sin pena ni gloria en un tercer acto mucho más ilógico y titubeante que el de la primera peli de Wonder Woman. A Chris Pine lo vi mejor que en la peli del 2017, más suelto en las escenas de comedia, siempre dentro del acotado margen que le otorga un personaje tan chato como Steve Trevor. Y por suerte Gal Gadot mantiene intacto su encanto y su carisma. Lástima el guion, que es malísimo. Toda la parte en la que viajan a Egipto no tiene razón de ser, te la podés saltear tranquilamente, porque la historia no avanza un milímetro. La escena de los fuegos artificiales, también, totalmente al pedo. Y uno entiende que el conflicto sea una boludez, y que al villano le puede ganar cualquiera de mis tías setentonas mientras miran la novela de la tarde, pero igual no tiene lógica que Diana, en vez de mandarse con todo a tratar de frenarlo, pierda tiempo en el medio de una crisis perfeccionando sus técnicas de vuelo. Eso lo podría hacer después de derrotar al villano. ¿Tiene sentido que la peli esté ambientada en 1984? Muy poco. Apenas sirve para mostrar la escalada demencial de rusos y yankis en materia de ojivas nucleares. Ni siquiera aprovechan lo más lindo que tenía 1984, que era la música. Según los créditos finales, en la peli suenan hits como Rio (de Duran Duran) y Cars (de Gary Numan). Yo ni me di cuenta, y eso que presté atención. Guiños comiqueros, detecté tres copados: el jet invisible, la armadura dorada que inventó Alex Ross y la aparición en un rol chiquito de Simon Stagg, el suegro de Metamorpho. Pero no alcanza para salvar del papelón a esta secuela. Lo único realmente notable es el cariño que tienen Gadot, Jenkins y los guionistas (entre los que está Geoff Johns) por Wonder Woman, cómo se esfuerzan todo el tiempo para convencerte de que esta mina, además de hermosa y poderosa, es noble, valiente, responsable, compasiva, con una integridad a prueba de balas. Pero la aventura en sí, me resultó catastrófica. Voy a tener que leer críticas excelentes para animarme a mirar una tercera película de Wonder Woman a cargo de esta misma gente… Ah, y estoy leyendo un comic. Es largo, ténganme paciencia. Ni bien lo termine, sale reseña. Gracias y nos reencontramos pronto, acá en el blog.

miércoles, 23 de diciembre de 2020

LAZARUS CHURCHYARD: THE FINAL CUT

Este es un libro editado hace 20 años, que recopila historietas publicadas hace 30. Dos décadas tardé en conseguir esta gema, que siempre me fue esquiva. Recuerdo habérsela manoseado con cariño a un amigo que la tenía en su biblioteca cada vez que lo iba a visitar… pero bueno, ya está. La conseguí, la leí, y lo más importante es que la disfruté. Lazarus Churchyard es la primera historieta más o menos importante en la carrera de Warren Ellis, y debutó en 1990 en la revista Blast!, una antología británca apuntada al público adulto. El dibujante no es otro que el gran Matt Brooker, más conocido como D´Israeli, que acá deja la piel en cada viñeta, como lo suele hacer en todos sus trabajos. A nivel gráfico, acá D´Israeli se pone decididamente a la vanguardia. A su dibujo siempre plástico, intenso, generoso en detalles, el ídolo suma una gran fuerza expresiva, y recursos tales como escenas sutilmente dibujadas a lápiz de color, texturas, témperas blancas, efectos de estática, salpicados, escenas resueltas con una línea clara que se acerca a la que usaba Moebius en los primeros álbumes de El Incal, escenas engamadas en un único color… Visualmente, esto es un deleite, un mix irresistible entre estridencia y sofisticación, donde en cada viñeta queda en claro que estamos ante un dibujante prodigioso, un auténtico genio del Noveno Arte. En cuanto a la labor de Ellis, esto no parece en absoluto una obra de un guionista joven que recién se iniciaba en la profesión. El británico se luce a la hora de presentarnos este mundo futurista y decadente, dota a Lazarus de un pasado muy atractivo, y sobre todo de una motivación muy original: es un tipo que vivió más de 400 años y que lo único que quiere es morirse. Pero lo más ganchero es, a mi juicio, el tono. Acá está la mala leche, el humor negro, la vorágine de drogas, perversiones sexuales y usos bizarros de la tecnología que van a explotar unos años más tarde en (adivinaste) Transmetropolitan. Lazarus Churchyard se puede leer tranquilamente como un prólogo, o como un ensayo, para lo que más tarde va a ser la obra más rupturista de Warren Ellis, y eso la hace fundamental. La historia más floja de las que integran el tomo es la de los separatistas vascos, que no llega a ser chota ni mucho menos. Ese mismo guion, protagonizado por Lobo o por cualquier personaje de la 2000 A.D. que tenga aventuras con violencia, descontrol y humor negro, funcionaría lo más bien. En el contexto de Lazarus Churchyard, uno por ahí esperaba un plus, un vuelta de tuerca más. Y la mejor historia del tomo, la breve “Lucy”, es una joya de la mala leche y la desolación. La cantidad de ideas macabras y jodidas que introduce Ellis en apenas ocho páginas es algo realmente descomunal. El libro termina con una historieta inédita, “Finality”, que narra la historia de la concepción de Lazarus Churchyard. Otra cátedra de sordidez y oscuridad, dibujada varios años después que el resto del material. Acá se ve a D´Israeli dibujar y colorear incluso mejor que en el resto del tomo, y hasta alterar el diseño del protagonista, que ya no se parece tanto a Howard Stern, sino que tiene rasgos más extremos, más insectoides. Son otras 12 páginas impresionantes, que hacen que no quieras que Lazarus Churchyard se termine ahí, porque se ve a los autores compenetradísimos, y en un nivel devastador. Y no, no hay más Lazarus Churchyard, pero por suerte Warren Ellis volvió a frotar la lámpara y nos regaló la alucinante Transmetropolitan, donde el futuro hiper-tecno volvió a ser el escenario de una orgía de mala leche, violencia, sexo y más ideas geniales, originales y con ese condimento socio-político típico de este guionista, que cuando quiere, es genial. Obviamente, si sos fan de Ellis, o de D´Israeli, o de las historietas futuristas de decadencia y sordidez, te recontra-recomiendo esta edición de Lazarus Churchyard. Con la reseña de hoy alcanzamos la meta de las 120 en el año, lo cual no significa que no vuelva a postear de acá al 01/01/21. En una de esas, pinta una yapa, como para sumarle un par de entradas más a la estadística. Gracias y hasta pronto.

domingo, 20 de diciembre de 2020

LOS JINETES Y LA NOCHE 1002… 1003… 1004…

Nuevo recopilatorio de las historietas que Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena realizan para el mercado italiano, y como siempre, uno abre estos libros preparado para viajar por lugares maravillosos y vivir aventuras imposibles. Esta vez, tenemos una breve novela gráfica desarrollada en cinco episodios (Los Jinetes) y seis historias cortas autoconclusivas, que comparten una misma ambientación: la Arabia mítica, la de los sultanes y califas mezclados con genios (o djinns), ifrits y demás criaturas legendarias de infinito poder. La referencia a Las 1000 y Una Noches que propone el título no es caprichosa, porque la intención de los autores va claramente por ese lado, por el de sumar nuevos relatos fantásticos a aquella clásica compilación de cuentos y leyendas. Empiezo de atrás paraa delante, con las seis historias cortas. La sexta me gustó mucho, la quinta se me hizo un poquito predecible, la cuarta también me resultó atrapante, la tercera me parece que habría funcionado mejor en otra extensión (más larga, con más espacio para ponerle acción y aventura, como para que no quede en la canchereada de “mirá qué buena idea se me ocurrió”), la segunda me gustó por ser la más loca, la más fantasiosa, y la primera probablemente sea la más redondita, la que ofrece un mejor equilibrio entre una buena idea y un buen desarrollo. En todos los relatos Mazzitelli logra que los elementos fantásticos magnifiquen y potencien sus fábulas de poder, ambición, amor, lujuria, sabiduría, honor y codicia, y eso hace que no importe en lo más mínimo si el rol de la aventura es protagónico o anecdótico. Mazzitelli se propone hacer vibrar al lector y emocionarlo con otras armas: no con los cheap thrills de los combates, las persecuciones y los cataclismos que hacen temblar al mundo, sino con tramas en las que lo fantástico y lo imposible están ahí para darle fuerza a conflictos en los que todo pasa por los sentimientos. Creo que lo que más me gustó fue Los Jinetes, una saga breve pero intensa, por momentos asfixiante, que gira en torno a la venganza, o en realidad. a los límites de la venganza. También hay una trama romántica, un misterio sobrenatural muy bien llevado, intriga palaciega de alto vuelo y esos textos típicos de Mazzitelli en los que florece una prosa contundente, conmovedora, única. El guionista aprovecha la mayor extensión de Los Jinetes para ensayar lo que no puede hacer en las historias cortas, que es el desarrollo de personajes. Los cuatro o cinco protagonistas de la historia evolucionan notablemente en apenas 70 páginas y eso es parte de lo que mantiene atrapante a una historia que vos ya sabés desde el principio cómo va a terminar. Acá también, el amor, el poder, la ambición, la soberbia, la sabiduría, la templanza y la fe se entrelazan en una historia por cuyos pliegues se deslizan interesantísimas reflexiones acerca de cuestiones que nos son mucho más cercanas, más próximas que estos desiertos infinitos, estos palacios fastuosos y estas criaturas mágicas con formidables poderes. También como siempre, el talento literario de Mazzitelli, su capacidad asombrosa para generar situaciones dramáticas que exceden los contextos de la aventura y la fantasía, encuentra el complemento perfecto en la pluma endiablada de Alcatena. Si los genios son descriptos como poderosos, Quique los dibuja hiper-poderosos; si los palacios son descriptos como majestuosos, Quique los dibuja hiper-majestuosos; y lo mismo sucede con las mujeres hermosas, los ejércitos, las tempestades y las masacres. El trazo de Quique amplifica este mundo, lo hace aún más contundente, más emotivo, más cautivante. Una vez más, resulta imposible no quedar paralizado por la belleza de los detalles, por la forma en que Alcatena ornamenta las viñetas, la forma en que las acomoda en la página para lograr el mayor impacto narrativo, y –por supuesto- por los desbordes de la imaginación de este prócer del Noveno Arte. Podés haber leído decenas de versiones de los cuentos de Las Mil y Una Noches, saberte de memoria todas las fábulas y tener el más completo conocimiento de todas las criaturas fantásticas que aparecen en las leyendas de la Arabia mítica, pero nunca las viste (ni las imaginaste) como las dibuja Alcatena en estas páginas. Una vez más, acá la magia se hace papel y el papel se hace magia, un truco con el que Alcatena nos hechizó hace 35 años y –por suerte- no nos dejó escapar jamás. Recomiendo mucho este libro, y no, no lo pongo por encima de Una de Vampiros, que por ahora sigue siendo –para mi gusto- la mejor obra de autores argentinos publicada en nuestro país en 2020. Hablando de 2020 y de su inminente final, estoy evaluando alternativas para seguir con el blog en 2021. Ojalá se me terminen de acomodar las ideas y encuentre un formato viable, sustentable a lo largo de otros 365 días. Y nada más, por hoy. Nos reencontramos ya en el verano, acá en el blog.

jueves, 17 de diciembre de 2020

FAN LETAL/ FAN CON NATA Vol.2

Este libro debe ser de las últimas publicaciones lanzadas por Forum antes de irse a la B. Tengo entendido que el mítico sello de Planeta-DeAgostini desapareció a fines de 2004, y este Vol.2 de Fan Letal/ Fan con Nata está fechado en Noviembre de ese año. El tomo recopila casi 90 páginas de humor realizadas por Cels Piñol para las revistas de Forum y para Dolmen, la ya clásica revista de información que se publica en España desde 1996. Las historietas (todas de una página, casi todas divididas en seis viñetas horizontales) recorren los años 1996-2000, con comentarios irónicos o desopilantes acerca de la coyuntura que se vivía en aquel momento. Casualmente coincide con la época en la que yo viajé a España por primera y segunda vez (1998 y 1999) y en la que, por estar al frente de una revista de info sobre comics, estaba muy empapado de esa actualidad vibrante, por momentos desconcertante, a la que hacen referencia la mayoría de los chistes de Cels. Acá se ven claramente el desconcierto que reinó durante esta época en Marvel, las internas furibundas dentro de Image, el manga que crecía y se comía el mercado, la orfandad que sintieron los lectores de DC cuando desapareció Zinco (muy similar a la que se vivió en Argentina cuando desapareció Perfil), la grosera proliferación de merchandising en los eventos de comic, la llegada de los X-Men a la pantalla grande… Todas cosas que los comiqueros vivimos, sentimos y sufrimos en un día a día muy intenso, en el que la información todavía no circulaba a la velocidad a la que circula hoy, pero ya nos había hecho adictos. Además de ese repaso jocoso por la coyuntura de aquellos años, Piñol satiriza las costumbres de los fanáticos: la cacería de firmas en los eventos, la obsesión por tener los comics el día que salen, conservarlos en perfecto estado y meterlos en casa sin tener que explicarle a la novia, esposa o padres cuánta guita te patinaste, el gaste a los pibitos que empezaron a leer comics con Jim Lee, Rob Liefeld y Todd McFarlane y no saben quién es Jack Kirby, los tesoros ocultos que se pueden capturar en comiquerías y convenciones, lo que se padece cuando las editoriales retrasan sus novedades… Cosas de todos los días para los que alguna vez estuvimos muy pasados de rosca en el consumo, lectura y acumulación de libros y revistas con viñetas. Pero, no conforme con esto, Piñol incorpora una tercera temática, bastante más infrecuente: muchas de las situaciones más disparatadas suceden puertas adentro de las oficinas de Forum, y el autor juega con caricaturas (no necesariamente cariñosas ni condescendientes) de sus jefes, colegas y demás responsables de las decisiones, lanzamientos, éxitos y fracasos de la propia editorial en la que publicaba sus páginas. O sea que por momentos esto también se puede leer como un backstage de lo que pasaba dentro de Forum, obviamente en clave satírica. También aparecen bastante Ridli Scott, el Capitán Morsa, Stuart, Don Depresor, John Konstantin, el propio Cels y Léon, entre otros personajes ya conocidos para los seguidores del Universo Fanhunter, pero todos en plan de llevar cada breve hsitorieta a su remate final. El dibujo, que es siempre el punto débil de Cels Piñol, la verdad que no me hizo tanto ruido como otras veces. Por supuesto que la grilla de seis cuadros horizontales muchas veces resulta completamente incompatible con el timing de comedia que intenta lograr el autor, por supuesto que no me gusta el rotulado, pero son cosas a las que me acostumbré rápido. Lo único que se me hace indigesto, que se convierte en una sucesión de patadas a la garganta, es la forma en la que Cels dibuja a las mujeres: todas iguales, siempre igual de mal (en este rubro no se ve el menor progreso entre las planchas del ´96 y las del 2000) y encima siempre en el mismo plano (el que les toma las tetas, los hombros y la cabeza) y siempre de frente. Ni se le ocurre intentar, aunque sea una vez, dibujar a una mujer de perfil, o de cuerpo entero. Es como si te dijera “esto es lo que hay, y si no te gusta, mala leche”. Por lo menos las mujeres que aparecen (principalmente Conchi, la pareja de Stuart) no están caracterizadas como idiotas, ni como busconas, ni como agentes de la represión encargadas de que los varones la pasen mal, o sientan culpa o vergüenza por ser comiqueros. La verdad es que, si este material además de todos los méritos que tiene en materia de onda, humor, poder de observación, instancias de identificación, mala leche y delirio, además estuviera bien dibujado, sería ddemasiado. Un afano, una humillación, una injusticia tremenda para todos los demás autores. Así como está, está bastante bien, y me causó mucha gracia a pesar de los casi 25 años transcurridos. Nada más por hoy. Gracias por bancar los trapos y nos reencontramos en unos días, con nuevas reseñas acá en el blog.

lunes, 14 de diciembre de 2020

ARKHAM ASYLUM: LIVING HELL

Ay, la puta madre, qué manera de desaprovechar oportunidades… Esta miniserie escrita por Dan Slott y dibujada por Ryan Sook en 2003 arranca con un primer episodio glorioso, devastador, con excelentes ideas, un desarrollo apasionante y un final… medio pete, porque se impone la pésima decisión de estirar la historia cinco episodios más. El nº1 es un deleite, de verdad. Slott nos presenta a Warren White, el garca definitivo, un tiburón de la matufia financiera acostumbrado a estafar gente con uno de esos pases de magia legales que hacen desaparecer los ahorros de una viejita, la pequeña empresa de un laburante, o el canuto que arman los yankis para pagarle la universidad a sus hijos (ahí sí que –como decía una gobernadora nefasta- los pobres no llegan a la universidad). A White le sale mal un curro, lo denuncian, va a juicio, y para zafar de la cárcel no se le ocurre mejor idea que alegar demencia. Y efectivamente zafa de la tumba, pero le toca un destino peor: lo mandan a Arkham Asylum, para hacerle pericias psiquiátricas y confirmar si está loco o no. Cuando a White le cae la ficha de que va a tener que convivir con monstruos homicidas como el Joker, Two-Face y Killer Croc, decide lanzar sus redes de corrupción en el Asylum, y ver a quién puede coimear para que lo saquen de ese infierno. Todo este tramo es realmente genial, sobre todo la forma en que Slott presenta a un villano 100% maligno pero que nunca intercambió ni un sopapo con héroes o criminales enmascarados y que siempre resolvió todo con el poder de la guita. De pronto entendemos que en el Arkham Asylum la guita es algo muy menor, con la que no resolvés el principal problema, que es sobrevivir si sos un demente, y no volverte loco si no lo sos. Cuando White está cerca de lograr su cometido, interviene Batman (que aparece apenas un par de viñetas en todo el TPB) y el plan del estafador se hace añicos. ¿Cómo corno no se les ocurrió la forma de contar eso en 48 páginas, y convertir a Living Hell en un prestige demoledor? Hasta se podrían haber usado algunas ideas (o puntitas de ideas) que aparecen desperdigadas en el resto del TPB para darle más fuerza al final… Acá estaba la materia prima para una historieta excelente, de punta a punta. Pero no pudo ser. Los episodios 2 al 6 continúan la historia de Warren White atrapado en el Arkham Asylum, y Slott trata de hacerla interesante mechando momentos de humor, de violencia física muy brutal, de misterio sobrenatural y –ya sobre el cierre- una hecatombe mística cuasi-lovecraftiana, con magia, criaturas infernales y el mismísimo Etrigan envuelto en la machaca. Todo completamente innecesario, en especial esa sutil evolución de White, al que los autores van desfigurando hasta convertirlo en un freak más, de los tantos que pueblan las celdas del manicomio más famoso del Noveno Arte. Los villanos clásicos tienen roles pequeños en la trama. Sólo Two-Face amaga en algún momento con apoderarse del protagonismo y el resto (Scarecrow, Joker, Poison Ivy, Mad Hatter, Riddler, Killer Croc, Ventriloquist, etc.) están básicamente de adorno, para que los puedan poner en las portadas y engañar a algún comprador incauto. Pero además Slott hace otro truco innecesario: crea de la nada a cinco o seis criminales dementes 100% nuevos, a los que nunca habíamos visto, y los desarrolla un montón, los trata mucho mejor que a los que todos conocemos, al punto de que me hizo dudar si alguno de ellos no había aparecido ya en historietas previas. La respuesta es “no, pero sí en historietas posteriores”. Obviamente DC no se iba a privar de apoderarse de las creaciones de Slott que más o menos pegaron entre los lectores. El dibujo de Ryan Sook me gustó mucho. No es tan vistoso como en aquellos números de The Spectre que había dibujado un par de años antes, pero está muy bien, es muy funcional al relato y a los climas opresivos que este plantea. Las tintas de Wade Von Grawbadger también van para ese lado, el de acentuar la oscuridad y la deformidad de lo que está pasando. Se pasa de rosca en su intento por convertir a Sook en una especie de Kevin Nowlan o Mike Mignola, pero en general su aporte es acertado. El comic en sí no es un desastre, para nada. Es llevadero y tiene momentos de gran intensidad. El problema es lo que no pasa, lo que pudo haber sido Living Hell si la idea que tuvo Slott para el nº1 se desarrollaba en 48 páginas en vez de 23 y se terminaba ahí, sin seguirla, sin entrar en ese laberinto ridículo de peleas en el que la miniserie se pierde una vez terminado el primer episodio. Si la historia se concentraba 100% en la idea original, la del estafador inescrupuloso decidido a escapar de ese abismo en el que mandan los monstruos, no tengo dudas de que llegaba a un puerto infinitamente mejor. Y bueno, es lo que hay. Nada más por hoy, y nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.

viernes, 11 de diciembre de 2020

GUNVARA Y LA TRIBU PERDIDA

Este es un comic-book, más que un libro o una novela gráfica, pero muy bien editado, con una presentación impecable, un papel de alto gramaje, todo pensado y cuidado con una calidad infrecuente para las editoriales chicas de nuestra región. La historieta en sí tiene 32 páginas y está bien, es una cantidad idónea para desarrollar sin sobresaltos la historia que se le ocurrió a Athos Pastore y a la que le dio forma el guion de Pablo Ontivero. Se trata de una epopeya clásica, que avanza todo el tiempo hacia la confrontación entre Buenos y Malos, y que se las ingenia para –en un contexto 100% fantástico- filtrar alguna reflexión acerca del poder, la corrupción y qué pasa cuando los gobernantes se cagan en los gobernados. Todo esto en un tono adusto, serio, con poco diálogo, sin toques de humor, y con una protagonista fría, distante, que hace un recorrido, una especie de aprendizaje durante estas páginas, pero no lo exterioriza, va todo por dentro. Así es como cobran mucho peso los silencios, lo cual es bastante lógico. Estamos muy acostumbrados a la fantasí épica en la que los guerreros hablan sin parar y hasta tiran juegos de palabras mientras se cagan a hachazos y espadazos, e incluso a aventuras de este tipo que meten globos de pensamiento durante las peleas con monstruos subacuáticos, en las que los personajes no pueden hablar. Como Pastore en Mano Oculta, acá Ontivero prefiere narrar la abundante acción en silencio, y recostarse sobre las habilidades expresivas del dibujante. Del dibujo de Luca Vassallo lo que más me gustó es el pin-up con el que ilustra la retiración de portada. Yo lo habría puesto en la tapa, frente-march. En las páginas interiores, creo que lo que más disfruté fue la solidez en la narrativa, el manejo siempre ajustado y criterioso de la puesta en página, que es muy cambiante a lo largo de la historia, pero que siempre ofrece sorpresas y logros. La estética en sí es rara, por momentos parece una mezcla entre un virtuoso de la imaginación y la fantasia tipo Patrice Killofer y un dibujante de los neo-clones de Kirby, tipo Benjamin Marra o Tom Scioli. O no, porque estos tipos exageran todo el tiempo el dinamismo de la acción, la hacen muy estridente, y Vassallo es cualquier cosa menos estridente. No sé bien con qué estilo emparentar esas figuras que en algunos momentos se ven muy estáticas. Por ahí más que en Kirby hay que pensar en Steve Ditko… no sé muy bien por dónde entrarle. Pero es un dibujo correcto, que se ensambla bien con la onda de la historia. Como Kirby y Ditko, Vassallo también opta por un mundo de colores planos, primarios, sin matices. Es un estilo de coloreado que realza el trabajo del dibujante con las formas, y con la manera en que combina esas distintas formas dentro de cada una de las viñetas. Y ahí sale a la luz otro mérito de Vassallo, que es el talento para componer la viñeta, ya sea un simple primer plano de un único personaje, o una toma amplia y grandilocuente, en la que vemos a decenas de personajes en acción, y además los fondos. Tengo la sensación de estar ante un dibujante raro y bueno, pero más bueno que raro. Si todo el comic estuviera dibujado como el pin-up de la retiración de contratapa, por ahí estaría hablando de un monstruo, de un crack con pasta de genio. Y no mucho más. Con sólo 32 páginas y poco texto, si me meto más a fondo en la trama, termino spoileando todo lo que pasa. Me limito a señalar que Pastore, Ontivero y Vassallo tienen la noble intención de encontrarle una vuelta de tuerca más a la típica epopeya fantástica de guerreros, monstruos y criaturas bizarras, y que se esfuerzan para que uno note que no se quieren copiar de ninguno de los grandes maestros que incursionaron en ese género. Si continúan con las aventuras de Gunvara, no tengo dudas de que van a terminar de agarrarle la mano al tipo de historias que quieren contar y que van a lograr un personaje fuerte, atractivo, que deslumbre tanto como los paisajes extraños y las criaturas alucinantes con las que Vassallo pobló a este mundo. Nada más, por hoy. Buen finde para tod@s y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

martes, 8 de diciembre de 2020

TURNO DE NOCHE

Hace poco estuve a punto de comprarme este libro, convencido de que no lo tenía. Por suerte me frené a tiempo, volví a mi casa, me fijé y sí, lo tenía. Pero no recordaba absolutamente nada acerca del argumento, ni siquiera del dibujo, así que lo puse en la pila del material pendiente para leer, convencido de que al leerlo me iba a acaordar de algunas cosas, que me iba a caer alguna ficha, onda “ah, sí, cierto que pasaba tal cosa con tal personaje”… Nada de eso sucedió. Lo leí de punta a punta y a cada página me fui convenciendo cada vez más de que nunca jamás, en mi puta vida, había leído esta obra de Matthias Schultheiss. ¿Por qué lo clavé en la biblioteca sin leerlo? No tengo la menor idea. Misterios de la vida. Tampoco descarto que en su momento lo haya leído y mi memoria lo haya deleteado por completo del disco rígido. No suele suceder, pero siempre hay una primera vez para todo y en la familia de mi viejo hubo muchos casos de adultos mayores con Alzheimer. Así que antes de terminar con el viejito protagonista de Arrugas, me interno en la reseña de esta breve novela gráfica. Es obvio que cualquier cosa con esa portada tiene que ser un éxito. Te muestran esa imagen y para no llevarte el libro tenés que tener un témpano en el alma o telarañas en los bolsillos y hambre de un par de días. Y adentro el dibujo baja un par de cambios respecto de la portada, pero es muy ganchero, muy hermoso. Schultheiss no improvisa, no manda fruta. Te dibuja unos personajes bien definidos, con mucha expresividad, te cuida todos los detalles en la ropa y los peinados, y te los larga a yirar por una ciudad (Hamburgo) a la que le sentís los ruidos, los olores, el ritmo. La narrativa es ajustada, tampoco se cuelga con boludeces, ni se desordena a la hora de la planificación de las secuencias. Podemos discutir si está bueno que arme algunas páginas con tres tiras (generalmente de dos viñetas iguales, es decir, la Gran Kirby) y otras con cuatro tiras. En general, cuando opta por las cuatro tiras, el alemán te clava una sola viñeta widescreen por tira, y le queda bárbaro. Me gusta bastante menos cuando rompe la página en cuatro tiras y a su vez subdivide cada tira en dos viñetas, pero por suerte no es algo que suceda muchas veces en las cincuenta y pico de páginas de Turno de Noche. En general, entonces, la faz gráfica está muy bien. El texto está bien repartido entre las viñetas, los climas apuntalan bien las sensaciones que quiere transmitir el guión, y por supuesto en todo lo que tiene que ver con anatomía, iluminación, color y volúmenes, estamos ante un monstruo, un tipo con un talento descomunal, con el aplomo como para jugarse a hacer lo que se le canta, convencido de que le va a salir de muy bien para arriba. El guión… bueno, más o menos. Hay un hallazgo muy notable, que no se debe pasar por alto, que es el trabajo en la protagonista (Leo, la taxista) y cómo Schultheiss va profundizando secuencia a secuencia sus vínculos con otros dos personajes. Sin embargo, para darle relieve, espesor, verosimilitud y hasta tensión dramática a la relación de Leo con Franki y Dusti, Schultheiss deja de lado la punta argumental que a mí más me enganchó: la de la cheta que desaparece en esa casa medio destruída no sin antes dejarse en el taxi de Leo ese amuleto que parece tener poderes sobrenaturales. El autor vuelve un par de veces sobre el tema del amuleto, los personajes piensan qué carajo hacer con él, pero lamentablemente, el conflicto que va a motorizar la trama no pasa por ahí, sino por las turbias movidas de Dusti para llevarse a Leo a la cama. Ese vínculo tóxico, obsesivo, por momentos muy violento, le roba protagonismo al elemento que a priori parecía más rico como sustento de la ficción que plantea Schultheiss y lleva a la trama en otra dirección, tal vez más asfixiante y menos aventurera. No digo que esa decisión esté mal tomada, pero sí que hace sentir un toque inconexa, un toque fuera de lugar, a la primera secuencia, que a mí particularmente me encantó y me hizo ponerle muchas fichas al desarrollo que me imaginé para la obra. Pero bueno, las historietas no son las que uno se imagina, sino las que los autores efectivamente escriben y dibujan. Tengo otro libro de Matthias Schultheiss en el pilón de los pendientes, y ese sí, estoy seguro de no haberlo leído nunca. Ya le llegará su turno (de noche o de día, todavía no lo sé). Muchas gracias por el aguante y nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.

sábado, 5 de diciembre de 2020

GRENDEL TALES: HOMECOMING

Me cayó milagrosamente este tomito, que recopila una miniserie de Grendel Tales de apenas tres episodios. Una historia muy corta, que se lee muy rápido, pero no exenta de sorpresas. Básicamente, me sorprendieron dos cosas: 1) Nunca pensé que este arquito tan menor estuviera tan enganchado con Grendel: War Child. Sin embargo, todo pasa alrededor de Susan Veraghen, un personaje que en dicha saga empieza con un rol muy menor y crece a lo largo de toda la obra hasta convertirse en un personaje secundario de bastante relieve. A cada página de Homecoming me resultaba más lógico que Matt Wagner y Pat McEown hubiesen querido traer de vuelta a Susan y profundizar en su historia, sus motivaciones y sobre todo su potencial como heroína grossa en este universo intrincado y genial como es el de Grendel. 2) Me costó, realmente, hacerme a la idea de que este dibujante era el mismo que el de War Child. Son historietas separadas por tres o cuatro años, pero en ese breve lapso lo que evoluciona el dibujo de McEown es infernal. Y va a seguir evolucionando. Para fines de los ´90, McEown va a ser un dibujante bien enrolado en el indie yanki, mucho más cerca de las antologías más vanguardistas de Fantagraphics y Drawn & Quarterly que de un comic de acción y aventuras como es Grendel. En esta estación intermedia que es Homecoming, McEown se suelta muchísimo respecto de su labor en War Child, donde hace un trabajo magnífico, pero muy pendiente de parecerse a los dibujantes típicos del mainstream. Parecía un paso previo hacia dibujar… Punisher, no hacia esta mutación gráfica que tanto disfruté en Homecoming. Mucho tiene que ver con el hecho de que, en este arco de Grendel Tales, McEown sólo está a cargo de los lápices. Quien completa la faz gráfica con tinta y color es el glorioso Dave Cooper, el zarpadísimo autor de Pip & Norton, Suckle, Crumple y tantas otras maravillas surgidas del indie más lisérgico. El trazo finito, prolijo y de grosor uniforme que emplea Cooper convierte a McEown en un dibujante de línea clara, con bastantes puntos en común con Arno, aquel talentoso dibujante francés (que también vivió en Chile y en Uruguay) que tuvo la desgracia de morirse a los 35 años. Y a la hora de agregarle el color, Cooper busca por el lado de Moebius y encuentra esa historieta hipnótica, Le Planéte Encore, con la que en 1990 el Genio Infinito sorprendió a propios y extraños. Esa misma paleta y esas mismas texturas (que parecen logradas con lápices de colores aplicados de manera muy sutil y muy precisa) aparecen en un comic de acción y machaca, de la mano de un Cooper inspiradísimo, y hacen que Homecoming no se parezca en nada a ninguna otra historieta publicada en EEUU en aquellos convulsionados mediados de los ´90. Y bueno, por el costado de todo este despliegue fastuoso de experimentación y belleza, avanza una trama también imaginada por McEown, y complementada por Matt Wagner, quien aporta “diálogos adicionales”. Es una trama chiquita que a duras penas se sostiene las 60 páginas que dura la obra, con poquitas pretensiones. Está buena para lo que decía yo antes: continuar la evolución de Susan de personaje de relleno a personaje con peso propio dentro de la mitología de Grendel. Pero la aventura en sí, despojada de su conexión con la saga creada por Wagner, es muy menor y está muy vista. Chica dura y aguerrida vuelve a su pueblo después de mucho tiempo y lo encuentra sojuzgado por una banda criminal, cuyo líder aterroriza a la población. Se reencuentra con Avrill, la chica a la que amó en secreto en su juventud, ese romance se reactiva y florece, los malos le ponen un fin abrupto al matar a Avril, y la chica dura y aguerrida descarga una venganza brutal que termina con el capo de los malvados derrotado y muerto. Fin. En 48 páginas se podía contar lo mismo, pero 60 se hacen muy llevaderas, porque las personalidades de las dos chicas están bien trabajadas, la trama romántica está bien llevada y los estallidos de machaca son realmente impactantes. ¿Recomiendo Grendel Tales: Homecoming? Sí, pero con reservas. Si no sabés quién es Susan Veraghen y nunca leíste Grendel: War Child, probablemente esto te parezca la nada misma. A menos que seas muy fan de Pat McEown o de Dave Cooper y ahí sí, esto tiene altas chances de resultarte irresistible más allá de que no te interese en lo más mínimo la trama y el universo en el que se desarrolla. Si ya venís manija con el universo de Grendel y estás buscando arcos de Grendel Tales que no sean sólo humo sino que conecten grosso con los arcos principales, acá tenés uno que aporta bastante, incluso con Matt Wagner participando muy poco. Nada más por hoy. Me dieron ganas de releer War Child, pero me las voy a aguantar, así en unos días les traigo otra reseña, de otra cosa. Gracias y hasta pronto.

miércoles, 2 de diciembre de 2020

HEROES

Terminado el mes temático dedicado a la historieta argentina, volvemos a la senda del eclecticismo y la mescolanza para este último mes del año. Héroes es un manga autoconclusivo del maestro Inio Asano, doblemente atípico. Por un lado, no se parece en nada a las otras obras de este ídolo fundamental para entender el manga del Siglo XXI. Esto va totalmente para otro lado, no tiene nada que ver con Oyasumi PunPun, ni con Solanin, ni con ningún otro manga de los muchos que reseñamos previamente en este blog. La única similitud que le encuentro con las obras anteriores de Asano es que, entre los pliegues de la trama, el autor deja traslucir un mensaje, tiene una línea consistente para bajar. De modo vago, si se quiere, desde un lugar más irónico que militante, pero Asano nos propone cierto grado de reflexión, cierto meta-comentario que trasciende la innegable gracia que tiene la historia. Por el otro lado, Héroes es una marcianada en comparación con lo que se ve habitualmente en los otros mangas, sean los clásicos hitazos comerciales o las obras más raras, más idiosincráticas. No se me ocurre con qué otros títulos vincularla, es como una categoría en sí misma. La estructura episódica de la obra está utilizada como un recurso discursivo, y es por ahí donde se filtra la pésima leche con la que Asano aborda el género en el que –supuestamente- se encuadra Héroes. El autor reitera una fórmula, una y otra vez, con lo cual logra que le prestemos atención a los detalles que no se repiten de un episodio al otro, a la vez que nos subraya el mecanismo que está poniendo en práctica. Yo escuchaba la voz de Asano diciéndome “mirá lo que voy a hacer ahora”. No sé si esto funcionará igual leyendo Héroes de a capítulos, en distintos números de una revista. Pero leído así, en libro, todo de un saque, el efecto es hipnótico. Después está el factor bizarro. Si la gracia está en satirizar al género de las gestas heroicas, en las que enormes paladines se embarcan en misiones a todo o nada de las que no siempre salen indemnes, Asano le suma una cuota de delirio al armar el equipo (el once inicial, digamos) con unos personajes extrañísimos, que rompen todos los moldes. En un punto me resistí a seguir avanzando en la lectura, porque entendí que en cada capítulo iban a ser menos (no más) las posibilidades de indagar más a fondo en este elenco disparatado, lleno de ideas geniales. Me quedé con las ganas de disfrutar de más diálogos e incluso de ver más de las aventuras de estos personajes increíblemente limados. Pero me divertí mucho, me atrapó la idea, esto de moner en marcha un mecanismo y sostenerlo capítulo a capítulo, en una progresión que nunca imaginé dónde (ni cómo) podía llegar a terminar. Por el lado del dibujo, también me encontré con un montón de sorpresas: las ilustraciones de doble página a todo color que separan a los capítulos son obras maestras, con un trabajo alucinante de color y de composición. En las historietas en sí, Asano incorpora tonos de rojo y rosa que no vemos en sus otras obras y les saca un jugo riquísimo. El dibujo es suelto, dinámico, con una vitalidad y una frescura cautivantes. Y además, al estar todo ambientado en un mundo fantástico, con personajes que en su mayoría no parecen humanos, Asano manda al freezer por un rato la referencia fotográfica (que en los últimos tiempos se habí convertido en su marca de fábrica) y se larga a inventar prácticamente todo lo que vemos. Del reflejo minucioso de una realidad urbana agobiante, nos vamos a un despliegue de imaginación sin límites, con bosques, monstruos, criaturas raras, caballeros medievales con armaduras tipo Saint Seiya y vórtices místicos de oscuridad primal. Todo dibujado en un plan más cercano a la joda que a esa intención casi documental que tienen los otros mangas del ídolo. Repito: esto es rarísimo, es Asano probando otras cosas (otras drogas), incluso a riesgo de dejar de garpe a sus seguidores de siempre, porque acá hace todas cosas que no había hecho nunca. No quiere que te identifiques con los personajes, no quiere que sientas que es una historia que podría estar pasando en tu barrio, no quiere hacerte reflexionar acerca de tu vida cotidiana. Se quiere escapar, irse a la mierda y buscarle el costado absurdo a la epopeya, a elementos fantásticos propios de los relatos que (hasta ahora) no le habían interesado en lo más mínimo. Si no te molesta esa desconexión brutal con el resto de la bibliografía del mangaka, Héroes seguramente te va a atrapar y a robarte más de una risa y más de un “nah, no podésss”. No estamos hablando de una Obra Maestra del Noveno Arte, sino de un momento extraño en la carrera de un genio, que un día decidió mostrarnos que, si se lo propone, puede encarar historietas muy distintas a las que nos viene ofreciendo en los últimos años. Ojalá todos los autores consagrados tuvieran los huevos para (de vez en cuando) salir de su zona de confort y aventurarse con ideas más locas, a años luz de lo que sus lectores más fieles esperan de ellos. Asano lo hizo, y le salió muy bien. Demostró que podemos ser Héroes, por una vez… Nada más por hoy. Nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas, acá en el blog.

domingo, 29 de noviembre de 2020

RIO DE ESTRELLAS

Una vez más me toca leer un trabajo de Jorge Morhain y Horacio Lalia, muy distinto al que vimos la última vez (reseña del 05/02/13). El dibujo de Lalia está en un muy buen nivel, muy ajustado, muy sobrio, con momentos de expresividad potente y un esmero en los paisajes muy encomiable. Tiene esa puesta en página rara, esa forma de poner los cuadros medio caprichosa, que me hace suponer que en cualquier momento voy a llegar a una encrucijada en la que no voy a saber en qué orden tengo que mirar/leer las viñetas. Por suerte, eso está contemplado, y la ubicación de los globos resuelve las incógnitas en la gran mayoría de los casos. Creo que hubo una sóla página en la que traté de seguir el hilo del relato y me encontré con una viñeta que no era la que me tocaba leer. Se solucionaba todo pidiéndole al maestro que utilizara una grilla más clásica, cosa que sabe hacer y muy bien. El argumento tal como lo plantea Morhain tiene su atractivo: unos humanos de otra dimensión viajan por el espacio-tiempo con la misión de capturar a las criaturas más jodidas del horror cósmico, monstruos lovecraftianos, que incluso tienen los nombres que les puso el glorioso Howard Phillips. En un momento, tienen un problema a bordo de la nave y se ven obligados a descender hasta el fondo de un río junto a un pueblito cuasi-perdido en la selva de la Mesopotamia argentina en el que van a empezar a suceder un montón de cosas raras. Lo más interesante es cómo Morhain reparte el protagonismo entre 10 ó 12 personajes. Lo menos interesante es que los lectores siempre estamos dos pasos adelante de los personajes. Nosotros sabemos que estos “visitantes” no son científicos normales, sabemos que esas luces en el río provienen de la nave, que esas criaturas monstruosas son las que causan todos los despelotes… y los personajes no entienden un carajo. O empiezan a entender todo mucho después. Lo cual no es ilógico, porque se supone que es gente con poco acceso a la cultura, a la que Morhain sitúa en un contexto socioeconómico de mucho atraso, más cercano a la superstición que a la ciencia futurista que traen estos visitantes. Pero el efecto que causa este “delay de comprensión” en el relato para mi gusto lo lastra, le resta fuerza e interés a los sucesos. Y lo otro que no tiene mucho sentido es la cantidad de peripecias sobrenaturales que se acumulan en el pueblo antes de que tomen cartas en el asunto las autoridades policiales o militares. Recién en el capítulo 11 vemos una reacción por parte de las autoridades que se hacía imperiosa desde el capítulo… cinco, por ser generosos. Es decir que se sostiene durante muchas páginas la fachada de que sucesos que podrían tener una repercusión cósmica permanezcan acotados a un espacio muy chico, en el que viven (si no entendí mal) menos de 50 personas. Con el correr de las páginas, esto se hace cada vez más inverosímil. Al estar planteada como una serie episódica y no como novela gráfica, Río de Estrellas recurre a una acumulación gradual de sucesos extraños vinculados a los visitantes y los entes que estos tienen en cautiverio, que hace que el verosímil se vaya desgastando de modo exponencial. En general, los diálogos están bien, reflejan de modo acertado los distintos orígenes de los personajes. Y me pareció correcta la forma en la que Morhain deja de lado gradualmente los elementos y situaciones emparentados con la comedia costumbrista, para enfatizar que en punto la cosa ya se puso demasiado heavy como para meter chistes de señoras que toman mate y clientes de burdel que se enamoran de las prostitutas. Entre una cosa y otra, Río de Estrellas cuenta en 144 páginas algo que podría haber pegado más fuerte contado en 80 ó 90, sin estirar innecesariamente misterios que lo eran sólo para los personajes, porque los lectores ya sabíamos todo lo que estaba pasando. Pero bueno, la verdad que no hay muchas historietas que combinen suspenso sobrenatural, horror lovecraftiano y comedia costumbrista ambientada en un pueblito de Corrientes o Misiones. En ese sentido, hay que ponderar la originalidad y los riesgos que asume Morhain. Y cuando el crujido que se escucha es el del verosímil, tiene ahí al dibujo de Lalia que le pone dramatismo y hasta realismo a las escenas más bizarras. Río de Estrellas no es una gema de la Historieta Argentina: es una lectura llevadera, perjudicada por el formato episódico y por algunas decisiones que tienen más que ver con el guion que con el argumento. Me da la sensación de que el fan de la aventura clásica lo va a disfrutar un montón, más allá de estas cositas que a mí mucho no me cerraron. Y se terminó el Noviembre temático. Para la próxima, vamos con comic europeo, yanki o japonés (todavía no lo sé). Gracias por el aguante y nos reencontramos el mes que viene con nuevas reseñas, acá en el blog.

jueves, 26 de noviembre de 2020

JUAN SAENZ VALIENTE, EL CÓMICS

No me siento bien, pero este es el único rato que tengo para escribir, así que mala leche. De última, será una reseña un poco más corta que las habituales. Por motivos que no logro entender, vendí muy poquitos ejemplares de este libro. No me voy a poner ahora a sopesar los factores por los que (creo yo) mis clientes no me lo encargaron, pero sí quiero señalar que si en el resto de las distribuidoras Juan Sáenz Valiente, El Cómics tuvo tan poca repercusión como la que muestran mis planillas, estamos ante una injusticia mayúscula, sólo comparable al hecho de que el Diego esté muerto y Carlos Menem no. Juan Sáenz Valiente, El Cómics combina breves historietas humorísticas con chistes de una sóla viñeta, por supuesto todo escrito y dibujado por el autor de La Sudestada y Norton Gutiérrez. El registro elegido por Juan es la autobiografía y así es como lo vemos de principio a fin del libro convertido en personaje. Juan combina anécdotas graciosas de su infancia, adolescencia y actualidad, con secuencias en las que lo vemos flashear, dar rienda suelta a su imaginación, y dibujar no lo que realmente sucede, sino por lo que pasa por la cabeza (bastante sexópata, por cierto) del autor. Este es un efecto cómico muy eficaz, que me hizo acordar a los mejores momentos de El Otro Yo del Dr. Merengue, pero por supuesto “tuneado” para este milenio. Entre guarangadas sexuales, chistes escatológicos y momentos más tranqui, el libro me arrancó varias carcajadas. Lo único que no me cerró es un detalle de los diálogos: Juan usa palabras porteñas como “bondi”, “laburo”, o “garchar”, y las incorpora a diálogos con frases que parecen escritas en ese engendro lingüístico espantoso llamado “castellano neutro”. El resto, todo muy divertido, muy genuino, muy gracioso. El dibujo es excelente. Acá se luce el poder de observación de Sáenz Valiente, su ojo clínico para pescar detalles en el lenguaje corporal, la ropa y los gestos de la gente (y los perros). Además cobra protagonismo esa plasticidad, esa facilidad para deformar los cuerpos, los rostros y los ángulos, que Juan usa para acentuar momentos cómicos y patéticos en igual medida. Acá Juan tira una magia digna de Oscar Grillo o Kyle Baker, a un nivel realmente altísimo. Y por supuesto, algo que en las historietas no se ve tanto, que es la increíble habilidad de Juan para la caricatura, para incorporar rostros de personas reales a su registro gráfico. Desde él mismo y su mamá hasta Mercedes Sosa, el Puma Rodríguez y China Zorrilla, cuando Sáenz Valiente se propone retratar a alguien real, da siempre en el clavo. Recomiendo mucho este libro, de verdad. Para cagarse bien de risa, para disfrutar del dibujo y las ideas de Sáenz Valiente en una dimensión más libre, más salvaje, y para pensar si la autobiografía está realmente liquidada como género, o si con un par de buenos libros (como este) está como para levantarse de la tumba y salir de joda varias noches más.

lunes, 23 de noviembre de 2020

MANO OCULTA

Otra vez me toca reseñar una obra de Rodrigo Canessa, un guionista semi-oculto en los pliegues de la historieta argentina actual, del que se habla poco, pero por lo menos una vez al año tira al “mercado” una obra interesante. En este caso me tocó leer Mano Oculta, escrita por Canessa y dibujada por Athos Pastore, una obra en la que el guion en sí es casi minimalista. Canessa plantea un argumento (no lo quiero explicar, por las dudas que que alguien prefiera leer el libro), que tiene que ver con un mundo post-holocausto nuclear en el que algunos sobreviven como pueden y otros montan un complejo operativo para experimentar ilícitamente con seres humanos. Y ya está. Lo plantea y lo deja volar. Lo que más me gustó del guion es cómo Canessa “se calla la boca” y deja que las imágenes que conjura Pastore cuenten la historia de Etiel y su búsqueda. Esto podría ser un festival de bloques de texto introspectivos, o descriptivos, y los personajes podrían hablar mucho más de lo que hablan, pero el guionista elige el camino contrario: el de los silencios., el de dejar que los dibujos creen los climan, describan y acentúen lo que le está pasando a Etiel y al resto del elenco. En principio no es una mala opción, pero para mi gusto Mano Oculta tiene dos problemas, y casualmente los dos tienen que ver con esta decisión por parte de Canessa: por un lado, como toda historieta en la que escasean los textos, se lee muy rápido. No a todos los lectores les resulta un bajón que los libros les duren menos de 15 minutos, pero a mí la verdad que no me copa. El otro problema es que noto una cierta falta de intensidad. Canessa piensa un argumento rico en situaciones tensas, estremecedoras, jodidas… pero después renuncia al uso de un montón de elementos que podría poner en juego para hacernos vivir todas esas sensaciones con más fuerza. Sin embargo, prefiere que estas nos lleguen –como decía recién- exclusivamente a través de los dibujos de Pastore, lo cual no siempre sucede. En algunas secuencias, como la del incendio cerca del final, Pastore se pone el relato al hombro y deja todo para transmitirnos la verdadera fuerza dramática de lo que está sucediendo en la historia, y en otras la verdad que no, y eso hace que Mano Oculta enfríe en momentos en los que debería calentar y no impacte en momentos en los que –desde el argumento mismo- tenía todo servido para impactar. En el apartado gráfico, Athos hace muy bien algo que la mayoría de los dibujantes hacen mal, que es mezclar varias técnicas de entintado. Acá hay un revoltijo de línea clara, mancha expresionista ida al carajo, tramas mecánicas, claroscuro… Imaginate una historieta dibujada a ocho manos entre el Lucas Varela de Doctor Oscuro, Pablo Burman, Renzo Podestá y Gonzalo Ruggeri. Un dibujo muy generoso en materia de climas, repleto de detalles en los fondos pero muy simple en los rostros, realmente muy interesante para mirar y estudiar. Le falta lo que señalábamos recién: más intensidad a la hora de transmitir todas esas cosas que habitualmente transmiten los textos y que acá el guionista decidió “restar” de la ecuación. Pastore se desvive para cuidar la calidad del grafismo y el flujo del relato secuencial, pero le falta ese plus, esa garra para cazar al lector de la garganta y ametrallarlo con todas esas sensaciones y emociones que Canessa imaginó en el argumento pero no incluyó en el guion. Sólo por la cantidad de secuencias mudas que tiene Mano Oculta, me doy cuenta de que es una historieta que guionista y dibujante hablaron mucho, y que hay entre ellos un fuerte vínculo de confianza. Esta vez, la apuesta a un guion minimalista y un dibujo que cargara con casi todo el peso de la narración no salió todo lo bien que uno quisiera, no obstante lo cual (cantaría Riff) estamos ante una obra atractiva, con un buen conflicto, un buen desarrollo y una buena resolución, ambientada en un mundo atípico y fértil para este tipo de aventuras, y dibujada en un estilo original, novedoso y de gran solidez, coherente consigo mismo de la primera viñeta hasta la última. No tengo dudas de que en su próxima obra conjunta Canessa y Pastore van a ajustar un poquito la sintonía para que todo este despliegue de ideas e imágenes pegue mucho más fuerte. Ah, excelente la edición a cargo de la editorial Deriva. Un lujo, de verdad. Nada más por hoy. Seguimos recorriendo obras de autores argentinos en este Noviembre temático, acá en el blog.

viernes, 20 de noviembre de 2020

NIPPUR DE LAGASH Vol.28

Hora de despedirme de esta serie, que me acompañó durante unos cuantos meses de este año bizarro e irrepetible. El coleccionable de Planeta-DeAgostini sigue un montón de tomos más, la serie escrita por Robin Wood también, pero yo me bajo acá, con esta tanda de episodios de mediados de 1979. Lo que viene después es la etapa en la revista Nippur Magnum, creo que con Ricardo Villagrán de nuevo a cargo de los dibujos, y no sé si algún día lo leeré completo. Algunos episodios leí en mi infancia, otros ya de grande, y –como me pasó con estos tomos- no todo me pareció glorioso, ni mucho menos. Así que hasta acá llego. Para la despedida me acompaña también el maestro Carlos Leopardi, dibujante de los seis episodios incluídos en este tomo. Un tomo narrado en estilo “moderno”, con pocas páginas de más de 9 viñetas y pocas secuencias sepultadas por infinitos masacotes de texto. En la mayoría de las páginas, el dibujo de Leopardi encuentra espacio para lucirse, si bien no son tantos los momentos en los que el dibujo se hace cargo de llevar adelante la narración. Leopardi llega a este último tramo de su paso por la serie pisando muy firme, muy afianzado en un estilo bien expresionista, por momentos brecciano, por momentos bien grotesco, y en algunos pasajes más tributario del de Lucho Olivera. Lo más notable es cómo lo masacran los coloristas (juicio y castigo a esos hijos de un tren cargado con siete millones de putas) y cómo Leopardi explota cuando tiene la posibilidad de dibujar escenas de acción y violencia. Este es, lejos, el Nippur más violento de todos. Ninguno de los dibujantes que pasó o pasará por esta serie grafica las peleas como lo hace Leopardi, con esa sensación de vértigo y de peligro extremo tan atípica en las historietas de Columba. Por motivos que desconozco, Leopardi no tiene muchas más producción en historieta fuera de su etapa en Nippur. Una pena, porque lo que mostró acá alcanza para aspirar a la consagración y sumarse al Olimpo de los grandes dibujantes de aventuras que dio este país. En cuanto a las historias que componen el tomo, no hay demasiado para destacar. La primera es un disparate, liso y llano, en la que pasan un montón de cosas impactantes que no tienen ninguna explicación racional. Se podría escribir una saga de 12 capítulos explorando y tratando de responder todas las preguntas que dispara Wood en estas 14 páginas, pero nunca nadie se tomó el trabajo de hacerlo. En la segunda, Robin hace algo que a mí me gusta, que es traer de vuelta a prersonajes que ya aparecieron en episodios anteriores. En todo caso, el que sobra en esta aventura es Nippur, cuyo aporte a la trama es ínfimo. La tercera es rarísima… Si no entendí mal, es una historia de amor entre un adulto grandote y un nene de unos 10 u 11 años. Por ahí en 1979 esto no hacía mucho ruido, pero hoy es muy turbio. La cuarta historia es fórmula pura, 14 páginas en las que pasan millones de cosas y Robin crea a personajes muy grossos para liquidarlos sin ningún miramiento. Y la quinta y la sexta son las historias más interesantes, las que ofrecen los giros argumentales menos predecibles. También con personajes secundarios alucinantes a los que jamás volveremos a ver, pero con tramas intensas, dramáticas, que dan pie de modo muy natural a combates grossos y moralejas conmovedoras, de esas que Wood escribe mejor que nadie. En fin, podría haber sido bastante peor. No sé si voy a extrañar a Nippur, pero a Leopardi seguro que sí. Y hasta acá llegamos. Nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas de historieta argentina acá en el blog.

martes, 17 de noviembre de 2020

SOBRE EL DANUBIO

Me imagino que la reseña de hoy va a quedar cortita, porque se trata de una historieta muy breve. Leonardo Kuntscher y Kundo Krunch narran la historia del Puente de Trajano en apenas 114 viñetas, varias de ellas sin textos. Es una buena historia, basada en hechos reales ocurridos en la época del Imperio Romano, que es un período histórico acerca del cual la historieta argentina ha hablado bastante poco. El guion de Kuntscher ensaya una explicación interesante de por qué pasó lo que pasó y explica bien el conflicto entre el poderosísimo imperio y los dacios, un pueblo que habitaba lo que hoy conocemos como Rumania. Como los galos de la aldea de Astérix, los dacios se van a plantar frente a los romanos para resistir la conquista, y también la magia (esta vez no en forma de poción) va a tener algo que ver en el resultado final. En el medio, los hijos de Roma van a construir una de las obras arquitectónicas más impactantes de su época, un puente sobre el río Danubio, de ahí el nombre de la historieta. Sobre el Danubio tiene una premisa atractiva, un conflicto interesante y una resolución de altísimo impacto. ¿Qué le falta? Probablemente un poco más de carnadura en los personajes. Ni la bruja de los dacios ni los jefes de ninguna de las dos facciones tienen esa profundidad, o esos matices, que nos dan ganas de que unos ganen y otros pierdan. Ahí sí que las distancias con cualquier aventura de Astérix (incluso las más chotas) son abismales. Y es cierto que en tan pocas páginas no era fácil meter, además, desarrollo de personajes complejos. Entre el planteo de la trama, el mínimo desarrollo y un espacio dedicado al final que es acorde con la grandilocuencia del mismo, Kuntscher se consumió toda la extensión de esta breve historieta. El librito ofrece 33 páginas de narración gráfica sobre un total de 44, es decir que el 25% está ocupado con algo que no es lo que uno paga por leer. O sea que en la Ratio Accorsi, le va definitivamente mal. Donde realmente descolla Sobre el Danubio es en la faz gráfica, que nos presenta a Kundo Krunch (uno de los dibujantes más interesantes que tiene hoy la historieta argentina) dispuesto a bancar el desafío de salir de su zona de confort y documentarse a full para llevarnos al año 105 de nuestra era de manera convincente. Kundo afila el ingenio para hacer entretenidas esas páginas con seis o siete viñetas chiquitas donde sólo se ve gente hablando y las rompe en las secuencias en las que la historia deja de lado los textos y se imponen los silencios. Pero sin dudas lo que más impacta, lo que se me impregnó en las retinas con más fuerza, son esas escenas gigantescas con batallas y cataclismos fuera de control. Y lo que menos me cerró fue el trabajo con el color, que abusa un poco del recurso (el último recurso) de engamar cada página, o dos páginas contiguas en un sólo color que, con mínimos matices, convive con la mancha y la línea negras. La idea piola que pone en juego Krunch a la hora del color es la de hacer desaparecer el blanco de personajes y fondos, y usarlo sólo para los globos de diálogo. Repito, entonces: obra cortita, que ocupa apenas el 75% de un libro chiquito, pero a la que no le faltan méritos en el guion y ofrece unos cuantos momentos memorables en el dibujo. Se puede recomendar sin ningún resquemor a cualquier fan de la historieta al que le gusten las aventuras con base histórica y dimensión épica. Y nada más, por ahora. Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas de historieta argentina, en este Noviembre temático que estamos transitando acá en el blog.

sábado, 14 de noviembre de 2020

LA FRUSTRACION

Sigo recorriendo lanzamientos de historieta argentina de este extrañísimo 2020, y ahora es el turno de La Frustración, el nuevo trabajo de Brian Janchez. Esta probablemente sea la novela gráfica más extensa en la bibliografía del autor, que no sólo subió la apuesta en materia de ambiciones, sino también en materia de originalidad. Después de jugar con varios géneros, de destacarse sobre todo en la comedia costumbrista (a la que de a poco le fue incorporando elementos dramáticos), ahora Janchez se propone una fusión sumamente original: La Frustración es una aventura dramática, con mucha introspección, con un rol muy importante para los vínculos entre las personas, pero ambientada en un contexto de ciencia-ficción del post-holocausto. Una combinación rara, que en una de esas se le podría haber ocurrido a Beto Hernández, pero no a muchos más. Y por si a la consigna le faltara atractivo, Janchez incorpora otro elemento con el que le había ido muy bien en sus primeros trabajos: la autobiografía. La Frustración no es un comic autobiográfico, pero obtiene un montón de recursos tragicómicos del hecho de que la protagonista, Bulma Jimenes, es una autora de historietas enrolada eternamente en un underground enrarecido y adverso, que garantiza sangre, sudor y lágrimas, más que esa consagración a la que todo artista alguna vez aspiró. Está claro que muchas de las frustraciones que experimenta Bulma, ese boulevard de los sueños rotos por el que transita su carrera como autora de comics, empalma con los sinsabores que alguna vez vivió Brian en los años que lleva en este metier. El contexto del post-holocausto da origen a un world-building interesante, bien pensado y bien ejecutado. Pero sin dudas el principal atractivo de la novela está en la construcción que hace Janchez del personaje central. Bulma Jimenes es una mina dura, conflictiva, tramposa, manipuladora, por momentos capaz de ser muy cruel. Difícil identificarse con un personaje así, si no fuera por ese rasgo que (en una de esas, a los ojos de algunos lectores) la redime: su amor por la historieta. Probablemente eso sea lo único 100% genuino en esta mujer enroscada al límite de lo patético. Janchez hace crecer al personaje desde la primera viñeta hasta la última, a fuerza de un logrado equilibrio entre silencios introspectivos, diálogos punzantes y escenas de acción a todo o nada, con más violencia que la que nos mostró en cualquier otra de sus obras. El final es abierto, y no del todo triste. No me molestaría en lo más mínimo que en algún momento Janchez se decidiera a retomar a Bulma Jimenes para continuar esta historia y ofrecernos nuevos giros argumentales y más exploración de este mundo crepuscular y caótico en el que la historieta es el principal entretenimiento popular. El dibujo va en la línea de los trabajos más recientes de Brian: una línea despojada, sintética, con un claroscuro extremo en el que sólo existen los espacios blancos y las masas negras. Las caras son muy expresivasy los fondos no aparecen muy seguido, pero cuando lo hacen, están bien. Creo que lo que más me gustó de la faz gráfica fueron los homenajes a Peanuts, los personajes claramente basados en Marcie y Peppermint Patty. Y me gustó también la narrativa descomprimida, sobre todo esas páginas en las que en vez de meter tres viñetas widescreen cada una con un bloque de texto, Janchez dibuja tres viñetas normales y pone los textos en la mitad de la página que le queda vacía. A rasgos generales, hay una intención coherente en guión y dibujo que –digo yo, no sé si Brian lo pensó así- la de generar una distancia entre lo que se cuenta y el lector. La narrativa tiene ese grado de frialdad como para que incluso las escenas que nos resultan familiares se sientan lejanas, la protagonista no se esfuerza en lo más mínimo en generar ningún tipo de empatía, y el recurso de ambientar la historia 65 años en el futuro le permite al autor “vendernos” un mundo que no se parece demasiado al nuestro. Así como hay historietas que buscan que uno se sienta parte del relato, que se involucre casi como si fuera un personaje más, La Frustración va para el lado contrario y aún así llega a buen puerto. Estamos hablando de una muy buena novela gráfica, donde brilla el desarrollo de un mundo y un personaje para nada trillados, y donde se ve a un autor maduro, en total control de una vasta gama de recursos narrativos y gráficos. Me animo a recomendarle La Frustración no sólo a los fans de Brian Janchez que lo siguen hace años, sino incluso a quienes nunca se aventuraron en las obras de este interesantísimo autor. Y nada más, por hoy. Retomamos este Noviembre dedicado a la historieta argentina en un futuro post que se viene pronto, acá en el blog.

miércoles, 11 de noviembre de 2020

CRIMENES Y CASTIGOS

Qué grosso tener todo este material en libro… Yo lo tenía disperso en un montón de números de Fierro, encima de la época más floja de la etapa clásica de Fierro, que es esa del medio, entre los nºs 30 y 60. Tenerlo todo en álbum, así editado, es un placer increíble. Hay 10 páginas sin historietas sobre un total de 56, lo cual es un poquito mucho, pero es realmente una edición preciosa, muy cuidada, a la altura de la chapa de un genio del Noveno Arte como fue Carlos Nine. ¿Qué me pasó leyendo las historietas? Primero, descubrí que no me acordaba un carajo de cuando las leí por primera vez, allá por los ´80. Fue como leer algo 100% nuevo, como si Nine hubiese escrito y dibujado este material el año pasado. En parte porque es un material que no envejeció en lo más mínimo. Hoy probablemente los historietistas lo piensen un poco más antes de introducir tantos personajes sexópatas y tantas mujeres golpeadas, ultrajadas o asesinadas en un comic, pero básicamente Crímenes y Castigos es una historieta muy moderna, muy actual. Y lo otro que me pasó no está tan bueno: me encontré por un lado con unos textos exquisitos, escritos por un tipo que no sólo entiende perfectamente las convenciones y lugares comunes del hard boiled, sino que las sabe satirizar con ingenio y con talento, que logra hacer impredecibles historias que parten de premisas muy, muy remanidas. La faz literaria de Crímenes y Castigos me pareció brillante, intachable. Y los dibujos, por otro lado, son alucinantes. Es Nine en estado puro, decidido a detonar todo su arsenal de recursos plásticos, en un festival desenfrenado de imaginación, grotesco, sensualidad y delirio, técnicamente asombroso, originalísimo, cautivante. Pero nunca llega a producirse ese click, esa comunión entre el texto y el dibujo. O por lo menos yo no la sentí nunca. Editás este libro sin los dibujos, y te quedan unos cuentos cortitos y geniales. Editás este libro sin los textos y te queda un artbook alucinante, repleto de ilustraciones y viñetas majestuosas. Pero texto e imagen nunca se acoplan, no necesitan el uno del otro. Nine no sólo se arriesga a no delimitar los bordes de las viñetas, no sólo deja de lado ese elemento gráfico formidable que tiene la historieta que son los globos de diálogo, no sólo te clava cada tres o cuatro páginas una splash page que fuerza un cambio en el ritmo de la narración. También hace una con la que yo particularmente no comulgo, que es prescindir casi por completo de la secuencialidad. Veo poca conexión, poca interacción, poco juego entre cada viñeta y la siguiente. Muchas veces, si no fuera por la reiteración de algún personaje, parecen viñetas de distintas historietas, o peor aún: ilustraciones realizadas para distintos medios, o distintos proyectos, hilvanadas de un modo medio forzado para integrarlas a una misma página y a una misma narración. Se le ven un poco las costuras, se nota que por momentos cada historia es un Frankenstein de dibujos gloriosos que no nacieron en función de estas historias, sino de otros trabajos de Nine. Y la verdad que las imágenes son tan hermosas y tan potentes (a veces tan perturbadoras) que no importa demasiado. Pero si venías más acostumbrado al Nine de Fantagás o de El Patito Saubón, es probable que esto te haga un poco de ruido. Como en todo relato hard boiled, no hay mucha indagación en la personalidad de los detectives protagonistas, que están ahí más como artificios de la narración que como personajes que nos tienen que transmitir la sensación de ser personas (o algo así). De hecho, hasta es al pedo que haya tres investigadores distintos, porque no interactúan entre ellos, pero sobre todo porque Nine no les da distintas personalidades o distintas formas de encarar el relato en primera persona de cada uno de los casos. Felizmente los casos son muy atractivos y están resueltos con finísima mala leche y hasta cierto vuelo poético. Un nuevo libro de Carlos Nine en el mercado argentino siempre es motivo de festejo y se vive como un acto de justicia, como una forma de pagar la deuda que nuestro país tiene con uno de sus artistas más brillantes, y que mejor nos hizo quedar en el exterior. Al comiquero que nunca se enganchó con las historietas de Nine, no le recomiendo empezar por Crímenes y Castigos, ni a palos. Como puerta de entrada a este universo descontrolado, seguramente funciona mejor Fantagás, por ejemplo. Pero al fan de Nine, o de la historieta argentina menos convencional, o al fan de la literatura hard boiled que se banque la parodia y el manoseo de los tópicos del género, estoy seguro de que Crímenes y Castigos le va a volar la cabeza. Nada más por hoy. Seguimos recorriendo historietas argentinas en este Noviembre temático en futuras reseñas que aparecerán muy pronto acá en el blog.

domingo, 8 de noviembre de 2020

NIPPUR DE LAGASH Vol.27

Y no, no podía ser. Ya era muchísimo pedir que este tomo mantuviera el nivel del anterior en materia de guiones. En estos seis episodios vamos a ver a Robin Wood volver a la fórmula clásica de la serie, es decir, a generar aventuras autoconclusivas que no construyen ni para arriba ni para los costados, en las que todo vuleve prolijamente al punto de partida sin afectar en lo más mínimo a Nippur. No pretendo que en todos los tomos tengamos un sacudón como el que vimos en el Vol.26, pero tampoco esta forma tan gastada de patearla siempre a la tribuna. La que más me sulfuró fue la tercera historia, La Furia de las Mujeres. No es una mala aventura, pero en esta serie está más desubicada que chupete en el orto. El relato empieza y termina con Nippur viviendo en pareja con una chica llamada Darana, dedicado a labrar la tierra para los cultivos. Los bloques de texto nos permiten suponer que Nippur lleva muchos meses de esa vida sedentaria, a la que regresará en la última página, una vez vencidos los villanos. ¿Por qué el errante decide abandonar los caminos y la aventura para vivir esa vida? ¿Cómo conoció a Darana? ¿Cómo y por qué se separa de ella para retomar la senda de la aventura en el episodio siguiente? ¿Por qué nunca más se vuelven a mencionar los meses (o años) que paó junto a Darana? Nada, Robin no nos da la más mínima pista de qué pasó. Lo cual –lamento decirlo así, de modo tan tajante- ESTA MAL. Es una traición al lector que sigue la serie. Esto mismo, narrado en el marco de las aventuras de Juan Carlos el Labriego, o de Darana la Campesina, estaba perfecto. Pero esto es Nippur de Lagash, un tipo que se dedica a vagar por el mundo antiguo y a impartir justicia sin quedarse nunca en ningún lugar. Los guiones de las otras cinco historias son normales, ni brillantes ni catastróficos. Pero con el ominoso regreso de las páginas de 11 y 12 viñetas microscópicas superpobladas de textos kilométricos. En algunas Nippur tiene un poco más de peso, en otras está de adorno, o de mero testigo de situaciones que se desenvuelven a su alrededor, pero ninguna transmite esa sensación de saga, de que están pasando cosas importantes a largo plazo. Siempre hay alguna frase demoledora, alguna descripción fascinante en algún bloque de texto, siempre está esa línea de rebelarse contra la opresión, de bancar hasta la muerte ideales de dignidad y lealtad para con los compañeros… En eso también Wood es coherente, digamos todo. Pero este último tramo de 1978 no ofrece ni por asomo las situaciones extremas y las emociones que ofrecía el tramo inmediatamente anterior. Los dibujos de Carlos Leopardi están muy bien. Lo que pierden en sofisticación lo ganan en fuerza expresiva, en salvajismo. Por momentos, se le va la mano en el grotesco (me imagino cómo lo putearían los fanáticos de la línea más académica, más identificados con la estética más clásica de un Ricardo Villagrán, por ejemplo), pero le pone a la serie esa impronta más dramática y te hace sentir que cuando pinta la violencia se pudre todo, de verdad. En el último episodio del tomo, a Leopardi se le ocurre cambiar la forma en que le dibuja la nariz a Nippur, un detalle pavote, pero que me llamó la atención. Y al igual que Lucho Olivera, dibuja a todas las mujeres con la misma cara. Esta vez me pareció que los coloristas trataron un poquito mejor a los dibujos de Leopardi. Sigue habiendo viñetas todas pintadas de rosa, o todas de celeste, o secuencias en las que el cielo pasa de verde a rojo de un cuadrito al siguiente. Pero noto un cierto cuidado, un leve esfuerzo por no arruinar el trabajo del dibujante. Y bueno, no se pudo. La gloria duró un tomo, que fue el anterior. Me queda sin leer uno solo, que prometo reseñar antes de fin de mes. La colección sigue hasta el sesenta y pico, pero mi hermano tomó la decisión bastante sensata de dejar de comprarla cuando algún delirante decretó que pasara a salir todas las semanas. Veremos con qué me encuentro cuando me toque despedirme (probablemente para siempre) de Nippur de Lagash. Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas en este mes temático dedicado a la historieta argentina, acá en el blog.

jueves, 5 de noviembre de 2020

UNA DE VAMPIROS

Acá está el batacazo, el tapado. Una de Vampiros es ese libro al que la gran masa del pueblo no le dio pelota, que salió allá por Marzo o Abril sin causar demasiado revuelo y que -una vez que lo leés- se instala con total comodidad entre las mejores historietas argentinas de este año… y de los años anteriores, incluso. Yo le tenía fe porque conozco el trabajo de Agustín Paillet en el campo de la ilustración infantil y sé que es muy grosso. Pero sinceramente nunca me imaginé que a la hora de contar historias Paillet iba a lograr un ensamblaje tan perfecto entre su dibujo, los distintos recursos de la narración gráfica, los argumentos y –sobre todo- los diálogos. Después de ocho páginas prácticamente en blanco que lo hacen caer por debajo de la Ratio Accorsi (sumadas a cuatro páginas en blanco al final del libro), Una de Vampiros ofrece cinco historietas autoconclusivas con los mismos protagonistas: dos nenes de cinco años y una nena un poquito más grande, de siete u ocho. La gracia es que estos chicos hacen las mismas cosas que en las típicas películas yankis hacen chicos de más de 14. Salen de noche, fuman, van a recitales de rock, se enamoran… todos los clichés de las películas yankis de adolescentes están extrapolados y recreados para ser vividos en forma prematura por estos nenes de pre-escolar que todavía creen en Papá Noel. Eso le da a las historias un clima raro, inquietante, un WTF?!, que resulta muy ganchero, muy bizarro y en cierto modo muy tierno. La primera historia me gustó mucho. Con la segunda, ya me empecé a encariñar fuerte con los personajes. En la tercera, ya me estaba riendo a viva voz, solo como un infeliz en un colectivo donde el resto de los pasajeros me empezaba a mirar con cara de “¿qué el pasa a este subnormal?”. La cuarta me pareció la mejor historia del libro, una gema absoluta, difícil de superar. Son 20 páginas que te atrapan por completo, que te llevan del éxtasis a la angustia, con diálogos brillantes, chistes, ternura freak, mala leche y un talento infernal para subvertir los lugares comunes de este tipo de relatos y hacerlos caer por el propio peso del absurdo. Y la quinta también, encuentra en el absurdo las herramientas fundamentales para hacernos sentir en carne propia las desventuras amorosas de Tomi y el otro vampirito. A lo largo de todo el libro, me reí muchas veces, me sentí identificado muchas veces, me fascinó la forma en que Paillet juega a contar historias de nenes chiquitos que en realidad esconden otra cosa y disfruté a lo bestia de un dibujo exquisito. Paillet desarrolla una estética típica de dibujo animado actual (una onda Gravity Falls, por citar una que sepamos todos), pero sólo para los personajes. Los fondos parecen de una historieta indie yanki, tipo Daniel Clowes o Adrian Tomine, y la combinación es impecable. La idea de colorear todo en tonos de rojo y rosa, sumado a un trabajo magnífico en el claroscuro, da por resultado un libro muy hermoso a la vista. Paillet arma para todas las páginas una grilla básica de 12 viñetas, con cuatro tiras de tres. Pero en todas las páginas encuentra el momento ideal para romper la grilla y meter viñetas que ocupan dos o más de esos 12 espacios, a veces ampliadas a lo ancho y a veces a lo alto. Con eso logra un ritmo perfectamente controlado (muy idóneo para las situaciones de comedia) y a la vez encuentra margen para enfatizar ciertos momentos de la narración con cuadros más grandes, siempre elegidos con muy buen criterio. Lo más notable es que incluso esas viñetitas que ocupan la doceava parte de la página están dibujadas y organizadas en un nivel altísimo, nunca muy apretadas, siempre con los planos bien elegidos y el espacio para los globos bien dispuesto. Una de Vampiros es el primer libro de historietas de Agustín Paillet, pero parece el trabajo de un autor con 20 ó 25 años de trayectoria en este medio. Que no tenga la prensa que tienen otros no significa que no estemos frente a un monstruo con un dominio apabullante de este oficio, un capo que a los 34 años alcanzó un pico realmente magistral, en el que ojalá lo veamos quedarse a vivir y a contar historias durante mucho tiempo. De verdad, ni siquiera hace falta ser fan de la historieta argentina para engancharse a full con Una de Vampiros. Alcanza con que te gusten las buenas comedias, con personajes entrañables, diálogos brillantes y situaciones familiares en las que aparece un twist bizarro e impredecible que las hace frescas y cautivantes. Si seis de esas 12 páginas en blanco fueran historietas o dibujos de Agustín Paillet, estaríamos hablando de un libro perfecto, de una gema imposible de mejorar. Así como está es una belleza, la sorpresa más grata que me dio este año plagado de muerte y desolación. Gracias por leer este choclazo de texto y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

lunes, 2 de noviembre de 2020

BOLA NEGRA

A lo largo de varios años, Liniers trabajó en la adaptación al comic de este cuento del autor mexicano Mario Bellatin, ahora transformado en una novela gráfica. Fiel a su estilo innovador y cercano al disparate, Liniers se puso una regla: iba a adaptar en cada página del comic dos renglones de cuento. O sea que si en dos renglones Bellatin contaba poco o nada, lo mismo sucedería en la historieta. Incluso cuando el renglón termina con una palabra cortada en alguna de sus sílabas por un hiato, Liniers reproduce ese corte y la palabra inconclusa continúa en la página siguiente de la historieta. Sí, ya sé. Un delirio total. Ya el sólo hecho de no modificar el texto en lo más mínimo, no sintetizar frases, no dejar afuera ni una coma, es un salto al vació absoluto. Lo que hace Liniers, al final, no es exactamente una historieta: es acompañar con ilustraciones un texto que ya existe exactamente igual en su versión literaria. Las páginas están armadas (casi siempre) como si fuera una historieta: varias viñetas yuxtapuestas, con globos de diálogo (que a veces contienen menos de una palabra entera) y bloques de texto. Pero en ningún momento hay secuencias mudas, en las que el dibujo se aventure a contarnos algo que el texto no cuenta y en general vemos muy pocas transiciones de acción a acción, o de momento a momento. Este detalle y el de las palabras cortadas en cualquier lado (y continuadas en la página siguiente) son las que transmiten la sensación de estar leyendo algo que más que una historieta es un experimento, o –visto con mala leche- un capricho. No voy a descubrir nada nuevo si digo que Mario Bellatin escribe muy bien. En este relato hay muchísimas frases preciosas, ideas muy locas, un misterio que se nutre tanto de elementos místicos como científicos, cierta ironía, cierto juego con lo asqueroso, cierta mirada satírica a las tradiciones milenarias de Oriente… Falta un poquito más de profundidad psicológica en el protagonista (el entomólogo japonés Endo Hiroshi), pero ahí sí, a la hora de definir el aspecto de los personajes Liniers logra darles una carnadura que por ahí en el texto de Bellatin no tenían. El relato es atractivo, no lo discuto para nada. Entiendo por qué Liniers se cebó con el cuento al punto de querer transformarlo en una historieta. Lo que me parece es que no era un cuento idóneo para este tipo de traslación y que, al imponerse esas reglas tan bizarras, Liniers inclinó todavía más la cancha a favor de los rivales. El resultado no es exactamente malo, pero comete un pecado que ningún libro debería cometer: jamás te convence de que estás leyendo algo trascendental. Incluso si te engancha la historia de Endo Hiroshi, incluso si te intrigan o fascinan las bizarreadas que manda Bellatin para enroscar un poco más la trama, incluso si te maravillás con los recursos gráficos y con la calidad del dibujo de Liniers (que es sublime), Bola Negra no te termina de involucrar por completo. Todo el tiempo aparece el tema del capricho, a veces de manera subyacente, otras de manera muy, muy conspicua. Y al final gana esa sensación de que Liniers la pasó bomba poniéndole dibujos a su cuento favorito de ese escritor con el que pegó onda cuando se conocieron en Tierra del Fuego, pero que uno, como lector, nunca termina de ser parte de esa fiesta. Hay dos tipos talentosos, cada uno hizo lo que se le cantaron las bolas, los dos le pusieron imaginación, pasión y jerarquía a su labor artística, y sin embargo el resultado es algo que (por lo menos desde mi óptica de fan de las historietas de Liniers) no logra llegar a buen puerto. No logra lograr ese logro (diría un especialista en rebuznancias) que la convierta en una novela gráfica potente, atrapante, compacta, satisfactoria de punta a punta. Si sos muy fan de Bellatin, quizás te interese como pieza extraña en la bibliografía del escritor mexicano, y si sos fan de Liniers acá vas a ver al ídolo dibujando, coloreando y planificando páginas en un nivel extraordinario. Con la adaptación al comic de Bola Negra, el consagrado autor de Macanudo propone una timba muy loca y muy arriesgada, pero con la que en varios momentos me costó conectar, por eso hoy me cuesta recomendar. Nada más por hoy. Este mes, vamos a tener 10 reseñas de sendos libros a cargo de autores argentinos, o por lo menos UN autor argentino. Nos reencontramos pronto, acá en el blog.