el blog de reseñas de Andrés Accorsi

domingo, 28 de noviembre de 2021

22 al 28 de NOVIEMBRE

Finalmente, después de muchos meses clavado en Buenos Aires, el viernes retomo mi sana costumbre de viajar a otras ciudades, así que no sé si el finde que viene tendremos nuevas entradas acá en el blog. Por ahí nos vamos a un esquema de “postear cuando pinte”, sin un día predeterminado para que aparezcan nuevas reseñas en este espacio. Veremos cómo nos acomodamos. Pero vamos con el repaso por el material que leí esta semana. Encontré muy barato un ejemplar de La Juventud de John Difool, el Vol.1 de la saga de Antes del Incal, en la edición ochentosa de la Colección Humanoides, o sea: álbum finito de 48 páginas, tapa blanda, rotulado medio choto y una traducción bastante cuestionada (en décadas posteriores) por los fans españoles más exigentes. Esto lo había leído de prestado cuando salió (año 1988, casi seguro) y obviamente no me acordaba nada. Miento: me acordaba que me había parecido bastante flojo, por eso nunca leí el resto de la saga que (ni hace falta aclararlo) funciona como precuela de El Incal. Ahora, con otra edad y otra cabeza, con varias relecturas de El Incal a cuestas y la lectura de La Casta de los Metabarones y alguna otra historieta que interesecta con este universo, veleteo y afirmo que La Juventud de John Difool está muy bien. Sin ser un álbum fundamental, es un gran trabajo de Alexandro Jodorowsky, que se tira con los tapones de punta a dotar de mayor profundidad a John Difool, a enriquecer su pasado, a explorar un poco más en sus motivaciones, a contarnos cómo conoce a Beepo, como se vincula con su familia, y sobre todo a darle relieve, espesor sociopolítico y potencial para la aventura a la Ciudad-Pozo. En la saga de El Incal, la magnitud de los conflictos va a hacer que esta mega-urbe quede chica, y que los personajes vivan aventuras alucinantes en otros escenarios aún más extremos. Pero en Antes del Incal, pareciera que la idea de Jodorowsky es enfocarse 100% en Ciudad-Pozo y dotarla de un montón de “atractividades” (como diría un burro) y de claroscuros que la conviertan en un terreno aún más fértil para las tempranas andanzas de John Difool. El guion tiene acción, romance, humor con bastante mala leche y guiños al que ya sabe todo lo que le va a pasar a los protagonistas en la saga que sucede después pero leímos antes. El dibujo está a cargo del por entonces yugoslavo (hoy serbio) Zoran Janjetov, un artista exquisito que jugaba muy pegado a la línea de Moebius, pero sobre todo a la de Arno. Fuera de esa falta de originalidad, no hay mucho que se le pueda criticar a Janjetov: su trabajo en materia de anatomía, iluminación, perspectiva, fondos, puesta en página y sobre todo color, es absolutamente intachable, y cumple con creces la misión de enganchar al fan de Moebius y hacer absolutamente reconocibles a los personajes y locaciones que el lector de El Incal ya conocía. Podría hablar mucho más sobre este álbum, pero quiero referirme también a otros. No descarto para nada comprarme un integral que traiga todo Antes del Incal, y eventualmente leerlo y reseñarlo, porque este primer tramo que gustó más de lo que esperaba.
Llegué a la anteúltima de las novelas de 96 páginas de Cybersix, y me encontré con una de las más decepcionantes. El dibujo es muy bueno. Está firmado por Carlos Meglia, pero yo estoy seguro de que acá no hay prácticamente nada dibujado por el ídolo. Simplemente a la editorial no se le cantó acreditar a los asistentes que llevaron adelante la tarea de dibujar esto en el estilo del querido maestro. Pero la verdad que visualmente esto es más que atractivo, a pesar del papel horrendo en el que está impreso. El guion (firmado por Carlos Trillo, también si acreditar a posibles colaboradores) me gustó mucho menos. Primero, porque no continúa ninguno de los sub-plots que la serie venía arrastrando en los tomos anteriores. Esta es una historia básicamente autoconclusiva publicada como Vol.43 pero que se podría injertar sin mayor inconveniente en cualquier punto de la colección posterior al nacimiento de Gengis. Y después, porque la trama de este tomo en sí es poco original, está muy estirada y por momentos hasta pierde la brujula y no se sabe bien a dónde va. Tiene que ver con los siete pecados capitales, y cómo estos tienen que ver con los distintos personajes que componen el elenco principal de la serie. Y con esa excusa, hay momentos más dramáticos, otros más cómicos, algo de machaca, pero falta el sustento, lo que hace que todo eso tenga peso, tenga sentido, sea algo más que una idea para rellenar 96 páginas de una serie que, claramente, dabe signos de agotamiento. Me falta un solo librito. Ojalá el último sea mejor que este, que realmente me costó bancarlo hasta el final.
Y cierro con una breve glosa para Mi Primera Pandemia, un recopilatorio de chistes de El Niño Rodríguez, cuya temática está bastante explicada en el título. El libro reúne material originalmente publicado en el diario Clarín, entre Marzo de 2020 y Marzo de 2021. La verdad que a esta altura uno ya leyó demasiados chistes acerca del COVID-19, el confinamiento, la cuarentena, las vacunas, las penurias económicas consecuencia de la pandemia, la angustia provocada por el encierro y los cuestionamientos (lógicos e ilógicos) a las distintas medidas de prevención dispuestas por los distintos gobiernos en las distintas fases de todo este bolonki. Quizás por eso, las ideas que vuelca el Niño en este libro no me hayan resultado ni muy graciosas, ni muy novedosas, ni siquiera un toque transgresoras. Hasta los momentos más polémicos del libro (como esa imagen de una villa superpoblada de casitas de chapa y estigmatizada con la palabra “Plandemia”) son cosas que ya vi en otros medios. Así que me limito a recomendarle este libro a los fans del dibujo, porque realmente acá el Niño despliega un arsenal de recursos gráficos muy, muy notable y muy diverso. Del dibujo vectorial al lápiz pelado, combinado con fotos, con texturas, con tramas mecánicas, efectos de photoshop, lápices de colores, chistes dibujados en el estilo de Charly Putowznschvtzky (o Puto!, como firmaba sus colaboraciones en Barcelona)… Lo mejor del libro es eso: ver al Niño correr los límites de lo que puede hacer en materia de técnicas de dibujo. Ahora sí, nada más. Gracias, hasta pronto, y ojalá nos veamos en vivo en las presentaciones de ¿Quién quiere ser superhéroe? que me van a llevar a recorrer un montón de ciudades de Argentina y el resto de Sudamérica.

lunes, 22 de noviembre de 2021

15 al 21 de NOVIEMBRE

Ayer no llegué a postear reseñas en el blog, pero algo leí. Poco, porque estoy releyendo ¿Quién quiere ser superhéroe?, en busca de errores que se puedan corregir en una eventual segunda edición. Pero algo hay. Empiezo en EEUU, año 2009, cuando Vertigo publica la miniserie Bang! Tango, que más tarde sería recopilada en libro por Image. Se trata de una aventura urbana, con la clásica mexicaneada de garcas que se roban y traicionan entre ellos, pero condimentada con altas dosis de violencia y sexo. Y tango, porque dos de los protagonistas conforman una exitosa pareja de bailarines de tango que le sacan viruta al piso en las milongas de Los Angeles y sueñan con venir a consagrarse a Buenos Aires. Este es un elemento que no tiene tanto peso en la trama como podría sugerir el título de la obra, pero obviamente a los porteños nos llama mucho la atención. A mí lo que más me impactó fue ver la firma de Joe Kelly en un comic donde se habla todo el tiempo de coger, y donde una de las protagonistas es una chica trans, a la que se insulta y maltrata todo el tiempo por tener una pija bajo la bombacha. Entiendo que en 2009 el tema de las diversidades sexuales no estaba tan aceptado como ahora, pero por momentos choca mucho el nivel de agresión hacia Autumn. La trama en sí está un poquito estirada, pero dentro de todo, Kelly la rema con el carisma de los protagonistas. Este rubro es interesante, porque en Bang! Tango no hay buenos, son todos malos. Protagonistas, antagonistas y secundarios se entreveran en una historia sangrienta, de traiciones, venganzas, sexo on fire y secretos turbios, donde nadie está ni cerca de encontrar la redención. Y por ahí me quedo con eso, que aún hoy resulta bastante original en el contexto del comic de aventuras. La conexión con el tango llegó a esta obra de la mano del dibujante, el malogrado Adrián Sibar, que era porteño y fan de nuestra música ciudadana. En estas páginas, a Sibar lo tapan mucho las tintas de Rodney Ramos, y encima en la versión en comic books lo eclipsan por completo las portadas de Howard Chaykin. Para compensar, Adrián deja la vida en los fondos, y en las escenas en las que Vincente y Melina bailan tangos (hay una por episodio), ensaya puestas en página para nada clásicas, muy atractivas. Las escenas de acción tienen mucho ritmo y las de sexo… se ven un poquito estáticas para mi gusto. No sé si este es el mejor trabajo de Sibar, pero creo que es el que le demandó mayor esfuerzo. En el contexto de lo que publicaba Vertigo en 2009, seguramente Bang! Tango es una obra menor, pero por ahí te atrapa por el lado del tango, del sexo, o porque es una de las muchas obras de Joe Kelly junto a dibujantes argentinos.
Me vengo a 2021, para repasar un antología titulada Galgo, con tres relatos escritos y dibujados por Athos Pastore. La primera historieta se llama igual que la antología, y la verdad que no la entendí. Me llamó la atención el dibujo foto-realista, las texturas, los puntitos, pero el guion solo se entiende si pescás los simbolismos, que supongo que tienen que ver con un paralelismo entre la chica y los perros que corren carreras. La tercera historieta se titula “Lágrima”, y entendí menos que en la primera. La narrativa es confusa, no hay diálogos, aparecen imágenes que parecen ser las de las dos historias anteriores pero distorsionadas… Muy raro todo. Y visualmente increíble. Con varias técnicas distintas combinadas, Pastore detona en esas páginas un arsenal gráfico y plástico impresionante, realmente muy zarpado. No sé qué quiso contar, pero es algo muy lindo y muy impactante a la vista. Y me guardé para el final la segunda historieta, “Estatuilla”, que me gustó muchísimo. Es una de misterio al estilo de las antologías setentosas de DC, con un cierre circular, un elemento sobrenatural y una tragedia contada en clave irónica, todo muy bien resuelto. Y el dibujo es excelente. Parece un comic de David Lapham al que alguien entintó de manera extrema, sobrecargando las tintas al límite. Así, el trabajo de Pastore se ve más nítido, más brecciano por momentos, con una fuerza expresiva muy notable, pero sin comprometer en ningún momento la claridad del relato gráfico. Quiero más obras de este autor en el estilo de Estatuilla. Nada más por hoy. Gracias por el aguante y será hasta el finde que viene.

domingo, 14 de noviembre de 2021

8 al 14 de NOVIEMBRE

Ya estamos en la recta final de la preventa de ¿Quién Quiere Ser Superhéroe?, y todavía lo podés reservar con descuento en las comiquerías que participan de la promoción, o en https://www.comicpuntoar.com/product-page/quién-quiere-ser-superhéroe. La preventa cierra el miércoles 17, así que no te duermas. Ahora sí, vamos con las lecturas de la semana. Gracias a que Ivrea la editó en Argentina, me puse las pilas para volver a leer Tomie, la obra de Junji Ito cuya edición yanki había pasado por este blog allá por el 14/02/11. La historieta no me sorprendió tanto como la primera vez, por lo menos en su tramo inicial, que era el que yo más recordaba, y quizás por eso no me pareció tan buena como en aquella lectura de hace más de 10 años. Leo lo que escribí en ese momento y en general estoy de acuerdo, pero me parece que me zarpé un poco en elogios. La segunda lectura, pasado un poco del impacto que produce este manga de Junji Ito en el lector virgen de Tomie, me convenció un poco menos, si bien sostengo que es una muy buena serie de misterio y terror. La edición argentina es estupenda, no falla por ningún lado. Y cuando la leí en inglés, me acuerdo que el Vol.2 me gustó más que el 1, principalmente por la evolución en el dibujo de Ito. Así que en cualquier momento le vuelvo a entrar al segundo tomo.
También avancé con mi lectura de los tomos finales de Cybersix, y llegué al Vol.42 de la colección de novelitas de 96 páginas: Tra la Vita e la Morte. Este tomo conforma un díptico con el que vimos la semana pasada y es todo tan parecido, forma todo una masa tan compacta, que hasta lo tenemos de nuevo a Horacio Domingues como dibujante, aunque en estas páginas “se disfraza un poco más” de Carlos Meglia. El dibujo es buenísimo, de punta a punta del librito. Por el lado del guion, Carlos Trillo le da ínfima pelota al plot de Gengis/Zero, y se concentra en resolver cabos sueltos que involucran a otros de los villanos que fue acumulando la serie con el correr de los tomos. Y si bien hay buenos diálogos, hermosos bloques de texto y unas cuantas escenas ágiles, casi explosivas, es muy difícil que el interés se sostenga a lo largo de 96 páginas, porque realmente pasa muy poco. Hay un contraste, además, entre una Cybersix que (lógicamente) ya está muy hinchada las pelotas y no tiene más reparos en matar a sus oponentes, y los propios villanos, a los que Trillo hace pendular entre genocidas irredimibles y bufones tragicómicos que están ahí para meter chistes y situaciones desopilantes. Esto es solo para fans extremos de Cybersix que soportan la idea de no bancar hasta las últimas consecuencias las aventuras de la superheroína-vampiro-androide-transexual.
Y me vengo a Argentina, año 2021, para leer Alma, una obra de Néstor Barron y Quique Alcatena que (me enteré cuando llegué a la última página) es la primera parte de una saga de dos libros. Por el lado del dibujo, me encuentro a un Alcatena que apuesta muy fuerte al color y que opta por puestas en página más tradicionales, sin esas viñetas muy ornamentadas, sin esas páginas en las que predomina una imagen muy fuerte, hasta las pelotas de detalles microscópicos, acompañada por un par de viñetas más chiquitas. El trazo está un poco más suelto, menos detallista y menos abigarrado que en sus obras más reconocidas, seguramente porque Quique sabe que luego va a poner color por sobre sus líneas. Hay imágenes potentísimas, hay (como siempre) un despliegue de imaginación inconmensurable, varias secuencias de acción muy bien resueltas, y si tengo que señalar algo realmente decepcionante en la faz gráfica es la tipografía que se utilizó para rotular la historieta, que encima llama mucho la atención porque Alcatena dibuja globos muy grandes, que tienen mucho peso gráfico en las viñetas. El guion de Barron es una especie de versión más aventurera de El Principito, la famosa novela de Antoine de Saint-Exupery que (como ya confesé públicamente alguna vez) nunca leí porque, vista de afuera, me parece algo sensiblero, denso y choto. Acá tenemos (como en El Principito) a una protagonista absolutamente naïf, criada en una auténtica nube de pedos, que un día sale al mundo a buscar respuestas a preguntas pseudo-filosóficas, de un nivel de boludez asombroso. El contraste entre la ingenuidad de Alma y la mala leche de buena parte del elenco le sirve a Barron para que los diálogos mantengan cierto interés, pero hasta un punto, no hasta el final. Hay tramos realmente muy hablados, en los que los personajes explicitan demasiado un montón de información que es apenas relevante para plantear conflictos generalmente menores, que se resolverán en poquitas páginas, para rápidamente conectar con la siguiente peripecia. Los bloques de texto van y vienen de manera intermitente, y no, nunca llegan a esos niveles gloriosos de los bloques de texto de Eduardo Mazzitelli. Creo que lo más flojo es Alma, el personaje central, que –por lo menos en esta primera mitad- no parece tener, ni estar pensada para adquirir, lo que hace falta para protagonizar un relato de aventuras extremas con monstruos, guerreros y cuasi-dioses de infinito poder. Por ahora, es un personaje sin ideas, sin iniciativa, que va donde la llevan, y que zafa de la muerte porque alguien la salva. Es una chica jovencita, y probablemente parte de la gracia de la saga sea verla crecer, madurar y afianzarse. Por ahora, en 72 páginas, eso no estaría sucediendo. Veremos si sucede en la segunda parte. Tengo sin leer más trabajos de Barron y de Alcatena, así que pronto habrá revancha. Nada más por ahora. Gracias y hasta el finde que viene.

domingo, 7 de noviembre de 2021

1 al 7 de NOVIEMBRE

Bastante escasa la lectura de esta semana, pero bueno, sigo muy complicado con otros temas. Llegué al Vol.41 de las novelitas de 96 páginas de Cybersix, y ya estoy muy cerca del final. A nivel argumental, este tomo es la nada misma, es simplemente juntar envión, generar calentura, para algo que –supongo- vendrá más adelante. De los varios subplots que baraja Carlos Trillo en esta entrega, el que más me interesa es el de Gengis, ahora llamado Zero, que pasó de bebé a señor de cuarenta y pico en muy poco tiempo, y si sigue así se va a morir de viejo en un par de tomos. Su relación con Cybersix ya era interesante cuando era ese bebé kilombero entrenado por los malos para matar a su mamá, y ahora que se agrega este aspecto del acelerado declive hacia la vejez y la muerte, me enganchó todavía más. De hecho, es lo único que me enganchó en un tomo donde las peripecias son muy menores. Por suerte, por encima del argumento pasa el guion, y en ese rubro Trillo tira algunas pinceladas de magia como para barnizar la escasa fuerza dramática de la que adolesce cualquier tomo “de pretemporada”. Aún así, es muy loco ver a un guionista tan capo, tan sólido, que jugaba tan de memoria, prácticamente atrapado en un formato que (supongo yo) para esta altura ya lo condicionaba más de lo que lo estimulaba. El tema de que los villanos sobrevivieran siempre, el tema de no poder darle un cierre definitivo a las aventuras, el tema de la doble identidad de Cybersix, el del fatídico romance con Lucas, el de su hijito apropiado por sus enemigos… son todos elementos que van perdiendo sentido con el correr de las páginas, porque requerían una resolución más rápida, y probablemente más drástica. Eso de continuar las sagas hasta el infinito, que tan bien le sale a los guionistas yankis, para Trillo en este punto ya parece haberse convertido en un calvario. Esta vez el dibujo está a cargo del maestro Horacio Domingues, quien fuera amigo, socio y co-equiper de Carlos Meglia mucho antes de que al prócer quilmeño se le ocurriera armar un ejército de dibujantes para producir todas esas miles de páginas de Cybersix. Durante años, a Domingues se lo estigmatizó por las similitudes de su estilo con el de Meglia (bastante entendible, porque firmaron varias historietas e ilustraciones a cuatro manos) y para más de un nabo es “el Meglia de la B”. Está claro que hay un parentesco estético muy marcado, pero acá se nota mucho que Domingues está a años luz de los muchachos que clonaban milimétricamente el trazo de Meglia. Tanto se nota, que el dibujo de Domingues por momentos desentona con los elementos gráficos (básicamente fondos) que están fotocopiados de dibujos de Meglia. De todos los dibujantes que pasaron por Cybersix, Domingues es el menos parecido a Meglia, una paradoja loquísima, y que hace que este tomo se vea muy raro.
Cierro con una breve mención a Intachable: 30 años de corrupción, una novela gráfica de Víctor Santos en la que el ídolo valenciano se mete a fondo en los negocios turbios que rodean (y financian) a la política, en un thriller muy interesante. Santos trata de brindarnos un relato más ajustado a la realidad que sus obras más extremas (Polar, Los Reyes Elfos, etc.) y para eso baja varios cambios. Hay menos acción, la violencia está representada de un modo un poquito menos salvaje, y por supuesto los personajes piensan y hablan más. La trama es muy verosímil (podría ser totalmente real, cambiando un par de nombres), y un poco por eso uno intuye todo el tiempo cómo puede llegar a resolverse. Pero banca el interés hasta el final. Y lo más interesante: acá Santos le suma el color a su manejo inhumano del blanco y negro, y le queda genial. Acá se ve de manera diáfana cómo el color puede convertirse en un elemento narrativo, potenciar climas, subrayar puntos dramáticos de la historia y redimensionar la fuerza del blanco y negro que uno asocia a este autor. Además, y también gracias al color, cuando Santos se birla fotos para reemplazar los fondos que no dibuja, les mete muchísima mano y las integra de modo brillante a su estética. O sea que es todo ganancia. Intachable es una obra tan distinta al “núcleo duro” de la obra de Santos, que puede ser ninguneada por más de un fan de los que seguimos hace años al valenciano, pero además por este mismo motivo tiene muchísimos argumentos para captar nuevos lectores, que se acerquen a la obra por la temática del thriller político-financiero, o por la magia que tira Santos con el color. Pobres pibes, no saben que Santos es un camino de ida, y que una vez que mordés el anzuelo, no parás hasta no tener todos sus comics… Nada más, por hoy. Si todavía no compraron ¿Quién quiere ser superhéroe? con descuento, les confirmo que pueden hacerlo hasta el 17 de este mes, en https://www.comicpuntoar.com/product-page/quién-quiere-ser-superhéroe o en alguna de las comiquerías que participan de la preventa. Gracias y hasta el finde que viene.