el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 29 de octubre de 2019

AHORA SI, EL ALIVIO

Bueno, respiremos aliviados. El 10 de Diciembre se termina la pesadilla neoliberal y empieza (una vez más) la reconstrucción del país que estos garcas nos dejan en ruinas cada vez que gobiernan. Mientras tanto, sigo avanzando con las lecturas.
Retomo después de un paréntesis la lectura de Oyasumi Punpun, el manga del maestro Inio Asano, y me encuentro con un Vol.6 que me resultó –hasta ahora- el más flojo de la serie. No me refiero al dibujo, obviamente, que sigue a un nivel impensable para cualquier otro mangaka. Lo que hacen el sensei Asano y su ejército de asistentes en Oyasumi Punpun está totalmente fuera de escala, no se condice ni a palos con el hecho de estar produciendo un manga que se serializa dentro de una antología semanal.
Mi problema, en todo caso, es con el guión. Oyasumi Punpun no es una serie fácil. Es una serie de vínculos, donde quizás las tramas no sean tan importantes como el viaje interno, la exploración que hace Asano de la mente de los personajes. Es un comic de hondo contenido psicológico, que no llega a ser existencialista, pero casi. Llevar adelante algo así a lo largo de 13 tomos (seis años y medio de producción del autor y su equipo) es una ordalía, una epopeya tremenda, donde –lógicamente- se puede trastabillar.
Este tomo se resume en una sola frase: Asano decide matar a la mamá de Punpun, y para que eso tenga más sentido (o más impacto) dedica buena parte de estas 200 páginas a darle profundidad y espesor a un personaje que hasta ahora había aportado muy poco a la trama. Y la verdad es que, si bien se esfuerza, el arco dramático centrado en la señora Onodera me enganchó poco y nada. Para fijar el foco en este personaje, Asano le da cero pelota a Yuichi Onodera, el tío de Punpun, al que había convertido en un personajón, capaz de eclipsar al protagonista en extensos tramos de la obra. Nada por aquí, nada por allá para los fans de Yuichi, como si nunca hubiese sido parte del elenco de este manga.
¿Y Punpun, qué onda? Asano le guarda un par de escenas copadas a nuestro borrego favorito, algunas realmente muy lindas, pero ninguna demasiado crucial para el desarollo del argumento. Y al final del tomo, la serie pega otro salto de ¡dos años! Muy zarpado. Veremos cómo sigue esta extraña exploración de los sueños, las fantasías, las frustraciones y los traumas de estas criaturas de papel y tinta que la magia de Inio Asano nos hace sentir tan pero tan reales.
Este año se publicó en Argentina el segundo libro de Norton Gutiérrez, el aventurero uruguayo creado por el gran Juan Sáenz Valiente (la reseña del tomo anterior salió el 28/03/18). Norton Gutiérrez y el Experimento del Profesor Maglione es una lectura más sencilla, menos compleja que su antecesor. Esta es una aventura de palo-y-palo bien clásica (básicamente es una aventura de Spirou, Fantasio y el Conde de Champignac con otros personajes), sin subtextos ni matices más elaborados. Un gorila asesino parece estar bajo el control de un científico, el experimento falla, el gorila se descontrola (por ahí viendo los resultados electorales de la Provincia de Buenos Aires) y empieza la lucha de Norton Gutiérrez y sus amigos por sobrevivir a un torbellino de violencia, destrucción y muerte. Y tal como te imaginás, los tres personajes creados por Sáenz Valiente en el tomo anterior llegan vivos al final de este.
El Experimento del Profesor Maglione no tiene subplots, no tiene desarrollo de personajes y tiene muchos menos chistes que El Collar de Emma Tzampak. Si no nos resulta oscura ni perturbadora, es porque el grafismo y el color de Sáenz Valiente (esa línea clara prolijísima, esos personajes redonditos y amistosos, y esa paleta de asombrosa sobriedad) van para el lado contrario con muchísima fuerza. La narrativa es… ufff! Apabullante. No da respiro nunca. Las secuencias tienen un dinamismo muy difícil de lograr cuando planteás la página en grillas tan clásicas, un combo rarísimo que requiere un enorme talento y un estudio minucioso de la obra de maestros como Hergé y André Franquin.
Recomiendo este álbum de Norton Gutiérrez sobre todo por esos rubros: el dibujo y la narrativa. Ahí es donde realmente Juan Sáenz Valiente revalida sus credenciales de autor de la San Puta, de primer nivel mundial. El guión, sin ser choto ni mucho menos, me resultó un poco desbordado de violencia para los lectores más chicos y un poco simplista para los lectores adultos.    

Gracias por el aguante y vuelvo pronto con nuevas reseñas. Este finde voy a estar en el Museo Municipal de la ciudad de Pergamino, participando como siempre en la copadísima Pergamino Comicon. Los que quieran acercarse a saludar, a conocer a los autores grossos que van a estar de invitados, o a comprar buenos comics a precios hiper-accesibles, no se lo pierdan.

domingo, 27 de octubre de 2019

MAS TAPAS GRISES

Casualmente los dos libritos que tengo leídos tienen portadas sin color, resueltas con blanco, negro y grises. Y la de Ryuko (reseñada el último jueves) también. No es lo más común leer uno atrás del otro tres comics con tapas grises, por eso me llamó tanto la atención la coincidencia.
Empiezo con Puertadeluz, una novela gráfica de 2017 del maestro español Luis Bustos, quien –me da la sensación- no tiene muchos fans de este lado del Atlántico.
Puertadeluz es un thriller tremendo, de asfixiante intensidad, sutilmente decorado con una aguda bajada de línea socio-política. Es difícil contar algo del argumento sin spoilear, por eso voy a ser muy breve. Bustos nos ofrece 120 páginas de tensión, suspenso y estallidos de violencia pensados para estremecernos de punta a punta, y todo eso está muy bien. La construcción de los protagonistas (Antonio y su hija Alicia) también está muy lograda, la irrupción de ciertos elementos de ciencia-ficción no deslucen para nada una trama cuyo principal atractivo es que se siente muy cercana… Entonces, ¿qué fue lo que no me cerró de Puertadeluz, como para no ponerla al (magnífico) nivel de las otras obras de Bustos que leí en los últimos años? Me parece que esta vez se nota demasiado que la gran mayoría de los recursos narrativos que pone en juego el autor (que son muchos y muy efectivos) tienen como principal objetivo estirar, desplegar en 120 páginas una historia que –sin ninguna duda- se podía contar en 48.
Por supuesto, muchos de esos recursos contribuyen también a crear ese clima espeso, jodido como enema de chimichurri, que tanto contribuye al disfrute de la obra. Y además la estirada nos permite contemplar en todo su esplendor el dibujo de Bustos, que es extraordinario. Su manejo de la secuencia, de la aplicación de los grises, esas manchas, esos esfumados, esos fondos demoledores (con la referencia fotográfica perfectamente integrada al grafismo del autor), las expresiones faciales, la acción… Todos esos aciertos que ya habíamos visto (por ejemplo) en los dos tomos de ¡García!, acá aparecen otra vez, con su potencia expresiva intacta.
Y bueno, tengo un buen guión, buenos personajes y un dibujo de la recontra San Puta. ¿Me puedo quejar de la desmedida extensión de la obra? Obviamente sí, pero eso no es óbice para recomendar Puertadeluz a los fans de Bustos, de la buena historieta española o de los thrillers a todo a nada, que no te dejan respirar hasta que no llegás a la última viñeta.
Me vengo a Argentina, a 2019, cuando el sello OK Ediciones (capitaneado por el matrimonio de Rocío Ogñenovich y Sebastián Koziner) lanza el primer tomo de Crónicas de Ciudad Estrella, escrito y dibujado por Rocío. A lo largo de 60 páginas, el comic nos introduce en una ciudad en la que co-existen los elfos, las hadas y los hechiceros, pero todo visto desde los ojos de un inspector de homicidios común y corriente, que debe investigar un crimen siguiendo el típico procedimiento policial. La idea está buena y de hecho, las primeras 40 páginas se me hicieron bastante llevaderas a pesar de que hay varios momentos en los que Ogñenovich se zarpa con la cantidad de texto que mete en cada página. Para el último tercio, cuando queda bastante claro quién es el asesino, el guión perdió rápidamente mi interés, y me costó terminar el librito. La extensión de los bloques de texto le jugó en contra, los diálogos tienen alguna falta de ortografía y muchas frases que no me sonaron bien al oído, y la tipografía tampoco me sedujo en lo más mínimo. O sea que lo único que me mantenía enganchado era la trama, y cuando esta se hizo obvia, mi conexión con el relato de Ogñenovich se desvaneció.
El dibujo, por su parte, evidencia unas cuantas limitaciones. Desde la obvia repetición de los enfoques, hasta los problemas que tiene Ogñenovich en la anatomía cuando tiene que mostrar a la figura humana vista de lejos. La buena intención de complementar un claroscuro fuerte con grises aplicados en el photoshop se desvirtúa un poco cuando –además de los grises- empiezan a aparecer un montón de efectos (brillos, degradés, texturas locas atrás de los personajes) que sobrecargan de información a las viñetas y no llegan a ocultar el hecho de que los fondos escasean bastante y, cuando aparecen, no están muy logrados.
Sin dudas hay mucho para mejorar, tanto a nivel guión como a nivel dibujo, para que Crónicas de Ciudad Estrella emerja como una opción atractiva dentro del panorama actual de la historieta argentina. Veremos con qué me encuentro cuando salga el Vol.2… o incluso mucho antes, porque tengo para leer pronto otro trabajo de Rocío Ogñenovich.

Gracias por estar ahí, festejemos juntos y en paz el fin de la mentira amarilla, y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

jueves, 24 de octubre de 2019

NOCHE DE JUEVES

Linda noche para salir a atorrantear por ahí pero me toca clavar el culo en la silla y avanzar con las reseñas del material que leí en estos últimos días.
Le sigo metiendo los cuernos a Oyasumi Pun Pun con otros mangas, en este caso con el primer tomo de Ryuko, una obra del fotógrafo, escultor, artista plástico y mangaka Eldo Yoshimizu, publicada en nuestro país por el sello Buen Gusto. Lamentablemente el libro no aclara de qué año es Ryuko. Una pena, porque sería un dato interesante para el análisis del manga.
Manga que, por otra parte, se lee muy, muy rápido. Yoshimizu narra a un ritmo tremendamente descomprimido, con pocas viñetas por página, muchas de ellas (páginas enteras) dedicadas a contar acciones o diálogos mínimos. Este es apenas el primero de cuatro tomos y en este primer tramo realmente pasa muy poco. Tenemos una buena presentación de personajes, para el último tercio se empieza a definir el conflicto más fuerte, el que (creo yo) va a motorizar la trama principal de la obra, y no hay mucho más, a nivel del argumento.
A nivel del relato gráfico, por momentos lo de Yoshimizu se hace un poco confuso, se nota que es un artista del mega-carajo que no está acostumbrado a contar historias con su dibujo. Y el dibujo es una bola de fuego del tamaño de un planetoide, una masa compacta, incandescente, que se lleva puesto todo. ¿Te acordás de esas obras de Osamu Tezuka de los años ´70, donde por momentos se zarpaba y se volvía expresionista? Bueno, eso multiplicalo por 1000 y metele varios kilos de merca y varios litros de LSD. Yoshimizu se va literalmente al carajo, te envuelve en una vorágine visual absolutamente infrecuente, en la que las texturas, las manchas, las líneas cinéticas y los grisados explotan en una orgía salvaje. Por debajo de todo ese estallido visual hay un dibujo muy clásico, con chicas idénticas a las que dibujaba Tezuka en los ´70 y muchachones más cercanos a los de un Tetsuo Hara, ponele. Pero todo arrebatado, todo llevado al extremo por un dibujante que hace del impacto su carta de presentación y su principal recurso discursivo.
Por ahora, Ryuko me detonó las retinas mucho más de lo que me cautivó a nivel guión. Veremos cómo sigue esta violentísima historia de runflas, traiciones y crímenes entre gangsters y femme fatales. Y qué bestia Eldo Yoshimizu, por Diossssss…
También este año, tuvimos la edición argentina de Spinnerette, un comic creado para la web por un tal Krazy Krow, junto a nuestro compatriota Walter Gómez, que no es el mismo Wally Gómez al que yo conocía como dibujante, colorista y editor. Son dos tomos, de los que acabo de leer el primero.
La serie es una comedia protagonizada por una chica que recibe poderes arácnidos y decide convertirse en superheroína, en la ciudad de Columbus, Ohio. La verdad, no em resultó muy interesante. Krazy Krow mete un montón de chistes y situaciones supuestamente cómicas que surgen desde el momento en que Heather Brown adopta la identidad heroica de Spinnerette, apoyadas en la inexperiencia, la ingenuidad y en un punto la irresponsabilidad de esta chica. Varios de esos chistes son efectivamente cómicos y otros no. Y no hay mucho más. Las aventuras en sí son anodinas, pavotas, con menos posibilidades de convencer a un fan curtido en materia de superhéroes que Gómez Centurión de llegar al ballotage. Recién en el último episodio aparece un subplot mínimamente interesante (el de la familia de Tiger) y el resto pendula entre una comedia blandita y tramas más aventureras que dejan sabor a refrito barato de un montón de comics mucho mejores.
El dibujo, en cambio, me gustó bastante más. Es un dibujante argentino que arma la página y mueve la cámara como un dibujante de mainstream yanki, y además reproduce todos los yeites de los dibujantes de mainstream japonés. En la superficie, Spinnerette quiere parecerse a un manga (supongo que por cuestiones de marketing) y le sale muy bien. Al igual que en StarCraft: Ghost Academy, acá lo tenemos a Gonzalo Duarte asistiendo a Walter Gómez en la aplicación de los grisados, que son un punto alto en la faz gráfica de la obra.
Tengo también el Vol.2, y lo voy a leer por una cuestión casi protocolar, y porque tengo entendido que cambia de dibujante. No crean que le voy a entrar con altas expectativas porque -habiendo leído el Vol.1- ya sé que lo que puedo esperar de Spinnerette es más bien poco. Pero bueno, esto es un sacerdocio…
Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.


martes, 22 de octubre de 2019

MARTES PRIMAVERAL

Ya no falta nada para las elecciones… y vos sabés lo que tenés que hacer el domingo. No te lo tengo que explicar yo.
Lo mío hoy es avanzar con las reseñas del material que voy leyendo, y para eso empiezo con el Vol.1 de Black Panther de Ta-Nehisi Coates y Brian Stelfreeze, un recopilatorio bastante ladri, porque (en parte debido al gran éxito que tuvo esta serie cuando se empezó a publicar en revistitas) incluye sólo cuatro episodios. El resto del TPB tiene bocetos, infinitas portadas alternativas, una cronología con las historias más relevantes del personaje y la enésima reedición de la clásica Fantastic Four nº52, aquella aventura de 1966 en la que Stan Lee y Jack Kirby nos narraban el primer encuentro entre T´Challa y el cuarteto liderado por Reed Richards.
Pero vamos a lo importante, que son esas 82 páginas de historieta con las que empieza la saga titulada A Nation Under Our Feet. La idea de Coates me pareció atractiva: más política, más intriga palaciega, mucho énfasis en la faceta más africana de Wakanda, la sana intención de meter menos machaca, menos ciencia-ficción y más profundidad filosófica en los conflictos, junto a un desarrollo en serio de personajes hasta ahora apenas explorados por los guionistas que lo precedieron. El problema es cómo está presentado todo esto: Coates pone a cocinar una trama a fuego lento, muy lento, de modo que en cada episodio no pasa prácticamente nada. La aventura es mínima, marginal, y el núcleo de la historia se ve sepultada bajo toneladas de diálogos muy protocolares, mezcladas con escenas de corte místico, donde Coates también apunta a subrayar el clima ominoso, el “se va todo a la mierda”, pero de modo bastante aburrido. T´Challa casi no entra en acción, Shuri está en una especie de limbo entre la muerte y la resurrección, la identidad del villano se nos revela dos páginas antes del final y sinceramente ninguno de los personajes a los que Coates trata de potenciar me impactó o me conmovió como aquel Everett K. Ross que nos regaló Christopher Priest cuando se hizo cargo de las aventuras del monarca de Wakanda.
Supongo que si alguna vez veo barato el Vol.2 me lo voy a comprar, para ver cómo sigue la historia. Como dije, la impronta política me llamó mucho la atención y (si bien por ahora no está bien integrada al ritmo que uno espera cuando compra un comic de chabones musculosos enmascarados) es un condimento muy notable que distingue bastante a esta serie del grueso de los títulos del mainstream. Además el dibujo de Stelfreeze está buenísimo, bien afilado, vigoroso, dinámico, potenciado al mango por la magia cromática de Laura Martin. Y lo más importante: soy fan hace mil años de Black Panther, mucho antes de que una peli de Hollywood lo elevara al status icónico del que goza hoy. Así que a Wakanda también, en algún momento vamos a volver.
Salto a Argentina, 2019, para leer Hank Folder, la primera colaboración entre el guionista Rodrigo Canessa y el dibujante Matías Chenzo, a quien ya nos cruzamos un par de veces en reseñas anteriores. Me encontré con un thriller bastante violento, enroscado, complejo, y a la vez lineal y de fácil comprensión. A lo largo de 64 páginas, Canessa urde una trama de misterio, apoyada en varios personajes bastante extraños que no se calienta mucho por explicar ni desarrollar. La acción se lleva puesta a la introspección, y la verdad es que no importa mucho que no sepamos casi nada acerca de los protagonistas a la hora de engancharnos con la aventura.
A fuerza de revelaciones shockeantes y momentos de alto impacto, el guión avanza hacia un final bastante distinto al que yo imaginaba, que además está muy bien. Los diálogos están muy cuidados, el relato no está ni apretado ni estirado y quizás la única falencia sea la que ya mencioné: el poco desarrollo para este pobre tipo al que le pasa de todo, pero del que no sabemos casi nada. No quiero explicitar mucho el argumento, porque es una edición bastante reciente y prefiero que los interesados descubran la historia de Hank Folder de la mano de Rodrigo Canessa, no de un gil que reseña historietas en un blog.
El dibujo de Chenzo es muy bueno, muy versátil, muy expresivo, muy bien acoplado al guión, muy puesto al servicio de la narración. Para mi gusto, le sobran un par de técnicas de entintado. Yo le hubiese jugado todo al claroscuro, o todo a los grises aplicados con aguadas, incluso a riesgo de parecer un clon de Marcos Vergara. Las dos cosas al mismo tiempo (y además esos crosshatchings y rayones con el plumín que aparecen cada tanto y embarran un poco la cancha) por ahí no me copa tanto. Pero a grandes rasgos el apartado gráfico es muy competente, con momentos realmente muy logrados. La portada, sin ir más lejos, es espectacular.
Tengo entendido que el librito fue editado por los propios autores con una tirada muy baja. Atenti, entonces los responsables de las otras editoriales, que ni bien se agote esa primera tirada estaría muy piola rescatar a Hank Folder y volverla a editar en alguno de los sellos que ya están apostando por los autores jóvenes que están renovando la historieta argentina a fuerza de imaginación, huevos y calidad.

Hasta acá llegamos hoy, y como siempre, nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

sábado, 19 de octubre de 2019

DOS DE SABADO

Por fin tengo un rato para sentarme a escribir reseñas…
Este año se publicó en Argentina la novela gráfica que revisita la biografía de Jean-Paul Sartre, un ambicioso trabajo de Mathilde Ramadier y Anaïs Depommier originalmente publicado en Francia en 2015. A lo largo de unas 130 páginas, las autoras narran la vida de uno de los pensadores cuyas ideas le dieron forma al Siglo XX, desde su infancia hasta 1964. Ahí el relato se interrumpe y el tramo restante (que llega hasta el fallecimiento de Sartre, en 1980) se sintetiza en una páginas de texto. ¿Qué pasó ahí? ¿Se quedaron sin nafta? Ni idea.
Hasta ese punto, tenemos una historia… bastante aburrida. Me acuerdo que hace un par de años (el 14/04/17) me tocó leer la biografía de José Ortega y Gasset narrada por Alejandro Farías y Hurón… y me parece que aquella vez los autores se las ingeniaron para que la vida y el pensamiento de este filósofo llegaran a la historieta con un poco más de onda. Ramadier y Depommier, en cambio, le ponen todas las fichas a la construcción de los personajes (Sartre y su eterna compañera, Simone de Beauvoir) y un par de fichas (no todas) a la reconstrucción de las distintas épocas por las que transita la novela. Y hasta ahí llegan. No se ven riesgos ni decisiones interesantes en la estructura del relato, no hay una mínima picardía para clavar un flashback, una secuencia onírica, para romper un cachito la diégesis… No te pido aventuras, piñas, tiros… ni siquiera escenas de sexo explícito. Pero me da la sensación de que esta misma sucesión de hechos se podía narrar de un modo más “historietístico” sin renunciar al carácter documental que se supone que tiene que tener una biografía.
Anaïs Depommier sale bastante bien parada del desafío de dibujar páginas y páginas de gente que habla, piensa, escribe o viaja, sin aburrir demasiado al lector. Vistas de lejos, sus páginas parecen obra del maestro André Juillard. El dibujo, la puesta en página, la composición de las viñetas… todos elementos que me remitieron de inmediato a ilustre dibujante de Las Siete Vidas del Gavilán. Cuando las ves de cerca, aparecen en Depommier mínimas imperfecciones (que rompen con la frialdad absoluta del dibujo de Juillard) y cierta intención caricaturesca a la hora de dibujar al protagonista. Un muy buen trabajo en rostros, expresiones corporales, fondos, ropas y vehículos de distintas décadas del siglo pasado… Lo único que no me copó fue el color, muy virado a unas tonalidades verdosas y ocres. Ahí sí que Depommier se despega fuerte de Juillard, casi un barrabrava de los cielos bien azules, las capas bien rojas… En Sartre hay poco rojo y casi nada de azul.
La edición argentina es muy buena, la traducción está argentinizada y si te interesa entrar al mundo del filósofo y escritor que definió el existencialismo sin pasar por sus voluminosos textos, esta versión de la vida de Sartre seguramente te va a resultar atractiva, a pesar de que en términos comiqueros me resultó muy pecho frío.
Salto a 2018, a EEUU. Ahí me encuentro con una rareza: un álbum de Spy Seal, de Rich Tomasso, editado por Image y con una estética que –ya desde la portada- imita milimétricamente a la de Las Aventuras de Tintín. De todos los recursos que caracterizaron a la seminal serie de Hergé, el único que no utiliza Tomasso es el de dividir las páginas en cuatro tiras: The Corten-Steel Phoenix tienen todas sus páginas divididas en tres. Fuera de eso, esto es una novela de espionaje MUY al estilo Hergé.
Hay viajes a lugares exóticos, escapes imposibles, misterios atrapantes, humor verbal y físico, diálogos extensos combinados con escenas mudas, secuencias oníricas, fondos muy trabajados que contrastan con figuras más simples… Obviamente desde la portada Tomasso agrega un elemento más, que es el de un mundo donde las personas tienen cabezas de animales, como en Blacksad y tantos otros comics. Y además, Malcolm (el protagonista) no tiene 15 ni 16 años, sino unos cuantos más, con lo cual hay un mínimo coqueteo con el tema sexo, que a Hergé no se le hubiese ocurrido jamás incorporar a una aventura de Tintín.
¿Qué le falta a The Corten-Steel Phoenix? Poquito. Un toque más de originalidad y quizás darle un poco más de carnadura a los villanos. Entiendo que es la historia de Malcolm, de su pasaje de Juan Carlos Nadie a temible operario del recontra-espionaje, pero por ahí desarrollar un poco más a los malos le habría dado mayor espesor a los conflictos que motorizan la trama. El resto, todo muy entretenido, muy dinámico, con algunas escenas muy lindas, una mínima bajada de línea, diálogos copados, buen equilibrio entre peripecias al palo y momentos más distendidos o de comedia… Gran trabajo de este autor de New Jersey que abrazó la línea clara más clásica con la pasión y la entrega de un belga o un holandés. Lo más probable es que la próxima vez que se me cruce un comic de Tomasso a un precio razonable me abalance sobre él, a ver con qué me sorprende esta vez.

Nada más por hoy. Gracias por el aguante, nos reencontramos pronto y atenti, que ya estamos avanzando rumbo a un mini-evento con el que vamos a celebrar (si se copan) los 10 años de este blog. Ampliaremos en un par de semanas.

martes, 15 de octubre de 2019

EL DIA Y LA NOCHE

Hoy tengo para reseñar dos libros creados con sólo un año de diferencia, tan distintos entre sí que sirven para ejemplificar con una elocuencia contundente lo diverso y variado que es el mundo del comic.
En 2015, cuando se cumplían los 70 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, se publicó en Japón el libro que luego ECC España lanzaría en 2017 con el nombre de Trágica Derrota. Es un recopilatorio con seis historietas en blanco y negro, íntegramente realizadas por Nozoe Nobuhisa. El mangaka crea estas historias en base a testimonios de hombres y mujeres que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial, o sea que -70 años después de la misma- tienen todos más de 85 ó 90 años. Nobuhisa toma los recuerdos de estos viejitos y viejitas para darle forma a historias muy humanas, que nos invitan a ver el lado menos épico de la contienda, a revivir esos días históricos desde una mirada más íntima, más cercana, pero no por eso menos escalofriante.
Son todas historias tristes, crepusculares, repletas de sacrificios, padecimientos, injusticias, pero también nobleza, resilencia, perseverancia en los valores y en las convicciones. Y amor, también, ¿por qué no?. Nobuhisa narra a un ritmo ágil, sin colgarse en detalles innecesarios, sin resignar la creación de climas hostiles, agobiantes. Son historias con poco énfasis en la acción y mucho en la reflexión, en la recreación de hechos traumáticos, que marcaron para siempre a estos hombres y mujeres.
El dibujo es de una belleza infrecuente, con unas texturas alucinantes, tonalidades agregadas en el photoshop, fotos retocadas para mostrarnos barcos, aviones y tanques, efectos locos en los fondos de algunas viñetas, una reconstrucción barroca y preciosista de decorados y paisajes… Realmente es increíble la magia que le saca Nozoe Nobuhisa al lápiz, que a veces conserva la frescura del trazo sin entintar. Visualmente esto es tan hermoso que compensa ampliamente el sabor agridulce que te dejan las historias, en su mayoría muy bajoneras. Si no te ahuyenta esa impronta testimonial con rienda suelta para la amargura, con Trágica Derrota no podés perder. Y si sos fan de la Segunda Guerra Mundial, o del manga adulto, profundo, sin chistes ni elementos fantásticos, tenés la victoria asegurada.
En 2016, del otro lado del mundo, una editorial cordobesa lanza otro comic 100% basado en hechos reales: la biografía en historieta de Carlitos “la Mona” Jiménez, a cargo del gran Karlo Lottesberger, quien toma como “guión” una biografía del ídolo del cuarteto escrita por el periodista Jorge Cuadrado. Esto es a todo color, y en vez de varias historias autoconclusivas tenemos el primer episodio de una serie que (creo) nunca continuó.
Estas 52 páginas narran la infancia de la Mona, sus inicios en el mundo de la música cuando todavía era un adolescente, sus primeros éxitos y sus primeras grandes conquistas en materia de mujeres. Lottesberger opta por diálogos breves, casi siempre graciosos, y complementa cada secuencia con una aparición de la Mona ya adulto, que acota en primera persona algo acerca de la anécdota del pasado que acabamos de presenciar. Es una lectura fresca, dinámica, que logra captar el interés de quienes (como yo) somos absolutos desconocedores del cuarteto, sus grandes figuras y su gran impacto en la sociedad cordobesa. Este primer tramo de la biografía (titulado El Tarzán del Barrio) hace bastante hincapié en cómo el éxito le cambia la vida a un pibe de 15 ó 16 años, cómo esa búsqueda de la consagración artística modifica su forma de vincularse con la familia, los amigos, las noviecitas, el futbol, etc. O sea que están muy enfatizadas las emociones, tanto las alegrías como los sinsabores. El hecho de que la Mona aparezca narrando o comentando en primera persona me hace sospechar que se trata de una biografía autorizada, en la que probablemente el ídolo haya decidido dejar afuera las escenas en las que no queda demasiado bien parado. Pero por ahora, en este primer tramo, todo suena sumamente auténtico y verosímil.
El dibujo de Lottesberger acompaña a la perfección este festival de las emociones a flor de piel. Es dinámico, muy expresivo, con la cuota justa de grotesco, con algunos lugares dibujados al detalle, para que sean reconocibles por los lectores que compartieron ciudad y época con esta Mona adolescente, vital, explosiva. El color está muy bien, el cambio de estilo para que la versión adulta de la Mona se vea más realista está muy logrado, y lo único raro es esa escena en la que Carlitos y la chaqueña garchan vestidos. Será para que los padres se animen a comprar el libro y dárselo a los chicos, digo yo…
En fin, El Tarzán del Barrio no me dio ni la menor gana de ponerme a escuchar canciones de la Mona Jiménez, pero sí me generó el interés suficiente como para comprar un segundo tomo (el día que se publique) y para recomendar este a los fans del astro cuartetero, de las biografías de músicos hechas en historieta, o del maestro Karlo Lottesberger, a quien descubrí hace ya mil años en una antología de Loco Rabia y me sigue sorprendiendo cada vez que encuentro un trabajo suyo.

Nada más, por hoy. Gracias a todos los que se acercaron a saludarme y a sacarse fotos conmigo en la Crack Bang Boom, y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

viernes, 11 de octubre de 2019

DOS Y A ROSARIO

Esta noche no salgo a boludear porque a las 8 AM de mañana tengo que estar en Retiro para tomar el micro a Rosario. Aprovecho, entonces, para reseñar un par de libritos que tengo leídos.
Le Demon de Midi es una obra de 1996 de la gloriosa Florence Cestac, inmensa autora francesa, injustamente poco difundida en nuestro idioma. A lo largo de 58 páginas (todas divididas en tres tiras de dos o tres viñetas cada una), Cestac nos ofrece una historieta que además de narrar, analiza un fenómeno, lo explora en sus distintas facetas, nos muestra varias consecuencias posibles para varias de las cosas que suceden y sobre todo se cuida mucho de no simplificar la situación para no acotarla a “el garca” y “la víctima”. Le Demon de Midi es como le dicen los franceses a esa “crisis de la mediana edad” en la que el hombre cuarentón se aburre de su esposa y abandona a su familia para correr atrás de una pendeja de veintipico que lo hace sentir un titán. Seguramente si viviste la separación de tus viejos, o una ruptura con tu pareja, pasaste por momentos muy, muuuuy parecidos a los que les hace vivir Cestac a los anónimos protagonistas de esta novela.
Lo mejor que hace la autora es no enfatizar demasiado el aspecto dramático de la ruptura entre los protagonistas. No lo suaviza, no lo soslaya, pero tampoco se regodea en la desgracia de la mujer abandonada por su marido. Rápidamente llegan los elementos propios de la comedia costumbrista y un cierto clima no sé si de jolgorio, pero por lo menos de distensión, hace todo mucho más llevadero. Al final, la separación de una pareja es solo eso. No es la muerte, ni el fin del mundo. Y en las formas en que cada uno reacomoda su vida (cuerpo, mente, sentimientos) tras la crisis, es donde Cestac encuentra material para hacernos pasar un muy buen rato y dejarnos pensando, claro.
El dibujo de Florence es casi perfecto. Imaginate una mezcla entre los dibujantes humorísticos más grossos. Caloi, Angeli, Frank Margerin… caviar con champagne para todas y todos. Pero no es perfecto, es CASI perfecto, y la imperfección llega en la etapa del entintado, como si a esos dibujantes mágicos los entintara otro más rústico, tipo… Cels Piñol, ponele. De todos modos es un dibujo absolutamente plástico, expresivo, que te resulta cercano, casi real a pesar de su alto grado de abstracción. Y para reforzar la gracia del humor costumbrista, Cestac te masacra con unos detalles tremendos en ropa, peinados, muebles, calles… Acá hay un poder de observación infrecuente, tanto en los vínculos entre los personajes como en el mundo por el que se desplazan. Ojalá algún día alguien se ponga las pilas para que haya muchas obras de Florence Cestac editadas en castellano.
Me vengo a Argentina, año 2019, cuando se edita Kintari, el Retorno del Lobo, una novela gráfica relativamente breve, escrita por Roberto Barreiro y dibujada por Hernán González. Se trata de una historia de aventura, violencia y misticismo, narrada por Barreiro con gran inteligencia, sobre todo para dosificar la información acerca de este mundo fantástico dominado por unos entes extradimensionales malignos, que tienen los mejores diálogos de la historieta. El título y la portada nos llevan a creer que Kintari es el protagonista pero, si bien su rol en la trama es importante, no es para nada el personaje que más le interesa desarrollar a Barreiro, que parece disfrutar mucho más las escenas en las que pone el foco en Dicom, Kevlar y el poderosísimo Ube, el nigromante, al que le alcanzan un par de escenas para morfarse la novela.
Entre todos estos estallidos de sangre, tiros, espadazos, conjuros y detonaciones varias, Barreiro baja una línea muy interesante acerca de la libertad, de la resistencia frente a los poderes totalitarios, de cómo (alguna vez) los humildes le pueden escupir el asado a los omnipotentes. Pero no es un comic que se dedique a predicar, sino que son ideas y valores que discurren casi tras bambalinas, a modo de condimento finoli para una historia sobrecargada de acción, truculencia y atrocidades bien sanguinarias.
¿El dibujo de Hernán González está bueno? Yo diría que MUY bueno, porque a su típica impronta salvaje de claroscuro visceral se le suma ahora el color, muy bien trabajado por Natalio Anastasia. No debe ser fácil colorear a González, pero acá realmente se ve una muy buena amalgama entre dibujo y color. ¿Era González el dibujante ideal para esta historia? Me parece que no, que a este artista le quedan mejor otro tipo de guiones, más abstractos, o más introspectivos, o con más margen para limar e irse a la mierda desde la faceta gráfica. Y a Kintari le venía mejor un dibujante más careta, más clásico, más apegado a ciertas convenciones del comic de aventuras a las que –lógicamente- el pincel endemoniado de González se lleva puestas sin el menor reparo. Este era un guión perfecto para… Richard Corben, ponele. Aún así, incluso lejos de su zona de confort, González nos regala un montón de imágenes de alto impacto, como esa jirafa prendida fuego con la que abre la novela y con la que –casi seguro- voy a soñar esta noche.
Si te gusta la aventura fantástica con hechiceros, guerreros, sacrificios y traiciones, acá vas a encontrar un relato dinámico, potente, con buenos diálogos y varios giros argumentales sorprendentes. Por ahí te hace ruido el dibujo, porque la estética de González va medio para otro lado. Y por ahí no.
Nos vemos este finde en Rosario, en la décima edición de Crack Bang Boom, y retomamos las reseñas la semana que viene, acá en el blog.


miércoles, 9 de octubre de 2019

DOS DE MIERCOLES

Mientras el clima se debate entre un sol tremendo y unos chaparrones cataclísmicos, yo sigo avanzando con las lecturas y las reseñas.
Arranco en 2014 con una miniserie de Hulk, convertida en compra obligatoria por estar escrita y dibujada por el maestro Alan Davis. Al prócer británico se le ocurre una idea muy atractiva: Charles Xavier se decide a ayudar a Bruce Banner. Tiene que haber una forma de controlar la furia que atormenta al científico, y el Profe la va a descubrir. En su esencia, The Man Within es una historia muy nerd, de dos mentes brillantes, dos capos del intelecto, la ciencia y la tecnología unidos para que uno de ellos deje de convertirse en el Gigante Gamma. Entre la tecnología de avanzada que maneja Banner y lo que sabe el Profe de genética, más sus nada despreciables poderes mentales, esto debería encaminarse. Pero a Davis se le ocurre que eso así, solito, puede resultarle aburrido al lector que se acerca a los superhéroes de Marvel para vibrar al ritmo de la machaca, entonces la complica con la irrupción de más y más personajes, que están básicamente al pedo. Al Profe lo secunda la formación clásica de los X-Men, reforzada con Havok y Polaris. Obviamente están de adorno. Con Marvel Girl y Beast (que suelen ser los más idóneos para soldadear a Xavier), recontra-sobraba. El resto no aporta nada. Y lo mismo pasa con Abomination y el Leader, los clásicos enemigos de Hulk. Están ahí para que haya una excusa que le permita a Davis dibujar esas peleas alucinantes que suele dibujar. El Leader, mal que mal, tiene algún peso en la trama (y algún buen diálogo), pero tampoco es fundamental.
Con la machaca estridente que le proveen héroes y villanos, Davis estira a 80 páginas una idea chiquita (y linda), y la verdad que está todo tan bien dibujado, que uno se queja de rompebolas, nomás. Matt Hollingsworth la rompe con el color, siempre muy atento a los climas por los que transita el guión de Davis, y el británico (junto a su clásico entintador, Mark Farmer) deja la vida en cada página, ostentando sublime majestad en cuerpos en acción, expresiones faciales y fondos. Uno ya sabe que esta historia no va a cambiar nada, porque está ambientada en un pasado ya lejano (es secuela de la X-Men nº66, de 1970), pero aún así, el talento y la fuerza de Alan Davis la convierten en una lectura no imprescindible, pero seguro muy, muy disfrutable.
Menos de un año después de haber leído el Vol.3, retomo la lectura de Dora, la cautivante serie de Ignacio Minaverry a la que felizmente le está yendo muy, muy bien. Aquella vez yo decía “este es el tomo de Dora en el que pasan menos cosas. No hay tramas románticas, casi no hay momentos de comedia y no avanza en absoluto la cacería de nazis que Dora había iniciado en los tomos anteriores”. Y bueno, en el Vol.4 (Amsel, Vogel, Hans) el autor retoma la senda de los dos primeros libros: Dora viaja por distintos lugares de Europa en busca de las pistas que le permitan meter en cana a tres criminales nazis, mientras entre bambalinas avanzan tramas que tienen que ver con la comedia, el romance o el costumbrismo onda Love & Rockets.
Minaverry narra todo esto a un ritmo lento, descomprimido, con espacio para la reflexión y la contemplación de los paisajes, y de nuevo uno siente que para la cantidad de páginas que leyó, pasaron pocas cosas. Por supuesto es una preocupación menor, porque se nota una decisión intencional del autor en este sentido, y sobre todo porque el dibujo es tan bueno, que uno quiere 30 ó 40 páginas más, aunque no las tramas no avancen en lo más mínimo. Sobre el final del tomo, cuando Dora se arremanga y en vez de entrevistar a viejitos que sobrevivieron a la guerra se manda a investigar (como si fuera una espía posta, onda Modesty Blaise) al temible Kurt Hahn, la tensión crece y la resolución del “episodio” sorprende a propios y ajenos. Seguramente ese final tendrá consecuencias que veremos en los tomos futuros.
El dibujo de Minaverry, como ya dije, sigue en ese nivel descomunal que vimos en el Vol.3. A la fuerte impronta de Jacques Tardi, sumo ahora la de Jason Lutes, tanto en algunos aspectos gráficos como en la onda de “narrar lento”. Y de nuevo, no hay Tardi ni Lutes que dibujen tan hermosas a las chicas lindas como las dibuja Minaverry. Como siempre llama la atención el realismo meticuloso en los detalles que se ven en calles, edificios, vehículos, ropa, peinados… Esto es como teletransportarse al verdadero 1964 y verlo, sentirlo, respirarlo. Y además hay muchos (pero en serio, muchos) hallazgos en el armado de las secuencias, que le permiten a Minaverry probar una amplia gama de recursos narrativos, apoyados sobre todo en los silencios que el autor utiliza para generar estos climas a veces tensos, a veces relajados, a veces melancólicos. Gran trabajo, de una madurez y una profundidad notables.

Y no hay más. Veremos si llego a postear el viernes antes de viajar a la Crack Bang Boom, y si no, nos reencontraremos a la vuelta, el lunes a la noche… o el martes… o eventualmente.

lunes, 7 de octubre de 2019

LUNES PRIMAVERAL

Por fin tengo un ratito para redactar unas reseñas y empezamos con el final de la trilogía de StarCraft: Ghost Academy.
Básicamente, para el tercer y último tomo el guionista David Gerrold cambia totalmente el tono de la obra: Acá llega a su fin la onda de centrarse en los conflictos internos dentro de la academia, los grupitos de estudiantes enfrentados y cómo cada uno de ellos va ganando cancha en el uso de sus poderes y en su rol como armas vivientes al servicio del Emperador. En reemplazo de esto (y de la sutil exploración del rol de la academia en el complejo andamiaje político del Dominion), tenemos una guerra a todo o nada, en un planeta lejano, contra la furibunda y monstruosa raza alienígena a la que ya habíamos visto masacrar a montones de humanos en el tomo anterior. Y nada más. No más internas entre los Ghosts, no más ajedrez entre los capos de la academia y el Emperador y sus ministros, no más ejercicios, no más simulacros.
Para liquidar la saga, Gerrold decide que el Dominion mande al muere a los chicos que se entrenan para ser Ghosts y que, los que puedan, sobrevivan. Y de eso se trata este último episodio: de los chicos y chicas enfrentando a esta raza de hiper-fieras antropófagas en un planeta en el que vuelan las bombas atómicas. Páginas y páginas de acción, tiros, explosiones y violencia al recontra-palo, mínimamente decoradas por el “dilema moral” de estos milicos que no tienen mayores reparos en mandar al frente a los jóvenes protagonistas de la saga. ¿Es poco? Probablemente. Pero es lo que hay.
Por suerte está todo muy bien dibujado por Fernando Heinz Furukawa y sus asistentes (entre los que se destacan Rocío Zucchi y Gonzalo Duarte, encargado de la aplicación de las tramas mecánicas). Esto mismo mal dibujado, sería poco menos que cancerígeno, pero el laburo a destajo de FHF hace que la historia sea dinámica, que los personajes tengan cierta onda y que la espectacularidad y la grandilocuencia tengan un poco más de sustento. Si hay algo que redima a StarCraft: Ghost Academy es sin dudas la faz gráfica. O en una de esas todo lo que pasa acá es re-importante y re-canónico para la continuidad del videojuego, la verdad que no tengo idea. A mí me sirvió para descubrir el excelente nivel que alcanzó Fernando Heinz Furukawa en su búsqueda de una estética cercana al manga, pero fácil de ensamblar con una narrativa 100% occidental, apoyada sobre todo en la machaca. Ojalá encuentre otros trabajos suyos con guiones más atractivos.
Hacía… no menos de 15 años que no tocaba un comic de Valiant, pero las críticas zarpadas que recibió Britannia me hicieron darle una oportunidad a esta saga creada por el maestro Peter Milligan, junto a un dibujante español que siempre me resultó interesante, Juan José Ryp. Sumémosle el dato de que esto está totalmente desenganchado del Universo Valiant, y que lo conseguí a muy buen precio. Imposible resistirse.
Una vez que lo leí, me bajó un poco el entusiasmo. Es una buena historieta de aventura histórica, no lo dudo en absoluto, pero en algunos aspectos se queda a mitad de camino. Me interesó mucho el planteo, el hecho de tener en pleno Imperio Romano a un protagonista que intenta resolver crímenes por medio el análisis racional, intelectual… en una época en la que todo se explicaba por los caprichos de los dioses, y el emperador era un loco de mierda como Nerón. En ese contexto de gran irracionalidad, el personaje de Antonius Axia propone algo distinto y muy atractivo. Milligan trabaja muy bien el tema del rol de las mujeres en esta sociedad, al introducir por un lado a las vestales y por el otro a Bodmall, la aldeana bretona de apariencia perdularia pero profundamente conectada a los saberes místicos de su pueblo. Sin estas mujeres de su lado, Antonius no podría haber sobrevivido a esta experiencia ni mucho menos resuelto el misterio que lo mandó a investigar Nerón.
Y quizás lo más choto sea que Antonius llegue vivo al final de la historia. La amenaza a la que se enfrenta es tan grossa, lo supera tanto a tantos niveles, que incluso con la ayuda de Bodmall y las vestales resulta medio inverosímil que salga entero y/o victorioso de esta ordalía. El resto, pongámosle que está bien. Hay una bajada de línea anti-imperialista, está esta reivindicación de las mujeres (absolutamente ninguneadas en la antigua Roma), hay un misterio sobrenatural bien llevado… Lo que no me cerró mucho fue la faceta más aventurera, la resolución de los conflictos por la vía de la violencia. Terminar así la saga quizás requería de otro tipo de héroe, más cerca de Conan que de Sherlock Holmes. Milligan tuerce un poco la figura de Antonius para que se banque cosas que Conan se bancaría y Holmes no, y eso –para mi gusto- desvirtúa un poco el desenlace.
El dibujo de Juan José Ryp (cuyo verdadero apellido es Rodríguez y Prieto) está muy bien. El español trabaja con su clásico trazo finito, sin masas negras, como para que se luzca muchísimo el coloreado a cargo de la gran Jordie Bellaire. Los fondos y paisajes están laburadísimos, la reconstrucción histórica está tan cuidada como en cualquier comic francés, la narrativa no tiene fisuras, el gore pega donde y cuando tiene que pegar, el garche no llega a ser porno, las expresiones faciales están muy logradas… Gran trabajo de este obrero del lápiz. Hay más arcos de Britannia, pero andá a saber si algún día los veo tan baratos como para querer comprarlos.

Esto es todo por hoy. Seguramente habrá una entrada más durante la semana y durante el finde nos encontramos en Rosario, en la décima edición de Crack Bang Boom. ¡Arrivederci!

jueves, 3 de octubre de 2019

ARRANCÓ OCTUBRE

Vengo de unos días complicados, con poco tiempo para leer comics y menos aún para reseñarlos. Pero bueno, la meta de clavar 120 reseña a lo largo del año todavía está ahí, con muchas probabilidades de cumplirse.
Me gustaría pensar que en el mes y moneditas que pasó desde que reseñé la adaptación de Frankenstein (29/08/19) mucha de la gente que habitualmente lee este blog se tomó el laburo de googlear a Denis Deprez y flasheó a lo guanaco con las maravillas que hace este increíble artista francés, injustamente desconocido en los países de habla hispana. Pero bueno, no me hago muchas ilusiones. Vamos a suponer que la gran masa del pueblo sigue sin haber descubierto a Deprez y voy a empezar la reseña de su adaptación de Otelo (el clásico de William Shakespeare) contando que hay un tipo que pinta como si fuera Vincent Van Gogh y que en vez de dedicarse a la plástica, hace historietas. Un mago post-impresionista que maneja una paleta alucinante, que (como Lorenzo Mattotti) planta muy pocas viñetas por página y que además pone su virtuosismo pictórico al servicio de un relato, en función de contar una historia.
Esta vez la historia es la de Otelo, el imbatible general al servicio del poderoso Duque de Venecia, quien se verá envuelto en una red de engaños, operetas y dimes-y-diretes orquestada por su mano derecha, el envidioso y perverso Yago. La historia de amor entre el moro Otelo y la bella Desdémona naufragará en un tsunami de celos, intrigas y verdades a medias y al final (no spoileo nada, la obra de teatro debutó en 1604) la tragedia vencerá al romance. La versión de Deprez es sumamente respetuosa de la original, con textos que suenan 100% shakesperianos y con el truquito de que sea Yago quien narre la historia en primera persona. Un trabajo realmente hermoso, de alto impacto visual, que capta a la perfección las tres aristas del Otelo de Shakespeare: la político-militar, la romántica y la trágica. Ojalá algún día se publiquen las obras de Denis Deprez en nuestro idioma, así mucha más gente lo descubre.
Salto a Argentina, a 2019, para comentar La Extraña Desapari- ción de Barnabas Jones, una excelente novela gráfica escrita por Damián Connelly y dibujada por Kundo Krunch. De todas las veces que Connelly jugó a trastocar los géneros más clásicos, a meterle idiosincracia y bizarreada a las estructuras narrativas tradicionales, esta es la vez que más se acercó a crear una Obra Maestra. La Extraña Desaparición… retoma un montón de convenciones de los comics de superhéroes, pero es mucho más que un homenaje, una sátira o una visión deconstructivista.
Acá vemos superpoderes zarpados, dimensiones alternativas, clones, zombies, armas mega-poderosas, dioses, piñas… lo de siempre, pero mostrado como nunca. La Extraña Desaparición… además, repite el mejor truco de Watchmen: te hace creer que es una “de superhéroes” cuando en realidad toma la estructura de un policial, un clásico “whodunnit”, en el que los protagonistas intentan descubrir al culpable de un homicidio. Connelly va para el mismo lado, pero esta vez la investigación tiene que ver (como lo explicita el título) con la desaparición de un poderoso personaje cuyo rastro llevará a Anima Riot y sus amigos por los rincones más extraños de este universo. El personaje de Anima (elegida por Connelly para contar la historia en primera persona) es otro gran acierto, al igual que el sutil desarrollo de las tramas que además de piñas y rayos involucran besos y caricias, a veces tan letales como las piñas y los rayos.
Buena parte de esta onda extraña, única y adictiva tiene que ver con la estética de Kundo Krunch, este prolífico dibujante que (a partir de la obra que reseñamos el 28/09/18) pegó un vuelco estilístico increíble y se convirtió en una especie de Ted McKeever. Acá lo vemos despegarse un poquito de ese molde, probar cosas nuevas, exigirse muchísimo en materia de fondos, angulaciones, puesta en página, y además incorporar con inmejorable criterio el color, importantísimo en la creación de estos climas asfixiantes y cautivantes de La Extraña Desaparición… Un trabajo absolutamente consagratorio para el artista marplatense.
La edición es excelente, tanto el tamaño, como la calidad del papel, la encuadernación, la impresión, el diseño… Sin dudas este libro pone a la editorial Deriva en la lista de los sellos a los que seguir muy de cerca, mientras uno se pregunta cómo fue que La Extraña Desaparición de Barnabas Jones escapó al radar de las editoriales más afianzadas en el mercado (mercadito) de la historieta argentina contemporánea. Obviamente espero ansioso nuevas aventuras ambientadas en el universo de Goddard (así se llama la ciudad donde operan Anima y sus compañeros), o aunque más no sea, otras obras de Connelly y Krunch, que exploren otro universo pero conserven la magia, el ingenio, la imaginación y la impronta de La Extraña Desaparición de Barnabas Jones.
Nada más por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.