el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 24 de octubre de 2019

NOCHE DE JUEVES

Linda noche para salir a atorrantear por ahí pero me toca clavar el culo en la silla y avanzar con las reseñas del material que leí en estos últimos días.
Le sigo metiendo los cuernos a Oyasumi Pun Pun con otros mangas, en este caso con el primer tomo de Ryuko, una obra del fotógrafo, escultor, artista plástico y mangaka Eldo Yoshimizu, publicada en nuestro país por el sello Buen Gusto. Lamentablemente el libro no aclara de qué año es Ryuko. Una pena, porque sería un dato interesante para el análisis del manga.
Manga que, por otra parte, se lee muy, muy rápido. Yoshimizu narra a un ritmo tremendamente descomprimido, con pocas viñetas por página, muchas de ellas (páginas enteras) dedicadas a contar acciones o diálogos mínimos. Este es apenas el primero de cuatro tomos y en este primer tramo realmente pasa muy poco. Tenemos una buena presentación de personajes, para el último tercio se empieza a definir el conflicto más fuerte, el que (creo yo) va a motorizar la trama principal de la obra, y no hay mucho más, a nivel del argumento.
A nivel del relato gráfico, por momentos lo de Yoshimizu se hace un poco confuso, se nota que es un artista del mega-carajo que no está acostumbrado a contar historias con su dibujo. Y el dibujo es una bola de fuego del tamaño de un planetoide, una masa compacta, incandescente, que se lleva puesto todo. ¿Te acordás de esas obras de Osamu Tezuka de los años ´70, donde por momentos se zarpaba y se volvía expresionista? Bueno, eso multiplicalo por 1000 y metele varios kilos de merca y varios litros de LSD. Yoshimizu se va literalmente al carajo, te envuelve en una vorágine visual absolutamente infrecuente, en la que las texturas, las manchas, las líneas cinéticas y los grisados explotan en una orgía salvaje. Por debajo de todo ese estallido visual hay un dibujo muy clásico, con chicas idénticas a las que dibujaba Tezuka en los ´70 y muchachones más cercanos a los de un Tetsuo Hara, ponele. Pero todo arrebatado, todo llevado al extremo por un dibujante que hace del impacto su carta de presentación y su principal recurso discursivo.
Por ahora, Ryuko me detonó las retinas mucho más de lo que me cautivó a nivel guión. Veremos cómo sigue esta violentísima historia de runflas, traiciones y crímenes entre gangsters y femme fatales. Y qué bestia Eldo Yoshimizu, por Diossssss…
También este año, tuvimos la edición argentina de Spinnerette, un comic creado para la web por un tal Krazy Krow, junto a nuestro compatriota Walter Gómez, que no es el mismo Wally Gómez al que yo conocía como dibujante, colorista y editor. Son dos tomos, de los que acabo de leer el primero.
La serie es una comedia protagonizada por una chica que recibe poderes arácnidos y decide convertirse en superheroína, en la ciudad de Columbus, Ohio. La verdad, no em resultó muy interesante. Krazy Krow mete un montón de chistes y situaciones supuestamente cómicas que surgen desde el momento en que Heather Brown adopta la identidad heroica de Spinnerette, apoyadas en la inexperiencia, la ingenuidad y en un punto la irresponsabilidad de esta chica. Varios de esos chistes son efectivamente cómicos y otros no. Y no hay mucho más. Las aventuras en sí son anodinas, pavotas, con menos posibilidades de convencer a un fan curtido en materia de superhéroes que Gómez Centurión de llegar al ballotage. Recién en el último episodio aparece un subplot mínimamente interesante (el de la familia de Tiger) y el resto pendula entre una comedia blandita y tramas más aventureras que dejan sabor a refrito barato de un montón de comics mucho mejores.
El dibujo, en cambio, me gustó bastante más. Es un dibujante argentino que arma la página y mueve la cámara como un dibujante de mainstream yanki, y además reproduce todos los yeites de los dibujantes de mainstream japonés. En la superficie, Spinnerette quiere parecerse a un manga (supongo que por cuestiones de marketing) y le sale muy bien. Al igual que en StarCraft: Ghost Academy, acá lo tenemos a Gonzalo Duarte asistiendo a Walter Gómez en la aplicación de los grisados, que son un punto alto en la faz gráfica de la obra.
Tengo también el Vol.2, y lo voy a leer por una cuestión casi protocolar, y porque tengo entendido que cambia de dibujante. No crean que le voy a entrar con altas expectativas porque -habiendo leído el Vol.1- ya sé que lo que puedo esperar de Spinnerette es más bien poco. Pero bueno, esto es un sacerdocio…
Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.


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