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lunes, 15 de septiembre de 2025
FLASHBACK A 2019
Por esas casualidades del universo, hoy tengo para reseñar dos novelas gráficas aparecidas en 2019. Allá vamos.
Empiezo en Estados Unidos, donde First Second publica Pumpkinheads, un trabajo escrito por Rainbow Rowell (de recordado paso por She-Hulk) y dibujado por Faith Erin Hicks, a quien vimos en su faceta de autora integral un lejano 07/12/12. Y quiero hablar primero del dibujo, porque realmente es asombroso el salto de calidad que le vemos pegar a Hicks entre aquella Friends with Boys y esta obra. Como en toda historieta muy hablada, a veces tiene secuencias en las que se repiten mucho los planos, pero el trazo en sí, la construcción de los personajes, de los fondos, los detalles, las expresiones de cuerpos y rostros, todo eso es impecable y demuestra que Hicks no se durmió en los laureles y se esforzó grosso para mejorar. El color, a cargo de Sarah Stern, también es muy notable y está en perfecta sintonía con lo que quieren contar Hicks y Rowell y con lo que viene a buscar el público que suele acercarse a este tipo de novelas gráficas apuntadas (en principio) al segmento de las lectoras adolescentes.
El guion de Rowell es tranqui, básicamente una celebración de la amistad y de las cosas simples de la vida. Josie y Deja trabajan todos los otoños en una especie de Fiesta Nacional de la Calabaza, que llega a su fin en la noche de Halloween, y este es el último año en que se van a encontrar para compartir esos días, porque después casi todos los chicas y chicas se van a estudiar a universidades de distintas latitudes. Mal y tarde, Josie se acuerda que nunca se encaró a Marcie, la piba que le gusta desde el primer día, y Deja se va a poner como objetivo que eso suceda. En medio del festejo de Halloween, con esta especie de "Disneylandia de las calabazas" a full de gente que viene a visitar las atracciones y a probar las más variadas propuestas gastronómicas basadas en esta popular hortaliza, Deja le va a meter una cantidad bestial de fichas a su amigo para que este se anime a encontrar a Marcie y decirle que gusta de ella. No va a ser fácil, primero porque Josie es el típico goma que le pone a su trabajo una dedicación y una responsabilidad desmesuradas (de esas que los patrones no te pagan jamás), después porque es bastante tímido, y después porque el propio caos de esta granja de calabazas convertida en parque de atracciones va a interferir en los planes de Deja. De alguna manera (divertida, pero un tanto forzada), Rowell saca de la galera una peripecia atrás de otra para que los protagonistas recorran toda esta granja/ feria, lo cual Deja va a aprovechar para probar toda la amplia variedad de comidas (dulces, saladas, picantes) que se ofrecen en los distintos sectores.
Con muy buen ritmo y diálogos muy bien escritos, que suenan 100% reales, la guionista nos va a guiar a lo largo de todas esas horas repletas de encuentros, desencuentros, volantazos y revelaciones que van a terminar por redefinir (casi en tiempo suplementario) la relación entre Deja y Josie que es, sin ninguna duda, el sostén de toda la trama de Pumpkinheads. Repito que se trata de una historia tranqui, sin mayores pretensiones, pero que funciona muy bien y que resulta atrapante y hasta por momentos encantadora en varios niveles. A mí, que no soy para nada el público al que apunta la obra, me re gustó; y supongo que si se la doy a una piba de 13-14 años, la va a amar con toda su alma. El libro es medio delictivo porque incluye demasiadas páginas que NO ofrecen historieta, pero más allá de ese detalle, me animo a recomendar Pumpkinheads a cualquier lector que quiera leer buenas historias y descubrir personajes entrañables.
Sigo en 2019, pero ahora me vengo más cerca, a Perú, para embarcarme en El Convoy, una aventura de casi 80 páginas en blanco y negro escrita y dibujada por Eduardo Romero, un autor al que nunca había oído nombrar. Esta vez la gran sorpresa es el guion, y sobre todo la profundidad que Romero logra imbuirle al protagonista, el implacable Mikael Lucius. Con un pulso narrativo firme y cautivante, el autor lleva adelante un relato que empieza realista y gradualmente incorpora algunos elementos fantásticos, hasta llegar a un final enigmático, perturbador, que abre la puerta de una eventual secuela, ya jugada 100% a lo fantástico. El hilo conductor de El Convoy es, sin dudas, la ambición de Lucius y su viaje plagado de muerte, violencia y traición. Los flashbacks terminan de establecer la personalidad y el tamaño, la magnitud de la codicia que impulsa a este humano de carne y hueso a una ordalía que solo una criatura de origen mítico o divino podría afrontar. No quiero revelar mucho más acerca del argumento para no spoilear, pero es básicamente eso: la travesía a todo o nada de un buque mercenario, capitaneado por un tipo complejo, ambiguo, capaz de cualquier cosa con tal de cumplir la misión y cobrar su recompensa.
En materia de dibujo, me voy menos conforme. Romero trabaja en un estilo realista clásico, y tiene un amplio dominio de la puesta en página, mucha variación de encuadres, buen trabajo en la iluminación, buen manejo del claroscuro... Sin embargo la faz gráfica está lastrada por unos cuantos problemas (ninguno demasiado catastrófico) en la anatomía y en las expresiones faciales, que son los rubros en los que Romero definitivamente necesita mejorar. No tengo dudas de que, con un dibujante más afianzado, El Convoy sería una obra maestra de la aventura. Me imagino este guion dibujado por Juan Giménez y me da un ACV... pero bueno, lo tenemos a Eduardo Romero, que -por lo que cuenta la solapa del libro- para cuando publicó El Convoy ya estaba trabajando en otra novela gráfica que, esperemos, marque un paso adelante en su carrera, a medida que va puliendo su dibujo. Como guionista, estas páginas le alcanzan para sentarse en la mesa de los grandes.
Y nada más, por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.
Etiquetas:
Eduardo Romero,
Faith Erin Hicks,
Rainbow Rowell
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