el blog de reseñas de Andrés Accorsi

miércoles, 3 de septiembre de 2025

MIÉRCOLES DE AVENTURAS

Acá estamos de nuevo. Ayer tenía poco para hacer, así que le dediqué un rato largo a leer historietas. Veamos con qué me encontré. Empezamos en Francia, año 1968, época en la que el maestro Fred (cuyo verdadero nombre era Frédéric Othon Théodore Aristidès) la rompía todas las semanas en las páginas de la revista Pilote. Fred escribía y dibujaba las aventuras de Philémon, claramente apuntadas al punto infanto-juvenil y eran rarísimas, básicamente porque Fred era un autor de clara impronta underground, que venía de una revista hiper-salvaje como Hara-Kiri, y que -tras su etapa en Pilote- volvería a ese tipo de historietas de vanguardia, transgresoras y jodidas como enema de chimichurri. En las historietas de Philémon, Fred cuidaba a rajatabla la narrativa, para que fuera absolutamente clara, pero la línea, el dibujo en sí, es totalmente under, mucho más parecido a un Gilbert Shelton, o al Joann Sfar más sacado, que a un Albert Uderzo o un André Franquin. La colorista Evelyne Tranié se esfuerza para que el trazo casi lisérgico de Fred se vea amistoso para los chicos y la verdad es que Philémon es aún hoy una gran historieta de aventuras para todo público. El tema son los guiones. Fred estaba recontra-chapa (de hecho, estuvo internado en un neuropsiquiátrico) y las aventuras de Philémon no respetan ningún tipo de lógica. En "Philémon et le naufragé du A", seguimos a este joven campesino en una concatenación de peripecias que parece no tener fin, pero además no tener límites. Esto es fumado en serio, y realmente puede pasar cualquier cosa. Además, Fred no busca generar humor para matizar las peripecias, como lo hacían Hergé o Franquin. Es obvio que todo lo que pasa es en joda, simplemente por lo surrealista de las situaciones en las que se involucran los personajes, y si alguna vez se cuela un chiste es simplemente para darle un poquito más de relieve al personaje del burro Anatole, que está ahí para proporcionar el famoso "comic relief". Más que la sensación de peligro, las aventuras que vive Philémon en este álbum transmiten la idea de extrañeza, de abrir bien los ojos para tratar de entender qué carajo está pasando, dónde estamos, qué son estos paisajes, estos edificios, estas criaturas, estas islas con forma de letras. Una demencia muy divertida, que contrastará sobre el final con la incredulidad del papá de Philémon, que (lógicamente) se convence de que su hijo es un fabulador y un sanatero, porque -a su regreso a la granja- le narra sucesos 100% inverosímiles. Y bueno, era 1968. No había que ser un vanguardista ido al carajo para incluir a Philémon en una antología infanto-juvenil: de hecho, el director de la revista era René Goscinny, quien sería criticado por los colaboradores más jóvenes del semanario precisamente por no irse más al carajo y apostar por material más experimental. Pero en esta época tan hippie y tan loca, no era un despropósito darle a los lectores de Astérix, Valérian y Blueberry una historieta de aventuras oníricas, una alucinación sin pies ni cabeza que -reitero- aún hoy resulta atractiva por lo carismático de los personajes, el ritmo que no para nunca y un dibujo rarísimo y a la vez muy ganchero. Evidentemente, en los ´60 Fred estaba adelantado a su época. Y el reconocimento de la crítica le va a llegar muchos después, con sus obras más "maduras", ya apuntadas a un público más adulto, que espero poder conseguir algún día.
Me voy a Estados Unidos, año 2000, cuando Dark Horse recopila en TPB una miniserie co-editada con DC Comics en la que Batman comparte una aventura con Tarzan. El título "Claws of the Cat-Woman" es bastante engañoso, porque da a entender que Catwoman es la villana y no: el villano es un tipo de apellido Dent que (predeciblemente) va a llegar al final de la historia con media cara hecha concha. Ron Marz firma un guion ágil, sin mayores pretensiones, cuyo único punto flojo es la facilidad con la que un tipo sin superpoderes ni mayores habilidades mentales o físicas logra mantener a raya a los dos héroes durante casi toda la historia. Finnegan Dent es ambicioso e inescrupuloso, pero ¿alcanza eso para "domar" a Batman y Tarzan? Normalmente no, y Marz "la fuerza" un poquito para que los héroes se las vean bastante fuleras contra este garca, al que vamos a ver caer por su propio peso: no van a ser ni el Rey de los Monos ni el Detective Nocturno quienes lo saquen de circulación. Lo que más me gustó del guion es que se anima a meterse con la negación que tiene Batman/ Bruce Wayne con el tema del amor. En una de las primeras secuencias, Bruce le echa flit a una Vicky Vale que viene con el cartelito de "oferta" colgado de la chabomba, y durante el tramo principal de la aventura, vamos a ver (a modo de subplot no muy enfatizado por el guionista) cómo a Batman le empiezan a "pasar cositas" con la princesa Khefretari, que no solo le salva la vida varias veces, sino que le hace saber de manera bastante obvia que está muerta por él. Para la secuencia final, a Bruce no le queda otra que reconocer que siente algo fuerte por la princesa, pero obviamente no se puede quedar a gobernar junto a ella un reino perdido de África. Gotham lo necesita, y tiene que volver. Y el otro subplot hábilmente manejado por Marz, aparece de manera mucho más explícita: Tarzan no tiene mayor inconveniente en matar a sus oponentes (cuadrúpedos o bípedos) y a Batman le da por las bolas que su ocasional aliado no haga un esfuerzo extra para ganar los combates sin desparramar cadáveres por todos lados. De hecho, Batman va a terminar la aventura seriamente lesionado por haber tratado de salvarle la vida nada menos que a Finnegan Dent, el villano que hizo de todo para hacerlo boleta. Claramente en este punto coincido más con el hombre mono que con el hombre murciélago. Lo más notable de esta historieta, lo que me hizo comprarla sin dudar un instante, es el dibujo de Igor Kordey. Qué bestia, ma-mita... Kordey combina la elegancia de un Sergio Toppi con la polenta y la espectacularidad de un Richard Corben, y la rompe toda en esos primeros planos repletos de rayitas y detalles tipo Bernie Wrightson o Barry Windsor-Smith. Diseña la página con un sentido dinámico, de alto impacto, las secuencias están planificadas con un criterio increíble, dibuja muy bien a los animales, el trabajo en los fondos es maravilloso (y sabe cuándo omitirlos para que se destaquen las expresiones de los personajes) y se ve todo tan sólido, tan bien pulido, que si le sacás a estas páginas el color de Chris Chuckry no pierden ni un ápice de su atractivo. El excelente desempeño del astro croata nos permite redondear un gran team-up entre dos íconos de la aventura, dos hijos de familia cheta que un día abrazaron (cada uno a su manera y en junglas distintas) la lucha contra la injusticia. Lo recomiendo tanto a los fans de Batman como a los fans de Tarzan, y obviamente a los fans de Igor Kordey. Y hasta acá llegamos, por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

2 comentarios:

Nahuel2017 dijo...

Me re cebaste con ambas, me cague de la risa con lo de la oferta en la chabomba

Segundo Moyano dijo...

Muy lindo encuentro, banco a Kordey hasta en New Xmen de Morrison donde dibujó a las chapas varios números.