el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 2 de septiembre de 2025

NOCHE DE MARTES

Bueno, ya tengo leídos un par de libritos más. Veamos con qué nos encontramos esta vez. Empiezo con el Vol.3 de Injection, la serie de Warren Ellis y Declan Shalvey que salía en Image, y de la cual vimos el Vol.1 allá por el 23/09/16 y el Vol.2 en tiempos un poco más recientes, el 29/04/24. Como ya comenté, la serie nunca pasó del nº15 y dejó sin resolver unas 763.344 puntas argumentales. Este tercer tomo recopila los últimos cinco episodios que llegó a realizar la dupla (allá por 2017) y por suerte es un arco sumamente autoconclusivo y con poca vinculación con la trama y los personajes centrales de los otros dos tomos. Tanto es asi, que podría publicarse (con mínimos retoques) como una obra aparte, con otro título. Hay menciones a los personajes que ya conocíamos y en algún momento Ellis se acuerda de relacionar lo que está pasando en esta historia con lo que pasó en los tomos anteriores. Pero es todo muy leve, muy sutil, no cambia en absoluto la esencia de la trama. Lo realmente importante es que la historia es buenísima y que el personaje que desarrollan Ellis y Shalvey en este arco, Brigid Roth, tiene todo para volver en sagas futuras (ojalá algún día) porque despliega una personalidad tremenda y un gran potencial para este tipo de narraciones. Básicamente, este arco de Injection nos cuenta qué pasa cuando un elemento sobrenatural emerge de manera inesperada y disruptiva en el mundo hiper-tecno de hoy. Hay un juego muy interesante entre la tecnología de recontra-punta que maneja Brigid y la amenaza que debe investigar y -en lo posible- desactivar. La tradición oral, la naturaleza (lo que queda de la naturaleza), la propia disposición geográfica de los moros británicos parecen jugar a favor del misticismo, de lo inexplicable, pero hay gente muerta, y entonces alguien (en lo posible alguien racional) tiene que intervenir. Y ahí va Brigid, implacable, a vérselas con entuerto que parece superarla por todos lados. El arco está un poquito estirado (por ahí con 20 páginas menos sería más impactante), pero Ellis siempre te hace llevadera la lectura con su manejo magistral de los diálogos, y con los personajes secundarios que acompañan (o complican) a Brigid. El dibujo de Declan Shalvey no es ni muy virtuoso ni muy espectacular, pero se pone muy bien al servicio del relato, acompaña sin fisuras lo que Ellis nos quiere contar. La genial colorista Jordie Bellaire le aporta un toque de magia al dibujo de Shalvey, y entre los dos logran una faz visual que no marca un antes y un después de nada, pero que se disfruta sin ninguna dificultad. Aca las claves son manejar el tempo de la narración para sostener la intriga y la sensación de "se está por ir todo a la mierda" y sobre todo lograr que los personajes sean expresivos. Y la verdad que Shalvey cumple más que dignamente en ambos rubros. Una pena que no haya más Injection. La pasé bárbaro con estos tres tomitos y -sobre todo con este tercero- me quedó clarísimo que la consigna de la serie daba para mucho más de lo que llegamos a ver en estos 15 episodios. Warren, Declan, déjense de joder y retomen Injection, que acá tienen un comprador asegurado.
El maestro paraguayo Roberto Goiriz es uno de los autores latinoamericanos que aparecen con cierta regularidad en Aces Weekly, la antología digital que dirige el legendario David Lloyd. El año pasado, poco después de completar una aventura de su nuevo personaje en dicha publicación, Goiriz la compiló en un libro a todo color llamado Caín: Marca Mortal. Ojo, no se parece mucho a las recopilaciones de material de la Aces Weekly a las que nos acostumbró Loco Rabia con los tomos de Ladrones y Mazmorras (de Rodolfo Santullo y Jok): esos eran libros bastante voluminosos, que reunían varios episodios completos, y que utilizaban el formato de página vertical, de modo que en cada página entraban dos de las que ofrece Aces Weekly a sus lectores. Goiriz, en cambio, decidió armar un libro con solo 23 páginas de historieta, en el formato de la antología británica, es decir, apaisado. Está buenísimo para apreciar el dibujo del maestro en un tamaño bastante más grande que el habitual, pero se lee muy rápido y -lógicamente- para completar las 40 páginas que ofrece el libro, hay un montón de relleno (carátulas, prólogo, detalles acerca del backstage revelados por el autor, etc.). Es una edición muy cuidada, que le valió a Goiriz el premio a la Mejor Historieta Paraguaya del año, pero a mí me copa más cuando los libros traen mucha historieta para leer. En este arco tenemos la presentación del personaje, que se apoya en una consigna muy ganchera: Caín, el hijo de Adán y Eva y asesino de su hermano Abel, es inmortal y actualmente vive en una gran metrópolis (probablemente de Inglaterra) donde trabaja como detective privado. Hasta ahí, todo genial. Después, la trama propiamente dicha me atrapó menos. Hay seres sobrenaturales entre los mortales, y como en toda aventura convencional, habrá un combate entre los buenos y los malos. Caín, en busca de la redención, está claramente del lado de los buenos y no hay siquiera un atisbo de ambigüedad al respecto. Ayuda a la (cuasi) arquetípica damisela en peligro, es amigo de un ángel y hasta tiene buena onda con la policía. Sin dudas una caracterización demasiado lineal para un personaje que ofrece ese nivel de complejidad. Pero bueno, la historia es breve, hay páginas con muy pocas viñetas, y por ahí el ritmo de publicación de un semanario no es el más amistoso para ahondar en la psiquis de los personajes. Hay que ir rápido al nudo, al kilombo, a la acción de palo-y-palo, que en esta historia por suerte no escasea. Seguramente el principal atractivo para quien se acerque a Caín: Marca Mortal será el dibujo de Goiriz, esa combinación entre una estética clásica, elegante, sin sobresaltos, y un trabajo muy personal y muy bien logrado en el color. La puesta en página toma riesgos solo cuando la historia lo requiere, el texto está bien dosificado, y hay un solo momento, cerca del final, donde se nota que a Goiriz le cae la ficha de que tiene que cerrar el relato en poquísimo espacio y mete una cantidad brutal de viñetas (en las que pasan un montón de cosas) en apenas dos páginas. Veremos cómo evoluciona esta serie en futuras entregas. Y tengo otros trabajos de Roberto Goiriz para leer, en la pila de los pendientes. Nada más, por hoy. La seguimos pronto acá, en el canal de YouTube, en el sitio web o en la fundamentalísima Comiqueando Digital.

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