el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 31 de agosto de 2021

SHANG-CHI AND THE LEGEND OF THE TEN RINGS

Como fanático talibán del Shang-Chi de los ´70 y ´80, y feliz propietario de la colección completa de Master of Kung-Fu, entré al cine cagado de miedo. Temblaba como una piba de 18 años flaquita y petisa que sale a la cancha a dirigir una final de futbol americano. No había visto trailers, ni sabía nada del argumento, ni de los actores, ni del director, pero por los afiches, y por comentarios de conocidos que siguen la previa de las pelis de Marvel, llegué a la función convencido de que iba a ver una especie de Dragon Ball Z del Universo Marvel: una comedia con chistes y luchas de artes marciales imposibles, combates a muerte con hiper-poderes entre personajes cada vez más zarpados. Y sí, hay muchos más elementos fantásticos de los que yo quería ver, y hasta un personajes meciona que otro tiró un kame-hame-ha, pero por suerte no es el Dragon Ball Z del Universo Marvel. No es una película del Shang-Chi clásico, ni está apuntada al geronte que se bajó los 125 números de Master of Kung-Fu, pero funciona. De aquella majestuosa revista escrita por Doug Moench solo queda una idea: el protagonista es un pibe chino entrenado para ser el perfecto asesino, y se le da vuelta a su padre, que es el capo cuasi-inmortal de una mega-organización criminal. El resto va totalmente para otro lado. A lo largo de 132 minutos, Destin Daniel Cretton ofrece una buena aventura repleta de acción, con una cantidad bastante aceptable de chistes, muchas peleas al límite, momentos épicos que aspiran a emocionar a los fans de Lord of the Rings y –como ya dije- un exceso en materia de elementos fantásticos, que no desentonan con el Universo Marvel en su conjunto, pero que se llevan a Shang-Chi muy lejos de la versión que a mí más me gusta. Es como si me contaran en los flashbacks la vida de Shang-Chi y en el presente una aventura de Iron Fist. Y ya que menciono a los flashbacks, estos son muy emotivos y le dan muchas oportunidades para brillar a varios de los miembros del elenco (especialmente a Tony Leung, al pibito Jayden Zhang y a la diosa Fala Chen), pero hay un par más de los que hacían falta. Llega un punto, sobre todo en el último tercio de la cinta, que ya no quería ver más flashbacks a la infancia de Shang-Chi, que además están narrados a un ritmo mucho más pachorro, además de hablados en chino. Esto último no me molesta, eh? Está bueno que la película grite todo el tiempo “¡puta que vale la pena ser chino!”, así como Black Panther agitaba todo el tiempo las banderas de los nativos africanos. Pero por ahí con un par de flashbacks menos, se podía contar lo mismo sin caer en esos pozos de alta densidad. El flaco que hace del Shang-Chi adulto es el clásico héroe de acción de Hollywood: a nivel actoral no descolla demasiado, pero la tiene atada a la hora de revolear patadas de kung-fu. La sorpresa más grata me la dio Awkwafina, una chica a la que no conocía y (me entero googleando) es actriz y rapera. Le tocó un personajón, que evoluciona muchísimo a lo largo de la película y al que Awkwafina dota de un carisma arrollador, como para que aplaudamos fuerte la próxima vez que la hagan aparecer en alguna otra película o serie del MCU. Obviamente no reemplaza a Black Jack Tarr ni a Clive Reston ni a Leiko Wu, pero funciona muy bien en la dupla “bromántica” con Shang-Chi porque es la que mantiene los pies sobre la tierra cuando el argumento adquiere niveles de fantasía rayanos en el delirio psicotrópico. El resto muy bien, bien la música, los trajes, los efectos especiales, las criaturas fantásticas, y sobre todo la coreografía de las peleas, que es electrizante. La escena en los andamios del edificio de Macao, excedida en duración y todo, es una cátedra de cómo se filma cine de acción. Y la lucha en el bondi con Razorfist (único villano de la gloriosa cosecha de Doug Moench que llegó al celuloide) también es increíble. Lo único que me pareció muy choto es que en las peleas practicamente no se ve sangre. Tenés hiper-ninjas que se tiran con todo, armas ultra-letales, violencia para tirar al techo… y una sequía de sangre comparable a la que atraviesa hoy la zona del Paraná. Finalmente, el hecho de que esta aventura transcurre en el Universo Marvel es durante casi toda la cinta entre menor e irrelevante. Pero los epílogos abren varias puntas para que Shang-Chi y sus personajes secundarios puedan integrarse fácilmente a este maravilloso tapiz que Kevin Feige y sus huestes están hilvanando entre películas y series. Si Jonathan Hickman pudo sumar al capo del kung-fu a las filas de los Avengers, los dementes de Hollywood no van a ser menos.

sábado, 28 de agosto de 2021

23 al 29 de AGOSTO

Semana complicada, por muchísimos motivos, pero igual pude leer un par de cosas. Gracias a la nueva y magnífica edición de Ivrea, me volví a sumergir en 20th Century Boys, una serie que había empezado hace muchos años, en inglés y de prestado, y que en algún momento dejé de leer. Me acordaba muy poquito de la trama, por suerte, y eso ayudó a que me volviera a atrapar por completo. En este manga hay una cantidad brutal de elementos gancheros, y es casi imposible de enumerarlos a todos. Para sintetizar, creo que acá Naoki Urasawa termina de dominar lo que ya había ensayado en Monster, que es el manejo molecular del suspenso. Esa capacidad asombrosa para dosificar la información, dejarte siempre con ganas de saber más, cortar cada escena en el momento justo, en el que el impacto dramático de lo que se cuenta está en su cénit. Además de todo eso, Urasawa complementa una trama muy espesa de misterio y conspiraciones con secuencias ambientadas en la infancia de los protagonistas, en las que el humor y la ingenuidad rompen un ratito con el clima ominoso del resto de la historia. También hay pasos de comedia muy logrados en las escenas que transcurren en el presente, que supongo que desaparecerán gradualmente, a medida que se tense cada vez más el conflicto principal. No quiero contar nada de la trama, pero sí señalar que estamos en manos de un maestro absoluto de la narrativa. Urasawa se da todos los lujos, todos. Hasta construir perfectamente, como si fueran los protagonistas de toda la obra, a personajes a los que va a utilizar menos de 20 páginas. Quiero que esto dure para siempre, que 20th Century Boys sea hasta el final un gran manga de misterio, narrado en clave muy realista, con personajes muy humanos, con situaciones cotidianas, perfectamente reconocibles, que eventualmente se van a enroscar en torno a esto que está sucediendo. Ojalá no aparezcan elementos fantásticos ni sobrenaturales, ojalá Urasawa no amplíe demasiado el elenco protagónico, ojalá haya más secuencias ambientadas en la infancia de Kenji y sus amigos, más pinceladas que nos permitan vislumbrar cómo se vivió en Japón el estallido del rock anglófono a fines de los ´60 y principios de los ´70… Así como está, esto es mágico e insuperable. Y encima está dibujado como los dioses por un autor que brilla sobre todo en las expresiones faciales, pero al que le sobra solidez en todos los rubros. Tengo un par de tomos más de 20th Century Boys y haré fuerza para no devorármelos esta semana que arranca el lunes.
Me vengo a Argentina, año 2021, para hablar un poquito de Lo Que Ya Pasó, un recopilatorio de cuatro historias cortas, escritas por Brian Janchez y dibujadas por Pablo D´Alio. Son historias tan fieles a la impronta de Janchez, tan imbricadas (con perdón de la palabra) en el estilo de este autor, que resulta extraño verlas dibujadas por alguien que no sea él mismo. No es que D´Alio dibuje mal. Para nada, el dibujo es muy bueno, se complementa bien con los climas que evocan los guiones y tiene momentos de gran belleza plástica. Pero las historias son tan Brian que me pasó algo similar a lo que viví cuando Darwyn Cooke dibujó Twilight Children (ver reseña del 16/03/18). En cuanto a las historias, creo que la que más me gustó fue la primera, pero las cuatro están muy bien. Creo que a “La ametralladora” le faltó una vueltita de tuerca más en el final, como para bancar un poco el clima tenso que se genera a la mitad del relato, y no más que eso. Son historias atractivas, distintas entre sí y con muy buen nivel en los diálogos y los bloques de texto. Si sos fan de Brian Janchez, seguro te van a encantar, y además vas a conocer a Pablo D´Alio, un dibujante que todavía no explotó, pero que tiene varias historietas publicadas y en todas sorprende con su manejo del pincel y las aguadas. Nada más, por hoy. Gracias y hasta el finde que viene.

sábado, 21 de agosto de 2021

16 al 22 de AGOSTO

Bueno, esta semana leí bastante, no sé si mucha cantidad, pero seguro bastante variado. Empecé con Yugurta, una serie de aventura histórica realizada por Jean-Luc Vernal y el maestro Hermann para la revista Tintin, allá por 1967. Es una historieta clásica, con mucho sustento en la historia real de los pequeños reinos del norte de África en los tiempos del Imperio Romano y las Guerras Púnicas. Una historia de honor, lealtad y coraje, contada de manera muy tradicional, con páginas que nunca bajan de las 10 u 11 viñetas, mucho rigor en la documentación histórica, sin chistes, sin tramas románticas, sin personajes femeninos, con bastante acción pero poco énfasis en la sangre. No me aburrió principalmente porque me encontré con unas cuantas secuencias mudas, en las que estos príncipes, caudillos y dignatarios imperiales se callan un poco la boca y dejan que el dibujo conduzca el hilo de la narración. Y el dibujo es muy bueno. Hermann está todavía muy verde, le falta muchísima sopa para ser el Hermann de Comanche, o sea que está a años luz del Hermann de los ´80 en adelante, que es el que a mí más me gusta. Pero la jerarquía se le nota más que la inexperiencia. El belga sabía que estaba haciendo sus primeros palotes, y para asegurarse de no pifiar, optaba por el camino más seguro: chorearle al maestro Jijé, al capo indiscutido de aquella época al que copiaban todos los muchachos que se volcaban a los estilos vinculados a la aventura realista. El resultado es ese: un Hermann embrionario que se disfraza de Jijé y le da a Yugurta una impronta para nada personal, pero sí muy efectiva. Tengo el segundo álbum, también pendiente de lectura, y creo que Hermann solo dibujó esos dos. Cualquier garrón que haya que comerse en materia de guiones, está ampliamente justificado por el atractivo de ver en primera fila los inicios de este monstruo sagrado del dibujo y la narrativa, que hoy sigue vigente con sus 81 enormes años.
Me voy a Italia, al año 1996, cuando se publica el 30º tomito de 96 páginas de Cybersix, con una nueva novela gráfica completa de la superheroína-androide-vampiro-transexual. Esta entrega tiene la particularidad de que en los créditos solo figuran Carlos Trillo y Carlos Meglia, con lo cual se puede suponer que esta vez la dupla produjo estas 96 páginas sin asistentes, ni en el guion ni en el dibujo. Eso hace a “Bella Senz´Anima” una historieta 100% atractiva… hasta que la leés. Ojo, no es chota. Comparada con muchas de las que vimos hasta ahora, es una buena novelita de Cybersix. Pero sigue sin acercarse al nivel que tenía la serie cuando Trillo y meglia producían solo historias cortas de 12 páginas. Acá el principal problema es que el argumento daba para… una historia corta de 12 páginas, 16 con la mejor voluntad. Y la decisión de estirarla a 96 hace que Trillo le agregue un sinnúmero de escenas muy predecibles, que están narradas con onda y oficio, pero que podrían tranquilamente no estar. ¿Qué logra con esta estirada brutal? Que los verdaderos protagonistas de la aventura, que son el ángel Azrael y el demonio Shaitan (ambos de infinito poder), no se ajusten al clásico estereotipo y ganen en complejidad y profundidad. Y nada más que eso. El conflicto central, en el que ambos se disputan la afiliación de Cybersix a un bando o al otro, se resuelve en menos de 10 páginas, que ni siquiera son las más divertidas. O sea que, de verdad, la estirada del argumento daño seriamente al guion. Por suerte el dibujo es espectacular como pocas veces, con Meglia desencadenado, prendido fuego, dispuesto a demostrar quién es el dueño de la magia visual que tantos otros dibujantes trataban de reproducir en los episodios que el quilmeño “tercerizaba”. En algún momento, el tedio le gana a Meglia y el nivel de descontrol baja un poquito. Pero las primeras 30-35 páginas son un despliegue de talento e imaginación al filo de la maravilla. Solo por eso, “Bella Senz´Anima” entra entre los mejores libritos de esta colección, eternamente inédita en castellano.
Y termino en España, donde entre 1996 y 1997 el gigantesco Carlos Giménez se relaja un toque y produce las siete historietas contenidas en Sexo y Chapuza Vol.6: Talla Especial. Estas son comedias costumbristas, sin elementos fantásticos, sin política, sin pathos. Es simplemente Giménez en plan de joda, dedicado a narrar con su línea versátil y preciosa breves anécdotas que le cuentan sus amigos, ya sea Enrique Ventura, Miguel Fuster, o algún otro. Las anécdotas de Fuster las cuenta a través de un personaje llamado Miguel, un loser al que su mujer lo abandonó y desde entonces se dedica al escabio y al sexo con prostitutas. Y para las otras, crea a los amigos Edu, Pablo y Leo, tres jóvenes alzados dispuestos a casi todo con tal de ponerla. Obviamente no todos los guiones son igual de buenos. Hay un par MUY buenos y un par meh. Y el título no es humo: en todas es importante el sexo y la joda. Hay diálogos muy graciosos, personajes bien delineados, situaciones al límite, y en general se hace todo muy llevadero porque las historias son cortas, como deben ser las anécdotas para que funcionen. Y –ni hace falta decirlo- está todo tan pero tan bien dibujado, que las historias podrían ser infinitamente más pedorras, y aun así estaríamos hablando de un libro que vale la pena tener. El dibujo de Giménez y su intuición para armar las escenas, elegir los encuadres y ponerle un tempo narrativo a cada uno de estos relatos son sencillamente perfectos. No hay fisuras, no hay “peros”, no hay improvisación. Hay un maestro totalmente afianzado en un oficio que domina como nadie, y que no tiene problema en dar el 100% de su talento incluso para contar historias “menores” de borrachos patéticos y borregos alzados. Genio absoluto. Y nada más, por hoy. Sigo laburando con tutti para que pronto puedan descargar el nº3 de Comiqueando Digital en https://comiqueandoshop.blogspot.com/. Gracias y hasta el finde que viene.

sábado, 14 de agosto de 2021

9 al 15 de AGOSTO

Sepan disculpar si la sreseñas de hoy no están muy inspiradas, pero la verdad es que tengo la cabeza 100% en otra cosa. Bah, en realidad 85% en llegar con las fechas a la salida del nº3 de Comiqueando Digital, y el 15% en otras cosas. Allá por 2010, en los albores de este blog, me tocó comentar el primer tomo de la antología Flight, publicado en su momento por Image. Después de ese enorme éxito, Kazuo Kibuishi siguió al frente de la antología, pero se la llevó a la editorial Villard, que publicó varios tomos más. Hace poco conseguí muy barato el Vol.6, también compuesto de historias cortas de autores poco conocidos, y ahí me quiero meter hoy. La primera historia, a cargo de Michel Gagné tiene dos problemas: es muda y es muy larga. Pero lo que cuenta está bueno y el dibujo es hermosísimo, así que no jode que ocupe muchas páginas, ni tampoco hacía falta el texto para entender y disfrutar la trama. Por ahí era más lindo contarlo con movimiento y sonido, en un dibujo animado. Pero así como está, está muy bien. La segunda historieta, a cargo de JP Ahonen, tiene un dibujo correcto, un color excelente y diálogos y situaciones muy graciosas. Es una comedia costumbrista, con pinceladas de delirio y mala leche, muy lograda. La historieta que aporta Kazuo Kibuishi está mejor dibujada que muchas de las páginas que nos ofreció en la saga de Amuleto, y con el color al mismo y espectacular nivel. El guion es una aventurita menor, no exenta de una cierta onda pulp. Después tenemos otra comedia disparatada y con un humor original y eficaz, a cargo de Graham Annable, un muchacho que curte la misma estética que Ernán Cirianni, pero un poco más prolijo. Dead at Noon es otra historieta 100% muda, esta vez un western narrado y dibujado como los dioses por Rodolphe Guenoden, seguramente el más grosso de los autores cuya existencia descubrí gracias a este tomo. La de Phil Craven está buena, pero es muy cortita, no llega a sacarle provecho al clima que trata de crear. Después tenemos ooootra historia muda y muy jugada a los climas, a cargo de Cory Godbey. Se me hizo larga, pero el dibujo es realmente maravilloso. Andrea Offerman también aporta una historia muda muy bien dibujada, y lo mismo se aplica a Rad Sechrist, con la diferencia de que este es MUY capo en el armado de las secuencias y el manejo del timing. La de Bannister y Grimaldi es otra comedia con buen ritmo y no mucha sorpresa, bastante bien dibujada. Justin Ridge propone una comedia bizarra con elementos de terror y romance, protagonizada por animalitos, que no está mal. Me gustó mucho también la de Richard Pose, una historieta 100% apuntada al público infantil, pero con un dibujo y un guion impecables. La más flojita del tomo es la historieta de Kean Soo, que procedo a saltearme, y me voy a las dos últimas: una de superhéroes mitad en serio/ mitad en joda a cargo de Steve Hamaker, bastante digna aunque poco novedosa. Y una última historieta para chicos, donde el guion y el color están bastante por encima de los dibujos, todo obra de Mike Dutton. Bastante buen promedio, por suerte. Si encuentro más tomos a buen precio, seguiré acumulando más Flight en la biblioteca.
Y me queda poco espacio para hablar de otra antología, en este caso de un único autor: El Hombre Tótem y otros héroes extraordinarios recopila varias historietas cortas escritas, dibujadas y coloreadas por Quique Alcatena, originalmente aparecidas en la web en Tótem Comics (aunque hay una que creo haber visto en Fierro). En estas aventuras, Alcatena se queda con un pedacito de la estructura de los comics de superhéroes: la forma en que se plantea el conflicto entre buenos y malos. Y todo lo demás lo recrea a su imagen y semenjanza: los personajes, los poderes, las ambientaciones y hasta la forma que se resuelven estos conflictos, no tienen nada que ver con las fórmula tradicionales de DC, Marvel, etc.. Acá hay referencias literarias, musicales, pictóricas… claramente lo que menos le interesa a Alcatena son las peleas entre héroes y villanos. La emoción pasa por otro lado: por la imaginación sin límites, el homenaje a los maestros del género (muy emotivo el que Quique le hace a Steve Ditko) y por la magia desenfrenada del dibujo y el color, que lo muestran al prolífico maestro argentino en un nivel apabullante. No solo la imaginación de Alcatena no tiene límites, sino que tampoco los encuentra cuando tiene que llevar al papel estos desbordes, porque la mano logra plasmar a la perfección todas y cada una de sus ocurrencias, con una exhuberancia y una belleza difíciles de describir y de comprender. Seguramente los guiones no tienen la profundidad ni la gravedad de las sagas más extensas que Quique crea junto a Eduardo Mazzitelli, pero la idea también es esa: ir para otro lado, descontracturar, largar la piña en otra dirección, como cantaba Virus. En este libro, Alcatena demuestra que también con historias más simples se puede inspirar para crear universos complejos, tanto en lo visual como en el menú de símbolos, guiños y referencias para el lector más culto. Lo único que no me gusta es que las letras y los globos son enormes y tienen mucho peso gráfico en cada página. No llegan a eclipsar ni el impacto ni el placer que causan los dibujos, pero un poquito más chicos, quedarían mejor. Y nada más, por hoy. Gracias por tanto, perdón por tan poco, y será hasta el finde que viene.

sábado, 7 de agosto de 2021

2 AL 8 DE AGOSTO

Una semana bastante productiva, por lo menos en materia de lecturas para comentar en este espacio. Por motivos insondables, nunca había leído Western Circus, un álbum de Lucky Luke de 1970, o sea, del período clásico en el que René Goscinny escribía y Morris dibujaba las aventuras del icónico cowboy franco-belga. Lo único que puedo decir en contra de Western Circus es que no es un álbum definitivo. No es parte de esa peuqeña elite, de esos álbumes que si no los tenés en tu Top Tres es porque no entendiste de qué se trata Lucky Luke. Fuera de eso, estamos ante una aventura exquisita, con un argumento atrevido, pensado para disparar situaciones atípicas para esta serie, y explotarles la veta cómica hasta los límites más insospechados. Western Circus te descoloca con su trama, mantiene la intriga hasta el final (repleto de situaciones disparatadas, pero resuelto con una lógica inapelable) y nos presenta a unos cuantos personajes secundarios de impecable factura, a los que estaría bueno retomar en algún punto, auqnue sea más de 50 años después. Goscinny acierta una y otra vez en la construcción de estos excéntricos personajes, al punto de que Lucky Luke casi se convierte en una figura de segundo orden dentro de la trama. Pero sin dudas lo mejor llega al final. Esas últimas cinco páginas en las que los autores te embocan una sorpresa atrás de otra, y llevan el delirio a un nivel tan genial como consecuente con lo que venían narrando a lo largo de toda la aventura. El dibujo de Morris (escueto, sobrio, atento a los detalles, siempre funcional sobre todo al timing que necesita el relato para ser aún más cómico) potencia desde el contraste el disparate. Ese recurso de algunos actores cómicos que te hacen reir porque dicen unas animaladas atroces con su mejor cara de piedra, Morris lo lleva al plano de la historieta, con un resultado magnífico. Un comic realmente brillante, para leer y releer de grande o de chico, da lo mismo.
Me leí otra novelita de 96 páginas de Cybersix, en este caso “Un pezzo di notte”, de 1996. El guion de Trillo cuenta con la colaboración de un muy joven Fernando Calvi, que se asomaba a la historieta como asistente del mítico autor. Y en el dibujo, quien se encarga de llevar adelante la estética creada por Carlos Meglia es Alejandro Sanatna, uno de los asistentes que mejor entendía al maestro quilmeño. Visualmente esto está muy logrado, y si no sabés que Meglia para esta altura era más supervisor del laburo de sus colegas que quien realmente dibujaba las historietas, acá no vas a encontrar demasiadas pistas. Como ya vimos en otras entregas de esta colección, esta vez hay un segmento de ocho páginas en las que en vez de ver la historia de Cybersix vemos un manga que estaba leyendo un alumno de Adrián Seidelman, y acá sí, el trazo es 0% Meglia y (supongo) 100% Santana. ¿Engancha bien con la trama? Y, la verdad que no, que parece más relleno que otra cosa. El guion en general me pareció flojito, menor, bastante predecible. Está la sana intención de sumar al elenco una nueva villana importante, pero la verdad es que la liquidan 26 páginas antes del final, y de ahí en más es todo un epílogo largo, innecesario y aburrido. Sigo sin encontrar en las novelas de 96 páginas la magia que me cautivó en las primeras historias cortas de Cybersix. Pero no me doy por vencido.
Y termino en Japón, en 2012, cuando Jiro Taniguchi se decide a adaptar una segunda novela de Itsura Inami protagonizada por Taku Ryumon, el taciturno “detective” especializado en encontrar perros de caza perdidos. Otra vez la trama lo va a obligar a buscar otro tipo de cuadrúpedos (en este caso un caballo de carreras) y a eso se dedicará junto a su inseparable Joe. Así como la vez pasada se ahondaba en el vínculo entre un perro lazarillo y una chica ciega, esta vez todo pasa por la relación entre este caballo de carreras y su cuidador (me enteré que la palabra exacta es “palafrenero”). Pero además, en este tomo de El Sabueso el misterio y la investigación estarán condimentados con una aventura más jugada, más intensa, que por momentos nos llevará a la confrontación violenta y a todo o nada entre buenos y malos. Las sesudas deducciones y los dilemas morales (que están, y funcionan muy bien) le cederán el protagonismo un ratito a la acción, y eso le permitirá a Taniguchi impactarnos con unas escenas vertiginosas y alucinantes, con cuerpos humanos y animales en un despliegue formidable de violencia. Esta también es una historia totalmente autoconclusiva, que retoma en roles muy secundarios a personajes que ya habían aparecido en la anterior, y me atrapó aún más que la primera, así que la recomiendo a pleno. No sé si poner a El Sabueso entre las obras fundamentales del glorioso Jiro Taniguchi. Me parece que no califica para el podio. Pero sin dudas es un manga de una belleza gráfica aplastante, y con una trama muy interesante, un desarrollo atípico y un final muy satisfactorio. No es poco. Nada más, por esta semana. Veremos cuánto puedo leer la próxima. Gracias y hasta pronto.