el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 7 de julio de 2025

NOCHE DE LUNES

Con la Comiqueando Digital nº11 ya terminada (y por suerte ocupando algunos megas de RAM en las computadoras y tablets de muchos de ustedes, que se copan y la descargan en comiqueandoshop.blogspot.com), logré retomar un ritmo razonable para las lecturas y las reseñas que requiere el blog para estar siempre fresquito, siempre picante. Empiezo con un tomo de historias cortas de Hirohiko Araki editado por Ivrea, con material realizado en los ´90 por el autor de JoJo´s Bizarre Adventure. Yo venía dulce, con buenos recuerdos de aquel trabajo de Araki que me tocó reseñar el año pasado (28/03/24), pero acá me volví a amargar, con argumentos que me resultaron poco atractivos, desarrollados en guiones que a veces pisan el límite de la falta de respeto. Antes de entrar en las historias una por una, quiero dejar sentado que la calidad del dibujo de Araki es demoledora. Acá todavía tiene alguna que otra página muy sobrecargada, con composiciones que, al meterle tantos elementos, se le desbalancean i directamente se le van al carajo. Pero el dibujo en sí tiene una fuerza tremenda, un encanto hipnótico en los cuerpos, en las caras, en los enfoques. Cuando entran las tramas de grises, la rompen. Cuando abre alguna historia con un par de paginitas a color, el color es precioso. Cuando mete un pin-up a modo de carátula, te detona las retinas. Visualmente, esto es una golosina riquísima. Lástima que en algún momento, los historietistas tienen que usar los dibujos para contar historias... La primera es Under Execution, Under Jailbreak, la que le da el nombre al tomo. Es una trama poco original, pero tiene dos ventajas: no se estira al pedo y genera una tensión interesante. Son 33 páginas con una idea medio pobretona, pero no del todo mal explotada. Dolce and his Master, en cambio, tendría mil veces más sentido en 10 ó 12 páginas, y dura 50. Un dolor de huevos. Tiene algún que otro diálogo gracioso, pero la situación que moviliza la trama es una sola, muy sencilla, y no daba ni ahí para alargarla tanto. En las siguientes 50 páginas nos reencontramos con el amigo Kishibe Rohan, que esta vez no es el protagonista de la historia, sino quien relata los hechos. Y no, el argumento tampoco daba para 50 páginas. Estaba bueno para una historia corta de misterio de las que aparecían en las antologías de DC de los años ´70, por supuesto resumida en 10 páginas, 12 a lo sumo. Y el resto del tomo es una historia en tres episodios protagonizada por Yoshikage Kira, quien fuera el villano del cuarto arco de JoJo´s, que murió y volvió en forma de fantasma. La consigna está buena: un fantasma atrapado en un departamento embrujado, en el que pasan cosas rarísimas. Pero claro, ni es una idea que se sostenga más de 60 páginas, ni me parece aceptable que Araki jamás se proponga siquiera explicar por qué pasan todas esas cosas. Tanto Kira como los lectores nos vamos en la última página con el culo lleno de preguntas, tras una larga seguidilla de peleas con criaturas, donde el autor se prodiga en las escenas de acción desenfrenada, con un ritmo alucinante... y nada más. No hay un subtexto, no hay una reflexión, no hay ni siquiera un comentario irónico. Es eso: misterio, pelea, fin. No alcanza ni ahí para llenar todas esas páginas...
Capturé uno más de los TPBs que compilan la extensa etapa de Astro City en Vertigo, y ya me falta leer uno solo de los que salieron en tapa blanda (seguramente será el año que viene). Después hay tres más que solo existen en tapa dura, que no sé si alguna vez compraré, o si buscaré las revistitas, o las nuevas ediciones de Image. Lo importante es que acá hay seis números más, todos unitarios escritos por el maestro Kurt Busiek junto a dibujantes suplentes, mientras Brent Anderson adelantaba trabajo para que la serie pudiera mantener la periodicidad mensual. De los cuatro artistas convocados para reemplazar a Anderson, el único que no me cerró fue el canadiense Joe Infurnari. De hecho contribuyó fuerte a que la historia que dibuja no me haya atrapado en lo más mínimo. Pero por suerte es la única que me resultó floja. El tomo abre con una aventura fuerte, épica, con un final triste para un superhéroe al que no recordaba de sagas anteriores, pero que acá se despide a lo grande, con un aporte fundamental a la derrota de una especie de Darkseid muy heavy. Muy bien los dibujos de Tom Grummett. "Yesterday´s Heroes" le da relieve a un superhéroe australiano, una especie de Ant-Man llamado Wolfspider, en una aventura con mucho ritmo, diálogos graciosos (repletos de "australianismos") y muy lindos dibujos de Gary Chaloner, dibujante oriundo de "the land down under". Acá se cuela un poco más el lado humano de los justicieros enmascarados, no es todo tan épico ni tan solemne como en el episodio anterior. Y nos quedan tres historias dibujadas por el capo español Jesús Merino, sin dudas el más capacitado para jugar de titular en esta serie cuando no pueda contar con Brent Anderson. Merino capta a la perfección las atmósferas típicas de Anderson, reproduce sin problemas los trucos que suele desplegar Anderson en la puesta en página, se complementa muy bien con las tintas de Alex Sinclair, y -lo más importante- es un dibujante de GRAN calidad, con un manejo de la anatomía, las expresiones faciales y los fondos, con imaginación para pelar locaciones fantásticas, con un manejo innato del ritmo que tiene que tener un relato superheroico... Un crack. Y Busiek se da cuenta, y le tira unos guiones bárbaros. El de Starfighter es el más humano, el que más juega a la identificación del lector, sobre todo de los más veteranos. El de Hummingbird es una cátedra de cómo presentar a una heroína "legacy", es como la versión bien hecha del mamarracho que hizo DC cuando nos cambió a la Black Canary de la Golden Age por su hija. Un episodio emotivo, divertido, lleno de momentos para el asombro. Y el otro que dibuja Merino es de los menos interesantes, a menos que seas muy fan de Living Nightmare, ese personaje que fue héroe, fue villano, y acá vuelve a afiliarse al bando de los buenos. No está mal, no es un bofe ni un embole, pero resulta todo tan extremo, tan zarpado, que no conecta mucho con ese tono de "esto te puede pasar también a vos" que tienen las grandes historias de Astro City. El tomo se titula "Honor Guard" y está bien, es lógico, porque todas las historias tienen que ver con pasado y presente de esta especie de Justice League del universo creado por Busiek, Anderson y Alex Ross. Por suerte, en esta etapa hay de todo: historias como estas, con el foco más puesto en los héroes y heroínas, y otras más centradas en la gente común. Veremos con qué me encuentro en el otro tomito que tengo ahí, en el aguante, para leer en 2026. Nada más, por hoy. Gracias y hasta pronto.

viernes, 4 de julio de 2025

SOLCITO DE VIERNES

Mediodía más que agradable en Buenos Aires, gran momento para reseñar los últimos libros que leí. Muy cebado con Fréderic Bézian, compré todos los libros suyos que vi baratos, así, al voleo, sin mirar qué tenían adentro. Y así me encuentro con Chien Rouge Chien Noir (perro rojo, perro negro), la que tal vez sea su obra más extraña, más idiosincrática. Se trata de una novela gráfica originalmente lanzada en 1999, que tuvo una segunda versión con varios cambios (que es la que tengo yo), en 2006. La temática y la ambientación son muy accesibles. Todo transcurre en un bar y un par de locaciones más dentro de una gran ciudad como cualquiera, en el tiempo actual, sin elementos fantásticos y prácticamente sin violencia. Costumbrismo urbano tranqui, con personajes que básicamente hablan entre ellos, toman algo, una pareja coge un rato, otros deambulan por ahí... ¿De qué hablan? De varias cosas poco relevantes, pero sobre todo de que nadie sabe dónde está Lou, un amigo de estos tipos y minas que es músico y compositor, al que le perdieron el rastro hace tres semanas. Un amigo se quedó con su auto, otro con las llaves de su casa, pero nadie logra deducir dónde está Lou, ni cuándo va a volver. El conflicto no está muy enfatizado, pero si hay que señalar uno, sería ese. Cerca del final, y siempre buscando a Lou, Ben y Carole se encuentran a un anciano que la tiene muy clara, y Bézian nos sugiere que podría tratarse del mismísimo Dios. Por supuesto no es algo que se explicite, sino que el autor nos invita a intuirlo de modo muy sutil. Y después vienen 18 páginas rarísimas, donde cambia el dibujo, cambia la narrativa, cambia el color y desaparecen los personajes a los que veníamos siguiendo hasta el momento. La "acción" se desplaza a un paisaje misterioso, con mar, montañas, pájaros, un personaje con rasgos diabólicos y una mujer enigmática, que no hacen absolutamente nada. Bézian acompaña esta larga y críptica secuencia con textos en varios idiomas distintos (francés, castellano, italiano, alemán) que se superponen a las viñetas de un modo irregular, cortados en cualquier parte, como si fuera un poema surrealista, o un recurso más para enfatizar la sensación de delirio que transmiten esas páginas. Esto es indescifrable y hermoso a la vez, y termina con... con algo que esperábamos desde el principio de la novela. Hace no mucho (el 31/03/25) hablé de la fascinación que me produce el dibujo de Bézian, y acá es lo que sostiene el interés en los tramos de la novela que parecen no ir para ningún lado. Este tipo es un demente, un virtuoso totalmente pasado de rosca que sorprende y golpea con cada trazo. Para estar preparado, conviene haber leído antes las historietas más experimentales de Dave McKean, de José Muñoz, de Teddy Kristiansen, algo de Ted McKeever... por ahí transita la estética extrema de Bézian, pero además tiene su impronta propia y totalmente irreproducible para aplicar el color (en este caso, con monocromías muy expresivas) y para diseñar los objetos y los fondos. El resultado es maravilloso, son historietas para estudiar en detalle, para tratar de entender cómo algo tan loco funciona en términos narrativos. Bézian en este libro detona todas las bombas, hasta dejar algunas viñetas totalmente en blanco, sin ninguna explicación, simplemente como un recurso atípico de diseño de página. Obviamente, si no conocés al autor, ni te hiciste fan de su trabajo en obras anteriores, no recomiendo ni en pedo empezar por Chien Rouge Chien Noir. Y no solo porque solo existe en francés. Esto es muy intrincado y no tiene la menor intención de resultar de fácil acceso para el lector que todavía no decodificó el particular estilo de este genio, que ojalá algún día sea más famoso en todo el mundo, no solo en su país. Pronto habrá más Fréderic Bézian en el blog.
Y me vengo a Argentina, fines de 2024, cuando sale el especial de los 10 Años de Capitán Barato, un libro zarpado, de 164 páginas a todo color y una factura técnica impecable. Arranca con una historieta larga, de 60 páginas, con dibujos muy correctos de Facundo Moyano. El guion de Max Coronel arranca muy bien, con muy buenos diálogos, con conflictos interesantes, y se toma su tiempo para presentarnos de manera sólida y consistente a un villano que realmente se siente como una amenaza creíble y peligrosa para el Capitán Barato y sus aliados. El problema es cómo le ganan al villano. La resolución es simplista, banal, anticlimática, casi displicente, como si Coronel hubiese dicho "listo, ya fue, terminemos con esta pelea y pasemos a otra cosa". Una pena, porque hasta ahí había construido un relato tenso, atractivo incluso para mí, que no soy fan del concepto "superhéroes argentinos". Después tenemos otra historieta bastante extensa (42 páginas) en la que el dibujo, a cargo de Pablo Ayala, me pareció más irregular. Hay páginas hermosas y otras a las que, si les sacás el color, se caen a pedazos. El guion de Luciano Saracino repasa toda la historia de Morgen, el principal villano de este universo heroico, y está muy bien. Tiene esos toques poéticos típicos de Saracino, indaga a fondo en las motivaciones del personaje, y lo más importante: a fuerza de buen ritmo, buenos diálogos y buenos bloques de texto, el autor logra mantener nuestro interés en un relato que prácticamente no tiene acción. Una tarea nada fácil, que el experimentado Saracino logra con aplomo y jerarquía. Sobre el final, hay una secuencia de apenas seis páginas, que funciona como un anticipo, o un teaser, de una saga que se va a desarrollar en futuras publicaciones, con unos dibujos alucinantes de Nico Di Mattia y guion de Mariano Sciammarella. Y entre la segunda y la tercera historieta, hay un suculento relleno que consiste en fichas de personajes y un festival de pin-ups (más de 30), donde aparecen los héroes y villanos que conocimos a lo largo de estos 10 años, en ilustraciones a cargo de autores y autoras que yo no conocía, y de recontra-consagrados como Ariel Olivetti, Quique Alcatena, Jorge Lucas, Salvador Sanz, Gustavo Sala, Jok, Mariano Navarro, Néstor Taylor, Aleta Vidal y muchos más. De nuevo, yo no soy fan de que me rellenen los libros con pin-ups, pero acá me encontré con trabajos realmente muy notables. En síntesis, este especial del décimo aniversario es una cita impostergable para todos los fans que supo cosechar el universo de Capitán Barato a lo largo de estos años. Que obviamente son solo los primeros, porque se trata de un corpus narrativo en expansión, pensado para crecer en ambición, en calidad y en repercusión dentro del mundillo comiquero local. Y hasta acá llegamos, por hoy. Si querés más lectura de alta calidad para el finde, no te olvides de pasar por https://comiqueandoshop.blogspot.com/ y descargar el poderoso nº11 de Comiqueando Digital. Gracias y hasta pronto!

miércoles, 2 de julio de 2025

SE LARGA EL SEGUNDO SEMESTRE

Bueno, primero que nada, aclarar que el lunes cuando escribí la reseña de ese Essential Avengers escrito por Jim Shooter, no sabía que el autor había muerto unas horas antes. Fue una coincidencia desafortunada, nada más. Ahora sí, vamos con otras lecturas. The Boys of Sheriff Street es una novela gráfica de los maestros Jerome Charyn y Jacques de Loustal que se dio a conocer originalmente en Francia en 1991 tardó apenas 25 años en publicarse en el país donde nació el guionista, y donde está ambientada la historia. Se trata de una tragedia, un relato marcado por las pasiones y la violencia... en el que ambas cosas están totalmente desenfatizadas. Charyn cuenta el drama en los bloques de texto, con una voz neutra, que nos detalla las emociones y sensaciones de los protagonistas, mientras que Loustal dibuja tranquilo, con un trazo sintético, con figuras estáticas, a las que no te imaginás en movimiento para sacar un garrote y cagar a palos a otro personaje. De hecho, salvo cuando dibuja las calles oscuras del Lower East Side de Manhattan, el dibujo de Loustal es luminoso, casi amistoso, a años luz del pathos que conjura Charyn para estos mafiosos con códigos, a los que la violencia transformó en dioses todopoderosos y el amor redujo a babosas arrastradas y miserables. Esta misma historia, contada con reyes medievales en algún país de Europa, podría cautivar sin el menor problema a cualquier fan de William Shakespeare. Hay un personaje un toque contrahecho, hay un conflicto entre hermanos, hay internas dentro de un círculo de poder, hay una mujer hermosa que saca de su eje al "emperador", hay ejércitos rivales a los que masacrar... Todos los elementos propios de un drama clásico, intenso, verosímil y pregnante están en las escuetas 60 páginas de The Boys of Sheriff Street. Es una obra que se lee rápido, principalmente porque tiene poco texto y porque Loustal rara vez dibuja más de seis viñetas por página. ¿Es un poquito fría? Sí, claro. Comparada con las obras de Charyn junto a François Boucq, es una heladera en Tierra del Fuego en pleno mes de Julio. Pero eso tiene que ver con la impronta gráfica de Loustal (del que ya hablamos por acá, y del que volveremos a hablar en un futuro cercano), a quien el propio Charyn elige para darle el guion. Entonces uno supone que el autor busca ESE efecto, esa forma de plasmar en secuencias lo que él escribe. Y lo que escribe son personajes muy complejos, muy humanos, envueltos en una historia donde no existe el concepto de "los buenos y los malos". Encima con un final raro, contradictorio, en el que el protagonista obtiene todo lo que quiso tener, pero a un precio tan alto que vos sentís que no solo no es feliz, sino que no lo va a ser nunca. Una vuelta de tuerca cargada de poesía y melancolía, que son sensaciones que el dibujo de Loustal transmite como pocos.
Me voy a Paraguay, año 2023, cuando Roberto Goiriz escribe y dibuja Soy el Pirata Jack, una muy breve novela gráfica de apenas 37 páginas en blanco y negro, apuntada al público juvenil. El mundo de los sueños invade al mundo real, y los piratas que viajan en barcos voladores se llevan al joven Juan para convertirlo en Jack, un valiente corsario que encontrará su destino del otro lado, del lado de la fantasía, la aventura y las emociones que nos están vedadas a los que vivimos siempre de este lado de los sueños. Acá sí, tenemos una estructura más tradicional de buenos contra malos: si bien a lo largo del primer tramo Juan antagoniza con Barbarroja, cuando aparezcan los verdaderos villanos ambos dejarán sus diferencias de lado y combatirán juntos. Y no es mucho más lo que quiero contar del argumento, porque es una historia corta y no quiero caer en el spoiler berreta. Simplemente dejar sentado que hay un arco dramático que hace que el Juan de las primeras páginas no sea el mismo que el del final, y está perfectamente justificado. Goriz plantea la narración de una manera ágil, dinámica, muy ganchera para el lector joven acostumbrado al despliegue visual del shonen o de los superhéroes. Y combina esto con un dibujo clásico, en el que aparecen un montón de texturas que me recordaron a Walther Taborda, diseños de personajes medio Alcatenescos, chicas sensuales en el estilo del mainstream yanki de los ´90, muecas faciales que parecen de Cam Kennedy, y un villano principal que me hizo acordar a Dominus, un enemigo de Superman creado por Dan Jurgens. Y claro, el Barbarroja de Goiriz no se diferencia casi nada del Barbe-Rouge de Jean-Michel Charlier y Victor Hubinon. Le ponés el parche en un ojo, y son (además de homónimos) prácticamente gemelos. Para enriquecer aún más el aspecto visual de la obra, en un momento Goiriz nos muestra un sueño de Juan que lo transporta a su infancia, y cambia totalmente el grafismo, para dibujar (una sola página) como en una típica historieta infantil, de las que también tiene unas cuantas en su vasta trayectoria. Dicho así, parece un bolonki, pero no: es un caos controlado por un autor que sabe lo que está haciendo, y sobre todo qué es lo que quiere contar. La trama nunca se pierde en la sarasa onírica de "no se sabe qué es un sueño y qué es real", los diálogos son concisos, por momentos ingeniosos, y la resolución, si bien no es muy original, es adecuada y no desentona con lo que sucede hasta ese momento, ni con lo se espera de una historieta apuntada a un segmento etáreo mayoritariamente adolescente. Soy el Pirata Jack le agrega una vuelta de tuerca atractiva a la clásica historia de "el pibe común que se va a vivir aventuras con los piratas", de modo que si se la das a un pibe de 10 a 15 o 16 años, no tengo dudas de que la va a disfrutar un montón, y le va a quedar grabada durante mucho tiempo. Nada más, por hoy. Mil gracias a tod@s l@s que ya se descargaron la nueva Comiqueando Digital en https://comiqueandoshop.blogspot.com/ y si todavía no lo hiciste, copate y llevate 372 páginas que son un verdadero lujo por un precio rayano en el absurdo. Y en un par de días, como siempre, nuevas reseñas acá en el blog.

lunes, 30 de junio de 2025

ESSENTIAL AVENGERS Vol.8

Cerramos un mes en el que estuve menos presente que el Estado en un gobierno de derecha, con una reseña que continúa directamente de aquella del 12/03/19. Estamos en la etapa de Jim Shooter y nos toca repasar Avengers desde el nº164, publicado en 1977, es decir, antes de que el Gigante de Pittsburgh ascendiera a capo máximo del área editorial de Marvel. Arrancamos con una trilogía contra Count Nefaria que viene muy digna hasta el final, donde pierde impulso y termina de manera rara, anticlimática. Pero zafa por los diálogos y la interacción entre los personajes (que es algo que Shooter pilotea con decoro) y sobre todo por los dibujos del glorioso John Byrne, que acá está de invitado, pero sobre el final del tomo va a volver en calidad de titular. Después tenemos la saga contra Thanos, esos dos anuales que ya vimos hace no mucho, el 05/02/24, cuando reseñamos el Essential de Warlock. No hace falta reiterar los elogios para el maestro Jim Starlin, que escribe y dibuja todas esas páginas en un gran nivel. Pero volvemos a la serie mensual, con Shooter, George Perez (que era el dibujante titular) y el enigmático arranque de la saga de Korvac, que se va a extender a lo largo de unos cuantos números. El conflicto grosso va a avanzar despacio, y se va a ver interrumpido no solo por fill-ins intrascendentes (una epidemia en esta época de Marvel) sino también por la irrupción de otros plots, principalmente el que involucra a Ultron y Jocasta. De nuevo, tenemos muy buenos diálogos, bastante desarrollo para los personajes que no tenían revista propia (Beast, Scarlet Witch, Yellow Jacket, Hawkeye, Wasp, en menor medida Wonder Man) y bastante énfasis en la pica creciente entre Iron Man y Captain America, una grieta que -con idas y vueltas- se va a ensanchar con los años hasta estallar en la célebre Civil War. Otros plots que irrumpen en medio del arco de Korvac involucran a Tyrak y al Collector, mientras los Avengers y los Guardians of the Galaxy corren de un lado al otro, como bola sin manija, y Perez deja la serie para concentrarse en el próximo annual. Shooter, mientras tanto, logra que lo reemplacen Bill Mantlo y Marv Wolfman en un par de números, y ya a partir del 175 (que coincide con su ascenso a Editor in Chief) lo suma a David Michelinie como guionista encargado de darle forma a sus argumentos. La saga de Korvac termina, entonces, con Shooter como argumentista Michelinie como guionista y el correcto David Wenzel a cargo de los dibujos. Es un final raro, agridulce, donde los Avengers no solo la ligan como en bolsa, sino que además no saben si ganaron o perdieron contra esta amenaza tan compleja, tan ambigua. Y ya está, no más Shooter por un largo tiempo en esta colección. Es el turno del Annual 8, a cargo de Roger Stern y el maestro Perez, que también se despide por un largo tiempo. Una historia clásica, para nada descollante, en la que los entintadores lamentablemente masacran los lápices del dibujante. A partir del nº178 tenemos nada menos que tres fill-ins seguidos. El primero es divertido: una historia muy centrada en Beast, escrita por Steve Gerber en un tono medio jodón, con dibujos de Carmine Infantino, muy mejorados por las tintas del magistral Rudy Nebres. Y después, una pesadilla sententosa: dos numeritos malísimos, escritos por Tom DeFalco y dibujados sin onda por Jim Mooney. Una bazofia, así, de una. Pero llega el nº181, y David Michelinie forma equipo con John Byrne para una etapa que a mí particularmente me copa. Byrne está en un momento extraordinario, y le ponen entintadores de lujo como Gene Day y Klaus Janson. El resultado es un deleite, que -para mi gusto- supera ampliamente lo mejor de Perez en Avengers, obviamente hablando de los años ´70. Los guiones están buenos, son originales, entretenidos. Obviamente la famosa secuencia en la que Henry Peter Gyrich "interviene" a los Avengers y les arma una formación de prepo, es puro humo. Nunca se forma realmente el equipo que elige a dedo este garca, porque los personajes se empiezan a ir, a resolver otros temas, y la urgencia de los villanos y las amenazas obligan a entrar en acción y ponerse la camiseta de Avengers a héroes y heroínas que habían quedado afuera, como Hawkeye y Miss Marvel. Los dos últimos números del Essential (183 y 184, Mayo y Junio de 1979), la saguita contra Crusher Creel con la incorporación oficial de Falcon al grupo, son una promesa muy atractiva de que esta serie no se va a ir al descenso, por lo menos en el futuro inmediato. Por suerte para los lectores, Michelinie va a bancar un equipo de pocos integrantes, pero va a contar en paralelo varias historias centradas en los que quedaron afuera, lo que en cierto modo empezaba a evidenciar la necesidad de dividir a los Avengers en más de un grupo (y más de un título mensual), que es algo que se va a concretar ya entrada la década del ´80. Hay un Essential más de Avengers, con otra tanda de numeritos que tengo en revistas, y que no me jodería para nada largar, para disfrutar de esas historias en blanco y negro. Así que estoy atento. Y tengo otro Essential en la pila de pendientes para entrarle pronto. Por último (pero no menos importante)... ¡salió el nº11 de Comiqueando Digital! Una bruta bestia de 372 páginas a la que -una vez más- le pusimos todo para brindar un contenido realmente premium, como no ofrece nadie en toda el habla hispana. 15 notas, un podcast, un video... todo por míseros $ 6.600, que (quiero creer) están al alcance de todos. Así que si se copan y se descargan la revista en https://comiqueandoshop.blogspot.com/, seguro la van a disfrutar y a nosotros nos ayudan un montón. Gracias por el aguante y ahora a tratar de retomar el ritmo de lectura normal, para postear más seguido acá en el blog.

martes, 24 de junio de 2025

EN LA CLANDESTINIDAD

Ya hace tanto que no escribo reseñas para el blog, que me olvidé como se hacía. Perdón, pero estoy realmente muy jugado con los tiempos hasta el lunes 30, que -con un poco de suerte- sale el nº11 de Comiqueando Digital y empiezo a recuperar algo así como una vida. A durísimas penas y de a muy poquitas páginas por día, tengo un par de libros para comentar, así que ahí vamos. Mish Mash es un álbum precioso, con hojas gruesas, que viene con una tarjeta de regalo, todo de super-lujo, para compilar bajo una misma portada 16 historietas cortas del maestro Blutch, originalmente desparramadas por distintas publicaciones entre 1992 y 2002. Como en toda antología, no hay un nivel parejo, sobre todo en los guiones. Blutch ya dibujaba como los dioses desde los inicios de su carrera, pero al principio las historias eran apenas excusas para dibujar lo que tenía ganas. No hay, en esos primeros trabajos, un cuidado por las tramas, o por desarrollar personajes, ni nada de eso. A veces son simplemente gags, o una breve serie de situaciones bizarras hilvanadas por una lógica que apenas se sostiene, como en los sueños. Pero siempre hay algo extraño, fascinante, o muy gracioso. Y los dibujos no son siempre iguales: Blutch está probando cosas nuevas todo el tiempo, algunas de las que va a descartar y otras de las que va a incorporar a su estilo más reconocible. El primer guion de interesante para arriba es el de "Souviens-toi de Juan de la Cruz", y ya para "L´Enfance de l´Art" vamos a tener un guion tan cautivante como el dibujo. Las historietas que incorporan la temática del boxeo son espectaculares, con un despliegue de técnicas entre gráficas y pictóricas que te dejan knock-out, y las de Rancho Bravo (ambientadas en el far west y a veces con la colaboración de algún guionista) son una maravilla. También hay una breve historia de dos páginas protagonizada por Blotch (a quien conocimos un lejano 17/02/11), pero dibujada en un estilo muy distinto al que disfrutamos en ese entonces. Libro ecléctico, con altas y bajas en los guiones y unos dibujos demasiado buenos para ser reales, o para ser obra de un autor que en 1992 tenía 25 y menos trayectoria que la piba que encabezaba la boleta de la UCR en la elección de legisladores porteños. Pero también un lindo rescate para que los fans de Blutch sumemos a nuestra biblioteca y descubramos material del ídolo que no sabíamos que existía y que no siempre se parece a sus obras más famosas.
Me voy a Japón, año 2020, cuando Masasumi Kakizaki (el autor de Hide Out, de quien hablamos el 29/07/20) toma la película Spy´s Wife (que es de ese mismo año) y la convierte en un manga de dos tomos, que por suerte en Argentina apareció en uno solo, cortesía de Ivrea. Como vimos hace poco en varias obras de autores europeos, las tramas de espionaje en el marco de la Segunda Guerra Mundial suelen dar frutos interesantes, y en este caso, con Japón en el medio del bolonki, hay mucho de dónde nutrirse. Más allá de algún tropiezo narrativo, el manga es ganchero, te dan ganas de leerlo de una sentada, no de 130, como me pasó a mí... Le sobra un poco de data histórica, que aporta, pero no tanto como para dedicarle tantas páginas al "minuto a minuto" de lo que pasaba en la guerra, sobre todo al interior de Japón y en la relación con Estados Unidos. Obviamente el contexto determina varias decisiones que toman los personajes, pero Kakizaki lo presenta (para mi gusto) en demasiado detalle. En general, las historias de espías tienen el atractivo de que no hay "buenos y malos". Todos son jodidos, todos esconden cosas y todos "flexibilizan" ciertos códigos éticos para cumplir la misión. Eso acá se respeta, pero a medida que el foco del relato se va hacia Satoko (la esposa del japonés que quiere denunciar un genocidio que descubrió en Manchuria, del cual es responsable su país), nos vamos a encontrar con una mina que no tiene maldad. Un personaje demasiado noble y puro para una historia como esta, que no tiene los dobleces que enriquecen al resto del elenco. O sea que paulatinamente, el guion le da cada vez más bola al personaje que menos encaja con este tipo de relatos. Al que aprendemos a querer, al que vemos desarrollarse un montón, pero que queda un poco anclada en la unidimensionalidad del amor y la lealtad extremas hacia su marido, que se revela (también paulatinamente) como tipo recontra turbio. Entonces tenemos malos tremendos (aunque hacen la mayoría de las maldades "fuera de cámara), a un personaje ambiguo e impredecible (Yusaki, el marido de Satoko) y un personaje (Satoko) que no para de arriesgarse ni de sacrificarse en un conflicto donde lo único que tiene para ganar es que no le maten a su compañero... que es incapaz de confiar en ella y blanquearle toda la verdad. El dibujo está muy bien, al principio un poco frío, después ya más expresivo, más acorde a tiempos más extremos y más violentos que le toca vivir a los protagonistas. Kakizaki dibuja solo seres humanos y toma de fotos prácticamente todo lo demás, no sé si por rigor histórico o por fiaca. Y particularmente a mí me gusta cómo se ve el "efecto máscara" que explicaba Scott McCloud, con personajes y fondos en distinto registro, unos más sintéticos, o caricaturescos (el villano principal para el último tramo ya parece una caricatura de un personaje de Hirohiko Araki, o de Tetsuo Hara), y otros realistas al mango. Básicamente, Spy´s Wife me entretuvo, por momentos me shockeó y por momentos me conmovió, aunque me doy cuenta de que esta misma historia, ambientada en un país donde la gente le da más rienda suelta a las emociones, las pasiones, e incluso las venalidades, sería mucho más impactante. Nada más, por hoy. Vuelvo a sumergirme en el laburo, que ya está en la recta final. Y nos encontramos mañana a las 22:30 en Agenda Abierta, para otro programa en vivo en el canal de YouTube de Comiqueando. Gracias y hasta pronto!

domingo, 15 de junio de 2025

MIRÁ QUIÉN APARECIÓ...

Había una vez un goma que posteaba reseñas en su blog todos los días, después dos o tres veces por semana, y después vino la Comiqueando Digital y se lo comió. Posta, no tengo tiempo para leer comics ni cerca del ritmo normal que habíamos agarrado en los últimos tiempos. A veces, hasta tengo pocas ganas. Pero bueno, hoy, con sueño y con una congestión espeluznante, le robo un ratito a la revista digital (que sale a fin de mes) para reseñar un par de magias que tengo leídas. Founding Fathers Funnies es una recopilación de historias cortas que realizó el maestro Peter Bagge a comienzos de este milenio, todas centradas en anécdotas graciosas de los primeros próceres de la historia de los EEUU, aquellos que dejaron su huella en el último tercio del Siglo XVIII, cuando esa enorme colonia británica sueña con ser un país independiente y copado, a años luz del imperio decadente que conocemos hoy (y que tan felices nos hace cuando lo visitamos en plan turismo). Obviamente hay muchos chistes que solo tienen gracia si conocés quiénes son estos tipos, qué roles cumplieron en los primeros años de EEUU como país independiente y para qué lado tiraba cada uno, en la época en la que las pujas ideológicas estaban más presentes que ahora. Por trazar una analogía, es como si le dieras a un yanki un comic con chistes de French y Beruti, o de Mariano Moreno y Cornelio Saavedra. Se van a quedar arafue de un montón de cosas... y algo de eso me pasó con algunos de los próceres que eligió Bagge para estas historietas, a los que jamás había oído nombrar. Pero están también los que todos conocemos (los que ponen la caripela en los billetes verdes que seguro tenés guardados en el colchón) y está buenísimo que un talento como Bagge nos exponga su Lado B, con detalles bizarros o escabrosos acerca de sus vidas privadas, sus rencillas internas, sus agendas secretas, etc.. El dibujo es invariablemente glorioso, tanto en las historietas en blanco y negro como las que sin a color. A esta altura, cualquier cosa que dibuje Bagge es tan superior a la media, que alcanza para engancharse con cualquier temática que quiera abordar. Ni en pedo lo pongo en el podio de las mejores obras de este genio del Noveno Arte, pero sin dudas lo disfruté muchísimo y aprendí bocha de cosas que no sabía acerca de esta etapa de la historia yanki.
Me vengo a Argentina, donde el año pasado se publicó Viaje a Venecia, un libro que reúne trabajos de distintas épocas del maestro Enrique Breccia, realizados para medios muy diversos, a veces solo y a veces con guionistas. Calificar a los dibujos de Enrique como "muy superiores a la media" sería faltarle el respeto. Estas páginas desbordan de motivos por los cuales cualquiera que entienda algo de dibujo te firma con total convicción que estamos ante un genio, una bestia inconmensurable a años luz de los que vienen atrás. El libro empieza con dos paginitas menores, un chiste autorreferencial. Y enseguida nos ofrece la posibilidad de revivir esa maravilla ochentosa que fuera El Cazador del Tiempo, donde Enrique escribe y dibuja una aventura fascinante, de esas que no querés que se terminen nunca. Después tenemos una breve adaptación de un relato de Julio Cortázar, también dibujado a un nivel demencial. Y al toque una historieta con guion de Eugenio Mandrini, tensa y emotiva, ambientada en la Pampa argentina que tanto ama Breccia. Después viene Blas Milmuertes, una historia con guion de Carlos Trillo, graciosa, original, donde Breccia se permite combinar dibujos más realistas con otros más grotescos y caricaturescos. Las dos historietas con guiones de Bruna Porá son las más flojas del libro, pero por suerte son también las más cortitas. Lo que más me emocionó fue un unitario escrito por Guillermo Saccomanno: "Un viejo, un tiburón, un amor". Esto es una gema del alma, un relato brillante, conmovedor, original... y encima dibujado por Enrique a un nivel superlativo. Es muy loco que esto se haya publicado en Skorpio, porque el laburo que tiene cada viñeta es mucho más detallado, más generoso, más inspirado que los trabajos que Breccia aportaba mes a mes a la recordada antología de Record. En general, uno asocia a la Skopio con un Breccia cumplidor, pero acá apareció un Breccia descollante, tremendo, que no se guarda ni un ápice de su monstruoso talento. Sobre el final tenemos tres historias breves, ya del Siglo XXI, basadas en textos de Bárbara Pilon, la actual esposa de Enrique. En las tres vamos a ver al ídolo en un nivel devastador, no muy distinto de lo que brinda cuando ilustra novelas para Zorro Rojo, por ejemplo. Unas técnicas imposibles, unas texturas, unos climas... nada, esto hay que verlo para creerlo. Y de los guiones, el único que me enganchó fue el último, "Moeche", que es una especie de cuento de hadas para adultos, muy hermoso. No sé si solo mi ejemplar o toda la tirada, pero la encuadernación del libro hace "ruidos raros" y no se abre ni se dobla como debería. Pero (como dijo Jack el Destripador) lo importante es lo de adentro, y acá me encontré con un material de una belleza gráfica descomunal, un gran agregado a esta "Biblioteca Enrique Breccia" que vienen armando hace un tiempito entre varias editoriales. Acá hay papa MUY fina, absolutamente recomendada si sos fan del maestro, o de la buena historieta en general. Nada más, por hoy. Vuelvo a la Comiqueando Digital, que está tremenda. Gracias por el aguante y hasta pronto.

viernes, 6 de junio de 2025

VIERNES DE SOL

Le robo otro ratito a la Comiqueando Digital para reseñar un par de libros, rapidito y conciso. Empiezo en Inglaterra, año 2009, con otra adaptación de mi relato favorito de Robert Louis Stevenson. Esta vez, quienes convierten en historieta a Dr. Jeckyll y Mr. Hyde son una dupla de autores británicos, ambos hijos de polacos, que vivieron parte de su vida en Polonia: Andrzej Klimowski y Danusia Schejbal. Guarda, no es que Klimowski sea el dibujante y Schejbal la guionista, o al revés. Son una dupla que trabaja a cuatro manos en los dos aspectos de esta obra, es decir, la adaptación del cuento y el dibujo. La versión que nos ofrecen del clásico de Stevenson es la más fiel que conozco al original, a lo que publicó en 1886 el creador de La Isla del Tesoro y tantos clásicos más. Y ese es su defecto: se lee como algo muy, muy antiguo. Le falta esa chispa, esa picardía, que los lectores del Siglo XXI estamos acostumbrados a encontrar en los relatos de ficción. Como en el texto de Stevenson, acá el protagonista muere cuando falta bastante para el final, y toda la explicación acerca de las transformaciones de Henry Jeckyll en Edward Hyde las conocemos a través de una carta que, con el científico ya muerto, lee uno de los personajes secundarios. Klimowski y Schejbal tampoco se regodean con el aspecto más violento, más físico de la historia. Está claro que Hyde asesina y viola gente, pero no es lo que les interesa mostrarnos. El foco está puesto más bien en el conflicto interno del protagonista, en cómo Jeckyll lucha (con escaso éxito) contra las abyectas pulsiones de violencia que lo llevan a convertirse en un zarpado, un desinhibido que no tiene reparos en entregarse con todo a esas pulsiones y esos instintos asesinos. Y creo que eso es lo mejor que tiene esta versión. Bah, lo segundo mejor. Lo mejor es el dibujo, que me pareció espectacular. Es un dibujo basado 100% en el lápiz y (probablemente) la carbonilla... aunque probablemente esas páginas en las que predomina la mancha negra tengan también tinta... o estén trabajadas sobre papeles negros... o tengan los negros plenos aplicados de manera digital. No soy tan experto en técnicas gráficas como para explicar lo que hacen Klimowski y Schejbal en la faz visual de esta obra, pero el resultado me gusta, es sugestivo, capta muy bien la época, los climas, los ritmos de la narración. La puesta en página lamentablemente se sostiene en una cuasi-omnipresente grilla de dos viñetas por página, que permite que el dibujo se luzca muchísimo, pero que narrativamente a mí no me copa para nada. Sin dudas mis páginas favoritas de este Dr. Jeckyll and Mr. Hyde son las páginas splash y las pocas en las que los autores meten tres viñetas y -ahí sí- se arma algo parecido a una secuencia. Como fan de Jeckyll y Hyde la verdad que disfruté mucho esta versión y me sirvió para descubrir a dos autores que no tenía en el mapa y de los que quiero leer más historietas.
Vamos con un autor del que ya leímos unas cuantas: el maestro brasileño (pero radicado hace varias décadas en Argentina) Adao Iturrusgarai. Conseguí muy barata esta edición española muy cheta, que reúne un montón de tiras de Rocky & Hudson, los cowboys gays, probablemente la creación de Adao más conocida fuera de Brasil. Estas tiras se hicieron originalmente para el diario más vendido de San Pablo, y fueron traducidas al castellano... por la esposa de Adao, que es argentina, así es como en la edición española se cuelan algunas palabras muy nuestras. El dibujo cambia bastante entre las primeras tiras y las últimas, a medida que el autor simplifica su línea y se hace más minimalista. Ya vimos esta evolución en el libro que comenté el 02/03/15, que reunía trabajos realizados por Iturrusgarai entre 1983 y 2013, así que no hace falta ahondar de nuevo en ese tema. Los chistes son, en su mayoría MUY graciosos. No sé qué tan ofensivos resultarán leídos por un varón homosexual, pero yo me reí fuerte muchas veces. Y a veces eran risas mezcladas con "no podéees!", porque Adao no tiene problemas en irse un toque al carajo con su retrato satírico del mundo de los gays. El tema de que además sean cowboys está explorado, pero apenas. La mayoría de los gags surge de la relación de pareja homosexual entre estos dos tipos, y su entorno, donde se mezclan más varones gays, algún varón heterosexual (que trata de reprimir el amor entre personas del mismo sexo) y alguna mujer. Si los chistes de Rocky & Hudson pueden llegar a ser ofensivos para el varón gay, no me quiero imaginar lo que puede sentir una mujer al ver cómo se las trata en estas tiras. Uno de los protagonistas llega a decir "Las mujeres son una mala copia de los gays". Obviamente estallé de risa con ese chiste, pero me doy cuenta de por dónde se pasa Adao los límites de la corrección política. Para ser justos, acá hay humor que ridiculiza a las minas, a los varones heterosexuales y por supuesto a los homosexuales. Posta, no se salva nadie. El último tramo del recopilatorio, con las tiras en las que Rocky & Hudson dejan el Far West para viajar en el tiempo a la antigua Grecia, es tan cómico, está tan poblado de buenas ideas, que es una lástima que no haya más de eso. Finalmente, qué zarpado que estas tiras de señores que usan cosméticos de mujer, besan a otros señores en la boca y se meten cosas puntiagudas en el orto, se hayan publicado en un medio tan masivo como es A Folha de Sao Paulo. Acá lo más extremo que leímos en un medio con esa llegada (el único que se me ocurre a ese nivel es Clarín) creo que fue La Nelly. Es entre paradójico e indignante que un autor de primer nivel mundial que vive hace décadas en Argentina como Adao Iturrusgarai no tenga libros publicados en nuestro país. A ver si se despiertan los editores, que acá tenemos a un verdadero prócer de la historieta humorística, con una producción enorme y una calidad que te pone los pelos de punta. Nada más, la seguimos pronto. Buen finde.

martes, 3 de junio de 2025

MARTES DE DELIRIO

No es de canuto. Es que, de verdad, me quedé sin tiempo para leer comics y redactar reseñas. Por eso tampoco estoy subiendo episodios de Comiqueando Review al canal de YouTube. Pero bueno, es un tiempito. Ya volveremos a la regularidad. Hoy tengo un par de libros para comentar, muy rápido, así me vuelvo a sumergir en el laburo colosal que requiere la Comiqueando Digital. Encontré otro libro que no conocía de mis ídolos, los primos (ambos ya fallecidos) Enrique Ventura y Miguel Ángel Nieto. Infusión Macroidiótica recopila historietas de dos páginas, que realizaron para El Jueves en la bisagra entre los años ´70 y ´80, con el humor como única consigna. No hay personajes recurrentes, no hay un solo tipo de humor y -lo más impactante- el dibujo cambia tanto de una entrega a la otra que parece inverosímil que sea todo obra de una misma persona. Lo que le vemos hacer acá a Ventura es apoteótico. Tiene páginas que parecen una parodia de MAD dibujada por Angelo Torres o Mort Drucker, páginas que parecen de Moebius, de la época de The Long Tomorrow, páginas en las que hace un uso hiper-realista de las tramas mecánicas, otras en las que recurre al aerógrafo para lograr efectos tipo Richard Corben, otras en las que experimenta con técnicas más cercanas al grabado y parecen de Gustave Doré, otras en las que mete unas texturas complejísimas tipo Sergio Toppi, otras más minimalistas, más cercanas al dibujo humorístico tipo Quino... es una animalada, que debe ser vista para poder digerirse. Nunca me imaginé que un mismo dibujante podía manejar tantos recursos y salir bien parado en todas estas búsquedas. Me queda claro que Ventura se divertía como loco con estas mini-historias que creaba junto a su primo, y eso se reflejaba en lo ecléctico de su grafismo. Y también en la puesta en página, y en la planificación de las secuencias, sobre todo en las historietas que no le exigían diez o más viñetas por página. Los guiones también ofrecen de todo un poco. Hay humor absurdo, hay sátira política (en ese momento, el blanco favorito de la progresía europea era Ronald Reagan), hay historias muy jugadas a un último giro argumental que da vuelta todo y te sorprende o te arranca una carcajada, hay ironía, reflexión, y -por supuesto- delirio. No es fácil lograr en dos páginas lo que lograban Ventura y Nieto, pero en esta época El Jueves era así: tenías dos páginas y las tenías que detonar a full para conquistar semana a semana a los lectores. Me encontré con muchas ideas muy, muy atractivas, plasmadas de maneras geniales, a veces con el guiño al lector de "¿viste qué piolas que somos?" y a veces con una patada a la garganta, pero siempre con un nivel de dibujo descomunal, en el estilo que quieras. Ventura y Nieto ya no están entre nosotros, pero yo cada día los quiero más.
Demencia 21, de Shintaro Kago. ¿Está buena la premisa general de la serie? Sí. ¿Se bancaba 17 relatos con la misma premisa? No. ¿En cada uno de los episodios puntuales hay ideas locas y copadas? Sin duda. Y muchas son brillantes y sorprendentes y te hacen mear de la risa. ¿Alguno de estos episodios necesitaba 16 páginas para llevar adelante la consigna? No, ninguno. No hay uno solo de los 17 relatos que no esté estirado innecesariamente. A veces arrancan muy arriba y se desinflan, a veces arrancan muy tranqui y lo grosso llega sobre el final, pero cualquiera de estos episodios, contado en menos páginas, pegaría más. ¿Hay episodios definitivamente chotos? Sí, pero son poquitos. Casi siempre encontrás algo que te seduce, generalmente ideas bizarrísimas de esas que solo a un demente como Kago se le pueden ocurrir. Es una obra graciosa, punzante, con mala leche, que detrás del delirio esconde una reflexión amarga acerca de una sociedad que no sabe qué carajo hacer con los ancianos. Por supuesto que Kago toca el tema de manera desangelada, con cero corrección política. Si los viejitos o viejitas tienen que ser el villano de la historia, al autor no le tiembla el pulso y los presenta como personajes execrables. La heroína, Yukie Sakai, no es perfecta ni mucho menos: a veces se saca (y es lógico que eso suceda) y manda todo a la mierda. Demencia 21 te bombardea con un cúmulo de situaciones límite que te ponen muy nervioso... hasta que te cae la ficha de que Kago las va a resolver (a veces) por el lado del absurdo y el humor. El dibujo no es espectacular ni intolerable. No le pidas a Kago el nivel de preciosismo de otros referentes del ero-guro nansensu, porque no da la talla. Hay un buen trabajo con las tramas mecánicas, hay páginas con un gran despliegue de detalles microscópicos, pero en general, Kago sacaba estas historietas con fritas, sin ponerle el alma a cada una de las viñetas. La edición de Hotel de las Ideas (que tomó la posta tras el faux pas de Ivrea) está muy bien. Se bancaba un tamaño más chico, creo yo, y menos páginas de relleno al final. Pero la traducción es muy buena y técnicamente el libro es impecable. ¿Me divertí con Demencia 21? Sí, bastante. ¿La pongo en el Olimpo de las obras maestras de Shintaro Kago? No, ni en pedo. ¿Se justifica comprar un segundo tomo de esta misma serie, leerlo y encontrarle un lugar en la biblioteca? Probablemente no. Y hasta acá llegamos. Entre el laburo, los compromisos sociales y otras cosas que estoy leyendo (textos sobre comics, no-ficción) no sé cuándo tendré tiempo para leer historietas, pero ni bien acumule un par de libritos leídos, tendrán su reseña en este espacio. Gracias por el aguante y hasta entonces.

lunes, 26 de mayo de 2025

TARDE PERO DE A TRES

Después de muchos días sin postear, en los que leí toneladas de comics, pero investigando para artículos de la Comiqueando Digital, vuelvo a la carga con tres reseñas. Empiezo con el libro que recopila Oro Blanco y otros trabajos de la inmensa dupla integrada por Carlos Trillo y Enrique Breccia que, por motivos que desconozco, nunca se habían reeditado. Hay dos historias unitarias de las cuales una es correcta y la otra (Ejército de Locos) es casi sobresaliente, y tres episodios de una serie que nunca prosperó, llamada El Buen Dios. Los dos primeros son magníficos, tanto en el guion de Carlos como en la propuesta gráfica de Enrique, que tiene más que ver con aquellos unitarios de los ´70 en los que mostraba un estilo más duro, más adusto, más cercano al grabado que a la ilustración. Y el tercero, si bien el dibujo zafa, se nota que está hecho muchos años después, y sin las ganas del arranque. El guion es genérico y el dibujo se queda a medio camino, no va al límite como en los primeros episodios. No es un espanto ni mucho menos, pero es un pasito atrás respecto de un inicio tremendo, para una serie que no despegó. Y por supuesto tenemos los siete episodios de Oro Blanco, todos de apenas ocho páginas, realizados por la dupla en 1980, cuando eran verdaderas máquinas de imaginar y producir obras maestras, perfectamente ensambladas. Oro Blanco es una historieta triste, desesperada, ambientada en la América profunda. La historia de Diego y su búsqueda frenética de María es desgarradora, teñida por una trama funesta de injusticias, tragedias y la clásica mala leche de Trillo. Todo lo que puede salir mal, saldrá mal y amplificará el volumen de la ordalía de este personaje que nos da una pena enorme. Imposible no conmoverse, no indignarse, no apasionarse con esta aventura más allá de la locura. Y el dibujo de Breccia acá es demoledor. En las secuencias del "presente" dibuja en un estilo similar al de Alvar Mayor, pero con más preponderancia de la mancha negra. Y en el racconto, en la narración que hace Diego de los sucesos pasados, por el contrario: la mancha negra casi desaparece para dejar su lugar a unas texturas imposibles, exuberantes como las selvas que recorren los personajes. Los efectos de iluminación se reducen al mínimo y la línea precisa y filosa de Enrique gana un protagonismo alucinante. Esto hay que verlo para creerlo, porque es realmente fascinante. Había leído Oro Negro en la Skorpio, hace mil años, y me la acordaba más breve y menos emocionante. Me encantó redescubrirla, y me encanta ahora atesorarla en la biblioteca.
La aventura desquiciada del protagonista de Oro Blanco, que lo lleva a atravesar pesares e infiernos imposibles por amor, se hizo carne en mí (como la indómita luz) cuando le entré a Cromwell Stone, por el hecho de ser fan de Andreas. Ay, Andreas, lo caro que me lo cobraste... Lo que hace el alemán en estas páginas no tiene explicación. Por el lado del dibujo, esto es una maravilla que te quita el aliento en la primera página y no te lo devuelve nunca más. Es el preciosismo más extremo, más perfecto, una combinación mágica de todos los recursos que te puede ofrecer el blanco y negro, donde se nota en cada viñeta el mismo tiempo de trabajo que cualquier otro autor le pone a una página completa... o más. Cromwell Stone ofrece 46 páginas repletas de imágenes shockeantes, vibrantes, pregnantes, una sucesión bestial de viñetas que te atraviesan los ojos y se te clavan en la mente con una fuerza expresiva y una belleza gráfica indescriptibles. El tema es lo que Andreas tiene para contar, y cómo lo cuenta. La trama es la nada misma: quiere evocar el misterio perturbador de un relato de H.P. Lovecraft pero apenas logra confundir al lector. No hay un énfasis en los momentos más dramáticos, pasan cosas que no se entienden, de las que (a veces) te enterás por los diálogos, entran y salen de escena personajes que no se llegan a explicar... Un despelote, mal organizado y mal resuelto, en el que la intriga en vez de generar tensión genera hastío, porque está mal planteada. Y para complicarla más, Andreas nos bombardea a lo largo de toda la obra con una variedad interminable de grillas atípicas, muy arriesgadas, algunas de las cuales potencian ciertos momentos de la narración y otras simplemente le añaden caos y confusión a una trama que de por sí no tiene sentido. Visualmente quedan muy lindas esas puestas locas con viñetas de formas y tamaños raros, pero muchas veces esto le patea en contra al flujo de una narración que ya de por sí viene enroscada en las bizarras contorsiones de un argumento entre críptico y trasnochado. Cromwell Stone es un álbum para volverse loco con los dibujos, para ponerlo a Andreas muy arriba en el Olimpo de los maestros del plumín, pero como lectura es muy frustrante, porque casi nada de todo ese majestuoso despliegue visual contribuye a contar una historia sólida, o por lo menos eficaz. Una pena.
Sigo sumando especiales de 100 páginas que festejan los 80 años de los personajes más icónicos de DC Comics, y así llego a esta antología con nueve historias cortas protagonizadas por Wonder Woman, en sus distintas iteraciones. A la hora de este festejo, valen todas las versiones de Diana, más allá de los (no pocos) reboots que sufrió la historia "canónica" de la mítica superheroína. Veamos quiénes se sumaron a la celebración. La primera historieta está bien, es un guion de Michael Conrad y Becky Cloonan situado en un momento en el que Diana estaba muerta, y Steve y Etta se juntaban para recordarla. Tiene momentos emotivos, buenos diálogos y dibujos correctos de Jim Cheung. La segunda es medio un delito: un breve prólogo a una novela gráfica para lectores infanto-juveniles, de esas que se venden en librerías, a cargo de Jordie Bellaire (la consagrada colorista) y Paulina Ganuchau, que dibuja en un estilo más cercano al de Steven Universe y otros dibujos animados contemporáneos. La tercera está escrita y dibujada por la gran Amy Reeder, que aprovecha estas ocho páginas para regalarnos los mejores dibujos de toda su carrera. El guion es livianito, tranqui, pero las pilas de Reeder están puestas en esa narración fluida, hiper-dinámica, ganchera, graciosa, hipnótica. Una delicia. Después tenemos a los maestros Mark Waid y José Luis García López, con una no-aventura centrada en la interacción entre Diana y sus compañer@s de la Justice League of America, donde el esfuerzo está puesto en mostrarnos la chapa que tiene la amazona y cómo todos los demás superhéroes la toman como una referencia total en los distintos aspectos de sus vidas. Linda idea, hermosos dibujos, no mucho más. La quinta historia es mi favorita: Tom King y Evan "Doc" Shaner nos llevan a la era "Mod" en la que Diana no tenía poderes, para una comedia co-protagonizada junto a Superman y Lois Lane que no tiene desperdicio. Es una historia originalísima, afilada, con diálogos muy cómicos, situaciones brillantes y un dibujo realmente extraordinario. Y de las cuatro historietas restantes, apenas puedo rescatar los dibujos. Isaac Goodhart me pareció bastante digno; Laura Braga también, aunque más dependiente del trabajo del colorista; lo mismo para Meghan Hetrick, también con páginas muy lindas y muy pensadas para que se luzca el color, más que el trazo; y un poquito más sólido lo vi a mi amigo brazuca (hincha de Racing) Marcio Takara. La verdad que con los cuatro últimos guiones no hacés uno mínimamente atractivo, pero estos cuatro laburantes del lápiz mal que mal los sacan a flote. Hay otra antología de Wonder Woman, que celebra el nº 750, y creo que es anterior a esta. La tengo en la pila de los pendientes, así que eventualmente la vamos a ver por acá. Este especial, si bien no es todo grosso, tiene un nivel bastante aceptable y se le puede recomendar sin miedo a cualquier fan de la octogenaria princesa. Vuelvo a internarme en la Comiqueando Digital, así que no sé cuándo voy a volver a postear por acá. Gracias por el aguante y si quieren venir, están invitad@s a sumarse este miércoles a las 22:30 a la transmisión en vivo de Agenda Abierta (como cada último miércoles del mes), en el canal de YouTube de Comiqueando. Nos vemos por ahí.

domingo, 18 de mayo de 2025

DOMINGO ELECTORAL

Hoy hubo elecciones legislativas en la ciudad de Buenos Aires y, para variar, ganó la derecha, esta vez en su vertiente más grotesca, más ignorante, más mamarrachesca. Se me cae la cara de vergüenza por ser porteño e identificarme con una ciudad que vota a estos engendros, pero bueno... me recluyo en mi estudio a escribir y hablar sobre comics. Modernas y Profundas es un hermoso álbum de 1990, que compila historias cortas del insondable Guillem Cifré, un autor barcelonés nacido en 1952 y fallecido en 2014. Durante varios años, Cifré militó en el underground español, y a partir del inicio de los ´80, aportó historias cortas a revistas mitológicas como El Víbora y Cairo, y también a otras menos conocidas como Madriz, y otras que no eran revistas de comics, pero incluían algunas paginitas de historietas o de ilustraciones. Nunca fue de los autores más populares, nunca realizó una serie con personajes recurrentes, y este es su único álbum. O sea que si las revistas de comics vanguardistas de los ´80 son medio un nicho, o un ghetto para pocos, con Cifré nos metemos en el ghetto del ghetto, en un autor minoritario dentro de un nicho minoritario. Y la explicación para esto es que Cifré estaba totalmente loco, o por lo menos dibujaba como si lo estuviera. No son tantas las historietas de Modernas y Profundas en las que se zarpa con la puesta en página. En general, opta por grillas y básicas despliega las viñetas de manera bastante lineal, y hasta me atrevo a decir "clásicas". Pero tanto los argumentos como el trazo de este animalito hacen gala de una pulsión totalmente rupturista, en la que conviven el nonsense, el grotesco, la mala leche, el delirio y la sátira social. El martes voy a publicar en el sitio web de Comiqueando un artículo un poco más extenso acerca de este álbum, pero quiero subrayar lo impactante del dibujo de Cifré... que es algo difícil de desvincular de las cosas que narra en sus historias. Que son básicamente secuencias donde las cosas se rompen, estallan, se transforman o se degluten unas a otras. La más "tradicional" debe ser "Venganza", tres páginas de 12 cuadros cada una protagonizadas por un perro que se mete en un convento lleno de monjas y se las empoma a todas. El resto de los argumentos tiene menos explicación, menos sentido, pero no menos gracia, porque Cifré sabe ponerle al delirio y a lo imposible un toque caricaturesco que resulta muy atractivo. Y después podemos hablar siglos de las técnicas gráficas que emplea, desde el obvio claroscuro, hasta collages alucinantes, historias donde tienen mucho peso los grises logrados con tramas mecánicas, otras donde entran en juego e pincel y las aguadas, momentos en los que el crosshatching te agobia, momentos en los que desaparece, onomatopeyas salvajes, páginas que parecen estar dibujadas con liquid paper sobre hojas negras... Todo es impredecible en el mágico mundo de Cifré, y el tratamiento visual de las historietas no es para nada la excepción. El tipo tenía una habilidad especial para observar la realidad y distorsionarla con los filtros locos de su propio subconsciente, para mezclarla con sueños, pesadillas, alucinaciones y cierto toque entre siniestro y burlón. Un monstruo al que siempre está bueno revisitar, a ver si algún día se lo valora en un nivel acorde a su talento.
Y un poco lo contrario pasa con el autor del otro libro que tengo para reseñar: The Rocketeer: Cliff´s New York Adventure. Nadie discute que Dave Stevens (1955-2008) fue un dibujante extraordinario, un capo absoluto a la hora de ponerle realismo académico a la aventura, un tipo que manejaba a la perfección la anatomía, la iluminación, la documentación que utilizaba en sus historias (que transcurrían en 1938), que sabía narrar de manera clara, dinámica, atrapante... Peeeero (era obvio que venía el "pero") era un dibujante lentísimo, de una producción sumamente escasa, al que le costaba horrores apoyar el culo en la silla y darle al lápiz aunque sea un par de horas por día. Por eso hay tanta gente que no lo ubica, más allá de la modesta chapa de The Rocketeer y de ese núcleo duro de coleccionistas que pagan fortunas por cualquier revista que tenga una portada ilustrada por Stevens. La verdad es que su obra es mucho más chiquita que su leyenda, lo cual es una pena. Incluso este libro, que recopila los tres números de la revista Rocketeer Adventure Magazine, requirió de la participación de otros dos dibujantes (ambos brillantes) como Sandy Plunkett y Arthur Adams, porque si no era imposible ponerle fin a la saga. Stevens empezó esta historia en 1988 y la terminó, con la colaboración de los dos invitados de lujo, en 1995. Y son 56 páginas de historieta, no 200 ni 300. Y lo otro a destacar es que el guion es... limitado. No llega a pobre, pero tampoco es una cima del comic de aventuras. Tiene situaciones entretenidas, personajes copados pero -supongo que para dibujar menos- Stevens mete mucho guion en poco espacio y nos encontramos con algunas páginas repletas de viñetas chiquitas y toneladas de texto... lo cual obviamente lastra un poco la narración. La trama de la New York Adventure arranca en serio cuando ya van unas cuantas páginas de peripecias e histeriqueos innecesarios (aunque con diálogos divertidos) y no es particularmente impactante. Lo más notable es cómo Stevens nos siembra un montón de pistas para que descubramos que ese millonario enigmático, que maneja guita, armas, recursos y contactos, en realidad es... The Shadow. Sí, para Stevens, las aventuras de Rocketeer transcurrían en el mismo mundo pulp que el del famoso personaje de Walter B. Gibson, al que no podía mostrar con su atuendo más icónico, ni llamar por su nombre, porque obviamente no tenía los derechos. Pero a lo largo de este arco, queda claro que el protagonista es este tal "Jonas", y Cliff es un secundario que va donde sopla el viento. Bien por Dark Horse que puso lo que había que poner para que esta historia, que Stevens había empezado en la editorial Comico, tuviera por fin un final. Leída hoy, solo nos queda el dibujo como atractivo real para buscarla y atesorarla, junto a la otra graphic novel de Rocketeer, la que editó Eclipse con el material que Stevens había serializado en distintas revistas de la editorial Pacific. Pero bueno, estamos hablando de unas cuantas páginas dibujadas a un nivel glorioso por Dave Stevens, y las restantes a cargo de Arthur Adams y Sandy Plunkett, que es como que se lesione Julián Álvarez y lo reemplace Lautaro Martínez. Nada más, por hoy. Vuelvo al maravilloso mundo de la Comiqueando Digital, a laburar para que el nº11 salga a fines de Junio. Gracias, hasta pronto, y si sos de Capital y votaste a Manuel Adorni, tratá de conseguir un cirujano que te extirpe el tumor fecal que te salió en el cerebro.

viernes, 16 de mayo de 2025

VIERNES ASQUEROSO

Con un clima húmedo, pegajoso, y una ciudad aplastada por la tormenta de anoche, el viernes se pone interesante recién después de las 18 hs, con actividades como una peli en la Biblioteca Nacional, un show de una banda acá a la vuelta de mi casa y una trasnoche ochentosa en un antro del Centro. Pero mientras, tengo muchísimo laburo pendiente vinculado a la Comiqueando Digital, y un ratito (más breve del que yo quisiera) para reseñar los últimos comics que leí. Por fin terminé, con un delay que me avergüenza, la etapa de Jonathan Hickman en Fantastic Four. El epílogo es este Vol.4 de FF, que data de 2012 y compila los nºs 17 al 23 (vimos el Vol.3 el 08/05/23). En esta segunda serie, Hickman desplazaba el foco de la epopeya central para mostrarnos el Lado B de la acción, casi siempre con mayor protagonismo para los pibitos: Franklin, Valeria y el resto de los alumnos de la Future Foundation. Pero el primer episodio del TPB, por ejemplo, no tiene a los nenes Richards y sus amigos, sino que es una comedia costumbrista totalmente desopilante, protagonizada por Johnny Storm y Peter Parker. A lo largo de todo el tomo, Hickman va a demostrar que también es crack a la hora de escribir comedia, y este unitario en particular no tiene nada que envidiarle a los mejores momentos de la Justice League de Giffen y DeMatteis. En el segundo unitario, Johnny comparte el protagonismo con los pibitos, y también tenemos una "no-aventura" muy atrapante. El tercero es un episodio 100% autoconclusivo y centrado en los alumnos de la FF, esta vez ambientado en Wakanda y con la incorporación de una nueva compañera a la clase. Y después sí, a partir del nº20 se vienen cuatro entregas mucho más articuladas con lo que pasaba en Fantastic Four, esa hiper-saga a todo o nada con la Supreme Intelligence, los Inhumans, el Franklin y la Valeria adultos que vienen del futuro, el Wizard y mucho más. Acá el guionista aprovecha el espacio extra para ahondar en los personajes y sus vínculos, a veces para enfatizar el dramatismo de lo que está contando, y a veces para descomprimir un poco, para recordarnos que -a pesar del tono épico y grandilocuente del relato- estos tipos y minas son seres humanos, que se equivocan, se enojan, se ríen, se enamoran... Hay muchas escenas memorables en estos números, muchos diálogos logradísimos que nos ayudan a entender mejor a personajes complejos como Black Bolt, Crystal, el Wizard, su hijo/clon Bentley, e incluso al propio Franklin, a quien -me atrevo a afirmar- nadie escribió mejor que Jonathan Hickman. En la faz gráfica, Nick Dragotta cumple y dignifica con una estética que abreva en Jack Kirby y Steve Ditko, pero los moderniza al aprovechar la gran ventaja de trabajar con un guionista que a) pide pocas viñetas por páginas y b) mete poco texto en cada viñeta. En uno de los episodios lo reemplaza un poco destacado André Araujo y en otro la rompe toda un lujoso Gabriel Hernández Walta. Gran cierre para FF y para el inolvidable paso de Hickman por la vida de Reed, Sue, Ben, Johnny y los suyos.
Prometo volver pronto con más historieta brazuca, pero hoy tengo un comic uruguayo, publicado en 2024. El dibujante es argentino pero es una historieta que primero se serializó en una revista uruguaya y después se recopiló en una editorial uruguaya, escrita por un mexicano/uruguayo. Sí, Rodolfo Santullo se vuelve a reunir con Marcos Vergara y el resultado es Primera Edición (un misterio montevideano). Una vez más, la dupla se florea a la hora de retratar situaciones cotidianas, y por suerte el guion es rico en momentos en los que la comedia costumbrista le roba el protagonismo a la aventura. El misterio, que se nutre de elementos reales y mitos que circulan hace décadas por la capital del país hermano, está bien llevado y tiene el suficiente atractivo como para justificar el hecho de que gente común y corriente, sin pasta de héroes, ni de detectives, se vean subyugados por él y quieran resolverlo. Pero a mí lo que más me gustó es la interacción entre los personajes, esos diálogos irónicos que suenan 100% creíbles al oído rioplatense y nos hacen sentir que esto que le pasa a Leopoldo y sus amigos nos podría pasar también a nosotros. No quiero ahondar mucho en la trama para no spoilear (el libro salió en Septiembre, hace relativamente poco), así que es momento de hablar (una vez más) del dibujo de Vergara. Me queda claro que Marcos sintió a esta aventura tan real y tan cercana como yo, o incluso más, porque le puso al protagonista sus propios rasgos, y a su esposa Silvina los de su esposa, Silvana. Además de dibujante, Marcos es bibliotecario como Leopoldo, así que seguro se sintió muy identificado con el personaje. El trabajo del oriundo de San Nicolás es sumamente expresivo, con un trazo muy fluido, un tratamiento sutil y precioso del color, pocas pero buenas escenas de acción, y la extraña pero acertada decisión de dibujar los ojos de los personajes sin pupilas, como hacía Harold Gray en Little Orphan Annie. El libro tiene 88 páginas de las cuales solo 64 son de historieta, lo cual para mi gusto es un disparate. Nos están cobrando por 24 páginas de las cuales dos son un texto bastante interesante de Santullo y el resto no nos aporta absolutamente nada. Ojalá que Loco Rabia, o alguna editorial argentina, incorpore Primera Edición a su catálogo para que circule en nuestro mercado, y le haga una poda a todas esas carátulas y páginas en blanco que solo ocupan lugar y encarecen al producto. Nada más, por hoy. Vuelvo a la Comiqueando Digital, a ver si legamos a lanzarla a fines de Junio. Gracias y buen finde para tod@s.

martes, 13 de mayo de 2025

MARTES DE HISTORIAS CORTAS

Anoche me desperté tipo 5 AM y no me podía volver a dormir, así que prendí la luz y me puse a leer historietas. Así es como tengo estos dos libritos para reseñar hoy acá. Mack & Tierra de Monstruos recopila en un único tomo dos series menores (por lo menos en cuanto a la repercusión que obtuvieron en su momento) de la dupla integrada por Carlos Trillo y Gustavo Trigo. Mack consta de cinco episodios, siempre con la misma protagonista, y es un clásico policial duro, con la novedad de que las mujeres actúan como normalmente lo harían los hombres, y viceversa. Los estereotipos se invierten y Mack es una especie de "Harry la Sucia", una caricatura de los policías/ detectives de las típicas series y películas de Hollywood. El trazo de Trigo enfatiza el grotesco de los guiones de Trillo. Este es el Trigo de la línea muy fluida, combinada con las manchas muy densas para lograr un estilo que le permitía al autor despachar muy rápido cada página. Se ve muy presente la influencia de José Muñoz en esa búsqueda de un claroscuro extremo y muy expresionista, y el propio Trigo se hace cargo al dedicarle uno de los episodios al dibujante de Alack Sinner. Visualmente, esto es raro y bastante atractivo. Los guiones no son todos igual de buenos, pero dentro de todo, no hay ninguno que dé vergüenza ajena. Para pasarla bien simplemente hay que estar familiarizado con la vertiente satírica y mala leche de Trillo, y entrar a la aventura sin esperar ningún tipo de vuelo poético ni subtexto filosófico. Realizada a mediados de los ´80 (con Carlos en Buenos Aires y Gustavo en Roma), Mack nos ofrece tiros, violencia, sexo, corrupción, la clásica ironía de Trillo y no mucho más. Inmediatamente después tenemos las seis historias cortas de Tierra de Monstruos, que me habían fascinado cuando las leí de pendejo en las páginas de la Creepy española. ¿Qué hacemos con los distintos, una vez que les pusimos el rótulo de "monstruos"? ¿Nos burlamos de ellos, les tememos, o los cagamos a palos? Trillo ensaya estas tres respuestas en las tres primeras historias autoconclusivas, de las cuales mi favorita es "Baile de Disfraces". Después sube la vara con otras tres: la gloriosa "Memorias de un Triunfador", acerca de un tipo que la rompe toda en el mundo de las revistas porno por fotografiar cadáveres de mujeres en poses eróticas, la escalofriante y perturbadora "El Señor Augusto", y la tremenda "Click". Estas tres últimas son verdaderas joyas de la abyección moral. En Tierra de Monstruos vemos al Trigo que dibuja en un estilo más clásico, similar al de sus trabajos para las revistas de Record (vimos La Maga el 30/12/22). Acá hay un laburo descomunal en cada página, sumado a la habitual solvencia del autor para el armado de las secuencias. Al reproducirlas en un tamaño más chico que el de la Creepy, algunas de esas páginas con 10 viñetas se ven muy abigarradas, pero igual se disfruta muchísimo el dibujo de este talentoso maestro del blanco y negro. En uno de los episodios de Tierra de Monstruos aparece un diálogo que se repite en dos viñetas consecutivas, pero me parece que es un error que esta edición arrastra de la publicación en Creepy, porque todos los diálogos de esta serie están escritos en castellano de España... lo cual, por supuesto, no me convence. No costaba un carajo re-rotular las historietas en las que aparecen expresiones como "sed buenas, tomad un caramelito"... que seguramente Trillo escribió en castellano rioplatense y alguien de la redacción de Creepy modificó para la edición española. Nada, un detalle muy menor en este necesario rescate de una gran serie como fue Tierra de Monstruos.
Sí, soy un caprichoso. En vez de leer 21st Century Boys, que está ahí, en el pilón de los pendientes, "pierdo el tiempo" con un recopilatorio de historias cortas de Naoki Urasawa, una especie de secuela, o coda, al tomo que vimos el 25/07/19. ¡Achís! recopila parte de la obra dispersa del ídolo, toda posterior a 1995, es decir, toda realizada en el estilo maduro del autor, el que tanto disfrutamos los que leímos Monster y 20th Century Boys, entre otras. Por si faltara algo, varias de estas historias están realizadas a todo color (un rubro en el que Urasawa se luce a niveles apabullantes) y casi todas... ¡tienen buenos guiones! Excepto esas anécdotas del mundo del rock, que resultan casi ilegibles por la tipografía de mierda que les puso Planeta cuando las editó en castellano, las demás historietas son realmente buenísimas. El tomo arranca con la genial "Damiyan!", una comedia grotesca y mala leche, que podría haber escrito tranquilamente Trillo. Pero después viene "¡Lanza apuntando a la luna!", que es incluso mejor. Y la de "Henry y Charles", que es un homenaje desopilante a los dibujos animados. "Reino de Kaiju" también me pareció divertidísima, con un planteo limado y personajes muy copados. Para el cierre, Urasawa se guardó una joyita a todo color: la breve pero fabulosa "Solo Mission", que está dibujada en el sentido de lectura occidental. Nada, no quiero ahondar en las tramas, porque son todas historias breves, con argumentos bastante sencillos. Pero muy bien logradas, con situaciones imprevistas, buenos personajes (Demiyan, Lenny Zinnemann, el gordo francés fanático de los kaijus...), buenos diálogos y -como siempre- con esos dibujos fastuosos, potenciados por un color exquisito. Casualmente las historietas que no me atraparon (que por suerte fueron las menos) son las que están dibujadas con menos pilas, en un estilo más suelto, más rápido. Se ve que Urasawa entendió que algunos de los guiones tenían el potencial suficiente para convertirse en pequeñas obras maestras, y ahí no falló: puso todo y logró páginas realmente memorables. Una pena que Ivrea no publique los libros de historias cortas de Urasawa, porque acá hay papa muy fina, a años luz de las penurias que nos infligió el sensei al estirar hasta el infinito sus obras más extensas. Nada más, por hoy. Sigo avanzando con el nº11 de la Comiqueando Digital y prometo volver ni bien tenga más libros leídos. Gracias y hasta entonces.

sábado, 10 de mayo de 2025

SÄBADO HISTÓRICO

No es que sea una fecha realmente memorable, por ahí lo más importante de hoy es el partido de Racing, que todavía no empezó y no tengo idea cómo va a salir. Pero es un sábado histórico porque tengo para comentar dos obras muy basadas en el contexto histórico en el que están ambientadas. Ahí vamos. Pude conseguir el Vol.2 de Britannia, esa interesantísima serie de Valiant cuyo Vol.1 habíamos visto acá el 07/10/19. Me veo tentado a repetir mucho de lo que ya dije en la reseña del Vol.1, pero no lo voy a hacer, simplemente los invito a leerla o repasarla. Peter Milligan y Juan José Ryp nos invitan a acompañar a Antonius Axia, el único detective del antiguo Imperio Romano, en otra aventura muy violenta, muy sangrienta, en la que -a diferencia de la primera vez- el elemento sobrenatural no está tan presente, o por lo menos no cobra el relieve que cobraba en aquel Vol.1. De nuevo hay peligros muy extremos, de los cuales es casi ilógico que Antonius salga ileso, pero esta vez zafa de un modo un poco más creíble. Y lo que se repite es la caracterización de Nerón como un emperador perverso, caprichoso y un toque desequilibrado (le falta la campera de cuero para parecerse a uno que pulula por estos pagos) y el trabajo que hace Milligan para obtener un inagotable jugo dramático de algo que otras ficciones históricas naturalizan, como es el rol absolutamente postergado de la mujer en este período histórico. En este segundo arco de Britannia, de nuevo van a ser las mujeres las que motoricen la historia, y las que se luzcan tanto en roles de aliadas de Antonius como de antagonistas del detective. Por su menor ambición, por su carácter menos épico, este segundo arco me gustó bastante más que el primero. Y tal vez tenga que ver también con el hecho de que uno ya conoce mínimamente a dos de los personajes centrales (Antonius y Nerón). Como siempre, la prosa de Milligan está afilada, y el guionista es generoso en materia de diálogos picantes. Pero lo mejor es cómo nos explica un montón de cosas acerca de la sociedad, la política y la religión en la antigua Roma sin ponerse didáctico, sin entorpecer la narración con textos explicativos o diálogos que subrayen o expliciten demasiado esta data que al lector promedio de historietas de aventuras (y encima de Valiant) probablemente le falte. El dibujo de Juan José Ryp es excelente, exuberante, tan completo, tan detallado, que lo único que hubo que hacer fue reventar los lápices en el Photoshop y dárselos así, sin entintar, al talentoso colorista Frank D´Armata. Que también podría no estar, porque la verdad es que todo lo realmente importante para entender y disfrutar de la historia ya lo había puesto Ryp en el dibujo. Pero el color potencia algunos climas, algunos efectos... y queda lindo. Destaco una vez más el laburo de Ryp en la documentación y en la planificación de las secuencias, dos rubros en los que Britannía te pasa por encima, sin piedad. Y además la expresividad de los personajes, en un relato donde las emociones son sumamente importantes. No sé si hay más sagas de Britannia, pero esta (de 2017) es prácticamente una gema en la corona del inmenso Peter Milligan.
Cumbe se dio a conocer en Brasil en el 2014, pero yo conseguí la edición ampliada, la de 2018, que trae más bocetos, más textos y un glosario en el que se explican algunos términos que usan los personajes. Este libro, publicado y galardonado en medio mundo y desconocido en Argentina, contiene cuatro historias cortas escritas y dibujadas por el notable Marcelo D´Salete, todas ambientadas en Brasil, en la época en la que los traficantes de esclavos traían a Sudamérica a centenares de personas capturadas en Congo o Angola, para trabajar como esclavos en las plantaciones de los grandes latifundistas europeos (o descendientes de europeos) que se dedicaban a la agricultura o la ganadería en el nuevo continente. Las cuatro historias giran en torno a la búsqueda de la libertad por parte de estos hombres y mujeres explotados, ultrajados o maltratados por los europeos. Estamos en un punto en el que unos cuantos ya lograron escaparse de las haciendas y nuclearse en pequeñas tribus en las selvas de Brasil, donde de alguna manera tratan de retomar las tradiciones que conocieron en África, desde la religión hasta la caza y la pesca. Pero claro, acá tienen muy cerca a un enemigo sumamente despiadado y letal, que son los blancos, convencidos de que los negros son objetos de su propiedad y dispuestos a matar a aquellos que huyen del yugo. Las historias de D´Salete (descendiente de africanos) son durísimas, desgarradoras, por momentos muy crueles, muy violentas, pero con ciertos resquicios por los que aparece cada tanto un vuelo poético muy conmovedor. Son historias de rebelión, de coraje, también de pérdidas trágicas, amores imposibles y apuestas demasiado riesgosas en pos de una felicidad que nunca es completa. No quiero explicar de qué va cada una de las historias, pero sí subrayar que D´Salete las narra de manera muy descomprimida, con pocas viñetas por página, con muchas secuencias mudas y muchos recursos para que el lector se sienta inmerso en estos relatos y los sufra casi en carne propia. Con tantas escenas mudas y con pocos cuadros por página (a veces, también hay páginas de 10 y 12 viñetas) cobra mucha relevancia el dibujo... y pasa algo muy extraño, que es que a D´Salete le funciona un truco que en general sale mal: la combinación de varias técnicas de entintado distintas en un mismo dibujo. El brasileño combina plumín, pincel, grandes manchas negras, texturitas logradas con trazo muy fino, esfumados, efectos logrados con esponjas, sombreados de pincel seco al estilo José Muñoz o Lorenzo Mattotti... cosas que normalmente no se combinan con tanta armonía como la que vemos acá. D´Salete nos ofrece un menú muy amplio de tècnicas basadas en el blanco y negro, todas pensadas para retratar de modo potente y expresivo las atrocidades que nos cuentan los guiones. Y le quedan páginas tensas, vibrantes, de una expresividad sobrecogedora. En Argentina, conocimos a Marcelo D´Salete gracias a la edición de Noite Luz que nos trajo el recordado sello Ex Abrupto, pero no hay señales de que nadie quiera publicar una obra del mismo autor MUCHO más lograda que aquella de 2008. Nada más, por hoy. Me pongo a ver el partido de Racing y después me voy un rato a la Feria del Libro. Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas acá en el blog.