martes, 26 de noviembre de 2024
A CONTRARRELOJ
Estuve casi dos días sin internet en casa y eso hizo que se atrasara muchísimo el trabajo tanto de la Comiqueando Digital como de la Online. O sea que los minutos que les estoy robando para postear en el blog son más criminales que nunca. Intentaré ser breve en las reseñas, así vuelvo a la lista de los pendientes.
Después de casi 40 años, conseguí el segundo álbum de Chicha, Tato y Clodoveo, de profesión sin empleo, la serie que creó el maestro Francisco Ibáñez en 1986 para la revista Guai!. Esta vez, al genial autor de Mortadelo y Filemón se le ocurrió dedicar estas 46 páginas a contar los orígenes de los tres personajes, a contramano del primer álbum, en el que los veíamos fracasar (y provocar destrozos) en distintos trabajos que conseguían y les duraban no más de seis páginas. Ibáñez cuenta en 10 páginas la historia de Chicha, en 12 la de Tato y en 22 la de Clodoveo, tres secuencias muy distintas entre sí, hilvanadas por los mejores momentos del álbum, que son esas viñetas en las que vemos la larguísima fila de desocupados a la espera de un turno para conseguir trabajo. Esas secuencias duran poco, pero están llenas de chistes magistrales (algunos muy filosos) y de gags visuales.
En el resto del álbum, o sea, en las tres historias "de origen", Ibáñez se vuelca más al humor frenético, basado en la acción, el slapstick y la violencia desmedida, con resultados desparejos. El segmento más flojo es el de Tato, donde el autor nos bombardea con todos los chistes que se pueden hacer sobre un pibe que es petiso y/o cabezón... hasta que incorpora a Tato al ejército y ahí viene una (mucho más lograda) catarata de chistes que tienen como blanco a los milicos. El autor le da a Clodoveo un background nada menos que en un circo, un ámbito que no sé si exploró alguna vez con Mortadelo y Filemón, pero que parece perfecto para el humor sacado y violento del autor: jaulas con leones, trapecios a grandes alturas, elefantes, magos, equilibristas, cañones que en vez de balas disparan gente... la cantidad de posibilidades para el desastre, los golpes, las explosiones y los accidentes que brinda el circo son infinitas y seguramente por eso el origen de Clodoveo es mucho más largo que los otros dos.
El dibujo es excelente de punta a punta, los momentos en los que Ibáñez desliza su cuota de sátira social son brillantes, pero la verdad que la consigna del primer álbum me había gustado tanto, que un cambio tan radical en la fórmula para el segundo, me dejó un sabor agridulce. No está mal, pero yo quería más de lo otro, que era alucinante. Nunca hablé del Vol.1 en el blog, porque lo leí hace mil años, pero publiqué un artículo en la Comiqueando Online, a modo de homenaje a Ibáñez poco después de su muerte. Lo pueden leer acá: https://www.comiqueando.com.ar/columnas/iberia_incognita/chicha-tato-y-clodoveo/
Me voy a EEUU, año 2020, cuando Dark Horse publica en libro los cuatro episodios de la miniserie X-Ray Robot, una creación de Mike Allred, como siempre con un dibujo formidable y los inmejorables colores de su esposa Laura. Un despelote visual, por momentos mejor que los episodios más logrados de Madman, muy por encima de esos trabajos hechos medio a los pedos para Marvel. Esto es Allred en estado puro: una historia que explota de imaginación, ciencia ficción loquísima, personajes entrañables, giros impredecibles y una propuesta visual que no puede ser más ganchera.
X-Ray Robot falla solo en la extensión: el autor decide contarnos en 88 páginas una historia que funcionaría mejor en 50 ó 60. Pero cuando los dibujos son maravillosos, los personajes tienen onda y las ideas son fértiles para la aventura y la peripecia, no da para protestar. En todo caso la queja viene por el lado de la edición: cuando termina la historieta, te clavan 30 páginas de portadas alternativas y pin-ups que aportan poco y encarecen el libro al pedo.
Como prometí liquidar rápido estas reseñas, no me quiero meter a fondo con el argumento. Digamos simplemente que es una de realidades alternativas y líneas temporales divergentes, donde un grupo de científicos trata de impedir un caos multidimensional. Allred presenta este complejo entramado de un modo sencillo, no hace falta ser el capo máximo de la teoría físico-cuántica para entender lo que pasa y engancharse en la aventura. Hay un pequeño cameo de Madman, como para sugerir que esta historia es parte de ese mismo universo, pero X-Ray Robot es un relato mucho más convencional y menos experimental que las últimas historietas de Frank Einstein que nos ofreció el autor. Y por supuesto, se puede disfrutar perfectamente sin haber leído nunca un comic de Madman ni tener la menor idea de cómo funciona esa mitología.
Si sos fan de Mike Allred, no dejes escapar esta perlita, y si nunca te enganchaste con este autor y te pinta darle una posibilidad, esta es una buena puerta de entrada.
Listo, me vuelvo a las obligaciones. No se pierdan este miércoles a las 22:30 la nueva emisión de Agenda Abierta en el canal de YouTube de Comiqueando. Nos vemos ahí.
domingo, 24 de noviembre de 2024
DOMINGO CAMPEÓN
Con la Copa Sudamericana ya en manos de la gloriosa Academia, le robo un rato más a la Comiqueando Digital para redactar las reseñas de los últimos libros que leí.
Este tomo de 2002 arranca con una revelación que no me esperaba. Allá por 1997, cuando todavía funcionaba la Línea Laberinto de Planeta-DeAgostini, varios autores se pusieron a trabajar en historias cortas para una antología que se iba a llamar Laberinto Presenta, pero que finalmente nunca vio la luz. Años más tarde, en este libro titulado Lo Mejor de Cada Casa, se reúnen las historias que ya estaban entregadas y que habían quedado inéditas tras el cierre de la Línea Laberinto. O sea que este libro es el epílogo, o la coda, a aquella recordada (en una de esas, por pocos) patriada que buscaba darle un espacio a nuevas voces del comic español. 22 años más tarde, muchas de esas voces ya no son nuevas, sino que algunos se consagraron y otros se dedicaron a otra cosa. Veamos.
La primera historieta ofrece un guion más que correcto de César Galiano, con excelentes dibujos de Pedro Espinosa. Es una aventura exótica con una sana dosis de mala leche, que le hubiera encantado escribir a Enrique Sánchez Abulí para que la dibujara Jordi Bernet. La segunda historieta nos lleva al mundo de Subterráneos, la creación de Montecarlo que ya había aparecido en su propio comic book dentro de la Línea Laberinto, de nuevo con un nivel muy alto en el dibujo y un surrealismo medio lírico, medio críptico en el guion. Después aparece otro capo de Laberinto, Oriol Roca, con una historieta rarísima, en la que combina una grilla muy clásica (la de nueve viñetas) con un argumento muy extraño, ambientado en el mundo del boxeo. El dibujo se juega con todo a la línea clara y el claroscuro bien power, una especie de cruza entre Santiago Sequeiros y Miguel Ángel Martín.
Después tenemos un unitario dibujado con muchas pilas por Sergio Sandoval (a quien hoy vemos habitualmente en distintos títulos de DC Comics), con un guion también bastante raro de Gonzalo Torné de la Guardia, que conecta un relato de asesinos tipos Pulp Fiction con la mitología griega. Otro dibujante totalmente consagrado en el mercado de EEUU, Marcos Martín, tiene a su cargo los dibujos de la mejor historieta del libro, Grupo Salvaje, una maravillosa bizarreada escrita por Mario Tarradas Espuña. Y le sigue una aventura ambientada en el Japón feudal medio flojita, muy sobrecargada de texto, obra de Roke González y Carles Roman.
Ya cerca del final, tenemos dos historietas dibujadas por el gran Enric Rebollo. La primera es medio un chiste largo, con un trazo muy suelto, idóneo para una trama basada en el humor. Y en la segunda tenemos otro guion de Roke González lastrado de algunos lugares comunes y giros obvios, pero el dibujo de Rebollo está mucho más elaborado y por momentos es realmente espectacular. El anteúltimo turno le corresponde al gran Quim Bou, que trae una historia de Bruno, el implacable asesino al que tiempo después veremos protagonizar historietas en la línea Brut de La Cúpula, siempre con un dibujo notable, en el que se destaca la aplicación de los grises. Y cierra una historia muy interesante escrita por Valentín Menéndez, dibujada por otro crack del Siglo XXI: Pepo Pérez, en un estilo que se parece poco al que luce en al actualidad. Este era un relato que, por su complejidad, necesitaba más de nueve páginas. Por eso quedó como apretado, con páginas muy sobrecargadas de viñetas y de información, que se podría haber repartido mejor en 12 ó 13 páginas. Pero las ideas, los personajes, los diálogos y los dibujos están muy bien. Conseguí este libro en oferta y fue una muy grata sorpresa. Si en los ´90 fuiste fan de la Línea Laberinto, buscalo y atesoralo.
Había leído Ninguna Historia Feliz en digital hace unos meses, cuando el editor me invitó a conducir la presentación del libro que se hizo en la Biblioteca Nacional. Ahora lo leí de nuevo, y volví a deleitarme con los mágicos dibujos de Carlos Dearmas, autor integral de todas las historias cortas que recopila el libro, realizadas entre 2018 y 2023.
Para mi gusto, las mejores historietas son las últimas, porque son las más extensas y las que le permiten a Dearmas estructurar algo así como un conflicto. Las más cortitas no tienen conflictos, son como breves reflexiones, en general con alto vuelo poético. En todas las historietas (largas y cortas) abundan las metáforas y los simbolismos, y una prosa sofisticada, de tipo que leyó mucha literatura y mucho poesía, no solo historieta.
Así como el título de la antología te garantiza que no vas a encontrar finales felices, yo te garantizo que no vas a encontrar estructuras narrativas clásicas. A Dearmas no le interesa en lo más mínimo plantear tramas, desarrollarlas y llevarlas hacia una resolución. Lo suyo son más bien ideas, o puntitas de ideas, elevadas al nivel de arte por unos dibujos descomunales y acompañadas de una prosa que padece un poco el rotulado manual. El autor trabaja con una grilla clásica (seis viñetas rectangulares iguales) que funciona a modo de "segundo set de signos de puntuación" para estos enunciados de corte poético o filosófico, en páginas que a veces cambian el blanco y negro por sutiles irrupciones de amarillos, celestes, rosas o morados.
En todos los casos, el dibujo es maravilloso. El trazo de Carlos es estilizado, orgánico, sus angulaciones extremas y originales, y su técnica para entintar (que nos remite enseguida a la de Andreas, o a la de Gary Gianni, pero con onda) genera un impacto visual único. El libro reproduce las páginas en un formato pequeño (15,5 x 11,5)... ¡pero los originales son de ese mismo tamaño!
Ninguna Historia Feliz es el fascinante testimonio de lo que hace un autor inquieto y virtuoso cuando no está atrapado en las redes de un trabajo por encargo. Dearmas se generó a si mismo este espacio de libertad creativa, chiquito, efímero, marginal, y felizmente estos experimentos se convirtieron en un muy lindo libro publicado por Garza de Papel. Si ya sos fan de este talentoso historietista entrerriano, este librito te va a ser muy feliz. Y si no lo conocías, preparate para muchas sorpresas de las buenas.
Nada más, por hoy. Espero volver a postear pronto en el blog y nos vemos el miércoles a las 22:30 en el canal de YouTube de Comiqueando, donde vamos a estar con una nueva emisión en vivo de Agenda Abierta, gratis para toda el habla hispana. Gracias y hasta pronto.
martes, 19 de noviembre de 2024
POR FIN DE VUELTA
Me costó un montón encontrar un tiempo para leer y reseñar libros, pero acá estamos, siempre en offside, robándole horas a la Comiqueando Digital.
Hoy freno un cachito mi maratón de comic español, para irme a Noruega, a descubrir los primeros trabajos del incomparable Jason. Les Poches Pleines de Pluie (los bolsillos llenos de lluvia) es una antología de casi 150 páginas que reúne historietas realizadas por Jason entre 1992 y 1999, en la etapa embrionaria de una carrera que ya lleva más de 25 años de enorme (y merecido éxito). Hay ilustraciones, tiras cómicas, historietas de poquitas páginas y hasta una historieta larga, (la que da título al libro) de 48 páginas.
Lo más interesante es que en muy, muy pocas de estas páginas vemos el estilo gráfico que identificamos al toque con el nombre de Jason. La mayoría son o bien historietas en las que el noruego está en busca de ese estilo tan característico, o bien historietas en las que prueba con una estética totalmente distinta, al punto que si no te dijeran que son de Jason, jamás te darías cuenta. Gracias a este libro, podemos ver cómo en los ´90 Jason generaba material que llevaba un rumbo muy distinto al de las obras con las que se consagraría en el Siglo XXI. En la extensa Les Poches Pleines de Pluie, por ejemplo, Jason parece un autor del indie norteamericano. La puesta en página y el ritmo remiten enseguida a Adrian Tomine, mientras que el grafismo se parece al de David Lapham, Jason Lutes, Eric Shanower... por momentos algún chispazo más europeo, tipo Dominique Hé o Daniel Ceppi... Se nota en qué momento descubre a Teddy Kristansen, en qué momento a James Kochalka, en qué momento a Tony Millionaire... por momentos aparecen yeites típicos de Christophe Chabouté... todo esto en historias cortas, de modo que el salto de un estilo a otro no parezca un ataque de esquizofrenia, sino una búsqueda por parte del autor.
Los guiones de estas historias cortas dibujadas "a lo norteamericano" no me llamaron demasiado la atención, tal vez por el impacto que me produjo ver a Jason dibujar en estos estilos que no asociaba para nada con él. En cambio, en las historietas que son estéticamente más parecidas a las que ya conocía, me enganché mucho más con los relatos. Acá hay pequeñas variaciones del estilo habitual de Jason: un pincel más grueso y peludo en vez de la línea finita, siempre del mismo grosor; experimentos raros con el claroscuro; grises aplicados con tramas mecánicas; personajes más "orgánicos" y más expresivos, más "Disney", si se quiere... y una historieta gloriosa en la que Jason demuestra que puede reproducir todos los rasgos del estilo de Basil Wolverton, incluso la clásica fórmula del guion de aventuras de los años ´50. Mi historieta favorita del libro dura una sola página: está dibujada por Jason en su estilo más conocido y tiene unos homenajes gloriosos a Hugo Pratt y Moebius. Después hay algunas entretenidas, con diálogos punzantes, y hasta con referencias a Ernest Hemingway, una especialidad del noruego. Y otras muy crípticas, regidas por una lógica más cercana al sueño, o al capricho, que están bien dibujadas, pero nada más.
Para el fan de Jason, Les Poches Pleines de Pluie está muy bueno, porque es el "Year One", es la revelación de qué caminos recorrió el ídolo hasta llegar al estilo en el que se asentó y la rompió toda. Para el que no es fan de Jason, no creo que sea ni un buen punto de ingreso al maravilloso mundo del noruego, ni tampoco una lectura fundamental.
Me voy con otra antología, un nuevo especial de 100 páginas de los que publicó DC para conmemorar los 80 años de sus personajes más icónicos. Hace un par de años vimos el del Joker (07/09/22) y creo que ya conseguí todos los demás, pero hoy tengo para reseñar el de Aquaman. Siempre con la restricción de resolver las historietas en ocho páginas, pero con la libertad de poder ambientarlas en cualquier época de la rica historia del personaje (o incluso traer de vuelta a iteraciones que hoy no se consideran canónicas), diez equipos creativos se tiraron a la pileta, obviamente con resultados disímiles. En el primer turno, tenemos un guion cumplidor de Jeff Parker, muy bien dibujado por Evan "Doc Shaner", con un Aquaman que encaja con la versión actual, o por lo menos de 2021, que fue cuando salió este especial. Para la segunda regresa el equipo integrado por Geoff Johns y Paul Pelletier, para una excelente historia centrada en la relación entre Jackson Hyde (el Aqualad moderno) y Black Manta. En la tercera, Arthur y Garth (también en sus versiones actuales) confrontan con la Dama del Lago, aquella que le diera a Aquaman la mano de agua con poderes mágicos allá por 2003... pero ni el guion de Michael Moreci ni el dibujo de Pop Mhan me generaron ningún interés. A Stephanie Phillips se le ocurre la buena idea de hacer interactuar al Aquaman de los ´80 (el del traje inspirado en el del bailarín Mijail Barishnikov) con el inmortal Arion. Lástima que el ignoto dibujante (Hendry Prasetya) le pone cero onda al relato. Las versiones Silver Age de Arthur, Garth y Mera protagonizan un guion muy livianito de Shawn Aldridge (otro ilustre desconocido), bastante bien dibujado por el siempre sólido Tom Derenick.
Marguerite Bennett nos trae al Aquaman y la Mera del universo paralelo de las DC Bombshells, en una aventura rara pero interesante, con lindos dibujos de Trung Le Nguyen. Un tal Cavan Scott se reúne con Scott Eaton para una breve historia ambientada en alguna época de Aquaman que no logré identificar... y tampoco me calenté mucho, porque la historia cuenta algo tan chiquito que en vez de ocho páginas podrían haber sido cuatro. También con el Aquaman actual, hay una muy buena historia que gira en torno a su vínculo con Orm (Ocean Master) a cargo de más autores que no conocía: Dan Watters y Miguel Mendonça. El equipo creativo que estuvo a cargo de Aquaman allá por el 2000-2001, integrado por el mítico Dan Jurgens y el notable Steve Epting, se reúne para una historia que conecta con la saga principal de aquella etapa y que está bastante bien. Black Manta es el protagonista excluyente de una historia corta escrita por Chuck Brown y con hermosos dibujos de Valentine de Landro, que es medio un prólogo a una serie o miniserie que encabezaría el icónico villano (y que nunca leí). Y finalmente, otra historia con el Aquaman, el Aqualad y la Mera actuales, donde regresa el Scavenger, nos cuentan un poquito más sobre Andrina Curry (la hijita de la pareja) y no mucho más. Escribe el eficaz Brandon Thomas y los dibujos, realmente logradísimos, son del peruano Diego Olórtegui, una dupla que también lanzaría poco después una serie centrada en Arthur y Jackson.
No hay que ser un genio para deducir que, al tratarse de un personaje eternamente segundón (cuando no tercerón), DC le retaceó un poco la apuesta en materia de grandes nombres a este especial. Comparás la lista de autores con la que participó en el especial del Joker (o en otros que veremos a futuro) y esto es un equipo del Nacional B, con muchos pibes de las inferiores. Pero dentro de todo zafa, hay bastante material más que digno que entretiene más allá del pedigree de los autores involucrados. Si sos fan de Aquaman, timbeale los u$ 10 del precio de tapa, que no te vas a arrepentir. Y menos si (como yo) conseguís la portada que homenajea a los años ´70, dibujada como los dioses por el insuperable José Luis García López.
Perdón me fui al carajo con la extensión de los textos. Corto acá, que está por empezar el partido de Argentina. Nos reencontramos pronto (creo) y nos vemos el miércoles 27 a las 22:30 en un nuevo episodio en vivo de Agenda Abierta, en el canal de YouTube de Comiqueando.
miércoles, 13 de noviembre de 2024
NUEVAS LECTURAS
Bueno, pude avanzar un poco más con las lecturas pendientes, un poco gracias a la presión que ejercen esas pilas de libros que me miran con cara de "dale, boludo, hace un año que estoy acá sentado"...
Empiezo con un clásico argentino, de dos autores que ya no están. Entre 1977 y 1978, Alfredo Grassi y Lucho Olivera realizaron para la revista Tit-Bits los once episodios de Ronar, que ahora Deux recopiló en libro. La edición tiene un problema grave, que es que nadie se tomó el laburo de re-rotular las historietas, y el rotulado manual de los años ´70 no solo no se ve lindo, sino que además aparece mordido, como si por momentos las letras se rompieran. El dibujo, por suerte, se ve bastante mejor, pero el rotulado quedó definitivamente por debajo de lo que se espera de un libro que sale a la venta al precio que Deux le puso a Ronar.
La historia en sí me pareció bastante entretenida. No tiene una lógica interna incuestionable, pero lo compensa con un ritmo de aventura de palo-y-palo que la hace digerible incluso 45 años después de su creación. Básicamente estamos ante un "Gilgamesh con machaca". Si a las aventuras de Gilgamesh le faltaban acción, peleas, explosiones, espadazos y violencia en general, acá Grassi toma nota y corrige esa falencia. Nunca se explica cómo un tipo normal, entrenado para ser Neal Armstrong o Buzz Aldrin, se convierte en poquísimas páginas en una especie de Conan, pero no importa. La aventura impone sus reglas y Ronald Arlton se calza la pilcha de guerrero imbatible, al mejor estilo Nippur, pero con esa cosa filosófica, trascendental y hasta melancólica de Gilgamesh, porque es un hombre desplazado en el tiempo y el espacio, eterno extranjero en una época que no es la suya.
Los textos de Grassi muestran una gran elaboración, con momentos dignos de Robin Wood, y nos invitan a pensar en el destino, su carácter inevitable, y las consecuencias de rebelarse ante él. La dimensión trágica del héroe no se hace densa ni melodramática, los villanos (que también me hicieron acordar a elementos presentes en la saga de Gilgamesh) son interesantes, y en todo caso se lamenta (como en casi todas las historietas de aquella época) el rol lamentable que le reserva la trama a los personajes femeninos. El resto está bien, es una buena mezcla de ciencia ficción con espada y brujería, héroes de la jungla, dinosaurios, piratas, ángeles caídos... un menú bastante completo para el fan de la fantasía, pensado para pibes de 14-15 años de 1977 pero bastante aceptable para el lector actual.
Y el dibujo de Lucho es sencillamente glorioso. Esto es justo anterior a la etapa de Gilgamesh escrita por Wood, y el dibujo de Lucho está a ese mismo y excelso nivel. A veces, los rasgos faciales de Ronar cambian bastante de una viñeta a otra, pero es un detalle menor. Estas páginas están llenas de los mejores yeites del genial correntino y transmiten toda la fuerza de su trazo como pocas veces. Hay momentos más sutiles, más jugados a los climas y momentos bien épicos, donde todo es espectacularidad y grandilocuencia. Hay emoción, hay machaca de todos los colores y para todos los gustos y hasta hay recursos muy bien aplicados en esas viñetas en las que Grassi se va al carajo con la cantidad de texto y a Lucho el queda muy poquito espacio para dibujar. Los fondos son increíbles, las naves, los templos, las armaduras... este es un Lucho exuberante, generoso en detalles y texturas imposibles y con un repertorio variadísimo de enfoques para acentuar el vértigo y el dinamismo de las batallas. Aunque los guiones no te atraigan para nada, esto vale la pena para disfrutar a pleno del trabajo de un Olivera tocado con la varita mágica.
En Octubre de 2017, en la ciudad de Las Vegas, un loco de mierda ametralló a una multitud durante un espectáculo musical, mató a 58 personas y dejó a más 500 heridas. Cosas maravillosas que solo pasan en Estados Unidos, obviamente. En 2018, Image lanzó una antología, impulsada por J.H. Williams III y coordinada por Will Dennis, llamada Where We Live, a beneficio de los sobrevivientes de la masacre de Las Vegas. Y como es costumbre, un montón de autores aportaron historietas breves, textos, ilustraciones, lo que venga. El resultado es un libro de casi 350 páginas... en el que la mitad del material o no me interesó, o me pareció bastante choto (menos mal que lo conseguí de oferta). Por suerte, entre el material atractivo hay varias gemas, y me quiero concentrar en destacar esos trabajos que me emocionaron o me sorprendieron.
La de Joshua Dysart y Pere Pérez está muy bien. La de Fábio Moon es una belleza, seguramente de lo mejorcito que ofrece el libro. Otro brazuca, el enorme Gustavo Duarte, te pinta la cara en apenas dos páginas mudas. Capo total. Un guionista al que no conocía, Rafael Scavone (me suena a que también es brazuca), forma equipo con el gran Rafael Albuquerque para otra historieta brillante. Muy linda también la de Amy Chu y Gabriel Walta, me dejó con ganas de que durara más páginas. J.H. Williams convierte en historieta a un poema de Neil Gaiman precioso, al que le añade unas imágenes sugestivas y conmovedoras. La de Brandon Graham es un toque delirante, pero está muy bien. Una grata sorpresa fue la de Brian Haberlin, autor por el que nunca di dos mangos, pero que acá me conmovió con siete páginas muy hermosas. Greg Pak, consagrado guionista, se anima a dibujar así nomás, en su estilo "nene de tercer grado", y le sale bien porque lo que tiene para contar está muy bueno.
También entre la papa más fina hay que poner a la historia escrita por James Robinson, con dibujos de Dean Kotz y Stefano Gaudiano, una verdadera gema. La de Ivan Brandon y Paul Azaceta agarra para el lado de la ironía y el delirio y también da muy buen resultado. Otra gran historia corta es la del siempre competente Cameron Stewart, tres paginitas difíciles de olvidar. No conocía a la guionista Lela Gwenn, pero su aporte, junto al dibujante Matthew Dow Smith, me pareció muy, muy grosso. Muy bien también por Matt Hawkins y Aaron Campbell, gran trabajo. La de J.M. DeMatteis, protagonizada por él mismo, está tan bien escrita, que no importa que la dibuje un cuatro de copas como Mike Cavallaro. Y dejo para el final dos glorias más: la de Rob Williams y Javier Pulido (un experimento que salió maravillosamente bien) y un team-up entre titanes: Kurt Busiek y Andrew McLean, que no podía fallar y no falló. Otra que ojalá durara mucho más y desarrollara hasta el infinito a esos personajes y esos conceptos.
Como suele suceder, tambén hay dibujantes que dieron lo mejor, pero tuvieron mala suerte con los guiones. Es el caso de Tyler Boss, Tom Fowler, Darick Robertson, Richard Pace, Ariela Kristantina, Ryan Kelly, Jamie McKelvie, Cliff Chiang, Dustin Weaver, Joëlle Jones, Michael Gaydos, Gabriel Rodríguez, Andrea Mutti, Sean Phillips, Al Davison, Chris Wildgoose, Phil Hester y Tess Fowler, capos y capas a los que uno sigue a todas partes, pero que acá se quedaron afuera del cuadro de honor por dibujar guiones pedorros. ¿Vale la pena comprarse el libro? Si lo ves barato, sí.
Y hasta acá llego, por hoy. Gracias totales y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.
lunes, 11 de noviembre de 2024
LECTURAS DE LUNES
Otra vez por acá, con un par de libros leídos como para que no falten las reseñas.
En 2023, los asistentes a Montevideo Comics se pudieron llevar de regalo un libro titulado Las Novelas de Peloduro (1934-1938), una recopilación de tiras originalmente realizadas en 1933 por Julio Suárez, quien fuera el autor más importante de aquellos "años mozos" de la historieta uruguaya. Tanto en 1934 como en 1938, unas cuantas de estas tiras se reeditaron en unos álbumes de poquitas páginas (alrededor de 32), en una publicación llamada La Novela de Peloduro. Llama la atención el uso de la palabra "novela" para referirse a una historieta ya desde la década del ´30, pero más llama la atención el MAL uso de la palabra. La primera "novela" se compone de 93 tiras, publicadas en 31 páginas... y no termina, sino que te deja con un continuará que se resolverá recién cuatro años después. Eso no es una novela, bajo ningún punto de vista. La segunda "novela" se compone de otras 31 páginas, también con tres tiras cada una y termina, pero en cualquier lado. Sumemos el dato de que Suárez remata cada una de las tiras con un chiste, y que son muy pocas las que ofrecen una especie de cliffhanger, como para avisarle al lector que la historia continúa y debe leer la siguiente. Si leés todas las tiras seguidas vas a encontrar una historia que se desarrolla, pero a un ritmo muy extraño, porque cada cuatro o cinco viñetas hay un remate humorístico.
O sea que en ambos casos estamos frente a narraciones que se parecen muy poco a una novela. Pienso en las primeras revistas de Patoruzú, publicadas en esta misma época, que recopilaban las tiras del cacique que Dante Quinterno realizaba para los diarios... y tenían muchas más páginas, y las aventuras estaban completas. Lástima que a nadie se le ocurrió venderlas como "la novela de Patoruzú".
La trama que se desenvuelve en estas 186 tiras tiene que ver básicamente con la entrada de Peloduro al mundo del futbol y se sostiene en un humor costumbrista, con situaciones de la vida real exageradas un poco por Suárez para dotarlas de mayor comicidad. Buena parte de la gracia reside en los diálogos, que el autor escribe en un estilo fonético, para reproducir el habla de estos personajes que provienen de las clases bajas de Montevideo. De hecho, esta particularidad de los diálogos resiste el paso del tiempo mucho mejor que el relato en sí.
El dibujo de Suárez es bastante precario. Se nota el fuerte parentesco con el trazo de Fola, la influencia de historietistas argentinos de los años anteriores, sobre todo Manuel Redondo, y hay personajes secundarios que parecen levantados literalmente de Mutt & Jeff, la famosa tira de Bud Fisher iniciada en 1907. Pero todo más sucio y desprolijo (diría Pappo), más atolondrado y desparramado por viñetas en las que escasean los fondos y abundan los diálogos muy extensos. Otros tres elementos entran en juego para que el dibujo se luzca aún menos: en primer lugar, nadie se ocupó de "limpiar" estas páginas. Están escaneadas de publicaciones de los años ´30, y se ven lastradas de todo tipo de manchas y de masas grises que Suárez no puso ahí, sino que vienen de una mala conservación de los materiales. En segundo lugar, el papel elegido para el libro es tan finito, que el dibujo se traspasa de una página a la otra, para dificultar aún más la lectura. Y en tercer lugar, las novelas de Peloduro... ¡tenían publicidades entre tira y tira! Las tres tiras que aparecen en cada pagina estaban separadas por textos publicitarios, que la edición de 2023 conservó vaya a saber con qué objetivo. Son elementos gráficos con mucho peso en la página y que desentonan con el dibujo y obstaculizan la narración. Que alguien incluyera eso en una publicación de 1934 es -mínimamente- entendible. Pero creo para recuperar las historietas en una edición que les hiciera justicia, había que eliminar las publicidades.
En fin, ni Peloduro resultó estar a la altura del status de clásico fundamental del que goza en Uruguay, ni la "edición homenaje" está a la altura del valor histórico que pudo tener el material original.
Me voy a España, año 1998, cuando se publica Lope de Aguirre: La Expiación, tercer álbum de la trilogía escrita por el maestro Felipe Hernández Cava, esta vez con dibujos de Ricard Castells. Una elección rarísima, porque el estilo de Castells (que a mí me resulta fascinante) no tiene mucho que ver con la narración que venía llevando adelante Hernández Cava, ni con lo que tiene para contarnos en este tercer y último álbum. Castells era un dibujante increíblemente dotado para los climas y sí, en La Expiación son importantes los climas... pero después, todos esos coqueteos del dibujante con la ilustración medio abstracta, emparentada en cierto modo con el trabajo de Ralph Steadman o Luis Scafati, no cuadra mucho con la epopeya histórica de Lope de Aguirre. A veces Castells se pasa de rosca en la síntesis, y a veces sobrecarga cada imagen de manera magistral, descomunal, brutal, con unos colores y unas texturas imposibles... pero ninguna de las dos variantes se ensambla bien con el texto de Hernández Cava, que parece estar contando otra cosa, que no tiene mucha conexión con las imágenes que nos ofrece el dibujante.
Una pena, porque hay viñetas alucinantes, mucho talento y mucha genialidad por parte de Castells, y además el tramo final de la vida de Lope de Aguirre está llena de emociones fuertes, que el guion refleja en unos textos magníficos. En general, los críticos españoles valoraron a La Expiación muy por encima de los álbumes anteriores (uno dibujado por Enrique Breccia y otro por Federico Del Barrio) y se deshicieron en elogios para ambos autores. A mí me encantaron tanto los textos como las imágenes, pero me doy cuenta de que no se ensamblan como deberían. Me quedo mil veces con las historias cortas que Castells dibuja sobre sus propios guiones, o con las historias que Hernández Cava escribió para dibujantes que pusieron la faz gráfica al servicio del relato. Los textos críticos que complementan a la historieta dentro del propio álbum hablan de "lo insólito de su propuesta plástica", y es lógico, porque acá Castells hace cosas impensadas para un relato de este tipo. Juega incluso con la estética típica de los pintores japoneses del Siglo XIX, con técnicas pictóricas de vanguardia... todo muy bello, un ejercicio de libertad autoral conmovedor, pero muy lejos de lo que requería el texto del guionista.
Algún día se recopilarán en un tomo integral los tres álbumes que componen la trilogía de Lope de Aguirre y se hará justicia con esta obra maestra de Felipe Hernández Cava, que contó con tres dibujantes de lujo, muy distintos entre sí. Si yo fuera el editor, le daría el guion de La Expiación a un dibujante más clásico, y publicaría por fuera del integral la versión de Castells, como una rareza, como una gema extraña, experimental, que tiene más que ver con las artes plásticas que con la narrativa en imágenes.
Y nada más, por hoy. Sigo a full con la Comiqueando Digital, pero cuando puedo me "escapo" un ratito para leer historietas. Cuando tenga un par más listas para reseñar, reaparezco en este espacio.
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Felipe Hernández Cava,
Julio Suárez,
Ricard Castells
viernes, 8 de noviembre de 2024
VAMOS EL VIERNES!
Sigo a full corrigiendo y diseñando artículos para la Comiqueando Digital, pero me choreo una horita de este hermoso viernes para reseñar los últimos libros que leí.
Hace relativamente poco tiempo, alguna investigación, algún artículo de algún colega o alguna casualidad me llevó a descubrir a Raf (Joan Rafart Roldán), un autor español muy de la "Escuela Bruguera", al que -por motivos que desconozco- no tenía para nada en el radar. Fue amor a primera vista. Raf me gustó más que Ibáñez, más que Escobar, más que Vázquez, más que todos. Al toque se convirtió en mi autor español de aventuras cómicas favorito... con la pequeña salvedad de que nunca había tenido en mis manos un álbum suyo, y apenas había leído unas cuantas historietas digitalizadas. Por suerte el año pasado, en España, conseguí un librito de Raf, el primero de Mirlowe & Violeta, una creación del ídolo que aparece a mediados de los ´80, una vez que Bruguera cierra sus puertas. No fue fácil, porque la inmensa mayoría de los álbumes de Raf (que murió en 1997) están descatalogados. Es un autor inexplicablemente ausente en el mercado español actual, pero también inexplicablemente talentoso.
Imaginate un discípulo muy aventajado de Eduardo Ferro, con cosas de Giorgio Cavazzano, y con esa soltura para irse al carajo en materia de violencia típica de Ibáñez y Vázquez. Es un combo devastador, hoy imposible de reproducir. Creo que el único que autor actual que -si se lo propusiera- podría reproducir la estética y la dinámica de las páginas de Raf es el tucumano Sejo. Para el resto, vengan de la escuela de Ferro o de la de Bruguera, Raf quedó muy lejos, demasiado por encima de lo que se ve hoy en día en los pocos medios donde se publican aventuras cómicas.
Mirlowe & Violeta es una parodia al hard boiled clásico, protagonizada por un detective perdedor y bastante inepto que quiere parecerse a Philip Marlowe, y su secretaria Violeta, una chica voluminosa, atrevida, y que fuma unos habanos hediondos. En busca del efecto cómico, Mirlowe subestima y hasta basurea a Violeta, pero (por lo menos en este álbum) es ella la que realmente deduce las pistas que llevan a la resolución del caso. En el medio hay muchos chistes, tanto verbales como de comedia de enredos, condimentados con gags físicos muy violentos, al estilo de Mortadelo y Filemón, pero con sangre. El humor de Raf seguramente era mucho más efectivo en 1986 que hoy, pero Mirlowe & Violeta conserva intactos varios de sus atractivos: la onda de los personajes, el ritmo frenético (la cantidad de cosas que pasan en cada página hoy sería impensable), la sátira aguda a un género clásico, las pinceladas de costumbrismo español que desentonan con la mímesis de una ambientación que quiere parecer yanki, lo descabellado de algunos giros argumentales y -por sobre todo- la altísima calidad del dibujo.
Por su dosis de violencia, por su mirada muy crítica (incluso burlona) hacia la policía, y alguna leve insinuación sexual, sospecho que Mirlowe & Violeta no salía en una revista infantil, sino más apuntada a los adolescentes. Tal vez por eso, funciona perfecto como punto de entrada al maravilloso mundo de Raf, un autor del que me gustaría tener muchísimo más material, y que tuvo décadas de enorme producción. Gloria infinita para este genio semi-oculto del comic español.
Me vengo a Argentina, año 2024, cuando se publica Chet Chet y el Abismo Profundo, una nueva saga de fantasía y aventura de las que el inmortal Eduardo Mazzitelli y el mítico Quique Alcatena hicieron durante décadas para las antologías italianas de la editorial Aurea. Esta vez la dupla mágica nos lleva bien al Norte, para introducirnos en una nueva mitología alucinante, esta vez vinculada a las tribus indígenas del norte de Canadá, donde el frío reina supremo. Por supuesto Chet Chet y el Abismo Profundo toma un par de elementos de estas culturas ancestrales y los lleva para otro lado. Mazzitelli -fiel a su estilo- agranda las leyendas y le da a toda la trama una dimensión mucho más épica y más definitiva. De nuevo sus reinos son los más poderosos, sus sabios los más sabios, sus villanos los más malignos y así... pero esta vez hay personajes con dobleces muy interesantes (el tío del protagonista, los héroes legendarios). Otra diferencia con la mayoría de las obras de la dupla es que acá no tenemos un personaje femenino importante.
Pero está lo importante: los conflictos de enorme magnitud, el héroe adolescente que aprende, madura y crece, la pátina de mentira y truchada que recubre a figuras supuestamente inmaculadas o incuestionables, tragedias, genocidios, batallas fantásticas y unas sutiles pinceladas de humor y delirio, sumamente bienvenidas. Entre hielos infinitos, veremos morir y resucitar a personajes de infinito poder y a pícaros especialistas en vender humo, entremezclados en una epopeya en la que casi todo se explica por el lado de la magia. Si te molesta que los guionistas resuelvan todo con el uso de conjuros y hechizos, claramente Chet Chet y el Abismo Profundo no se va a subir al podio de tus obras favoritas de Quique y Eduardo.
Como siempre, la prosa que despliega el guionista en los bloques de texto está muy por encima de lo que se ve normalmente en un comic de aventuras. Y también como siempre, el trazo del dibujante evoca climas cautivantes mientras da vida a criaturas, palacios, ropas y armas alucinantes, fruto de una imaginación que no tiene límites. El final es impactante (no tanto el epílogo, que es más poético, más descriptivo), la portada está muy bien y la calidad de la edición (a cargo de Historieteca y Puro Comic) es óptima. Así que si sos fan de la dupla que durante 35 años nos llenó los ojos y el alma de la mejor fantasía que podíamos imaginar, seguramente vas a volver muy conforme de este viaje por el abismo profundo de venganzas, redenciones, inocencia, crueldad y magia. Mucha magia.
Y hasta acá llegamos, por hoy. Como siempre, reaparezco con nuevas reseñas ni bien tenga un par de libritos leídos. Gracias y hasta entonces.
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martes, 5 de noviembre de 2024
MARTES MÁGICO
Muy zarpada la calidad de los últimos libros que me tocó leer. Veamos.
Empiezo en Japón, año 1974, con La Aprendiz de Geisha, una serie realizada por el magistral Kazuo Kamimura que nos lleva (una vez más) al fascinante mundo de los prostíbulos japoneses en la década del 30. Creo que este es el tercer libro que leí referido a esa temática, y ya está. Ya es suficiente. Es un tema atractivo, pero no como para leer varios miles de páginas de manga siempre en torno a lo mismo. Esta obra está compuesta de 14 episodios autoconclusivos, divididos en dos mitades muy bien marcadas. En los primeros siete, nuestra protagonista, O-Tsoru, es una nena de unos 12 ó 13 años que trabaja en el prostíbulo Matsunoya, como una especie de mucama, que limpia, hace mandados y asiste a las geishas en distintas tareas. Bajo la mirada rigurosa y por momentos despiadada de la madama del establecimiento, O-Tsoru además se entrena para ser, cuando crezca, una geisha de primer nivel. En cada una de las entregas, Kamimura nos va a contar una historia que tiene que ver con las geishas, su trabajo, sus clientes, los estrictos protocolos a los que estaban sujetas, y en general el rol de O-Tsoru va a ser menor, más de testigo que de protagonista. Como en el inmortal Charlie Moon de Carlos Trillo y Horacio Altuna, la pibita va a aportar una mirada tierna, ingenua, a un ámbito donde la sordidez y la violencia están siempre a la vuelta de la esquina, porque lo que hace el prostíbulo es básicamente vender alcohol y sexo.
La segunda mitad de la serie, a partir del episodio 8, nos muestra a una O-Tsoru ya bastante más crecida, lista para su debut como geisha. Ese octavo episodio no solo parte las aguas en el manga de Kamimura, sino que además es el mejor del libro, el más fuerte, el más emotivo (y mirá que hay muchos MUY emotivos), el que más sacude al lector que llegó a querer a esa pendejita traviesa y curiosa que andaba tras bambalinas en los primeros episodios. Pronto la propia O-Tsoru va a tener una aprendiz que la va a asistir, y a acompañar a las fiestas y banquetes donde la contratan como escort para señores que ponen mucha plata. Y la segunda mitad de La Aprendiz de Geisha es eso: historias protagonizadas por O-Tsoru y O-Haru, a veces en Matsunoya y a veces en lugares a los que la geisha y su asistente viajan por trabajo. La mayoría son muy interesantes, con giros impredecibles, con poco énfasis en el acto sexual propiamente dicho, con un gran aprovechamiento del contexto de la época y -como siempre que hablamos de mangas creados por Kazuo Kamimura- con una onda triste, bajonera, melancólica. A veces por las injusticias que padecen estas chicas, a veces por las desgracias ajenas que les toca presenciar, pero siempre está ahí el regusto amargo de los relatos de Kamimura, incluso cuando en esta obra hay algún que otro momento más cercano a la comedia.
Lo único realmente criticable es que el último episodio es uno más: es el último, pero no es un cierre. Podría haber sido el décimo, el undécimo, cualquiera. Me hubiera gustado un capítulo final que funcione precisamente como un final. El resto, muy satisfactorio, y en esto incluyo al dibujo de Kamimura, que me encanta. Tiene personajes expresivos, una reconstrucción de época fascinante, muchos logros en la composición de las viñetas, en la aplicación de los grises, una enorme fluidez en el relato gráfico... Si te gusta el manga dramático, sin chistes ni elementos fantásticos, con poca violencia y una pizca moderada de sexo, no tengo dudas de que La Aprendiz de Geisha te va a seducir.
Nos vamos a España, año 2022, cuando Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero unen fuerzas por cuarta vez, para llevarnos de regreso al mundo de Corto Maltés, creado en 1967 por el inolvidable Hugo Pratt. A diferencia de los tres anteriores, Nocturno Berlinés es un álbum 100% urbano, una variante que el propio Pratt introducía cada tanto en la serie que lo consagró a nivel global. Las 70 páginas nos invitan a recorrer Berlín y Praga, en un momento de 1924 en el que Corto volvió hace poco de su viaje por Suiza (narrado por Pratt en Las Helvéticas). Menos exótico y más noir que sus predecesores, Nocturno Berlinés ofrece -como su título lo sugiere- muchas escenas de noche, y una exploración minuciosa de lo que pasaba en esa época en Berlín. Estamos en plena República de Weimar, Adolf Hitler está preso tras un frustrado golpe de estado, la capital de Alemania es un hervidero de poetas y filósofos, mientras triunfan una arquitectura moderna y un cine expresionista, con elementos fantásticos y de terror, que ejercerá una enorme influencia a nivel global. Pero además, laten las amenazas de una inestabilidad económica incontrolable y un antisemitismo que crece de manera sostenida en parte de la comunidad. Ah, y los míticos cabarets, donde cantan y bailan hombres, mujeres y seres andróginos que no se sabe bien qué son. Pareciera que Díaz Canales le preguntó a todos sus amigos con qué asocian la idea de "Berlín, 1924" y no dejó nada afuera. Algunos de estos elementos tienen más peso en la trama, otros menos, pero TODO aparece en el álbum, como si fuera un episodio piloto de una serie extensa que se va a desarrollar 100% en esa ambientación.
El guion es muy bueno, con grandes diálogos y giros impredecibles, y con muchas escenas que parecen escritas por el mismísimo Hugo Pratt. No sé si me gustó más que el anterior, pero están ahí, cabeza a cabeza. Y al nivel de las mejores historias de la etapa clásica de Corto Maltés. Me parece que en esta serie, el 90% del éxito pasa por entender cabalmente al protagonista, su forma de ser y de actuar. Y en ese sentido, lo de Díaz Canales es absolutamente impecable. Pero además hay un misterio bien llevado, buenos villanos, buenos personajes secundarios, mucha consistencia con lo narrado en álbumes anteriores, todo un lujo.
Y por si faltara algo, tenemos al mejor Pellejero desde que llegó a esta serie. Muchos se quedarán con esa secuencia absolutamente prattiana de las páginas 21 y 22... yo me quedo con esos fondos increíbles, a los que Pellejero les incorpora rayitas finitas, desparejas, al estilo Christophe Blain, y le quedan buenísimas. Y también flasheo con esos momentos en los que el pincel del catalán cobra vida propia, y se va de la línea de Pratt para visitar terrenos que uno asocia con Oswal, con José Muñoz, con Gustavo Trigo... y con las obras más personales del propio Pellejero, lógicamente. O sea que acá convive lo mejor de ambos mundos: muchos elementos gráficos y narrativos que nos recuerdan muchísimo a Hugo Pratt y otros que funcionan a modo de pequeñas (y muy bienvenidas) rupturas con la etapa clásica de Corto Maltés. Recomiendo muchísimo Nocturno Berlínés, y ya quiero tener en mis manos el nuevo Corto Maltés de Díaz Canales y Pellejero, que salió el miércoles pasado en Europa.
Gracias totales y nos reencontramos con nuevas reseñas cualquier día de estos, acá en el blog.
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domingo, 3 de noviembre de 2024
DOS DE DOMINGO
Como broche de oro para un lindo fin de semana, salen con fritas las reseñas de los últimos libritos que leí.
El Vol.3 de Moon Girl and Devil Dinosaur continúa la línea de los anteriores, por eso lo disfruté mucho. El dibujo de Natacha está en un nivel exquisito, ideal para un comic apuntado a un segmento infanto-juvenil, que se supone que puede ser la puerta de entrada al Universo Marvel para chicos y chicas que recién se inician en la lectura de comics de superhéroes. Y lo que más me sorprendió es que en el número que no dibuja Bustos, entra un suplente que la descose. Un tal Ray Anthony Height, a quien no conocía, pero me impactó con su trazo fluído, potente, con un equilibrio logradísimo a la hora de ponerle volumen y peso gráfico a las líneas y las masas negras, enfoques copados, personajes muy expresivos... Muy capo.
En este tercer tomo, los guionistas Amy Reeder y Brandon Montclare cierran dos puntas que venían de los tomos anteriores: por un lado, terminan de consolidar la inserción de Lunella Lafayette en el Universo Marvel y de explicar cuál va a ser su rol de acá en más en una comunidad superheroica que no está muy acostumbrada a integrar a nenas de nueve años a sus filas. Por otro lado (y esto es seguramente más relevante) se terminan de aclarar los poderes de Lunella y su conexión con Devil Dinosaur. Si esto fuera una serie de TV, acá terminaría la primera temporada, porque hay un cierre consistente para los "misterios" que impulsaron las tramas hasta este punto.
Y aprovecho para tirar una idea que se aplica a este comic y a muchos otros. En esto de querer insertar a un personaje nuevo en un panteón superheroico que existe hace décadas, lo que realmente define es la mirada de afuera. ¿Qué quiero decir con esto? Que yo guionista de Moon Girl, en la revista de Moon Girl puedo hacer aparecer como invitados a todos los personajes grossos de Marvel, que todos la quieran, la aplaudan y la reconozcan como la superheroína más inteligente y más grandiosa de todos los tiempos. Si quiero puedo hacer que le gane ella sola al Dr. Doom, a Thanos, al que se me dé la gana. Pero eso no es lo que realmente define el status de Moon Girl en el Universo Marvel. Lo que define es lo que hagan con el personaje los guionistas de las otras series. Que la tengan en cuenta para hacerla aparecer como invitada de otros personajes, que le den roles relevantes en las sagas grandilocuentes en las que se involucra a todo el universo, que algo de lo que pasa en la serie de Moon Girl repercuta en otra revista, escrita por otros autores. Ahí es donde se realmente se concreta la integración de un nuevo personaje al universo, porque lo que vos hacés en tu propio título puede ser fácilmente ninguneado por todos los demás guionistas. Pero las apariciones en otras series, no. Sobre todo si son muchas y en roles importantes.
Nada, eso solo. Hay mucho más Moon Girl and Devil Dinosaur, por suerte la serie duró varios años, pero yo creo que llego hasta acá. No tengo los tomos posteriores, y los compraría solo cuando los vea muy baratos. Con lo que leí hasta ahora, estoy muy, muy conforme. Y me alcanza para recomendarle la serie a cualquier fan de Marvel, o del buen comic infanto-juvenil.
Y tengo otro Vol.3, en este caso de Gorgona, la antología producida en Colombia, que sigue creciendo y esta vez cruza el umbral de las 100 páginas. Una vez más, lo que prima en cuanto a contenidos son breves historias autoconclusivas, casi todas de cuatro páginas, escritas por Rodrigo Lucio. Hay una sola historieta en la que no participa el ubicuo guionista, un aporte muy competente de Mateo Ramírez y Gusanillo. Después hay mucho Rodrigo Lucio, con una amplia gama de dibujantes. de los cuales el único que dibuja más de una historieta es el talentoso entrerriano Carlos Dearmas, quien se destaca muy por encima del resto de los dibujantes que participan de la antología.
Lo cual no significa que no haya otros buenos dibujantes. Me encantó el trabajo de Zauros, un destello de imaginación y una cátedra de aplicación de tramas mecánicas. También vi buenos momentos en los aportes de Andrea Lucio, el impactante Hellokuso, Andy Mahler, Eri Kamaron y dos dibujantes que están para jugar en Primera: Adrián Castilla y Daniela Martín del Campo. Por supuesto que cuatro páginas son muy pocas para colgarle la chapa de crack a un dibujante, pero es lo que nos ofrece Gorgona: mucha variedad y poca cantidad de cada uno de los artistas involucrados.
De nuevo, me encuentro con que los guiones de Lucio son rarísimos. Muchos de ellos me sorprendieron por lo elevado de los conceptos, o por el vuelo poético de la prosa, o por un cierto tono filosófico. Pero lo que más me asombra es que la gran mayoría prescinde por completo del conflicto. Una cosa es plantear un conflicto y no llegar a desarrollarlo o a resolverlo del todo -porque tenés cuatro fuckin´páginas que no alcanzan para nada- pero Lucio va más allá y propone historietas (en algunos casos muy interesantes) sin siquiera presentar un conflicto. Reproduzco a continuación el texto que Lucio escribe y Daniela Martín del Campo reparte entre las dos primeras páginas de la historieta "Nubes Oscilantes":
Ahora lo entiendo. Recuerdo escucharte decir "el cielo es una inmensa fotografía de la gran explosión". Lo sé. Todo se mueve. Todo está estallando. Pero no podemos verlo. Todas las vidas, todas las civilizaciones, nos ofrecen solo una pequeña ventana hacia la eternidad. Somos demasiado efímeros, demasiado mortales. Solo nos llegan pequeñas señales de luz. Un mapa de huellas. De los caminos que tomaron la energía y la materia desde el primer momento. Incendios inimaginables. Nubes hechas de metal. El universo entero en llamas viajando a toda velocidad. Mutando segundo a segundo por milenios. Para luego enfriarse lentamente por siempre. Creando estrellas y galaxias y agujeros negros. Fugaces ilusiones de estabilidad en medio del caos celestial.
Está buenísimo. Es obvio que el tipo escribe muy bien, pero... ¿cómo dibujás esto? ¿Cómo lo plasmás en un relato gráfico? ¿Cómo generás en el lector una intriga, algo que lo atrape, que lo seduzca? Es muy raro. Y así son muchas de las historietas que Lucio escribe para Gorgona. Cuando logra que sus textos inspiren a los dibujantes y saquen lo mejor de ellos mismos, la falta de conflictos y las elevadas pretensiones se hacen más que tolerables. Pero a veces eso no sucede y te queda algo narrativamente etéreo y gráficamente frustrante. Por eso me parece raro que, número a número de la antología, Lucio insista con esta tesitura (sería injusto llamarlo "fórmula", porque acá hay más experimentación que repetición). Aún así, creo que entre los tres números de Gorgona que leí, hay unas nueve o diez historietas de Lucio muy notables, que se bancarían tranquilamente una recopilación en libro que funcione como una especie de "Greatest Hits" del guionista colombiano, que le sirva para darse a conocer (junto con los mejores dibujantes de la antología) en el resto del habla hispana.
Me fui al carajo. Perdón por la extensión de los textos y será hasta la próxima.
viernes, 1 de noviembre de 2024
VIERNES CON CALOR
Le quedan dos meses al año, y al blog le quedarán... no más de 12 ó 13 entradas, porque ya arrancó la vorágine del nº10 de Comiqueando Digital, que me va a consumir muchísimas horas y me va a obligar a leer menos historietas que estos últimos días, en los que venía pisteando como un campeón. Pero bueno, ¿quién te dice? Por ahí arrimamos a las 95 entradas en el año, que no está mal.
El otro día comenté un libro de Alfonso López y hoy voy por más. Esta vez se trata de Silencios: La Juventud del Capitán Trueno, y como suele suceder cuando las historias que se le ocurren son más dramáticas y menos humorísticas, López forma equipo con Pepe Gálvez, reconocido crítico y guionista español. Juntos, Alfonso y Pepe van a homenajear al Capitán Trueno, el legendario personaje creado en 1956 por el maestro Víctor Mora y el muy competente Ambrós, que en 2006 (cuando se publica el álbum) cumplía 50 años.
La idea rompedora que se les ocurre a Gálvez y López es contar una precuela, una historia ambientada siete años antes del año 1191, que es donde Mora situaba las primeras aventuras del héroe. El Capitán Trueno es aquí Guillem de Empúries, un muchacho joven que ya es capitán pero todavía no recibió ese apodo. Junto a su eterno compañero Goliath, vivirán una historia que sacará un enorme provecho de la época histórica en la que está situada, ese último cuarto del Siglo XII en el que la Península Ibérica era un conglomerado de pequeños reinos en los que convivían (no siempre en los mejores términos) cristianos, judíos y musulmanes.
A diferencia de la mayoría de las aventuras del Capitán Trueno (o por lo menos del puñado que leí yo), Silencios no apunta a la epopeya, ni a las grandes batallas entre ejércitos. Se parece más a un misterio "policial", a un caso en el que los protagonistas tienen que encontrar pistas, testigos, pruebas, que les permitan impedir la injusta ejecución de Abú Yusuf, un musulmán amigo de los cristianos. El guion está llevado de un modo pausado, realista, sin volantazos ni aceleres raros, y Gálvez se toma el trabajo de pensar una resolución lógica y satisfactoria para el conflicto. Esto le requiere implementar en muchas páginas la grilla de nueve cuadros (la Gran Watchmen), sobre todo en las escenas de mucho diálogo, pero el relato nunca se hace tedioso, en parte porque el dibujo de López le agrega climas, emoción y un gran despliegue de ángulos y enfoques.
En apenas 50 páginas, López y Gálvez concretan un excelente álbum, con los personajes clásicos, pero vistos a través de otra óptica, más moderna y más "con los pies en la tierra". Parece una contradicción contar una historia mucho más realista que las de Víctor Mora, con un dibujante mucho menos realista que Ambrós, pero el trabajo de López es realmente formidable. Ese pincel se prende fuego para regalarnos paisajes, rostros, expresiones corporales, escenas de acción y demás imágenes memorables, siempre con una puesta en página clásica y sobria. Muy recomendable, tanto para los fans del Capitán Trueno, como para los que siguen la maravillosa trayectoria de Alfonso López, con y sin la loable complicidad de Pepe Gálvez.
La Cosa Perdida, del glorioso australiano Shaun Tan, es más un "libro álbum" que un comic... pero no deja de ser un relato contado con imágenes pictóricas y de otros tipos yuxtapuestas en secuencia deliberada, así que no hay que forzar mucho el reglamento para considerarlo un comic. Raro, atípico, pero comic al fin.
Raro en lo formal, no? En la cantidad de texto (muy poquito) en relación a la cantidad de páginas y al tamaño (enorme) de casi todas las imágenes. En ese sentido, se parece a un libro de cuentos infantiles, esos con imágenes grandotas y textos muy sintéticos. Y está bien, en cierto modo La Cosa Perdida es un cuento simple, lineal, con moraleja y con mucho atractivo para los lectores más chiquitos.
A mí, como lector adulto y acostumbrado a otra proporción entre texto e imagen, el relato me atrapó, me divirtió, me pareció muy bien llevado. Me encontré con un Tan muy distinto al que recordaba de The Arrival, más luminoso, menos claustrofóbico, con más recursos ahí, en el filo entre la gráfica y la plástica. Me gusta también la línea que baja, como construye/ retrata ese mundo burocrático y aburrido, y sí, obviamente flasheo con estas 32 páginas convertidas en una historieta "tradicional" de siete u ocho páginas, cada una con seis o siete viñetas... en las que el maravilloso dibujo de Tan se luciría mucho menos.
Lo único que me dejó un sabor amargo es que la edición argentina respeta una traducción española donde los personajes se tratan de "vosotros", y usan palabras que en Argentina no usamos ("periódico" en vez de "diario", "bolígrafo" en vez de "birome", "mola" en vez de "copado", etc.). No les costaba nada retocar un poquito la traducción para que el texto se leyera un poco menos español y un poco más argentino... o traducir directo del inglés al castellano rioplatense, que es lo que -para mi gusto- funciona mejor. El resto, realmente impecable. Un libro precioso, una edición de gran calidad, a la altura del talento de un autor que -muy a mi pesar- encontró un público enorme en un territorio bastante alejado de la novela gráfica, y se va a quedar ahí, no va a volver para este lado. Lo importante es que Shaun Tan siga poniendo sus increíbles dibujos al servicio de relatos atractivos, y en ese sentido, La Cosa Perdida es una nueva joya en su corona.
Nada más, por hoy. Nos reencontramos acá en el blog ni bien tenga más libros para reseñar. Gracias y hasta entonces.
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