el blog de reseñas de Andrés Accorsi

domingo, 18 de agosto de 2019

DOMINGO CON GUSTO A SABADO

Mientras se me reconstruye lentamente el culo después de la goleada que se comió ayer la Academia, avanzo con las reseñas de un par de libritos que leí en estos días.
Tenía colgada la serie central de Fables desde un lejano 06/11/16, cuando me tocó reseñar el Vol.19. Ahora, por fin, le entré al Vol.20, que me deja ahí, a un TPB y monedas del final de esta complejísima epopeya diseñada por Bill Willingham. El Vol.20 es un tomo voluminoso, con 10 episodios de la serie regular. No precisamente los mejores, pero bueno, tampoco es que acá Fables se va a la B o rifa la tremenda chapa acumulada en los años previos.
El TPB arranca con un episodio autoconclusivo muy menor, centrado en la familia de humanoides creados por Geppetto con la madera mágica, que ahora viven una vida absolutamente normal en una Fabletown que se reconstruye de a poco. Esto está dibujado con sobriedad por el siempre efectivo Barry Kitson. En el tramo final del libro, otro unitario (esta vez centrado en el mismísimo Geppetto, con algunas pistas de para dónde puede llegar a agarrar uno de los personajes más impredecibles de la serie) y un arquito de dos episodios, protagonizado por el Gato con Botas y los chicos de la banda de Boy Blue. Acá dibuja como puede Steve Leialoha (después de tanto entintar a Mark Buckingham ya casi le clona el estilo) y es una aventura sumamente estirada, pero que plantea algo que –supongo- Willingham va a utilizar para darle un final muy lógico a Fables.
Y el núcleo del libro, o sea, los seis episodios restantes, son un gigantesco epílogo a lo que sucedió en el tomo anterior. La reconstrucción de Fables, la resurrección de un personaje al que vimos morir, los intentos de los magos por revivir a otro al que vimos… convertirse en algo inerte (perdón por no especificar), y en el medio, un nuevo plan disparatado de Rose Red, que puede terminar en una nueva era de gloria o en otra catástrofe. Willingham aprovecha este “tomo de pretemporada” para hacer hablar mucho a los personajes, para que se replanteen un montón de cosas, para que aprendan y crezcan. Para esta altura, el autor ya tiene clarísimo cómo sacarle el mejor provecho al tema de la serie periódica sin límite de episodios y se da lujos muy notables en el timing del relato y en la cantidad de escenas que le dedica a la introspección o las charlas entre los personajes.
Por supuesto el mejor episodio es un interludio en el arco de Rose Red, que consiste en el encuentro entre tres personajes muertos, que se juntan en una especie de limbo, simplemente a conversar. Acá están los mejores diálogos del tomo, las secuencias más emotivas y las páginas mejor dibujadas por un Mark Buckingham notable. Y como siempre, por atrás y por los costados de historias largas y unitarios cortitos, avanzan unas cuantas runflas espesas, premoniciones ominosas, facturas impagas que se acumulan y personajes menores que esperan agazapados su momento para copar la parada y brillar. No tengo los dos tomos que me faltan para completar Fables (acepto donaciones), así que no sé cuándo podré leer y reseñar el final de esta increíble serie del sello Vertigo, al que todos los dioses tendrán en la gloria ahora que no existe más.
No me quiero ir sin recomendar Tirapia, un librito publicado este año por Ediciones de la Flor que reúne más de 180 tiras cómicas realizadas por J.J. Rovella y aparecidas originalmente en las redes sociales del autor.
Acá Rovella trabaja con total libertad para abordar los temas más diversos, sin tener que centrarse en personajes puntuales (aunque en varias tiras aparecen el Oficial Yuta, Brunella, Zebita, Don Pictórico y hasta Dante Elefante), con la posibilidad de jugar con el absurdo, con el humor negro, de tirar referencias a la cultura pop, de buscarle vueltas ingeniosas al lenguaje icónico de la historieta y hasta de clavar comentarios políticos que no tienen nada que envidiarle a los que leemos todos los días en Alegría. El resultado es muy satisfactorio, con unas cuantas tiras que me hicieron reir en voz alta, otras que me dejaron pensando, otras donde el dibujo brilla más que la idea que motoriza al “chiste”… Creo que las tiras más flojas son esas en las que Rovella juega al humor verbal, a tomar una frase y darla vuelta para tratar de generar un efecto cómico. Me divierte mucho más cuando el efecto cómico llega de la mano del dibujo, o del armado de la secuencia, o de una ingeniosa subversión de las normas que normalmente se aplican a la lectura de historietas o chistes gráficos. Obviamente quiero más libritos con tiras cómicas de este animalito que no deja recurso sin utilizar a la hora de arrancarnos una sonrisa, o de bajar una línea clara, potente y hasta urgente.

Nada más, por hoy. Ni bien tenga más material leído, se viene un nuevo post, acá en el blog.

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