el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 5 de mayo de 2020

MARTES DE MUJERES

Bueno, acá estamos con lo que debía de ayer, y los intereses. En vez de un libro, tengo leídos dos.
Arranco con una reseña muy breve, la del Vol.2 de Ryuko. Breve porque mucho de lo que me motiva este manga de Eldo Yoshimizu ya lo puse por escrito el 24/10/19 y breve porque es un tomito de muy pocas páginas (112), con pocas viñetas por página y una cantidad de texto… no escasa, pero para nada abultada.
Me gustó más esta segunda parte, donde la narración es más lineal. O no, donde Yoshimizu elige mejor dónde interrumpir cada secuencia, para que se entienda más claramente qué está sucediendo en el presente, qué tramos son flashbacks y demás. De a poco se va delineando mejor la relación entre los personajes, como para darnos alguna pista de cuál va a ser el climax del conflicto y cómo se puede llegar a resolver.
Y por supuesto, el gancho grosso que tiene Ryuko es el dibujo, un rubro en el que Yoshimizu pone toda la carne al asador, sin la menor piedad ni respeto para con nadie. A nivel visual, este es un manga de un impacto impresionante. Acostumbrados como estamos a que cada mangaka se mueva dentro de un único registro estético, de pronto Yoshimizu nos sorprende con una mezcla alucinógena en la que una viñeta parece dibujada por Yoshitaka Amano, la siguiente por Leiji Matsumoto, y la siguiente por… Carlos Alonso, ponele. El despliegue de técnicas es infernal, te abre tremendamente la cabeza a la hora de pensar qué se puede hacer y qué no en una historieta que se imprime en blanco y negro. Y en todas esas técnicas, Yoshimizu juega de local, con el aplomo y la cancha de los consagrados.
Veremos qué nos depara la segunda mitad de este thriller violento y sórdido, pero con momentos de mucha humanidad, en los que Eldo Yoshimizu realmente logra que empaticemos con sus personajes, por más que sean todos asesinos.
Me liquidé también el Vol.2 de Scarlet Witch (el anterior lo vimos el 19/04/20) y de nuevo, me gustó más que el Vol.1. La fórmula es bastante parecida a la del tomo anterior: cinco episodios, todos básicamente autoconclusivos, siempre con James Robinson como guionista, pero con rotación de dibujantes en cada historia. Esta vez, además, son cinco dibujantes mujeres, como para subrayar ese costado feminista que yo notaba en el enfoque que propone Robinson para esta serie.
El primer episodio es flojo: apenas un tipo muy pusilánime y muy nabo al que su mujer ya muerta le enseña a vivir. El segundo, un poquito mejor, consiste en darle chapa a un personaje (obviamente femenino) que Robinson había creado para una historia corta en un one-shot de Dr. Strange. El quinto episodio, está bien, tranqui, con un giro copado y una ambientación logradísima.
Pero la pulenta, la recontra-pulenta, son el tercer y cuarto episodio. Acá vuelve el Robinson de la gente, el que nos sedujo a todos en Starman. Son 40 páginas sin acción, de Wanda hablando con dos interlocutores distintos. En el cuarto, con la excusa de que en varios títulos hay conexiones con la funesta Civil War II, Wanda habla con su hermano Pietro (Quicksilver), primero de ese tema, y después de temas muchísimo más interesantes. Una charla profunda, sin pelos en la lengua, con facturas vencidas y otras todavía dignas de ser cobradas. Si seguís las vidas de estos hermanos desde aquellos comics de los años ´60, esto te va a emocionar a pleno. Y encima dibuja Joëlle Jones a un gran nivel.
Y el tercer episodio (nº8 de la edición en revistitas) es LA GLORIA. En 20 páginas, Robinson le explica a una legión de guionistas mediocres que con Scarlet Witch NO SE JODE. Que es un personaje demasiado central del Universo Marvel como para ningunearla o basurearla como se hizo durante años con Wanda. No podés –dice Robinson- sacar de la galera personajes como Wiccan y Speed y no darle bola al vínculo con Wanda. No podés pegarle sacudones brutales a Vision o a Wonder Man sin explorar cómo eso afecta a la mujer que los amó a los dos. No le pueden mentir más en la cara ni a ella ni a los lectores que la siguen desde 1963. Lástima el dibujo (a cargo de Tula Lotay) que quizás sea el menos logrado del tomo. Pero el guión, el texto, esos diálogos, el clima que construye Robinson para el largo diálogo entre Wanda y… alguien que no es quien dice ser, alcanza y sobra para que estas 20 páginas sean una auténtica cátedra de cómo se escribe un personaje con 55 años de historia a cuestas.
Se puso power la Scarlet Witch de Vertigo, pero yo me bajo acá, porque no tengo el tercer y último tomo. Acepto donaciones.

Y nada más, por hoy. Como siempre “vamos a volver” ni bien tenga un par de libros más listos para ser reseñados.

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