el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 26 de marzo de 2024

MARTES A LA NOCHE

Y por fin tengo un ratito para escribir reseñas... Empiezo en Francia, año 2001, donde nos reencontramos con el prolífico y asombroso Joann Sfar, quien lanzaba la serie El Minúsculo Mosquetero, luego publicada en castellano por Norma, con una muy buena traducción de Lucía Bermúdez. Se trata de una serie corta (tres álbumes) que parte de una premisa muy fumada: un mosquetero del Siglo XVII toma un brebaje para adelgazar porque tiene un par de rollitos, y en vez de volverse delgado se vuelve minúsculo, como Atom o el Chapulín Colorado. Ahí uno supone que la gracia de la serie va a ser la interacción de este personaje del tamaño de un insecto con el mundo de tamaño real... pero no. En la segunda página del álbum, el mosquetero ya se encuentra con otro humano miniaturizado y en la tercera se interna en un mundo en miniatura en el que su tamaño no es ínfimo, sino absolutamente normal. O sea que, en la práctica, deja de ser minúsculo en la tercera página, cuando empieza a desenvolverse con total normalidad en un mundo muy parecido al real que (en un giro totalmente inverosímil) existe dentro del nuestro. Entonces, si las aventuras del mosquetero no pasan por el contraste entre su tamaño y el del resto del mundo, ¿por dónde pasan? Por el lado del amor. Primero entabla un vínculo sexafectivo con una doctora, para luego llegar a la Academia de Bellas Artes (de una ciudad que parece París, pero no es París), donde va a trabajar de modelo vivo, posando desnudo para los estudiantes de dibujo. Y luego entablará amistad (y largos diálogos) con un desconocido, a quien acompañará a una tierra lejana, donde vive la mujer de quien este hombre está enamorado. Y recién en la página 34, Sfar nos presentará un conflicto, un momento crucial, sin retorno: el mosquetero y su amigo invaden los aposentos de esta mujer, donde se encuentra su marido, quien los confronta con su espada. No todos saldrán vivos de la experiencia y finalmente el mosquetero regresará a la Academia y a los brazos de la doctora. Como es frecuente en las obras de Sfar, lo importante no es tanto la trama ni la acción, sino los vínculos entre los personajes, las charlas en las que hablan de lo que sienten, de sus problemas sentimentales o de otras cosas que hacen a la vida cotidiana. El Minúsculo Mosquetero es de esas obras del genio de Niza que avanzan a un ritmo distendido, sin estridencias, con tiempo para la reflexión y la contemplación. Hay toques de comedia, hay sexo y hay una única escena en la que la violencia se apodera del relato, y el resto es eso, una vida bastante tranquila para un protagonista del que, por ahora, sabemos muy poco. El dibujo te hace daño de lo bueno que es, la narrativa está perfectamente aceitada (predomina la grilla tipo Jack Kirby de seis viñetas iguales), el color complementa al dibujo de una manera impecable y la verdad que el álbum se disfruta un montón, más allá del WTF? original que se produce cuando el mosquetero se interna en el mundo en donde ya no es minúsculo. Prometo entrarle pronto al Vol.2, que ya está ahí, pidiendo pista.
Ya estoy en Japón, para disfrutar el Vol.9 de 20th Century Boys, que tenía en el aguante desde fines de Enero. De nuevo, lo más impactante de este tomo es cómo Naoki Urasawa nos cuenta una pandemia desoladora, con cadáveres apilados en las calles y gente que roba y mata para conseguir vacunas, en clave de ficción, pero con una cantidad impresionante de puntos en común con lo que vivimos en la realidad allá por el 2020. De nuevo, hay personajes muy menores (tipo el Cabo Chono) que protagonizan demasiadas escenas, y eso ralentiza un poco el ritmo del relato, que podría ser más simple, más ágil. No necesitamos saber tanto acerca de personajes que tienen roles tan chiquitos en la trama, o que van a morir tan pocas páginas después de haber aparecido. Este tomo también es raro por dos motivos. Primero, prácticamente no hay flashbacks a principios de los ´70, cuando los protagonistas eran pendejitos. Y segundo... ¡reaparece Kenji! Después de miles de páginas en las que apenas se lo nombraba de vez en cuando, Urasawa vuelve a convertir al aspirante a estrella de rock en un motor importante para la trama. El tema de la canción está en los límites del absurdo, es algo que choca de frente con el supuesto realismo de la serie... pero también es muy inverosímil que Otcho, con los años y las heridas que tiene encima haga las cosas que hace. Así que, cada vez más, el disfrute de 20th Century Boys requiere de la "suspensión del descreimiento" de la que hablaba Jorge Luis Borges. Este tramo (ya muy cerca del final) le reserva un rol importantísimo también a Kanna, y sobre el final empieza a tejerse una runfla espesa en el seno del poder, controlado por Amigo, pero en el que su adláter más visible (o por lo menos al que Urasawa más bola le dio a lo largo de estos nueve tomos) parece despegarse para pegar un golpe de timón que puede cambiarlo todo. Veremos para dónde va el plot de Manjoume, que sí tiene un flashback importante a los ´70, algo así como su "secret origin". Por supuesto es menester dedicarle un par de frases (básicamente, un rosario de elogios) al dibujo de Urasawa, que supera todos los límites. Se lo nota muy cómodo cuando narra "de cerca", con los primeros planos como enfoque principal, porque esto le permite ponerle expresividad y onda a los personajes, incluso cuando los dibuja con pocos trazos, sin demasiada intención de acercarse a un realismo fotográfico. Pero después, cuando "aleja la cámara" y narra con planos más amplios, demuestra también una maestría increíble a la hora de dibujar fondos, distintas locaciones, paisajes, todo en un estilo mucho más realista. No descarto que estas viñetas hayan pasado por las manos de los asistentes del ídolo, quien se concentra principalmente en los personajes, pero la verdad que el contraste entre los rostros caricaturescos, sin tanta elaboración, y los fondos a todo culo, le queda muy bien a la obra. Tengo comprados dos tomos más de 20th Century Boys, pero me parece que los voy a dejar juntar polvo hasta la segunda mitad del año, porque antes quiero leer otras cosas. Nada más, por hoy. Nos encontramos mañana, a las 22:30 hs, en vivo en el canal de YouTube de Comiqueando, en otra emisión de Agenda Abierta. Y si no, espero poder volver a postear antes de fin de mes, acá en el blog. No prometo nada, pero lo vamos a intentar.

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