Bueno, cuando ya me quedaban menos esperanzas que a los hinchas de Independiente, me encontré con un tomo de Tarzan en el que los guiones mejoran un poco respecto de la sarta de pelotudeces que me había tenido que fumar en los tomos anteriores. Por supuesto, al lado de cualquier comic de hoy, o incluso de los comics bien escritos de aquella época (1944-45), estos guiones “mejores” siguen en un nivel de pedorro para abajo. Pero algunos sufrimientos nos ahorramos, lo cual no es poco, si pensamos en las penurias que hubo que atravesar con estoicismo y resignación para llegar hasta acá.
La vez pasada, el capo de la monada estaba intentando que el resto no hiciera boleta a Bulak, un simio de pelaje blanco, estigmatizado por el gorilaje. Ese plot, en vez de resolverse, interesecta con otro. Una saga extensa y bastante ambiciosa interrumpe una trama bastante ridícula y la absorbe, porque Tarzan, Bulak y varios de los monos tienen roles reservados en esta historia que el maestro Burne Hogarth y sus anónimos guionistas nos narrarán a lo largo de 28 planchas.
Acá los malos son los nazis, aliados a un japonés con cara de garca que casi no pincha ni corta, y decididos a rosquear con una especie de jeque árabe (¿qué carajo hacía un jeque árabe en la jungla africana?) para quedarse con vastas extensiones de tierra ricas en petróleo. El jeque, por supuesto, negocia con los malos a espaldas de su pueblo, al que tiene distraído no con famosas de cuarta que bailan en el caño, sino con un coliseo en el que se enfrentan varias fieras salvajes cagadas de hambre. Tarzan y Bulak, capturados por los esbirros del jeque, están entre las bestias que van a combatir en el coliseo. Pero Lord Greystoke, que es amigo de muchos de los cuadrúpedos cautivos, los convence para que no se maten entre sí y hagan causa común contra el jeque. De liderar a las fieras, Tarzan pasa al toque a liderar a los ciudadanos en una revolución para derrocar al jeque, y de ahí a un ataque contra los pozos de petróleo controlados por los soldaditos del führer, que deben emprender la retirada, con otra derrota bajo el brazo. Nada de lo que pasa es muy lógico, pero por lo menos hay un sentido, una intención de decir algo más o menos relevante (“guarda, muchachos de Medio Oriente, no entren en la runfla con los nazis, que van a salir perdiendo”) y son 28 páginas que van en una única dirección, sin volantazos fumados.
La siguiente saga es más breve, sólo 16 páginas, y esta vez, en lugar de transplantar a los pagos de Tarzan a villanos que amenazaban a Europa y EEUU, la saga explota dos elementos misteriosos de la propia Africa: los pigmeos y el mítico Mokele-Mbembe, ese saurio inmenso, probablemente un sobreviviente de la época de los dinosaurios, que –se dice- habita en la jungla aún hoy. Acá tiene otro nombre (Goru-Bongara) y por supuesto muere a manos de Tarzan, que es el único que no le tiene miedo. No es una mala historia, dentro de todo. Y sobre el final del tomo, arranca un tercer arco, el de los tártaros, que se resolverá en el próximo libro y que tiene algo que hasta ahora no habíamos visto: entre tanta salvajada y tanta testosterona, un poquito de protagonismo para la sugestiva Lurulai, una minita con la que Tarzan había pegado onda en la saguita de los pigmeos.
Si todavía no lo hiciste, imaginate el combate entre Tarzan y una especie de dinosaurio dibujado por Hogarth. Bueno, ahora cambiate la ropa interior e imaginate la escena en la que Tantor el elefante y bocha de animales más embisten contra el coliseo del jeque y lo derrumban. Aunque los guiones sean medio frutihortícolas, ver a Hogarth dibujar esas animaladas es un placer infinito. La explosión del arsenal de los nazis, también, te pone los pelos de punta. Para esta época, el Miguel Angel de la historieta ya estaba muy, muy inspirado y pelaba en esas viñetitas chiquitas lo que pocos pelarían en esa y otras décadas. Si te gusta Gil Kane, vas a ver muchas imágenes que luego el prócer reciclaría en sus historietas. Y si te gusta el dibujo académico-realista, sabés que a Hogarth no hay con qué darle.
De nuevo, estoy un tomo más cerca de terminar el Tarzan de Hogarth. Sólo que esta vez me maltrataron un poquito menos los guiones y eso hay que festejarlo. Me largaría a colgarme en calzoncillos de los cables de tensión, pero hace un poquito de frío...
jueves, 20 de septiembre de 2012
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4 comentarios:
detalle: los arabes si tenian bastante que ver en el africa subsahariana (donde pasan las historias de Tarzan). Durante mucho tiempo fueorn los tipos que manejaron el trafico de esclavos desde le interior hasta la costa. Claro, despues se lo vendian a los mercaderes occidentales. Pero si, los arabes (o al menos los musulmanes del norte dle sahara) tenian que ver con el mundo de tarzan.
disculpas por el off topic:
¿no sabes Andres si van a pulblicar "Proximo año en Bobigny" de minaverry en libro?
ya sería hora...
gracias, saludos capo
Originalmente iba a salir en Abril, después dijeron "Julio" y ahora dicen "antes de fin de año".
Si querés creer, creé.
Off topic: el otro día me compré en un kiosco una Hellboy de las de Ovnipress. Barata, no tan reducida, buena calidad. Pero muchachos, ¡faltas de ortografía! Por favor, hasta el Word te las detecta. Contraten a alguien que sepa escribir para las traducciones y no simplemente a un tipo que le gustan las historietas. Siempre faltan 5 pal peso con las editoriales de acá.
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