Por fin terminé ese libro del que estuve entrando y saliendo durante varios días. Era el integral de El Granjero de Jesú, la mega-
edición de Maten al Mensajero que trae TODO, absolutamente todo el material creado por Angel Mosquito para esta serie autobiográfica que arrancó allá por 2006 y terminó (creemos que definitivamente) a principios de 2016. Este es un libro de 270 páginas, con muchísimo para leer y que recomiendo leer de a poco, en muchas sentadas breves, aprovechando el hecho de que cada historia está resuelta en una sóla página.
El Granjero de Jesú, además de haber sido una historieta emblemática en aquel augue de las autobiografías del 2006-2009, es una verdadera cátedra de cómo hacer entretenida la gastadísima consigna de “un historietista nos cuenta su vida cotidiana en forma de historietas”. En parte porque muy rara vez Mosquito nos cuenta historias que tienen que ver con su labor como historietista. En las páginas de El Granjero… lo vemos laburar más frecuentemente de albañil, de amo de casa, de padre, de carpintero, de chofer, de asador, de estudiante, y sí, también de granjero. Las refacciones de su casa (ubicada en un área cuasi-rural del Gran Buenos Aires), los trámites de todos los días, los problemas con el auto, alguna borrachera, algún viaje de vez en cuando, las batallas contra los insectos y los partidos de la Selección le dan al autor temas de sobra para que estas anécdotas cotidianas tengan siempre un espacio para la comicidad (a veces más bestial, a veces más sofisticada) y sobre todo para la complicidad entre Mosquito y sus lectores, que es lo que hace que la serie funcione.
En la segunda etapa (la que arranca en 2013) los guiones bajan un cambio en materia de guarangadas, sordidez y virulencia, mientras vemos un nivel de dibujo mucho más logrado, ya sin las tramas mecánicas (que Mosquito siempre manejó con jerarquía), pero con una plasticidad, una expresividad y una capacidad de síntesis muy superior a la de la primera etapa. Por supuesto también ayuda el hecho de que haya menos cuadros por página y el reemplazo del rotulado manual por las tipografías. Las “aventuras” de la segunda etapa compensan el menor despliegue territorial (rara vez lo vemos a Mosquito salir de su casa y casi nunca de su barrio) con una apuesta muy notable en materia de imaginación: por esa casa empiezan a desfilar (como si fuera la pampa desierta de Inodoro Pereyra) animales que hablan, noteros de canales de TV y personajes de Karate Kid, Brigada A y Star Wars. O sea que hay un margen para el delirio, aunque el humor siga siendo básicamente prosaico, frontal, muchas veces hasta cruel. Si te interesa el fenómeno de la historieta autobiográfica, sin dudas tenés que visitar al Granjero de Jesú.
Y también me clavé el tomo de la colección MAD´s Original Idiots dedicado al maestro Jack Davis (fallecido en 2016), que reúne todo el material realizado por el prócer para los primeros 23 números de MAD, cuando la clásica revista salía en formato comic-book a todo color. Ya había leído varias de estas historietas (todas escritas por otro monstruo sagrado, Harvey Kurtzman), pero me encontré también con varias que no conocía y que me parecieron brillantes. Tienen un problema y es que son de los años ´50, cuando en los comics se metía una cantidad de texto por viñeta que hoy nos resulta inexpugnable. Y encima Davis sobrecargaba el dibujo con detalles y efectos de iluminación a lo bestia, con lo cual el libro te tira una sobredosis de información que puede resultar difícil de asimilar.
Pero vale mucho la pena. Las ideas de Kurtzman son loquísimas y van mucho más allá de la sátira a los típicos relatos de terror, de cowboys o de chicas enamoradizas. Hay críticas muy ácidas a la sociedad de consumo yanki, a Hollywood, al (por entonces incipiente) fenómeno de la televisión y a la propia historieta. Y mientras Kurtzman te invita a reflexionar, Davis te invita a maravillarte con ese dibujo hiper-plástico, en el que las expresiones faciales y el lenguaje corporal de los personajes compiten con los textos a ver quién te hace cagar más de risa. Davis parece un Will Eisner drogado con éxtasis, más intenso y más feliz. Y sufre el mismo problema que todos los clásicos de la E.C.: un color que hoy se ve chato, mediocre, y guiones que muy rara vez dejan margen para que el dibujante “se ponga los largos” y narre desde la imagen. Incluso contra esos obstáculos, la genialidad del trazo de Davis explota, sorprende y emociona por su potencia expresiva, su comicidad y su capacidad de adaptarse a los distintos géneros a los que visita en estas historias de no más de siete páginas, que tienen MUY bien ganado el status de clásicos. En cualquier momento le entro a los otros dos tomos de esta colección, un hermoso invento de DC de fines de 2015.
Ni bien tenga más libros leídos, nos reencontramos por acá. Ah, y gracias a todos los que –además de seguirme por acá- se suscriben al canal de YouTube de Comiqueando para ver los videos.
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