el blog de reseñas de Andrés Accorsi

sábado, 25 de marzo de 2017

VAMOS CON OTRAS TRES

Como durante buena parte de 2016, esta vez se me acumularon tres libros para reseñar.
Arranco con Reptilia, uno de los mangas más antiguos de Kazuo Umezu, el maestro definitivo del manga de terror. Son tres historietas de distinta extensión, todas publicadas originalmente entre 1965 y 1966 y conectadas entre sí por la presencia de una misma criatura maligna: la mujer serpiente. Entre las tres historias suman más de 300 páginas… y la verdad que se hacen difíciles de digerir.
A ver, esto no es horrible. Es anticuado. Los argumentos son flojos, con recursos imposibles, los diálogos son paupérrimos, el dibujo está muy por debajo de lo que veremos en obras posteriores de Umezu… No me pareció desastroso por dos motivos: por un lado el excelente flujo narrativo que propone el autor, que de alguna manera logra que la historia te enganche; y por el otro el clima que logra conjurar, un clima ominoso, tortuoso, muy tenso a pesar de que por momentos es todo tan bizarro que no sabés si ponerte nervioso o cagarte de risa. A mí casi todo el tiempo me puso nervioso. Sin tramas mecánicas, sólo con el blanco y el negro de su pincel y su plumín, Umezu define un mundo muy enroscado (es lógico, son víboras), muy cerrado en sí mismo, donde no hay lugar para virtuosismos porque hasta el último trazo está puesto en función de lograr ese clima que destacaba yo recién y que es uno de los pocos elementos que rescatan a Reptilia del abismo de la intrascendencia. Por suerte tengo sin leer otras obras de Umezu, así que volveré a buscar revancha.
Me voy a Canadá a 2007, cuando Drawn & Quarterly publica Albert and the Others, que en pocos minutos se convirtió en mi obra favorita del gran Guy Delisle. Se trata de 26 historias cortas, de entre una y siete páginas, protagonizadas por señores de los que sólo conocemos el nombre de pila. Cada uno empieza con una letra: Albert, Bernard, Christophe… y así hasta llegar a Zoltan.
Las 26 historias son mudas y están todas estructuradas en una grilla de 15 viñetas muy chiquitas, no muy distinto a lo que planteaba Lewis Trondheim en Génesis Apocalípticos (ver reseña del 16/09/14). La grilla inamovible y el trazo de Delisle le dan homogeneidad a los 26 relatos, que no tienen ninguna conexión entre sí. Algunos son más limados, otros van hacia un humor de comedia física, algunos tienen un cierto trasfondo más social y otros (generalmente los de una sóla página) son más zarpados a nivel guarangada. Delisle no sólo la rompe en el control molecular de la narrativa: estas pequeñas pantomimas le permiten también demostrar su fenomenal manejo del lenguaje gestual y corporal de los personajes, asombrarnos con los giros impredecibles de los argumentos, y además demostrar que no necesita reflejar realidades socio-políticas de países remotos para narrar historias geniales. Acá hay un par de historias cortitas, sin textos, sin siquiera onomatopeyas, con un dibujo hiper-minimalista, y que son gemas, pequeñas piedras preciosas que ya querrían haber escrito los guionistas más grosos que te puedas imaginar. Si nunca leíste nada de Delisle, no saques pasaje a China, Israel o Birmania. Arrancá por acá y descubrí al canadiense en un nivel sencillamente inverosímil.
Y termino acá en Argentina, en 2016, con la primera aventura de Max Hell, que marca (creo) el debut como guionista de Guillermo Höhn, en equipo con Pablo Tambuscio, a quien conocimos en las antologías de la Liga del Mal. Este es un comic de poquísimas pretensiones: 50 páginas con pocas viñetas por página (hay sólo dos con más de siete cuadros, el resto siempre de 5 para abajo), un argumento simple, lineal, un esfuerzo del guionista por presentar correctamente a los personajes y sobre todo por transmitirnos la sensación de maravilla que experimentan Max y sus amigos al recorrer el planeta en el que transcurre casi toda la aventura. Una aventura muy ganchera para los chicos que miran los dibujos animados actuales de Cartoon Network o Disney XD, con buen ritmo, algunos diálogos ingeniosos y una puntita astutamente abierta para resolver en la entrega que viene, aparentemente este año.
El dibujo de Tambuscio es excelente, 100% puesto al servicio de la historia, con variedad de enfoques, de climas, unos fondos magníficos, un diseño de personajes exquisito y una paleta de colores que logra impactar sin caer en la estridencia. Se nota que este muchacho la tiene muy clara en materia de ilustración de libros infantiles y supo poner ese talento sobre el tablero a la hora de encarar una historieta más extensa que las que le habíamos visto hasta la fecha. Si tenés pibes menores de 10-11 años (pueden ser ahijados, sobrinos o mascotas bípedas), llevales Max Hell, quedá como un duque y de paso leelo y flasheá un rato vos también.
Gracias por el aguante y nos rencontramos ni bien tenga más libros leídos.

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