el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 23 de mayo de 2017

ENESIMA NOCHE DE MARTES

Y no, no pude postear antes del viaje a Montevideo, así que de nuevo el ratito para redactar reseñas quedó para la noche del martes, que se va convirtiendo de a poco en una cita obligada para darle bola al blog. No es mucho lo que avancé en las lecturas, pero vamos con otras dos.
En 2013 la editorial española Astiberri publicó en un único tomo integral los cuatro álbumes de Los Años Sputnik que el maestro francés Baru realizó entre 1999 y 2003… y la verdad que es una gema más en la corona de este monstruo sagrado de la historieta europea.
Esta es una serie desbordante de ingenio y vitalidad. Una comedia costumbrista acerca de la vida de los chicos de 11-12 años en un pueblo industrial de la campiña francesa, en 1957, cuando buena parte de Europa miraba con asombro cómo la Unión Soviética vendía una imagen pujante, próspera, ordenada, y hasta se daba el lujo de mandar satélites al espacio. Así como en las historietas ambientadas a fines de los ´50 en los suburbios de EEUU está siempre presente la sombra del “red scare” (el miedo al comunismo), en Los Años Sputnik vemos la contracara: una comunidad francesa de clase obrera deslumbrada por el comunismo, dispuesta a organizarse desde las bases para darle pelea a la patronal. Pero el clima sociopolítico no es lo más importante de la trama, porque Baru pone el foco en los chicos, fascinados con el satélite Sputnik, con los indios norteamericanos y con el futbol. Las chicas… las chicas vendrían después. Este es un comic donde los juegos que importan se juegan entre varones, con peleas de puños, flechazos, guerras de nieve, pulseadas y un partido de futbol monumental, que se convierte en el punto más alto del primer álbum. Y por ahí, escondido entre las sábanas, aparece un comic de Tintín, cuestionado por reaccionario en un contexto donde cualquier cosa que huela a derechosa es censurada incluso por los padres.
El dibujo de Baru es formidable. La reconstrucción de la época, la plasticidad de los personajes, las expresiones faciales repletas de comicidad, los truquitos narrativos ejecutados con precisión milimétrica, el tratamiento del color… todo es maravilloso y todo te da ganas de haber estado ahí, de haber sido un integrante más de la pandilla de “los enanos” y corretear por esas callecitas y esos descampados. Una belleza absoluta.
Me vengo a Córdoba, al 2016, cuando se edita Maelstrom, la que hasta ahora es la única obra del inmenso Diego Cortés publicada después de su muerte. Tras la partida del guionista, Hernán González (que habitualmente es autor integral pero acá juega de dibujante) se puso este proyecto al hombro y no sólo lo dibujó sino que además lo editó.
Maelstrom va más o menos para el mismo lado que Jueves, uno de los grandes clásicos que nos dejó Cortés. Es una historia urbana, chiquita, de pocas páginas, poco diálogo, casi con un sólo escenario, cuyo encanto reside en la profundidad psicológica del protagonista. En este caso, este rol le corresponde a un tipo del que ni siquiera sabemos el nombre, pero la historia nos hace sentir que lo conocemos desde siempre, que comprendemos su drama, que lo bancamos en su batalla interior contra ese maremoto que crece en su mente y amenaza con llevarse todo puesto.
Como en Jueves, acá son importantísimos los silencios, lo que no se dice. Y los climas, obviamente, que González manipula con su pincel para hacerlos opresivos, retorcidos, ominosos aunque todo transcurra de día. A nivel técnico, lo que hace González con ese pincel y esas manchas es alucinante, tiene un vuelo y un despliegue plástico impresionante. A nivel narrativo, por el contrario, abusa mucho de los planos frontales, del personaje que mira al lector, que es un buen recurso, pero no para repetirlo en casi todas las páginas. En la mayoría de las páginas, el guión le da al dibujante la posibilidad de a) no dibujar fondos, o definirlos con un par de trazos muy sueltos, y b) armar la página con menos de cinco viñetas, dos ventajas enormes para que el dibujante tenga mucha libertad a la hora de organizar los elementos gráficos dentro de la página y dentro de la viñeta. Y eso a González le sale muy bien, no desaprovecha en lo más mínimo las oportunidades de lucimiento que le da el guión. Por eso, visualmente Maelstrom es un comic tan atractivo.
Vuelvo a postear muy pronto, ni bien liquide un par de libritos que tengo pendientes de lectura. Gracias por el aguante.

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