Hoy tengo para reseñar dos tomos que funcionan como cierre a sendas colecciones.
En primer lugar, el esperado (pero para nada deseado) final de La Mazmorra, que nos lleva al nivel 111 del Crepúsculo, de la mano de Lewis Trondheim, Joann Sfar y Mazan. Esta historia va casi todo el tiempo en paralelo con la que vimos en el tomo inmediatamente anterior, pero desplazando un poco el foco del relato. En vez de centrarse en Marvin Rojo y Zakutu, este episodio cuenta la batalla final contra la Entidad Negra desde la óptica de Herbert, con roles importantes para el Rey Polvo, Papsukal y el alucinante (o alucinógeno) Gilberto.
Acá también Sfar y Trondheim logran un equilibrio magnífico entre la epopeya grandilocuente, las escenas intimistas (pocas veces tuvo más peso el vínculo entre los personajes) y los chistes, que no pueden faltar. Y además, en este episodio final hay elementos más esotéricos, más limados, que tienen que ver con viajes astrales, que trascienden la violencia física, por supuesto muy presente. La mejor escena, lejos, aparece cuando la Entidad Negra lo psicopatea a Herbert, para hacerlo dudar si está o no controlando los actos de Papsukal. Que un villano tan absolutamente hijo de puta se tome unas viñetas para comportarse como un cancherito, para hacerle una travesura/ guachada más a su víctima, me pareció un hallazgo exquisito.
Y el final –como no podía ser de otra manera- transmite esa sensación chota de desolación, de lo que pudo haber sido y no fue. Pero está claro que -por cómo venía sobre todo la saga de Crepúsculo- si terminaba todo bien, con dicha y alegría para todos, estaríamos hablando de una traición grosera, como cuando te prometen mejor calidad educativa y te destruyen el presupuesto para las universidades, la ciencia y la tecnología. O sea que sí, es un bajón que la hiper-saga que iba a durar 300 álbumes terminara después de… treinta y pico, pero la verdad es que termina bien, con un final redondo, coherente con la evolución que Sfar y Trondheim venían trazando para los personajes principales.
El dibujo de Mazan (a quien ya habíamos visto en uno de los álbumes de Monstres) no me copó tanto como el de Alfred, pero no está nada mal. Gloria eterna a La Mazmorra y si algún día deciden retomarla, acá tienen un comprador seguro.
Me vengo a nuestro país, a 2016, cuando se edita el Vol.8 (y último) de Antología de Héroes Argentinos, con ocho historietas muy, muy distintas entre sí.
La primera retoma una punta argumental iniciada en una de las historias del Vol.6 (lo reseñé el 20/07/18), la hace avanzar dándole mucha chapa al personaje de Romina, y cierra no sin dejar otra punta abierta. Dentro de todo, zafa. No me emocionó mucho, pero no puedo decir que esté mal. Le sigue un episodio de la intrincada saga de Camulus, apenas seis páginas que se proponen cerrar los plots abiertos, pero como leí la saga esporádicamente, no entendí una chota. Acá por lo menos vuela una piña, así que me imagino que habrá un conflicto un poco más power que la vez anterior.
En una brevísima historia de cuatro páginas y cero profundidad, Sebastián Rizzo, Jorge Lucas y Claudio Ramírez narran un encuentro entre Carlitos y Cazador. Nada, muy poquito. Carlitos también tiene peso en la siguiente historia, seis páginas en las que Luis “Hitoshi” Díaz y Emiliano Urich nos muestran el regreso de Estigma, un personaje que había tenido sólo dos apariciones en la efímera revista H de Héroes, allá por 2001. No sé si volvió a aparecer luego de este regreso.
La historia más extensa del tomo es la de Crazy Jack, 14 páginas en las que los maestros Gustavo Amézaga y Rubén Meriggi sacan a relucir su vasto profesionalismo y la estrecha relación laboral que los une hace varias décadas. Un cierre más que atractivo para la saga de este personaje, que ojalá regrese pronto. Carlitos aparece una vez más para una historia que no se entiende muy bien, en la que intercambia trompadas con dos enmascarados, bajo la atenta mirada de un tercero.
Fernando Calvi nos regala una joyita metacomiquera y autorreferencial, en la que reaparecen todos sus personajes de los ´90 (varios de ellos creados en las páginas de Comiqueando). Es una trama compleja resuelta de modo sencillo y que tiene que ver con la evolución artística del propio Calvi. Y para terminar, Toni Torres y Quique Alcatena narran una invasión alienígena a Buenos Aires ambientada en 1948, que será repelida por Misterix, el Vengador, el Caballero Rojo de los años ´40 y varios superhéroes más que yo no conocía. Por supuesto, en apenas 10 páginas no hay espacio para presentarnos a estos personajes, ni para darles profundidad, ni para explicar demasiado nada. Es un clásico palo-y-a-la-bolsa, no muy distinto de las aventuras que vivían en los ´40 los superhéroes yankis, con el plus de estar dibujado por Alcatena, y la contra de cargar con mucho texto, muchas viñetas por página y el rotulado manual de Quique, que a mí personalmente no me gusta. Ah, en un par de viñetas Alcatena dibuja a Perón. Eso sólo hace que esta historieta sea medio totémica.
Y no hay más, ni más Mazmorra ni más Héroes Argentinos. Veremos con qué sigo la próxima vez que me siente a leer comics, y ni bien junte un par de libritos para reseñar, nos reencontramos acá en el blog.
martes, 21 de agosto de 2018
MARTES DE FINALES
Etiquetas:
Antología de Héroes Argentinos,
Joann Sfar,
La Mazmorra,
Lewis Trondheim
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