el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 8 de julio de 2019

LUNES TRANQUI

Poco frío, poca gente por la calle, día ideal para salir y boludear por ahí. Pero antes, un par de reseñas.
Arranco a mediados de los ´80, cuando Robin Wood desempolva los guiones que se había metido en el ojete cuando Enrique Breccia abandonó la serie Ibáñez (y la editorial Columba) y los convierte en una nueva serie, llamada El Ángel, con una ambientación muy similar pero ahora con Eduardo Risso como dibujante. Este segundo intento por contar una historia ambientada en la América joven tampoco va a llegar a buen puerto, porque El Ángel termina luego de apenas 20 episodios, cuando los protagonistas llevan menos de 30 páginas en “las Indias”. Así es como el núcleo de la serie, el cuerpo, el tronco, termina por ser la previa del viaje que emprenderán el Ángel y el Encorvado en la segunda expedición organizada por el almirante Cristóbal Colón.
Y ahí es donde Robin hinca los colmillos y le saca un jugo maravilloso a esa España plena de desigualdades, donde los ricos son obscenamente ricos y los pobres desgarradoramente pobres. El Ángel juega todo el tiempo al contraste entre dos extremos: lujos y carencias, príncipes y mendigos, opulencia y miseria absoluta. Pero a la hora de resolver las tramas, Wood tiene muy claro que la dignidad y la integridad suelen estar del lado de los que no tienen nada, mientras que los supuestos nobles de nobleza tienen poco y nada. Eso es lo que me atrajo de El Ángel. Después, el trasfondo de “el hijo de un rey criado por los indigentes” es algo que a) no me patreció muy original y b) tiene peso sólo al principio. Más tarde pierde bastante protagonismo en favor de otras peripecias menores, en las que los personajes empiezan a vivir historias no muy distintas de las de cualquier otro justiciero de los muchos que creó el prócer paraguayo hijo de australianos. Sin ser gemas insuperables, las historias tienen fuerza, bajan línea, son crudas, jodidas y sacan buen provecho de su ambientación. Robin no se zarpa con los diálogos, ni agobia con los bloques de texto, que cuando aparecen suman un montón a la hora de crear climas espesos y subirle el volumen al dramatismo de los relatos. Y como siempre, desaprovecha buenos personajes secundarios y villanos a los que liquida en uno o dos episodios, en vez de hacerlos crecer a la par del protagonista.
Esta edición nos permite disfrutar del dibujo de Risso en blanco y negro (aunque está todo un poco quemado o empastado) y obviamente todo se aprecia mucho más que en las revistas de Columba. Este es el Risso pre-Parque Chas, un Risso muy jugado al claroscuro, pero que claramente todavía no había visto a Frank Miller ni a Mike Mignola. El león de Leones acá mezcla un dibujo entre Enrique Breccia, Milo Manara y Hugo Pratt, con tintas más densas, más para el lado de Alberto Breccia y José Muñoz. No es el Risso glorioso de la segunda mitad de los ´80, pero está muy por encima de la mayoría de lo que publicaba Columba en 1985. El trabajo en fondos y vestuarios es magnífico, la narrativa está muy bien piloteada, siempre con siete u ocho viñetas por página, con un fluir muy dinámico.
¿Se puede recomendar El Ángel al lector que habitualmente no se aventura en el material de Columba? Yo creo que sí, que casi todo lo que vas a leer en estas 240 páginas está bastante más allá de la fórmula clásica columbera. Acá hay unas cuantas sorpresas copadas, buenos textos, buen ritmo y un crecimiento del dibujante que no afloja nunca.  
Cayó en mis manos el libro Fearless Comics, de un autor francés conocido como Samplerman. Esto es MUY extraño, casi alienígena. Samplerman es un artista que no dibuja, sino que toma dibujos y pedacitos de dibujos de miles de historietas norteamericanas de los ´40 y ´50, de la época del comic masivo, con cientos de géneros distintos y miles de guionistas y dibujantes cuasi-ignotos sacando el material por kilo, sin demasiada impronta autoral. Con esos pedacitos de viñeta, Samplerman construye otras viñetas, que a su vez construyen otras páginas, pero no construye historias. El material de Fearless Comics no es precisamente narrativo, si bien se nutre de imágenes y hasta globos de diálogo que en su contexto original servían para narrar.
Esto es parecido a lo que hacen los DJs de música electrónica o ambient, que toman pedacitos de temas ya grabados y los manipulan a pleno para crear otros sonidos, otros climas, otras sensaciones. Samplerman nos propone entrar a una dimensión del delirio, del non-sense, de la mano de una estética careta, vintage, a través de imágenes recontra-toqueteadas, entreveradas en una danza que no se parece nada a las historietas donde originalmente vimos esos dibujos.
Visualmente esto es muy atractivo, y debe requerir un laburo monstruoso por parte del autor. Pero bueno, a mí me gusta la historieta narrativa, no tanto esta onda más rara, tan experimental, donde todo está tan jugado a las sensaciones visuales y tan poco al relato. Para mirar y sorprenderse, la verdad que Fearless Comics está buenísimo. Para gastar guita y espacio en la biblioteca, capaz que no.

Nada más por hoy. Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas acá en el blog.

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