el blog de reseñas de Andrés Accorsi

domingo, 29 de marzo de 2020

¿DOMINGO? YA NI SÉ QUÉ DIA ES…

Tengo la sensación de que se está terminando Marzo, pero ya no me acuerdo bien qué día es. Un delirio total.
Arranco una nueva tandita de reseñas y lo hago en España, a mediados de los ´90, cuando Pablo Velarde regresa de una larga estadía en Nueva Zelanda y empieza a insertarse en los medios gráficos de la Madre Patria. Todavía falta para que se haga conocido en el under y para que se incorpore a las páginas de El Jueves, pero el talentoso historietista oriundo de Sevilla empieza a publicar en el suplemento infantil del diario El Mundo. Allí crea su primer personaje importante: Quintín Lerroux, quien protagonizará primero media página y más tarde una página completa con historietas repletas de humor cotidiano. Todavía lejos del estilo que le conocemos hoy, este Velarde primerizo está muy influenciado por un lado por André Franquin, y por el otro por dos referentes de las tiras humorísticas de los diarios de EEUU: los gloriosos Bill Watterson y Jeff MacNelly. La combinación entre esas dos escuelas da por resultado un dibujo exquisito, preciso, expresivo, dinámico, algo tan perfecto que es casi imposible asociarlo a un autor de 30 ó 31 años que nunca había dibujado historietas a nivel profesional. Y cuando en vez de media página Velarde tiene una página completa, el dibujo mejora todavía más, se juega mucho más en la distribución de las viñetas, ensaya cuadros más grandes, con más detalles en los fondos,  sin descuidar el equilibrio perfecto entre masas negras y espacios blancos.
Se ve todo tan bien, tan sólido, tan lindo, que ni tiene sentido hablar de los guiones. Son chistes, sí, bastante clásicos, algunos incluso trillados, nada muy distinto de cualquier otra comedia costumbrista protagonizada por un treintañero loser que prefiere hacer huevo en su casa antes que laburar. En estas 43 páginas hay un par que me hicieron reir y unos cuantos que no, pero posta, cuando el dibujo despliega la magia que despliega acá Velarde, no tiene sentido hablar de los guiones. Además, cuando nos encontramos con este crack (el 23/03/11) ya lo vimos romperla toda en la comedia costumbrista, con personajes logradísimos, y una bajada de línea mucho más filosa que en Quintín Lerroux que (recordemos) aparecía en un medio apuntado a los chicos. Qué injusticia que en Sudamérica prácticamente no haya fans de Pablo Velarde…
Me vengo a Argentina, año 2017, cuando se edita en nuestro país Esquilache en Xibalbá, una obra solista de Quique Alcatena en la que el prócer visita la América joven, más precisamente Centroamérica… por supuesto con cero rigor histórico. Esta es la versión alcateniana de la Centroamérica recién conquistada por los españoles, con criaturas, templos y palacios imposibles, con mitos, misterios y leyendas que se van a convertir en el núcleo de estas aventuras.
A nivel argumental, Esquilache en Xibalbá adolesce de una cierta falta de dirección. No hay un conflicto grosso que se va desarrollando para explotar en las últimas páginas del libro, no hay personajes fuertes a los que vemos crecer y superar obstáculos cada vez más jodidos, no está ese clima de epopeya de casi todas las obras de Quique junto a Eduardo Mazzitelli, ni el clima de pastiche de género rayano en lo festivo de Dr. Paradox o Dugong y Manatí. Esquilache en Xibalbá es una de Alcatena y Mazzitelli sin Mazzitelli. Le falta armazón, sustento, y por supuesto esos textos demoledores que sólo un guionista de la talla de Mazzitelli puede conjurar.
Zafa con las ideas, que están muy buenas, con el atractivo de la ambientación (son pocas las obras de Alcatena ambientadas en América), con algunas historias (e historias dentro de las historias) que logran recrear esa alquimia de “aventura con contenido reflexivo, poético y filosófico” que tienen las grandes obras de la dupla con Mazzitelli, y lógicamente con la belleza y la fuerza del dibujo, que es el rubro en el que Quique no falla nunca. Como suele suceder con las historietas de este monstruo, Esquilache en Xibalbá te va a dejar babeando como un subnormal aunque el guión no te atrape en absoluto. Estas páginas desbordan de esa potencia visual, esa imaginación y esa precisión en la ejecución digna de un orfebre, que hacen que cualquier cosa dibujada por Alcatena resulte hipnótica a los ojos de cualquier fan de la imagen.

Y nada más, por hoy. Seguimos lejos de los amigos, algunos de sus novias o novios, otros de la familia… pero ámbitos como este nos ayudan a sentirnos más cerca.

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