el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 3 de marzo de 2020

MARTES CALUROSO

Por fin tengo un rato para sentarme a escribir las reseñas de los últimos libritos que leí.
Empezamos en 1993, cuando yo era joven y leía más comics de superhéroes de los humanamente digeribles. Así fue como le di escasa bola a algunas historietas argentinas muy buenas que se publicaban en ese entonces (yo leía la Skorpio, Puertitas, de vez en cuando Cazador y gracias). Una de las obras más que dignas que en su momento pasaron bajo mi radar fue Max Calzone, de dos uruguayos radicados en argentina: los maestros Julio Parissi (guión) y Tabaré (dibujos). El álbum (editado en formato grandote, 24 x 32) trae 13 historias cortas de 5 páginas cada una, que supongo fueron hechas para las antologías italianas o para El Jueves (de España) y –en una de esas- publicadas también en Hum® o SexHum®.
Lo mejor que tiene Max Calzone es el dibujo de Tabaré, que en tamaño grande se aprecia muchísimo. Este es el momento de mayor perfección del dibujante de Diógenes y el Linyera, cuando combina la fuerza icónica y la gracia de un Angeli con la elegancia y la plasticidad de un Sergio Izquierdo Brown. Además los gloriosos primeros planos a los que nos acostumbró a lo largo de décadas, acá Tabaré se mata en los fondos, repletos de detalles maravillosos, con ratas, gatos, perritos, pajaritos… Esos excesos alucinantes que tanto se disfrutan en las viñetas de Francisco Ibáñez, por ejemplo, acá están y suman un montón. Y por supuesto hay todas esas cosas que Tabaré dibuja mejor que nadie: tugurios de mala muerte, gente siniestra e inescrupulosa, escupitajos, vómitos, eructos…
Max Calzone es un comic que aborda en son de joda el mundo de la mafia, y la misión de Parissi es crear en cada entrega una pequeña comedia de enredos donde vemos ganar, perder y empatar a una excecrable organización de extorsionadores, secuestradores, chorros, narcotraficantes, proxenetas y capos de la timba clandestina. Los tanos son venales y violentos, los negros son traicioneros y violentos, los mexicanos son machistas y violentos, los sudamericanos son coimeros y violentos, son las mujeres son lascivas y violentas… En este submundo de la abyección moral que nos muestra Parissi no se salva nadie.
Obviamente no se ve el mismo nivel en las 13 historias, y hay un par bastante flojas. Pero también hay un par muy buenas, con giros impredecibles y que cumplen ampliamente la consigna de arrancarnos una sonrisa. Y como el dibujo y la narrativa son  excelentes, me animo a recomendarlo sin sumar un delito más a mi prontuario.
Salto a España, año 2008, cuando se publica (la primera edición de) Cuaderno de Tormentas, una obra semi-oculta del inmenso David Rubín, que se ubica entre sus trabajos cuasi-underground (La Tetería del Oso Malayo y El Circo del Desaliento) y el trabajo con el que explotó a nivel repercusión (El Héroe). Acá vemos al gallego de Galicia incursionar en el color (sus obras anteriores eran en blanco y negro) y en el formato de un único relato extenso (sus libros anteriores jugaban a hilvanar varias historias cortas).
Y no, Cuaderno de Tormentas no se acerca al nivel de El Héroe ni en el color ni en el guión. Sí en el dibujo, que no está tan lejos. Pero en los otros rubros, se nota que el Rubín de 2008 todavía no manejaba el volumen de magia, de riesgo, de genialidad que va a desplegar en su magnum opus de 2011 (ver reseñas del 24/11/13 y 27/04/14). Acá hay una gran dosis de sutileza, una impronta casi gaimanesca aplicada a un relato de fantasía oscura, donde la prosa tiene mucho más peso que en las otras obras de David, con bastante margen para la introspección y muy poco para la machaca. Cuaderno de Tormentas es una versión adulta de The Wizard of Oz o Alice in Wonderland, con algunos puntos en común también con Las Calles de Arena, de Paco Roca.
En vez de jugar al world-building, Rubín juega al city-building y le da todo el protagonismo a una ciudad crepuscular en la que lo imposible es lo cotidiano. Por eso por momentos el tono de la obra es más descriptivo que narrativo, y por eso se da este contraste entre un dibujo vibrante, impactante, que no para de sorprenderte un segundo, y una trama más pachorra, más reflexiva, más de viaje al interior de uno mismo. ¿La recomiendo? Sí, obvio. A esta altura, cualquier cosa dibujada por David Rubín tiene ganado un lugar en las bibliotecas de cualquier comiquer@ al que le guste la narración secuencial. Y en ese sentido, acá lo vamos a ver al ídolo imaginar unas puestas en página absolutamente novedosas, rupturistas y alejadas del “más de lo mismo”. Motivo más que suficiente para jugarse el alma en las ominosas calles de Ciudad Espanto.

Y esto es todo, por hoy. Ni bien tenga más libros leídos se vienen nuevas reseñas, acá en el blog.

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