el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 20 de octubre de 2022

JUEVES HÚMEDO

Parece que en Buenos Aires se cortó esa seguidilla de días otoñales, casi invernales, con un frío del orto y un viento que te volaba a la mierda. Ahora tocan temperaturas más agradables, pero con muchísima humedad. Es así. Salimos de una y nos metemos en otra. Pero vamos con las reseñas.... En una casa de usados de Uruguay me levanté este álbum por tres motivos: 1) nunca había leído nada del maestro Cosey, 2) nunca había leído nada de Jonathan (una serie de la que el suizo lleva publicados más de 20 álbumes), y 3) y más importante: nunca había oído nombrar a la editorial española R.O., en mil años de coleccionar libros y revistas de comics procedentes de la Madre Patria. ¿Con qué me encontré? Con un trip a 1975. Este es un Cosey muy primerizo, que debutaba en las páginas del semanario Tintin con un nivel de dibujo muy por debajo de lo que mostraría más tarde. Una especie de clon muy desmejorado de Jean-Claude Mezíeres, con buen pulso para la narrativa y no mucho más. Si en 1975 te decían que este mismo autor se iba a alzar en 2017 con el Gran Premio del festival de Angouleme, te atomizabas de la risa. El argumento me pareció bastante digno, no sentí que Cosey me faltara el respeto o que se cagara en el verosímil que él mismo trata de construir. Es una aventura dinámica, no del todo predecible, bastante jugada si pensamos que apareció en 1975 en una revista infanto-juvenil. El protagonista me cayó bastante bien: no descarto eventualmente leer más álbumes de Jonathan. Y la edición de R.O., un desastre. Creo que desde que Muñones rotulaba los comics de DC/ Perfil que no veía letras tan espantosas adentro de los globitos. Posta, hay que ser mala persona para tirarse a chanta de esa manera. Por suerte existen ediciones más modernas de esta misma serie, a cargo de sellos españoles que cuidan más el material, pero falta traducir a nuestro idioma más de la mitad de los álbumes. Por ahora queda ahí, en una apuesta donde siento que salí ganando, pero no sé si me da para meterme a full en el tema Jonathan. Por ahí sí para buscar obras cortas de Cosey de los ´80, ´90, o más recientes.
Hablando de material reciente, leí el TPB que recopila el primer arco de la serie actual de Catwoman, que tiene como principal atractivo la labor de Joëlle Jones en el rol de autora integral. Más adelante se limitará a escribir los guiones, y alrededor del nº20 o 21 la dejaremos de disfrutar en estas páginas, pero para el tomo inicial la impronta de Jones tiene una presencia categórica, contundente. Lo mejor que tiene la Catwoman de Jones es que retoma de manera lineal a la versión de Ed Brubaker que (como se puede constatar leyendo reseñas publicadas anteriormente en este blog) a mí me gusta mucho. Al principio no se entiende muy bien qué hace Selina en esta ciudad que es Los Angeles pero no se llama Los Angeles, y después sí, esto se revela, tiene sentido y conecta con un momento bravísimo de la etapa de Brubaker. Lo que menos me gustó es el conflicto en sí: son personajes bastante bien delineados, los diálogos están bien, pero el conflicto, lo que lleva a Catwoman a pararse en la vereda de enfrente de los malos (o de los más malos, porque ella nunca es del todo buena) es una excusa bastante chota. Entiendo que es un primer arco, donde no podés poner a la protagonista en una situación que la cambie para siempre, pero esto suena a aventurita menor. Y por eso no tiene lógica que se extienda a lo largo de seis números. Esto que Jones cuenta en 120 paginas, se podría contar sin ningún drama en 60, a lo sumo 64. Me encontré con un comic con mucho, pero mucho relleno. Páginas y páginas, secuencias enteras que podrían omitirse sin que la trama se debilite en lo más mínimo. Jones dibuja como los dioses, pero se excede con la splash page (y la doble splash page) más que yo con la Levité de pomelo. Por suerte no son muchas las páginas en las que escasean los fondos, y el dibujante que tiene a su cargo algunos flashbacks es Fernando Blanco, que hace un muy buen trabajo. O sea que tenemos un altísimo nivel de dibujo y una versión muy atractiva de Catwoman, en un contexto de aventura flojita, con un solo giro notable (que obviamente no voy a spoilear) y estirada al límite del grotesco. La verdad, todavía no tengo decidido si sigo adelante con esta serie hasta que la abandona Joëlle Jones, o si la cuelgo acá.
Y vuelvo al mágico mundo de los libritos cuadrados para recomendarles una gema que no sé si tuvo la repercusión que se merece: El Pequeño Timy, de Hor Lang, una historieta publicada acá en Argentina en la bisagra entre 2021 y 2022. Con el confinamiento, la cuarentena y la pandemia como contexto, Hor Lang nos sumerge en una fosa séptica de paranoia y alienación para hacernos reir a un nivel digno de los capítulos más jodidos de South Park. El humor de El Pequeño Timy es desolador, te parte al medio. Acá hay una mala leche exquisita, un nivel de violencia, de enrosque, de falta total de empatía, que no se puede creer. Hor Lang te acribilla con situaciones una más extrema que la otra, en la que el discurso de los medios de comunicación deforma la realidad ya de por sí compleja de la pandemia, y sirve para terminar de hacerle mierda el bocho a un personaje increíble (el papá de Timy). Acá además del COVID hay todo tipo de enfermedades horribles, deformaciones, mutilaciones, sangre a raudales, asesinatos, explosiones, mutaciones, rituales satánicos, aliens, monstruos, un verdadero frenesí bizarro y transgresor como pocas veces vi en una historieta. El dibujo de Hor Lang es muy eficaz, bastante en la línea de Industrias Lamonicana (miembro de la recordada Liga del Mal), y repleto de referencias visuales que van de Dan Jurgens a Junji Ito, de Quino a Hideshi Hino, de los Cabbage Patch Kids a los comics de la E.C., y de cuadros clásicos del Siglo XVII a videojuegos recontra-pixelados de los ´80 y ´90. Sin romper nunca la grilla de las cuatro viñetas idénticas por página, Hor Lang impone un pulso narrativo que resulta más que idóneo para contar estas pequeñas escenas de un hogar aparentemente normal convertido en un infierno por el encierro y el miedo al contagio. Comparado con el dibujo y el color, el rotulado se ve un poquito precario, pero la verdad que no molesta para nada. El Pequeño Timy es un cago de risa, mal. Una verdadera atrocidad, pero brillante en todo sentido. Espero nuevos trabajos de Hor Lang, a quien conocía por sus colaboraciones en el sitio Alegría. Si mantiene esta calidad en sus próximos trabajos, estamos hablando de un nuevo capo de la historieta argentina, con todo para ser un nº1 y cosechar hordas de fans. Y nada más, por hoy. En una de esas me animo a ver la peli de Black Adam, y en una de esas escribo pronto una reseña para publicar pronto acá en el blog. Gracias por el aguante de siempre.

No hay comentarios: