jueves, 25 de diciembre de 2025
NOCHE DE JUEVES
Ahora sí, la Comiqueando Digital está casi lista y me puedo dar el lujo de ponerle una pausita al laburo para comentar los últimos libros que leí.
Este año tuvimos (por fin) edición argentina para las dos aventuras de Livingstone que nunca se habían publicado en libro (una de ellas, ni siquiera se había publicado en castellano): Amazonia y Video Star, que salieron (acertadamente) en un único libro, co-editado por Sector y Comic.ar. Supongo que para alguno será una herejía, pero a mí estas dos aventuras me gustaron bastante más que Tigre Hotel. Las noté más compactas, más coherentes, con el protagonista mejor delineado y con personajes secundarios mucho más atractivos. El hecho de que las historias tengan 56 páginas en vez de 44 también ayuda un montón a que podamos disfrutar de esta una notable mejora en la labor de Mario Rulloni como guionista, mientras que el dibujo de Pablo Zweig está al mismo nivel (descomunalmente alto) que vimos en el libro anterior (reseña del 27/12/23).
No quiero ahondar en los argumentos, pero digamos que Amazonia es una historia de ambición política que esconde (como casi siempre) la intención de apoderarse de enormes riquezas, mientras que Video Star es una enroscada y divertidísima sátira al star system de Hollywood, las superproducciones, el glamour de las actrices y toda esa parafernalia medio alienígena que rodea a la industria del cine. En ambos casos, el espesor de las tramas deja espacio para que haya muchísima acción, buenos diálogos y unas secuencias mudas totalmente hipnóticas en las que Zweig revalida sus credenciales de maestro de la narración gráfica. También en ambos casos, las fronteras entre buenos y malos son bastante borrosas, y eso le da a los conflictos una riqueza muy particular, no muy frecuente en el comic de aventuras.
Pero claro, Livingstone no es un típico comic de aventuras, en parte por cómo está trabajado el aspecto visual por Zweig. Acá el trazo ya está totalmente establecido en una zona intermedia entre Hergé y Daniel Torres, pero con un dinamismo, una plasticidad y un ingenio para "mover la cámara" que ninguno de los maestros europeos mostraron nunca. Es raro, porque en general la línea clara heredera de Hergé, tan pendiente de la prolijidad, no deja mucho lugar para el impacto visual, para esa onda desfachatada e hiperkinética que tienen las páginas de Zweig. Y ni hablemos del color, que es una auténtica maravilla: pensás que acá alguien publicó Amazonia en blanco y negro y no entendés cómo no está preso. Visualmente, esto es una fiesta total, una cátedra a la que lamentablemente asistieron pocos alumnos, porque Zweig es uno de esos referentes a los que, para mi gusto, le salieron pocos émulos.
Recomiendo muchísimo Amazonia + Video Star, incluso a quienes leyeron Tigre Hotel y no les pareció taaaan grosso. Créanme: esto es muy superior.
Tarde como siempre, le entré a 21st Century Boys, el manga de Naoki Urasawa que retoma todo lo que había quedado colgado en el último tomo de 20th Century Boys (ver reseña del 12/08/24). Por supuesto, que no deje plots colgados no significa que todo tenga sentido, pero por lo menos está la intención de explicar lo más importante: quién era Amigo, para qué corno estaba ese robot gigante ahí guardado, cómo se reorganiza el poder en Japón tras la "muerte" de su líder supremo... Y pasan cosas. Hay como 40 ó 50 páginas (en un tomo de 400) de palo-y-palo, con una aventura fuerte, que se puede resumir así: un villano loco creó un arma de devastación masiva y un grupo de héroes hará lo imposible para que esta no se active. Listo, la historia es eso. No importa que los héroes sean cincuentones que se conocen desde la infancia, no importa mucho la identidad de Amigo, ni los poderes de Kanna, no suma ni resta la canción de Kenji (aunque es importante en el epílogo, hermoso, muy emotivo), no tienen ningún peso en la resolución los mangakas, ni el tipo del bowling, ni el policía amigo de Kanna, podrían tranquilamente no estar todas las secuencias del pasado de los protagonistas, y pocas ideas me parecen tan chotas como la de ese parque de atracciones de Amigo, donde -a través de la realidad virtual- los personajes del presente pueden interactuar con sus versiones de la infancia.
Todos esos elementos (y otros que no tiene sentido enumerar) complican la trama al pedo. A veces sirven para darle más dimensión a los personajes, para que nos importe más lo que Urasawa hace con ellos. Pero a lo largo de estos 12 libracos nos comimos tantos amagues, nos fumamos tantas secuencias totalmente irrelevantes, tantas peripecias innecesarias, tanto flashback que no aporta nada, que no se puede creer cómo el co-guionista y los editores que supervisaron la labor de Urasawa tienen la valentía de que sus nombres figuren en los créditos del tomo final. Yo le echaría toda la culpa al sensei, total alguien que dibuja tan, pero tan bien, difícilmente se gane el odio de los lectores, aunque nos condene a recorrer laberintos del terror como este, o como Monster.
O sea que sí, finalmente la saga de Kenji, sus amigos de la infancia, las boludeces que inventaron de chicos y se convirtieron en trágicas amenazas de grandes, llega a un desenlace coherente, razonable y casi sin cabos sueltos. El problema es cómo y cuándo llega. Las vueltas que da Urasawa para llegar, seguramente producto de la improvisación, de ir creando el argumento sobre la marcha, al ritmo de la serialización del manga. El resultado es un kilombo, pasado de rosca en materia de ambición, en el que los hallazgos e incluso las genialidades quedan sepultados bajo el alud de elementos innecesarios, inverosímiles o directamente estúpidos. En ese péndulo infinito entre la tensión y el tedio, brilla siempre el grafismo pluscuamperfecto de Urasawa y su enorme talento como narrador. Pero no alcanza para justificar la extensión de la obra cuando el argumento que la sostiene es tan chiquito, por más que la ornamentes con personajes queribles (con Kenji, Kanna y Otcho en el podio), machaca, rosca política y un misterio que, de tanto que se estira, genera más fastidio que intriga.
Nada más, por hoy. De nuevo creo que habrá por lo menos un posteo más antes de fin de año. Parece mentira, pero estamos por terminar la 16ª temporada del blog. Una locura.
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