Hora de reencontrarnos con la dupla integrada por el guionista francés Denis Lapiére y el dibujante español Rubén Pellejero, autores de la maravillosa El Vals del Gulag (reseñada el 27/01/12). Esta vez se trata de una obra un poco más extensa, que en Francia salió en dos tomos y en España, acertadamente, Astiberri la editó en uno sólo.
Así como la vez pasada Lapiére investigaba a fondo el tema de los campos de concentración y los “desaparecidos” durante el régimen stalinista en la ex-URSS, esta vez se mete de lleno en aquella primavera revolucionaria que se vivió en México a principios de los años ´20 y que atrajo a numerosos intelectuales, artistas y demás simpatizantes de las ideas de izquierda, siempre propensos a soñar con la utopía de un mundo más justo. Son los años de Diego Rivera, Frida Kahlo, David Siqueiros y gente que llegaba de otros países, como la fotógrafa californiana Tina Modotti y su maestro (y amante) Edward Weston. La novela se estructura en torno a los vínculos entre estos personajes, a sus romances, sus ilusiones, sus decepciones, qué pensaban, cómo vivían, cómo se relacionaban con el poder, qué hacían para morfar, en esos años en los que la revolución parecía inminente.
La data está perfectamente dosificada, los diálogos suenan muy reales, las situaciones que tuvieron lugar en la vida real están muy bien reproducidas y la línea que baja Lapiére es la correcta, de punta a punta de la obra. ¿En qué falla? Bah, no sé si falla... ¿Qué no me convence? Que el guionista quiere y a la vez no quiere ofrecernos un comic documental centrado en las vidas de Tina Modotti y Edward Weston en México. Obviamente el francés investigó esas idas y vueltas hasta el más mínimo detalle, pero por otro lado, le juega muchas fichas al artificio de introducir en la historia a un personaje 100% ficticio, Théo, el escritor gay que llega de Francia, al que le otorga la responsabilidad de narrar estas anécdotas que lo tienen como personaje secundario.
Yo entiendo que existe una biografía de Tina Modotti hecha en historieta (por el maestro español Angel De la Calle), y quizás no daba para hacer otra. El problema es que esta se queda a mitad de camino, un poco porque, en el contexto general, sobran las escenas ambientadas en 1942, en las que Théo, ya veterano, rememora los sucesos transcurridos 20 años atrás. No está bueno el remate final, a veces las interrupciones del relato se ven forzadas, no aportan nada los personajes que Lapiére crea para que escuchen las anécdotas de Théo... pareciera que todo eso sobra, estorba, distrae de lo central, que es lo que le pasa a Tina y a Edward. Por ahí todo funcionaría mejor si nos limitáramos a visitar a los protagonistas reales en los años ´20, aún cuando esto significara sujetarnos demasiado a hechos reales, a los que muchas veces les falta esa intensidad, esa curva dramática que se supone que tiene que tener una historia para engancharnos.
El dibujo de Pellejero es excelente, con su línea más gruesa, más jugada al claroscuro, combinada con el talento para la composición, la plasticidad y la atención por el detalle en los lenguajes gestuales que ya estaban presentes en sus obras más conocidas de los ´80 y ´90 (Dieter Lumpen, El Silencio de Malka, etc.). El tratamiento del color aporta muchísimo a los climas de la historia, además de mostrarnos (como en El Vals del Gulag) distintos recursos para las distintas escenas. Y lo más notable es algo que también me remitió a Dieter Lumpen, que es la espectacular recreación de escenarios, vestuario y vehículos de los años ´20, en un terreno que a Pellejero le queda geográfica y cronológicamente lejos, pero en el que se mueve con pasmosa suficiencia.
Si alguna vez te interesó esa movida político-cultural que tuvo por escenario al México de los años ´20, esta historia te va a aportar muchísima información acerca del backstage, de lo que le pasaba puertas adentro a los artistas, intelectuales y políticos que jugaron a soñar una revolución socialista en las tierras de Pancho Villa. El guión no es tan perfecto como el de El Vals del Gulag, pero el interés no decae a lo largo de las casi 110 páginas que dura la novela, y el dibujo de Pellejero brilla incluso en las secuencias que aportan poco a la trama.
sábado, 28 de junio de 2014
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3 comentarios:
Por el tema y la dupla autoral compro. A propósito ¿Qué fue del guionista Jorge Zentner?
Está medio retirado de la historieta. Sigue escribiendo, pero hace unos años que no escribe comics. Creo que lo último fue lo que hizo para Fierro, con dibujos de Kwaichang Kráneo, si no me equivoco...
Andrés, para mi gusto (y por encima de "El vals del Gulag" que es excente) lo mejor del binomio es "Un poco de humo azul"
Seguis sin compu? Te pedí un catálogo por mail. Abrazo
Vlad
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