Acá estamos, con otros tres libros leídos y un ratito para reseñarlos.
Arranco con Ka-Zar: The Burning Season, una saga de 2011 escrita por el británico Paul Jenkins y dibujada por el francés Pascal Alixe. Al dibujo le falta un poquito de dinamismo, le falta comprometerse un poco más con la narrativa, pero tiene un gran punto a favor: se ve MUY bien. Alixe es una especie de Olivier Coipel más detallista, y los coloristas Jesus Aburtov y Jorge Maese dejan la vida en cada viñeta para potenciar muchísimo cada imagen que sale del lápiz del francés. Además les añaden unas texturas y unas iluminaciones increíbles a los fondos, para que se note menos que son fotos de dudosa procedencia. De todos modos, lo realmente grosso de esta saga es el guión. Jenkins vuelve a animarse a lo imposible, en una historia en la que se dedica, básicamente, a explorar la relación entre los países pobres del Tercer Mundo y el mega-capitalismo global. La famosa Savage Land se convierte en una metáfora por momentos de los países petroleros de Medio Oriente y por momentos de los países de Africa, mientras que la corporación Roxxon juega el rol del Empresario Garca que se quiere quedar con todo. ¿Qué rol cumple Ka-Zar en una historia cuyo conflicto principal es decididamente socio-económico? Un rol chiquito, a tal punto que podría no estar. Pero para que esto lo publicara Marvel, hacía falta una trama aventurera, algo que se pudiera resolver a los bifes, y ahí es donde entra Ka-Zar. No es que Jenkins se esfuerce mucho por darle bola ni sentido a esa trama más “de machaca”, pero está y funciona como complemento menor de lo otro, que es lo que hace interesantísima, emotiva y muy recomendable a The Burning Season.
El año pasado, la editorial Humanoïdes Associés relanzó la franquicia del Metabarón con una miniserie en dos tomos, basada en ideas de Alexandro Jodorowsky, escrita por Jerry Frissen y dibujada por Valentin Secher. Difícil opinar habiendo leído nada más que la primera mitad de esa miniserie, pero bueno, vamos a intentarlo. Me costó mucho bajarme estas 52 páginas y no porque estuvieran escritas en francés. Los diálogos de Frissen me resultaron aburridos, predecibles, anticuados, nada que ver con sus otros trabajos. Acá todo está muy explicado, muy masticado. Los malos nos recuerdan todo el tiempo lo malos que son, el robot Tonto trata de meter sus clásicos chistes pavotes y hasta los bloques de texto narrados en tercera persona se esfuerzan por no dejar nada librado a la imaginación del lector. La idea es interesante. Está estiradísima, pero tiene esa chispa de genialidad que pelaba Jodorowsky en La Casta de los Metabarones. Habrá que ver cómo la resuelven. Los conceptos están, porque este arco toma varias puntas de La Casta… para reactivarlas y explorarlas desde otro lado. El Metabarón, fiel a su estilo, habla poco y (al menos en este tomo) hace muy poco. Por supuesto que le alcanza la chapa para hacer sentir su presencia en la trama aunque casi no aparezca, pero uno es fan y quiere verlo más. El dibujo de Valentin Secher me resultó un poco frío, una onda Vicente Segrelles pero más dark. De todos modos es imponente su manejo de los fondos, de la figura humana y del color. Quiero verlo soltarse más.
Y termino con la breve La Sombra de Alec Foster, de Damián Connelly y Alfredo Retamar, a la que no me animo a llamar “novela gráfica” precisamente por su brevedad (menos de 40 páginas). Acá reaparece el principal defecto de Connelly, que son los diálogos, escritos en neutro y totalmente carentes de onda. Y también las virtudes de este guionista: la capacidad de crear climas sombríos, retorcidos, inquietantes, sin recurrir a elementos sobrenaturales. Connelly nos cuenta una vida que podría ser 100% real y logra que nos interesemos a fondo por el personaje en los distintos momentos que visita la trama. Hay buenos conflictos, introspección, misterio y grandes recursos narrativos puestos al servicio del suspenso y la intriga. Lástima que el guión le quedó un poco grande a Retamar, un dibujante correcto, pero al que le falta originalidad y un poquito más de precisión en la anatomía. Retamar se gastó todos los cartuchos en esos primeros planos hiper-realistas del lobo (claramente basados en fotos) que le quedaron impecables. En el resto de la historia, el impacto que me generó el dibujo fue bastante menor y me parece que, en general, está por debajo de lo que merecía el guión de Connelly.
Espero tener nuevos libros leídos para el finde. Por ahora, esto es todo. Gracias por el aguante y hasta pronto.
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1 comentario:
Hace tiempo en una reseña a una obra de Damián Connelly, se dejaron más de una veintena de comentarios, siendo la mayoría anónimos detractores de Connelly. No digo que esos eran buenos tiempos, en absoluto. Sólo me interrogo por qué esos trolls no tuvieron la consistencia como para trascender medianamente el anonimato con un perfil de blogger y reptar hasta estos días con su virtual prepotencia. ¿Damián Connelly acaso habrá mejorado tanto que les cerró la boca? (es una posibilidad). En fin, aprovecho para comentar que me gustó el podcast con Sáenz Valiente. No me pareció tan inadmisible la recepción de los micrófonos. Y otra cosa, miren: Si ustedes aprietan la tecla ALT y luego 196 (en el teclado alfanumérico) sale el guión largo, que está bueno, no es así: -, es así: ─. Copado, ¿no?
Yo antes hacía una maniobra más larga, hacía ALT + 0151. Ahora me sale más rápido. ¡Je je!
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