el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 16 de octubre de 2017

LUNES FERIADO

Ahora que liquidé el pilón de los libros argentinos publicados en 2016, tengo para leer algunas cositas más viejas, antes de arrancar con la ingente producción de 2017.
Taca tac salió en 2003 en Francia y en 2004 en España, en una edición majestuosa a cargo de Ivrea. El guionista es Andrés Goldestein (o Goldstein, según dónde mires), a quien no conocía, y el dibujante es un amigo/ídolo: Feliciano García Zecchin. No sé cómo le habrá ido en Francia, pero en España evidentemente el álbum no vendió bien y se convirtió en un clásico de las mesas de saldos (creo que lo pagué dos euros, contra los 22 del precio de tapa).
Ya desde la portada, estamos ante un comic muy raro. ¿Eso lo dibujó Feliciano? No se parece en NADA a sus otros trabajos. Acá el co-creador de 4 Segundos agarra para el lado de José Muñoz y el Viejo Breccia: apuesta a un pincel bien cargado de tinta, a crear climas con la mancha negra, a buscar una síntesis basada en el claroscuro extremo… excepto en algunas secuencias donde trabaja las tonalidades de gris con un lápiz apabullante, con el que logra unos efectos espectaculares de volúmen y de iluminación. La narrativa también es rarísima, la puesta en página, la fluctuación en el tamaño de las viñetas (de la doble splash page a las páginas de 16 mini-viñetitas), la decisión de no usar globos de diálogo, la decompresión total del relato… La verdad es que Taca tac es una obra gráficamente bellísima, pero en un punto pareciera que los autores se esforzaran para que sea difícil de leer.
La trama que urde Goldestein es interesante: básicamente cuenta la historia de un padre que reaparece en escena para buscar a su hija, en un país latinoamericano envuelto en un clima de violencia política. O sea que hay lazos familiares, intriga política y algo de margen para tiros y persecuciones. Pero esto último no está enfatizado. Goldestein mantiene hasta el final un tono mucho más cercano a la introspección y un ritmo parsimonioso, nunca derrapa hacia “una de acción”. Además narra con poquísimo texto y con muchísimo espacio para el lucimiento de Feliciano, lo cual explica por qué en casi 100 páginas Taca tac desarrolla un argumento que bien podría haberse contado en 16 páginas… o 20, siendo muy generosos.
Esto es, sin dudas, una rareza dentro de la historieta argentina, y la recomiendo sobre todo a los hardcore fans de Feliciano García Zecchin que quieran ver al ídolo explorando una estética que no tiene nada que ver con la de sus obras más populares.
Iron Fist: The Living Weapon Vol.1 recopila la primera mitad de la maxi-serie de 12 episodios que realizara íntegramente el canadiense Kaare Andrews allá por 2014-15. De nuevo, llama la atención lo descomprimido del relato, lo poco que llega a contar Andrews en estas primeras 120 páginas de historieta. Por supuesto que está todo jugado a la espectacularidad, al impacto de las peleas y las revelaciones shockeantes… y eso hace que uno se entretenga aunque pase poco. Y además hay bastante texto, desarrollo de personajes, un compromiso muy bienvenido con la mitología previa de Iron Fist… todo eso suma, le agrega espesor a una saga que, en una de esas (lo determinaré cuando lea la segunda mitad) resulta realmente importante para la historia del personaje.
Hasta acá, lo más lindo es la sensación de salvajada. Andrews tiene total control sobre esta historieta, y nos lo hace notar todo el tiempo. La estructura, los climas, el nivel de violencia, todo está exagerado por el autor para que nos demos cuenta de que él está ahí, poniendo su sello y arriesgando su chapa, de que esto no lo podría haber hecho ningún otro coñemu del mainstream yanki. O sea que si comprás la onda de Andrews, difícil no engancharte y alentarlo desde la tribuna.
A mí el dibujo de Andrews me fascina. Me encanta como afana/ actualiza al Frank Miller de los ´80 (el que nos gustaba a todos), cómo le mete cositas de John Romita Jr. y Fernando De Felipe, cómo trabaja el color (sí, Andrews se entinta y se colorea a sí mismo), cómo se zarpa en la puesta en página, cómo y dónde mete los bloques de texto y las onomatopeyas… Me doy cuenta de que no es un genio, ni un revolucionario que vino a dar vuelta como un guante la historia del comic, pero me copa esa cosa visceral, hiper-explosiva, por momentos manierista, por momentos al filo del grotesco, pero siempre sumamente efectiva. Y encima soy fan de Iron Fist, así que imaginate si habré quedado manija. Tengo comprado el Vol.2, espero leerlo durante el 2018.
Volvemos pronto con nuevas reseñas. Y nos vemos este miércoles y jueves en las Jornadas de Historieta en la Universidad de Palermo.

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