Y sí, todo tiene un final y se acabaron mis vacaciones. No queda otra que retomar el laburo y las tareas que uno hace para hinchar las pelotas, sin esperar ninguna remuneración, como esta de escribir reseñas en el blog. La próxima entrada va a ser un repaso por la MegaCon de Tampa y algunas comiquerías destacadas de esa ciudad (y alrededores), pero hoy tengo un par de brolis leídos que quiero comentar en este espacio.
Después de un largo tiempo alejado del comic británico, me clavé Stone Island, una saga aparecida originalmente en 2006-2007 en las páginas de la 2000 A.D., a cargo de un equipo que prometía muchísimo: el guionista Ian Edginton y el dibujante Simon Davis. Ya desde el prólogo, Edginton nos aclara “guarda que esto no es Guerra y Paz, ni Watchmen”. El guionista blanquea desde el vamos su intención de ofrecernos un comic pochoclero para pasar el rato, con machaca, gore, impacto y acción al palo. Y la verdad es que cumple, aunque sin dejarnos mucho más.
La trama es interesante, hay un giro muy logrado que hace que el personaje que pintaba para protagonista al final fuera… otra cosa, mientras un personaje que parecía secundario recibe un tratamiento profundo y muy copado en su accidentado camino hacia la improbable redención, y los diálogos hacen gala de un humor negro irónico, con deliciosa mala leche. O sea que como entretenimiento, Stone Island es un comic dignísimo, por momentos perturbador por los niveles de sangre y tripas, por momentos atrapante por los conceptos que mete Edginton y por el tratamiento que reciben Harry Rivers, David Sorrell y el resto del elenco.
La pulenta, sin embargo, es el dibujo de Davis. Este animalito pasado de rosca parece una cruza entre Simon Bisley, Sergio Toppi y el Sean Phillips de los ´90. Con un tratamiento muy realista de los personajes humanos y una técnica pictórica de alto vuelo, Davis garantiza el impacto a la hora del gore y la violencia. Se nota que la narrativa es lo que más lo complica, pero aún así no se ven pifias groseras. Quizás lo más cuestionable sea que los personajes tienen caras de actores del mundo real (Stephen Rea, Harry Dean Stanton, Ralph Fiennes y otros a los que mi escasa cultura cinematográfica no me permite identificar). Pero la verdad es que visualmente esto es espectacular y te deja pidiendo más Simon Davis (tendré que volver a hojear los tomos de Sinister Dexter). Si estás buscando dibujantes de la escuela pictórica que te puedan sorprender o sagas de terror físico bien truculento, no dudes en entrar(le) a Stone Island.
Ya no me queda casi nada para terminar de reseñar el material aparecido en Argentina en 2016. Esta vez tengo para comentar Putrefacción, la opera prima de Damián Fraticelli y Ezequiel Couselo, aparecida primero en Fierro y luego en un librito de Historieteca… que dedica nada menos que 29 de sus 96 páginas a carátulas, prólogos, bocetos, páginas en blanco (en negro, en realidad)… Casi un tercio de un libro de historietas NO tiene historietas y eso me parece un desacierto demasiado notorio como para dejarlo pasar.
Por suerte las 67 páginas que sí tienen historietas están buenísimas. Fraticelli recurre a las convenciones del clásico policial negro para contar un thriller político intenso, que te logra poner nervioso, con varios giros imprevistos. Y claro, con ese ancho de espadas de que todo transcurre en el extraño mundo de una heladera desenchufada donde el frío empieza a escasear y de a poco “se pudre todo”. En una de esas, esta misma historia protagonizada por seres humanos también estaba buena, pero el hecho de que los protagonistas sean huevos, lácteos, gaseosas y hortalizas le da a Putrefacción esa arista, ese filo que la hacen única y sumamente memorable.
Como también resulta memorable el trabajo de Couselo al frente del dibujo. Es muy loco descubrir a un dibujante que aparece de la nada (jamás lo había visto ni siquiera en fanzines) y muestra desde la primera página un dominio tan avasallante de la técnica, tanto de ilustración como de narración gráfca. Más allá de la insoslayable influencia de Charles Burns, Couselo tiene un estilo propio, basado en un manejo impactante del claroscuro a todo o nada, logrado (creo) con un plumín cuasi-mágico. Pero además le gusta experimentar con la puesta en página, con la forma de las viñetas… Acá, más que un canchero que ostenta virtuosismo, hay un narrador inquieto que se desvive por probar cosas nuevas. Recomiendo mucho Putrefacción, claro ejemplo de la renovación constante de la historieta argentina, y de la vigencia de algunos géneros que a veces se nos antojan agotados, pero sólo porque se agotan los autores que se dedican a ellos. Y hablando de agotarse, si esta edición se agota, por favor para la próxima menos páginas de relleno.
Gracias por el aguante durante estos días de ausencia y trataremos de bancar los trapos este mes con otros 7 u 8 posteos, a ver si de milagro llegamos a los 100 antes del 31 de Diciembre.
sábado, 7 de octubre de 2017
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