el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 23 de mayo de 2019

JUEVES A LA NOCHE

Sigo avanzando con las lecturas y me voy a 2012, cuando Yukiko Seike (creo que es una mujer, pero no estoy seguro) adapta al manga 5 Centímetros por Segundo, el film animado con el que Makoto Shinkai rompió todo a fines de la década pasada. Yo había escuchado hablar bastante de la obra de Shinkai, y siempre muy bien. Así es como, cuando vi el manga a buen precio (hermosa edición de Vertical en un masacote de más de 450 páginas) no dudé en entrarle.
Al leerlo recordé una vez más por qué no me engancha la historieta romántica japonesa. Ojo, no es culpa de Yukiko Seike. El dibujo de este manga es excelente, no sólo para los standards del típico manga romántico, sino a nivel general. Es una historieta visualmente exquisita, con las secuencias muy bien pensadas, las pausas bien puestas, unos silencios de increíble elocuencia, un manejo de los climas apabullante… todo buenísimo, de verdad. Los fondos, la aplicación de los grises, esas viñetas en las que vemos a Kanae practicando surf... puntos altísimos en un gran trabajo de una mangaka que obviamente no aspira a un nivel de genialidad cercano al de Inio Asano, pero despliega una cantidad de virtudes muy, muy notable.
Por el otro lado, el argumento y el guión me parecieron un embole. Tohno, el protagonista, es un pecho frío insoportable. Y la idea de que el tipo fracase en varias relaciones sentimentales porque no puede olvidar a su amigovia de los 13-14 años tampoco tiene mayor sustento. Imaginate una historia de amor sin besos, donde los personajes no sólo no garchan, sino que ni siquiera se tocan. 5 Centímetros por Segundo narra en 460 páginas la historia de amor entre un chico y una chica que se ven por última vez en la página 154. De ahí en más, Akari será un fantasma en la vida de Tohno que seguirá siempre ahí, para asegurarse de que este pobre gil nunca sea feliz. No es el tipo de historia romántica que me interesa leer, posta, aunque Yukiko Seike tire magia para que el relato me resulte enormemente atractivo a la vista.
Me voy con otros chicos de 15 años que se enamoran, pero estos además bailan, se ponen en pedo, se drogan, cogen y matan gente a lo bestia. Estoy en el Vol.2 de Deadly Class (el Vol.1 lo vimos el 07/06/17) y noto con alegría muchas mejoras en este tramo de la serie creada por Rick Remender y Wes Craig en 2014. Los textos son espectaculares: acá realmente se ve que Remender se mete a fondo en la mente de los personajes, tiene clarísima la línea que quiere bajar y le agrega una dimensión casi poética a la trama de machaca, sangre y corrupción extrema. El flashback a la infancia de Marcus es tremendo y se destaca en un contexto en el que todo el tiempo suceden cosas impactantes, ya sea por lo zarpado de la violencia, o por los niveles de mala leche, o por los volantazos que pega Remender en las relaciones entre los chicos que protagonizan la serie, que sin duda son un eje importantísimo de Deadly Class. Hay tiros, descuartizamientos, torturas, drogas, piñas, espadazos, flechazos, gente que muere en explosiones o morfada por perros antropófagos, pero lo importante son siempre los vínculos. El amor, la amistad, la lealtad… o la falta de ellos, por supuesto.
Al alud de referencias ochentosas que vimos en el Vol.1 se suma ahora una buena dosis de referencias a otras historietas (de los ´80, claro), ya que el protagonista consigue trabajo en una comiquería. Y por si tuviéramos poco con la violencia y las puteadas, Remender nos tira la fatality con una escena desopilante en la que juega fuerte a la escatología, un recurso que aparece poco en las historietas de corte “aventurero”. Obviamente quedé muy cebado como para leer más, o incluso para ver qué onda la serie de TV, que según dicen está muy buena.
Pero claro, la serie de TV tiene actores y el comic tiene los dibujos de Wes Craig, que acá está incluso más pasado de rosca que en el Vol.1, cada vez mejor complementado por la paleta de Lee Loughridge. Craig tira esa magia tan rara en el comic yanki que hace que uno sienta que dibujar así es muy fácil. Trazos simples, un dinamismo arrollador en el armado de las secuencias, criterio acertado para decidir dónde poner los fondos y dónde omitirlos y listo: esto funciona así, al toque, el famoso “sale con fritas”. Bueno, las pelotas. Para llegar al grado de síntesis que ostenta el canadiense, para manejar así el claroscuro, para irte al carajo con el expresionismo como se va Craig, para encontrarle esas vueltas tan gancheras tanto a las escenas de diálogo como a las de acción, tenés que saber MUCHISIMO de historieta y haber estudiado a fondo a maestros como Jim Steranko, Frank Miller, David Mazzucchelli, Eduardo Risso, Paul Pope, incluso a mangakas onda Katsuhiro Otomo. Excelente lo de Wes Craig, también por encima de lo que vimos en el Vol.1.

Y nada más, por hoy. Gracias por estar ahí y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

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