el blog de reseñas de Andrés Accorsi

miércoles, 18 de septiembre de 2019

GRAN MIERCOLES

Hoy entre subtes que no andaban y calles cortadas me resultó bastante cuesta arriba moverme por Buenos Aires, pero la vida me recompensó con dos lecturas muy recomendables, dos sorpresas muy gratas.
Tarde pero seguro arranqué con la muy galardonada Chew, una serie que (me acabo de enterar) tuvo 60 issues, recopilados en 12 TPBs. Una bestialidad. De pronto esto que leí y disfruté hace un rato pasa a ser un doceavo de una historia gigantesca y eso me frustra un toque, sobre todo porque no tengo ninguno de los 11 TPBs restantes. Eso me deja un sabor agridulce (trataré de no insertar en esta reseña todos los chistes con comida que se me ocurran), que felizmente no opaca la satisfacción que me produjo la lectura.
El guionista John Layman plantea una situación bastante extrema, derivada de la gripe aviar que causó furor allá por el… ¿2009?, y desde ahí construye una historia que usa como hilo conductor al policial de procedimiento, pero que tiene aristas sobrenaturales, políticas, románticas y hasta cercanas al comic de superhéroes, porque sin dudas lo que tiene Tony Chu es algo así como un superpoder. Básicamente, el protagonista tiene la habilidad paranormal de obtener muchísima información de cada cosa que muerde. Si es una fruta, al toque sabe de qué árbol vino, cuánto tardó en crecer, cuánto pesticida le tiraron… y si es un cacho de carne, cómo era el animal, cómo y cuándo murió, etc.. Y si el animal caminaba en dos patas y hablaba, Tony Chu puede ser el detective de homicidios perfecto. Alcanza con masticar un cachito de cualquier cadáver para saber todos los detalles de la muerte del occiso.
Layman usa este bizarro disparador para involucrarnos en una trama que va ganando en complejidad con el correr de las páginas, bien sazonada (perdón) con un muy buen trabajo de caracterización en los protagonistas, con ingredientes de comedia, a veces cercanos al grotesco, y con diálogos picantes y por momentos groseros, que le agregan frescura y dinamismo al aspecto más protocolar de Chew. El resultado es original, ganchero, y sobre todo promisorio, porque en estos cinco episodios queda claro que lo que nos está contando el guionista es apenas la puntita de algo mucho más ambicioso. El dibujo de Rob Guillory está bien, es muy expresivo, también muy dinámico, y el único problema es que él mismo se colorea y los colores le disputan mucho el protagonismo al trazo. Esto mismo dibujado por Carlos Meglia o Angel Mosquito sería mil veces mejor, pero así como está es más que digno. Espero conseguir en algún momento más TPBs de Chew para seguir explorando esta muy buena historia de crimen, corrupción, amor y morfi.
De mi anteúltimo viaje a Uruguay me traje Q, la primera novela gráfica de Santiago Musetti, un autor joven a quien habíamos visto hace poco en una antología y que resultó una auténtica revelación. Q narra el viaje de Horacio Quiroga y Leopoldo Lugones a la selva misionera en 1903, en busca de unas ruinas. En realidad las ruinas son la excusa: a lo largo de la novela se descorre el velo y nos enteramos que en realidad Quiroga busca exorcizar el fantasma de un amigo suyo que murió por su culpa. La paz, sin embargo, no va a llegar nunca, y el viaje va a estar signado por el descenso del escritor uruguayo hacia los abismos de la demencia.  
Musetti narra pausado, como cualquier viaje a pie o a lomo de mula por un terreno hostil, y deja la vida a la hora de conjurar climas ominosos, casi perturbadores. ¿Pasa poco a lo largo de 120 páginas? Puede ser, pero está todo contado con una intensidad asfixiante, y con volantazos y sacudones muy bien puestos, que hacen imposible que te aburras. Los peligros de la jungla terminan por resultar una nimiedad al lado de la oscuridad que acecha en la mente de Quiroga y con eso Musetti se hace un festín pesadillesco, febril, pasado de rosca.
El dibujo es sumamente expresionista, un claroscuro a todo o nada que en sus mejores pasajes me recordó al maestro David B.. La reconstrucción de la época es excelente, las texturas, el equilibrio entre blancos y negros, la puesta en página como elemento de manipulación del tempo del relato, todo es realmente imponente. Por supuesto que –como en toda opera prima de un autor que todavía no cumplió 30 años- hay cosas para pulir y perfeccionar, pero sin dudas Q pone a Musetti en un sitial de privilegio dentro de la historieta latinoamericana actual. Un placer descubrirlo y un deber recomendarlo.

Y nada más, por hoy. Este sábado y domingo voy a estar en La Plata Comic Crumb, un evento repleto de luminarias de la historieta argentina, en el Galpón de la Grieta, un hermoso centro cultural de la ciudad de las diagonales. Cópense y pasen a saludar. Obviamente ni bien tenga un par de libros más leídos, los comentamos acá en el blog.

2 comentarios:

Milo Garret dijo...

Uhhhh me hiciste acordar que no terminé Chew, debo haber leído los primeros 40, es buenísima, impredecible, muy divertida.
Y no había escuchado de Q, suena muy bien.
Gracias por este blog, Andrés, siempre es un aporte

Sucubo dijo...

Che se cae bastante al final pero igual el saldo es positivo
De última se cae de bastante alto