el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 22 de septiembre de 2022

AKIRA Vol.4

Cuarto tomo de la obra magna de Katsuhiro Otomo, y acá se rompe un poco la fórmula de los dos tomos anteriores. Como lógica consecuencia de lo que sucede al final de Vol.3, el Vol.4 no arranca con la típica acción al recontra-palo, sino todo lo contrario. Las primeras 130 páginas no tienen prácticamente acción, son más bien descriptivas. Es el tiempo que se toma el autor para recorrer este nuevo escenario en el que se va a desarrollar la trama, contarnos qué queda y qué desapareció de lo que habíamos visto hasta ahora, y cómo se reacomodó lo que queda. Después de un tomo fuera de escena, Tetsuo vuelve con todo y va a ser el hilo conductor de este tramo. Akira va a cobrar protagonismo de a poco. Y Lady Miyako dejará de ser un misterio: ya desde el arranque Otomo la plantea como una fuerza potencialmente opuesta a la de Tetsuo, que reconvierte su santuario en un refugio donde brinda atención médica y comida a la gente que lo perdió todo. Y para la mitad del tomo, Miyako le contará en detalle su origen y todos sus secretos nada menos que al propio Tetsuo, que es precisamente quien más interesado está en eliminarla. ¿Cuál es la lógica de esto? No lo entendí. Pero básicamente estos personajes ocuparán los roles decisivos, en la lucha por el poder en las ruinas de Neo Tokyo. Pasaditas las 130 páginas, Otomo pone en marcha otro conflicto, que va a intersectar con el del clivaje entre los seguidores de Miyako y los que tienen como mesías a Akira y como líder a Tetsuo: por algún motivo que no se explica del todo, Chiyoko convence a Kei de que tienen que llevar a los chicos-freaks que parecen ancianos y tienen poderes psiónicos (ahora hay solo dos) al templo de Lady Miyako. Ahí aparece una misión, que por supuesto estará plagada de innumerables obstáculos y que nos mostrará a estas dos mujeres empoderadas a niveles casi sobrehumanos. Chiyoko y Kei son más o menos Stallone y Schwarzenegger: vencen a tropas enteras de soldados, patotas, ratas, lo que sea con tal de cumplir con su cometido. Y no voy a revelar acá si lo cumplen o no. Por las márgenes de la trama, avanza otro plot protagonizado por Ryu, que ahora tiene un nuevo aliado, pero ninguno de los dos hace nada demasiado relevante. Y el que parece estar a un costadito, haciendo ejercicios precompetitivos del otro lado de la línea de cal, es el Coronel, que ya para la página 200 (que vendría a ser el Ecuador de este tomo de 400 páginas) se suma a uno de los ejes argumentales principales, en un rol bastante distinto al que lo habíamos visto desempeñar hasta ahora. Entre una cosa y otra, el que no da señales de vida es Kaneda. Es el mismo truco que había hecho Otomo en el tomo anterior con Tetsuo, pero llama más la atención, porque hasta ahora Kaneda era el protagonista indiscutido de la obra. Acá lo vemos apenas en un flashback al pasado de Tetsuo. La segunda mitad del tomo es realmente cruenta. Muere gente a rolete y hay un despliegue de violencia y mala leche muy extremo. De nuevo, es casi inexplicable que una chica normal como Kei sobreviva a todo eso. Pero por otro lado, este clima de guerra sin cuartel entre sobrevivientes muertos de hambre, acuciados por todo tipo de carencias, trae de nuevo a la luz cierto discurso por parte de Otomo vinculado a la naturaleza predatoria del ser humano. El autor nos invita a pensar cómo mientras quede un atisbo de organización social, habrá siempre grieta, bandos, "ellos o nosotros" (como diría un diputado fascista), y demás rupturas que a la primera de cambio pueden detonar combates de todos contra todos. Y a mayor precariedad, más fácil resulta manipular a las masas, como queda muy claro en este tomo cuando un súbdito de Tetsuo conocido solo como "el Comandante" moviliza a una legión de sobrevivientes crotos y hechos mierda, para que se jueguen la vida en una embestida casi suicida contra el templo de Lady Miyako. Vamos a ver qué pasa en el próximo tomo, a ver si vuelve Kaneda, o si Otomo nos cuenta qué pasó con él. Mientras tanto, y desde una óptica más global, estas 400 páginas son claramente de transición: acá no pasa nada que marque un antes y un después. Es lógico, por cómo terminó el Vol.3. No se puede pretender que al toque Otomo suba la apuesta una vez más después de semejante momento. Pero también espero que el plan para el Vol.5 no sea seguir estirando hasta el infinito conflictos que, en el contexto general de la obra, no parecen ser tan relevantes. Esta vez, ni un renglón para el dibujo. Simplemente señalar que en el ejemplar que tengo yo, hay varias páginas donde los negros no se ven negros, sino medio grises, como si hubiese un problema con la tinta, o con la imprenta. Me imagino que no será algo que sucedió en toda la edición yanki del Vol.4, sino que lo tengo que atribuir a mi mala suerte. Igual, me chupa un huevo, porque el dibujo es glorioso y no pierde impacto ni siquiera cuando el negro no se imprime con la intensidad que debería tener. Mañana, la reseña del Vol.5. Gracias y hasta entonces.

1 comentario:

Pastruki dijo...

Creo que Lady Miyako le explica el origen de Akira y el programa a Tetsuo porque ella en el fondo cree que es bueno y seguirá la senda correcta, como que siente que Tetsuo está "torcido" por el inmenso poder que lo domina y corrompe.
Pero bueno, así le va.