el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 21 de octubre de 2024

KUZURYU

Tardé una semana entera en liquidar este tremendo masacote de 670 páginas, que cualquier editorial lógica habría publicado en tres tomos (porque la obra tiene tres partes claramente marcadas) y los zarpados de Kana sacaron en uno solo, muy cómodo para leer, transportar y guardar, pero que obviamente lleva muchísimo tiempo de lectura. Kuzuryu es un manga del maestro Shotaro Ishinomori que vio la luz allá por 1974 en la fundamental revista Big Comic. Planteado como una serie episódica, ya para el segundo tramo de la misma empezamos a detectar una trama por encima de la trama, que va a servir como faro para guiar las aventuras de este taciturno boticario ambulante, que recorre (a pata) ciudades, pueblos y aldeas del Japón feudal vendiendo medicamentos. Nuestro protagonista, además de vender remedios, sabe recetarlos y suministrarlos, lo que le otorga una cierta posición de poder, similar a la de un médico. Pero además, tras su apariencia ordinaria se esconde un crack de la espada, que a la hora de los combates se mueve como un relámpago y mutila a sus oponentes con precisión de cirujano. El primer tramo de la obra me hizo acordar mucho a una serie de Columba. El boticario llega a un lugar, se encuentra con una injusticia (o varias), o con alguien que lo trata de cagar, o con una mujer que intenta seducirlo con fines poco nobles, y cuando la cosa se pone heavy, saca la espada y liquida a los villanos, para luego continuar su camino, solo y en silencio. Incluso en cada episodio pasa más o menos la misma cantidad de cosas que pasaba en un episodio normal de una serie de Columba (aunque, claro, Ishinomori se toma más páginas para contar lo mismo). Pero después la cosa levanta y mucho: empieza a cobrar peso el misterio de la masacre que terminó con toda la gente de la aldea en la que nació el boticario. ¿Quién fue, y por qué lo hizo? Las pistas empiezan a aparecer y el único sobreviviente de esa tragedia sale en busca de las respuestas. Para completar la data que le falta, necesita reunir varios objetos (figurines) iguales, pero son nueve y él tiene uno solo. Así que durante buena parte de la serie, lo veremos rodearse de aliados y esbirros que lo ayudarán a localizar a los otros figurines, y confrontar con quienes los poseen. También habrá otros depredadores que quieren completar la colección de los nueve figurines, dispuestos a hacer boleta al boticario, sobre todo cuando se enteran de que ya tiene varios en su poder. Todo esto sin romper casi nunca el formato episódico. De los 25 relatos que componen la obra, Ishinomori recurre al cliffhanger una sola vez, en el episodio más jodido de todos. Y en el final, todo cierra perfecto, en medio de un dilema moral potente, atrapante. No todos los episodios son igual de buenos: algunos son un toque aburridos (porque Shotaro se excede con los diálogos protocolares) y otros se vuelven un poco predecibles, porque el autor abusa del recurso del crimen pasional, donde un tipo decide matar a su esposa porque le es infiel, o al tipo que se coge a su esposa. Fuera de eso, la serie está muy bien planteada. Cuando Ishinomori se decide a darle fuerza y protagonismo a un villano lo hace de manera magistral, hay buenos conflictos desparramados por toda la serie (incluso en el seno del bando del protagonista) y la resolución es exquisita. Y dejo para el final lo mejor de todo: el dibujo. Acá es donde Shotaro no falla nunca. Hasta en las escenas más aburridas de señores conversando te aplasta con su dinámica, con la forma de acomodar las viñetas en la página, con ese vértigo que explota ni bien la acción empieza a asomar en la trama. Las escenas de peleas son electrizantes, verdaderos tsunamis de violencia, graficadas por Ishinomori con una categoría apabullante. Los personajes son expresivos, las secuencias mudas son elocuentes y los paisajes son conmovedores. Cuando se propone ilustrar en plan realista los fondos, los edificios o los paisajes, saca una chapa descomunal. Y por ahí lo único que se me ocurre criticarle es que las mujeres se parecen mucho entre sí. Tenés que prestarle atención al diseño de los kimonos para darte cuenta cuál es cuál, porque de cara, parecen todas gemelas. Creo que, fuera de esta edición francesa, Kuzuryu solo existe en Japón. Pero vale la pena el esfuerzo de leerla en el idioma de Goscinny, para disfrutar de un manga realmente notable, fundamental para el fan de la aventura con ambientación histórica e irresistible para el que no se copa con los mangas llenos de chistes, elementos fantásticos y protagonistas de escuela secundaria. Tengo otro libro de Shotaro en la pila de los pendientes, pero creo que le voy a entrar el año que viene. Como siempre, ni bien tenga leídos un par de libros más, los reseño acá en el blog. Será hasta pronto (creo).

No hay comentarios: