La lectura de hoy me lleva al siempre polémico tema de los formatos. La Pasión podría haber sido una historieta de 24 páginas brillante, memorable, genial. Seguramente porque el formato de 24 páginas en Argentina no tiene aceptación, a Diego Cortés y Leo Sandler se les ocurrió llevar la historia a 80 páginas, y La Pasión no se convirtió en una historieta chota ni mucho menos, pero perdió parte de la fuerza que (me imagino) hubiese tenido si se la narraba en menos páginas.
La decompresión es realmente zarpada, sobre todo en el tramo inicial de la historia. En las primeras 32 páginas no pasa prácticamente nada, es todo un infinito prólogo, algo que podría haberse contado tranquilamente en una o dos páginas, a lo sumo. El primer conflicto grosso detona casi a la mitad de la obra y ni bien termina, da pie a otra larguísima secuencia en la que la acción se ralentiza hasta detenerse casi por completo. Después, pasarán un par de cosas más y vendrá un cierre muy grosso, pero siempre a un ritmo muy pachorro, casi exasperante.
¿Con qué estira Cortés esta historia sórdida, espesa y violenta? Con tres cosas. En primer lugar, lo recién mencionado: la violencia. Cuando llega la hora de los golpes, los corchazos y los cuchillazos, el guionista nos regala largas secuencias de tremenda crueldad, en las que la sangre le gana el protagonismo a la trama. En segundo lugar, el desarrollo de los personajes. Toooodas esas páginas que bien podrían no estar le sirven a Cortés para mechar muy buenos diálogos, secuencias mudas y escenitas menores, en las que define a la perfección a Juan Mira (el protagonista) y a un par de personajes más, de mucho peso en el argumento. Esto hace que, cuando finalmente pasan las cosas, nos importe un poco más, porque las cosas no le pasan a Juan Carlos Nadie, sino a tipos que uno ya siente de carne y hueso, cercanos a pesar de sus repudiables códigos éticos.
Y en tercer lugar, el guionista habilita largas secuencias sin textos para que se luzcan el dibujo y el despliegue narrativo de su co-equiper. Sandler responde con un gran trabajo que nos muestra a este
versátil autor muy, muy firme en un claroscuro espectacular, de trazos fuertes y vigorosos, a los que –por si faltara algo- realza con un laburo magnífico de tramas mecánicas. De lo que se puede ver en la portada, lo único que conserva el dibujo de Sandler en las páginas interiores es la expresividad. Después, nada que ver. Adentro no hay fotos retocadas, sino un dibujante de gran solidez que no se las da de virtuoso y que se rompe el culo en cada fondo, en cada vehículo y en cada escena multitudinaria. Sandler aprovecha las escenas mudas para contar con el dibujo, para ponerse al hombro el relato, y lo hace de modo claro, contundente, sin dudas ni fisuras. Creo que lo que más me gustó es, por un lado, el flujo narrativo que se da de viñeta a viñeta y de página a página, y el equilibrio perfecto entre blanco, negro y gris. Sólo para ver más páginas de Sandler, está bueno que la historia dure mucho más de lo que debería.
Me gustó mucho el dibujo, los diálogos están bárbaros, la temática es muy ganchera, el final me impactó y me re-cerró. Pero me cuesta no imaginarme una versión comprimida (o en realidad, no descomprimida) de La Pasión, en la que la trama orquestada por Cortés pegaría con muchísimo más power y te dejaría babeando, al grito de “¿Cómo ya se terminó?!? Quiero más!”. Así como está, no te digo que “mirás la hora” a ver cuánto falta para que termine, pero cuando cerrás el libro no podés creer que en 80 páginas hayan pasado tan pocas cosas. Casi te fijás que los nombres de los autores no suenen a japoneses, para convencerte de que no leiste un manga.
En fin... si no te jode que te cuenten en 80 páginas una historia que daba para 24, dejate llevar por esta pasión, a la que le sobran páginas pero no le faltan méritos.
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