Esta es una historieta de 1986, cuando DC estaba haciendo sus primeras armas en materia de novelas gráficas y tenía como principal consigna para las mismas evitar la temática superheroica y explorar terrenos más cercanos a la fantasía y la ciencia-ficción, algo que Marvel hacía sobre todo en la revista Epic. En esa línea de novelas gráficas apareció esta obra de Pat Mills y Kevin O´Neill, dos maestros británicos que para este entonces llevaban muchos años trabajando juntos y mucha historieta grossa en su currículum.
Me acuerdo que leí Metalzoic cuando salió, porque justo alguien viajó a EEUU y me la trajo de regalo. Yo tenía 18 años, cero idea de quiénes eran Mills y O´Neill, y me acuerdo que no me gustó un carajo. Me pareció un híbrido pedorro entre un comic yanki y una típica serie de ciencia-ficción para adultos de las que leíamos todos los meses en Métal Hurlant, o Zona 84. Hoy, leída de grande, no me pareció mucho mejor. Principalmente porque ahora sí conozco las obras grossas de Mills y O´Neill y en la comparación con Nemesis the Warlock, A.B.C. Warriors o Marshal Law, me queda claro que Metalzoic pierde por goleada.
Lo cual no quiere decir que sea una bosta irreivindicable. Tiene sus cosas atractivas, sobre todo en el guión. Sin esta novela gráfica no existiría Transformers: Beast Wars, por ejemplo. Porque acá nace el concepto de los animales robóticos agrupados en clanes en una tierra cuasi-devastada. Los diálogos están buenos, hay escenas muy impactantes, machaca fuerte y bien dosificada… No es un comic aburrido, ni excesivamente pretencioso, ni demasiado cabeza. Pero en el contexto de la obra de estos dos próceres y en el contexto de lo que se editaba en EEUU en 1986, la tenemos que poner en la lista de las historietas “menores”.
Quizás la mayor decepción venga por el lado del dibujo. Abajo de esa portada majestuosa de Bill Sienkiewicz, tenemos al maestro O´Neill muy a media máquina, como jugando a ocultar sus rasgos identitarios. Muy pocas viñetas nos ofrecen esa sobrecarga de detalles tan típica del ídolo; a las criaturas metálicas parece faltarles onda, complejidad, más laburo; los rostros de los personajes humanos parecen de otro dibujante, o de O´Neill imitando sin éxito a dibujantes más finos, más “caretas” tipo P. Craig Russell. Lo mejor sin dudas es verlo a O´Neill asumir riesgos en materia de puesta en página que quizás no asumía en sus trabajos para los semanarios británicos.
Y lo peor, lejos, es el color. Esto en blanco y negro levantaría muchísimo (aunque se notaría más la falta de los detallitos puntillosos clásicos de O´Neill) simplemente por lo horrendo que es el color. La novela no acredita a ningún colorista, con lo cual tenemos que suponer que fue el propio O´Neill el que perpetró estos crímenes contra sus dibujos, el que desarrolló esa paleta chata, sin onda, aplicada sin criterio, plagada con vicios columberos como viñetas enteras pintadas todas de amarillo o todas de celeste, sin atención a los climas, sin matices ni efectos de iluminación. Encima algunos personajes son tan parecidos entre sí que el color resulta fundamental para distinguirlos. Cuando O´Neill los pinta a todos del mismo color, hay que prestar demasiada atención para darse cuenta de quién es cada uno. Hay algunos dibujos realmente zarpados, al nivel de lo que uno espera de esta bestia asesina. Pero la verdad es que son muy pocos y el color los empaña demasiado.
¿Recomiendo conseguir Metalzoic? No sé… supongo que los muy fans de Pat Mills y Kevin O´Neill ya tendrán todas sus obras para el mercado británico y toda la colección de Marshal Law, y ahí sí, vale la pena sumar esta obra a la colección, casi por completismo. A los que todavía no descubrieron a esta dupla fundamental del comic británico (y por qué no mundial) les recomiendo empezar por otro lado. En su momento, Metalzoic puede haber sido rara o rupturista para el mercado yanki, pero para los que leíamos comic europeo en los ´80 sin duda deja gusto a poco.
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1 comentario:
ella, la que leía cómic europeeeeo XD
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