Este es un comic muy raro, de autores chilenos. El dibujante es Cristóbal Jofré y el guionista es Angel Bernier, a quien ya habíamos visto en alguna que otra historia corta de uno de los tomos de Mortis.
Franko vive en un desierto, que podría ser o bien lo que quedó de la Tierra tras la extinción de la cvilización, o bien una civilización previa. O incluso otro planeta, por qué no. Se trata de un mundo en el que los animales adoptan rasgos humanos (se visten, caminan en dos patas, flexionan los pulgares, hablan y razonan), al estilo de los clásicos cartoons de Disney y Warner, o más recientemente, de Blacksad. El desierto es… atípico, con reglas muy propias y bastante impredecibles, lo cual sumado a la presencia de una chamana (la anciana Mana) le da a todo un cierto aire new age-peyotero, como si se tratara de una historieta para chicos escrita por Alejandro Jodorowsky (que no por nada nació en la región desértica del norte de Chile).
Y ahí hay otro dato importante: se supone que estas fábulas son para chicos. Pero además de esta impronta medio lisérgica (que habilita la proliferación de sucesos que no tienen demasiada explicación), hay torturas, gente que muere de hambre, esclavos, gladiadores forzados a pelear hasta morir y hasta una hueste infernal, destinada a sumir a este mundo bajo el yugo de la destrucción y el terror más absolutos. O sea que los guiones de Bernier van de una especie de lirismo chamánico, de un cierto realismo mágico (más mágico que realista), a situaciones muy extremas, bastante duras de digerir para el público infantil. A su favor hay que decir que las aventuras de Franko y Shin rara vez se resuelven por la vía de la violencia, sino por el contrario, la lucha entre Buenos y Malos está des-enfatizada, en favor de otras formas de encarar los conflictos. Algunas medio zen (en el sentido de que no “zentiende” qué carajo pasa) y otras muy lindas, con bastante vuelo y bastante originalidad.
En una de esas, leídas por segunda o tercera vez, estas fábulas sin moraleja cobran más relevancia, más contundencia. A primera vista, me resultaron raras, narradas de una forma muy ganchera, y a la vez resueltas de formas medio ambiguas, como sugiriendo que la aventura más importante no es la que vimos nosotros, sino la que vivió Franko en su fuero interno. Seguramente ahí hay más sustancia de la que yo pude percibir y disfrutar en una primera lectura.
El dibujo está muy bien. Le falta poquito para ser realmente grosso. Se notan demasiado los fondos repetidos, hay incluso una página entera repetida (que cumple una función narrativa, pero hace mucho ruido), y abundan un poco mucho las splash pages. El resto, funciona muy bien, sobre todo la expresividad en rostros y cuerpos de los personajes, cuyos hermosos diseños le deben algo a los de los Thundercats. Lo que más conspira contra el lucimiento del dibujo de Jofré es el color, decididamente mediocre. En este rubro metieron mano el propio dibujante y tres personas más, con resultados muy decepcionantes. Hay algunas viñetas muy lindas, realmente bien trabajadas desde el color y otras en las que un tsunami de berretada cromática parece arrasar con las buenas intenciones del dibujo de Jofré.
La edición es muy linda, con excelente calidad de papel e impresión, y un vicio ya muy generalizado: páginas y páginas desperdiciadas en carátulas y páginas en blanco para dividir los episodios, y una sección de pin-ups a cargo de dibujantes invitados que no aporta absolutamente nada. Por supuesto hubiese preferido omitir todo ese relleno para darle lugar a una historieta más.
Sin ser una joya imprescindible, Franko: Fábulas de la Ultima Tierra me intrigó como para querer leer otras obras de Bernier y Jofré. No creo que este libro sea fácil de conseguir fuera de Chile, pero bien podría comercializarse en cualquier otro mercado, porque la temática es absolutamente universal y está escrito en castellano neutro, ¿cachai?
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