Vamos con algunas reseñitas más.
Salió el Vol.17 de Bakuman y obviamente me lo bajé ni bien lo levanté de la batea de la comiquería donde suelo comprarlo. El tomo tiene el peor principio posible: un enemigo al que los Muto Ahirogi ya derrotaron vuelve recargado, con un plan mejor y más maligno para aplastar a nuestro jóvenes mangakas favoritos. –No, no me hinchés las bolas… ¿con qué necesidad?... –Pero bancá, porque a partir de la consigna más chota imaginable, Tsugumi Ohba y Takeshi Obata desarrollan un arco argumental BRILLANTE, lleno de momentos impactantes, momentos emocionantes, giros impredecibles… Cuando una serie es perfecta, se puede dar estos lujos: arrancar con una jugada obvia, remanida… y darla vuelta en el aire para convertirla en una historia excelente. El villano cobra chapa, los Muto Ashirogi la rompen, el nunca bien ponderado Akira Hattori demuestra una vez más lo clara que la tiene, por fin el guión de Ohba explota un poco más el legado del tío mangaka de Mashiro, y la historia de amor (quizás lo único medio pedorro de los primeros tomos de la serie) sigue allá lejos, en octavo o noveno plano.
Bakuman, el manga de amor al manga, el shonen para acabar con todos los shonen, sigue allá arriba, con guiones y dibujos insuperables y, como siempre, una buena traducción por parte de Nathalia Ferrera que hace sumamente disfrutables los abundantes diálogos que caracterizan a esta serie. No te puedo explicar cómo la voy a extrañar cuando se termine ni la bronca que me da que los tomos salgan tan espaciados.
El año pasado, para festejar los 200 años de la delaración de la Independencia argentina, se editó en Tucumán la antología Bicentenario Fantástico, en la que participan los integrantes de un colectivo de autores llamado La Marca de Caín, con varias historietas cuya consigna es agregarle elementos fantásticos a los sucesos más importantes de la historia de nuestro país. Así, el general Belgrano interactúa con un vampiro, San Martín con zombies, los congresales de 1816 con alienígenas, Perón y Evita con mechas onda Gundam, los soldados de Malvinas con naves que parecen de Star Wars… Se entiende, no?
La idea no está mal. Es bizarra, pero con bastante potencial. La realización, en cambio, me resultó bastante precaria. Los guiones tienen poca fuerza, les falta timing… Ninguno me terminó de convencer. Y entre los dibujantes hay algunos rescatables. Emanuel Molina hace un trabajo bastante aceptable, con cierta influencia de Salvador Sanz. Rodolfo Paz muestra un muy buen manejo del claroscuro y buen criterio para la narrativa. Lo de Malena Villafañe y Arcade es raro, desparejo, con momentos realmente grossos y puntos muy bajos en una misma historieta. Y también con varios problemas en la narrativa y en la aplicación de los grises, me pareció interesante el dibujo de Brenda Cruz Villacorta, muy influenciado por Matsuri Hino. Ojalá los chicos y chicas de La Marca de Caín sigan generando nuevas y mejores historietas allá en Tucumán, una ciudad con bastante tradición comiquera.
Finalmente, después de aquel primer desencuentro amoroso, le di otra chance a Los Escorpiones del Desierto de Hugo Pratt, con otro librito que conseguí muy barato en Chile, el año pasado: Un Fortín en Dancalia, título de 1982 que, a diferencia del que vimos el 24/04/17, está pensado como una breve novela gráfica, con una única (y excelente) línea argumental.
Esta vez sí, Pratt logra hacer lo que más sabe: nutrirse de un conflicto bélico real para crear una historia 100% verosímil, humana, donde lo que importa son los personajes. Y la verdad que a Un Fortín en Dancalia le sobran los personajes cautivantes. Además, la trama en sí es muy ganchera, los diálogos están afiladísimos, la grilla de 12 viñetas iguales (que Pratt conserva en la gran mayoría de las páginas) resulta un elemento formidable para la narrativa controlada a nivel molecular, y el trazo del Tano, aún coloreado por los franceses, remite como pocas veces a la estética de Milton Caniff y Roy Crane, que tan bien encaja con los relatos de la Segunda Guerra Mundial. Así, sí.
Prometo volver pronto con nuevas reseñas y aprovecho para invitar a los amigos cordobeses a la tercera edición de Docta Comics, donde voy a estar entre el jueves 8 y el sábado 10 de este mes. ¡La seguimos en cualquier momento!
jueves, 1 de junio de 2017
TRES DE JUEVES
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2 comentarios:
Extrañísimo que ya tuviera leído el 66,66% de lo que reseñás...
Qué suerte que te gustó Bakuman, para mí, si bien levanta después, ese comienzo es demasiado básico comparado con lo que venía antes. El malo es malo porque es malo, es la personificación de la maldad casi sin justificación (más allá del resentimiento), tiene guita infinita (algo que antes no se veía), fracasa más por él mismo que por algo que haga el resto, y encima todo está explicado en sucesivas páginas en las que aclaran por qué pasa lo que pasa y cómo funciona.
Creo que todo lo de Nanamine fue lo más flojo de la serie (coincido con vos: con el "romance" de Mashiro).
Igual, sí, explota. Estos hijos de puta hacen que les tenga un cariño a unos tipitos dibujados en papel como hacía mil años no me pasaba.
A mí Bakuman me re gustó en su momento, pero a la distancia, salvando un par de giladitas, me parece que si no la hubiera leído no me hubiera perdido de mucho. Todo es muy NAIF, muy simpático. Es puro chingui chingui. Aunque te da la pauta de que si querés ser mangaka y naciste fuera de Japón, sos más naif que no sé, que los que creen que Argentina puede tener aunque sea un gobierno honesto. ¡Ja ja! ¡Argentina!
Y encima, es un manga donde no muere nadie. Hasta en Vagabond muere gente, y eso que es medio largueli, también. Pero en Bakuman ni eso. En eso está a la misma altura que Doraemon o cualquier manga infantil. De cinco estrellas, yo le doy tres, pero porque soy magnánimo. Prefiero a Liniers, que no tiene globos de diálogo tan repletos de texto. Encima, se prolonga DEMASIADO lo inevitable. No diré qué cosa es LO INEVITABLE para no spoilear, pero baste decir que es lo que quiere la Chola. Y que si tenés dos dedos de frente, sabés desde el principio que VA A PASAR lo que quiere la Chola. No es la crónica de una muerte anunciada, más bien la de un matrimonio.
Igual, está muy bien. Los dibujos son muy bonitos y acompañan bien esas parrafadas de texto que copan las viñetas.
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