¡Qué lo parió el calor que hizo hoy! Un infierno. Bue, yo sigo acá, sumando para la estadística.
El Vol.3 de Lazarus, la serie de Greg Rucka y Michael Lark, es hasta ahora el mejor de la serie. Con el mundo en el que se mueven los personajes ya bastante bien definido en los dos tomos anteriores, Rucka se juega el todo por el todo en un arco extenso, pero sobre todo tenso. Acá tenemos una especie de final, que tardó 15 episodios en llegar, pero que por primera vez nos deja 100% satisfechos, onda “si no querés comprar más Lazarus, no la compres”. Obviamente hay plots que se siguen cocinando a fuego lento y que seguramente Rucka resolverá en tomos posteriores, más allá de que el arco conocido como Conclave ofrezca un cierre bastante claro a esta primera parte de la serie.
A lo largo de todo el tomo, el guionista suma intriga, sugiere cosas que pasan por detrás de la acción (básicamente, gente que habla, baila, garcha, juega a las cartas o entrena) y trabaja en la definición de los vínculos entre los personajes, que es lo que a la larga hace que nos importe lo que va a pasar al final con varios de ellos. Esto es lo mejor que tiene Lazarus: la bajada a vínculos humanos de un complejo entramado político-empresarial. Y si creés que un arco centrado en los vínculos entre esta elite rosquera no deja mucho lugar para las emociones fuertes, y ni hablar para la machaca, olvidate. Acá hay de todo, pero de todo posta. Emociones, revelaciones, incógnitas jodidas, traiciones abyectas y el mejor duelo con espadas de la historia del Noveno Arte. –Eeehhh! ¿No será mucho? –No, te juro que no.
Son 14 páginas dedicadas al combate a muerte entre Forever Carlyle (la protagonista de la serie) y su amiga (pero ahora contrincante) Sonja Bittner, perfectamente coreografiadas por Lark para mantenernos hipnotizados de punta a punta, con cada movimiento, cada contorsión, cada estocada de estas dos hermosas gladiadoras. Todo el laburo de Lark en el tomo es excelente, pero acá, como tiene que dibujar cosas que no se pueden chorear de fotos, pone el alma de verdad.
Y además, en este tomo de Lazarus, cuando todo gira en torno a este ajedrez a escala global entre Jakob Hock y Malcolm Carlyle, medio que a Rucka se le cae la careta. Ahora sí, se empieza a notar bastante que Lazarus es Checkmate!, pero fuera del Universo DC. El escenario y los personajes son otros, pero reaparece fuerte esa esencia, esa impronta que tan buen resultado le dio al ídolo. No sé cuándo le entraré al Vol.4, pero banco esta serie hasta el final.
Bueno, ahora sí, estoy en condiciones de afirmar que Kioskerman se volvió completamente loco. Tengo frente a mí un libro suyo por tercera vez (ver reseñas del 22/01/10 y 13/12/13), esta vez titulado El Amor Vendrá al Rescate, ya sin los personajes que venía desarrollando en Edén. No sólo Kioskerman se volvió loco: también enloquecieron sus editores de Sudamericana, que se proponen vendernos esto como si fuera historieta.
Ya habíamos visto varias tiras de Edén en las que el texto era una especie de haiku, o de frase sensiblera, fragmentada en cuatro viñetas y acompañada de dibujos que no siempre tenían que ver con las palabras. Bueno, ahora eso se potencia hasta el infinito. Son páginas y páginas, completamente inconexas entre sí, en las que leemos frases cortadas por cualquier lado, sin ningún criterio, repartidas entre varias viñetas (ya no corre la convención de que sean cuatro), junto a dibujos que no narran nada y que muchísimas veces no tienen un choto que ver con las palabras que aparecen en los bloques de texto o los globos de diálogo.
El Amor Vendrá al Rescate quiere ser historieta, pero no tiene secuencias, no hilvana nunca una narración gráfica. Para hacer una historieta poética primero hay que hacer una historieta y en este libro Kioskerman desaprende mucho de lo aprendido, pega un salto al vacío que no terminaré nunca de entender. Buenísimo el vuelo lírico de algunos textos, alucinante la introspección, el mensaje de amor y buena onda cuasi-new age, “soltar y florecer”… Todo muy copado pero, ¿no hay una historia que se pueda contar? No te digo un conflicto, ya sé que las historietas de Kioskerman no tienen conflicto, pero… algo, no sé, un cuentito, una fábula, algo que no se pueda confundir con un aforismo de José Narosky ilustrado…
Ah, y por si faltara algo, el dibujo no me gustó. Kioskerman se fue de esa línea prolija (y apenitas rígida) de su libro anterior, para recorrer distintos registro gráficos, donde mezcla color con blanco y negro, combina técnicas de dibujo y entintado, experimenta, sintetiza, prueba cosas locas… y rara vez acierta. Ese dibujo de la portada, en esa onda cuasi-Bryan Lee O´Malley, adentro del libro no la vas a ver. Adentro te espera un despelote visual que muchas veces coquetea con el mamarracho.
Quizás esto esté apuntado a otro tipo de lector, que no consume habitualmente historietas y que se engancha con la onda de “frases poéticas con dibujitos”. Ojalá ese lector exista y ojalá sean muchos, para que el libro se venda bien. Pero acá, donde evaluamos historietas, te tengo que decir que Kioskerman se cayó del mapa. Una pena.
Veremos si vuelvo antes del 31 con nuevas reseñas. Por las dudas, gracias totales y Feliz 2018 para todos. Atenti, que en cualquier momento largamos la novena temporada del blog...
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2 comentarios:
Feliz 2018 para ti también Andrés! y una pena lo de Kioskerman, lo que hizo en Edén estaba bueno.
Un abrazo
A juzgar por el blog, la tónica que Kiosker curtía en Edén quedó discontinuada desde hace un tiempo.
http://kioskerman.blogspot.com.ar/2015/05/blog-post.html
Quizá aquel formato encorsetaba al autor. Ya alguna vez amagó abandonar su creación principal para emprender, si mal no recuerdo, una novela gráfica. Luego creo haber leído en su blog que se sentía perdido sin su Edén.
No soy muy fan de la obra de Pablo, pero tampoco me atrevo a afirmar que me resulta inadvertible. Me gusta mucho el criterio de coloreado que utilizó en ambos volúmenes de Edén, pero sus "haikus" buena onda "me la bajan". Tampoco sé si sus personajes me parecen entrañables o inolvidables, pero algo de la órbita del misterio gravita alrededor de ellos y los torna difíciles de agotar. Por lo pronto, no veo mal lo que Andrés describe como "salto al vacío". De última, el autor siempre puede volver a su método de producción anterior. En mi modesta opinión, Kioskerman tiene oficio de sobra para narrar lo que ya narró de la manera que ya conocíamos.
Saludos y feliz 2018.
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