el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 14 de diciembre de 2017

JUEVES DE SUSPENSO

¿Que onda? ¿Aprobará la cámara de Diputados la ley de Reforma Previsional pergeñada por el Gobierno para que los jubilados y beneficiarios de la AUH pongan lo que antes ponían los ricos mediante impuestos que ya no se les cobran? Si ese esperpento jurídico llegara a prosperar, se supone que mañana habrá paro… y se me complicará seriamente el viaje a Catamarca. Así que estoy ahí, carcomido por la incertidumbre. Mientras tanto, comparto las reseñas de un par de libritos que leí en estos días.
El Cazador de Rayos fue una serie de tres ábumes realizada a principios de este siglo por el español Kenny Ruiz, con la que logró insertarse en el mercado francófono. La edición integral ofrece la saga completa y la recomiendo muy por encima de los tres álbumes individuales, a menos que los encuentres MUY baratos. Felizmente, en este tamaño bastante más chico que el del clásico álbum francés, el dibujo de Ruiz se aprecia plenamente, incluso en esas páginas de 16 o 18 viñetas. La tipografía se ve muy bien, no hay ningún obstáculo para disfrutar de la faz gráfica de esta historieta… que no está tan lograda como los trabajos posteriores de Ruiz, pero que nos muestra ya desde temprano a un artista sumamente sólido. Como le pasó a Enrico Marini, Ruiz también empezó tratando de imitar a Katsuhiro Otomo y logra reproducir unos cuantos de los yeites clásicos del sensei. Pero a la larga, aflora la impronta del español y El Cazador de Rayos se ve como un comic europeo moderno, no como un remedo berreta de Akira. Los puntos fuertes: sin duda el color y la narrativa, los dos rubros donde se siente todo el tiempo la pasión, el riesgo y la personalidad que pela Ruiz en este trabajo.
El guión también es sorprendentemente bueno para tratarse de un autor primerizo. Como en toda aventura clásica hay buenos y malos, y nada se resolverá sin que antes se caguen a palos entre sí. Pero hay más. Los personajes secundarios están muy bien trabajados, el protagonista tiene un conflicto interno atrapante, el mundo en el que transcurre la historia está presentado de un modo muy ganchero, sin aburrir en absoluto a la hora de explicar todo lo que hay que explicar… La machaca tiene consecuencias, no está ahí para llenar páginas… y hasta nos encontramos con un cierto vuelo poético. Se entiende perfectamente por qué El Cazador de Rayos puso a Kenny Ruiz en el mapa de los autores a los que conviene seguir de cerca…
Psicocandy, la historieta de Damián Connelly y Nicolás Brondo con la que se inicia la saga Ojo Eléctrico, se basa en una premisa que ya leímos chotocientas veces: una minita es alterada mediante experimentos científicos, se le da vuelta a sus captores y se dedica a confrontar con una mega-corporación maligna. ¿Qué se le puede agregar a esa base para construir algo interesante? “Probemos con sexo, droga y rockanroll”, pensó Connelly… y acertó. Repleta de referencias a temas de David Bowie y The Jesus and Mary Chain, la novela nos sumerge rápidamente en una trama sumamente violenta, donde la machaca tiene mucho más protagonismo que en cualquier otro trabajo de Connelly. Por si le faltara impacto a estas peleas, los personajes se enfiestan entre sí en reiteradas ocasiones, en dos planos de realidad distintos, donde el acto sexual los sana, los empodera y les abre puertas a otras dimensiones.
La batalla con el villano no pasará de una escaramuza, porque esto es sólo el principio, y la trama de Psicocandy se terminará de resolver más adelante, una vez que Connelly y otros guionistas hayan explorado el resto de este extraño universo. Esta primera parte tiene mucho ritmo, no se empantana nunca, presenta a los personajes y los conflictos con eficacia y muestra un crecimiento de Connelly en la materia donde solía dejarme algunas dudas, que era la de los diálogos.
Brondo, por su parte, alterna secuencias en las que dibuja unos fondos de la San Puta con otras en las que (aceptablemente justificado por el guión) no te dibuja un fondo ni con un chumbo en la cabeza. Como siempre, sus personajes son vibrantes, expresivos, nerviosos, como si estuvieran tan pasados de merca que están a punto de explotar. Los garches, las escenas de pelea y esos momentos flasheros mitad oníricos-mitad lisérgicos le dan al astro cordobés la posibilidad de irse bien al carajo, de generar imágenes extremas, pasadas de rosca. Por suerte Brondo logra conservar un cierto grado de delirio y un alto nivel de dibujo en las secuencias más tranqui, en las que se limita a narrar tramos menos kilomberos de la trama. El resultado es raro, porque el dibujante experimenta todo el tiempo con la línea, las tramas, los enfoques… pero se disfruta a full, porque el propio guión requiere esa sensación de bizarreada permanente y porque Brondo no da puntada sin hilo.
Me imagino a Psicocandy como un dibujo animado, con color, movimiento y música y me estalla el bulbo raquídeo. Pero con lo que me dieron hasta ahora me dejaron contento, con ganas de seguir recorriendo el universo de Ojo Eléctrico.
Bueno, si ven nuevos posts acá antes del martes, significa que no pude viajar a Catamarca por el paro. Si todo sale bien, retomamos la semana que viene. Gracias y hasta entonces.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Andres que tal es la historia Death and the Maidens de Batman?

Andrés Accorsi dijo...

Es raro... son como dos historias metidas medio a presión en una única miniserie, que se termina haciendo larga y despareja al pedo. La trama centrada en Ra´s al Ghul y sus hijas está buenísima. Y la otra, la centrada en Batman y sus fantasmas, es un embole. El dibujo, más o menos... no me terminó de convencer.