Ultimo día de un mes en el que tuvimos mucha actividad, acá en el blog. Y bueno, sigo avanzando con las lecturas.
Arranco con el segundo TPB de los que recopilan la etapa de Dan Jurgens al frente de Captain America, con nada menos que 10 números de la serie regular y un Annual. Un exceso, prácticamente. Encima el propio Jurgens dibuja todo excepto el Annual y un episodio de lo mensuales, o sea que acá tenemos literales cientos de páginas dibujadas por el hombre que mató a Superman. La faz gráfica de Captain America está muy basada en lo que a Jurgens más le gusta dibujar: la figura humana en acción. Y como él mismo es el guionista, se acomoda las historias para que todas le abran la puerta a la machaca, a esa especie de danza de cuerpos musculosos que a Jurgens tanto le divierte coreografiar. Esto no lo exime de –cada tanto- mandarse alguna pifia en la anatomía, algún escorzo demasiado extremo que termina por verse torpe o bizarro. Pero en general, Jurgens combina espectacularidad con solidez y muestra ser un digno alumno de sus maestros, Neal Adams y Mike Grell. Los dos dibujantes invitados (Dave Ross y Greg Scott) al lado de Jurgens pasan vergüenza, así, sin alicientes.
Los guiones… la verdad que te tiene que gustar mucho el Capi, o la historieta de machaca palo-y-palo. Como ya comenté, Jurgens se esfuerza para que nunca le falte protagonismo a las peleas físicas que tanto le gusta dibujar. En un episodio, un supuesto villano va a juicio, el Capi está seguro de que es culpable y la abogada que lo defiende es la novia de Steve Rogers. Yo dije “Ah, bien, un conflicto de índole ética, un dilema que no se resuelve con piñas”… Bueno, a Jurgens se le ocurre una forma de resolverlo con piñas. Y patadas. Y ese escudo mágico que el Capi parece controlar con la mente. Lo más interesante es el manejo de los sub-plots, un rubro en el que este autor ya dio sobradas muestras de solvencia. Jurgens entiende muy claramente el aspecto serial del comic de superhéroes y lo manipula con mucha inteligencia para hacerlo jugar a su favor, todo el tiempo y con notables resultados. Me queda pendiente el tercer tomo, para entrarle en Junio.
Salto a 2017, a Rosario, donde el Área de Diversidad Sexual de dicha ciudad publicó en un hermoso libro a las historietas ganadoras de un concurso de Historieta LGBTI, elegidas por un jurado en el que participaron Mariela Acevedo, Diego Trerotola y el glorioso Max Cachimba. Veamos qué material eligieron:
Arrancamos muy arriba, con una historieta de Sukermercado que, con un mínimo ajuste para redondear mejor el final, se podría publicar tranquilamente en cualquier antología grossa de cualquier país del mundo. El dibujo, el color y la narrativa son excelentes, posta. Le sigue Natalia Novia, una dibujante con un trazo barroco, sobrecargado, muy sugestivo, muy atractivo. Lamentablemente perpetúa este estigma tan frecuente en las historietistas de vanguardia de hoy en día, que es no dejar espacios (o zanjas) entre las viñetas, lo cual hace que no se entienda cuándo termina un cuadrito y cuándo empieza el de al lado. Ese truquito, el de apoyar una viñeta sobre la otra sin dejar un espacio, háganlo cuando estén MUY cancheras, chicas. No en sus primeras 100 ó 200 páginas de historieta, porque es MUY difícil hacerlo bien.
Lo de Maia Debowicz y Lucas Fauno Gutiérrez tiene buenos textos, buenos dibujos y una muy buena idea. La puesta en página (sin zanjas, sin viñetas… ¡y sin fondos!) es muy rara, pero no está mal. Muy buena también la de Román Suvriano, una historieta muy profesional, sobria, bien trabajada. Quiero ver más material de este autor, al que nunca había oído nombrar. Lo de Júlia Barata no me cerró por ningún lado: el guión es la nada misma, la narrativa no existe, el dibujo no me gusta y el rotulado es espantoso.
Julia Mamone y María Ibarra nos ofrecen otra historieta con excelente dibujo, un color exquisito y una decisión arriesgada (bancar siempre la grilla de tres viñetas widescreen) que les sale muy bien. El argumento, más o menos. El texto trata de contar una historia, pero al integrarse con el dibujo esta se disuelve un poco, y todo queda en la bajada de línea militante. La Watson, otra autora incomprensible, con una narrativa confusa y un dibujo muy poco inspirado. Rescato sólo la secuencia de la última página.
Otro trabajo muy sólido es el de Gaspar Aguirre, un autor que evidentemente viene del campo de la ilustración, pero que entiende muy bien cómo funciona el lenguaje del comic y para qué sirve. Cuenta conmigo para comprar sus próximas historietas. La de Nacha Vollenweider no me gustó ni como panfleto, ni como historieta. Para mi sorpresa, no me gustó ni siquiera el dibujo, un rubro en el que Nacha suele romperla. Ese mamarracho espantoso que en la portada del libro se ve tan mal está extraído de la última historieta del tomo, la de Gonzalo Agüero, que en realidad está muy bien. El tema que toca es fuerte, la historia está bien contada, el dibujo (incluso con esa técnica bastante extrema) es muy atractivo… nada que objetarle.
El balance me da bastante favorable, como para recomendar esta antología a cualquiera que se interese por historietas que traten temas vinculados a la diversidad sexual.
Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.
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